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12:28am

Paula y Diego se encontraban esta vez acostados en la parte de arriba de una de las atracciones del parque, era un barco de madera en donde los niños podían escalar y lanzarse del tobogán cada vez que quisieran.

— ¿Se te ha ocurrido alguna idea para tu libro? —preguntó el castaño observando el cielo.

—No, ¿qué es lo que va mal en mí?

— ¿A qué te refieres? —se acomodó dando la vuelta en la madera para poder verla mejor.

—Antes tenía miles de historias en mi cabeza, sentía que mi mente no dejaba de trabajar en ningún momento y parecía como si todo lo que estuviera a mi alrededor le diera vida a un personaje, una escena o una idea para mi historia—confesó con nostalgia—, y ahora me siento tan presionada para poder escribir algo que nada se me ocurre.

—No quieres que nadie se sienta decepcionado.

—Exacto—respondió—. Muchas personas están tan emocionadas con que pronto vaya a sacar mi libro en físico y esperan que el que estoy haciendo sea mejor logrando romper el número de visualizaciones que el primero. ¿Sabes lo complicado que es para mí eso?

Diego no respondió, creyó que debía dejar todo así. Entendía la situación en la que estaba Paula porque él se sentía de esa manera muchas veces, quizás no por lo mismo, la música ni siquiera se acerba al tema pero con respecto a su vida...él no quería decepcionar a nadie, no quería que sus padres se sintieran mal por su culpa.

Se dedicó a observarla todo el rato que permanecieron callados, ella cerró sus ojos y él sólo detallaba cada rasgo de su cara; sus ojos, su nariz, su boca. Su boca...¿qué se sentiría besar sus labios sólo por una vez? Tenía tantas ganas de hacerlo, pero sabía que esa no era la opción más brillante en ese momento; como ella había dicho, se acababan de conocer y no quería que todo fuese tan rápido.

Pero si hubiese sólo la pequeña oportunidad de besarla sin que ella se molestara...dios, Diego necesitaba poder besarla, probar sus labios, labios que había deseado desde la primera vez que la vio. Sentada en una de las mesas del cafetín de su universidad tomando un poco de café y escribiendo en su libreta.

Desde ese momento la veía siempre, en los pasillos, en la biblioteca, en las paradas de autobús, ella estaba en todos lados. Más de una vez intentó acercarse pero él era inseguro, tenía miedo de su rechazo; incluso teniendo muchas chicas que lo admiraran por su carrera de músico que estaba apenas empezando, al verla él olvidaba cada línea preparada, cada paso que debía dar, incluso olvidaba su nombre y ahora que la tenía tan cerca, se sentía como un idiota por no haberle hablado antes.

Pero es entendible, todos tenemos miedo de ser rechazados por la persona que amamos.

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