3. La fiesta de cumpleaños.
CAPÍTULO 3
LA FIESTA DE CUMPLEAÑOS.
TORI
El doctor me dio el alta al día siguiente de haber despertado del coma, el lunes. Según él, debía estar más tiempo en cama y vigilada por médicos, porque a pesar de estar en buen estado milagrosamente, había que tener precaución. Sin embargo, yo no podía seguir encerrada en esas cuatro paredes blancas, me agobiaba. Estaba traumada por todo lo que había pasado el 31 de octubre y por ello se me hacía imposible permanecer ingresada en el hospital. Aún seguía preguntándome quién me había traído al hospital. Eso me tenía más inquieta que tranquila, ya que tenía que haber sido alguien que estaba en aquella nave y eso tenía que significar algo. Por muy protegido que pudiera estar en el hospital con los guardias de seguridad y los médicos, yo no me sentía a gusto ahí. Entonces, le pedí a mi padre que convencieran al doctor para irme a casa, quien aceptó a regañadientes, no muy convencido.
Estuve algunos días en casa, pero no me encontraba sola, mi padre contrató a un médico profesional, quien me revisaba la salud todos los días —mañana y noche—, y a un guardaespaldas. Ahora iba a tener todos los días pegado a mi lado a un hombre para que me vigilara todos los días y me protegiera de cualquier amenaza. Mi padre no se encontraba seguro tras lo sucedido. Él no quería que me pasara otra vez algo. Temió por mí cuando estuve en coma y se prometió a sí mismo no volver a descuidarme. No me gustaba la idea de tener a mis espaldas a un hombre vestido de negro todo el rato, pero no podía rechistar, ya suficiente sufrió mi familia.
Mis padres también decidieron contratar a un profesor particular para así dar las clases en mi casa y no en el instituto de mi tío. Sin embargo, no quería convertirme en Rapunzel. No deseaba encerrarme en la torre de mi habitación y no tener relación con nadie. Eso sería conducir mi estado mental hacia la depresión máxima. Por lo tanto, lo hablé seriamente con mis padres y pensaron en cambiarme de instituto si era necesario, pero también me negué a esa opción. Quería seguir haciendo mi vida normal de antes, aunque fuera con un guardaespaldas a mi lado, y también deseaba averiguar si Alex y Zada se encontraban bien. Tenía muchas dudas que resolver y, por ello, no podía abandonar ese lugar.
Hoy, viernes, quise volver al instituto, pero no para dar clases, sino para hablar con los profesores personalmente. Hobson estacionó el coche justo enfrente de la puerta del instituto. Tenía miedo de poner un pie fuera del vehículo. Todo lo que tenía hace un mes sentía que lo había perdido. Ya no tenía ganas de seguir siendo esa Victoria Watson que se besaba con Christian en los aparcamientos del instituto. Tampoco quería seguir entablando una relación de amistad con quien se suponía que era mi mejor amiga. Vivian me había estado mintiendo durante mucho tiempo y a eso no se le podía llamar amistad. Creía conocerla mientras que Alex tenía razón: no tenía ni la más mínima idea de quién era mi amiga. En cuanto a Alex... era difícil explicar el dolor que mi corazón experimentaba al pensar en él.
Bajé del coche y me dirigí a la puerta principal, junto a Archer, mi nuevo guardaespaldas.
Archer era moreno de piel. Tenía unos ojos grisáceos y unos labios bastantes gruesos y grandes, como la nariz. Su cabello era castaño, corto y rizado y tenía una perfecta mandíbula que se le marcaba. Iba vestido con un traje negro, unas gafas de sol, —aunque fuera de casi de noche—, y un pinganillo, para poder comunicarse con sus compañeros y su jefe.
Crucé el pasillo del instituto y fui dirección al despacho del nuevo director para hablar con él. Que mi tío ya no estuviera con nosotros era otra de las cosas que me taladraban. La noche de Halloween iba a ser perfecta. Por mucho que la fuera a pasar lejos de Alex, él iba a estar conmigo, aunque fuera a la distancia, y luego, cuando terminase la fiesta, pasaríamos la noche juntos, como siempre. Sin embargo, tenía el presentimiento de que esta noche iba a ser mágica para ambos. Quería pasar al siguiente nivel con él, si me lo permitía, y luego confesarle que lo amaba, ya que sí, aún esas palabras no salieron de mi boca por miedo a que todo se estropeara. Amar es una palabra muy fuerte y no es algo que debas de decírselo a alguien tan rápido, ya que muchas veces los sentimientos son confusos y puedes dañar a la otra persona. No obstante, me di cuenta de que realmente lo quería cuando al verlo como elegía a Zada mi corazón se hizo trizas.
Las palabras de ese hombre taladraron mi cabeza. No recordaba que yo hubiera estado en un internado ni mucho menos que hubieran experimentado conmigo, como dijo ese Barnett. Al igual que no lograba acordarme de haber secuestrado a Zada. No tenía buena relación con ella, pero en la vida se me hubiera ocurrido hacerle daño. Tenía bien claro que, por mucho que no recordase, yo no había sido. Es más, a principios de verano mis padres se tuvieron que ir por un tiempo a Noruega por asuntos de trabajo y me llevaron con ellos. Todo tenía que ser una mentira diseñada por ese hombre, ya que ni yo era una secuestradora ni Alex era un asesino.
No pude hablar con el nuevo director, pues, según la secretaria, no se encontraba en estos momentos en el instituto. Entonces, decidí ir al gimnasio para hablar con el entrenador de voleibol antes de volver al coche de Hobson. Estaba dispuesta a volver oficialmente a ese deporte. Lo extrañaba demasiado y necesitaba volver a vivir esos partidos emocionantes en los que la multitud gritaba en las gradas.
Cruce el pasillo que daba al gimnasio. Las imágenes del momento de aquella noche vinieron a mí. Ver a Alex mirándome con decepción y dejándome plantada en mitad del pasillo con las lágrimas en mis ojos hizo que se me encogiera el corazón. En cambio, se me hizo más pequeño cuando lo vi en el centro del gimnasio con una vestimenta blanca. La puerta estaba abierta y el entrenador de kárate estaba impartiendo sus clases.
«¿Qué hacia él ahí? ¿Desde cuándo estaba apuntado a karate?», me pregunté.
Opté por no entrar. No quería interrumpir la clase, ni mucho menos que Alex se percatara de mi presencia. Me quede observándolo a larga distancia. Todos se encontraban en pareja practicando las técnicas y a Alex le había tocado con un chico alto y fuerte. Él también lo era, pero el otro lo superaba. El profesor estaba explicando cómo desarrollar una técnica de bloqueo y cuando terminó, todos empezaron a trabajarla. Alex no tardó ni un segundo en estar en el suelo, con la cara aplastada.
Sonreí inconscientemente. Siempre me parecía un chico bastante humilde e inocente para estos deportes que verlo ahora practicando uno me parecía raro, pero a la vez me daba ternura. Lo echaba de menos.
—Oh, Tori, ¿qué hace usted aquí, princesa? —una voz explotó mi burbuja y me hizo volver a la realidad.
Giré mi cabeza hacia esa persona y resultó ser el entrenador de Voleibol, aunque con el apodo de princesa ya podría haberlo sabido.
—Ah, hola —saludó a mi guardaespaldas con tono confundido, pues este se encontraba bastante serio mirando a mi entrenador.
Mi entrenador era alto y de una complexión atlética. Su cabello era rubio y bastante corto, una barba del mismo tono sombreaba su mandíbula y sus ojos era de un color azul intenso. Llevaba puesto unos pantalones cómodos para hacer deporte y una sudadera morada bastante ancha.
—Eh... Elliot, él es Archer, mi nuevo guardaespaldas —le comuniqué cuando vi que fruncía el ceño al verlo.
Miré de nuevo hacia donde se encontraba Alex y ya estaba levantado para un nuevo intento de sobrevivir en la lucha. Me encantaba esa parte de él, la que nunca se rendía.
—He venido para hablar con usted sobre el equipo de Voleibol —seguí hablando.
—Oh... ¿quieres volver? —me preguntó, asombrado y con una sonrisa en su cara.
—Sí, quisiera volver a vivir la experiencia que me regaló este deporte.
—Me parece perfecto. Eres el alma del equipo, te necesitamos, capitana —apuntó con felicidad.
—Eh... ¿volvería a serlo? —pregunté, sorprendida por la noticia.
—Nunca dejaste de serlo, princesa.
—Gracias —sonreí.
—¿Y cómo estás? Me he enterado de lo ocurrido... ¿Cuándo saliste del hospital? —interrogó, preocupado.
—Salí el lunes y... bueno... estoy algo confundida, ya sabes —dibujé en mi rostro una sonrisa para no dar pena.
—Ya... todo lo que ha pasado ha confundido mucho a todo el mundo... Veo que tus padres han tomado medidas sobre lo ocurrido... —masculló con su mirada fija en Archer. Giré mi cara para mirarlo también y asentí. Volví a mirar a mi entrenador—. Lo siento mucho, princesa —me devolvió la sonrisa y puso una mano en mi hombro para acariciármelo. Archer lo miró con mala cara y enseguida Elliot quitó la mano de ahí.
—Tranquilo, todo pasa por algo... Solo espero que después de tantas desgracias venga lo bueno —indiqué con tristeza.
—Voleibol te lo proporcionará, tranquila —sonrió.
—Eso no lo dudo —solté una carcajada.
—Bueno... entrenamos lunes, miércoles y jueves, te espero en el próximo entrenamiento, princesa —me guiñó un ojo.
—La primera seré en estar —esbocé una sonrisa.
El entrenador se despidió y se marchó.
Me di la vuelta para volver a ver a Alex. La clase de karate al parecer ya había terminado y para mi sorpresa Zada se encontraba delante de Alex. Él la miraba con una de esas sonrisas que tanto me gustaban. Y, de repente, como si el mundo estuviera en mi contra, Zada se acercó para darle un beso ¿en la boca? Creo haber visto bien... Estaban lejos de mí y ella delante de Alex, impidiéndome verlo bien, pero podría estar segura de que ese beso fue en la boca, sino ¿a dónde iba a ir? El corazón se me cayó por un precipicio y quise llorar delante de Archer, pero me prometí una vez que nadie iba a derrumbarme, que sería fuerte en cada batalla derrotada. Así que me di la vuelta, miré a Archer y caminé por el pasillo para encontrarme con Hobson en el coche.
—¿Todo bien? —me preguntó con su típica sonrisa.
Yo simplemente asentí mientras miraba por la ventana la puerta principal del instituto con los ojos llorosos.
Archer entró también en el coche, a mi lado en la parte trasera.
—Hey, pequeña Tori, ¿se encuentra usted bien? —inquirió Hobson, borrando la sonrisa y mirándome a través del retrovisor. Yo me encontraba sentada detrás de él.
—Sí —lo miré también a través del retrovisor—. Arranca, por favor, quiero descansar.
Hobson asintió y me hizo caso.
Al llegar a casa, salí del coche para entrar rápidamente a casa y encerrarme en mi cuarto. Era verdad que necesitaba descansar. No era por sueño, sino por cansancio mental acumulado. A pesar de haber estado un mes en coma, mi mente estaba agotadísima. Aunque también un factor importante para mi cambio de humor fue ver de nuevo a Alex Brooks.
La puerta de mi habitación se abrió de repente y alguien encendió la luz, iluminando toda la habitación de nuevo, ya que las persianas de mi ventana impedían que los rayos del sol entraran en mi cuarto.
—¿Te encuentras bien, hermanita? —me preguntó Louis y se acercó a mi cama para sentarse en la orilla de esta.
—Sí, igual de bien que todas esas veces en las que me lo preguntasteis —respondí, cansada de contestar la misma pregunta desde que desperté del coma.
No me quejaba que mi familia estuviera ahí para mí en todo lo que necesitaba y que se preocupara por mí, pues no todas eran iguales, pero me cansada decir siempre una mentira bastante clara, ya que sí, podría estar perfectamente físicamente, pero mentalmente me sentía como una mierda.
Me reincorporé en la cama, sentándome en forma de indio, y abracé un cojín.
—Ya, pero yo no te creo —indicó.
Lo miré con un nudo en la garganta. Esa conexión de mellizos nunca se rompía. Él podía saber cómo me encontraba con tan solo una mirada.
—No quisiera abrir la llaga, pero ya sabes que...
—Él no me hizo nada —afirmé con antelación. Sabía que iba a hablar de Gerard—. Sí, salí con él de la fiesta, pero fue para arreglar unos asuntos y...
—¿Arreglar unos asuntos? ¿Cuáles?
Esa pregunta me pilló de improvisto. Tenía que inventarme algo rápidamente para que no sospechara. Y ni de coña podía nombrarle lo de su prometida desaparecida. Eso sería tener que darle más detalles de lo ocurrido y no podía poner en peligro a mi hermano.
—Una sorpresa para la fiesta —mentí.
—¿Y eso es arreglar unos asuntos?
—No sé si conoces a Alex Brooks.
Nombrar su nombre revolvió mi estómago, pero se me había ocurrido una idea. No sabía si era brillante o no, pero al menos era una buena opción ya que concordaba con lo sucedido.
—Sí, sé quién es, ¿qué pasa con él? No me vayas a cambiar de tema que...
—Ese chico cantaba esa misma noche y tiene pánico escénico. Así que...le pedí al tío Harrison si podíamos apagar las luces para que nadie lo viera mientras cantaba. Él aceptó y me ayudó el señor Gerard. Pero...empezaron los disparos y todo se fue a la mierda —cité con la mirada fija en el suelo.
—Entonces fuiste vosotros quienes apagasteis las luces... —murmuró, supongo que asimilándolo—. Espera... ¿cómo sabes que ese chico tiene pánico escénico?
—Es mi compañero de Francés, un día me lo dijo —expliqué sin dar mucha información.
—¿Lo conocías muchos? —interrogó.
—¿Por qué quieres saber eso?
—Quizás porque es el principal sospechoso de la desaparición de Zada —decretó, encogiéndose de hombros.
—Pero... ¿Zada no ha sido ya encontrada? —cuestioné, abrazándome aún más al cojín. Esta conversación no me estaba gustando.
—Ya, pero él fue quien estuvo aquella vez en la que Zada desapareció y fue quien la encontró. ¿No es mucha casualidad?
—Ese chico es inocente —aseguré con la mirada clavada en los ojos de mi hermano.
—¿Por qué tan segura? —apretó la mandíbula.
—Respondo a la pregunta de antes. ¿Lo conocías mucho? Sí —dije sin apartar mi mirada de él.
—Y no vas a decir nada, ¿no? —supuso y yo negué lentamente con la cabeza—. ¿Cuándo dejarás de ocultarnos cosas, Victoria? —cuestionó, furioso.
—Te lo estoy contando —aseveré, siguiendo aún con nuestra batalla de miradas.
—Pero... —lo interrumpí.
—Louis, ya te lo dije, esa noche ni Alex ni Gerard pudieron hacerme nada, estoy más que segura. Gerard simplemente me ayudó a darle un empujón a Alex en la actuación.
Mi hermano soltó una carcajada.
—Bueno... pues tu plan no funcionó —rio para quitarle tensión a la situación y miró hacia otro lado—. El chico no se atrevió, ya que..., antes de que todo se volviera oscuro, se bajó del escenario, quizás porque su compañero le falló y no fue capaz de hacerlo solo por ese miedo escénico del que hablas —se encogió de hombros—. No sé, la gente murmuraba eso.
«Su compañero...», pensé.
Dejé plantado a Alex en mitad del escenario por estar en esa clase con Gerard. Eso, sumado al beso que me dio, fue suficiente para que no quisiera saber más nada de mí.
De pronto, recibí un mensaje de Briseida, una chica de mi grupo. Bris se estuvo preocupando mucho durante toda la semana. Todos los días me mandaba mensajes preguntándome como estaba. También recibía mensajes de Vivian, quien también estaba bastante preocupada por lo ocurrido. Incluso podría decir que estaba algo cambiada por su forma de hablarme y de actuar.
Cariño, hoy celebro mi cumpleaños en mi casa. Sé que no estarás en condiciones, pero si puedes pasarte un poco y así despejarte... perfecto. Si no, hacemos videollamada, aunque no te prometo estar serena jajaja. Hasta luego, guapa, te quiero.
Tras leer eso, levanté la vista para mirar a mi hermano, quien aún se encontraba sentado en mi cama, observándome. Me hizo una seña con la cabeza para preguntarme qué pasaba y se lo comenté.
—No, no te encuentras bien, Tori —rechazó mi propuesta.
—Louis...por favor...quisiera hacer vida normal —le supliqué.
—Victoria, eso en otro momento, ahora no —se negó rotundamente—. Además, tu vida dejó de ser normal, ya lo sabes —me recordó.
—Archer me acompañará, no hay ningún peligro.
—Claro, también te seguirá cuando te vayas con un chico a alguna habitación, ¿no? —cuestionó, levantando una ceja.
—Dejé de ser así, Louis —aclaré—. Además, no puedo beber, estoy con medicamentos. Simplemente... iré, veré por fin a mis amigos y, por un momento, podré olvidar lo ocurrido. Por favor...
Quería ir a esa fiesta. Posiblemente fuera una locura ya que recién salgo del hospital, pero necesitaba despejar la cabeza y poder ver a mis amigos. Además, era el cumpleaños de mi amiga, no podía perdérmelo.
—¡Feliz cumpleaños, Bris! —la felicité y me lancé a sus brazos.
Después de intentar convencer a mi hermano tras varios intentos, aceptó. Él también iba a venir a la fiesta, ya que, como era obvio, estaba invitado, y así él podría estar pendiente de mí para asegurarse de que me encontraba bien. Por ello, él habló con mis padres para comunicárselo. Ellos no estaban muy convencidos, pero aceptaron a regañadientes. Después de lo ocurrido no podían dejar de preocuparse por mí, como es obvio, pero haber contratado a Archer como guardaespaldas les calmaba un poco. Por otra parte, también llamé a Christian para que me acompañara y así estar más segura —además de poder verlo—, pero no podía.
Nada más saber que podía venir a la fiesta de mi amiga, corrí hacia mi armario para abrirlo y vestirme con gran rapidez. Me puse un jersey amarillento con mangas anchas y unos vaqueros claros. Cuando terminé, llamé enseguida a mi guardaespaldas para comunicarle que estaba lista.
Había un montón de personas en la fiesta. Bris, además de invitar a nuestro grupo, también llamó a sus primos, que tenía una gran cantidad, y a la mayoría de los adolescentes de la ciudad de Riddle Woods. La música retumbaba por toda la casa, dando un buen ambiente de fiesta.
—Ay, Tori, muchas gracias por venir, ¿cómo te encuentras? —me preguntó Bris tras separarnos. Ella se percató de Archer y lo miró raro.
—Bien —sonreí—. Este es Archer, mi guardaespaldas.
—Oh...guay —sonrió y me miró—. No sabes lo preocupada que me tenías cuando me enteré de lo sucedido. ¿En serio no sabes qué paso? —interrogó con el ceño fruncido.
—Nada... —mentí—. Y no fue culpa del señor Gerard, como todo el mundo dice —aseguré antes de que ella me lo insinuara. Bris negó con la cabeza e iba a decir algo—. Posiblemente nadie tuviera la culpa y fuera consecuencias del alcohol...
—El alcohol a veces...
—¿Tori? —alguien preguntó a mis espaldas por mí, interrumpiendo a Briseida. Reconocí su voz de inmediato y me giré.
Ver ahí a la persona que estuvo durante tanto tiempo mintiéndote y ocultándote cosas no era agradable. Vivian estaba delante de mí con un vaso, lleno seguramente de alcohol, y con el ceño fruncido.
— ¡Tori! —exclamó con una sonrisa en su cara. Dejó el vaso a un lado y vino hacia mí para rodearme con sus brazos—. Te he echado mucho de menos...cerda.
El trato de Vivian hacia mí no había cambiado. Y con eso no quería decir que no me gustara. Ambas siempre nos llamábamos con pequeños insultos o apodos cariñosos. No obstante, me sorprendió que, a pesar de llevar en sus venas alcohol, estuviera así de melancólica conmigo. Cuando Vivian consumía ese líquido, se olvidaba de los demás y nada más quería complacer sus deseos más impuros.
—¿Estás bien? —preguntó tras separar su cabeza un poco para mirarme, aunque aún abrazada a mí. Yo asentí y seguidamente ella volvió a abrazarme con fuerzas.
—Al parecer no fui la única que se preocupó por ti —apuntó Bris, quien se encontraba observando nuestro abrazo.
—Como para no preocuparme por esta idiota —manifestó Vivian, ya separada de mí, con una sonrisa—. Es mi mejor amiga, mi hermana...
Sonreí ante sus últimas palabras. Por una parte, sentía lo mismo que Vivian. Ella para mí era como esa hermana que nunca tuve. Ambas estuvimos en nuestros peores momentos apoyándonos la una a la otra. Ella estuvo para mí cuando Zyon me hizo añicos tras sus engaños y yo estuve para ella cuando el chico que tanto ella amaba, quien nunca me dijo su nombre ni nada, le hizo a ella algo similar. Pero...por otra parte, esas palabras me dolieron, ya que, si realmente me consideraba como una hermana, no debería de haberme ocultado que tenía un hermanastro, ¿no?
Después de estar un rato hablando, Bris me llevó con nuestro grupo. Observé el panorama y sentí una punzada al no ver a Bruno ahí. Recordar cómo me engañó y manipuló dolía, ya que creía conocerlo de verdad. Seguí contemplando mi grupo y me detuve en un punto fijo. En ese momento, un nudo se hizo en mi garganta. Mi hermano Louis estaba besándose con Faith, la capitana de las animadoras, la misma chica con la que me estuvo engañando Zyon.
—Qué bien se lo está pasando mi hermano —le dije al oído a Vivian tras sentarme en el sofá en el que también se encontraba Daryl. Me encontraba en el medio de ellos. Archer, para no molestar, se quedó en el marco de la puerta de la habitación, observando con cautela.
—¿Celosa? —cuestionó Daryl con una sonrisa—. Ahora entiendo eso de la protección de mellizos.
—No es eso... simplemente... me sorprende —manifesté y me encogí de hombros.
—¿Por qué? —preguntó Vivian.
—Louis pocas veces es así —apunté con la mirada clavada en mi hermano y Faith, quienes ahora se encontraban charlando animadamente.
—Ya, pero...
—Si es su novia, ¿por qué no? —Daryl interrumpió a Vivian. Ella separó su cuerpo del respaldo del sofá y lo miró mal. Yo también lo miré, pero asombrada.
—¿Su novia? ¿Cómo? —cuestioné, sorprendida.
—¿No te lo dijo? —inquirió Vivian.
Negué con la cabeza. Tenía de nuevo la mirada clavada en la pareja. Faith le tomó de la mano a Louis y se lo llevó de la sala. Me mordí el labio fuerte. Me daba rabia que ella estuviera con mi hermano, ya que no quería por nada en el mundo que Faith lo utilizara. Sin embargo, quizás ellos realmente se quieran. Mientras que ella no le hiciera daño a mi hermano, yo era feliz por verlo enamorado y contento.
—¿Quieres un poco, nena? —preguntó Vivian, refiriéndose al vaso de alcohol que agitaba con su mano.
—No puedo —respondí y le comuniqué que iba a tomar el aire un poco. No sabía si era producto de las pastillas, pero la música retumbaba aún más en mis oídos, al igual que el jaleo que ocasionaba las personas. Me estaba agobiando un poco y necesitaba ir al exterior.
Me levanté del sofá y me dirigí hacia Archer. Este se encontraba mirándome con seriedad. Llevaba puesto su típico traje negro de chaqueta con corbata. Le dije que iba a ir al baño. Esa era una buena excusa para que no me acompañara. Sin embargo, él insistió en acompañarme hasta la puerta. Suspiré y cerré los ojos. Quería tener un poco de espacio personal y tener un guardaespaldas impedía poder tener un poco de tiempo a solas para ti misma.
Cuando abrí los ojos, vi algo detrás de Archer, a lo lejos, que me llamó la atención. Alex se encontraba en esta fiesta también. Estaba con su grupo, Ayleen y Dexter, aunque Zada no se encontraba ahí. Al verlo con ellos me alegró saber que había solucionado sus problemas con Ayleen, pero saber que estaba en el mismo metro cuadrado que yo me puso mala. La Victoria Watson de hace menos de un mes se hubiera atrevido a acercarse a él para hablar de lo ocurrido e intentar contarle mi versión de los hechos, pero la de ahora se encontraba cansada de arrastrase por los demás y recibir solo palos. Además, tenía miedo de abrir la herida que se formó dentro de mí aquella noche de Halloween.
Fui al baño del primer piso, aunque no tuviera ganas, y me encerré en él. Archer se quedó afuera, esperándome. Me miré en el espejo y suspiré. Quería librarme de mi guardaespaldas para poder estar sola y poder respirar el aire tranquila sin que hubiera una persona vigilándome a mis espaldas. Pero así era mi vida ahora. Todo había cambiado demasiado. La explosión del almacén alteró todo mi sistema nervioso y ahora vivía con miedo. Cualquier ruido fuerte me asustaba. Por eso, incluso la música de la fiesta me agobiaba.
Giré mi cabeza y vi una ventana. Una idea pasó por mi cabeza y, aunque me metiera en un buen lío luego, me parecía una gran opción. Me acerqué a la ventana y, sin hacer ruido, la abrí. Una ráfaga de aire se chocó con mi cara. Miré hacia los lados y pasé una pierna por la ventana para luego pasar la otra e irme del cuarto de baño sin que mi guardaespaldas se enterara.
¡MUY BUENAS! Un domingo más y un capítulo más para ustedes jeje. He tardado un poco más de lo normal en subir el capítulo. Hoy fue un día bastante trabajoso. Que si estudiar, "corregir" el capítulo, almorzar con mi familia, incluido primos (plan de todos los domingos) y viajar a Sevilla Capital (España) para irme a mi piso universitario... Y, lo mejor de todo y algo que no puedo evitar contarlo, encontrarme a mis compañeros de piso haciendo un ritual satánico me ha dejado un poco shockeada jaja.
Como habéis podido comprobar, la vida de nuestros protagonistas han cambiado un poco bastante y ahora viven alertados. Victoria, por suerte o por mala suerte, tiene a alguien a quien la proteja de cualquier amenaza. Sin embargo, a ella no le agrada nada esa idea y quiere libertad.
Pregunta: ¿Habrá sido una buena idea escaparse de su guardaespaldas? Dejenme sus teorías del próximo capítulo.
Por otro lado, en el fiesta de cumpleaños de Bris también se encontraba Álex. ¿Victoria y Álex tendrán un encontronazo duranta la noche?
Nos vemos el próximo domingo con más y mejor. ¡Hasta la próxima!
Atte: Nezla.
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