35. Dobles
CAPÍTULO 35
DOBLES
ALEX
Me detuve por un momento para apartar un gran tronco que me obstaculizaba el camino y seguí caminando por la dura tierra del bosque junto a Lee. Todo se encontraba en silencio y se podía escuchar la música de la fiesta retumbando desde lejos. La luna nueva no era de gran ayuda para poder ver en la lobreguez de la noche. No sabía por dónde pisaba. Más de una vez mi pie aplastó la cola de una pequeña serpiente y menos mal que no era amenazadora.
El plan era colarme en la fiesta de cumpleaños de Victoria y Lee decidió ayudarme. Hoy era 28 de diciembre —sábado— y ella cumplía por fin los diecisiete. No sabía cómo, ya que seguía sin poder relacionarme con ella, pero sus padres le celebraron el cumpleaños. Vivian fue quien me informó. Ella me comentó que Louis le preguntó si ella podía acercarse y acompañar en el día de hoy a Victoria, pero con la condición de que a mí no me comunicara nada. Vivian le hizo un interrogatorio para saber qué estaba pasando, pero él no respondió a ninguna pregunta. Louis simplemente le citó las mismas palabras que a mí.
Llegando a la valla del final de la parcela de los Watson, el pie de Lee rompió un palito, haciendo ruido. La mandé a callar y ella se quejó, ya que era cierto que con la música ningún guardia podría escucharnos, o eso creo. Me acerqué a la valla y busqué el agujero que me enseñó Victoria para colarme en la fiesta. No obstante, este estaba cerrado. Maldije en voz baja e investigué la zona para encontrar alguna otra entrada.
Me giré hacia Lee y suspiré. Ella se acercó a mí y me puso la capucha de mi sudadera en la cabeza.
—A mí no me han prohibido entrar a esa fiesta —comenzó a hablar Lee—. Yo puedo distraer a los guardias o a Louis mientras que tú te cuelas adentro.
—Eso va a ser muy arriesgado —opiné.
—¿Tu canción no decía que era mejor arriesgarse? —cuestionó y alzó una ceja.
Volví a suspirar y miré a la fiesta. Tenía esperanzas de que el plan de Lee funcionara. Me oculté bajo la capucha, mirando hacia el suelo mientras caminaba para que nadie viera mi cara, y seguí los pasos de Lee. Rodeamos la casa y llegamos a la gran entrada de la valla, donde había un guardia vigilando las personas que entraban y salían. El hombre era bastante firme y serio. Su traje negro y sus gafas del mismo color lo hacían más intimidante. Me paré en seco al recordar que así se vestían las personas que trabajaban para el proyecto Susac. Victoria tenía razón. Sus padres formaban parte de ese experimento. Lee se dio cuenta y se detuvo a mi lado.
—¿Qué pasa? —preguntó y se lo expliqué—. Todos los guardaespaldas se visten de negro, Alex —aseguró para tranquilizarme y asentí, poco convencido.
Miré de nuevo a la puerta de la valla y veía imposible poder colarme con ese hombre ahí. Sin embargo, vi de lejos a Christian. Caminé hasta él y Lee me siguió. Una vez a su lado, él me miró con el ceño fruncido.
—¿Qué? —cuestionó Christian.
—Necesito tu ayuda.
—Depende de qué y según la recompensa.
—Joder, Christian —resoplé—. Necesito ver a Victoria.
—¿Y por qué no entras y ya? —inquirió en tono vacilón y soltó una carcajada.
—El gorila de la entrada me echará a patadas —le comuniqué, señalando al hombre que estaba custodiando la zona.
—Por algo será —se encogió de hombros para quitarle importancia.
Resoplé de nuevo y me giré hacia la puerta de la valla, buscando alguna entrada.
Christian no creo que estuviera muy convencido de ayudarme. Él en un principio también estaba preocupado por Victoria, pero quizá Duncan le hubiera dado el permiso a su hija para poder hablar con él y que se tranquilizara, pues Christian podría liarla y mucho más por Victoria. Seguramente él pensó que si Victoria no me había invitado a la fiesta de su cumpleaños y tampoco me hablaba, era porque no quería saber más nada de mí y él siempre la apoyaba en todo.
—Mira, Christian, los padres de Victoria tienen castigada a su hija y le tienen prohibido ver a Alex —le explicó Lee, poniéndose firme—. Simplemente necesitamos que cueles a Alex en la fiesta para que pueda hablar con ella y comprobar así si se encuentra bien.
—¿Y por qué Duncan prohíbe a su hija poder ver a alguien que quiere? —cuestionó y se cruzó de brazos.
Esa pregunta hizo que mi corazón se acelerara. Victoria le había hablado a Christian de mí y él tenía bien claro que ella me quería. Por lo tanto, ahora era más consciente de que los padres de Victoria la tenían encerrada y más controlada. Ella sí quería verme, pero su familia no la dejaba y ni siquiera su hermano la ayudaba.
—En Riddle Woods no paran de rular el rumor de que yo fui el culpable de la desaparición de Zada y si no recuerdas mal, Victoria estuvo en el hospital —murmuré con las manos en los bolsillos de la sudadera—. Los Watson no quieren a su hija con un delincuente... Piensan que yo podría hacerle algo malo.
—Vaya tontería —rio—. ¿Qué quieres que haga?
Suspiré, aliviado. Por fin había convencido a Christian, aunque no costó mucho.
—Solo quiero que me cueles en la fiesta.
—Eso es fácil —sonrió—. Seguirme.
Christian se acercó a la puerta de la valla y se hizo el despistado. Un chico quiso entrar en la parcela, pero Christian lo detuvo, provocando así una pelea. Se hizo el borracho y lo empujó. El joven se defendió y le devolvió el ataque. Christian se remangó la chaqueta y se dirigió hacia el chico con las manos cerradas en forma de puño. El guardia se acercó a ellos e intentó detenerlos, aunque Christian tenía bastante fuerza y se resistía, para así entretenerlo.
Lee me tomó de la manga y me obligó a que la siguiera. Mientras que el guardia se encontraba de espaldas, intentando calmar a Christian, Lee y yo nos colamos en la fiesta. Seguía teniendo la capucha puesta y miraba al suelo para que no me vieran la cara. Cruzamos el camino que daba al portal de la casa, pero detuve mis pasos al escuchar su voz y me giré.
—George, déjalo pasar, por favor —le suplicó Victoria al guardia.
—No creo que a su padre le guste tener en su fiesta de cumpleaños a un agresor como este —apuntó el guardia, sujetando por la chaqueta a Christian y señalándolo.
—Ese chico es mi mejor amigo y no lo voy a dejar en la calle —se mantuvo firme Victoria, aunque parecía triste y débil.
—Señorita Watson —dijo el guardaespaldas con los dientes apretados dentro de su boca.
—No volverá a pasar, señor —habló educadamente Christian, sorprendiendo a Victoria—. Tenía un problema con ese chico, pero prometo que no volveré a ocasionar ninguna pelea.
El guardia se lo pensó un poco, pero aceptó a regañadientes. Soltó a Christian y lo dejó pasar. Victoria le sonrió a Christian y lo abrazó.
—¿En qué demonios te metes ahora? —le regañó Victoria.
Christian miró a sus espaldas para comprobar que el guardia había vuelto a su posición.
—Ayudar a tu chico —le guiñó el ojo.
—¿Qué? —preguntó, confundida.
Christian tomó de los hombros a Victoria y la giró hacia mi dirección, cuando me vio, su cara se iluminó, aunque de pronto borró la sonrisa y se volvió a girar para susurrarle algo a Christian que no logré escuchar.
Decidí adentrarme junto a Lee en la fiesta. Aquí estábamos a la vista de cualquier guardia y nos podrían descubrir. Entramos en la casa y todo se encontraba bastante iluminado con luces de discoteca. Focos morados pasaban a cada instante por mi cara, deslumbrándome. Nos metimos entre la muchedumbre y encontramos a Vivian bailando.
—¡Lee! ¡Amiga mía! —gritó Vivian, pues ya estaba algo borracha, y abrazó a mi amiga.
Lee puso cara de "qué está haciendo está loca" y cuando Vivian se separó, esbozó una sonrisa forzada para luego mirarme y encogerse de hombros. Vivian me saludó con bastante alegría y seguidamente se llevó a Lee a la pista para bailar. Mi amiga no estaba muy convencida, pero no tuvo más remedio ya que fue arrastrada por mi hermanastra.
Rodé los ojos y solté una pequeña carcajada. Mis ojos se posaron en las escaleras y Victoria se encontraba ahí. Primero me miró durante un buen rato y luego subió las escaleras. Aparté a las personas para hacerme camino y seguir a Victoria. Necesitaba respuestas.
Subí las escaleras, llegando a un pasillo largo, y volví a ver a Victoria al final del lugar, donde había una escalera en forma de caracol. Cuando se percató de que la había visto, las subió también. Miré a mi alrededor para comprobar si había alguien que me estuviera espiando y perseguí a Victoria. Me asomé a las escaleras y vi el cielo. Las subí y pude contemplar una azotea.
Giré sobre mí mismo y vi un porche donde había un jacuzzi con luces moradas. Victoria se encontraba al lado con la ropa quitada y el bikini puesto. Era invierno ya, pero ella siempre había sido bastante calurosa, y he podido comprobarlo ahora.
Me acerqué a Victoria y ella me rodeó con los brazos, sin decir nada. Se acercó a mi boca y rozó nuestros labios. Quería besarla y quedarme sin aliento, pero separé mi cara de la suya. Venía aquí a por respuestas, no a por eso, aunque quisiera.
—Victoria... —murmuré cerca de sus labios.
—Sh... Bésame —susurró, mirando mi boca—. Por favor, bésame, Alex.
Victoria me tomó de la cintura y me atrajo a ella, acercándome aún más a su cuerpo. Tenerla tan cerca me descontrolaba y más cuando su cuerpo solo se encontraba cubierto por un simple bikini y no paraba de juguetear con mis labios. Victoria pasó su boca por mi mandíbula, haciéndome suspirar, y bajó por el cuello, besándomelo y excitándome. Volvió a subir y estampó sus labios contra los míos. El beso se convirtió en uno salvaje y parecía incluso desesperado.
Ella descontroló sus manos y las pasó por todos lados. Las bajó hasta el principio de mi pantalón para tirar de él y juntas nuestros puntos fuertes, haciéndome arder por dentro. La tomé de la cintura y la senté en el borde del jacuzzi. Ella me rodeó con sus piernas la cintura y con sus manos mi cuello, pero volvió a bajarlas y desabrochó seguidamente la cremallera de mi pantalón para meter su mano y provocarme a niveles extremos con su tacto.
Alguien tosió a mis espaldas y me giré rápidamente para comprobar que no se trataba de ningún guardaespaldas o de su hermano. Abrí los ojos bien grande y me separé de la chica a la que estaba besando. Giré sobre mí mismo para comprobar que lo que intuía era cierto y exactamente había otra Victoria en mi campo de visión. Eran idénticas y no había ni un rasgo que las diferenciase.
La Victoria que se encontraba mirándome con rareza llevaba puesto un jersey fino gris y unos vaqueros negros. Unos labios rojos resaltaban de su rostro. Miré también a la Victoria a la que había besado y la ropa que había tirada en el suelo era la misma. Sus labios también estaban pintados de rojo, pero la mayor parte de la pintura se corrió, pues estaba sobre mi boca.
No sabía ahora qué hacer. Una las dos podría ser Deia. Di un paso hacia atrás, desesperado.
Ambas se miraron desafiantes. Incluso las dos tenían una mirada triste, confundiéndome aún más.
—Alex, corre —me ordenó la Victoria que había besado sin apartar la mirada de la otra, quien no decía nada—. ¡Corre, joder! —gritó al ver que no le hacía caso.
Negué con la cabeza, pero no era por qué no quisiera hacerlo, sino porque estaba alucinando.
La Victoria con la que me besé me tomó del brazo y me acercó a ella. Me guio para que la siguiera, rodeando a la otra Victoria con cuidado. No obstante, esta le tomó fuertemente de la muñeca, deteniéndola. Se quedaron mirándose un rato y este fue mi momento para zafarme del agarre.
Me puse las manos en la cara, desesperado. Esto tenía que ser una broma de mala gana o una pesadilla. Cuando quité los dedos de mi rostro, vi a una enfrente de la otra, desafiándose con la mirada.
—¿Cuándo me dejarás tranquila? —cuestionó la chica con la que me besé—. ¡Qué mierda quieres de mí! —gritó y agarró fuertemente de los brazos a su réplica—. Si me quieres matar, hazlo ya, pero ni se te ocurra acercarte a Alex.
Me acerqué lentamente a las dos y las separé. Las miré detalladamente y eran iguales. Temía equivocarme si me ponía de parte de una. Sin embargo, a pesar de ello, podría reconocer perfectamente a Victoria. Ella siempre se mantendría al margen para analizar la situación antes de actuar. Me giré hacia la chica con la que me besé y le dediqué una mirada desconfiada.
—¿En serio, Alex? —cuestionó con la boca abierta y los ojos algo cristalinos—. No... Ella... No... —no le salían las palabras.
—Victoria nunca me besaría de la forma en la que tú lo hiciste —indiqué con rabia.
Y era verdad. Victoria siempre te daba besos cariñosos y empezaba a jugar contigo. Primero le gustaba que nos picáramos para luego acabar demasiado pegados, intentando dejarle las ganas al otro y así provocarnos con más facilidad. Victoria no besaba tan rápido, pues le encantaba el salseo del principio. Ni tampoco me daba besos tan desesperados. Los suyos quizás algunas veces fueran salvajes, pero eso solo pasaba cuando aumentábamos la tensión entre los dos y el ambiente se volvía caliente. Además, sabía identificar perfectamente un beso de Victoria, ya que su lengua con la mía me parecía una maravilla. Es más, desde un principio me resultó raro el beso que me estaba dando con esa chica y no me di cuenta hasta ahora de que era Deia.
—Te estás equivocando... —murmuró la otra chica con la mirada triste.
—Bueno... si eso fuera así, dime por qué nos distanciamos.
—¿Qué? ―cuestionó, incrédula, y yo alcé las cejas, esperando una respuesta―. Primero... me pillaste besán-besándome con el señor Gerard... —comenzó a decir y abrí la boca, algo sorprendido—. Luego... te enteraste de que posiblemente yo fuera la causante de la desaparición de Zada...
Me giré un poco para observar a la otra Victoria y esta estaba mirando a su réplica. Parecía estar entre enfadada y triste.
—Dime... dime qué pasó el primer día que estuvimos juntos como pareja —le hice otra pregunta a la chica con quien me besé, aún mirando a la otra, quien posó sus ojos en mí.
—Un hombre nos ofreció un dulce de miel... Nos lo comimos y nos besamos bajo la lluvia con esa sustancia en nuestras bocas —contó, impresionándome. Me giré para mirarla—. Aún recuerdo las risas... —me sonrió—. La miel no paraba de chorrear por nuestras bocas.
Había acertado la pregunta de nuevo, confundiéndome otra vez.
—No era un dulce —intervino la otra Victoria a mis espaldas, haciéndome girar de nuevo para escucharla mejor—, era una tarta de manzana —corrigió y asentí.
—Bueno, lo mismo es —bufó la otra.
—Si realmente hubieras estado ahí, sabrías que era una tarta de manzana cubierta por miel —la desafió.
—Tampoco tenía que dar tantos detalles, por favor —rodó los ojos.
—Esto es bastante serio, por lo que sí, hacen falta detalles —indiqué, mirándola.
—¿Ah, sí? Bien, pues a ver si sabías esto, Vic-to-ria —la chica con la que me besé se acercó a la otra, amenazante—. Soy una mujer escorpión. Bueno, no realmente, ya que aún me hace falta una piedra, que se llama Uvarovita, para poder convertirme por completo.
La otra Victoria abrió la boca, impresionada, y dio un paso hacia atrás.
—Fuiste tú quien la robó... —comentó la chica vestida.
—¿Robar el qué? ―cuestionó con el ceño fruncido.
—La Uvarovita desapareció de la caja fuerte de Aguijón Verde y fuiste tú quien la robó —aclaró.
La Victoria vestida agarró fuertemente del brazo a la otra y la arrastró hasta el jacuzzi para meterle la cabeza en el agua, haciéndome reaccionar. Corrí hasta ellas e impedí que la siguiera ahogando. Cuando la chica con bikini sacó su cabeza del agua, en su cuello aparecieron branquias.
—¿Ahora qué excusa pondrás, pedazo de idiota? —cuestionó la Victoria vestida y real.
Deia la miró bastante furiosa y se acercó a ella con aspecto amenazante. Me puse en alerta ya que creía que algo le iba a hacer, pero Deia simplemente se paró delante de su réplica y sonrió.
—Feliz cumpleaños, Victoria, querida hermana —se burló Deia—. Y encantada de conocerte de esa manera tan excitante, Nash, mi niño —me dijo, mirándome.
Cuando Victoria se iba a abalanzar sobre ella, enfadada, Deia se convirtió en agua, desapareciendo de mi vista y dejando caer a Victoria, aunque no llegó a tocar el suelo, pues corrí hasta ella y lo evité, tomándola de los brazos.
—Capulla —murmuró Victoria, enojada.
—Aún estoy alucinando —manifesté cuando mis manos soltaron sus brazos.
Victoria me miró mal por un segundo, pero enseguida ablandó su mirada cuando vio que mi cara cambió al haberme afectado su reacción.
—Perdón —musitó Victoria y soltó un suspiro.
—No, tranquila, debí haber sabido desde primera hora que esa chica era Deia —me lamenté y me pasé las manos por la cara—. Cuando la besé, noté algo raro y... Es que soy un idiota.
—No eres un idiota, Alex —Victoria se acercó a mí—. Hasta yo hubiera dudado... Esa chica se sabía mi vida a la perfección... Solo tenía mínimos fallos que disfrazaba con mentiras creíbles.
—Pero, al final, supe reconocerte —comenté y la miré a los ojos—. A esa chica le falta algo que me encanta de ti... Tus diferentes tipos de miradas.
—Ella también las tiene.
—No —negué con la cabeza—. Ella solo tiene dos tipos de mirada: la diabólica y la actuada.
—Bueno, yo también puedo llegar a tener una mirada diabólica —indicó y sonrió.
—Cierto —le di la razón y levanté las cejas—. Esa mirada mata con tan solo posarse en ti.
Victoria rio ante mi comentario y me dio un pequeño empujón en el hombro.
—Pero es única —volví a hablar y sonreí.
Victoria esta vez rodó los ojos mientras esbozaba una pequeña sonrisa que pretendía esconder.
—Feliz cumpleaños, rubia —susurré con voz ronca y elevé mi mano para acariciar su mejilla
—Gracias... —murmuró bajito, como si estuviera avergonzada. Tenía una pequeña sonrisa en su rostro, aunque enseguida la borró, mostrándose seria, y apartó la mirada—. Tienes que irte. No puedes estar aquí.
Victoria se giró e hizo amago de escaparse de mí, pero la tomé del brazo e hice que me volviera a mirar a la cara.
—¿Por qué? —cuestioné, pero ella solo se me quedó mirando—. Victoria..., ¿qué ocurre? ¿Por qué llevas tres semanas sin dar señales de vida? ¿Estás bien? —todas las preguntas que me llevaba haciendo durante este tiempo, preocupado, salieron a la luz, pero ella seguía sin responder—. Victoria... Joder... ¿Qué ha pasado?
—Nada —respondió con el tono de voz frío.
—Victoria...
—Brooks, ¿no sabes captar indirectas? —cuestionó, zafándose bruscamente de mi agarre—. Si no te contesto a los mensajes es porque no quiero saber más nada de ti.
Su confesión me dolió cuando salió por su boca, pero calmé mi interior, pues sabía que estaba mintiendo. Algo le había hecho su padre para que tuviera que actuar de esta forma.
—Si no me contestas es porque no tienes móvil —declaré con el corazón acelerado.
Ella soltó una risa floja y se mordió el labio.
—Si no te contesto es porque no quiero hablar contigo, así de simple —confesó y se cruzó de brazos.
—A Vivian tampoco se los contestaste —le recordé y me puse en su misma posición. Ella no respondió, solo apartó la mirada—. Además, tampoco has ido a clases.
—Prefiero estudiar en casa —masculló.
—Claro, y yo me lo creo —ironicé—. Victoria, por favor.
—Joder, Brooks, ¿aún no lo entiendes? —cuestionó y se retiró de mi lado—. Te quiero lejos de mí, ¿vale? Desde que apareciste en mi vida todo se ha ido a la mierda y no puedo soportarlo. Por tu culpa tengo a un maldito guardaespaldas detrás de mí todo el jodido rato. ¡Quiero tener una vida normal! ¿No lo entiendes? —decretó y se volvió a acercar a mí con la respiración acelerada—. Por mucho que te ame, no quiero vivir a tu lado toda mi vida escapando de esos hombres.
—Has dicho que me amas —apunté, derrochando felicidad en mi interior, aunque con el semblante serio.
—¿Eso es lo único que has escuchado? —preguntó, alucinando.
—No, pero sí lo único que me ha interesado —esta vez sí sonreí.
—Estás ciego —Victoria negó con la cabeza.
—Y tú eres una gran actriz, pero se te olvidó un detalle.
—¿Cuál?
—¿Por qué me sonreíste antes? Se notó bastante que te alegraste por verme.
—Alucinaciones tuyas —se encogió de hombros.
—Después de tantos problemas que hemos tenido, se puede decir que ya por fin te conozco.
—Pues no me conoces tanto como crees ―murmuró y apretó sus labios.
—Entonces..., si no quieres saber más nada de mí..., no te pondrá nerviosa que esté cerca de ti —me acerqué a su oído y susurré—: Tan cerca que besarte ya no sería un delito.
Noté como sus pelos se pusieron de punta tras escucharme. Ella se tensó y apartó un poco su cara de mí, aunque no el cuerpo.
—Aún sigo siendo menor de edad, por lo que... sí, es delito y mi padre está abajo —me amenazó.
—Entonces llámalo, venga —la desafié.
—No sé si recuerdas que te dije que te quería, por lo que no podría —reveló y se acarició el brazo.
—Más exactamente recuerdo que me dijiste que me amabas —sonreí y ella alzó una ceja—. Sin embargo, también me acuerdo de que me comentaste que querías alejarte de mí.
—Pero con eso no quería decir que quisiera que algo malo te pasase.
—Pues... llama a tu hermano —me encogí de hombro, retándola de nuevo—. Él solo me echara de tu fiesta de cumpleaños y no me volverás a ver en toda la noche.
Victoria tragó saliva y apartó la mirada.
—¿A qué esperas? —seguí desafiándola—. ¿No lo vas a llamar?
—¿Y tú no te vas a callar? ―contraatacó con una mirada fulminadora.
—La verdad preferiría que me callaras tú... pero me quieres lejos de ti —me burlé y me acerqué a ella a medida que decía las palabras.
—Alex, para, por favor —suspiró.
—Estoy preocupado por ti, Victoria ―calmé mi tono de voz para darle tranquilidad.
—No se puede, Alex —negó con la cabeza.
—¿El qué? ―fruncí el ceño, aunque ya sabía a la perfección a lo que se refería.
—Estar juntos ―contestó y tragó saliva.
—¿Por qué?
—Ya te lo dije.
—Victoria, dime la verdad ―insistí.
—Esa es la verdad ―suspiró de nuevo.
—No lo es.
La respiración de Victoria empezó a acelerarse y parecía estar aguantándose las lágrimas. La tomé de la barbilla y acerqué mi cara a la suya.
—Si hace falta, llora —le susurré—, pero no te lo guardes todo dentro de ti —acaricié su mejilla—. No pienses que estás sola... Yo estoy y estaré contigo, rubia.
—Tienes que irte —me ordenó de nuevo, ignorando mis palabras, y volvió a alejarse de mí.
—Joder, Victoria, ¿quieres confiar en mí de una vez? ―alcé un poco la voz al notar que mi calma se desvanecía.
—Confío en ti, pero... pero no en ellos ―negó con la cabeza y cerró los ojos.
—¿En ellos quienes? ¿Tus padres?
Victoria se acercó de nuevo a mí con pasos rápidos y me tapó la boca con la mano.
—Sh, no hables tan alto —me ordenó e inspeccionó sus alrededores.
Asentí y me quedé callado, mirándola. Ella también tenía sus ojos posados en los míos. El silencio era la protagonista de nuestra burbuja y estaba acompañado un poco de la música que resonaba del jardín de la casa de los Watson.
Elevé el brazo para posarlo encima del suyo, cuya mano estaba en mi boca, y ella lentamente la deslizó, liberándome y acariciándome el cuello. Victoria suspiró, quizás para evitar que esa lágrima que ansiaba la libertad se escapara de su ojo. Aproximé mi cara aún más a la de ella y choqué nuestras frentes.
—¿Te encuentras bien, Victoria? —susurré cerca de sus labios.
—Podría estar peor —contestó, aceptando por fin confiar en mí.
—¿Qué pasó? —pregunté y alcé mi mano para acariciarle suavemente la mejilla.
—Lo que era de esperar —murmuró y se relamió el labio, provocándome esas ganas de querer besarla—. Mis padres se enteraron de que... me volví a escapar y... también me vieron contigo. Les prometí que me olvidaría de ti y que aceptaría quedarme encerrada en casa solo para que... para que mi padre no te denunciara.
—Pero tu hermano... —me interrumpió.
—No le tengas en cuenta su nuevo comportamiento —negó con la cabeza—. Mis padres le advirtieron que si me volvían a ver contigo, o me volvía a escapar..., me iban a mandar a un internado.
—¿No será...?
—¿El internado Susac Blood? —preguntó y asentí—. No lo sé..., aunque podría decirte que sí. Ya sabes que sospecho de ellos.
—Joder... —resoplé con la nariz y cerré los ojos.
—Perdón...
—¿Por qué? —cuestioné, abriendo los párpados para poder mirarla fijamente.
—Por haberte dicho esas palabras tan... tan feas.
—No tenías opción, rubia.
Ambos cerramos los ojos y nos sumergimos en nuestra burbuja. No tenía que haber un beso de por medio o cualquier otra cosa para poder sentir una conexión entre los dos. El silencio a su lado era acogedor y tranquilo.
Sin embargo, un ruido abajo en la fiesta rompió ese hielo, y ese escándalo fue acompañado de los gritos de los invitados.
>Adelanto del próximo capítulo...
Iba a decir algo, pero un grito que provenía del interior de la casa me hizo callar. Todos dirigimos la mirada hacia la puerta y seguidamente Alex y yo nos miramos con la expresión entre sorprendida y asustada. Ambos supimos desde primera hora de quién provenía ese grito.
—Vivian —murmuramos los dos a la vez.
¡Hola! Como ya avisé, la semana pasada estuve de viaje y por ello no pude actualizar la historia, pero ya volví y aquí está el tan esperado capítulo, uno que me gustó bastante escribir (no podía faltar que Alex se topara con ambos clones)
Esta semana quizá suba otro capítulo (aún no es seguro ya que estoy planeando la mudanza a Sevilla-España, en donde estudio la Universidad). ¿Por qué digo de subir otro capítulo? La semana que viene me voy de viaje (otra vez) al norte de España y, como es obvio, no me llevaré el portátil para poder publicar un capítulo.
El próximo capítulo es bastante interesante. Incluso podría decir que tiene ese toque de miedo que me gusta darle cuando aparece Deia (spoiler ejem).
¡Hasta la próxima! Gracias por leer <3
Atte: Nezla
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top