43. El foso.
CAPÍTULO 43
EL FOSO
TORI
Seguíamos corriendo por los pasillos del almacén, sin dirección ninguna. Pensábamos que Oswald se podría conocer el lugar y guiarnos hacia alguna salida, pero él estaba igual de perdido que nosotras. Había cámaras de seguridad por todos los pasillos y por mucho que corriéramos, ellos sabrían dónde encontrarnos. Por tanto, tenía que encontrar rápidamente a los chicos y escapar de aquí. Al menos si se nos presentaba un gran número de guardias para atraparnos, sabía que estaba protegida por Vicky y su poder, ya que ni yo ni Oswald servimos para luchar. Lo malo sería encontrarnos con niños poderosos que están a favor del Proyecto Susac.
De un momento a otro, escuché un grito de dolor casi a mi lado y vi a Oswald quedándose atrás. Él había parado de correr. Me detuve también y me giré para comprobar qué le pasaba. Me encontraba bastante alarmada y con la respiración muy agitada después de correr tanto.
Mis ojos analizaron a Oswald tirado de rodillas en el suelo y con las manos en su cabeza, la cual se encontraba cabizbaja.
—¿Qué pasa? —preguntó Vicky, quien también había detenido sus pasos y se estaba acercando a mí.
Tras escuchar su pregunta, reaccioné al instante y corrí hasta Oswald. Me agaché a su altura, poniéndome también de rodillas en el suelo, e intenté levantar su cabeza para que me miraba. No paraba de preguntarle qué le pasaba, pero él solo arrugaba las facciones de su cara por el dolor y se zafaba de mis manos.
—Necesito... necesito... —intentó decir Oswald pero un gruñido salió de su garganta seguido de un grito que pudo habernos delatado a los guardias.
—¿Qué pasa Oswald? —inquirí, asustada, mientras que intentaba que él me mirara a la cara—. ¿Qué necesitas?
Vicky se encontraba a nuestro lado, pero ella estaba de pie, observando la situación con el ceño fruncido.
Oswald soltó otro grito y empezó a agitar la cabeza, como si así pudiera quitarse la aflicción. Entonces, recordé lo que él me contó. Oswald tenía una enfermedad y los rayos del sol quemaban su piel fuertemente. Sin embargo, nos encontrábamos en mitad de un pasillo, donde había un techo y paredes. Alcé mi cabeza para inspeccionar el lugar y no había ninguna ventana donde pudiera entrar luz solar. El nuevo grito de Oswald me asustó y volví a centrar mi atención en él.
—¡¿Qué necesitas Oswald?! —grité, bastante preocupada.
—Necesito... necesito... —intentaba decirlo pero siempre acababa gruñendo—. ¡Necesito dibujar!
«¿Qué? ¿En serio?», cuestioné en mi cabeza.
—¿Me estas jodiendo, niño? —se alteró Vicky a mi lado—. ¿¡Me estás diciendo que necesitas dibujar!? ¡Tori! —me llamó y alcé la cabeza—. ¡Es una maldita trampa! Lo sabía ¡No debimos confiar en él!
Reflexioné sus palabras y por una parte tenía razón. Apreté fuertemente los dientes en mi interior, sintiéndome traicionada. No obstante, relajé mis músculos al notar a Oswald tiritar a mi lado y gruñendo aún. No podía ser tan buen actor y seguir fingiendo tras haberlo descubierto. Era verdad que no podía confiar en el primero que se me pasase por el camino, pero tenía el instinto de que Oswald no sería capaz de entregarme a su padre de esta forma. No podía pensar eso después de que él me hubiera ayudado a escapar de su casa.
Entonces, recordé cuál era su poder.
«Cuando mi mano siente la necesidad de pintar, me da un fuerte calambre en la palma. Entonces, abro la libreta y mi mano se mueve sola..., hasta dibujar el futuro», recordé sus palabras y lo miré fijamente.
Oswald estaba teniendo una visión y necesitaba dibujarla urgentemente porque si no... Espera, ¿no se supone que solo le daba un calambre en la mano? ¿Por qué estaba en el suelo casi muriéndose por un dolor de cabeza?
—Ya, ya, tranquilo —intenté animarlo y lo rodeé con mis brazos, proporcionándole apoyo y calor corporal, ya que estaba tiritando bastante—. Vicky, necesitamos un lápiz y un papel —le pedí y alcé la cabeza para mirarla.
Vicky se encontraba mirándome con el ceño fruncido, hasta que se dio cuenta de que si el chico se encontraba aquí era porque habían experimentado con él y también tenía poderes como ella.
—¡No! —gritó Oswald, agarrándose fuertemente de los pelos de la cabeza.
Dirigí rápidamente mi mirada hacia él, asustada y confusa.
—¡No hay tiempo! —ladró y empezó a llorar.
—¿Entonces cómo vas a dibujar Oswald? —cuestioné, intentando de nuevo levantar su mentón para que me mirara a la cara—. ¿Qué debemos hacer para ayudarte?
―No sé... —sollozó y un ataque de ansiedad estaba por dominarlo.
—Sangre —murmuró Vicky, llamando mi atención.
—¿Sangre? —repetí con las cejas juntas.
—Utiliza tus aguijones como conmigo —empezó a explicar y yo abrí mis ojos de par en par—. Así podría dibujar con la sangre.
«Buena idea, pero... yo no controlo a mi escorpión interior», pensé y me mordí el labio mientras que miraba, asustada, a Oswald.
—No sé cómo sacar los aguijones —le confesé—. No controlo esa parte de mí.
—Pues que él mismo se clave sus uñas —sugirió y se agachó para quedar a nuestra altura e intentar ayudar a Oswald.
—No creo que eso funci...
Un grito proveniente de la garganta de Oswald se escuchó. Sus manos ya no se encontraban rodeando su cabeza y tirando de sus pelos. Él estaba aún de rodillas y sus manos colocadas encima de sus muslos. Las tenía cerrada en un puño y mis ojos se abrieron aún más que antes cuando vi gotas de sangre saliendo de las palmas.
Enseguida Oswald empezó a utilizar el líquido rojo, que en realidad no era mucho, para poder dibujar algo en el suelo.
—¡Necesito más! —exclamó Oswald y soltó un grito por la frustración.
Miré a Vicky y la sangre de su brazo estaba algo seca ya y no se podría utilizar. Entonces, me agaché junto a Oswald e intenté hacer lo mismo que él antes, clavarme las uñas en las palmas de mis manos. Después de unos segundos presionando y sintiendo la aflicción recorriendo mis articulaciones, sentí algo mojado en mi mano. Intenté echar en el suelo, junto al dibujo de Oswald, la poca cantidad de plasma que tenía.
Oswald siguió dibujando mientras que a la vez intentaba clavarse las uñas en otras partes del cuerpo para sacar más sangre. Lo estaba observando mientras que aún seguía en el suelo y a la vez que vigilaba la zona, para comprobar que no había ningún guardia, pero parecía que todo se encontraba en calma, algo raro.
—Por fin —musitó Oswald con la respiración aún agitada.
Oswald posó sus manos en el suelo, en la misma línea en la que se situaba su glúteo sentado, y echó su cuerpo sobre sus brazos. Levantó la cabeza y me miró atentamente. Yo me encontraba contemplando con asombro el perfecto dibujo que Oswald fue capaz de crear con tan solo gotas de sangre.
Me levanté un poco para trasladarme al lado de Oswald. Así pude observar con mejores perspectivas el dibujo y mi ceño se frunció. Había una máquina, posiblemente fuera la de la selección de bandos, o quizá la de la selección de niños para secuestrar. Sin embargo, también había una chica con un niño pequeño en brazos. A ambos lados de ella se encontraban dos guardias. No podría identificar a las personas pues, debido a que era sangre, apenas se aprecian los rasgos. Analizando el dibujo, podría detectar que tenían pensado meter a ese niño en la máquina, pero... ¿eso no suele suceder?
—¿Por qué dibujaste esto? —le pregunté para sacarme de dudas—. ¿Se supone que eso es la máquina de selección de bandos? —miré a Oswald y él se encogió de hombros—. ¿Pero ese proceso no suele ocurrir normalmente? Ya sabes, secuestran a un niño e intentan experimentar con él.
—Sí —respondió con la mirada clavada en el dibujo, aunque nada más decir eso, levantó su cabeza para observarme atentamente a los ojos—. Pero algo de especial debe tener esta vez ese proceso para que yo lo hubiera que dibujarlo.
—¿Entonces qué tendríamos que hacer? —indagué, volviendo mi mirada al dibujo.
—Lo mejor sería impedir ese experimento —opinó Oswald.
—¿El plan no era salvar a los amigos de Tori y escapar de aquí? —cuestionó Vicky con un tono raro, como si no le agradase la idea de salvar al pobre niño.
—Si escapamos de aquí así sin más, seguiríamos estando en peligro —le hice saber, elevando mi cabeza para mirarla. Ella se encontraba de pie—. Para estar a salvo hay que acabar con todo.
—Me niego a sacrificarme por un estúpido niño —se quejó ella.
—Pues no vengas —espeté y me encogí de hombres—. Ya eres libre, solo te hace falta salir de aquí —me levanté del suelo, al igual que Oswald, quien me imitó, aunque parecía derrotado—. Para ti es fácil, solo tienes que utilizar el agua para defenderte y listo.
—¿Me vais a dejar sola ahora? —inquirió, indignada.
—En ningún momento dije eso —negué con la cabeza—. Simplemente tú quieres abandonar el grupo porque prefieres ceñirte a tu plan.
—No es mi plan —refunfuñó—. Se supone que son tus amigos, los míos no.
—Ya, tampoco he dicho que no vaya a salvarlos, pero antes iré a por ese niño e impediré que hagan alguna locura con los experimentos.
—Claro, y cuando hayas terminado de salvar a ese niño, tus amigos ya estarán muertos —decretó con la mandíbula apretada—. Incluso tu chico.
—Ellos sabrán protegerse, ¿vale? —anuncié y ella rodó los ojos—. Es más, quizá me los encuentre en el camino.
—Haz lo que quieras —resopló.
—Tenía pensado hacer eso —hice una mueca—. Entonces... espero que...
—No, iré con vosotros —aceptó al final.
—¿Y por qué ahora sí? —preguntó Oswald, uniéndose a la conversación.
—Porque tus poderes son una puta basura para luchar contra esos niños —dijo refiriéndose a Oswald—. Y tú ni sé qué tienes o qué eres —me miró.
Esbocé una sonrisa ladeada y, sin decir nada, empecé a caminar. Oswald y Vicky me siguieron y los tres empezamos a buscar la sala de la máquina. En el otro almacén podría saber dónde encontrarla, pero esta zona es nueva y no tenía ni la más mínima idea.
Durante el camino Vicky no paraba de refunfuñar y Oswald siempre intentaba posicionarse a mi lado para no tener que aguantar a Vicky. Después de unos minutos, unas ondas sonoras llegaron a mis oídos milagrosamente y pude escuchar parte de una conversación. Para prestar atención, me detuve, parando en seco a Vicky y Oswald.
—Estoy bastante orgulloso de ti, mi niña —escuché la voz de una chica—. Seguramente no fue fácil engañarlo teniendo a la otra detrás de él como un perrito —dejé de oír la conversación por un momento, saltándome partes—. Ahora... ¿dónde se encuentra el niño, Zada?
Mi cara se palideció al escuchar ese nombre.
«¿Zada?», me pregunté y los bellos de mi cuerpo se pusieron de punta.
No puede ser. No puede ser ella. Zada... Ella era la víctima, no la... Zada había sido secuestrada y maltratada por esta gente, por su hermana...
De repente, todas las piezas empezaron a unirse en mi cabeza, hasta crear una teoría.
«Será Capulla...», pensé y la ira empezó a apoderarse de mí.
Empecé a correr por los pasillos, siguiendo el sonido de las ondas sonoras que recibí de la habitación donde se encontraba Zada y quizá su hermana. Cuando llegué a la sala, la puerta se encontraba abierta, pero yo simplemente me escondí en la pared para escuchar si decían algo más y me asomé un poco para observar qué estaban haciendo.
Entonces fue cuando mis ojos se abrieron como platos y la sangre me empezó a hervir.
—¿Cómo te encuentras, peque? —le preguntó Violeta, la supuesta hermana de Zada, al niño.
—Quiero estar con mi hermano... —murmuró con la voz cansada y rota.
—Ya mismo lo verás —le hizo saber Zada, acercándose a él—. Ya mismo estarás con él, Daniel.
«¿Daniel?», me pregunté, sorprendida.
Apreté fuertemente todos los músculos de mi cuerpo al escuchar cómo Zada pronunciaba ese nombre. Abrí bien grande los orificios de mi nariz para poder calmar mis nervios, porque no podía descontrolarme y presentarme ahí como si nada. Antes de ello necesitaba un plan.
—Conozco a ese niño —susurré muy bajo, girando mi cabeza para comunicárselo a Vicky y Oswald.
—¿Cómo? —preguntó Vicky, frunciendo el ceño.
—Lo conozco —repetí sin dar detalles—. Necesito sacarlo de ahí como sea, pero... —seguía siseando, hasta que Vicky levantó su mano para callarme.
—Déjamelo a mí.
La habitación donde se encontraban Zada, Violeta y Daniel era de esquina. Por lo tanto, Vicky caminó hasta la otra pared, desapareciendo del pasillo donde estábamos Oswald y yo.
Me volví a asomar a la puerta y, en pocos segundos, pude notar agua mojando el suelo.
—¿Es en serio? —se quejó Violeta al darse cuenta del agua—. No puede ser... Otra vez dando problemas las instalaciones.
Violeta se levantó y desapareció de mi vista. Al parecer se había adentrado a una habitación que había en el interior, ya que no se encontraba en la sala.
Ya nos habíamos librado de Violeta, pero faltaba Zada, quien se encontraba observando la puerta por donde se fue Violeta mientras que agarraba la mano de Daniel.
De pronto, sentí la mirada de Daniel clavada en mí y este sonrió de felicidad. Sin embargo, le hice con señas y con muecas que se callara y no dijera nada. Daniel era un niño bastante inteligente y entendió el mensaje a la primera, ya que asintió, a lo que Zada se dio cuenta y le preguntó.
Vi de reojo a Oswald sacándose algo del bolsillo de su pantalón y seguidamente una canica empezó a rodar por el suelo, adentrándose en el interior de la sala y chocando con una mesa. De ese modo, llamó la atención de Zada, quien miró por un momento a Daniel, le comunicó que no se moviera y caminó hasta la canica.
Entonces, esa fue la oportunidad para que Daniel, de forma sigilosa pero a la vez con rápida, se viniera a mis brazos. No me dio tiempo a abrazarlo, ya que tenía que empezar a escapar antes de que Zada o Violeta se diera cuenta.
Me asomé al pasillo donde se encontraba Vicky utilizando aún sus poderes y le comuniqué mediante susurros que era hora de irse. Esta despertó del trance y empezamos a correr todos juntos. Tenía agarrada la mano de Daniel para que me siguiera y para no perderlo de vista. Podría tenerlo en brazos y así no preocuparme, pero él era incluso más rápido que nosotros, por su delgadez y niñez, y así íbamos más rápido.
Seguimos corriendo, hasta que Daniel me pidió que parara. Le hice caso y me agaché junto a él para comprobar si le había pasado algo. Él simplemente me dijo que estaba cansado y me sonrió. Entonces me abalancé sobre él para darle un fuerte abrazo, el cual fue correspondido. Empecé a sollozar en sus hombros. Me sentía bastante feliz de saber que Daniel se encontraba aquí conmigo, que no se había ido, que su muerte solo fue un estúpido plan de Zada para secuestrarlo sin levantar sospechas.
La sangre no me paraba de hervir tras conocer la verdad. Había caído en la mentira de la chica desaparecida. Justo Barnett dijo que era un plan para atraer a Alex a una trampa y capturarlo. Como pude ser tan tonta como para creer que Zada era la víctima... Yo no fui quien ayudó a esos desgraciados, sino ella. El secuestro fue una tapadera.
Daniel y yo estuvimos abrazamos un rato y cuando nos separamos, me di cuenta de dónde nos encontrábamos. En verdad no sabía qué lugar era, pero era raro. Era una especie de sala, por donde surgían varios pasillos, como si fueran las ramificaciones de las raíces de una planta. En medio del sitio había un gran agujero que me hizo fruncir el ceño. La habitación, o lo que fuera, era totalmente color plata, como si estuviera envuelta en puro metal.
Mientras que observaba el lugar, sentí algo raro en mi interior, como si mi cuerpo quisiera darme una señal pero a la vez no sabía trasmitírmela a través de una visión. Sentí pequeñas punzadas en la cabeza y vi una imagen borrosa, en la que podía apreciar, no muy bien, a Deia.
«Deia se encontraba cerca...», pensé.
Entonces, me erguí y analicé mi alrededor. Una vez que giré mi cuerpo, vi a Oswald tirado en el suelo y quejándose por el reciente golpe que se había dado en el mentón y en prácticamente en toda la cara. Parecía que su brazo comenzaba a sangrar, como si tuviera una herida misteriosa.
Alcé la mirada y enfrente de mí se encontraba Vicky con una sonrisa siniestra y un cristal en sus manos.
—Qué diablos... —murmuré, atónita.
—Hola, hermana —saludó Vicky y yo fruncí el ceño—. ¿No me recuerdas?
Seguí sin hablar. Solo tenía la boca algo abierta y no parpadeaba.
—Ah, cierto... —soltó una carcajada y acaricio la punta del cristal con sus dedos—. Vicky es un gran disfraz.
Justo en ese momento ella se clavó un cuchillo en el vientre y su cuerpo cayó al suelo. Pero... era raro. Justo en ese mismo momento, empecé a ver dos cuerpos diferentes, uno intentando separarse del otro. Y vi a Deia delante de mis ojos. Esta arrastró con el pie el cuerpo de la chica, cuya persona volvió a tener el control de su cuerpo, para juntarlo con el de Oswald.
—Lo siento, Kia, gracias por tus habilidades, pero ya no me sirves para nada —manifestó Deia, ampliando su sonrisa, y me miró—. ¿En serio no te diste cuenta?
Deia empezó a caminar hacia mí y yo escondí a Daniel detrás de mí.
—Pensé que poniéndome tu nombre me reconocerías —hizo una mueca—. Me has decepcionado, hermanita.
—Aléjate ahora mismo —le ordené y ella rio.
—¿Y si no qué? —vaciló.
Ella seguía acercándose a nosotros, pero se detuvo y pegó un pequeño alarido. A la vez que Deia, bajé mi mirada y vi a Oswald, tirado aún en el suelo, pero con los dientes clavados en la pierna de Deia. Él se había arrastrado, a pesar de tener una herida en el brazo causada por el cristal de Deia, tan solo para intentar detenerla.
Deia se enfureció y su atención se centró en Oswald, a quien iba a pegarle una patada. Antes de recibir el golpe en su mandíbula, él me gritó que escapara. En cambio, estaba claro que no iba a hacerle caso. No iba a correr, escapar y dejarlo ahí desangrándose. Eso ya me pasó con el señor Gerard y no iba a abandonar a nadie más.
En el momento en el que Deia estaba distraída, iba a empujarla para que cayera en el agujero y así escapar junto a Daniel y Oswald —y si acaso también junto a la chica, quien realmente se llamaba Kia y quien se encontraba herida en el suelo—. No obstante, escuché un pequeño gritito y a alguien tirando de mí con fuerzas, logrando moverme un poco de mi sitio, pero de repente ya no sentí nada. Giré mi cabeza, alarmada por Daniel, y vi cómo este hacia maniobras para no caer en el agujero, ya que anteriormente se había resbalado.
Antes de que Daniel fuera víctima de la fosa, me tumbé rápidamente en el suelo y lo sujeté de los hombros, pero era mucho peso y este se escapó de mi agarré. Alargué mi mano con inmediatez y le sujeté de la muñeca.
—Pero mira quien está en apuros... —rio Deia.
Escuché a Oswald gritar algo y vi de reojo como intentaba empujar a Deia al foso. Sin embargo, esta se dio cuenta, convirtió su figura en agua y Oswald la traspasó. Este estaba a punto de caer en el agujero y, como a Deia siempre le gustaba dar el toque final, le dio un empujón, para que su caída fuera más rápida y, de este modo, dolorosa.
No pude hacer nada ya que mis dos manos se encontraban agarrando a Daniel. Solo vi como mi amigo descendía por el foso oscuro y, después de unos segundos, se escuchó algo hueco.
Una solitaria lágrima bajó por la colina de mi moflete, hasta caer al vacío junto a Oswald. Fue todo muy rápido. No pude tan siquiera ni luchar por él, como él hizo por mí...
El momento triste fue corto, ya que Deia me despertó de mis pensamientos. Sujeté bien fuerte a Daniel para que no se cayera también. No iba a soportar más perdidas en el día de hoy.
—Ahora solo faltas tú... —murmuró Deia y soltó una risa macabra.
Deia se agachó, colocándose sobre sus rodillas, para estar así más cerca de mí, y sopló, provocando que mis vellos se pusieran de punta. Ella rio, divirtiéndose al verme sufrir, y se volvió a levantar.
—¿Unas últimas palabras, hermanita? —preguntó e hizo un puchero.
—Púdrete —espeté con rabia.
Deia soltó una carcajada y vi como sus manos se acercaban lentamente a mí, con intenciones de tirarme. Sujeté fuerte a Daniel e intenté levantarlo para huir de ese momento con rapidez.
—Ya no te vas a escapar más de mí, hermanita... —canturreó Deia mientras que empezaba a molestarme dándome con el dedo antes de proceder a su plan final—. Este será tu final y yo...
Deia no terminó de hablar. No sabía qué había pasado para que ella se hubiera callado de pronto y tampoco la sentía cerca de mí. Lo único que se escuchó fue un golpe.
Iba a elevar la cabeza para averiguar qué había pasado y sentí las manos de alguien. Esa persona me agarró rápidamente de los hombros e intentó ponerme más en el suelo, a salvo, mientras que luego sus brazos se estiraron para sujetar Daniel y sacarlo de ahí.
Con la respiración agitada, alcé la cabeza para vislumbrarlo. Mis ojos se iluminaron y a la vez se cristalizaron al verlo ahí, delante de mí.
Él se encontraba abrazando con fuerzas a su hermano, como si tuviera miedo a perderlo de nuevo y a la vez asombrado por verlo delante de sus ojos, vivo. Él levantó también la cabeza y nuestros ojos llorosos conectaron. Una sonrisa se dibujó en nuestro rostro.
—Alex... —sollocé a la vez que reía por la felicidad.
Alex estiró un brazo, diciéndome con los gestos que me uniera al abrazo. Le hice caso y me acerqué a él. Me acurruqué en su clavícula y por fin sentí la paz interior. Mas esta se esfumó enseguida cuando recordé algo.
Elevé rápidamente la cabeza, buscando con la mirada a Deia, quien no se encontraba en la sala, al igual que la chica, Kia.
—¿Y Deia? —cuestioné, asustada.
—Eh... —Alex no dijo nada, ya que se sorprendió al no ver a Deia por ningún lado—. Se supone que estaba en el suelo.
Lo miré con el ceño fruncido.
—Le había golpeado en la cabeza con el tubo de metal —me explicó, señalando el objeto que se encontraba en el suelo al lado de él—. Y se encontraba en el suelo con sangre saliendo por su cabeza.
—Pues ya no está —le comuniqué y ambos nos pusimos en alerta.
Intento poder publicar cuanto antes..., pero estoy estudiando para los exámenes de la Uni, perdón :(
Pequeñó adelanto del capítulo siguiente...
—¡Tengo que acabar con esto ya, Alex! —Victoria explotó—. Entiéndelo.
—¡Entiéndelo tú! —exploté al igual que ella y soltó mi mano—. ¡Cuántas veces te tengo que decir que esto es peligroso! ¡Cuántas veces te has arriesgado para que "esto" acabara ya y al final has terminado mal!
—Ella mató a papá y mamá porque me quiere a mí —reveló, provocando impresión entre los presentes, menos en mí, ya que eso ya lo sabía—. Si no me enfrento a ella, más personas podrían acabar mal y eso no puede pasar.
—Victoria, hay otras maneras para solucionar eso —insistió Louis, preocupado por su hermana.
—Tu hermano tiene razón, Victoria —intervino Lee.
—Exacto, esa no es la única solución —siguió Dexter.
—Si realmente te quieres enfrentar con Deia, tienes que estar preparada, rubia —dije y la volví a tomar de las manos.
—Y para ello nosotros te vamos a ayudar —habló Louis.
—Pero, por favor, entra en razón y ven con nosotros —me suplicó Alex.
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