6. Adiós.
CAPÍTULO 6
ADIÓS
ALEX
Lo último que me esperaba era encontrarme a Victoria con Zyon. Lo primero de todo era que, madre mía, él era su exnovio, el mismo chico por el que lloraba porque le fue infiel cruelmente. Y lo segundo era que por un momento pensé que estaba utilizando el cuarto de baño de la casa de Lee como escenario erótico con el hombre con el que la vi. Pero... al parecer acabó rápido y se quedó con las ganas, ya que con la cercanía que tenían con Zyon era predecible que se estaban besando.
«¿Con su exnovio?», me pregunté, alucinando. Ya nada me sorprendía en Victoria a estas alturas de la vida.
El día que me contó su historia con Zyon pude notar cómo le dolía bastante recordarlo. La vi súper vulnerable y más cuando estuvo llorando delante de mí por él. Tenía ganas de abrazarla fuertemente y no separarme de ella. Quería darle mi hombro para que llorara tranquila. Deseaba hacerla sentir que no se encontraba sola, que tenía a alguien con quien podía confiar, aunque fuera yo, el Fumeta del instituto. Y, sin embargo, ahora la encontré con él en un lado oscuro de la calle y con los cuerpos muy pegados.
«Tal y como aquel encontronazo que tuvimos esa noche fría en el callejón oscuro...», recordé y mi cuerpo se puso malo.
Ahora me encontraba petrificado con las manos en los bolsillos de la sudadera y la capucha puesta aún. Podría hasta asegurar que mis ojos se estaban poniendo rojos, pues las lágrimas pedían a gritos querer salir, pero no le iba a dar el privilegio a Victoria de verme llorar.
Solté un suspiro y me giré con intenciones de alejarme de ella y olvidarme esa escena. Quería escapar bien lejos y no volver a verla. Victoria Watson solo ha sabido hacerme daño. Bueno, no voy a ser hipócrita, pues ella también me hizo muy feliz en su momento y, por eso, ahora sentía rabia al darme cuenta de que toda esa felicidad pudo haber sido una mentira para jugar conmigo, para capturarme o, posiblemente, para conseguir su absurdo diez engatusándome, ya que era su principal objetivo en un primer momento y ella estaría dispuesta a hacer lo imposible para lograrlo.
—¿Alex? —murmuró Victoria en el silencio de la noche.
Detuve mis pasó y giré un poco la cabeza para mirarla. Ella apartó de un empujón a Zyon.
—Alex... —volvió a pronunciar mi nombre.
Hice caso omiso a su voz y volví a girar la cabeza para hacer el amago de seguir con mi camino. No iba a interrumpir nada. Quería dejar que ambos terminaran lo que estuvieran haciendo. Tampoco iba a quedarme para escuchar sus estúpidas excusas de "no es lo que parece".
—¡Alex! —me llamó esta vez con un grito ahogado.
Escuché unos pasos rápidos a mis espaldas y enseguida sentí unas manos agarrándome del brazo.
—No te vayas, por favor... —susurró a mis espaldas.
Victoria había corrido hasta mí para detenerme, pero esa acción no me iba a hacer cambiar de opinión sobre ella. Había aprendido a no ser engañado por nadie, o al menos intentaba no ser engatusado de esa forma, como antes, ya que nadie sabe lo que puede esconder cada persona en el interior de sus pensamientos.
Suspiré de nuevo para no perder el control y empezar a llorar delante de ella.
—Seguir con lo que estabais haciendo —murmuré en voz baja. No tenía fuerzas ni para hablar—. Yo simplemente pasaba por aquí, no quiero interrum...
—¿Qué? No estábamos haciendo nada —dijo rápidamente ella con el ceño fruncido y yo desvié mi mirada para no cruzarme con la suya—. Alex, no estábamos haciendo nada —repitió, rodeándome y colocando su cabeza enfrente de mis ojos.
—¿Este es uno de tus chicos, Kami? —preguntó Zyon con tono vacilón, acercándose a nosotros.
—Con que... ya entiendo —dije con la voz rota.
Exactamente lo era. Yo era otro de sus miles de chicos, de esa lista de los chicos con los que se había besado Victoria Watson. Siempre me lo dije, pero... como un tonto, me creí sus sucias palabras. Zyon me confirmó que era cierto lo que tanto sospechaba. Dolía saber la verdad, aunque era la mejor opción para darte cuenta de cómo son las personas en realidad.
Me deshice del agarre de Victoria de antes e hice amago de irme otra vez, pero ella volvió a tomarme del brazo.
—Alex, no —me tomó de la barbilla y me giró la cabeza para que la mirara fijamente a los ojos—. Sabes que no —susurró y sus ojos empezaron a ponerse brillantes. Yo simplemente reí por no llorar—. Zyon, díselo —le pidió con la mirada clavada en mí—. Dile que... —se giró y se calló al no ver a nadie detrás de ella. Zyon ya no se encontraba ahí.
Me deshice de nuevo del agarre de Victoria, pero esta vez me quedé ahí plantado. No sabía por qué, pero no me moví para escaparme de ella y alejarme. Simplemente me quedé mirándola, quizás esperando alguna explicación de su parte, aunque tuviera claro cuáles eran sus verdaderas intenciones.
Victoria se giró lentamente hacia mí.
—Solo estábamos hablando —quiso aclarar sin mirarme a los ojos.
—Contra una pared —expulsé esas palabras con rabia y reí con ironía.
Me crucé de brazos, esperando una explicación más coherente, aunque tampoco la necesitaba. Victoria y yo no éramos nada para que ella tuviera que explicar lo sucedido. Ella podía hacer lo que quisiera con su vida.
—Lo aparté, pero él...
—Me da igual, Watson —expresé con un nudo en mi garganta. Quería llorar—. No tienes que aclararme nada porque me da absolutamente igual.
Ella elevó su mirada hasta mis ojos y una lágrima se deslizó por su mejilla.
Como siempre me pasaba, quería decirle que estaba de broma, que no llorara, que lo que acababa de ver sí me importaba. Deseaba estrujarla con mis brazos y besarla de nuevo. No obstante, no me iba a dejar vencer tan rápido por sus encantos. Ese Alex se acabó; yo ya aprendí a no dejar que me pisotearan cuando quisieran.
—No pasó nada —repitió, ignorando mi respuesta.
—Claro, y tampoco con el chico con el que te encerraste en el baño de la casa de Bris y Lee —le eché en cara inconscientemente.
No quería hablar de ello, ya que, como dije antes, nosotros ya no éramos nada y Victoria podía hacer lo que ella quisiera. Ella era libre y nadie podía cuestionarla por sus actos. Pero lo hice inconscientemente. Sin embargo, eso solo fue una excusa para echarle en cara la manera tan cruel en la que me mintió y me engañó con el señor Gerard
—¿Qué? ¿Qué chico?
—Venga, Watson, no te hagas la loca —suspiré y me mordí el labio inferior.
Volver a llamarla por su apellido me resultaba raro, pero así llamaba yo a aquellas personas que no formaban parte de mi vida.
—No sé de quién me estás hablando. Hace poco llegué aquí y solo fui a... —se calló por un momento—. Claro... Archer...
— Ah, bien, sabes su nombre, perfecto. ¿Lo apuntaste en la lista de chicos con los que te has acostado? —dije con sarcasmo.
Sabía que podría estar siendo duro con Victoria, ya que, a pesar de todo, yo sí tenía sentimientos y me dolía compórtame así con ella, pero no podía no ser así cuando yo mismo la vi besándose con el profesor Gerard, encerrándose en el cuarto de baño con ese tal Archer y, si mis ojos no vieron mal, también la vi ahora con Zyon haciendo no sé qué. Y todo eso después de hacerme creer que me quería y que no era uno más para ella.
—Alex, Archer es mi guardaespaldas —aclaró, provocando que por poco me atragantara con mi propia saliva.
—¿Tu... guardaespaldas? —pregunté, dudoso, y ella asintió—. Claro, ¿y dónde se supone que está ahora? —cuestioné, poco convencido.
—Fui al baño para escaparme de él. Es más, Archer se quedó esperándome en la puerta, por lo que no, no me encerré con ningún chico en el baño. Solo fue una excusa para librarme de él —me explicó y ahí empecé a entender muchas cosas.
Los celos eran muy malos. Eran algo que todo el mundo debería saber controlar y, si es posible, radicar. Victoria Watson se encargó de perder mi confianza de esa manera y me odiaba a mí mismo por tener estos malditos celos.
—Entonces... tienes un guardaespaldas —estaba intentando asimilar la situación.
—Después de lo ocurrido, mis padres no están tranquilos y ahora apenas puedo tener espacio personal.
—Después de lo ocurrido... —repetí sus palabras, recordando la confesión de Barnett.
Ella resopló y se pasó las manos por la cara.
—Yo no fui —confesó con los ojos llorosos.
Me quedé mirándola sin decir nada. El silencio inundaba nuestro alrededor. Lo único que se escuchaba era un poco la música de la fiesta de cumpleaños y los coches circulando por una carretera cercana.
Podría decir que le creía, ya que había varios factores que me decían que todo lo que nos contó Barnett fue una pura mentira. Sin embargo, la vida te podía sorprender en cualquier momento, pues daba muchas vueltas y traía consigo misterios sin resolver, como la supuesta desaparición de Zada para atraparme a mí. No podía bajar la guardia tan rápido y confiar en ella cuando Zada era quien había estado sufriendo durante estos meses. Además, también podría ser una excusa para alejar a Victoria de mí, ya que después de su infidelidad, no quería estar cerca de ella.
—Alex, yo... —volvió a hablar, pero la interrumpí.
—Watson, déjame en paz —escupí esas palabras con dolor y aparté la mirada de sus ojos—. No quiero saber más nada de ti.
—Alex... —repitió mi nombre, aunque esta vez con la voz rota.
—Watson, por favor, ya —le advertí, dirigiendo mis ojos llorosos hacia ella—. Me dejaste las cosas bien claras esa noche, así que ahora no me vengas con excusas. No empeores la herida, por favor.
—Lo del señor Gerard fue una confusión, Alex.
—¿Una confusión? ¿Acaso dudaste de tus sentimientos hacia mí y por eso lo besaste? —cuestioné, enfadado y dolorido.
—En ningún... —se le quebró la voz y paró de hablar. Agachó la cabeza—. En ningún momento dudé de eso... Él se lanzó y yo me aparté, pero...
—Mentira —apunté rápidamente y apreté la mandíbula—. Vi perfectamente ese beso. No te apartaste.
—Me costó reaccionar, ¿vale? Perdón —confesó, mirándome esta vez a los ojos—. Pero me aparté. Te lo juro...
—¿No te das cuenta de que siempre dices lo mismo?
—¿Qué?
—Acabas de emplear la misma excusa que con Zyon.
—Y es la verdad, joder, me aparté con ambos, aunque suene ilógico —Victoria se mordió el labio—. Además, sabes quién es Zyon y lo que me hizo. En la vida podría volver a besarlo como si no pasara nada.
—Claro —dije con ironía y sin ganas de seguir con esta conversación.
—Alex, por favor, créeme, yo no...
—Que me dejes, que vayas a manipular a otro tonto, que vayas a besar al profesor de Francés o a otro de tus chicos, como dice Zyon, pero a mí déjame en paz —espeté con dolor—. Ah, oye, buena jugada la de Bruno, veo que ambos se divertisteis muy bien engañándome. Os felicito.
—Alex, estás muy equivocado —negó con la cabeza.
—¿Ah sí? ¿En qué me he equivocado? Si se puede saber, claro.
—En todo.
—Cierto —cerré mis puños, que estaban al lado de mis caderas, para contener mis llantos—. Me equivoqué cuando me enamoré de ti.
Vi a través del reflejo de sus ojos algunas que otras lágrimas queriendo salir. Por muy duro que hubiera sido, ya que lo admito, fui un idiota al ser tan brusco con ella, Victoria se lo merecía. Ella no pensó en ningún momento en mí cuando estaba disfrutando de ese beso con el señor Gerard en aquella clase.
Ella se quedó callada tras escuchar mi confesión.
—¿Dónde está ahora el señor Gerard? ¿Ya te aburriste de él? —cuestioné con sarcasmo—. Vete de mi vista, por favor, y bésate con ese profesor, ¿no lo disfru...?
—¡El señor Gerard está muerto! —confesó, dejándome de piedra.
Ella miró hacia los lados de repente, quizá para comprobar si alguien había escuchado su inesperada confesión.
Me sorprendió lo que dijo bastante, aunque no sabía si creerla de verdad. El señor Gerard se quedó en el gimnasio ayudando a los estudiantes y a los demás profesores. Sin embargo, Victoria fue tras de mí, ya que la vi antes de arrancar el motor del coche. Y, luego, ella estaba en el almacén, no en el instituto.
Esta vez fui yo quien no habló.
—Alex, él y yo no... —la interrumpí.
—¡Qué me da igual! ¡Que me pierdas de vista! —grité con un ataque de ansiedad asomándose a la puerta, aunque lo controlé, como ya sabía hacer—. Mira, solo te voy a decir una cosa y hazme caso esta vez, porque si no te arrepentirás... Aléjate de mí. Esta vez sí que voy en serio, Watson, y si no me haces caso, tendré que tomar medidas drásticas —la advertí—. No pienso ceder esta vez a tus súplicas. Ya no más. No te acerques a Zada. No toques a mi grupo. Ni se te ocurra hacer nada. Si ese hombre dice la verdad y tú eres la causante del secuestro de Zada...
—Te vuelvo a decir que yo no tengo nada que ver.
—¿Sabes? Es verdad que me alegra saber que sobreviviste a esa explosión sin ningún rasguño, algo bastante sospechoso, pero lo siento, Watson, no te quiero ver más. Desaparece de mi vida —le pedí, ya cansado de decir siempre lo mismo.
—No digas eso...
—Ahora que por fin está todo bien en mi vida, no vengas a estropearla de nuevo, por favor.
—¿En serio crees que todo está bien? —cuestionó y se mordió el labio.
—¿Por qué no iba a estarlo? Zada está aquí por fin, a salvo, y el almacén voló por los aires, así que...
—El peligro sigue vigente, Alex —confesó ella y yo fruncí el ceño, confuso.
—¿Qué? —pregunté, pero enseguida me di cuenta de algo—. Como le hagas algo a Zada... Como te atrevas a...
—Re-pi-to que yo no hi-ce na-da —recalcó cada palabra y elevó sus manos hasta su cara para masajearla—. ¡Diablos! —gritó y se alejó de nuestro círculo para caminar hasta la pared donde se encontraba antes.
—El único peligro que hay ahora eres tú —revelé sin apartar mis ojos de sus movimientos.
—¿Ah sí? Si yo lo fuera ahora mismo esos hombres estarían ya aquí y tú en una furgoneta, ¿no crees? —expresó, frustrada. Yo no dije nada—. Si Barnett dijera la verdad, el peligro serías tú, pero ¡no! Yo sí confío en ti.
Nos quedamos un rato en silencio, mirándonos a la distancia, pues unos metros nos separaban.
—Adiós, Watson —me despedí con intenciones de darme la vuelta e irme para no verla nunca más, pero cuando empecé a caminar hacia la fiesta, su voz me detuvo de nuevo.
—Aguijón Verde está vivo —confesó de la nada.
—¿Qué? ¿Qué acabas de decir? —cuestioné y me giré lentamente.
—Lo que has escuchado.
Mi mirada se quedó clavada en ella mientras que miles de pensamientos navegaban por los conductos de mi cabeza. Tenía la mandíbula apretada de la rabia. Ese hombre no podía estar vivo. El almacén explotó. A no ser que... él sobreviviera como Victoria. Quizás ambos se ayudaron para escapar de aquel lugar antes, o después, de la explosión.
Después de unos minutos, caminé con grandes zancadas hasta estar enfrente de ella.
—¿Qué diablos habéis hecho? —pregunté, furioso.
—Otra vez... —replicó y resopló—. Yo no tengo nada que ver con Aguijón Verde, ¿vale? Antes lo vi espiándome, como siempre, y...
—Apareció Zyon... —la interrumpí—. Ahora todo me concuerda
—¿Qué dices?
Desde que vi la foto de Zyon y Victoria en su habitación sospeché de él. Todo me concordaba cada vez más. Ese chico estaba cargado de tatuajes, al igual que esa banda callejera. Además, lo vi con Zada algunas veces y si ella en ese mismo momento estaba investigando sobre esa banda callejera, los Escorpiones, no tenía más remedio que ser uno de ellos. Solo tenía que averiguar si tenía el tatuaje del escorpión en la muñeca para asegurarme.
No obstante, con lo que me acababa de decir Victoria ya tenía la certeza de que era parte de esa banda. Aguijón Verde estaba vigilando a Victoria, seguramente para asegurarse de que hacía bien su trabajo, y luego apareció Zyon para ayudarla a llevar a cabo la tarea, que era aniquilarme o posiblemente secuestrar de nuevo a Zada para tenderme una nueva trampa y capturarme. O quizá tuvieran otros planteamientos lejos de esos para hacer sufrir a la población de Riddle Woods.
Victoria necesitaba volver a conseguir mi confianza y la única manera era haciéndome creer que estaba de mi lado. Si ella me confesaba que había visto a Aguijón Verde, como si no lo conociera y no tuviera nada que ver con él, quizá podría ganarme, pero lo que no sabía Victoria es que no iba a caer otra vez en su sucio juego.
—Zada contactó con esa banda callejera antes de desaparecer y no sé si recuerdas que te dije que la vi alguna vez con él —comencé a explicarle, aunque lo veía innecesario, ya que ella seguramente lo supiera ya—. Según tú, aparece Aguijón Verde y luego te encuentro a solas con Zyon, con quien tuviste una relación. Ahí se puede ver que todos sois del mismo grupo de psicópatas y...
Si Zyon pertenecía a esa banda callejera y Victoria era su pareja, no podía ser otra cosa. Ella también era parte de ellos y posiblemente ambos planearon romper de mentira como estrategia para engatusarme y llevarme a la trampa, aunque en realidad seguían juntos a escondidas, como he podido ver antes. Las piezas del puzle cada vez eran más visibles en mi cabeza.
—¿Qué dices, Alex? Zyon no tiene nada que ver con esa banda callejera, ni mucho menos yo. ¡Si ni siquiera la conocía!
—Watson, ya no tienes el don de manipularme, ya no puedes conmigo. Lo siento, no te creo —seguí reteniendo mi armadura, aunque hubiera una parte de mí que quisiera bajar todas mis defensas.
—No pretendía...
—Calla, por favor —la interrumpí—. Cualquier indicio en el que vea que estáis planeando algo, ya sea contra Zada, un desconocido o contra mí...
—Alex, detente, te estás equivocando demasiado —negó con la cabeza—. En la vida podría hacerte daño, joder.
—Solo te aviso —murmuré con firmeza y me acerqué a ella—. Como vea algo raro, acabaré con vosotros, aunque me cueste la vida. Si tengo que elegir bando, lo haré, y si haces algo, yo también lo haré... Aunque te quiera mucho, porque sí, yo sí tengo sentimientos y muy fuertes..., te mataré..., por segunda vez, como dijo Barnett. Ya me da igual todo, solo quiero que me dejes tranquilo y que no le pase nada a Zada —espeté esas duras palabras con la cara cerca de la suya—. Ahora mismo una de las únicas personas que me importa es ella y no permitiré que la toques.
Me estaba pasando demasiado, lo sabía, y no tenía pensamientos de hacerle eso —como es obvio—, ya que yo no tenía esa maldad. No obstante, no había otra forma de alejarla de mí que asustándola. Aunque si era verdad que pretendía algo contra nosotros, yo no tendré más remedio que proteger a los míos y si es necesario acabar con ella, no tendré más remedio que hacerlo, aunque me doliera. Zada ya sufrió mucho durante demasiados meses y no podía dejarla sola ahora.
—¿En serio esas palabras han salido por tu boca? —preguntó, sorprendida.
——mascullé con lágrimas en los ojos, las cuales esta vez me daba igual soltar delante de ella.
—La pesadilla... —murmuró, asustada.
—Otra vez con eso... —miré hacia otro lado y resoplé—. No relaciones una estúpida pesadilla con que hayas querido destrozarme la vida.
—¡Yo no quería! Simplemente he querido estar bien contigo, ¡joder! Nunca sería capaz de jugar con una persona. ¡También tengo sentimientos! —gritó en mi cara con lágrimas en los ojos—. ¡Maldita sea! —explotó.
Dirigí mis ojos hacia sus labios. Esta situación era típica en nosotros. Los dos cerca el uno del otro, tan cerca que podíamos besarnos sin ningún impedimento, y justo después de habernos gritado miles de acusaciones a la cara. Y es que era así, no podíamos confiar en nadie... Ya no.
La luz de un coche nos iluminó y Victoria tuvo que achicar los ojos, molesta, pero el brillo cesó cuando el coche paró y todo volvió a ser oscuro.
Cerré los ojos y respiré hondo.
—¿Te ha gustado engatusarme para llevarme a la trampa? —pregunté tras abrir los ojos para mirar a los suyos.
—¿En serio puedes creerte lo que dijo ese hombre?
—Posiblemente.
—Te demostraré que eso es falso... Aunque tenga que volver a adentrarme en el peligro, en la boca del lobo, te lo demostraré, porque yo nunca sería capaz de hacer eso. Yo te qui...
—¿Alex? —alguien interrumpió a Victoria.
Me giré y vi a Zada. Ella alargó el cuello para mirar qué había a mis espaldas y frunció el ceño.
Zada llevaba puesto un jersey verde de cuello alto, unos vaqueros negros y unas botas calentaban sus pies.
—Zada... ¿qué haces aquí? —pregunté, confuso.
Me extrañaba que estuviera aquí ya que ella me dijo que su hermana no la dejaba venir a la fiesta por temor a que le pasara algo. Sin embargo, había un coche aparcado a unos metros de mí, en el que estaba su hermana en el asiento del piloto mirando el móvil.
Zada se acercó a nosotros.
—Eh... convencí a mi hermana para que me trajera y así pudiera estar con vosotros —explicó con la mirada clavada en Victoria.
Yo me encontraba en medio de las dos y me resultaba un momento bastante incómodo.
Miré por un momento a Victoria y ella también tenía sus ojos posados en Zada. Ambas estaban en un desafío de miradas.
—¿Te dejó venir? —pregunté tras un breve momento de silencio y la miré.
—Con la condición de estar ella presente en todo momento —aclaró sin aún apartar la mirada de Victoria.
La hermana de Zada bajó del coche, se colgó el bolso en el hombro y caminó hacia nosotros. Llevaba puesto un jersey gris y unos pantalones de color negro de cuero. Unas gafas resaltaban sus grandes ojos marrones. Su cabello lacio y castaño caía sobre sus hombros y un flequillo adornaba su frente.
—Hola, chicos —saludó con una sonrisa—. Espera... ¿tú eres...? —interrogó a Victoria y se colocó bien las gafas para analizarla mejor.
—Vic-Victoria... —respondió y enseguida me lanzó una mirada.
—Oh... —murmuró la hermana de Zada y miró a Victoria de arriba abajo—. Bueno, ¿vas a entrar, Zada? Recuerda que no puedo estar mucho tiempo aquí.
—Claro, ¿entras también, Alex? —me preguntó Zada.
—Obvio —respondí con la mirada seria.
Tomé de la mano a Zada para llevármela de aquí y huir de Victoria cuanto antes. Sin embargo, Zada en vez de hacerme caso, hizo algo que me desconcertó. Se paró en seco y cuando me giré para averiguar qué le pasaba, ella puso su mano en mi mejilla y acercó sus labios a los míos, dejándome petrificado en el sitio.
«Zada Blake me estaba besando delante de su hermana y de Victoria», pensé y una alarma se encendió dentro de mí.
—Perdón, tenía que hacerlo —me susurró en el oído cuando se separó de mis labios—. Así ella te dejará tranquila.
Miré rápidamente a la hermana de Zada para ver su reacción, pero su semblante no expresaba nada. Luego, posé mi mirada en Victoria, quien tenía un aspecto que no sabría describir. Su boca se encontraba un poco abierta y sus ojos estaban bastante brillantes.
No dije nada. Simplemente me quedé petrificado, pensando en si realmente esa fue una buena idea para que Victoria se alejara de mí y llegué a la conclusión de que fue una decisión bastante rastrera. No me gustó nada la acción que tuvo Zada delante de Victoria, pero ya no había vuelta atrás, ni siquiera para decirle al menos que era una pésima broma, pues Zada me tomó del brazo y me arrastró hasta la entrada de la casa de Lee.
—Alex —la voz de Victoria resonó en el silencio de la noche y todos nos giramos hacia ella al escucharla.
Se la veía bastante afectaba y me dolía verla así. Por mucho que ella hubiera jugado conmigo, yo no era igual y no quería hacerla sentir mal. Por eso mismo, quería que supiera la verdad, pero Zada tiró de mi brazo y me dijo algo al oído.
—Que ella no te venza —me susurró—. Tú eres el ganador de esta batalla, recuérdalo.
Volví a mirar a Victoria y, como no dijo nada más, le hice caso a Zada por una vez en la vida. Tiré de la mano de Zada para adentrarme en la fiesta y perder de vista a Victoria.
¡Hola de nuevo! Vaya semana más intensa... Me ha pasado de todo. Es más, hace dos días colgué un mensaje en el tablero de anuncios contando mis dramas jaja.El resumen de ese post: mi vida es una historia de Wattpad con triángulos amorosos.
En este capítulo sí es verdad que odié bastante a Álex. Sin embargo, él no sabe la verdad ni lo que piensa Victoria. Álex simplemente cree que ella jugó con él y por ello prefiere mantenerse alejado de ella para no sufrir. Además, él ahora solo quiere proteger a sus amigos y, aunque en verdad lo duda, piensa que Victoria podría ser la principal amenaza.
Preguntas:
¿Pensáis que Álex ha actuado bien?
¿Álex tendrá razón en alguna de sus teorías?
¿Ambos están realmente en peligro?
¡Hasta el próximo domingo! Suerte con esta semana, chicos. Os quiero :)
No olvidéis seguirme si queréis en mis redes sociales que están puesta en la imagen de arriba. Ahí comunico y publico bastante cositas de los libros. Por otro lado, también tengo una cuenta en tik tok (nezlabook), donde además de publicar escenasdel libro, también añado tips para ayudaros con la escritura, aunque tampoco soy una experta jeje.
Atte: Nezla
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