20. El canto de sirena.

CAPÍTULO 20.

EL CANTO DE SIRENA.

TORI.

Cuando supuse que todo el mundo se había ido a dormir, por el silencio que inundaba en mi casa, salí de mi cama y puse una almohada, que tapé con las sábanas, como la otra vez. Tenía puesto una sudadera cómoda y unos pantalones deportivos, igual que los zapatos.

Pion, que se encontraba en el poyete de la ventana, vino hacia mí, correteando. Me agaché y le dejé espacio en el bolsillo de mi sudadera para que pudiera acomodarse ahí. Miré por la ventana y Aguijón Verde seguía en el mismo lugar, mirándome fijamente. También comprobé la altura de la ventana y tragué saliva al ver lo lejos que estaba el suelo de mí.

Me dirigí hacia la puerta cuando vi que la ventana era un método muy arriesgado. Pasearme por la casa también lo era, pero al menos así no moría en el intento.

Logré escapar de mi casa sin que nadie se diera cuenta. Pasé por el agujero que había en la valla, saliendo de la parcela de mi casa, y caminé hasta Aguijón Verde, quien se encontraba con las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero, como siempre.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté cuando llegué a su lado—. ¿Pasó algo?

—Tú me llamaste —dijo, girándose hacia mí.

—¿Yo? —cuestioné con el ceño fruncido.

—Sí, me pediste ayuda.

Abrí los ojos como dos aceitunas cuando recordé el momento en el que me encontraba en el coche de Melville. Pensaba que me encontraba en peligro y recordé las palabras que recité en mi mente: «Aguijón Verde, ¿dónde estás? Te necesito, joder». No sé cómo, pero parece ser que ese mensaje de socorro le llegó a Aguijón Verde.

«Pero ¿cómo?», me pregunté.

—¿Fue a través de la mente? —quise comprobar que mis teorías eran ciertas.

—Tu voz sonó en mi cabeza, por lo que sí.

—No puede ser... pero...

—Al parecer, al verte en peligro, tu organismo se alteró y lograste enviarme ese mensaje a través de la mente.

—¿Eso puede hacerlo cualquier otro hombre escorpión? —interrogué.

—No.

—¿Qué? ¿Y cómo pude hacer yo?

—Victoria, recuerda lo que te conté. Tus ojos azules son especiales. Eres del bando azul y, por lo tanto, tus poderes están relacionados con la mente. Es decir, es un poder completamente alejado al mundo de los hombres escorpiones.

—Pero tú puedes comunicarte también a través de la mente.

—Recuerda también que yo experimenté conmigo mismo para acabar con el proyecto Susac.

—Entonces... ¿este era el poder que me tocó cuando experimentaron conmigo?

Aún me costaba creer que tenía una vida pasada que no recordaba y mucho menos que alguien experimentó conmigo y que tenía superpoderes. Todo lo que me estaba ocurriendo era muy de película y me parecía demasiado surrealista.

—Seguramente ese fuera tu poder antes de morir —se calló por un momento, pero no hablé al ver su ceño fruncido—. Sin embargo, hay algo que no me cuadra.

—¿El qué?

—Cuando moriste, los poderes se esfumaron, aunque aún tuvieras los ojos azules.

—Quizá solo se paralizaron y ahora se reactivaron —supuse—. Del mismo modo puede estar pasando con el escorpión que hay en mi interior.

—Sí, podría ser una teoría —asintió—. Bueno, ¿cuál era el peligro?

—Nada, tranquilo. Pensé que estaba en peligro, pero realmente fue un susto —intenté no preocuparlo.

—Victoria, en tu nueva vida todo será peligroso, recuérdalo —me advirtió.

—Ya... lo sé —puse una mueca.

—Entonces puedo quedarme tranquilo, por ahora —dijo como si intentara despedirse—. Ahora sí, tengo que advertirte de algo muy serio.

—¿Qué pasó?

—No vuelvas a la guarida de los Escorpiones —citó con dureza.

—¿Por qué? —fruncí el ceño.

—Los espías de la carrera del escorpión dorado te han pillado infringiendo las normas y te han acusado de tramposa —me informó y yo abrí la boca—. Te están buscando y si te encuentran, te encerrarán en los calabozos de nuestra guarida.

—Pe-pero...

—Te lo advertí y tú, como gran cabezota que eres, desde pequeña, me desobedeciste —se cruzó de brazos.

—¿Desde pequeña? ¿Desde cuándo me conoces?

Una pregunta no paraba de rondar por mi cabeza desde que me enteré de todo. ¿Cuándo se supone que viví esos acontecimientos? Tenía que ser muy pequeña para que no me acordara. Bueno, más exactamente, un bebé. Pero si era verdad que Alex me arrancó el corazón de cuajo, tan pequeña no podría ser. Nada me encajaba en la línea del tiempo y tenía que preguntárselo luego a Aguijón Verde.

—No me cambies de tema.

—Aún tengo que resolver muchas dudas y entre ellas está...

—Ahora lo único importante es el escorpión dorado, Victoria, y que no te encuentren —me interrumpió.

Pues creo que esa duda se tendrá que resolver más adelante, porque Aguijón Verde no estaba muy de acuerdo en estos momentos.

«Lo enfadaste», pensé.

—¿El escorpión dorado? ¿Por qué?

—Se escapó cuando Zyon te salvó y cuando todos los Escorpiones empezaron a pelearse por el escándalo que se formó.

—No me jodas... ¿Y ahora qué hacemos?

—Yo me encargaré de encontrarlo mientras que tú intentas esconderte para que no te pillen.

—Si vais a utilizar el escorpión dorado conmigo, esa también es mi tarea —me opuse.

—O también tu encarcelamiento o muerte si los Escorpiones se enteran de tus intenciones.

—Pero no quiero quedarme con los brazos cruzados —me negué.

Sabía que era peligroso para mí si iba a buscar a ese escorpión dorado, pues ahora seguramente estuvieran buscándolo miles de Escorpiones y si me encontraban podría acabar mal, como decretó antes Aguijón Verde. Sin embargo, si mis visiones querían darme un mensaje... Espera, ¿he dicho visiones?

—Antes tuve una visión y en ella salía el escorpión dorado —le informé soltando las palabras con rapidez.

—¿Cómo?

—Esta vez no fue una pesadilla —empecé a explicar con la mirada perdida—. Es decir, estaba despierta, pero me empezaron a doler las manos fuertemente y luego una punzada en la cabeza me hizo ver varias imágenes.

—¿Cuáles?

—La primera imagen fue un callejón oscuro. Luego, un charco, un puente abandonado... Un túnel sin luz también. Y por último... el escorpión dorado.

—Quizá tu subconsciente te esté diciendo dónde se encuentra el escorpión dorado —supuso, mirándome con cierto interés.

—Por eso yo también tendría que ir a buscarlo.

—Es muy peligroso, Victoria —se negó.

—¿Y si dentro de media hora recibo otra visión? —cuestioné con una ceja arqueada.

—Me lo dices telepáticamente —dijo con tono vacilón.

—No sé ni cómo lo hice antes, por lo que no creo que sea efectivo ese plan.

Aguijón Verde suspiró.

—Solo aceptaré con una condición —musitó y yo sonreí—. Yo tengo que ir en todo momento contigo.

—Otro guardaespaldas... Qué guay —rodé los ojos.

—Lo tomas o lo dejas.

—Es mejor trabajar en equipo. Recuerdo la última vez que trabajé sola y acabé encadenada a una silla —hice una mueca con la cara.

—Bien... ¿Ahora estás disponible o la humana tiene que descansar?

—¿Ustedes no lo hacéis? —cuestioné.

—¿Acaso estamos vivos para satisfacer esas necesidades? —arqueó una ceja.

—Ahora es el momento indicado —respondí a su anterior pregunta—. Todos están durmiendo y si vuelvo antes de que despierten, nadie se daría cuenta.

—Sígueme entonces —me ordenó y se giró para emprender el camino.

Antes de seguirle los pies tal y como me demandó, miré a mi casa y luego a la ventana de mi habitación —que se podía ver desde aquí y tenía la cortina un poco abierta, por haberme asomado yo antes—. No había ningún indicio de que mi familia o mi guardaespaldas se hubieran despertado, así que decidí seguir a Aguijón Verde.

Aguijón Verde me dijo que, para que nadie me viera por mi vecindario con un tipo cubierto de tatuajes y que daba mala espina, íbamos a rodear el bosque hasta llegar a las calles de Riddle Woods. Nuestro plan era encontrar ese puente abandonado y en un bosque era poco probable que estuviera, aunque no imposible.

Nos encontrábamos caminando por, como yo le llamaba, el final del bosque, donde se podía apreciar un acantilado y debajo las olas del mar, porque sí, Riddle Woods era una ciudad de costa y yo vivía en lo más alto pero cercano del mar.

Este momento me recordó a la primera vez que vine aquí con Alex para que me contara su historia con Zada. Ese día nunca me hubiera imaginado todo lo que me estaba pasando, desde que los superpoderes de las películas existían hasta que yo era una de esas personas que los poseía.

—Seguramente queda un rato de camino y como el silencio a veces me incomoda quisiera saber...

—A mí no me incómoda en absoluto —me interrumpió y apartó de su cabeza una rama de un árbol.

—Bien por ti —lo felicité de mala gana y seguí con mi pregunta—. ¿Se puede saber durante cuánto tiempo estuve yo en ese internado? —quise indagar.

—¿Y esa pregunta a qué viene ahora? —levantó una ceja.

—Simplemente, como te dije antes, hay muchas dudas que aún no me resolviste —le eché en cara mientras que esquivaba palos y rocas que se encontraba en el suelo.

—Llevas en ese internado desde que eras un simple bebé hasta los trece —contestó y, sin parar de andar, arrancó un tronco de un árbol sin ningún esfuerzo.

—¿Hasta los trece? Imposible. Eso es casi toda mi vida —aluciné— Tendría que recordarlo, ¿no?

—Si te borran la memoria, no.

Tras inspeccionar el tronco que antes había arrancado, me lo dio a mí, supongo que era para defenderme de cualquier amenaza.

—¿Quién me la borró? —pregunté con la mirada clavada en el tronco, atónita.

—Yo.

—Oh, qué gentil —hice una mueca con la cara—. En cuanto a las personas que se hacen llamar mi familia...

—No sé más nada de ti desde que te reviví —me interrumpió.

—¿Cómo es eso? ¿Me dejaste tirada en el suelo acaso?

—Intenté sacarte de allí —empezó a explicar—. Sin embargo, los guardias vinieron a por mí y te tenía que esconder para que no te encontraran.

—¿Dónde me escondiste? ¿Me entregaste a mis padres?

—No sé quiénes son tus padres, Victoria —paró sus pies nada más para decirme eso con frialdad—. Aún inconsciente, te escondí dentro de una alcantarilla, en los túneles que hay debajo de Riddle Woods.

—Me encantan las alcantarillas —ironicé—. Quizá me haga amiga de las ratas.

Empecé a jugar con el palo, como si fuera el bate de béisbol, y Aguijón Verde paró sus pies de nuevo para detenerme, ya que sin querer le iba a dar en la cabeza.

—Luego, salí a la superficie para distraer a esos hombres y cuando volví para llevarte a mi guarida, ya no estabas.

—¿Cómo? —cuestioné y me puse firme—. ¿Me desperté y...?

—No lo sé —decretó con un tono duro—. Solo no estabas y por eso llevo tiempo buscándote. Por casualidad, te encontré, pero no estaba seguro si eras tú, ya que habías crecido y cambiado. Sin embargo, supe que había acertado cuando pronunciaste mi nombre.

—Espera, ¿qué?

—Supongo que al investigar sobre la desaparición de Zada, tuviste que informarte de los Escorpiones...

—Y ahí fue cuando pronuncié tu nombre, como si te estuviera llamando —terminé la frase por él.

Aguijón Verde asintió.

—En cuanto a la desaparición de Zada, ¿fui yo quien la secuestró? —quise indagar para quitarme ya ese nudo en la garganta, aunque me daba miedo la respuesta.

—No lo creo —comenzó de nuevo a andar.

—¿Fui yo? —volví a preguntar, indecisa por su respuesta, y caminé junto a él.

—No lo sé. ¿Por qué ibas a hacer eso? —frunció el ceño.

—Barnett me lo dijo.

—Ese desquiciado le encanta jugar con la mente de las personas para saciar su aburrimiento —puso cara de asco.

—También tuve una pesadilla que me indicaba que fui yo.

—¿Qué recuerdas del verano? —intentó indagar para atar cabos sueltos.

—Al principio no estuve en Riddle Woods. Me fui de viaje con mis padres a Noruega y cuando regresé, Zada ya había desaparecido.

—Lo que dije, jugó con tu mente —afirmó y se encogió de hombros.

—Pero si no recuerdo todo lo que pasó antes de los trece y se supone que es cierto, ¿por qué no iba a serlo? Quizá sí la secuestré, amenazada o algo, y me borraron la mente de nueva —intenté buscar alguna lógica.

—Es una posibilidad —su respuesta me congeló la sangre—, pero no lo creo. Sabían de la existencia de Nash, pues después de algunos años, lo encontraron. Por ello, decidieron secuestrar a Zada para atraerlo a la trampa de la chica desaparecida.

—Y ahí es cuando acudieron a mí para que yo les ayudara —deduje.

—Creo recordar que pensaban que estabas muerta, hasta que empezaste a investigar junto a Nash, o como tú lo llames, y te descubrieron.

Las ideas poco a poco se aclaraban en mi cabeza y el puzle se fue reconstruyendo, pero aún había muchas dudas que me dejaban sin aliento. En un principio pensé que introdujeron a Bruno como infiltrado solo para atraparme, pero al parecer el principal objetivo de Bruno era atraer a la trampa a Alex. Y supongo que ahí fue cuando yo todo se torció, ya que me junté con él y me descubrieron.

—Entonces... si las personas que me están cuidando no son mi verdadera familia, ¿quiénes son?

Esa pregunta vino de repente a mí y no pude evitar soltarla. Nada más hacerlo, un nudo se instaló en mi garganta. Nunca me hubiera podido imaginar que quizá mis padres no fueran los reales.

—Espera... ¿mi hermano es...?

—Victoria, no lo sé todo, ¿vale? —me interrumpió.

—¿Y cómo pretendes que descubra mi vida si me borraste la memoria? —cuestioné, algo indignada.

—Era lo mejor para ti. Este mundo es muy peligroso.

—¿Hay alguna manera para recuperar la memoria?

Aguijón Verde me miró mal. Seguramente estuviera cansado de que siempre estuviera preguntándole cosas, pero quería saber de mi vida desconocida.

Habíamos atravesado todo el bosque y llegamos a una carretera. No habíamos encontrado ningún rastro de un puente abandonado. Sin embargo, era de esperar. Seguramente ese puente se encontrará cerca de un callejón oscuro y en una ondeada de árboles era difícil de haber.

—Creo que por aquí deberíamos ir en la moto —supuso Aguijón Verde al ver los coches pasando a toda velocidad por la carretera.

—Ya, sería una buena idea, pero...

—¿Pero qué, Victoria? —cuestionó Aguijón Verde con los brazos cruzados y la ceja arqueada.

Era simple. Nos encontrábamos en una carretera, algo lejos de la ciudad y su moto no estaba por ninguna parte, a no ser que por arte de magia apareciera delante de mis ojos.

—No tenemos moto.

—Pues la robamos, ¿no? —dijo Aguijón Verde con una sonrisa pillina en la cara.

—Yo no voy a...

No pude seguir hablando porque Aguijón Verde me ignoró completamente y me rodeó. Cuando me giré, abrí tanto la boca que podría tocar el suelo. Su motocicleta se encontraba delante de mí, como por arte de magia.

—¿Pero...? ¿Cómo...? ¿Qué?

—La moto atendió a mi llamada —me explicó al verme tan atónita.

«Sí, claro, como si estuviéramos en el GTA», pensé.

Aguijón Verde se montó en la moto y me tendió el casco negro. Lo tomé, aún alucinando, y me subí al vehículo sin rechistar. Aguijón Verde accionó el motor y este comenzó a rugir, dando la señal de que estaba preparado para correr. Si este vehículo aparecía de la nada cuando Aguijón Verde lo llamaba, solo esperaba que se moviera como una moto normal. Con esto quería decir que si la moto era capaz de teletransportarse, quizá también lo hiciera con pasajeros y, gracias, pero prefería que mis órganos siguieran en buen estado.

Aguijón Verde empezó a correr con la moto. Los nervios se me quitaron cuando vi que mi teoría no era cierta. No obstante, mi organismo se volvió a descomponer cuando la moto adquirió una velocidad indescriptible. Esta vez no veía los árboles de los laterales pasando a toda velocidad, sino que no veía nada. Todo era borroso a mi alrededor. En menos de dos minutos, nos encontrábamos en la plaza de la ciudad, donde no había absolutamente nadie, ni siquiera el vagabundo de Riddle Woods.

La plaza de Riddle Woods era muy sencilla, aunque también demasiado bonita. Era una plazoleta que había en el medio y que tenía cuatro entradas, es decir, cuatro caminos que daba al centro, donde se encontraba la gran fuente, que estaba compuesta por unas simples rejillas y debajo tenía los tubos que expulsaban agua, además del Círculo. Esta no siempre estaba activada. Solo ponían en marcha el agua de la fuente cuando eran eventos especiales. En los laterales de la plaza —más bien las esquinas— había una zona de césped que estaba rodeada por una pequeña valla y tenía grandes árboles. En las entradas había algunos bancos, al igual que en el centro de la plaza.

Me bajé de la moto y observé por la zona, buscando con la mirada si algunas de las calles oscuras que rodeaban la plaza era la de mi visión, pero no se parecían en absoluto. El callejón era más siniestro. Fui a la fuente de la plaza, que estaba desactivada, y caminé por encima de ella. Me detuve y miré atentamente las rejillas que daban al Círculo.

—Esta es la principal zona por la que tuvo que escaparse el escorpión dorado —decretó Aguijón Verde cuando se colocó a mi lado—. ¿Te suena algún puente abandonado por alguna de esas calles?

—No, no son esas calles —le respondí, mirando el lugar—. El callejón oscuro era diferente y más apartado. Además, no hay ningún puente abandonado cerca de la plaza de la ciudad.

—Podrías haber traído tu pelota verde para poder encontrar el escorpión dorado más rápido —refunfuñé.

—Prefiero ver que tus visiones son correctas.

—¿Acaso piensas que te mentí? —cuestioné con una ceja enarcada.

—No, pero necesito comprobar qué le pasa a tu escorpión interior —me explicó—. Es raro que los poderes se te estén activando de la nada, sin ninguna fuerza sobrenatural como la Uvarovita.

—Ah.

—Además, los guardianes decretaron que nadie había resultado ganador —me informó y yo fruncí el ceño—. Rompiste las reglas y todos comenzaron a pelear por el escorpión. Entonces, los guardianes dieron como válida esa sentencia.

—Y... ¿qué pasa con el escorpión dorado ahora?

—Al no haber ganador, nadie puede tener el poder de ese escorpión.

—¿Ni tú?

—Victoria, el juego fue cancelado y dieron como perdido el escorpión —aclaró mis dudas—. Si no hay ganador, es ilegal utilizar las pelotas verdes para encontrar a ese bicho, porque serían hacer trampas para obtener un poder que no te pertenece.

—Pero nosotros estamos buscando el escorpión dorado sin haber ni siquiera participado.

—¿Acaso estamos utilizando las pelotas verdes? —cuestionó y yo negué con la cabeza—. Pues eso —me miró fijamente con esos ojos verdes brillantes—. Ahora... ¿dónde podría encontrarse ese puente?

Justo en ese momento, Pion saltó del bolsillo de mi sudadera, mostrándose ante los ojos de Aguijón Verde, quien sonrió al verlo. El escorpión empezó a corretear por la plaza y lo seguimos, ya que quizá podría darnos una pista. Nos dirigió hacia una de las calles y nos adentramos en ella. Pion, al ser un escorpión, posiblemente se viera atraído por el escorpión dorado y podría ser de gran utilidad.

Empezamos a caminar por esa calle, la cual estaba iluminada por algunas farolas. Pion ya no correteaba, sino que volvió a mi bolsillo. No sabíamos por qué había saltado para traernos hasta aquí, pero tendría que ser importante, o eso pensábamos. Inspeccioné las callejuelas para comprobar si alguna se asemejaba a la de mis visiones, pero nada. Toda la zona estaba iluminada y no había ningún puente por ninguna parte.

Una farola se apagó en ese instante y se escuchó un ruido a mi derecha. Me giré lentamente para identificarlo y un gato había saltado de una papelera.

«Maldito gato», maldije.

Suspiré al ver que no había ningún peligro. Que fuera de noche no ayudaba mucho a mis nervios, ni tampoco la bombilla de la farola que dejó de funcionar y ese gato.

—Estoy escuchando algo —me informó Aguijón Verde, quien estaba atento a la nada, quizá intentando oír ese algo.

—Quizá sea el gato que por poco me provoca un infarto —sonreí.

—Son personas hablando —decretó con la mirada seria y yo borré mi sonrisa—. Quédate aquí un momento. Ni se te ocurra moverte.

Aguijón Verde se marchó por una de las calles, dejándome sola en una ciudad tan peligrosa como Riddle Woods y a estas horas de la madrugada.

Una ráfaga de viento azotó mi cuerpo e hizo volar los mechones de mi cabello, espelucándome. Los pelos de mi piel se pusieron de punta, pero no fue exactamente por el frío, sino por un susurro que vino a mis oídos gracias a la fuerza del aire. Bueno, más bien, era un canto. Alguien cantaba en susurros y no era para nada una canción muy alegre. Era siniestra.

El canto de sirena atrajo a la encantadora doncella a la misma trampa que el lobo feroz a su Caperucita Roja preparó...

Era la voz de una chica. Era bastante raro, ya que no era una canción en realidad, pero parecía que lo estaba como recitando, provocándome escalofríos. Aún más miedo me daba no saber dónde se encontraba la joven.

«Quizás estuviera en su habitación», supuse.

Unas enormes gotas de lluvia del cielo lentamente caerían y un gran charco en la tierra formarían —la joven siguió cantando.

» La doncella no pudo evitarlo y siguió esa dulce voz, pero lo que no supo es que se la comería el lobo feroz.

Investigué cada casa de la calle y no había ninguna ventana abierta por la que se pudiera escuchar a una chica recitando esa melodía. Tragué saliva y empecé a caminar por la calle. Quería saber de dónde provenía esa voz.

Silba... Silba... Silba... A la encantadora doncella ella poseía. Silba... Silba... Silba... El viento trasportaba su ida.

El silencio volvió a apoderarse de la calle y todas las farolas se apagaron a la vez, asustándome. Giré sobre mí misma para inspeccionar la calle, acojonada, y no había nadie, ni Aguijón Verde.

Silba... Silba... Silba... —un susurro cantarín llegó a mis oídos y estaba cerca.

Me giré hacia la derecha y vi un callejón oscuro, que estaba entre dos edificios de ladrillos. Recorrí con la mirada el suelo y un charco había en el medio.

«La visión...», recordé.

Sin embargo, lo que más me sorprendió fue la figura de una persona, más exactamente una chica, o eso creo. Ella se encontraba sentada en el suelo. Sus manos abrazaban sus piernas y ella miraba hacia delante.

Sin querer, pisé una lata que había en el suelo, provocando un sonido hueco que hizo eco en la calle. La chica giró rápidamente la cabeza hacia mi dirección y la ladeó. Se levantó lentamente del suelo y la postura que adquirió al estar de pie no era para nada humana. Parecía que su cuerpo estaba deformado y por eso tenía que encorvar la espalda y andar como si estuviera coja. Espera, ¿estaba caminando? Sí, estaba dirigiéndose hacia mí.

Silba... Silba... Silba... —cantó la chica mientras caminaba hacia mí.

Di unos pasos hacia atrás y me caí al tropezar con el bordillo de la acera. Me levanté rápidamente con intenciones de huir de esa chica, pero hice todo lo contrario. Caminé hacia el charco inconscientemente, como si hubiera caído en el hechizo de la sirena.

La joven, al ver que me acercaba a ella, decidió retroceder y volver al gran charco. Mis pies pararon justo encima del agua y, ahora que me encontraba más cerca de la joven, mi organismo se congeló.

«Cabello rubio, labios gruesos, ojos color perla...», pensé.

Ella era yo.

La chica que se parecía a mí —o más bien vamos a referirnos a ella como mi clon— sonrió y, de repente, puso sus manos en mis hombros e hizo presión hacia abajo. En un abrir y cerrar de ojos, me encontraba debajo del agua, de pies a cabeza.

¡Holaaa! Ya no suelo poner muchos comentarios aquí abajo, pero la ocasión lo requería para decir unas palabras. Muchas gracias a esas personitas que han llegado nuevas a este libro. Estoy bastante feliz y orgullosa de mi trabajo por saber que os está gustando la historia. De verdad, gracias por vuestro apoyo <3 

Solo he de decir que cada vez vienen capítulos más interesantes y con más drama, acción, peleas, amor, desamor, engaños... Espero que estéis preparados para lo que viene ;) Solo espero que no seas sensible, porque me encanta el drama.

Cualquier duda podéis preguntarla en este apartado :)

¡Hasta otra!

Atte: Nezla.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top