25. El destino.

CAPÍTULO 25

EL DESTINO

ALEX

Mis manos se resbalaban y no podían seguir conteniendo todo mi cuerpo en el aire. Me encontraba agarrado de un tronco, o más bien de una pieza de un puente de madera que había antes y que ahora estaba completamente destruido.

El sudor no solo caía de mis manos, sino también de mi cabeza. Estaba ejerciendo toda la fuerza posible para no caerme al vacío, que era realmente un gran arroyo con un fuerte caudal. Había rocas que sobresalían del agua y algunas parecían incluso puntiagudas. Si mis manos se rendían y caía al agua, podría pasar dos cosas: caer encima de una piedra puntiaguda o ser arrastrado por la corriente, provocando que mi cuerpo chocara con fuerza contra las rocas. En ninguna de las dos situaciones podría salvarme.

No sabía si podría aguantar más tiempo aguantando todo mi peso y no podía subir a la superficie ya que no tenía soportes para apoyar los pies. Es decir, me encontraba volando en el aire, buscando con los pies algún lugar donde apoyarlos mientras me agarraba al trozo de madera que había en el suelo antes de caer al barranco.

Los ladridos de los perros que antes me perseguía dejaron de escucharse nada más yo resbalarme y caer. Esos hombres mandaron a esos animales seguramente para matarme a mordiscos a sangre fría. Cuando sus mascotas se dieron cuenta de que posiblemente ya estuviera muerto —ya que caer en esa corriente de agua era un suicidio—, se marcharon con sus amos. Sin embargo, no se percataron de que realmente no acabaron conmigo. Aunque mejor no cantaba ya victoria, porque no iba a aguantar mucho más tiempo.

Una aflicción inexplicable recorrió mis brazos, a los cuales se les marcaban las venas y los músculos al estar ejerciendo tanta fuerza. También me dolía la cara, puesto que estaba apretando tanto los dientes que me daba hasta dolores de cabeza.

Maldecía la hora en la que me enamoré de Victoria Watson. Cuando ella se adentró de nuevo a la fiesta en busca de mis amigos, no pude evitar ir tras ella. Louis se interpuso al principio, pero Ayleen me ayudó a distraerlo y me escapé. Algo dentro de mí me decía que confiara en Victoria y quería hacerlo, pero no podía dejar llevarme por mi corazón y menos ahora que ella iba a ir a por Zada.

Victoria nos ordenó que nos escondiéramos mientras que ella buscaba a Zada y a Dexter. Quizá sus intenciones fueran buenas y estuviera diciendo la verdad, puesto que Ayleen se encontraba conmigo a salvo. No obstante, tenía que asegurarme de que no era una estrategia para hacerle de nuevo daño a Zada, o esta vez a Dexter, para así volver a tenderme la trampa.

Entonces, pude comprobar que mis mínimas sospechas se hicieron reales cuando me encontré de nuevo a Victoria dentro de la fiesta. Su mirada había cambiado a una más sombría, al igual que su rostro entero. Sin embargo, eso no fue lo que me asustó, sino sus palabras:

—¿Divirtiéndote en una fiesta mientras que tu pequeño hermano está en nuestras manos? —cuestionó con un tono oscuro—. Qué buen hermano eres, Nash.

No pude evitar salir corriendo de la fiesta en su búsqueda. Activé el localizador de la pulsera que compartía conmigo para saber dónde se podría encontrar. Cuando Zada desapareció, decidí que sería una buena idea instalárselo por si algún día se perdía o le pasaba algo parecido a esto. Y menos mal que lo hice, porque el localizador me indicó que no se encontraba en la casa, sino cerca de donde yo me encontraba. Mis alertas no tardaron en revolucionarse aún más y tomé el coche para seguir su rastro más rápidamente.

En cambio, cuando llegué, ya tenía su trampa preparada. Me bajé del coche y todo estaba en silencio. No fue hasta que me alejé bastante de mi vehículo que esos perros empezaron a perseguirme.

Intenté controlar mi respiración para así guardarla y ejercer fuerza para subirme hacia arriba y salvarme de una caída peligrosa. No obstante, mis pulmones estaban atacados y cada vez se revolucionaban más. Y lo peor de todo era que el trozo de madera empezó a crujir, como si se estuviera partiendo en dos.

Miré con cuidado hacia arriba y vi como la madera se iba rompiendo y, por culpa de mi peso, la parte en la que estaba agarrado se estaba echando hacia abajo. Mis ojos se abrieron y mis esperanzas se fueron cuando el trozo de madera llegó a su fin y se partió, haciendo que volara.

No obstante, enseguida unas manos interceptaron una de las mías, impidiendo que siguiera cayendo, aunque mi cuerpo chocó con la pared de tierra y si no fuera por mi mano libre, la cual la coloqué en esa misma pared, mi cara hubiera chocado fuertemente contra ella. Ahora sí me encontraba colgando en el aire mientras una persona me sujetaba fuertemente de la mano.

—¡Sujétate bien! —demandó esa persona que parecía tener la voz de...

—¿Watson? —pregunté, confuso.

Miré hacia arriba para identificarla y me sorprendió verla casi tirada en el suelo, agarrándome con una sola mano y con la otra agarrando seguramente algo para sostenerse.

Elevé mi otra mano para dársela también y así tener más estabilidad.

—Voy a subirte poco a poco, ¿vale? —me informó y yo asentí, temeroso—. Venga... uno... dos... ¡tres!

Victoria empezó a tirar de mí y lentamente empezó a subirme. Estaba funcionando y me sorprendía la fuerza que tenía para poder con el peso de mi cuerpo. Sin embargo, a Victoria le dio un tirón en el brazo y dejó de hacer fuerza, aunque no me soltó. El peso de mi cuerpo hizo que volviera a descender, llevándome a Victoria conmigo. Mas ella se sujetó en otra cosa y de nuevo intentó subirme a la superficie, hasta que mi barriga tocó el suelo, dejando solo mis piernas en el aire.

Victoria se echó a un lado para descansar y yo subí con mi propia fuerza a la superficie. Me miré las manos con la respiración agitada y estas tenían un aspecto horrible. Estaban completamente rojas, ensuciadas de barro del suelo y llenas de espinas del trozo de madera.

—¿Estás bien? —preguntó Victoria, llamando mi atención.

Levanté la cabeza para mirarla y ella también se encontraba alterada. Ambos estábamos en el suelo con el corazón y la respiración acelerados.

—Sí... —contesté, aunque no sé si fue buena idea—. ¿Qué haces aquí? —le pregunté, tontamente, y sacudí la cabeza—. ¿Por qué me has salvado?

—Te prometí que nunca te iba a dejar solo —musitó con la mirada clavada en mí— y, a pesar de todas las peleas, nunca lo haré.

Sus palabras me conmovieron e hicieron latir mi corazón. Incluso quería llorar porque la quería demasiado pero a la vez no confiaba del todo en ella. Victoria me había salvado, pero también me había traído a la trampa. Es más, formó parte del secuestro de mi hermano.

«Daniel...», pensé.

Al recordarlo, mi organismo volvió a funcionar y mi cerebro me ordenó que me levantara a la velocidad de la luz para cruzar el bosque corriendo. En cambio, cuando salí del bosque, —llegando al final de este, donde se podía ver el cimiento de la carretera y alrededor de esta las naves de las afuera de la ciudad—, me paré en seco. Si Victoria había participado en el secuestro de mi hermano, ella tendría que saber dónde se encontraba y como sabía que me iba a perseguir, no iba a perder la oportunidad de que me llevara hasta él.

Efectivamente, enseguida unos pasos se escucharon y pararon a mi lado.

—¿Dónde tenéis a Daniel? —le pregunté con el tono de voz frío.

—Yo no...

—¿Dónde se encuentra mi hermano, Watson? —inquirí aún sin mirarla.

—La chica con la que hablaste no era yo, Alex —me explicó, colocándose delante de mí.

—O sea, sabes que hablé con una chica, que mi hermano Daniel está en manos de esos hombres, que me encontraba aquí y justo en ese barranco... ¿En serio me ves cara de tonto? —cuestioné, esta vez mirándola a los ojos.

—Fue gracias a las visiones —murmuró y apartó la mirada.

—¿Visiones? —junté las cejas, incrédulo y confuso.

—Tuve unas visiones que me mostraron unas imágenes. Primero vi a tu hermano... Luego este lugar... Y por último, te vi a ti cayéndote por ese barranco —aclaró aún sin mirarme.

—La verdad se cuenta mirando a la cara, Watson —escupí sin poder creerme sus palabras.

Entonces, ella volvió a mirarme y esta vez tenía la cara seria pero triste.

—Es la verdad —su tonó de voz se ablandó—. Alex, yo...

Victoria se calló justo en el momento en el que desvié la mirada hacia algo que había detrás de ella. Una persona pequeña con el cabello rubio estaba corriendo hacia nosotros y cuando ambos nos vimos, los dos sonreímos.

Las lágrimas que tenía retenida empezaron a salir, aunque estas se transformaron en gotas de alegría. El nudo que se formó en mis pulmones desapareció y pude respirar tranquilo. Ver a mi hermano ahí bien y a salvo de cualquier peligro apaciguó todos mis miedos.

No obstante, un ruido llamó mi atención y cuando vi de dónde procedía, mi cuerpo se descompuso. Un coche estaba siendo conducido a grandes velocidades y mi hermano justo iba a cruzar la calle.

El mundo se me vino abajo cuando vi esa escena y todo se volvió a cámara lenta a mi alrededor. Esta vez mis pulmones dejaron de funcionar completamente. Mi pecho ya no subía ni bajaba, sino que estaba parado. Lo mismo le pasó a mi corazón, el cual dejó de repartir sangre por todo el cuerpo al ver a mi hermano siendo atropellado. Una fuerte punzada atacó a mi pecho, pues el corazón me dolía. Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos como si ansiaran ver la libertad y mi vista se nubló completamente. Me encontraba en un estado de shock tan impresionante que ni moverme del sitio me dejaba.

Al principio todo ocurría a mi alrededor a cámara lenta. Luego, cuando el coche iba a impactar contra mi hermano, todo sucedió rápido. Solo me bastó con pestañear una vez. Mas... un fuerte viento sopló desde mi derecha, azotándome, y, para mi sorpresa, vi a Victoria corriendo a una velocidad inhumana —una en la que solo veía su cuerpo borroso moviéndose—. Un centímetro antes de que la parte delantera del coche se llevara por delante a mi hermano, Victoria logró apartarlo de la carretera.

Pestañeé unas cuantas veces para comprobar si lo que había visto era real. Y, efectivamente, Daniel se encontraba en la acera junto a Victoria, quien lo examinó de arriba abajo y luego lo abrazó. El coche desapareció al final de la calle y el silencio inundó mis oídos, trayéndome algo de paz. Miré la escena de Victoria y Daniel entre perplejo y alucinado.

Empecé a acercarme a ellos lentamente, aunque no sin antes mirar hacia los lados para comprobar que ese maldito coche no venía de nuevo. Victoria se separó de Daniel al verme y me dio pasó para que abrazara a mi hermano, que fue lo que hice. Me agaché a la altura de Daniel y lo atraje a mis brazos. Apreté mi abrazo cuando él comenzó a sollozar en mi hombro.

Ahora mismo tenía una mezcla de sentimientos que no podía controlar. Estaba asustado por haber perdido por un momento a Daniel, confuso porque Victoria lo salvó y de una manera bastante extraña, y feliz por tener a mi hermano de nuevo entre mis brazos. Si lo hubieran atropellado, no sabría cómo hubiera reaccionado. Daniel era una de las únicas personas que me quedaban y lo quería demasiado como para perderlo a él también.

—Ya está, tranquilo... —intenté calmar a Daniel, quien aún lloraba—. Todo ha acabado... Estás a salvo, renacuajo.

Seguía abrazado a él mientras que le acariciaba su dorado cabello para que se tranquilizara.

Por un momento pensé que no iba a volver a verlo ni a oír su aguda voz y el mundo se me vino abajo.

—Tenemos que irnos de aquí antes de que esos hombres se den cuenta de lo que ha pasado —me comunicó Victoria al ver que llevaba minutos abrazado a mi hermano y no quería soltarlo.

Me separé un poco de mi hermano y alcé la cabeza para mirar a Victoria.

—Primero explícame qué diablos ha pasado —le pedí explicaciones.

—Ahora no podemos perder el tiem... —se calló.

—¿Por qué te callas? —cuestioné y me puse de pie delante de ella.

—Estoy escuchando voces acercándose a nosotros —me informó con la mirada perdida y el ceño fruncido.

—¿Qué? ¿Quiénes?

—Nos están buscando —Victoria miró hacia los lados—. Tenemos que irnos antes de que nos encuentren o escondernos para que no nos vean.

Victoria me pidió que la siguiera y comenzó a andar, pero me quedé parado en mi sitio mientras sujetaba de la mano a Daniel, quien estaba asustado.

—¿Qué pasa? —preguntó Victoria, deteniéndose y girándose para mirarme. Al yo no decir nada, ella refunfuñó—: Ya sé... Aún desconfías de mí.

—Mi cabeza está hecha un lío.

—Te entiendo, pero no eres el único que se encuentra así —Victoria caminó hasta nosotros y se colocó enfrente de mí—. Llevo tiempo investigando sobre esa vida que desconozco, pero sigo confusa y con dudas. Es difícil, Alex, y haces bien en desconfiar de las personas, pero ahora tenemos que irnos si no quieres acabar mal.

La ventana del coche que había estacionado a nuestro lado explotó. Una bala había atravesado el cristal hasta romperlo a pedazos. Victoria y yo giramos a la vez la cabeza hacia la izquierda y dos hombres empezaron a correr hacia nosotros.

Victoria se puso delante de Daniel y de mí y sacó rápidamente del bolso una pistola. Mis ojos se abrieron como dos aceitunas al verla empuñando un arma. Ella le quitó el seguro a la pistola y apuntó hacia esos hombres para después disparar unas cuantas veces. Primero, le dio a uno de ellos en el hombro, quien, mientras corría, se tambaleó y se cayó al suelo. Luego, el otro hombre recibió otra bala y esta vez en el estómago. Ambos se encontraban en el suelo quejándose por el dolor y sangrando.

Ahora todo en mi cabeza empezaba a tener algo más de sentido. Si Victoria había disparado a esos hombres, entonces ella realmente no trabajaba para ellos y me dijo la verdad desde primera hora... Posiblemente lo que me dijo Zada fuera verdad, pero, como me dijo Victoria, esa chica era su clon. Y... con quien había hablado hace un rato no era ella... Victoria nunca me mintió; ella no me traicionó...

Entonces, Victoria se giró hacia nosotros y me tomó de la muñeca para tirar de ella y empezar a correr. Al principio me resistí a sus tirones, pues me había quedado paralizado mirando a los dos hombres heridos, pero enseguida tomé en brazos a Daniel y empecé a correr junto a Victoria.

Podríamos habernos dirigido hacia mi coche para escapar más rápido, mas no tuvimos más remedio que adentrarnos por unas callejuelas que tenían los almacenes de alrededor de la nave, pues otros dos hombres empezaron a perseguirnos.

Victoria, que aún me sostenía de la muñeca, se escondió detrás de unos contenedores para poder recomponer el aire de sus pulmones. Me coloqué a su lado y bajé de mis brazos a Daniel. Le acaricié la cabeza y lo examiné para saber si se encontraba bien.

—¿Estáis bien? —preguntó Victoria, analizándonos con la mirada.

—Con el corazón en la boca pero bien, ¿y tú? —inquirí y me giré para mirarla.

—Al menos tú sientes el corazón... El mío con el susto me abandonó —murmuró ella con una pequeña sonrisa.

Me asomé un poco para comprobar si esos hombres seguían persiguiéndonos y al parecer habíamos logrado despistarlos.

Observé el lugar con la respiración agitada y estábamos en un callejón rodeado por edificios de ladrillos. La mayoría de las ventanas de estos estaban rotas. El suelo estaba formado de tierra, que estaba mojada por la lluvia de estos días, y por ello tenía los zapatos llenos de barro.

—¿Desde cuándo tienes una pistola acompañándote? —le pregunté a Victoria y la miré.

—Se la robé a Archer antes de salir de casa —me explicó, mirándome también.

—¿Tu guardaespaldas? —inquirí y ella asintió con la cabeza.

Victoria fue esta vez quien se asomó para ver si no había ningún hombre de negro por la zona y poder correr sin que nadie nos viera hasta mi coche.

—Hay vía libre —me comunicó, aún asomada, y se levantó—. Vamos —me ordenó y comenzó a caminar.

Tomé de la mano a Daniel y seguí a Victoria. Tenía los cincos sentidos activados y tenía bastante temor a que algún hombre volviera a aparecer. Quería huir ya de este sitio para que no le hicieran daño a mi hermano. Bueno, mejor dicho, quería alejarme de aquí para que no les pasara nada a ninguno de nosotros. El secuestro y el casi atropello de mi hermano me dejó muerto y estaba en alerta.

Giramos por una calle con cuidado de no hacer ningún ruido, pero hicimos mal, ya que nos topamos con dos hombres de negro, quienes al parecer sabían que íbamos a aparecer por aquí, ya que estaban preparados con las pistolas.

Ellos sonrieron al vernos y en vez de dispararnos, se separaron, dejando ver a dos adolescentes. Uno de ellos era una chica pelirroja que tenía unos labios asimétricos, una nariz puntiaguda, un rostro alargado y unos ojos... de color azul brillante. El otro adolescente era un chico pelinegro que tenía unos labios finos, una nariz respingona, un rostro rectangular y unos ojos... de color marrón intenso.

«Esos colores de ojos... Azul brillante y marrón intenso...», pensé.

Entonces, vi por el rabillo del ojo como Victoria maldecía entre dientes mientras retrocedía lentamente. Yo la imité con cuidado de que no se dieran cuenta. Nos volvimos a girar para escapar, pero otros tres hombres aparecieron, haciéndonos una encerrona. Y, lo que más me sorprendió, la chica con la que Victoria se estaba besando antes se encontraba en medio de ellos con una sonrisa malévola en su cara. Ella también tenía los ojos azules brillantes.

Con la mano, le ordené a Daniel que se pusiera en medio de Victoria y de mí. Yo me encontraba mirando hacia la chica de la sonrisa malévola mientras que Victoria vigilaba los pasos de los otros dos chicos.

Los hombres de negro apuntaban con sus armas hacia nosotros y el chico de ojos marrones dio un paso hacia adelante. Victoria me llamó con la mano para darme su pistola.

—Confía en mí —me pidió cuando me negué a aceptar la pistola y dejarla indefensa.

Tomé la pistola entre mis manos y ella dio un paso hacia el chico. Los ojos de Victoria empezaron a emitir un brillo verde que me sorprendió. El chico se acercó aún más a Victoria y lo apunté con la pistola. No iba a permitir que le pasara nada a ella solo por protegernos. Tuve que disparar cuando él dio un paso más, pero la bala no traspasó su piel, sino que se cayó al suelo al tocar su piel, como si ese chico estuviera hecho de hierro.

Entonces, un hombre se acercó por detrás de mí para noquearme y tirar mi pistola al suelo. Me giré rápidamente y esquivé un golpe que me iba a dar con el puño.

Escuché a Victoria gritar cuando el chico de ojos marrones la retuvo con fuerzas entre sus brazos. Iba a ir a por ella, pero mi contrincante se acercó a mí también. Sin embargo, esta vez tenía un poco más de conocimiento de cómo defenderme gracias al judo. Normalmente en las prácticas acababa en el suelo por culpa de mi contrincante, pero ahora eso no podía pasar.

«Eres el Fumeta y yo soy el Espagueti cuatro ojos. Se divierten aplastándonos contra el suelo», recordé las palabras de Conway, mi amigo de judo, y la impotencia llegó a mí. Quería demostrarles a los invasores que los "raritos" del instituto no siempre son derrotados.

Con seguridad y confianza en mí mismo, me dirigí hacia el hombre y rápidamente, sin que a él le diera tiempo a reaccionar, lo tomé del cuello de su traje. Levanté la pierna derecha y la llevé detrás y arriba de su pierna derecha. Luego bajé la pierna con fuerza para que así descendiera contra su muslo como una abrazadera. Logré romper su equilibrio y este cayó al suelo.

No obstante, otro de los hombres se me acercó y me retuvo con su brazo. Lo colocó en mi cuello, rodeándolo y ahogándome. Tuve que poner ambas manos en su brazo con intenciones de quitármelo del medio, pero no podía. Un calor corporal subió por mi cuerpo y el oxígeno empezó a faltarme. Seguramente tendría la cara completamente roja.

Quería quitarme a ese hombre del medio y no solo era para poder respirar tranquilamente, sino porque Daniel estaba ahora solo, en el medio del caos, y Victoria, quien en un principio logró soltarse del amarre del chico, ahora volvía a estar atrapado entre sus brazos.

En ese mismo momento, aparecieron unas personas que empezaron a pelear con los hombres de negro. Una de ellas golpeó a mi contrincante para que me pudiera soltar de su agarre. Llevé mi mano al cuello con la respiración agitada y me lo acaricié.

Cuando alcé la vista y vi que quien me salvó fue Zyon, me quedé en estado de shock ahí mismo. No obstante, enseguida reaccioné al recordar a Victoria. Me giré para ayudarla, pero ya había alguien que lo había hecho y estaba peleándose con el niño y los otros hombres.

«Aguijón Verde...», pensé.

—¡Sal de aquí, Victoria! —le ordenó Aguijón Verde a gritos mientras que estaba en una lucha con ese niño y con los guardias, quienes se dirigieron a él para pararlo.

Victoria corrió hasta mi hermano y lo tomó en brazos para luego venir hacia mí y tirar de mi muñeca. Salimos corriendo de ese lugar y después de cruzar varias callejuelas, llegamos a mi coche. Nos montamos —yo en el asiento del piloto y ella en el trasero con Daniel—. Arranqué el motor y salimos a toda velocidad de esa zona.

Miré por el retrovisor y vi a Victoria intentando tranquilizar a mi hermano. También contemplé el gran moratón que en su mandíbula se formó. Entonces, recordé que en la casa de mi padre no habría nadie, ya que Vivian no aparecería en toda la noche y mi padre y su esposa estaban de viaje, y pensé que sería buena idea refugiarnos ahí.

Victoria estuvo ahí para mí en todo momento, antes y después de la explosión, y no iba a dejarla sola ahora. A no ser que ella me dijera lo contrario y prefiriera volver a su casa. Mas Victoria había estado sufriendo por mi culpa, por no haber confiado en ella y haberla incriminado mientras que aquí el único criminal era yo... Yo había asesinado anteriormente, aunque no lo recordara, a Victoria y eso sí que no se merecía perdón. Sin embargo, no iba a quedarme con los brazos cruzados. Ya no más. Iba a hablar las cosas con Victoria y a intentar solucionarlo todo, incluso lo del señor Gerard.

Enseguida llegué a la casa de mi padre y, tras aparcar, me quedé un rato con las manos en el volante mirando hacia el frente. Después de unos segundos en silencio, decidí salir del coche y Victoria hizo lo mismo, ayudando a Daniel también. Me acerqué a mi hermano y me agaché a su altura. Lo miré por unos segundos y, tras un suspiro, lo abracé fuertemente. Cuando me separé de él, levanté la cabeza para mirar a Victoria.

—¿Entras? —le ofrecí con timidez tras ponerme de pie.

—No sé... Debería volver a casa para no preocupar más a mi hermano y... —no le dio tiempo a terminar la frase, ya que Daniel se abalanzó sobre ella y le abrazó las piernas.

—Quédate, porfi —le suplicó Daniel con la cabeza alzada para mirarla con sus ojos llorosos.

—Bueno... podría quedarme un poco —murmuró con una sonrisa y le acarició el cabello a Daniel.

—No, tienes razón. Tu hermano seguramente estará preocupado por ti y no quiero meterte en ningún problema —dije.

Quería hablar con ella para solucionar todas las dudas que mi cabeza me planteaba, pero no deseaba para nada meter en problemas a Victoria con su familia. Además, Louis seguramente estará preocupado por su hermana, al igual que Ayleen, Dexter y Zada por mí.

—Pero yo quiero que se quede a dormir con nosotros... —Daniel sollozó.

—Renacuajo, otro día, ¿vale? —le acaricié el cabello.

Vi de reojo cómo se encendió la luz de la habitación de Vivian, pues su ventana se encontraba encima del portal, dando a la calle. Eso me daba a entender que ella ya había vuelto a casa, ya que mi padre y su esposa estaban de viaje y no volvían hasta el día de Acción de gracias, es decir, el domingo.

—Pues sí, debería volver a casa —murmuró Victoria, quien también se percató de que Vivian estaba en la casa—. Además, no quiero alertar tampoco a mis padres...

—Bien, espera, voy a acostar a Daniel y te llevo a tu casa —me ofrecí para que no anduviera sola por la ciudad.

—¡No! —se negó Daniel—. No me dejes solo... Me da miedo.

—Enano, Vivian está ya en casa, así que no estarás solo —me agaché a su altura.

—No me quiero quedar solo con el ogro ese —refunfuñó y se cruzó de brazos, enfadado.

—No llames a tu hermana así, mocoso —revolví su cabello—. Venga, vamos a la cama —lo tomé de la mano y me puse de pie—. Ahora vengo, ¿vale? —me dirigí a Victoria.

—Gracias, pero no hace falta —ella esbozó una pequeña sonrisa.

—No quiero que vayas a tu casa sola, Victoria –le hice saber y ella abrió ampliamente sus ojos. Supongo que le había sorprendido que la volviera a llamar por su nombre en vez de por el apellido—. Siéntate en el coche y espérame ahí, por favor.

Le tendí en el aire la llave de mi coche y ella asintió para luego tomarla, abrir la puerta del copiloto y sentarse.

Caminé hasta la puerta principal de la casa de mi padre junto a Daniel y me adentré. Subí las escaleras y me dirigí hacia la habitación de Daniel. Solté la mano de mi hermano y destapé su cama.

—Adentro, renacuajo —le ordené y él se negó—. Daniel...—dije con tono de advertencia.

—Solo si me cuentas un cuento.

Suspiré y accedí a su propuesta. Daniel se metió en la cama y lo arropé.

—Uno rápido, ¿vale? ―le ofrecí y él asintió―. ¿Cuál quieres que te cuente? —le pregunté cuando me senté en la orilla de la cama.

—Invéntate uno.

Suspiré y me mordí el labio

—Érase una vez... un chico que odiaba su vida, aunque también la desconocía. Él simplemente quería huir de los monstruos que lo perseguían —empecé a contar—. Sin embargo, un día apareció una joven que le hizo cambiar de opinión. Se enamoró rápidamente de esa persona, como si el amor que sentía por ella fuera algo que ya antes sintió, como si la hubiera amado en otro momento de su vida, y entonces ambos decidieron empezar una bonita relación. Pero... —me callé y negué con la cabeza—. No, olvídate de este cuento. Voy a pensar mejor en otro.

—¿Por qué no quieres seguir con ese cuento? —interrogó Daniel con la cabeza ladeada—. ¿Su final acaso es feliz? —su pregunta me hizo fruncir el ceño—. A ti no te gustan los finales felices.

—No es que no me gusten, sino que me hacen falsas esperanzas —me encogí de hombros.

—¿Y este cuento tiene un final feliz?

—No.

—¿Por qué?

—Porque el chico pierde a su amada por tonto —murmuré con la mirada perdida.

—¿Luchó por ella?

—No hace falta cuando ya lo tiene todo perdido, Daniel —lo miré.

—Eso no es así —refunfuñó el pequeño Daniel—. Si realmente la quisiera, él lucharía por ella, aunque tuviera que pelear contra dragones, brujos o grandes anacondas.

Su comentario me hizo reír un poco y esbozar una pequeña sonrisa, la cual se borró al instante.

—Pero de todas formas él acabaría perdiendo. Su final ya está escrito y no es feliz.

—Él podría escribir su propio final.

—El destino es quien se encarga de ello, enano —hice una mueca con la boca.

—¿Y quién controla el destino? —cuestionó.

—No lo sé...

—Entonces, el chico debería luchar contra el destino para salvar a su princesa y así poder escribir el final que tanto desea.

—Tienes razón—suspiré.

Me sorprendía la capacidad que tenía Daniel para razonar de esa forma. Gracias a él, me acababa de dar cuenta que no me podía rendir a la primera y que, si realmente quería a Victoria, tenía que luchar por ella.

Muchas personas, cuando ven que cometen fallos y que no son capaces de solucionarlo, prefieren cortar con su pareja y ponerle la excusa de que se merece a alguien mejor. Y yo ya no voy a ser más ese tipo de persona, ya que intentaré convertirme en ese alguien mejor para Victoria. Me iba a esforzar por mejorar por ella antes de dejar que otra persona ocupara mi lugar. Ya no iba a huir de los problemas. Quería enfrentarme a la vida o, como dijo Daniel, al destino para así poder escribir mi propio final.

—Buenas noches, renacuajo —le di un beso en la mejilla—. Tengo un final que escribir —le sonreí.

Me levanté y caminé rápidamente hacia la puerta. Cuando salí y me dirigí hacia las escaleras, una voz me detuvo.

—¿A dónde vas ahora? —preguntó Vivian, quien salió de su habitación.

—Eh... La hermana de Zada me dijo que cuidara esta noche de su hermana y tengo que llevarla a su casa —mentí un poco, ya que en realidad una parte era verdad.

«Espera, Zada», recordé.

Su hermana realmente me encomendó que la cuidara durante esta noche y ahora no tenía ni la más mínima idea de dónde se encontraba. Cuando vi a Zyon en la fiesta, me asusté y fui corriendo a buscar a Victoria para pedirle explicaciones. Desde ahí no sabía más nada de ella... Luego la llamaré para comprobar que todo va bien.

—Oh, bien, ten cuidado —murmuró, acariciándose el brazo y con un semblante que me preocupaba.

—¿Estás bien? —pregunté.

—Sí —sonrió y volvió a su cuarto, cerrando a puerta tras de sí.

Con el ceño fruncido, bajé las escaleras con lentitud, pensando en mi hermanastra, y abrí la puerta principal. Caminé hasta mi coche y me monté en el asiento del piloto. Victoria se encontraba al lado con el móvil en sus manos. Seguramente estuviera hablando con su hermano para que no se preocupara por ella.

—Perdón por la tardanza —me disculpé y giré la llave del coche, la cual se encontraba en la ranura ya, para arrancarlo―. Daniel me pidió que le contara un cuento y...

—Da igual, no te preocupes—me interrumpió y giró su cabeza para mirarme—. Aunque no hacía falta que hicieras esto; tengo pies para poder ir a mi casa sola —sonrió.

—Pero como yo puedo llevarte con el coche, no tienes que correr el riesgo de cruzar las calles de Riddle Woods tú solita —la miré con otra sonrisa y me centré seguidamente en la carretera.

—Bueno, si aparece uno de esos hombres puedo utilizar la técnica de la patada en las bolas —Victoria rio.

—¿Ah sí?

—¿Ah no? —Victoria se giró en el asiento, mirándome de esa forma de frente con una expresión pícara.

Este juego siempre lo teníamos cuando estábamos juntos y me encantaba. Era una manera de picar a la otra persona y luego acabar con un beso. Aunque ahora no fuera ese mismo caso, me dio un vuelco al corazón al saber que ella lo recordaba también.

—Qué atrevida es Victoria Watson —seguí su juego con una sonrisa pillina y giré por una calle.

—Qué arriesgado es Alex Brooks —me imitó, haciéndome reír—. No sabía que fueras tan bueno en karate... Siempre te veía en el suelo.

—Primero, no es karate, sino judo, y, segundo, no siempre estaba en el suelo.

—No que va...

Vi de reojo como rodó los ojos mientras esbozaba otra sonrisa.

—No es mi culpa que el suelo sea el único que me acepte —me encogí de hombros mientras que una sonrisa se asomaba en mi cara—. Espera, Victoria Watson me ha estado espiando.

—Ups, me pilló —Victoria se mordió el labio y rio, haciéndome a mí también estallar en una carcajada.

Después de unos minutos, llegamos al barrio donde vivían todas las familias poderosas de Riddle Woods y aparqué el coche enfrente de la casa de los Watson. Apagué el motor y nos quedamos unos segundos en silencio. Ella bajó enseguida del coche y yo la seguí. Quería una buena despedida después de todo.

—Eres un pesado, ¿sabes? —Victoria rio.

—¿Ah sí? —cuestioné con las cejas levantadas.

—¿Ah no?

Ese juego me encantaba. Podría estar todo el día así y no me cansaría... No cuando era ella quien me correspondía.

—Victoria..., quisiera decirte que... Puf... Perdón por todo —me disculpé y agaché la cabeza para no mirarla a la cara—. No confié en ti cuando intentabas decirme la verdad, pero es que... Joder. Creo que todo se me juntó y me vi en un agujero negro. El secuestro, Gerard...

—Respecto Gerard, realmente no me besé con él... Yo no quería... Yo...

—Tranquila... puedo decir que te creo, aunque me cuesta por... no sé —suspiré.

Me estaba costando bastante hacer caso a Daniel y escribir mi propio final. Yo era más de esas personas que dejaban que el destino guiara su vida.

—Es entendible, Alex, no pasa nada.

—No es entendible, joder. Te hice daño con mis palabras...

—Y también me pusiste más de una vez la luna en las manos, Alex.

—Pero eso no es justificación para romperte el alma en pedazos. Me equivoqué, Victoria, me equivoqué bastante y te pido perdón por no haberte dejado ha...

—Alex, te quiero —su voz me interrumpió y su confesión me dejó bloqueado.

¿Lo que acababa de escuchar era cierto? ¿Me quería? Era la primera vez que me decía te quiero. Cuando estuvimos juntos, ninguno de los dos se atrevió a dar ese paso. Era algo absurdo, ya que solamente eran dos palabras. No obstante, yo solo podía decir te quiero cuando lo sentía de verdad y cuando confiaba plenamente en esa persona. No es que no hubiera confiado antes en ella para decírselo, pero quería que pasara el tiempo para que todo funcionara a la perfección. Algunas veces hacer las cosas lentamente dan mejores resultados.

Cuando había escuchado esas palabras salir por la boca de Victoria, todo mi organismo de descontroló. El zoológico regresó a mi estómago y lo revolucionó todo.

—Y, por favor, no me digas ahora que me merezco a alguien mejor que tú, porque prepararé mi técnica de patear bolas —murmuró Victoria con un brillo en sus ojos, como si quisiera llorar por la respuesta.

—Yo también te quiero, Victoria —dije, mirando al suelo, y al parecer no se esperaba mi respuesta ya que se quedó callada.

Enseguida vi unos pies acercándose a mí y unas manos me tomaron de la barbilla para levantármela. Victoria me estaba mirando a los ojos con un brillo especial y esta vez no eran por lágrimas, sino por felicidad.

—¿Ah sí? —esbozó una sonrisa.

—¿Ah no?

Reímos.

Coloqué mis manos en su cintura y me acerqué a ella para juntar mi frente con la suya.

—Vete —susurró cerca de mis labios.

—No quiero.

—¿Ajá? —levantó una ceja.

—¿Por qué no te vienes conmigo? Yo seré tu nuevo guardaespaldas.

—Me gusta la idea —sonrió—. Pero no puedo.

—Perdón por todo, Victoria, en serio... —insistí porque me sentía realmente culpable.

—Cállate —me ordenó.

«Cállame», pensé, pero no me atreví a decirlo ya que aún había mucho de lo que hablar antes de todo. Había que solucionar las cosas e intentar cerrar esas heridas que nos hemos ocasionado antes de volver a tener algo —si es que ella quería volver conmigo—.

Sin embargo, al parecer Victoria me leyó la mente y arqueó una ceja mientras esbozaba una sonrisa pillina. Ella empezó a acercarse lentamente sus labios a los míos, hasta llegar al punto de rozarlos y ocasionar chispas de electricidad en mi interior, pero, de repente, la puerta de la valla se abrió automáticamente y el ruido alertó a Victoria, haciendo que se separara de mí con gran rapidez. Ambos miramos hacia la entrada de su casa y la cara de Victoria se palideció cuando vio a un hombre ahí, que al parecer era su padre.

El padre de Victoria se acercó a ella y la agarró fuertemente del brazo.

—Señorito, será mejor que vuelva a su casa si no quiere que llame a la policía —gruñó.

Victoria se quejó de dolor, ya que su padre estaba ejerciendo mucha fuerza en su brazo. Iba a rechistar, pero ella negó con la cabeza.

—Como tu coche siga delante de mi casa dentro de cinco minutos, te juro que me encargaré de que te pudras en la cárcel, muchacho —me advirtió y caminó hasta la puerta de la valla de su parcela, aún agarrado del brazo de Victoria—. Ah, y ni se te ocurra volver a acercarte a mi hija, sino recuerda que de la tumba es difícil de escapar.

El señor Watson arrastró su hija hasta adentrarse en el jardín delantero y luego en el interior de la casa.

Quería haberle dicho algo antes de que hubiera desaparecido de mi vista, algo como que esas no eran formas de tratar a su hija. Mas me quedé bloqueado con su última amenaza.

FIN DE LA PRIMERA PARTE DEL LIBRO, TITULADA UVAROVITA.

¡Holaaa! ¿Cómo estáis? 

Como podéis ver, ya ha finalizado la primera parte del libro Escorpión y en julio, aproximadamente, se irá publicando la parte dos, titulada "La verdad". ¿Por qué la subo en esa fecha y no antes? Exactamente porque es la fecha de mis exámenes de la Universidad y voy a estar muerta jajaja. Ahora, obviamente, estoy ya estudiando para esos exámenes, pero estos dos últimos capítulos ya los tenía preparados y organizados para tan solo tener que publicarlos para ustedes.

Iba a publicar el capítulo antes, pero ayer tuve un examen parcial y no quería desconcentrarme jeje.

Cualquier duda se puede resolver en este apartado.

¡Gracias por leerme! ¡Hasta la próxima!

Atte: Nezla

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