15. Recuerdos.
CAPÍTULO 15
RECUERDOS
ALEX
Victoria y yo nos quedamos un rato abrazados. Las chicas se fueron de las zonas de los retretes, pero nosotros seguimos ahí hasta que no se fueran todas las jugadoras del vestuario, ya que, si me pillaban, me podría meter en un buen lío. Cuando ya no escuchábamos nada afuera, Victoria salió de la cabina para comprobar si había alguien en los vestuarios y volvió para comunicarme que no había nadie.
—Ya puedes irte —me informó Victoria y se marchó a la zona de los lavabos, seguramente dispuesta a irse. Corrí hasta ella y la detuve, tomándola de la muñeca—. Alex, vete, no te pueden ver aquí.
—No.
Ya no era porque quisiera hablar con ella, sino porque notaba en su cara que se encontraba mal y no podía dejarla sola de esa forma.
—¿Por qué entraste aquí? —preguntó.
—Quería hablar contigo.
—Ah, claro, por qué iba a ser —murmuró ella con la voz rota.
—Victoria, no dejes ganar a aquellas personas que lo único que saben hacer es querer hundir a la gente metiéndose con ella mediante críticas absurdas.
—Cuando dicen la verdad no es criticar, ¿no? —cuestionó con una ceja levantada.
—Lo que ellas dijeron no era verdad —aseguré.
—¿Ni lo del señor Gerard?
Me quedé callado sin saber qué responder. Muchos rumores podrían ser falsos, al igual que lo que acababan de decir esas chicas de Victoria. Sin embargo, cuando reflexionaba, recordaba que el rumor de Victoria Watson y el profesor Gerard era verdad, ya que lo vi con mis propios ojos. Entonces, dudaba y comenzaba a desconfiar, pues los demás rumores, como el que me acababa de enterar de su entrenador de voleibol, podrían ser también cierto. Mas ese no era motivo para que alguien intentara hacer sentir mal a Victoria.
—Lo que yo decía —resopló—. ¿Qué querías? ¿Me vas a pedir explicaciones por haberme escapado del instituto para irme con Zyon?
—No tienes que darle explicaciones a nadie sobre eso, Watson.
Ella podía hacer lo que quisiera con su vida y si quería perdonar a Zyon y volver a llevarse bien con él, está en todo su derecho de hacerlo. No necesitaba ninguna explicación sobre ese asunto, pero sí sobre otros. Quería hablar con ella porque sospechaba de ese chico y, si era verdad lo que dijo Barnett, ella podría estar tramando algo con él. Zada ya sufrió mucho en su momento y no iba a permitir que le pasara nada.
—¿Entonces?
—Esta mañana me dijiste que hablaríamos en otro momento —le recordé.
—Pero no aquí, en los vestuarios de chicas, donde podrías haber pillado a alguna duchándose —apuntó y señaló con las manos el lugar.
—Perdón, vi que estabas aquí y no pude evitar aprovechar la oportunidad para poder hablar contigo —aclaré, mordiéndome el labio, avergonzado.
—No puedo, lo siento —murmuró, negando con la cabeza—. Me están esperando para regresar a casa y no puedo tardar, ya que si no van a sospechar de algo.
—Pues contesta rápido, por favor.
—¿Y si no quiero responder? —se puso desafiante—. He intentado hablar contigo muchas veces y me has mandado a la mismísima mierda —me recordó con rabia—. ¿Por qué no iba a hacerlo yo ahora?
—Porque no perderías la oportunidad de hablar conmigo —respondí, bastante seguro de mis palabras.
—Bueno, quizás eso ya me da igual, quizá me he rendido —manifestó con la mirada clavada en mis ojos negros.
—Victoria Watson nunca se rinde —afirmé.
Victoria Watson era esa chica que luchaba hasta el final, aunque eso significara el fin para ella, como pasó la noche de Halloween. Ella siempre intentaba solucionarlo todo y averiguar hasta el último detalle. Por lo tanto, estaba segurísimo de que Victoria estaba negándose solo para joderme.
—Puede que esta vez sí, Brooks.
—¿Dónde estuviste esta mañana, Watson? —la ignoré y se lo volví a preguntar para no perder el tiempo.
Si era verdad que tenía que irse ya para que su guardaespaldas no sospechara que le había pasado algo, tenía que actuar ya para obtener las respuestas.
—En el instituto.
Reí ante su respuesta.
—No te lo crees ni tú.
—¿Y tú qué sabes? —cuestionó y frunció el ceño—. Hoy solo compartías la primera hora de clase.
—Desde que te vi salir del instituto no te volví a ver más hasta que apareciste con Zyon.
Cuando supe que Victoria estaba viva y que seguía cerca de mí, no pude evitar ponerme nervioso y no era porque aún tuviera sentimientos hacia ella, sino porque me daba temor que realmente ella estuviera con esos hombres y que hiciera algo en el momento más inesperado. Por ello, tenía que vigilar cada uno de sus movimientos para saber qué podría estar tramando y esta mañana una alerta recibió mi cabeza, dándome a entender que ya estaba poniendo en marcha su plan.
—O sea, ¿me has estado buscando durante todo el día para vigilarme? —alucinó y rio.
—Cuando veo algo sospechoso, he de hacerlo.
—Esto es impresionante —refunfuñó.
—Victoria, dime la verdad —le exigí, pero ella solo se me quedó mirando—. Por favor...
—¿Sabes? —empezó a hablar—. Esta misma situación me recuerda a la pelea que tuvimos en el baño hace un mes, aunque con los papeles cambiados.
Ahora que lo pensaba, tenía razón. Hace aproximadamente un mes tuvimos una pelea en el baño. Esa misma en la que yo acabé confesándole que había asesinado a Zada para que ella se alejara de mí. En ese momento ella era quien me acusaba de algo y quien no paraba de hacer preguntas para resolver sus dudas y ahora era yo quien lo hacía.
—No me cambies de tema —musité.
—Pero... ¿sabes la diferencia? —me ignoró por completo y siguió con sus recuerdos—. Que yo aquella vez, a pesar de exigirte respuestas, confiaba en ti, hasta que dijiste...
—Hasta que dije que maté a Zada —terminó por mí—. Entonces, ¿me estás diciendo que ahora me vas a confesar por fin que la secuestraste?
—Podría hacerlo, para que ambas situaciones se parecieran aún más —decretó y se acercó a mí—. Sin embargo, no lo haré porque te lo creerías.
—Eso está claro.
—Esa es la diferencia, que yo sí confiaba en ti y por eso fui a buscar respuestas. En cambio, tú... —masculló muy cerca de mí, pero la interrumpí.
—Quiero confiar en ti, Watson, pero se me hace difícil, muy difícil —confesé y solté un pequeño suspiro.
Se quedó callada y se mordió el labio. Nos quedamos unos segundos en silencio, mirándonos el uno al otro. Ella negó con la cabeza y se alejó de mí, dirigiéndose al otro lado de los lavabos.
La habitación en la que nos encontrábamos era sencilla. En las paredes se situaban las taquillas y en el centro había dos filas de lavabos, cada una mirando para cada lado, con unos focos encima, además de las luces del techo, para iluminar un poco más el lugar.
—Dime por qué faltaste a la mayoría de las clases —volví a preguntarle, porque necesitaba la respuesta.
Lo que dije antes era verdad. Quería confiar en Victoria, pero me resultaba bastante difícil poder hacerlo porque nada me encajaba y tampoco quería equivocarme por tan solo dejarme llevar por sus encantos. Sin embargo, necesitaba las respuestas nada más para verificar que quizá si hubiera una mínima esperanza para poder confiar en ella.
—Quería tomar el aire —respondió desde el otro lado de los lavabos y se encogió de hombros.
—Claro, me lo creo —ironicé.
—Si tu novia no fuera por ahí amenazando a las personas, quizá no lo hubiera necesitado —me comunicó, colocándose enfrente de mí, al otro lado, y posando sus manos en el lavabo.
—¿Zada te ha amenazado? —pregunté, incrédulo, y me coloqué más cerca del lavabo para mirarla de frente con mejores perspectivas.
Zada era bastante pacífica para meterse en esos problemas. Puede ser que a veces se le cruzaran los cables y dijera cosas inoportunas, pero era para defenderse de sus acosadores. En cambio, ella nunca amenazaría a nadie a pesar de todo.
—Eso es asunto nuestro —respondió con la mirada desafiante y calculadora.
—¿Qué pasó en el baño? —seguía interrogándola.
—Nada.
—Watson —murmuré entre dientes con tono duro.
—Que te lo cuente ella, a mí no me vas a creer —supuso y se encogió de hombros.
—Entonces... si Zada me dice que ella no hizo nada y que fuiste tú quien la amenazó... ¿qué pasaría? —me apoyé también en el lavabo con las manos.
—¿Eso fue lo que te dijo?
—Contesta —mi mirada también se volvió desafiante.
—¿Por qué iba a contestar si a mí no me creerías? —cuestionó y alzó una ceja.
—Zada no me dijo eso —respondí a la pregunta que me hizo antes—. Es más, ella ni siquiera quiso hablarme de la conversación que tuvisteis.
—Por algo será —soltó una pequeña carcajada.
—Cuéntamela entonces.
—Esto es como cuando tu hermanastra me metía mierda sobre ti, pero, de nuevo, hay una diferencia, yo sí te escuchaba y te creía —volvió a comparar las dos situaciones.
—Te estoy dando la oportunidad para que me lo cuentes, por lo que te escucharé.
—Oh, ¿debo sentirme privilegiada, señorito Brooks? —vaciló.
—Watson, por Dios —resoplé y me alejé del lavabo, dándole las espaldas a Victoria.
—Me amenazó, ¿vale? Tu novia me amenazó —confesó por fin.
—¿Pero con qué? —inquirí y me di la vuelta para mirarla a la cara.
—Me pidió que me alejara de ti si no quería acabar mal.
Reí.
—¿De qué diablos te ríes? —cuestionó y se separó del lavabo.
—¿Te estás escuchando? —volví a reír—. Esas mismas palabras parecen ser tuyas, no de Zada.
—Gracias por creerme —desvió la mirada de mi figura.
—Pero ¿cómo te voy a creer? Todo lo que estás diciendo son locuras, joder. ¿Zada amenazándote con eso? Venga ya, Watson, por favor.
—Pues sí, hay veces que crees conocer perfectamente a alguien mientras que eso no es cierto.
—Tienes toda la razón... Me pasó contigo —afirmé mientras asentía con la cabeza y lágrimas querían asomarse a la luz.
Rodeé los lavabos y me acerqué a ella, quien ahora estaba cerca de los casilleros.
—Pensé que eras distinta, pero no, por fuera eres una chica rica y popular que solo piensa en sí misma y por dentro, desgraciadamente, eres lo mismo —murmuré con rabia.
—¿En serio crees que pienso en mí misma? ¿En serio? —cuestionó, sorprendida y a la vez enfadada—. No sabes las veces que me he preocupado por ti. No sabes...
—Por conveniencia, Watson, por conveniencia. Querías camelarme para llevarme a vuestra trampa —dije con un nudo en la garganta.
—¿Qué trampa? ¡Yo no tengo nada que ver con eso! —gritó y empezó a manosear su cara. Después de unos segundos, quitó sus dedos de su cara y dijo—: En la vida podría hacerte eso, joder, Alex, ¡me importas! ¿En serio crees que querría hacerte daño si...?
—¡Le hiciste daño a Zada! —ladré y caminé hacia ella—. ¡Ella sufrió por tu culpa! —me acerqué aún más a ella, encerrándola entre el casillero y mi cuerpo.
—¡No fue mi culpa! —gruñó en mi cara.
—Fuiste tú, ese hombre lo dijo —susurré, calmando mi voz, aunque no mi respiración.
—A ese hombre le encantan los juegos, ¿no lo viste?
—Quizá no fuera un juego, quizá todo fuera verdad, ¡quizá yo sí te maté! —volví a alzar la voz y me alejé de ella para evitar caer en la tentación.
Me encontraba otra vez de espaldas. Victoria se acercó a mí y me acarició el brazo, produciéndome un fuerte escalofrío con su tacto.
—¿Recuerdas eso? —preguntó—. ¿Recuerdas haberme matado?
Me giré y de nuevo estábamos muy cerca el uno del otro. Ambos nos miramos a los ojos.
—No, pero ya nada me sorprende en esta vida. Posiblemente yo tuviera un motivo para acabar contigo —me dolió decir eso.
En realidad, no me creía casi nada de lo que dijo Barnett. Después de tanto tiempo no podía aparecer un hombre y decirme que mi vida era falsa. No recordaba nada de lo que él confesó y eso era muy sospechoso. Además, mi madre nunca me lo comentó y ella siempre decía la verdad. No obstante, si no creía en las palabras de Barnett, tampoco tendría que pensar que Victoria era la culpable de todo. Mas, por varios motivos e inseguridades, no confiaba en ella. Por otra parte, si le daba la razón a Victoria, estaría traicionando a Zada.
Victoria no dijo nada, solo se quedó callada con la mirada atenta en mí.
—Solo te voy a decir una cosa, Watson, no te atrevas a hacerle nada a Zada, ni a nadie, sino te las verás conmigo —tomé valor para soltárselo.
—¿Tú también me amenazas? —inquirió y tragó saliva.
—Yo no amenazo, simplemente advierto —la miré atentamente a los ojos.
—Esto es increíble ―se mordió el labio mientras que negaba con la cabeza.
—Más increíble es cómo me la jugaste —dije con el corazón encogido.
—¡No te das cuenta! —estalló, alejándose de mí—. Esto es lo que querían, ponernos en nuestra contra para así atacarnos con más facilidad.
—Deja de vivir en una maldita película, Watson —negué con la cabeza y la miré.
—¡Deja de ser un gilipollas y date cuenta ya, joder!
—¿De qué? —fruncí el ceño.
—¡De que estás en peligro! —gritó y volvió a acercarse a mí—. Estás en peligro, Alex —murmuró con la voz más calmada.
—Claro, y ahora es cuando me dices que Zada es la mala y que debo tener cuidado con ella —vacilé, incrédulo.
—Te quieren muerto —declaró a centímetros de mi cara.
No dije nada. Su cercanía me ponía nervioso y aún más notar sus labios rozando los míos. Quería besarla y mandarlo todo a la mierda, pero no podía caer en la tentación. Zada me necesitaba y no podía elegir el bando de Victoria después de todo lo que me hizo. Mentiras, engaños... No podía dejar que me volviera a manipular.
—¿Sabes qué? Paso de seguir hablando contigo —Victoria volvió a hablar—. Eres como un maldito libro cerrado. No quieres entrar en razón, ni siquiera hablar las cosas como dos adultos y al menos dejar que la otra persona se pueda explicar. No te estoy pidiendo un jodido perdón, Alex, sino que me dejes hablar sin una maldita pelea de por medio.
—O sea, que no quieres que te perdone.
—Es lo que más quiero, pero sé que es algo imposible.
—Lo es —aseguré.
Una parte de mí quería creerla y perdonarla. En cambio, como dije antes, eso significaría traicionar a Zada, porque ¿y si realmente Victoria era la secuestradora de Zada y me equivocaba? Si eso era verdad, Victoria me la había jugado dos veces esa misma noche. Me había engañado con el señor Gerard —y no sé con cuántas personas más— y también me había engatusado para que cayera en esa trampa, que ella planeó con esos hombres. Es difícil creer a la otra persona sin saber la verdad, pero teniendo motivos para desconfiar de ella es suficiente.
—Me voy.
Tras decir eso, caminó hacia la puerta, pero detuve sus pasos con mis palabras:
—Eso, huye de los problemas.
—Pues sí... de ti, huyo de ti, porque me haces daño —confesó.
Su respuesta me sorprendió, pero no hizo que me diera pena, porque esas tácticas eran muy previsibles. Además, yo no tenía la culpa de nada, o de casi nada. Ella fue quien tiró nuestra relación por la borde al besar a ese profesor. Yo soy quien realmente ha sufrido y está sufriendo por eso.
—Tú sí que me has hecho daño Victoria. No sabes cuánto. No tienes ni la más mínima idea de cómo de mierda me hiciste sentir. No te puede ni imaginar todo lo que lloré por ti —le reproché con los ojos llorosos y me giré para mirarla—. ¡Y ni si quiera sé por qué te digo esto! ¿Para hacerte saber que has podido destrozarme como a un puto desgraciado? Porque sí, Victoria, pudiste hacerme el chico más feliz del mundo, no te lo niego, pero también me destrozaste por completo.
—¿Crees que yo no sufro? ¿Piensas que yo no lloré? ¡A mí también me dolió! ¡A mí...! —la interrumpí.
—No te dolió tanto cuando besaste a ese profesor.
—Me dolió aún más —manifestó y vi cómo sus ojos brillaban por las lágrimas—. Me duele saber que todo esto es por mi culpa. ¿Pero qué le hago, joder? Ya no puedo volver atrás —tragó saliva—. Yo no lo besé, Alex. Yo no le seguí el beso. Me quedé paralizada sin poder reaccionar —me explicó, pero me resultaba imposible creer en sus palabras—. ¡PERO SÍ! ¡TE DOY LA RAZÓN! ¡ES MI CULPA! ¡LO SIENTO!
Se produjo un silencio entre los dos.
Ojalá poder leer la mente de los demás para saber que no me estoy equivocando, porque esto me estaba matando. Quería saber si realmente lo que mi cabeza decía era cierto. Quería saber si Victoria me fue infiel y si de verdad era tan cruel como para secuestrar a Zada. Pero yo no podía saber que pasaba por su cabeza para buscar una solución a este problema y eso me estaba torturando, porque, a pesar de todo, la seguía queriendo y no como el primer día, sino más, mucho más.
—Quizá lo mejor para los dos es estar separados, lo más alejados el uno del otro —declaró con lágrimas en los ojos—. Me lo advertiste y yo no te hice caso. Perdón por eso también.
No dije nada. Todas sus palabras eran como una flecha directa hacia mi corazón. Realmente no quería alejarme de ella. Deseaba que todo fuera como antes, como cuando estábamos juntos. Aunque solo fueran dos semanas, fui muy feliz a su lado.
Sin embargo, quizás ella tuviera razón y lo mejor para los dos era estar separados, porque si no, íbamos a destruirnos mutuamente. Una relación así no era sana y lo mejor era cortar de raíz para no seguir abriendo la llaga y ocasionando dolor a la otra persona.
—Él me lo dijo, me advirtió que debería alejarme de ti, pero no le hice caso por tonta —Victoria habló de nuevo casi para sí misma.
—¿Quién? —pregunté con las cejas juntas.
—Eso no es de tu incumbencia.
—Zyon, ¿no?
—No todo gira alrededor de él.
—Entonces, ¿quién? —volví a preguntar, pero ella no dijo nada, solo se quedó callada—. ¿Por qué no le hiciste caso? —me atreví a indagar.
—Yo no rompo mis promesas. Te prometí un día que no te dejaría solo y menos cuando hubiera peligro. Aunque esto no te lo hubiera dicho nunca, yo me prometí a mí misma protegerte hiciera lo que hiciera falta —me explicó con lágrimas en sus ojos.
De nuevo, me sorprendí con su respuesta, pero no caí en su juego, porque sí, podía ser una buena idea para engatusarme y ganarme. Hay personas en el mundo que saben actuar muy bien y Victoria podría ser una de ellas.
—Como tú dijiste, las promesas están para romperse —decreté con dolor.
—Puede ser, porque me cansé.
No me dio tiempo a decir nada, ya que ella se dio la vuelta y abrió la puerta para marcharse del vestuario, dejándome solo.
Me encontraba a un metro aproximadamente de la puerta, parado, sin saber cómo reaccionar. Una lágrima se escapó por fin de mi ojo y recorrió mi mejilla. Elevé la mano para quitarla rápidamente del medio.
Las palabras de Victoria calaron fuertemente en mi corazón, destruyéndolo a pedacitos. Un nudo en la garganta me impedía respirar. Me dolía bastante el pecho. ¿Esto era lo que se llamaba amor? Porque estaba cansado de sufrir por ese estúpido sentimiento.
De repente, las luces del vestuario se apagaron, dejándome aturdido. No me moví de mi sitio, pero sí inspeccioné con la mirada la zona. Algo apareció delante de mis ojos, una persona con cabello dorado, Victoria. Sin autocontrol de mis actos, mis manos alcanzaron su cuello, ahogándola. Puse expresión de sorpresa, pues yo no era quien lo estaba haciendo. Algo estaba controlándome por completo. Ordené a mis músculos que se detuvieran, pero no me hicieron caso. Cuando la cara de Victoria se palideció, dejé solo una mano en su cuello, para sujetarla, y la otra mano se dirigió hacia su pecho. Mis ojos se abrieron bien grandes cuando mis dedos atravesaron su tórax hasta extraerle el corazón, el cual ahora palpitaba en mi mano.
Y, de pronto, ella se esfumó de mi vista, como si fuera una mota de polvo. Me encontraba con la mano en el aire, pero esta vez tenía ya por fin control sobre ella. La sangre también desapareció, al igual que el corazón que tenía en mi mano.
Algo pasó por la puerta, llamando mi atención. Era como una sombra. Con el corazón encogido, me asomé al pasillo. No había nada ahí. Caminé lentamente por el pasillo, mirando hacia todos lados, incluso hacia atrás, por si alguien me atacaba.
Entonces recordé las palabras de Victoria: «Estás en peligro. Te quieren muerto». Pero exactamente eso no fue lo que me alarmó, sino que ella pudiera estar en peligro, pues lo que vi antes era demasiado real para ser mentira. Por ello, aceleré el paso. Salí del gimnasio y corrí por la zona deportiva a toda velocidad.
Cuando llegué al aparcamiento del instituto, mi corazón volvió a su sitio. Victoria estaba montándose en el coche de su guardaespaldas, quien estaba mirando hacia los lados, seguramente vigilando la zona.
A pesar de no ser capaz de confiar en ella y de nuestra pelea, no pude evitar preocuparme por ella. La visión que tuve era demasiado real. Sentía cómo la estrangulaba con mis manos y cómo le arrancaba el corazón de cuajo. Temí por su vida...
«¿Qué había pasado?», me pregunté, queriendo buscar una explicación a lo que vi. No obstante, no debí contestar a esa pregunta, porque la respuesta me dejó congelado. Solo diré una palabra para describir que fue lo que pensé: recuerdos.
¡Sorpresa! ¿Cómo que un capítulo un miércoles? Pues sí jejeje. He terminado ya por fin los exámenes y tengo un poco más de libertad para poder respirar tranquila, salir e incluso escribir.
Este capítulo es un poco intenso. No puedo negar que me gusta crear tensión en las peleas de Álex y Tori. Sin embargo, a pesar de las peleas, podéis notar aún que realmente se ponen nerviosos estando cerca el uno del otro. PERO NO SPOILER. Me callo jajajaja
Espero que os haya gustado el capítulo y gracias a aquellas personas que leen mis libros y votan por ellos. Sinceramente, eso me saca una sonrisa de la cara. Es una sensación muy bonito ver cómo otras personas valoran tu trabajo.
¡Hasta otra!
Atte: Nezla.
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