29. Hasta luego.
CAPÍTULO 29
HASTA LUEGO
ALEX
Tenía el corazón tan acelerado que no podía respirar correctamente y las lágrimas me impedían poder ver bien mientras que corría cuesta arriba. El pitido del claxon de un coche se instaló en mis oídos, ordenándome que me apartara del asfalto y que caminara por la acera.
Me tuve que detener por un momento para recuperar el aliento. Me eché sobre mis rodillas y dirigí mi mirada hacia ese mismo coche que me iba a atropellar y que ahora estaba abandonando la avenida. Aún me quedaba un largo recorrido hasta el hospital donde se encontraba Daniel ingresado.
Antes fui a la casa de mi padre a por mi coche para ir más rápido, pero la llave del automóvil se encontraba en mi habitación y se me habían olvidado las llaves de la casa. Así que no tuve más remedio que emprender el camino corriendo, mojándome con la lluvia. La nieve fue reemplazada por gotas de agua que caían sobre mi cabello, el cual estaba cubierto por la capucha negra de mi sudadera.
Ordené de nuevo a mis pies que reanudaran la marcha, hasta que llegué al hospital. Me adentré con pasos rápidos mientras llamaba a Vivian con el móvil. Me colé por uno de los pasillos del hospital sin permiso y, con los médicos detrás de mí, empecé a buscar a mi hermano.
Vivian contestó a la llamada justo cuando había llegado al pasillo donde la familia de mi padre se encontraba. Ella se encontraba con el móvil en posado en la oreja, al igual que yo, y ambos estábamos mirándonos. En los ojos llorosos de Vivian podía notar que algo malo había pasado.
Miré a su alrededor y vi a mi padre completamente furioso con el doctor mientras que Margaret lloraba. Vivian negó con la cabeza y a la vez miles de lágrimas empezaron a abandonar sus ojos, haciéndome a mí también llorar. Los médicos que me perseguían llegaron a mi lado y me retuvieron entre sus brazos, pero me zafé de su agarre con una fuerza que nunca conocí y corrí hasta mi padre. Me abalancé sobre él, creyendo que le había hecho algo a mi hermano. Él me retuvo contra la pared y me ordenó calmarme.
La furia recorría todo mi organismo y quería destruir en ese mismo instante a Ryan. Sin embargo, Vivian me tomó del brazo, separándome de mi padre, y me llevó a otro pasillo para explicarme qué había pasado.
Margaret estaba bañando a Daniel para luego vestirlo para la cena de Acción de Gracias. Llamaron en ese instante al timbre y, como Vivian estaba ocupada bañándose también y mi padre no se encontraba en la casa, Margaret tuvo que ir a abrir la puerta. Cuando volvió junto a Daniel, él estaba sumergido debajo del agua. Lo sacó rápidamente y lo intentó reanimar, pero no respondía. Entonces, mi padre regresó a mi casa justo en ese momento y también lo intentó. Sin embargo, nada servía para despertar a mi hermano. Lo llevaron al hospital y también le hicieron algunas pruebas, pero nada funcionó, ya que su corazón se encontraba herido. Le había dado un misterioso infarto y los médicos no lograron reanimarlo.
Mi cuerpo se debilitó y, mientras las lágrimas bañaban mis mejillas, mis piernas flaquearon hasta no poder más con mi peso. El mundo se derrumbó a mi alrededor y no pude evitar rendirme. Vivian me sujetó antes de que me cayera al suelo y me abrazó. Ambos lloramos en los brazos del otro.
«Daniel...», pensé.
En menos de nada, ese niño que tanto adoraba se desvaneció y ni siquiera me pude despedir de él. Lo último que hice con él fue contarle la historia de mi madre... Le prometí una cosa y no la cumplí... Le dije que lo llevaría al parque y antes de que pudiera pestañear, él se había ido con el viento...
Vivian se separó de mí y, con los ojos rojos por el llanto, miró a algo que había detrás de mis espaldas. Me giré y Victoria estaba al final del pasillo. Ella corrió hasta llegar a nosotros y nos envolvió en un abrazo a los dos juntos.
Vivian se retiró y nos dejó a solas, sorprendiéndome. Victoria alzó sus manos para quitarme todas esas lágrimas que salían de mis ojos y volvió a envolverme entre sus brazos.
No tenía fuerzas para hablar, pero cuando me separé de ella le pregunté:
—¿Qué haces aquí?
—Vivian me avisó —murmuró con los ojos llorosos y me acarició la mejilla—. Me dijo que me necesitarías.
—¿Ella...?
—Sí, ella.
—Pero tus padres...
—Me da igual mis padres Alex —susurró y juntó su frente con la mía—. No podía dejarte solo.
Alguien apareció detrás de Victoria y ella se separó de mí para dejar que Louis pudiera darme un abrazo fuerte. Al parecer él fue quien trajo a Victoria, aunque a los padres no les parecieran una buena idea.
Volvimos al pasillo donde estaba mi padre con su esposa y Vivian un poco más apartada de ellos. Nos acercamos a Vivian y Victoria la abrazó para que pudiera soltar las lágrimas sobre su hombro con más paz.
«Mamá...», recordé en ese instante.
Ya no me quedaba nadie de mi supuesta familia. Mi madre se marchó también, aunque al menos de ella sí me pude despedir, no como con Daniel. Y esto es lo que siempre pasa. Nunca vas a saber cuándo será la última vez que verás a una persona. Pensé que este momento iba a tardar en llegar, ya que Daniel era un niño bastante pequeño que tenía mucha vida por experimentar. Sin embargo, su alma se desvaneció y el viento se llevó consigo a mi pequeño hermano.
Ahora las dos personas que más amaba con todo mi corazón se habían ido de mi vida, dejándome solo y roto.
Todo pasó bastante rápido que ni me di cuenta de que había llegado el martes. Me encontraba delante del ataúd donde se encontraba mi hermano. Mis ojos apenas tenían lágrimas para soltar, pero una gota de agua recorrió toda mi mejilla, hasta llegar a mi boca, mojándomela, notando un sabor algo salado.
Suspiré y me mordí el labio. Saqué un papel del bolsillo del pantalón y lo puse encima de la caja de madera. Era la carta para Santa Claus. La misma en la que él había escrito: "Que mi hermano Alex nunca se vaya de mi lado y esté conmigo para siempre". Debajo de esa petición le escribí algo yo también: "Siempre estaré ahí contigo, renacuajo". Encima de la carta le coloqué la pulsera amarilla que él siempre se ponía y que tenía a juego conmigo, —aunque la mía era morada—. Contemplé atentamente el ataúd antes de volver a mi posición y mis ojos se aguaron.
Había un montón de personas en el lugar presenciando el funeral de mi pequeño hermano. El ataúd se encontraba en el medio y era bastante pequeñito, del mismo tamaño que mi hermano. Las flores estaban colocadas alrededor de la caja de madera, aunque en realidad estábamos rodeados por un gran jardín lleno de plantas y árboles. También había una foto de Daniel al lado del ataúd. Él lucía bastante feliz con una gran sonrisa en su rostro, mostrando la ausencia de sus dos paletones.
Me parecía bastante raro que a un niño de cinco años le diera un infarto así de la nada. Primero pensé que podría haber sido por la gran gripe que sufrió hace unas semanas, pues estaba en estado grave, pero tampoco me concordaba. La segunda idea que se me pasaba por la cabeza es que fuera todo planeado por mi padre, ya que él no tenía corazón para saber amar. No obstante, él mismo me reveló que le hacía feliz tener a un niño de su propia sangre, ya que yo no lo era. Entonces, pensé una tercera causa y la piel se me enfrió. Solo esperaba que el proyecto Susac no tuviera nada que ver, pues el viernes lo tuvieron en sus manos y lo dejaron en libertad como si nada. No me convencían las teorías de los médicos y no podía quedar con los brazos cruzados. Tenía que averiguar qué pudo ocasionar la ida de mi pequeño hermano.
Llegó la hora de los discursos de despedida para Daniel. Sin embargo, no podía subirme al escenario para leer mi carta, pues iba a acabar llorando y me iba a derrumbar delante de todo el mundo. Del mismo modo, tampoco podía escuchar a esas personas que se subían al pódium para desearle lo mejor a nuestra familia y despedirse de mi pequeño hermano.
Arrugué con mis manos la carta que le escribí a mi hermano y las lágrimas volvieron a salir a la superficie. En cambio, cesaron cuando alguien me tomó de la mano. Vi una cabellera rubia de reojo y mi corazón se tranquilizó, encontrándose en paz.
Giré mi cabeza para identificar a esa persona y Victoria, quien llevaba puesto un vestido negro que se ceñía a su cintura, apretó fuertemente su agarre, para hacerme saber que ella había llegado y que no se iba a separar de mí. Siento sus dedos entrecruzarse con los míos y muchas más lágrimas vinieron a mí, pero me contuve, dejando mis ojos llorosos simplemente. Dejé de mirarla para que no se diera cuenta de mi estado, aunque con la situación en la que me encontraba estaba más que claro que podía permitirme estar mal.
Victoria me quitó de la otra mano el papel y me comunicó que ella sería quien lo leería por mí. Ella apartó con suavidad a las personas para llegar hasta el pódium y, antes de leer, me miró.
—Apagar las luces de tu habitación para que crean que estas descansando mientras que lágrimas recorren tus mejillas... —comenzó a leer Victoria—. Sientes ese dolor desgarrándote por dentro. Ese mismo que te deja sin respiración y te araña el corazón. Así me encuentro tras enterarme de que ya no volverás a formar parte de mi vida.
» Ya nada está bien. Desde hace tiempo nada está bien. Ya nada es igual. Tantas desgracias, tantas caídas, tantas derrotas... tantas situaciones que a lo largo de la vida te dejan roto. No sabía qué me pasaba, pero desde hace tiempo siento un dolor que no me deja vivir tranquilo, ese mismo que te hace llorar en mitad de la noche y en silencio para que nadie se entere. Quería estar solo pero a la vez quería un abrazo.
» Superar cada obstáculo en mi vida me ha hecho sentirme cada vez más fuerte, pero ahora que ya no estás, mi mundo se vuelve a decaer. Tú eras quien siempre me daba ese abrazo que necesitaba, quien me ayudaba a superar todos esos obstáculos para avanzar en la vida..., pero te fuiste. Las piezas de este fuerte se cayeron lentamente hasta que solo quedaron cenizas. Cenizas que se convirtieron en recuerdos en los que solo tú apareces y los que nunca más podré vivir de nuevo.
» La vida me enseñó en no confiar en nadie. Los amigos en cualquier momento te pueden fallar, la familia te falla, el amor te falla... ¿en qué mundo vivimos entonces? Confía en la gente pero realmente no lo hagas. En el recorrido de mi corta vida he aprendido que solo puedes confiar plenamente en ti mismo. Tú eres tu mayor ancla, recuérdalo siempre. La verdadera persona que siempre ha estado ahí contigo en todas tus batallas por querer seguir en este mundo has sido tú mismo. Tu almohada y tú lo habéis vivido juntos. Nadie más. Sin embargo, mi madre y tú (bueno, y algunas personas que no voy a mencionar ahora) me habéis enseñado a amar y también que todos en nuestra vida tenemos nuestro ángel de la guarda. En mi caso fue mi madre y en el tuyo he intentado serlo yo. Quería protegerte de todos los males de este planeta, pero fallé...
» Daniel..., eres ese hermano que siempre deseé tener y que nunca dejé de querer. Gracias por ser esa persona que me ha salvado del precipicio y me ha guiado en esta dichosa vida. Y sí, duele saber que nunca más podré verte, ni escuchar tu risa, ni cantar contigo, ni llevarte al parque tal y como te prometí... pero... sé que, estés donde estés, estarás bien, e incluso mejor que en este mundo que todos desconocen. Eres ese niño que siempre alumbraba el camino de mi vida y ahuyentaba toda esa oscuridad que me perseguía. Eres esa persona que me ha demostrado que aún hay esperanzas en la humanidad y que me enseñó que hay que luchar contra el destino para escribir tu propio final y poder ser feliz con la princesa de cabellos dorados y ojos verdes azules.
Victoria paró de leer por un momento y levantó la cabeza para mirarme.
—Esto no es un adiós, es un hasta luego, ya que nos volveremos a ver en cualquier momento —volvió a centrarse en la carta de despedida—. Muchas gracias por hacerme brillar, renacuajo. Te quiero. Alex Brooks.
Nada más terminar de leer, se bajó del pódium y se acercó a mí para darme otro abrazo. Que hubiera venido me gustó. Me sentía bastante bien teniéndola a mi lado. Cuando nos separamos, ella volvió a tomarme de la mano
Después de un cuarto de hora aproximadamente, enterraron delante de mis ojos a Daniel. Apreté con fuerzas la mano de Victoria para reprimir ese nudo que ahogaba a mi corazón. La ceremonia terminó y me giré hacia Victoria para estar cara a cara con ella
—Gracias por venir —susurré.
Victoria colocó su mano en mi mejilla y me la acarició.
—Siempre estaré ahí... —murmuró.
Asentí y desvié la mirada para que no me viera mal, pero ella me tomó de la barbilla y me obligó a que la mirara.
—Si tienes ganas de llorar, hazlo, pero nunca te escondas... no conmigo.
Por mucho que Victoria me dijera que podía desahogarme delante de ella, había algo en mi interior que me impedía poder soltar las lágrimas. Quizá fuera porque no podía mostrar ese sentimiento delante de las personas después de tantas caídas. También podría ser porque ya no me quedaban lágrimas que soltar, aunque el dolor siguiera estrangulando a mi corazón.
—¿Cómo has venido? —le pregunté, preocupado por el tema de sus padres.
—Archer me trajo —empezó a explicarme—. No podía dejaros solos en el día de hoy —dijo refiriéndose a Vivian—. Antes estuve con Vivian y cuando te vi, algo dentro de mí se rompió. No puedo verte así, pero a la vez quiero que te desahogues y expulses todo ese dolor.
—¿Y tus padres están de acuerdo?
—Louis me ayudó a convencerlos. Además, mis padres no me pueden prohibir venir a un funeral para animar a mi mejor amiga y a esa persona que tanto amo.
—¿Me amas? —pregunté, sorprendido y aliviado a la vez.
—Cada día más.
Victoria me tomó de la mano de nuevo y me la acarició. Sonreí un poco, pero desvié la mirada cuando mi hermano volvió a invadir mi mente. Ahí vi a Vivian, a lo lejos mirándonos y Victoria se percató de ello.
—Deberías hablar con ella —me aconsejó—. Tienes que contarle ya la verdad.
—Lo intenté muchas veces y no pude —suspiré—. Es imposible hacer que ella me quiera escuchar.
—Ya... pero vuélvelo a intentar. Quizás esta vez te quiera escuchar.
—O puede que piense que solo lo hago porque quiero estar bien contigo —supuse con la mirada aún clavada en mi hermanastra.
—Sin hacerlo ya lo estás...
Victoria me tomó de nuevo de barbilla para que la mirara a los ojos.
—Yo te escuché y te creí —susurró cerca de mi cara—. Puedo ayudarte para que ella acepte hablar contigo al menos.
Justo en ese momento mi hermanastra se acercó a nosotros, haciendo que Victoria alejara su rostro del mío.
Vivian estaba vestida con una blusa negra y una falda del mismo color.
—Ryan ha dicho que nos vamos —indicó ella.
—Id ustedes, ya luego iré yo —le comuniqué y ella me miró para luego posar sus ojos en Victoria—. No quiero volver a casa ahora —aclaré para que no hubiera malentendidos y ella asintió.
—Lo siento mucho, Vivian... —murmuró Victoria.
Victoria se acercó a mi hermanastra y la rodeó con sus brazos. Vivian apoyó su cabeza en el hombro de ella. Pude ver cómo sus ojos empezaban a cristalizarse, pero no dejaba escapar esas lágrimas que ansiaban libertad. Vivian era una persona muy reservada, más que yo incluso. Muy pocas veces la vi llorando delante de personas. Solo cuando estuvimos juntos como pareja.
Cuando ambas se separaron, Vivian pasó por el medio de Victoria y yo. Ambos seguimos sus pasos con la mirada. Miré a Victoria y ella a mí también. Victoria me hizo una seña con la mirada, advirtiéndome de que este era el momento para poder hablar con ella y solucionarlo todo.
—Vivian —la llamé antes de que estuviera muy lejos de nosotros y ella se giró, esperando una respuesta—. ¿Podemos hablar un momento? Por favor.
Ella nos miró a ambos y después de estar unos segundos parada, volvió a caminar hacia nosotros.
—¿De vosotros? —cuestionó ella.
—De nosotros —corregí.
—Yo... mejor os dejo solos —intervino Victoria y, después de despedirse de nosotros, se fue con su hermano para dejarnos hablar tranquilamente.
Me quedé un rato mirando a Vivian en silencio, esperando a que se vaciara un poco el lugar. Las personas pasaron a nuestro lado para darnos el pésame y Vivian era quien contestaba, ya que yo no tenía fuerza ni ganas de abrir la boca.
—¿Qué quieres, Alex? —cuestionó Vivian tras despedir a una persona y ver que yo no daba el paso para empezar la conversación.
—Simplemente contarte la verdad, esa misma que llevo mucho tiempo queriéndote confesar pero que tú te negabas a escuchar.
—Ryan y mi madre me están esperando.
—Bueno, si quieres luego lo hablamos. No quiero pisar ahora esa casa, lo siento...
—Yo tampoco —afirmó, mirándome atentamente y mordiéndose el labio, seguramente para no llorar.
—¿Entonces...?
—¿Puedo ir contigo? —me preguntó, sorprendiéndome completamente, y asentí.
Fuimos hasta donde se encontraban Ryan y Margaret para avisarles de que no queríamos volver ahora mismo a casa y luego salimos del lugar para irnos a uno más tranquilo. Nos adentramos en un parque, decorado por preciosas flores de tonalidades azules y rojas, y nos sentamos en un banco.
—Bien... empieza —dijo Vivian.
—Lo primero de todo... lo siento —me disculpé por ser ese imbécil que la hizo llorar durante tanto tiempo y ella asintió, aunque no muy convencida—. Vivian, yo realmente te quise mucho, más de lo que tú piensas, pero...
—Siempre hay un pero —me interrumpió y se mordió el labio.
—Y ese pero es mi padre, como siempre —mascullé.
Me giré, poniendo el brazo izquierdo en el respaldo del banco, para mirarla mejor, mientras que Vivian se encontraba sentada mirando hacia delante.
Se lo expliqué todo detalladamente. Ella al principio parecía que no le concordaba mis palabras, pero a medida que iba contando los hechos, ella suavizó su mirada.
—Tú misma ves cada día cómo me trata Ryan...
Vivian parecía haberse quedado sin palabras, ya que hasta desvió su mirada para no ver mis ojos clavados en ella.
—El audio ese fue muy duro —fue lo único que dijo.
—Era la única manera para que dejarás de enviar mensajes y para hacerte comprender que ya no iba a continuar nuestra historia.
—Pero dolió —murmuró Vivian con la voz rota.
—Perdón...
Vivian giró su cabeza para mirarme.
—De verdad que lo siento... —insistí ya que realmente cometí el error de hacerle ese daño tan grande—. Quiero arreglarlo, Vivian. Quiero acabar con nuestras diferencias y volver a llevarnos bien.
—¿Realmente quieres a Victoria? —me preguntó.
—Intenté alejarme de ella para no molestarte, pero no pude evitarlo... Me enamoré sin darme cuenta.
Vivian asintió y volvió a desviar la mirada.
Tras unos segundos de silencio, volví a hablar:
—Vivian... ¿qué te pasó la noche del viernes? —intenté indagar al recordarlo.
Capté su atención y ella volvió a mirarme, esta vez asustada.
—Confía en mí, por favor.
—Vi a Bruno... —empezó a explicar con la mirada clavada en sus manos—. Me acerqué a él para saludarlo. Comenzamos a hablar y él me dijo de ir a un lugar más apartado. Acepté, aunque no muy convencida, porque su rostro dejó de trasmitir confianza y me daba miedo. Aún siento sus manos por mi piel...
—Espera, ¿él te hizo algo sin tu consentimiento? —pregunté, interrumpiéndola, y ella asintió—. Hijo de...
Mis músculos se tensaron.
—No llegó a pasar nada realmente.
—Vivian, que te manoseen sin tu consentimiento ya es grave —mascullé con rabia.
—Pero antes de que pasara lo que tú y yo estamos pensando, él se detuvo, ya que recibió una llamada. La atendió y en nada, antes de que pudiera desaparecer de su vista, apareció un hombre.
—¿Un hombre? ¿Quién?
—No lo sé... Era moreno, como Bruno, pero no tengo ni idea de quién era.
—Barnett...
—¿Lo conoces?
—Digamos que él me llevó al hospital —hice una mueca con la cara.
—Eso explica que hubiera preguntado por ti...
—¿Qué?
—Sí... —se colocó igual que yo, poniendo el brazo derecho en el respaldo del banco—. Preguntó por ti y luego me dijo que me iba a ir con ellos hasta que tú te dignaras a aparecer. Obviamente yo no quería, pero varios hombres vestidos de negro aparecieron para sujetarme e intentaron llevarme con ellos. Sin embargo, apareció un individuo extraño que tenía los ojos de diferente color e hizo volar por los aires a los hombres que me retenían. Parecerá irreal, pero pasó eso, Alex...
—Te creo, tranquila —murmuré y me mordí la lengua, enfadado—. Hay muchas cosas de este mundo que desconoces.
—¿Como cuáles?
Me lo pensé dos veces si era buena idea contárselo también a ella, ya que ya había muchas personas que sabían sobre el experimento Susac y sobre los Escorpiones. Sin embargo, ella también merecía saber la verdad y no podía ocultársela. Se lo conté todo, obviando algunas cosas para no perder el tiempo —y también porque se me olvidaron—. Ella se me quedó mirando perpleja, como Dexter y Lee cuando se lo conté.
—¿Me estás diciendo que tú eres una bestia que mató a Victoria y ella revivió como una mujer escorpión? —preguntó con un tic en el ojo.
—Ya sé que no es creíble, pero es la verdad... Te lo juro.
—Entonces... Ryan no es tu verdadero padre —supuso.
—Él mismo me lo afirmó el otro día.
—Pues si no es tu verdadero padre, es un gilipollas por no querer que estuviéramos juntos —refunfuñó.
—¿Me crees? —cuestioné, casi contento.
—Hoy me pillaste con las defensas bajas —se encogió de hombros.
Sonreí, alegre por saber que todo con mi hermanastra se había solucionado, y ella levantó una ceja.
—Pero tampoco te ilusiones —musitó y yo reí con las manos en el aire, haciéndome el inocente.
El móvil de Vivian vibró, anunciándole que tenía un mensaje. Ella lo sacó de su bolso y lo leyó.
—Antes le comuniqué a Victoria que no quería volver a casa —me informó sin que yo se lo pidiera, dándome esperanzas de que ya estábamos bien— y me ha dicho que puedo quedarme en su casa. También me ha preguntado por ti.
—No preocuparse por mí esta noche —anuncié y Vivian apartó la mirada del móvil para mirarme con el ceño fruncido—. Tengo un vuelo a España.
—¿Está madrugada? —cuestionó Vivian, apagando su móvil.
—Necesito visitar mi tierra... poder respirar un poco de paz y... ver a mis familiares.
Ella asintió.
—¿Cuándo volverías?
—Aún no tengo billete de vuelta... Quizá pase todas las Navidades allí.
Cuando me enteré de esa noticia que tanto me destrozó, decidí comprar un vuelo a España para poder ver a mi primo Gaby y poder alejarme un poco de Riddle Woods. Además, allí podría encontrar respuestas sobre mi pasado y no iba a perder la oportunidad. Victoria estará bastante protegida por Aguijón Verde y si Vivian se mantenía cerca de ella, también lo estará. Ahora mi nueva aventura era España. No sabía qué me deparaba aquel lugar, pero tenía que descubrir aquello que mi cabeza no quería recordar: mi pasado.
¡Buenas! ¿Qué tal la vida? En España es verano y la verdad estoy ya algo aburrida jajaja Soy una de las únicas de mis amigos que no ha reprobado ninguna asignatura y que, por tanto, no está estudiando para las recuperaciones. Por ello, aprovecho para leer, escribir y estar en la piscina. Me encanta bastante la soledad, pero hay veces que necesito también poder relacionarme y quisiera que mis amigos tuvieran más tiempo libre :)
¿Qué os ha parecido el capítulo?
¿Os lo esperabais?
La verdad es que he ido avisando que esta segunda parte tenía mucho drama y vendrá aún más, y con ello mucha acción. Sinceramente, he de decir que la temporada 4 de Stranger Things me ha dejado sin estabilidad emocional haciendole daño a mi femenino personaje favorito y eso está afectando al final del libro :)
Por cierto, mi ordenador/computadora murió el viernes mientras que escribía un capítulo del libro (uno de los finales). Dato: no bebáis refresco mientras que tenéis el ordenador cerca. Por suerte, he podido comprarme un ordenador nuevo y he logrado recuperar los datos del anterior ordenador, como el capítulo que escribí (menos mal porque me gustó cómo quedó y no sabía si mi cabeza iba a recordar su narración y contenido)
¡Hasta la próxima!
Atte: Nezla
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