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4:24am
Ya casi se podía sentir el Sol salir, o bueno, al menos un poco. El amanecer en Coramora solía darse siempre casi a las seis de la mañana; Diego se acomodó en una de los columpios del parque en donde se encontraban y señaló el cielo.
—El Sol debe de aparecer por ese lado en menos de hora y media—le dijo a Paula, ella sólo asintió—. ¿De qué quieres hablar mientras esperamos?
—Me gustaría saber qué será de nosotros cuando esta fiesta acabe.
—Te buscaré el lunes en la universidad—le dijo, ella negó—. ¿Qué?
—No harás eso—respondió—. No somos del mismo grupo social, tú seguramente olvidarás este día.
— ¿Estás bromeando? Éste es el mejor día de toda mi vida universitaria, te hablé y eso nunca podré olvidarlo—confesó, Paula no respondió, sólo permaneció columpiándose—. Paula, ¿no quieres que te busque?
—No sé cómo Alba pueda tomarse esto—le dijo—. Ella es mi mejor amiga y tú eres algo así como su amor platónico—mencionó—. Le gustas y sería una pésima amiga si decidiera olvidar eso y estar contigo como si nada.
—Pero ella y yo no somos nada, yo incluso puedo hablarle y decirle que estoy solamente interesado en ti, ¿eso quieres?
—No, yo sólo...no sé. Quizás me gustaría iniciar de cero contigo—Diego la miró y suspiró. Paró el columpio y Paula hizo lo mismo.
—Hola, soy Diego—le tendió la mano, ella se rió y la tomó.
—Paula—le respondió.
—Te me haces conocida, ¿será que estudiamos en la misma universidad? —ella le sonrió y decidió seguirle el juego.
—Creo que sí. ¿Eras tú el chico que cantó hoy en la fiesta de la Facultad de Ingeniería? —él asintió—. Te escuché tocar, podría decirse que quedé maravillada.
—Vaya pero eso es algo que realmente aprecio—contestó y tocó su cabello—. Podría algún día tocarte algunas canciones si eso deseas, ya sabes, podríamos usarlo como una excusa para volver a vernos.
Paula se rió y continuó bromeando con Diego, ella quería poder volver a verlo pero tenía miedo de lo que Alba podía pensar, ¿y si se molestaba con ella por besar al chico que le gustaba? Eso era algo contra el código de amigas; era insólito incluso pensar que ella pudiese actuar como si nada, más cuando Diego quería continuar viéndola el resto de la semana.
—Tienes cara de escritora, ¿escribes?
—Un par de historias por internet, nada interesante—se encogió de hombros.
—Yo escucho eso como algo interesante—le dijo—. Es como si vivieses miles de vidas, ¿no es eso la magia de ser escritor?
—No cuando no se te ocurre una nueva idea para continuar tu capítulo, lo llaman el síndrome de la hoja en blanco; es una enfermedad que ataca a muchos—respondió. Diego se levantó del columpio y le tendió la mano para levantar también.
— ¿Qué tal si mejor hablamos sobre lo interesante que debe ser bailar debajo de las estrellas, escritora? ¿No te parece una idea romántica para tu próximo capítulo?
—Podría narrar la manera en que los protagonistas se besan—Diego se acercó a ella—, aunque quizás sea muy pronto para un beso—le susurró cerca de sus labios y luego se separó para dar una vuelta entre sus brazos.
—Me gustaría leer esa historia, ¿me pasarías el link?
— ¿Por qué leer la historia cuando puedes vivirla? —le sonrió.
—Me gustaría ver la forma en qué me describes, ya sabes, saber qué tan agradable puedo ser—movió sus caderas y tarareó una canción de Kloss—. Quiero saber lo que piensas sobre mí.
—No te preocupes Diego, haré que mis lectores te amen, no lo dudes.
Y tarareando la canción, ambos permanecieron bailando.
..........
¿Qué edad tienen? ¿Alguien mayor de veine años por aquí?
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