31. Corre.

CAPÍTULO 31

CORRE

TORI

Mis piernas empiezan a correr inconscientemente por un pasillo oscuro. No sabía de qué estaba escapando, pero mi interior experimentaba un sentimiento parecido al miedo. Tampoco tenía idea de dónde me encontraba. Solo sabía que estaba corriendo por un pasillo que apenas tenía luz y que tenía las paredes de madera oscura. Poco a poco pude ver un poco de claridad gracias a unas ventanas que aparecían a mis laterales, pero seguía sin saber dónde me encontraba.

El terror no se iba de dentro de mí y menos aún cuando volví a escuchar ese grito desgarrador. Mi clon no paraba de perseguirme con un trozo de cristal en sus manos. Ella no corría como yo, sino que se encontraba andando tranquilamente. Mas cada vez que miraba hacia atrás, la veía caminando detrás de mí por muy lenta que ella anduviera, como si mis piernas no corrieran lo suficiente rápido para huir de ella.

Apareció una puerta en mi campo de visión y corrí hasta ella. Me adentré en la habitación y cerré la puerta tras de mí. Ahora me encontraba en una clase, o eso parecía ser. En la pared de mi derecha había una gran pizarra y, delante de ella, un escritorio, el cual estaba posicionado de cara a varios pupitres individuales.

Las ventanas que había en la pared, situada enfrente de la puerta, mostraban un exterior oscuro con árboles sin hojas. Afuera el viento soplaba con fuerza y el cielo experimentaba un tono sombrío y apagado con nubes moradas. Dos puntos violetas resaltaron entre los árboles y, curiosa, me acerqué lentamente a la ventana para analizarlos mejor. Una chica de cabello castaño y ojos brillantes de color violeta se mostró ante mis ojos. En cambio, no podía ver su rostro.

Me tuve que tapar los oídos cuando escuché un ruido bastante molestoso. Me giré, alarmada, y mi clon estaba pasando la punta del cristal por la pizarra mientras que se acercaba a mí con lentitud. Iba a rodearla para escaparme de sus garras, pero la puerta por la que entré desapareció. Observé mi alrededor, asustada, y vi otra puerta al final de la clase. Cuando mi clon se encontraba delante de mí, corrí y abrí esa puerta para adentrarme en su interior. No obstante, solo era un cuartillo del material sin salida.

Seguí escuchando los pasos de mi clon y di tres pasos hacia atrás, estampándome contra una estantería. Los productos de limpieza se cayeron al suelo, el cual, de repente, empezó a agrietarse. Los tablones de madera del suelo crujieron y empezaron a temblar y a levantarse, hasta crearse un agujero negro. Me pegué a la estantería para no caerme, pero las paredes empezaron a juntarse, activando mi miedo a los lugares estrechos. Salté al otro lado del agujero para salir por la puerta de nuevo. Mas alguien la abrió antes por mí, empujándome al vacío.

«Alex...», pensé.

Él me prometió que me iba a salvar cada vez que no lograra saltar el precipicio y justo en ese momento sentí sus manos sujetándome. Su cabellera rubia le impedía poder ver bien, pues al estar mirando hacia abajo, los pelos le cubrían los ojos. Él hizo fuerzas para ayudarme a subir.

Sin embargo, suavizó su agarre y soltó un gruñido. Abrió un poco la boca y una gran cantidad de sangre empezó a salir por su boca. Vi a mi clon detrás de él e hizo un movimiento extraño. Alex soltó un grito ahogado y la sangre empezó a rebrotar de su corazón. Una punta de cristal sobresalió de su pecho y mi clon sonrió maliciosamente.

—¿Qué se siente que te quiten el corazón, Nash? —se burló mi clon.

La fuerza de Alex se disipó y su mano dejó de agarrar la mía, dejándome caer al vacío. Mis pelos me tapaban la cara y agité las manos para agarrarme a algo y salvarme. En cambio, no paraba de volar, hasta que caí en un charco de agua, impactando todo mi cuerpo en el suelo.

Me miré las manos, asustada, mientras que mi respiración no dejaba de estar agitada. Luego, contemplé el lugar y me encontraba en el bosque de mi primera pesadilla, por lo que pude percatarme de que esto no era real y de que estaba durmiendo.

Entonces, busqué con la mirada a Aguijón Verde. Él tenía la misma habilidad que yo y quizá pueda llamarlo dentro de la pesadilla para que me sacara de aquí. Tener este poder no era nada agradable, ya que estaba acojonada y aún me asustaba más descubrir qué pasaría si moría dentro de una visión.

Unos pasos llamaron mi atención y volví a alarmarme. Una figura apareció de entre los árboles y la luz de la luna me ayudó a identificarla. Zada se encontraba entre dos árboles y me sonrió. Arrancó un tronco de madera del árbol y me lo lanzó. Lo pillé en el aire y la miré con el ceño fruncido. No sabía qué hacía en mi pesadilla, ni por qué me había dado este tronco.

Un tenebroso gruñido surgió de entre la oscuridad de la noche. Inspeccioné la zona en alerta por si alguien me atacaba de improvisto y mi mirada se paró en el camino de tierra del bosque que daba a un descampado sin árboles. Allí vi una sombra negra caminando hacia mí con las manos bien abiertas, mostrando sus garras. La luna llena se mostraba resplandeciente en el suelo e iluminaba a la bestia.

Mi alrededor empezó a difuminarse hasta que a mis espaldas apareció un gran edificio de ladrillos marrones protegido por vallas y decorado por plantas muertas y árboles sin hojas. El edificio tenía un gran portón en el centro, el cual tenía un pequeño techo marrón encima, sujetado por dos columnas, y estaba compuesto por varias plantas con ventanas.

Alcé la mirada para leer el letrero del muro de la puerta de la valla: Internado Blood Susac. Abrí mis ojos al darme cuenta de donde me había llevado mi cabeza. Otra vez vi los ojos violetas de esa chica, pero ahora se encontraba dentro del internado, en una de las clases.

Me volví a girar sobre mis pies al escuchar de nuevo el gruñido de ese animal o persona. El camino que llevaba al descampado también desapareció y Alex se encontraba ahora delante de mí, pero con un rostro que daba miedo. Bajé la mirada hacia sus manos y de ellas sobresalían unas grandes garras. Sujeté bien el palo de madera entre mis brazos para protegerme de cualquier ataque. Me encontraba en una de mis visiones y si mi mente siempre jugaba conmigo para mostrarme algo —del pasado, presente o futuro—, ese no era Alex, sino Nash.

Alex abrió su boca, mostrando unos dientes afilados que sobresalían de sus encías, y sus ojos se encontraban completamente negros, desde las pupilas hasta las escleróticas. De un momento a otro se abalanzó sobre mi cuerpo, pero logré golpearlo con el tronco en la cabeza, alejándolo de mí. Él pasó su brazo por su boca, la cual derrochaba sangre, y dirigió sus oscuras pupilas hacia mi pecho, hacia la zona del corazón.

«Ag, sácame de aquí, joder», intenté llamarlo con los ojos cerrados.

Cuando volví a abrir los ojos, Alex estaba caminando a mi alrededor, observándome como si fuera su presa. Giré sobre mí misma, siguiendo sus pasos, para vigilar cada uno de sus movimientos. Alex se acercó lentamente a mí e hice amago de volver a golpearlo con el palo, pero él lo alcanzó con sus manos antes de que tocara su cabeza y ladeó su cara, como un perro. Agarró fuertemente el tronco de madera y me lo quitó para luego lanzarlo por los aires, dejándome indefensa. Caminé hacia atrás, con intenciones de alejarme de él, pero Alex me siguió los pasos.

—Nash, soy yo... —mi voz salió de mi garganta sin mi consentimiento—. Soy Alexandra...

No tenía el control de mis actos ahora. Era como si otra persona controlara mi cuerpo y estaba completamente confusa para saber qué estaba pasando. Podría intuir que mi memoria quiere recordarme el día de la catástrofe y, al parecer, después de ese momento a mí también me cambiaron el nombre, como a Alex.

«Alex... Alexandra...», pensé y me di cuenta de que ambos nombres son exactamente el mismo, ¿por qué?

—Nash..., vuelve —volví a hablar sin autocontrol—. No lo dejes ganar... No dejes que te controle ese monstruo... Yo... yo te quiero y tú...

No me dio tiempo a terminar la frase, pues Nash o Alex se abalanzó sobre mí, dejándome caer al suelo. Sus ojos no mostraban nada bueno, sino al demonio en persona. Él se encontraba encima de mí y puso mis manos a cada lado de mi cabeza, pero luego me agarró con una sola mano para llevar la otra a mi cuello.

Empecé a sacudirme para escapar de él y los gritos pidiendo ayuda salían de mi boca con desespero. Él no tardó en poner ambas manos sobre mi cuello y ejerció bastante fuerza, ahogándome. El aire empezó a faltarme y mi cara comenzó a ponerse morada. Abría la boca para buscar oxígeno, pero nada podía pasar por mi garganta para que llegara a mis pulmones, ya que la mano de Alex ejercía como barrera.

Cuando mi cara empezó a palidecerse, Alex solo me sujetó el cuello con una mano y la otra la dirigió hacia mi pecho para manoseármelo. Me revolví en el suelo, agobiada y asustada, pero él tenía más fuerza, mucha más, y yo no podía hacer nada contra él. Sus dedos atravesaron mi tórax poco a poco y un grito de dolor quiso salir de mi garganta si no fuera porque me estaban estrangulando. Alex me extrajo el corazón de la caja torácica y este empezó a palpitar en su mano.

Justo en ese instante, él desapareció de mi vista, al igual que sus manos, y mis pulmones volvieron a recibir oxígeno. Elevé mi torso, con trabajo, y mi respiración se volvió acelerada.

—Qué débil eres, Watson —el viento llevo ese susurro a mis oídos.

Giré sobre mí y vi a Zada de nuevo, quien caminó hasta mí con el rostro serio. Se acercó aún más a mí y yo retrocedí unos pasos inconscientemente. Entonces, sentí algo afilado en mi espalda. Me volví a girar, con miedo a que se tratara de mi clon con el trozo de cristal. Y, efectivamente, era ella. Su rostro lucía siniestro. En sus manos tenía el instrumento con el que me apuñaló por la espalda y con el que empezó a acuchillarme el estómago una y otra vez. Una gran cantidad de sangre salió por mi boca y la tuve que escupir, ya que era una sensación horrible.

—¡VICTORIA! —alguien gritó mi nombre con tono preocupado.

Alex volvió a aparecer en la pesadilla y salió de entre los árboles, asustado, buscándome con la mirada, como si supiera lo que me había pasado. Cruzamos las miradas y una última apuñalada en el estómago me hizo despertar de la pesadilla de un respingo.

La habitación se encontraba tal y como estaba antes de quedarme dormida. Todo estaba oscuro y solo entraba luz de la luna por la ventana. Elevé mi cuerpo y me apoyé sobre mis codos para recobrar la compostura. Pion, que se encontraba en la esquina de mi cama, se despertó y me miró. Me mordí el labio y lo observé también. Al menos teniéndolo cerca sabré que también tendré a Aguijón Verde cuando lo necesite, no como en la pesadilla.

Un goteo llamó mi atención. Dirigí la mirada hacia donde provenía el ruido y del techo estaban cayendo gotas de agua. Seguí la dirección de las gotas y estas estaban formando un charco en mi habitación, al lado del armario. Tragué saliva y me levanté de la cama.

Según lo que tenía entendido, mi clon aparecía siempre al lado de un charco de agua, por lo que no me iba a arriesgar a dejarlo ahí en mitad de mi habitación. La pesadilla tenía que significar algo y que ahora pasara esto en mi propio cuarto me parecía mucha casualidad.

Tomé el abrigo de la silla del escritorio y lo tiré al suelo para luego limpiar el charco con el pie. El suelo se quedó prácticamente limpio y las gotas cesaron, pero un ruido que provenía del armario me asustó. Miré a Pion y me sentí segura para caminar hasta el mueble. Estiré la mano para abrir la puerta y cuando la rocé, mi móvil empezó a sonar. Alguien estaba llamándome.

Caminé hasta la mesita de noche y tomé el móvil con miedo, pues todo lo que me estaba pasando me recordaba a la típica película de miedo en la que la chica rubia acababa sin cabeza. Sin embargo, mis nervios se esfumaron cuando leí en la pantalla el nombre de Alex. Descolgué, aliviada, y me llevé el móvil a la oreja.

—¿Pasó algo? —pregunté.

Él siempre me avisaba antes de llamarme, por si me pillaba durmiendo, ya que los husos horarios de cada país eran diferentes, y me extrañó un poco.

—¿Estás bien? —preguntó él, preocupado.

—Sí, ¿por qué? —cuestioné y me senté en la orilla de la cama.

—¿Seguro?

―Sí, sí, ¿qué pasa?

―No sé... Puede ser una tontería, pero he tenido una pesadilla y tú... tú... morías... tú...

—Espera, ¿una pesadilla? —lo interrumpí.

—Sí... Pensé que sería buena idea echarme una siesta, pues apenas puedo dormir por las noches por Daniel, y... —suspiró—. Nada... Perdón, en Riddle Woods es plena madrugada y fui un imbécil por haberte despertado.

—No, no, no, tranquilo, estaba despierta —le comuniqué y me adentré aún más en la cama para sentarme con la espalda apoyada en la pared—. Además, si algún día no puedes dormir o tienes alguna crisis ya sabes que puedes acudir a mí. No tengo ningún problema en ayudarte, aunque esté durmiendo.

—Ya... —escuché a través de la otra línea como suspiraba de nuevo, como si estuviera desesperado—. Perdón, la pesadilla era tan real que... No sé, me he desperado un poco alterado.

—¿Puedes decirme qué pasó? ¿O mejor prefieres no recordarla? —pregunté y escuché otro suspiro—. Es que yo también tuve una pesadilla... donde tú aparecías y yo moría...

—¿Yo te maté? —preguntó, preocupado.

—Exactamente no...

—¿Cómo que exactamente no?

—Me atacaste... —levanté mis piernas a la altura de mi pecho y me acaricié los muslos—. Creo que tuve una visión del día de la catástrofe... Pero no solo soñé con eso, pues también apareció Zada.

—¿Zada? ¿Por qué?

—No lo sé... Fue raro.

—¿Ella fue quien te mató? —cuestionó, extrañado.

—No, no, fue mi clon.

—Te apuñaló —no fue una pregunta, sino una afirmación.

—¿Cómo lo sabes? —inquirí, sorprendida, y dejé de sobarme los muslos.

—Porque yo fui quien gritó tu nombre.

—Sí... ―murmuré, sorprendida.

—Sentí la pesadilla como si fuera real. Era consciente de mis movimientos y sabía perfectamente que estabas en peligro. Te estaba buscando como loco, pero te encontré en las manos de Deia y ya era demasiado tarde.

—¿Deia? —inquirí, confusa.

—Así se llama tu clon.

—¿Cómo lo sabes?

—La noche de Acción de Gracias me la encontré en la calle...

—¿Qué? ―cuestioné y paré de acariciar mis muslos―. ¿Qué hacías en la calle? ¿Por qué no me avisaste?

—Nunca... Nunca ceno con la familia de Vivian en noches tan... tan especiales como esa —me explicó y se nota cómo le costaba hablar de esa noche—. Y no te avisé por dos motivos. El primero porque no quería molestarte esa noche y el segundo porque justo en ese momento me llamaron para que fuera al hospital urgentemente.

—Joder... Deia... —mascullé con la mirada clavada en mis piernas.

—Victoria, ¿te das cuenta de que, si es verdad que estabas sufriendo una de tus pesadillas, yo he sido capaz de meterme en ellas? ―indagó volviendo al tema anterior.

—Sí...

—¿No tienes ni idea del por qué?

—Ni idea...

—Joder... qué raro es todo esto —resopló—. Bueno, te dejo dormir tranquila —empezó a despedirse de mí—. Cualquier cosa que necesites, aquí estoy, ¿vale?

—Perfecto —sonreí—. Buenas noches, o buenas tardes —reí.

—Buenas noches-tardes, rubia —soltó una carcajada—. Descansa, pequeña.

Colgué la llamada y borré la sonrisa enseguida. No sabía cómo Alex pudo colarse en mi pesadilla. Quizás era porque escuchó mi llamada de socorro que le lancé a Aguijón Verde y gracias a mi habilidad inhumana logré que se introdujera en la pesadilla. Aún no sabía controlar mis extraños poderes y esa podría ser una buena explicación.

Miré hacia el armario y el temor volvió a apoderarse de mí. Pensé si sería una buena idea abrir la puerta para comprobar qué fue el ruido de antes, pero recordé que en una película de miedo eso era mala idea. Por lo tanto, me fui de mi habitación y me dirigí hacia la de mi hermano.

—¿Qué pasa, Tori? —preguntó Louis, adormilado.

—¿Puedo dormir aquí? —inquirí.

Louis se restregó los ojos y al verme con la expresión asustada, me hizo un hueco en su cama. Me metí y me tapé con las mantas hasta la cabeza casi, acojonada.

«Deia...», pensé.

La luz del sol entró por la ventana de la habitación de Louis, despertándome. Me moví en la cama y bostecé seguidamente. Tomé el móvil de la mesita y cuando encendí la pantalla, me saltó un recordatorio que programé: Oswald Kane. Refunfuñé al recordar que el señor director, Melville, me pidió un favor, el cual tenía que ver con su hijo. Quería que pasara todo el jueves con él y no podía negarme después de habérselo prometido.

Me levanté de la cama con cuidado de no despertar a Louis y me dirigí hacia mi habitación para vestirme. Me planté delante del armario y, antes de abrirlo, me acordé de que anoche escuché un ruido en su interior. Llevé lentamente la mano hacia el pomo y cuando iba a abrir el armario, la puerta de mi habitación se abrió, asustándome. Mi hermano apareció tras ella.

—Hijo de tu madre —murmuré con la mano en el pecho.

—Perdón... —masculló, mirándome preocupado—. Solo vine para saber cómo estás. No te vi en la cama.

—Estoy bien, tranquilo.

Abrí el armario ahora que estaba con mi hermano, pues mi clon no me iba a atacar estando él presente, ¿no? Por suerte, el interior de este se encontraba vacío de monstruos.

—Anoche tuve una pesadilla —le comuniqué por fin.

—Entiendo... —masculló y suspiró—. ¿Otra visión?

—Creo que fue más bien un recuerdo perturbador donde me arrancaban el corazón —me asomé por la puerta del armario y esbocé una pequeña sonrisa—. Pero todo está bien, tranquilo.

—Bueno, si me necesitas, aquí estoy —dijo y se marchó.

Después de ponerme una sudadera amarilla y unos vaqueros cómodos y de peinarme con dos trenzas boxeadoras, bajé a la planta baja, donde me encontré a Archer en la cocina junto a mi padre y a mi hermano. Sin saludar, fui a la despensa y tomé una magdalena para el camino.

—Se dice buenos días, ¿eh? —abrió la boca mi padre mientras leía el periódico.

—Buenos días —le hice caso y esbocé esa típica sonrisa que decía "¿contento?" para luego llevarme la magdalena a la boca y salir de la cocina.

—¿A dónde crees que vas? —gritó mi padre desde la cocina y me siguió—. Te he hecho una pregunta —gruñó al no recibir respuesta y se cruzó de brazos.

—A la casa de un amigo —le comuniqué y agarré un abrigo del perchero que había al lado de la puerta principal.

—¡Che! —su voz me detuvo cuando mi mano rozó el picaporte de la puerta—. ¿Yo te he dado permiso?

—Tengo casi diecisiete años, papá —le recordé con rabia.

Me daba mucho coraje que se haya vuelto tan controlador.

—Estás castigada, Victoria.

—¿Qué? Me levantaste el castigo.

Me habían castigado cuando me pillaron con Alex delante de mi casa. Sin embargo, las charlas de Louis convencieron a mis padres para me levantaran el castigo, pero solo con la condición de que no volviera a romper las normas, cosa que no sabía si iba a cumplir, ya que no podía vivir retenida cuando las personas de mi alrededor y yo vivíamos en peligro.

—Pero eso no quiere decir que puedas ir a donde a ti te dé la gana —ladró mi padre—, y menos sin Archer.

—¿Me vais a tener controlada durante toda la vida? —refunfuñé, cansada.

Mi padre se me quedó mirando sin responder y suspiré.

—El amigo con el que he quedado es el hijo del director —le expliqué al rendirme—. El director me pidió que acompañara a su hijo y no quería defraudarlo.

—¿Desde cuándo un director trata así a una alumna? —cuestionó y alzó su ceja.

—Papá, solo me ha pedido un favor, ¿vale? No es nada del otro mundo —resoplé.

—No conoces a ese hombre —insistió con los dientes apretados dentro de su boca.

—Es el director del instituto del tío Harrison.

—No conoces a su hijo —siguió negándose y esta vez tensó sus músculos.

—Es el hijo del director del instituto del tío Harrison —repetí y me mordí el interior de la boca para evitar soltar una grosería.

—Irás con Archer.

—No lo dudaba —resoplé de nuevo y rodé los ojos.

—Pues muy bien que intentabas escaparte para no tener que ir con él —me reprochó.

Archer apareció detrás de mi padre, quien le ordenó algo. Mi guardaespaldas asintió y caminó hasta mí para abrir la puerta y dirigirse hacia el coche. Resoplé y lo seguí sin ganas. Ya sentada en el asiento del copiloto, le mostré la localización de la casa de Melville y él siguió las indicaciones con el coche. Cuando llegamos y llamé al timbre, Melville apareció delante de mis ojos con una gran sonrisa.

—Me alegra volver a verte y que hayas recibido el correo electrónico, señorita Watson —saludó Melville con una sonrisa, pero la borró al ver a Archer—. ¿Qué hace usted aquí, señorito Hooks?

—Él simplemente me trajo —respondí por Archer—. Ahora se iba.

Me acerqué un momento a Archer y le murmuré:

—Si no quieres que el director descubra tu tapadera y te eche del instituto, deberás vigilarme desde afuera —le recomendé y le di dos palmadas en el hombro.

Volví a acercarme a Melville y le sonreí. Él se echó a un lado para dejarme pasar y entré en la casa, saboreando el triunfo por haberme librado de mi guardaespaldas.

La fachada de la casa era de un color grisáceo y la gran cantidad de ventanales daban a entender que era una parcela moderna. La puerta principal era también de un tono gris, aunque más oscuro. Nada más entrar, había el típico recibidor que conectaba con el salón, la cocina y las escaleras. En este caso, las paredes eran blancas y el suelo era de una madera clara.

A mi derecha había un arco que daba al salón, el cual tenía sus paredes casi negras, aunque el suelo era el mismo que el del recibidor. El salón tenía tres ventanales largos por los que entraba bastante luz. En el medio de esa estancia había una gran alfombra gris y encima un sofá y dos sillones, los cuales se encontraban alrededor de una mesa de café, haciendo un círculo. Un poco más al fondo del salón estaba la mesa del comedor.

Enfrente de la puerta principal estaba la puerta de la cocina, pero apenas pude saber cómo era. Solo vi desde la distancia una gran encimera blanca con taburetes a su alrededor. A mi izquierda había dos escaleras, unas que iban al sótano y otras que iban a la primera planta.

El director subió las escaleras y me dirigió a la habitación de su hijo. Sin llamar a la puerta, la abrió, dejándome ver un espacio amarillento. Las paredes eran completamente de un tono pastel amarillo y el suelo era de madera clara. Una gran cama de matrimonio había en el medio de la habitación y encima había un enorme cuadro donde se podía apreciar el arte abstracto. A la derecha de la puerta estaba el armario empotrado y al lado de este había un gran escritorio. Enfrente de la puerta, al fondo de la habitación, había un gran ventanal que ocupaba casi toda la pared.

—Oswald, tu nueva amiga ha llegado —le comunicó y me dejó pasar para luego dejarnos solos.

Inspeccioné la habitación con interés y centré mi vista en el chico que había sentado en el escritorio dibujando algo.

—¿Qué haces? —me atreví a preguntar para dar un tema de conversación y me acerqué a él.

Oswald levantó la cabeza para mirarme y seguidamente apartó el cuaderno de mi vista para que no pudiera ver qué estaba dibujando.

—Tú y yo no somos amigos —fue lo único que dijo y apretó la mandíbula.

—Claro que... sí...

Aunque no lo conociera de nada, si su padre me encomendó esta tarea, era porque estaba preocupado por su hijo. Oswald quizá fuera el típico chico tímido que le cuesta socializar y por ello apenas tenía amigos.

—No deberías de estar aquí —me avisó, mirándome con esos ojos azules y brillantes.

—Tu padre me dijo...

—Eres tonta por aceptar su petición.

—Perdón... —dije con tono vacilón y rodé los ojos.

Oswald se levantó de la silla y se dirigió a la estantería que había al lado del escritorio para coger los auriculares. Luego, se fue a la otra punta de la habitación para sentarse en un puff que había entre el gran ventanal y la cama. Se puso los cascos para escuchar música, supongo que para ignorarme mejor, y abrió la libreta para seguir dibujando.

Resoplé y me puse lo mechones detrás de la oreja. Esto iba a ser bastante difícil. Oswald me recordaba algo a la actitud que tenía Alex antes conmigo, pero este chico era más complejo y difícil de entender.

Mi móvil sonó, anunciándome que alguien me había enviado un mensaje, y lo saqué de mi bolsillo. Sonreí al ver que era Alex.

¿Puedes videollamada?

No le contesté, ya que preferí llamarlo directamente. Aunque tuviera la misión de hacer de amiga del hijo del director, podía permitirme el lujo de poder hacer lo que quisiera. Además, Oswald pasaba de mí y no iba a tirarme todo el día aburrida en su cuarto.

Alex contestó a la llamada enseguida.

—Uy, esa habitación es nueva —murmuró Alex—. ¿Acaso me está engañando, señorita Watson?

—Aún no somos pareja oficialmente, señorito Brooks —dije y me mordí el labio mientras sonreía.

—O sea, me estás engañando —se hizo el dolido de broma.

—Estoy con el hijo del director —le informé y me senté en el borde de la cama.

—No me parece un gran candidato para que sea tu amante, lo siento —negó con la cabeza, haciéndome soltar una carcajada.

—Imbécil —reí y miré a Oswald—. El director me pidió que acompañara hoy a su hijo, ya que no tiene amigos, y no pude rechazarlo.

—¿Y qué haces llamándome mientras trabajas? —cuestionó y alzó una ceja.

—Al parecer el chico es igual de terco que tú y me odia.

—Entonces podrás domarlo —se encogió de hombros, divertido.

—Él es más difícil.

—¿Me estás llamando fácil? —volvió a hacerse el dolido.

—Alex —enfaticé y reí—. ¿Y qué haces llamándome? ¿Qué hora es en España?

—Las ocho de la tarde. Aún no me toca irme a dormir, mamá ―se mofó de mí con cariño.

—Vete a la pocilga —reí.

—Entonces tengo que regresar ya a Riddle Woods para visitarte...—esbozó una sonrisa pícara.

Le saqué el dedo del medio, sin quitar la sonrisa de mi cara.

—¿Estás mejor después de la pesadilla? —le pregunté, ya que anoche me di cuenta de que a él le afectó mucho más que a mí.

—La verdad aún sigo bastante preocupado—cambió su rostro divertido por uno serio.

—¿Por qué? —pregunté y fruncí el ceño.

—Cuando me topé con Deia, tu clon, ella me dijo que quería acabar contigo... —explicó, desviando la mirada de la cámara—. Dice que no tolera que existas y que solo puede haber una copia.

—Bueno, tranquilo, no me pasará nada —afirmé, aunque ni yo misma estaba segura de mis palabras.

—No me puedo quedar tranquilo, lo siento —suspiró—. Temo perderte ―noté cómo su voz se quebró.

—Pues siento decirte que vas a tener que aguantarme. Hasta que tú me lo permitas, claro.

—Entonces eso es siempre —volvió a sonreír.

—Me gusta la idea —reí.

Un chico apareció en la videollamada, interrumpiéndonos.

—Alex, tengo que hablar contigo un momento —habló esa persona—. Oh, hola —me saludó.

—Victoria, este es mi primo Gaby —me lo presentó—. Gaby, ella es Victoria... Es...

—Tu chica, ya sé, no paras de hablar de ella —indicó Gaby con una sonrisa burlona y empecé a reír.

—Encantada —dije.

—¿Qué querías? —Alex le preguntó a Gaby.

—Tienes que ver esto —le comunicó Gaby y le mostró un casete.

—Este casete ya lo hemos visto, Gaby. Recuerda que...

—Después de que tu madre se levantara de la silla, de que la cámara cayera al suelo y de que todo se volviera negro, hay más video —lo interrumpió.

—¿Cómo? —cuestionó Alex.

—¿De qué habláis? —intervine, confusa.

Alex me explicó por encima el video que le había hecho su madre para contarle toda la verdad y me sorprendió un dato. Alex me amaba antes y seguramente yo a él también. Según lo que Alex me contó, posiblemente los dos hubiéramos tenido un romance adolescente. Su madre le comentó que se conocieron por primera vez cuando él tenía quince años y justo con esa edad arrasó en el internado. Por lo tanto, si él tenía quince años, eso quería decir que la última vez que estuve en ese lugar fue con trece años, ya que nos llevábamos dos años y algunos meses. Pero... me parecía totalmente irreal no poder recordar nada cuando eso en realidad pasó hace poco. Más exactamente eso ocurrió hace cuatro años.

—¿Me amabas también antes? —pregunté, aún sorprendida.

—Al parecer nunca dejé de hacerlo —se mordió el labio—. Nada más verte el primer día de instituto, algo despertarte dentro de mí y quizá sea ese sentimiento que nunca se apagó en realidad.

—Puede ser que por ese motivo también me hubieras atraído desde el primero momento... —dije más para mí misma—. Y ahora que me cuentas esto... debo decirte algo que me preocupa.

—¿Qué? ¿Qué pasó?

—Aguijón Verde me dijo que no sabía quiénes eran mis padres y... los veo muy controladores conmigo —le expliqué—. Contrataron un guardaespaldas justo después de descubrir mi vida pasada. Todo lo están haciendo para que me puedan controlar... Incluso me prohíben poder verte... Todo esto es demasiado raro y ahora me da miedo hasta mi casa.

—Joder... ahora que lo dices...

—Todo concuerda...

—Mi madre me dijo que no confiara en nadie... —murmuró Alex.

—Chicos, vamos a ver el video —ordenó Gaby—. Esto puede daros algunas pistas.

Alex giró la cámara de su móvil para que pudiera ver también el video y Gaby introdujo el casete en el reproductor. Enseguida apareció en la pantalla del televisor un ojo verde que se fue alejando de la lente de la cámara. Gaby tomó el control del televisor y adelantó el video hasta el momento exacto que nos quería mostrar. Estaba la pantalla en negro, pero enseguida se volvió a ver el desván. Un hombre vestido con traje negro se agachó para recoger la cámara del suelo y miró a través de la lente. Cuando se separó de la cámara, mi piel se palideció. Melville tenía puestos unos guantes negros y estaba rebuscando entre las cosas del desván. Llegó otro hombre y también cogió la cámara, pero esta vez para apagarla.

Gaby se giró para mirar a Alex, quien volteó la cámara de su móvil para que lo pudiera ver a él en vez de a la televisión.

—Ese es... —empezó a decir Alex.

—El director —terminé la frase, perpleja, y miré a Oswald.

—Tengo que volver —saltó Alex de pronto y se levantó del sofá a grandes velocidades.

—¿Qué? Espera —le pedí—. No puedes volver así como así, Alex.

—Victoria tiene razón —opinó Gaby.

—Tengo que volver —repitió Alex con el tono firme.

—¿Pero cómo? Alex, cálmate y piensa las cosas —le recomendé.

Gaby se acercó a él para tranquilizarlo y sentarlo de nuevo en el sillón, pero Alex se resistió.

—Victoria, no puedo pensar nada cuando sé que estás en la casa de ese hombre y puedes estar en peligro en estos mismos instantes. ¿Por qué te crees que te ha pedido que acompañaras a su hijo? ¿En serio crees que ese chico no tiene amigos? ¡Joder! —gritó, frustrado.

Ahora que lo pensaba mejor, todo lo que Alex estaba diciendo era totalmente cierto y el pánico empezó a apoderarse de mí, pero intenté ocultarlo para no alarmar a Alex.

—Intenta huir de esa casa como puedas, Victoria —me suplicó—. Mientras tanto estaré buscando vuelos de vuelta.

—Alex... —murmuré, no muy convencida con su plan.

—Voy a volver —afirmó—. Y me da igual lo que me digas.

—Yo te acompaño—se ofreció Gaby.

—Ni loco —negó con la cabeza—. Ellos quizá no sepan de tu existencia. No voy a ponerte en peligro.

—Alex, no voy a dejar que vuelvas solo —insistió Gaby.

—Ni yo permitiré que te pase algo —se dirigió hacia él—. Si te he contado todo esto es porque confío en ti, así que no me defraudes.

Veía la escena desde abajo, ya que Alex tenía la mano que sujetaba el móvil al lado de su cadera.

—Está bien... pero... no tienes dinero para pagar el viaje... —le recordó Gaby.

—Ya pensaré en algo.

—Puedo pasarte dinero de mi cuenta —intervine.

Alex levantó el móvil a la altura de su cara y me miró en silencio.

—Si quieres que yo acepte que vuelvas así de precipitado, acepta mi dinero, Alex —casi que lo amenacé para que no se negara.

—Victoria, creo que será mejor que te centres en escapar y ya me encargo yo de esto —insistió.

—Yo lo ayudaré —me indicó Gaby.

—Sal cuanto antes de ahí, por favor —me suplicó Alex con la mirada triste y preocupada—. Si ese hombre trabaja para el proyecto Susac, Deia estará con él... y ella me dijo que...

—Tranquilo, Aguijón Verde seguramente acudirá a rescatarme —le informé para que se tranquilizara—. O si no, llamaré a Zyon para que me ayude y saldré de aquí sana y salva, ¿vale?

—Cómo ese hombre te haga algo... —murmuró con la voz rota.

—Tranquilo —repetí—. Estoy rodeada de guardaespaldas en los que sí puedo confiar.

—No me cuelgues —me pidió, asustado—. Quiero que tengas la videollamada activa en todo momento.

—Entendido.

—Corre —me ordenó.

¡Hola! ¡El libro Aguijón Verde ha ganado el primero puesto en un concurso!

*Nezla se pone a bailar*


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