12. Uvarovita.

CAPÍTULO 12

UVAROVITA

TORI

Mi cara se descompuso al ver a Zyon delante de mis ojos. No podía explicarme qué hacía él en este lugar, concretamente en la guarida de Aguijón Verde. Mi cabeza no podía procesar que él fuera un integrante de los Escorpiones. Es verdad que sus tatuajes podrían delatarlo, ya que tenía casi todo el cuerpo cubierto por esa tinta negra, pero... No, no me lo podía creer. Los Escorpiones llevaban años desaparecidos y no se mostraban a la luz, solo se ocultaban bajo la profundidad de las tinieblas de la tierra para que nadie pudiera encontrarlos. Era imposible que Zyon perteneciera a esa banda callejera.

—¿Qué haces tú aquí? —inquirí y tragué saliva.

—No, no, no, aquí el único que puede preguntar eso soy yo —indicó con una mueca—. ¿Qué haces aquí, Kami?

Junté mis cejas y miré en buscas de respuestas a Aguijón Verde, quien nos estaba observando con los brazos cruzados.

—¿Conseguiste que te hiciera caso? —le preguntó Zyon a Aguijón Verde y este asintió.

Fruncí aún más el ceño sin comprender qué estaba pasando. No me fiaba de Zyon y si era miembro de los Escorpiones menos aún confiaría en ellos. Por un momento pensé que todo esto podría ser una trampa para capturarme o para juntarme con Zyon, ya que él me pidió ayer que fuera con él para hablar sobre unas cosas. Me parecía bastante surrealista que Aguijón Verde hiciera de mensajero solo para que Zyon tuviera lo que quería. No creo que Aguijón Verde se rebaje al nivel de obedecer las órdenes de Zyon.

—O sea, a mí, que me conoces, no me haces caso y... ¿a un desconocido sí? —cuestionó Zyon y soltó una carcajada—. Qué atrevida te volviste, Kami.

—¿Qué está pasando aquí? —interrogué, confusa.

—De una forma u otra necesitaba hablar contigo, Victoria —empezó a explicar Aguijón Verde a mi lado—. Zyon me comunicó que se conocíais de antes y pensé que él te traería hasta aquí con más facilidad.

—Pero sigues siendo igual de cabezota y tuviste que hacerle caso al desconocido con pintas de asesino —dijo Zyon y pasó su brazo por la frente para quitarse el sudor—. Impresionante, Kami —rio.

Zyon caminó hasta unos muebles que había a mi izquierda y tomó una camiseta negra de tirantas para colocársela.

—No estoy entendiendo nada —comuniqué con el ceño fruncido.

—Qué raro —expresó Zyon, acercándose de nuevo a nosotros—. Con lo inteligente que eres...

—Cállate, Zyon —le ordené con la voz firme.

—Parece que no se lleváis muy bien —intuyó Aguijón Verde con los brazos aún cruzados.

—De maravilla —manifestó Zyon, colocando su brazo sudado sobre mis hombros, y esbozó una sonrisa.

—Más quisieras —gruñí, apartando de un manotazo su brazo.

—Bien, creo que será mejor no dejaros solos en ningún momento —supuso Aguijón Verde.

—¿Con él? Ni se te ocurra —dije con una expresión de asco.

—Pero, Kami, por favor, si luego eres la primera que quiere estar en mis brazos —Zyon se burló de mí—. O, mejor dicho, en mi cama —me guiñó el ojo.

Lo miré mal y respiré hondo para no descontrolarme. No quería asesinar a una persona delante de Aguijón Verde y de todos sus secuaces.

—Venga, Zyon, déjala ya en paz —ordenó Aguijón Verde, defendiéndome.

Zyon amplió su sonrisa y alzó sus manos al aire, haciéndose el inocente.

—Bien —volvió a hablar Aguijón Verde—. Acompáñame, Victoria —me pidió—. Tú —señaló a Zyon—, ven también.

«No me jodas», pensé.

Después de un año y pico tenía que volver a encontrarme con Zyon y, por si no fuera suficiente para mía, ahora tenía que compartir el mismo aire con él. ¿No se podía quedar entrenando un poquito más?

—Déjame que me duche primero, ¿no? —pidió él y una gota de sudor se resbaló por su frente.

—Sí, por favor, que huele a plátano podrido —expresé con una mueca de asco en mi rostro.

—Si quieres nos duchamos juntos, Kami —bromeó Zyon.

—¡Zyon! —gritó Aguijón Verde y tensó la mandíbula—. Calla ya la maldita boca y no tardes en ducharte. Sabías perfectamente que ella vendría a esta hora.

—A sus órdenes, mi líder guapo —dijo Zyon y se marchó por uno de los pasillos de la zona, supongo que hacia el baño o hacia su habitación.

Aguijón Verde comenzó a caminar de nuevo y lo seguí. Me dirigió hacia otro pasillo que había a mi izquierda y nos adentramos en una habitación que parecía ser su despacho.

Las velas que había colgadas en el techo iluminaron el lugar, aunque seguía estando algo oscuro. Pude observar que nada más entrar había al fondo un escritorio con dos sillas, una en cada lado. En la mesa había otra vela, para seguramente poder ver con más detalles lo que estaba escribiendo o leyendo, y un soporte que sujetaba una pluma de escribir. También había una enorme alfombra verde con encajes dorados que ocupaba la mayor parte del suelo y junto las paredes había estanterías con millones de libros que me daban ganas de ojear.

—¿Se puede saber por qué Zyon tiene que estar presente en la charla? —cuestioné, indignada, ya que no quería verlo.

Me acerqué a las estanterías para cumplir mi deseo de ojear unos de los libros.

—Es mi principal confidente, siempre está —respondió Aguijón Verde.

«Perfecto», ironicé en mi cabeza.

—¿Tu perrito faldero? —bromeé y solté una pequeña carcajada.

—Confidente —repitió con no muy buen humor—. ¿Se puede saber por qué se lleváis tan mal?

—Es mi principal enemigo —repetí casi sus mismas palabras con vacile y una sonrisa en el rostro.

Le eché un vistazo a uno de los libros que había en las estanterías y acaricié su portada de tapa dura, en la que había la figura de un chico dibujada.

—Geoda... —leí su título en voz alta—. La piedra del diablo —proseguí con el subtítulo.

—El mineral que lo destruye todo, hasta el ángel más poderoso —dijo Aguijón Verde, acercándose a mí.

Observé con atención la portada del libro y vi que había una cita debajo, la cual tenía escrito exactamente las mismas palabras que dijo él.

—Un libro que cuenta la historia de tres mundos completamente diferentes. Entre ellos el reino angelical, que representa el cielo, el de las tinieblas, que se sitúa en las profundidades del submundo, y el de los terrestres, que son los habitantes de la Tierra —explicó Aguijón Verde, quitándome el libro de las manos y observándolo con interés—. Unos hombres que secuestran a niños, los encierran en un internado y los explotan en las minas para obtener el mineral Geoda y así conseguir liberar al diablo de las tenebrosas fosas del infierno —siguió hablando mientras ojeaba las páginas del libro—. ¿No te suena a algo?

—¿A qué exactamente?

—A la vida real.

—Eh... no —respondí con el ceño fruncido.

Había leído muchos libros a lo largo de mi vida y aquellos que contienen fantasía eran mis favoritos. Toda aquella historia que tuviera una pizca de surrealismo mezclado con romance me encantaba. Cada vez que leía un libro de seres sobrenaturales o mundos mágicos me quedaba absorta en esa historia y no me daba cuenta del tiempo. También, por otro lado, había libros que estaban relacionados con la vida real, tales como los históricos, entre otros. Sin embargo, no encontraba lógica a lo que me dijo Aguijón Verde. Los libros de fantasía estaban totalmente alejados de la realidad. Simplemente son mundos que los escritores plantean en su cabeza y no tienen nada que ver con la vida real —la mayoría de las veces—.

—Bien, empecemos por ahí entonces —indicó y cerró el libro para empezar luego a caminar hasta el escritorio y sentarse en el sillón principal—. Siéntate —me ordenó.

Le hice caso y me acerqué a la mesa, sin sentarme en la silla. Aguijón Verde puso el libro en la madera y me quedé un rato embobada en la piedra roja de la portada. Al instante de despertar de ese trance, me senté en la silla para quedar cara a cara con él.

Aguijón Verde abrió varios cajones del escritorio y empezó a rebuscar algo. Después de apartar muchos papeles, sacó un gran libro. Su cubierta y contracubierta estaba compuesta por tela de color marrón y había un hilo gordo, de un tono marrón más oscuro, que parecía estar cosido al lomo del libro. En la portada se podía observar el título —como es lógico—.

«Proyecto Susac», leí en mi cabeza.

Aguijón Verde abrió la tapa blanda y me sorprendió ver la página en blanco cuando él empezó a leer de la nada.

—Érase una vez un cuento sacado de las oscuras sombras de este mundo, donde solo habitaba el pavor a no poder huir, porque era así, a medida que avance la historia te darás cuenta de que era mundo sin escapatoria —leyó mientras tenía sostenido el libro con ambas manos.

—¿Qué se supone que estás leyendo? —inquirí y alargué el cuello para indagar en la página para ver si quizá había algo escrito con letras pequeñas, pero no había nada.

Aguijón Verde me miró y una sonrisa se dibujó en su rostro. Sin embargo, no dijo nada y siguió con la historia.

—Todo comenzó en un internado, donde hombres vestidos de negro acordaban invadir territorios para ser los más poderosos y de esa forma poder controlar un imperio grandioso —se calló por un momento y me miró.

La confusión se reflejaba en mi rostro

—Deseaban satisfacer sus más diabólicos deseos y, para ello, no se les ocurrió otra idea que utilizar a niños pobres e inofensivos. Experimentaron con ellos para crear fuertes armas que ni el propio ejército nacional y ni siquiera grandes bombas nucleares podrían parar —citó esas palabras sin mirar el libro, pues aún tenía los ojos clavados en los míos.

—¿Me puedes explicar al menos a dónde quieres llegar con eso? —pregunté, totalmente confundida, pero él siguió ignorándome.

—No les importaba a cuántas familias podrían destrozar si a sus hijos secuestraban, ni siquiera se preocupaban por aquellos niños que las pruebas no superaban —siguió leyendo, pero esta vez mirando el libro—. Solo querían poder y dinero; dominar el mundo; crear un indestructible ejército de niños con superpoderes para que les hiciera el trabajo sucio... —dejó la palabra en el aire y dirigió sus pupilas hacia mí—. ¿No te suena esta historia? —preguntó.

—Eh... No...

—¿Un tal Barnett no te refrescó la memoria? —vaciló con una ceja levantada.

—Ah, Barnett... Sí... Creo que sí... pero ahora mismo estoy... estoy totalmente confundida.

Él sonrió y volvió la mirada al libro. Pasó unas cuantas páginas, hasta llegar a la mitad del libro, y siguió leyendo. Aunque no sabía qué era lo que estaba mirando, ya que en esa página tampoco había nada.

—Pero un día todo se jodió. Un experimento peligroso crearon y a él sí podría relacionarlo con el diablo. El color negro como el carbón sus pupilas completamente tintó y la sed de sangre de él se apoderó —se detuvo para volver a mirarme y así comprobar cómo reaccionaba. Él volvió a sonreír y se echó en el respaldo de su sillón, con el libro entre sus dos manos, para proseguir—: Ya no había vuelta atrás, crearon a un monstruo que no pudieron controlar. Arrasó por todo el internado, destruyéndolo todo a su paso. Hubo una chica que se atrevió a interponerse en su camino para pararlo y se decía que ella era la única que podría tranquilizarlo. Sin embargo, él no tuvo piedad para arrancarle el corazón de cuajo.

—Dios... —murmuré, sorprendida y con la boca un poco abierta.

—¿Te va sonando más la historia? —preguntó, despegando la espalda del respaldo del sillón y colocando el libro en la madera de la mesa, aunque con el dedo puesto en la página en la que estaba para no perderse.

—Sí... ¿la chica esa se supone que soy yo? —indagué, recordando las palabras de Barnett y las de Aguijón Verde.

—La chica esa eres tú —respondió con sus ojos verdes posados fijamente en mí.

«Alex...», lo recordé.

Si era verdad esa historia y yo era esa chica, él tendría que ser el joven que me arrancó el corazón de cuajo... Me costaba asimilarlo, pues en mi memoria no había rastro de esos recuerdos, como si alguien los hubiera borrado. O quizá... cuando reviví se me borraron todos esos fragmentos, dejándome la memoria vacía para los nuevos recuerdos.

«Espera... ¿reviví?», me pregunté.

—¿Entonces es verdad que reviví? —no pude evitar preguntarlo.

—Gracias a mí.

—¿Cómo?

Aguijón Verde abrió el libro otra vez y retrocedió páginas hasta situarse en una concreta.

—Cuando me enteré de lo que realmente planeaban hacer, no tuve más remedio que el proyecto en marcha poner, aunque eso significara su confianza traicionar —empezó a leer de nuevo—. Al experimentar con los niños y estar varios meses estudiando cómo hacerlo, logré encontrar la fórmula perfecta. Tantas veces se habló de las leyendas de vampiros, hombre lobos e incluso brujas que eran ahorcadas por sus encantos. Sin embargo, nunca se habló del hombre escorpión, una tenebrosa criatura de brillantes ojos verdes que marcó la vida de muchos seres vivos hace miles de años antes de Cristo. Podría estar hablando de los sumerios de Mesopotamia o incluso de los tinitas de Egipto. El hombre escorpión es una leyenda que deambulaba por las pirámides y templos de esos seres y que, por las estelas y tablillas que estos habitantes creaban, se sabía su posible existencia. Podemos hablar incluso del Rey Escorpión... —lo interrumpí.

—Espera... creí que el hombre escorpión fue creado por ti —intervine para resolver esa duda.

—No —me respondió sin dar muchos detalles y siguió con la historia—: Tras encontrar la fórmula para intentar convertirme en un hombre escorpión, tuve un paro cardiaco y por poco muero en el intento si no fuera por ella. Mi corazón volvió a latir y abrí los ojos de golpe. Ya no tenía las pupilas marrones, como antes, sino que cambiaron de color. Sin embargo, algo me sorprendió, mis ojos no obtuvieron totalmente el verde que tenía el hombre escorpión de aquellos entonces, pues el color de una pupila se tintó de un color diferente, amarillo tirando a miel.

—¿Y eso por qué? —pregunté, interrumpiéndolo de nuevo.

—La única explicación que le podía dar era que hubo un fallo en la fórmula, o que, al nacer con los ojos marrones, uno de ellos no alcanzó el verde y se quedó en amarillo —explicó, mirándome—. No lo sé exactamente.

—Quizá seas una nueva especie de hombre escorpión —quise darle una solución.

—Posiblemente —me dio la razón sin rechistar—. Al igual que los seres humanos y los animales han evolucionado a medida que pasa el tiempo, quizás el hombre escorpión hubiera adquirido nuevos rasgos. Mas... ninguno de mis Escorpiones ha salido igual que yo. Puede ser por el veneno de escorpión emperador que corre por mis venas...

—¿Veneno? ¿Escorpión emperador?

—En los hombres escorpión la sangre es reemplazada por el veneno.

—Oh... bueno, ¿y quién es ella? —me refería a la joven que nombró antes en el libro—. Ya sabes, la chica a la que mencionaste.

—Mira, Victoria, solo te voy a dar un consejo para poder sobrevivir a este mundo. No confíes en nadie, ni en la persona que más quieres —no me respondió a la pregunta, o eso creo. Volvió la vista al libro y pasó de página para leer otro fragmento—. Ambos nos hicimos una vez una promesa: siempre juntos, pase lo que pase, sea lo que sea, pero lucharemos unidos hasta el final. Sin embargo, los dos la rompimos. Por mi parte porque quise salvar a esos pobres niños y acabar con el proyecto Susac, traicionándola. Y por su parte porque le fue fiel a nuestro jefe y me entregó a ellos, llevándome al matadero.

—¿Qué? ¿Te entregó?

—Ya te lo advertí, Victoria, hasta la persona que más amas te puede traicionar en este mundo tan cruel —sus palabras me dolieron.

—Ya... ¿y cómo te escapaste entonces? —indagué con la cabeza bastante confusa.

—No escapé; me mataron —respondió con naturalidad.

—¿Qué? —coloqué mis manos en el posa-brazos y casi me levanté de la silla.

—Pero reviví —respondió a la pregunta que mi mente se formulaba—. A un hombre escorpión no se le puede matar tan fácilmente. No sirven ni las estacas, como los vampiros, ni la plata, como los hombres lobos. Solo hay una cosa que puede acabar con nosotros. Míralo con tus propios ojos.

Aguijón Verde giró el libro hacia mi lado y me obligó a leer, pero no veía nada en la página. No sabía si me estaba tomando el pelo o era una especie de truco, como la tinta de limón, que es invisible.

—¿Qué tengo que leer exactamente? No veo nada —murmuré, analizando la página.

—Utiliza tus ojos —dijo con la mirada clavada en mí.

—¿Mis ojos? —pregunté y junté mis cejas, muy confundida.

Obviamente necesitaba mis ojos para poder leer, pero ¿qué quería decir con eso?

—Este libro lo escribí con veneno de escorpión. Este, además de ser letal o curativo para una persona, también sirve como tinta y solo puede leerlo un verdadero hombre o mujer escorpión, pues es invisible.

«Letal... curativo... hombres escorpiones...», miles de preguntas se asomaban por mi cabeza que necesitaba resolver. No tenía más remedio que anotarlo en mi mente para preguntárselo más adelante.

—Pero yo no soy una mujer escorpión.

—¿Estás segura? —cuestionó, arqueando una ceja.

—Completamente. No tengo poderes de ningún tipo como vosotros. Soy una persona normal y corriente —aseguré totalmente segura de mí misma—. Bueno, un poco rara sí soy, la verdad, pero soy normal, no como vosotros.

«No es tan humana como cree ser», recordé las palabras de Barnett.

—Eso es porque aún el escorpión de tu interior no se activó.

—¿Qué? ¿Quieres decir que tengo un escorpión escondido entre mis intestinos? —aluciné.

—Un escorpión no, pero el poder de una mujer escorpión sí. ¿No has notado nada raro durante este tiempo? —intentó indagar.

—Eh... bueno... sí, quizá algo —musité, intentando recordar.

—¿El qué?

—Algunas veces no tengo hambre... Siento el cuerpo débil... Eh... Últimamente también tengo fuertes punzadas en las manos... Pero no creo que...

—Las manos, sí, eso es clave —me interrumpió tras chasquear los dedos.

—¿Por qué?

—Los vampiros tienen colmillos, los hombres lobos garras y los hombres escorpiones... aguijones.

—¿En las manos?

—En un pasado lejano tenían una cola, donde estaba el aguijón para defenderse de sus enemigos. Sin embargo, como hemos dicho antes, hemos evolucionado y la cola ha desaparecido, pues no era realmente necesaria. Ahora los aguijones se encuentran en las manos para tenerlos más al alcance y poder atacar con mayor facilidad al enemigo o a la presa—explicó.

—Oh... ¿entonces me estoy convirtiendo poco a poco en una mujer escorpión? —interrogué, sorprendida.

Siempre quise ser especial, pero nunca me imaginé que iba a llegar a ser una criatura sobrenatural. Eso solo pasaba en las películas y series que veía a las tantas de la madrugada.

—Simplemente el escorpión de tu interior se está despertando, pero aún no lo eres completamente —aclaró y se relamió el labio.

—¿Y cómo quieres que lea el libro si no lo soy?

—¿Tienes pesadillas, cierto? —preguntó.

—Sí, ¿cómo lo sabes? ¿qué pasa? —inquirí y tragué saliva.

—No todos lo escorpiones son iguales, cada uno puede desarrollar una habilidad —respondió solo a mi segunda pregunta.

—¿Y la mía es tener pesadillas? Increíble —ironicé e hice una mueca con la boca.

—Si te das cuenta, la mayoría de tus pesadillas tienen un mensaje, ¿no es así?

—Sí... supongo —murmuré, totalmente perdida.

—Eres capaz de comunicarte por sueños con otras personas y también ver acontecimientos del pasado, presente o futuro. No es un defecto, Victoria, es una virtud.

—Pues vaya virtud... No soy capaz de dormir porque esas pesadillas... —no pude seguir ya que él me interrumpió.

—Lo sé, dan miedo, al principio me pasaba lo mismo que a ti —confesó.

—¿Tú también tienes este poder? —pregunté y él asintió—. Pero... si he podido desarrollar esta habilidad, significa entonces que ya soy una mujer escorpión.

—Exactamente no, aún no eres inmortal, es decir, puedes morir con facilidad —dijo y se echó en el respaldo del sillón con los brazos cruzados—. Tampoco has desarrollado las habilidades de una verdadera mujer escorpión.

—No entiendo... ¿y mis ojos?

—Recuerda que esas personas experimentaron contigo para hacer de ti un arma para su ejército. Tus ojos eligieron el bando azul, el lado de los niños que utilizan la mente para ganar, ya sea telequinesis, telepatía u otros poderes relacionados —explicó, mirando atentamente a mis ojos verdes azules.

—¿El otro bando...?

—El bando marrón, aquellos niños que utilizan el cuerpo para ganar, ya sea superfuerza, duplicación, resistencia o agilidad, entre otros.

—Pero mis ojos no son solamente azules —le recordé.

—A eso iba. Cuando te traje de entre los muertos, logrando que tu corazón se regenerara, el azul de tus ojos se mezcló con el verde de los ojos de una mujer escorpión —indicó, acercando su cuerpo a la mesa y señalando mis ojos—. Tú fuiste mi primer Escorpión, Victoria.

Me quedé un rato asimilando toda la información que mi mente había recibido en menos de un minuto.

—El verde que se mezcla con el azul de tus ojos te permitirá ver la palabra que quiero que leas, solo tienes que mirar fijamente el libro, confiar, tener paciencia y poco a poco las letras se irán reproduciendo en tu mente —declaró con las manos colocadas en los extremos del libro, el cual estaba colocado enfrente de mí—. Las palabras que buscas no se escribirán, las leerás a través de la telepatía. Interactuarás con el libro y, de esa forma, este te hablara, dejándote ver lo que quieres leer.

Le hice caso y miré el libro. Centré toda mi atención a la página blanca que había frente mis ojos. Achiqué mis ojos y arrugué mi frente, forzando a mi cabeza, como cuando crees tener el poder de la mente, pero nada se aparecía delante de mis ojos.

—Esto es imposible —musité con intenciones de rendirme.

—Concéntrate, Victoria. No te esfuerces mucho, solo respira hondo y confía —insistió.

Volví a intentarlo y esta vez con las facciones de mi cara más relajadas. Solté el aire lentamente y, de pronto, el color verde de mis ojos se iluminó. Una voz sonó dentro de mi cabeza y una frase apareció enfrente de mí: Ni estacas ni dagas, tampoco el acero de las balas, ni siquiera el fuego de las tinieblas, solo la uvarovita podrá acabar con nuestra vida.

—Uvarovita... —dije en voz alta tras leer en mi mente esa frase.

—La Uvarovita es un mineral poco común y es la única arma que puede destruirnos, pero también es tu llave para activar al escorpión de tu interior.

—¿Qué?

—Solo con ese mineral puedes convertirte en una verdadera mujer escorpión.

—Entonces... ¿por qué tengo esas pesadillas? —pregunté.

Me estaba costando demasiado comprender qué estaba ocurriendo en mi vida últimamente.

—Porque tuviste contacto con miembros de nuestro clan.

—Los chicos tatuados... —recordé la noche del pub.

Por un momento pensé que por culpa de ellos tenía una maldición o algo, ya que desde que los vi las pesadillas no paraban de atormentarme. Ahora descubrí que en parte tenía razón, pero no era completamente una maldición que fuera a matarme, o al menos eso esperaba.

—La herida que tenías en tu costado derecho te permitía poder utilizar ese poder. En un principio pensé que gracias a mis Escorpiones pude comunicarme contigo a través de sueños, pero descubrí que era tu habilidad cuando tu subconsciente era capaz de crear sus propios escenarios para mandarte un mensaje —resolvió alguna de mis dudas.

—Pero ya no tengo esa herida...

—Claro, yo te la curé.

—¿Tú?

—Sí, te salvé antes de que la última explosión que puse en el almacén te hiciera volar por los aires. Te llevé conmigo, te curé y decidí dejarte en el hospital para que tu familia te encontrara allí.

—Estuve en coma durante dos semanas —casi que le regañé, a pesar de haberme dicho que fue mi salvador.

—Pude oler el miedo en ti, Victoria. Seguramente tú misma te hubieras encerrado en una burbuja dentro de tu cabeza y no quisieras despertar por pavor al qué te encontrarás.

Cada vez se iban resolviendo más mis dudas y podía unir unas ideas con otras, creando un puzle, pero seguía sin entender muchas cosas.

—Y... ¿por qué sigo teniendo pesadillas? —pregunté.

—Quise comunicarme contigo para que vinieras hacia mí y pudiera contarte la verdad.

—Ya... pero, como tú dijiste antes, mi subconsciente creó un escenario aparte del tuyo. No solo tú aparecías en la pesadilla.

—¿Qué? ¿Quién más? —se sorprendió.

—No sé quiénes eran... pero había un hombre experimentando con una chica.

—¿Cómo? —cuestionó con el ceño fruncido—. No puede ser.

De repente, alguien llamó a la puerta, llamando la atención de los dos. Me giré y puse el brazo en el respaldo de la silla para ver a la persona que nos interrumpía, pero nadie entraba en la sala. Entonces, Aguijón Verde, con la mirada clavada en su libro, me pidió que abriera la puerta. 

¡Hola! Tenía pensado no subir porque estaba liada con los estudios, pero me acabo de dar cuenta que voy algo adelantada y no me pude resistir a corregir este precioso capítulo, uno de mis favoritas porque explica el origen de los hombres y mujeres escorpión.

¿Alguna duda con este capítulo? Aunque el siguiente capítulo es como una continuación a la explicación de Aguijón Verde y quizás os la resuelva. Sin embargo, no prometo que pueda subir.

¡Feliz Navidad y felices fiestas!

Atte: Nezla.

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