22. La cena.
CAPÍTULO 22
LA CENA
ALEX
Mi mano se encontraba extendida en el aire y me estaba replanteando si llamar a la puerta que tenía delante de mí o huir. No sabía si fuera una buena idea venir a la casa de Zada. Si su hermana ya me intimidaba bastante desde la distancia, no me quería imaginar cómo de nervioso me pondría durante la cena. Seguramente ella quisiera asegurarse de que yo no era el culpable de la desaparición de Zada y querrá ponerme en aprietos mediante preguntas incómodas.
No estaba preparado para esa dura batalla
Finalmente, decidí dar tres toqué a la puerta de madera. Zada le hacía ilusión que acudiera a esa cena y no iba a defraudarla no apareciendo como un desgraciado. Quería que ella fuera feliz después de todo.
La puerta enseguida se abrió y Zada apareció delante de mis ojos con una sonrisa de oreja a oreja. Llevaba puesto un jersey gris algo grande para su cuerpo, puesto que ahora estaba más delgada que antes, y unos vaqueros rasgados por las rodillas que le quedaban ceñidos a sus piernas perfectamente. Su cabello negro como el ébano estaba suelto y bastante simple.
—Bienvenido —anunció Zada con alegría—. Qué guapo vienes —expresó, observando mi atuendo y haciéndome sonrojar.
Decidí cambiar mi típica camisa blanca con sudadera negra por una camisa de botones blanca y unos vaqueros negros. Llevaba años que no utilizaba camisas de botones, pero quería ir algo más arreglado para que la hermana de Zada me viera algo formal y no desconfiara tanto de mí. Encima de la camisa llevaba puesto una chaqueta vaquera de color negro también.
—Entra —me dejó pasar Zada, echándose hacia un lado.
Crucé el umbral de la puerta y observé su nueva casa. No era nada comparado con la anterior, es decir, la de sus padres. Esta era mucho más moderna. La entrada era bastante bonita y amplia. Desde aquí se accedía a las escaleras, que se encontraban enfrente de mí, y a través de unos arcos también conectaba al comedor a la derecha y al salón a la izquierda.
Una alfombra de diferentes marrones aunque de tonos pasteles cruzaba toda la entrada, hasta llegar a una puerta que había debajo de las escaleras y que se encontraba cerrada. Esta estaba cerca de una mesa con espejo al lado. Las paredes eran de un color crema y el suelo más o menos igual pero con un tono más oscuro.
El clic de la puerta cerrándose me despertó de mi trance y Zada se acercó a mí.
—Ahí tienes el perchero, por si quieres dejar la chaqueta.
Justo al lado del arco que daba al salón había un gran perchero. Me quité la chaqueta vaquera y la colgué en él.
—Ven —indicó Zada, tomándome de la mano para que la siguiera.
Un olor a una comida que no sabría describir llegó a mis orificios cuando entramos en la cocina, donde se encontraba su hermana pendiente de la cena que se estaba cocinando en el horno.
—Oh, Alex, estás ya aquí —manifestó con una sonrisa en su cara cuando se dio cuenta de mi presencia.
—Hola —mascullé y sonreí, algo avergonzado.
—Alex, ella es mi hermana, Primavera —me la presentó.
—Así nadie me llama —se quejó, supongo que de broma—. Mejor llámame Vera. —Se quitó el guante del horno de sus manos.
Yo simplemente asentí, ya que no sabía qué decir. Todo esto me parecía bastante incómodo y me daba vergüenza.
La cocina era algo pequeña y moderna. Nada más entrar podías ver las encimeras de color blanco, al igual que los armarios que habían colgados en la pared. Enfrente del arco de la puerta había una ventana que daba al exterior, es decir, a la calle. Las cortinas que decoraban la ventana eran de un color crema. Debajo de la ventana se encontraba el horno y al lado había un fregadero de dos piezas.
Al otro extremo había una vitrocerámica y encima se encontraba la campana. A cada lado de mí había una puerta, la del salón a la izquierda y la del comedor a la derecha. Al lado del acceso al salón había un armario del mismo color que las encimeras que supongo que será la despensa. A mi derecha había una pequeña mesa alta y blanca con dos taburetes de madera que tenía un cojín de color crema como la cortina. La pared esta vez era blanca y el suelo del mismo color.
Era una cocina bastante iluminada, tanto por los focos que colgaban del techo como por el color tan claro de la habitación.
El timbre del horno que anunciaba que la comida estaba preparada sonó y Vera se acercó para mirar con atención la comida a través del cristal.
—Está ya lista la cena —anunció—. Alex, siéntate, cariño. Y tú —señaló a Zada—, ayúdame a poner la mesa.
—Oh, no... Yo os ayudo también —le ofrecí con una pequeña sonrisa.
Si me habían invitado a cenar no quería que me lo hicieran todo. Me sentía bastante incómodo estar sentado mientras que las demás personas estaban haciendo algo. Yo también tenía dos piernas y dos manos.
Vera me sonrió y asintió. Zada se acercó a uno de los armarios y me dio unas copas, las cuales seguidamente coloqué en la mesa del comedor, que tenía ya un mantel beige decorándola.
El comedor tampoco era muy grande y se encontraba poco amueblado. Solo tenía una mesa de madera en el centro con seis sillas, una vidriera, que contenía en su interior varios tipos de vino y un juego de cubertería antigua —entre otras cosas—, en el extremo derecho de la puerta de la cocina, y una ventana en el izquierdo con unas cortinas del mismo color que las de la cocina.
Zada entró en el comedor con platos, tenedores, cuchillos y servilletas en sus manos.
—¿Qué vas a querer de beber? —preguntó Zada mientras colocaba los cubiertos en la mesa.
—Me da igual.
Típicas palabras que siempre salían de mi boca.
—¿Te gusta el vino? —indagó, mirándome.
—Sí —me encogí de hombros.
No era fanático del vino y solo me gustaban algunos, pero por probar no iba a perder nada.
Zada se acercó a la vidriera y la abrió para tomar uno de los vinos y echárselo a una de las copas. Luego, me entregó el vaso para que lo probara. Le hice caso y mojé un poco mis labios para saborear el líquido que contenía la copa. El vino era de un color rojo fuerte casi negro.
—¿Te gusta? —preguntó ella.
—No está nada mal —le di otro sorbo para saborearlo mejor y ella sonrió.
Como dije antes, no era muy fan del vino y tampoco era que me gustara mucho este. Era pasable. No era una bebida que estaría todos los días bebiendo.
Vera entró en el comedor con una bandeja que puso en la mesa rápidamente, ya que quemaba un poco. Se podía notar en la expresión de su cara, al igual que en el humo que expulsaba la comida.
—A comer —anunció Vera y fue un momento a la cocina para quitarse el delantal y los guantes.
Zada me ofreció asiento, el cual acepté, y ella se sentó a mi lado, justo en el pico de la mesa, para estar entre ambos. Miré con atención a la bandeja que contenía la comida y fruncí el ceño, sin que se diera cuenta Zada. No sabía qué era eso. Podría decir que era una especie de pescado cortado a rodajas y puesto en forma de flor en la bandeja.
—Tu hermana es muy simpática —le comenté a Zada para romper el hielo.
—Eso es porque no la conoces —soltó una pequeña carcajada y el silencio entre los dos volvió.
Desde su desaparición la situación con ella se enfrió un poco y más cuando supo que tuve algo con Victoria Watson, aquella chica que pertenecía al grupo de los populares que la acosaban en el instituto. Y ya no solo era eso, ya que seguramente se encontrará rara después de estar meses encerrada en un almacén por culpa de unos hombres que me querían atrapar. Es decir, aunque yo no hubiera sido el causante de su desaparición, como todo el mundo decía, en cierto modo sí fui culpable, puesto que esos hombres la secuestraron para atraerme a su trampa.
—¿Qué es? —pregunté, alargando el cuello para observar mejor la cena.
—Pez globo —contestó Vera, entrando de nuevo a la sala y sentándose junto a su hermana.
«¿Pez globo? ¿Esa no era la comida que utilizaba cuando jugaba a los Sims 4 para matar a las personas?», me pregunté, asustado.
Vera rio seguidamente con delicadeza y seguramente fue porque vio mi cara pálida.
—Sé lo que estás pensando —comentó y empezó a repartir el pez en los platos—. Y no, tranquilo. Tanto el hígado como sus ovarios están extraídos, y en el caso de la piel, está totalmente retirada. He cocinado más de una vez este tipo de pez y siempre me ha salido delicioso —terminó de repartir la comida y se echó un poco de vino en la copa.
Mi cara era un poema en esos momentos.
—Es chef —justificó Zada al verme tan atónito y yo asentí—. Trabaja en el restaurante tan famoso que hay en Spooky Hills.
—¿Cuál? —interrogué.
—¿No lo conoces? —cuestionó Vera con la ceja alzada.
—Me vine a vivir hace un año a Riddle Woods y no conozco nada que esté fuera de la ciudad —le expliqué y llevé la copa de vino a mis labios.
—Oh, entonces eres nuevo... —musitó Vera, cortando un trocito de pez globo y llevándoselo a la boca—. Interesante.
—¿No recuerdas que te lo dije? —Zada preguntó en voz baja a su hermana.
—Ay, Zada, me hablas mucho de él. Ya confundo toda la información que me das —dijo y bebió de la copa de vino.
—¡Vera! —chilló Zada, avergonzada, haciéndome reír.
Miré el plato que tenía delante de mis ojos y tragué saliva.
Siempre me había enterado de que el pez globo era una de las comidas más toxicas que existían y me daba miedo morir en el intento. Ya demasiada mala suerte estaba recibiendo en la vida como para confiar en ella. Sin embargo, borré todos mis pensamientos y llevé un trocito a mi boca. No quería ser malagradecido después de que hubieran pensado en invitarme a cenar.
—Se llama Spook —abrió la boca Vera y yo fruncí el ceño sin saber de qué hablaba. Ella estaba pendiente en la comida que había en su plato—. El restaurante en el que trabajo de Spooky Hills se llama Spook —repitió más detalladamente cuando alzó la mirada y vio mi expresión de confusión.
—Oh, nunca lo había escuchado —sonreí, avergonzado.
—Algún día Zada te invitará a comer allí y yo te prepararé algunos de mis platos maestros —sugirió Vera con una gran sonrisa en su rostro.
—Me parece estupendo.
—Bueno, dime, Alex, ¿qué tal los estudios? —interrogó Vera, colocando ambos codos en la mesa, elevados hacia arriba, y colocando su barbilla en sus manos, observándome así atentamente.
«Oh-oh, sabía que iba a ponerme a prueba», pensé con el corazón en la garganta.
Estaba bastante nervioso. Entablar una conversación con una persona no muy conocida era uno de mis peores temores y más cuando era la hermana de Zada y quería ver qué clase de chico era para comprobar si era bueno para su hermana.
—Vera —dijo Zada con tono de advertencia.
—¿Qué? No te quejes, Zada, que esto lo sabías desde primera hora —le regañó Vera con la expresión de su rostro seria.
—Ya, pero no hace falta que indagues en su vida personal —refunfuñó Zada, metiéndose en la boca el tenedor y masticando con rabia.
—¿Quieres ir a esa fiesta o no, jovencita?
Esta conversación no me estaba gustando nada. No quería que Zada se peleara con su hermana solo para defenderme. Si tenía que responder a todas las preguntas de Vera solo para que Zada pudiera tener una vida normal de adolescente, tendría que hacer el esfuerzo por ella.
—En los estudios voy bien y mal —interrumpí su pelea para alejar ese mal ambiente—. El idioma no es uno de mis puntos fuertes y aunque sepa ya hablar bien en inglés, en los estudios no es lo mismo y me cuesta un poco más.
—Oh, ¿de dónde eres?
—Eso te lo comenté un día, Vera —intervino Zada, no satisfecha por el interrogatorio de su hermana.
—Cállate un segundo, Zada —Vera se lo pidió con sutileza.
—De España —contesté, algo incómodo.
—Lindo país —expresó Vera y bebió vino—. Buena gastronomía, increíbles playas, magnífica historia antigua... Aunque... no me gustaría ir todo el día vestida con ese traje... Ya sabes... —chasqueó los dedos—. Ese que utilizan para bailar ¿españolenco?
—Flamenco, entre otros bailes —reí por su comentario—. Y no, no vamos vestidos todos los días con ese traje. Solo lo utilizamos, mejor dicho, lo utilizan, en ocasiones especiales. El resto del año vestimos como vosotros —volví a soltar una carcajada.
—Interesante... y ¿flamenco? Qué nombre más raro —arrugó su nariz—. Y... ¿por qué te mudaste a Riddle Woods?
—Mi madre falleció y me tuve que venir a vivir con la familia de mi padre —le expliqué con la mirada pérdida debido a la nostalgia.
—Oh, lo siento mucho, Alex —murmuró con un tono compasivo—. ¿Se puede saber que le pasó? Solo si puedes, tranquilo.
—Vera —de nuevo el tono de advertencia de Zada resonó por el comedor.
—Estuvo un tiempo enferma de leucemia y no superó la enfermedad —intenté esbozar una sonrisa, aunque forzada, para que las lágrimas no quisieran salir de mis ojos—. Apenas teníamos dinero en la cuenta, por mucho que mi madre se explotara trabajando. Me anunciaron que estaba ingresada en el hospital cuando me encontraba aquí en Riddle Woods con la familia de mi pa-padre. Ella estuvo meses en la cama y yo intentaba hacer todo lo posible para ayudarla y animarla, pero se fue...
Cuando fui a visitar a mi madre nada más llegar de Riddle Woods, ella se encontraba fatal. Se le notaba en la cara cómo le estaba afectando la enfermedad. Mas con la operación que pagó mi padre, como me prometió, ella volvió a brillar.
Celebramos el año nuevo junto tal y como se hacía en España. La tradición cosiste en comerse doce uvas con cada campanada del reloj a la medianoche del 31 de diciembre. Siempre decían que comerte todas las uvas daba buena suerte para todo el año.
Sin embargo, la ilusión se apagó de mi rostro cuando poco a poco mi madre se encontraba peor y a los meses dejó de brillar, llevándoselo todo con ella, hasta mi ser.
—Joder, lo siento muchísimo, Alex... Debe ser bastante duro para ti tener que despedirte de un ser querido y abandonar el lugar donde te criaste... —masculló Vera, apenada.
Sonreí para que no se preocupara.
—¿Vosotras cómo lo lleváis? —les pregunté por el accidente de sus padres.
—Aunque no hubiera pasado mucho tiempo con ellos porque siempre estaba fuera de casa y nada más cumplir los dieciséis me emancipé... duele, pero poco a poco te vas acostumbrando —declaró Vera.
—A mí me hubiera gustado verlos una última vez antes de... ya sabéis —musitó Zada en voz baja.
Ahora que lo pensaba... debió ser duro para Vera todo lo que le ha ocurrido. Su hermana desapareció a principios de verano y justo ese mismo año, meses después, sus padres, con los que tenía poca relación, tuvieron un accidente que acabó con ellos. Vera tuvo que sufrir bastante cuando vio que toda su familia poco a poco se esfumaba y ya no la volvería a ver. Ella se encontraba sola...
Ahora comprendía por qué protegía tanto a su hermana. Puede ser que Zada necesitara tener una vida normal adolescente, pero Vera sufrió tanto que ahora le daba miedo perder a su hermana de verdad.
—El mundo es una caja de sorpresas... —mascullé y me mordí el labio.
Esta conversación se estaba tornando demasiado triste. Me gustaba que Zada me contara sus problemas y poder ayudarla en todo lo que necesitara, pero como sigamos hablando de este tema... las lágrimas iban a sobrepasar la muralla de mis ojos. Tampoco quería hacerlas sentir mal tras recordar la ida de sus padres. Si a mí me dolió la de mi madre, no quería imaginarme como sería perder a ambos...
—Hablando de cajas de sorpresa... —intervino Vera tras beber un poco de vino—. El otro día en la fiesta te vi hablando con Victoria Watson, creo que se llama... ¿De qué la conoces? —interrogó y me atragante con el pez globo que había en mi garganta.
«Ya decía yo que este pez iba a ser la causa de mi muerte», pensé.
—Eh... Comparto algunas clases con ella.
Vera se puso firme y negó con la cabeza, algo furiosa al parecer.
—No sé cómo esa chica aún está en libertad —replicó con los dientes apretados dentro de su boca.
—¿Cómo? —cuestioné.
Miré rápidamente a Zada para que me diera explicaciones y ella miraba a su hermana sorprendida.
—¿Te llevas bien con esa chica? —interrogó con la mirada acusadora puesta en mí.
—Yo... —la miré.
—Mi hermana me comentó que pareció verla en el río Tanesis antes de que su cabeza impactara contra una roca —explicó Vera.
—¿A Victoria? —cuestioné, sorprendido.
Cuando me enteré la primera vez, se me paró el corazón al recibir tal traición por parte de ella. Sin embargo, a pesar de tanto acusarla y querer estar lejos de Victoria para que no le hiciera nada a Zada, tenía esas esperanzas de que ella no fuera así y de que no fuera quien lo hizo.
Mas... ahora mismo me lo acababa de confirmar la propia hermana de Zada. Siempre se lo pregunté a Zada para asegurarme de que no hacía mal en querer alejarme de Victoria de esa forma y ella siempre me decía que no se acordaba. Sin embargo, quizá Zada solo intentaba que no sufriera más después de enterarme que Victoria me engañó con el profesor de Francés.
—¿Eso es verdad, Zada? —le pregunté para asegurarme y solo esperaba que esta vez me dijera la verdad.
—Antes de verlo todo negro, vi una cabellera rubia bastante larga. Las manos de la persona que me intentó tomar en sus brazos eran finas y suaves. Por lo tanto, tenían que ser de una chica —se quedó callada por unos segundos y luego continuó—: Cuando ese hombre nos confesó que ella fue la causante de mi desaparición, fue el momento en el que todo me encajó.
—¿No hay posibilidad de que sea otra persona? —inquirí.
—No lo sé... —miró a su hermana—. Espera —se detuvo por unos segundos y frunció el ceño con la mirada clavada en el plato de pez espada—, creo que acabo de recordar algo.
—¿El qué? —le preguntó su hermana.
—No puede ser —Zada murmuró para ella misma.
—Zada, ¿qué pasa? —habló Vera, preocupada.
—Creo recordar... que... Más de una vez vi a Victoria o a una chica parecida deambular por los pasillos de aquel almacén —explicó mirando aún al plato de pez espada—. Solo que... yo siempre estaba algo adormilada, como si me drogaran para estar indefensa.
—Maldita desgraciada —rabió Vera y le dio un golpe a la mesa con su mano cerrada en forma de puño—. Su familia y ella se van a enterar quienes somos los de la clase baja. Se vayan a creer que unos cuantos billetes y varias empresas me van a asustar.
Todo lo que había dicho Zada me había dejado en estado de shock. Tenía la mínima esperanza de que Victoria dijera la verdad y que todo fuera un juego de Barnett, pero de nuevo ella me engañó para engatusarme.
Menos mal que en ningún momento caí en sus redes desde que la volvía ver. Me prometí proteger a Zada y no iba a permitir que nadie la tocara, ni siquiera Victoria Watson.
—¿Por qué no me lo comentaste antes, Zada? —le pregunté, confuso y dolorido.
—No quería complicar aún más vuestra relación.
—¿Relación? —cuestionó Vera con las cejas levantadas—. Pensé que estabas saliendo con mi hermana.
—Eh... —no sabía que decir.
—El beso que viste solo fue para espantarla, Vera —Zada le explicó, sacándome de ese apuro—. Él y yo solo somos amigos.
—Ajá... Pues hacéis buena pareja —se limpió la boca con la servilleta.
Alex y yo nos miramos y ambos nos mordimos el labio, algo avergonzados.
—Bueno, ese no es el caso ahora —volvió a hablar Vera—. Solo espero que con lo que ha dicho mi hermana reconsideres la amistad que tienes con esa niña.
—No somos amigos... —dije con pena—. Ni siquiera puedo llegar a decir que la conozco... —me detuvo para contener el aire—. ¿Vais a hacer algo al respecto?
—He podido comprobar que la policía solo está de adorno, por lo que me encargaré de hacer yo algo.
—Puede ser peligroso, Vera —le advirtió Zada.
—¿Quieres seguir encerrada en esta casa sin poder salir con tus amigos? Porque es más peligroso que vuelvas a salir a la calle para que esa niñata, que estudia en tú mismo instituto, vuelva a hacerte algo.
Vera parecía totalmente enfadada.
—De eso ya me encargaré yo, no te preocupes. Yo podría protegerla de cualquier amenaza —sugerí.
—Alex, ¿cuántos años tienes? —preguntó Vera de repente.
—Diecinueve.
—Pensaba que eras más pequeño —puso una mueca—. De todas formas, no quiero que te arriesgues por nosotras. Ya buscaré contactos que me puedan ayudar a desahuciar a esa familia rica y a acabar con esa niña pija. A mí ya no me van a volver a tomar el pelo.
Tragué saliva, enfadado, triste, avergonzado, decepcionado, traicionado... Esta noche tenía todos los sentimientos que una persona podría experimentar, excepto la alegría.
En los próximos minutos de la cena nos quedamos un rato más hablando de otros asuntos alejados a las últimas conversaciones.
El pez globo estaba más bueno de lo que me imaginé y no me había dado ningún patatús, al menos por ahora.
Después de una hora aproximadamente, recogimos la mesa ya que les comuniqué que tenía que volver ya a casa. Daniel siempre me esperaba antes de irse a dormir para que le cantara una nana o le contara un cuento.
Salí de la cocina y tomé la chaqueta vaquera del perchero para luego colocármela.
—Gracias por venir, Alex —manifestó Zada y sonrió—. Y perdón por las preguntas incómodas de la idiota de mi hermana.
—¡Te estoy escuchando desde la cocina! —gritó Vera y Zada puso los ojos en blanco, haciéndome reír.
Vera se había despedido de mí antes, ya que quería quedarse en la cocina para fregar los cubiertos y ordenar un poco el comedor.
—Al menos ha funcionado tu plan para ir a la fiesta —sonreí.
Después del momento incómodo y tantas charlas, conseguimos que Vera confiara en mí para que acompañara a Zada a la fiesta y estuviera pendiente de ella por si le pasaba algo o necesitaba cualquier cosa.
Me despedí de Zada con un fuerte abrazo y caminé hasta mi coche. Me senté en el asiento del piloto y puse en marchar el motor. Me miré en el retrovisor y suspiré, además de intentar acomodar mi cabello.
En ese mismo instante vi algo en la calle que llamó mi atención. Parecía ser una chica de pelo rubio y cuando me fijé más en ella, vi que era clavada a Victoria. Era ella.
«¿Qué hacía aquí?», pensé.
Abrí la ventanilla y me asomé por ella para comprobar si era Victoria de verdad, pero no veía a nadie en la calle desde este ángulo. Volví a mi posición, pensando que eran alucinaciones mías por haber estado hablando de ella con Vera y Zada, y salí de la calle con el vehículo en movimiento.
Las luces del coche podrían alumbrar hasta a una célula. Keaton, mi jefe del taller de mecánica, me puso unos focos bastantes potentes cuando me arregló el vehículo.
Era ya bastante de noche y no podía parar de pensar en Daniel. Él, por mucho sueño que tuviera, siempre me esperaba.
Busqué una cadena de radio para que diera un poco de ambiente al coche con la música y cuando di con una, me centré en la carretera.
—Silba, silba, silba... —se escuchó a través de la radio y yo fruncí el ceño, ya que la voz de esa chica daba escalofríos—. Al encantador caballero ella poseía. Silba... Silba... Silba... El viento trasportaba su ida.
Vi a través de la ventana del coche otra vez a Victoria en un callejón y esta vez estaba hablando con unos hombres de traje negro.
Los nervios empezaron a apoderarse de mí y aún más cuando el foco de mi coche alumbró a una persona que estaba en mitad de la calle. Tuve que girar el volante para no atropellarla. Menos mal que esquivé el poste con el que me iba a estrellar, porque si no, no sabría cómo hubiera acabado.
Paré de golpe el coche y me giré para comprobar a través de la ventana trasera si esa mujer seguía ahí, pero desapareció de la nada. Sin embargo, los ojos color violeta de la chica aún seguían grabados en mi mente.
El motor de unos vehículos se instaló en mis oídos y pude ver como unos coches se acercaban a mí a toda velocidad. Puse en marcha de nuevo mi automóvil y aceleré todo lo que pude mientras esos hombres me perseguían. Era bastante complicado ir a toda la velocidad por las calles de la ciudad, ya que a cada instante te encontrabas un resalte o una curva.
Después de varias vueltas por las calles de Riddle Woods, logré marear a esos hombres y aparqué el coche lejos de mi casa —y escondido—, por si existía la posibilidad de que aún estuvieran buscándome. Caminé con la respiración agitada y llegué a salvo a mi casa, aunque no sano, ya que el corazón estaba teniendo un ataque de nervios.
Victoria Watson estaba con esos hombres de negro y no le ha importado en absoluto que yo tuviera un accidente o que me hubieran capturado para..., como ella me dijo, matarme. El corazón se me desplomó por un instante después de tantas confesiones hoy y de ver con mis propios ojos a Victoria traicionándome de nuevo. Ya no estaba nervioso ni mis pulmones se iban a salir de mi boca, ya que no sentía nada dentro de mí.
¡HOLAAAAA! ¿Qué tal? No voy a poner mucho comentario aquí, simplemente quería agradecer el apoyo que estoy recibiendo. No sé si ustedes escribís también, pero supongo que comprenderéis la emoción que da ver cómo personas leer tu obra y conocen tus historia -tan surrealistas que mi loca cabeza es capaz de crear-.
Ya mismo empiezo los exámenes finales de la Universidad. Estaría todo junio haciendo exámenes y, obviamente, ya estoy comenzando a estudiar, pues es mucho temario (posdata: no se metáis en historia; es broma jajajaja, es interesante la verdad, y más los amigos que encuentras en ella; no me arrepiento de mi decisión). A lo que iba, quizás esté un poco más inactiva por aquí, espero que me comprendáis jeje. Además de escribir también me centro en mis estudios y tengo vida personal, la cual, con 19 años, tengo que disfrutar.
Al final sí extendí el comentario... jajajaja xD
Muchas gracias por todo, hasta la próxima! :D
Atte: Nezla.
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