11. La guarida de los Escorpiones.

CAPÍTULO 11

LA GUARIDA DE LOS ESCORPIONES

TORI

Cuando el despertador empezó a hacer ruido para avisarme de que ya era hora de levantarse, ni me inmuté. Lo dejé sonando mientras que conciliaba de nuevo el sueño, ignorándolo. Normalmente me levantaba con el primer pitido, pero estaba realmente cansada como para tan siquiera abrir un solo ojo.

Estuve toda la noche en vela, pensando en lo que me había contado Aguijón Verde, pero de un momento a otro, sin darme cuenta, me quedé dormida y otra vez apareció esa misma pesadilla en que un hombre experimentaba con la chica de ojos violeta. Sin embargo, de este sueño no quería escapar, pues no daba miedo, sino intriga, y si Aguijón Verde decía la verdad y mis pesadillas eran realmente visiones, lo que estaba soñando podría ser una señal que tenía que averiguar. Mi cabeza me estaba dando pistas de algo y yo no podía quedarme con los brazos cruzados.

«Pero sí con los ojos cerrados, dormida», me burlé de mí misma por haber ignorado el despertador.

Otra de las razones por la que no podía pegar ojo, antes de tener esa pesadilla, era que si realmente todo lo que dijo Barnett era verdad, entonces Alex me mató y yo sí secuestré a Zada. Pero... ¿qué diablos? Mi cabeza no podía procesar esa información. Alex no era capaz de hacer daño ni a una hormiga y yo... igual. Además, este verano apenas estuvo en Riddle Wood, ni siquiera yo.

Nada concordaba y por eso mismo necesitaba hablar urgentemente con Aguijón Verde. No me fiaba por completo de él, pero sí era cierto lo que me dijo: «si realmente necesitas respuestas y no quieres ver el mundo arder, tienes que confiar en mí quieras o no, porque si no estás acabada». No había otra manera para descubrir quién era yo y poder solucionar los enigmas que mi cabeza me planteaba. Y si también era cierto que yo me encontraba en peligro, tenía que arriesgarme y encontrar una vía de escape, aunque eso fuera tener que acudir a Aguijón Verde.

Cuando ya estaba conciliando de nuevo el sueño, Archer entró en mi habitación para molestar, como de costumbre, y me levantó de la cama, agarrándome con una sola mano del brazo. Refunfuñé, pero no dije nada, era lo mejor.

Archer me miró con el ceño fruncido y repaso todo mi cuerpo con la mirada. No me había acordado de que anoche no me volví a poner el pijama y estaba con la ropa con la que salí al bosque. Sin embargo, Archer ignoró ese aspecto y me ordenó que me terminara de alistar rápido, pues íbamos tarde.

Nada más llegar al instituto, entré a gran velocidad en el edificio y corrí hasta mi casillero. Había llegado tarde por haberme quedado dormida y todo el pasillo se encontraba en completo silencio. Solo estábamos Archer, Louis y yo. Tomé los materiales de la asignatura que me tocaba y cerré la taquilla con rapidez.

Archer se despidió de mí y marchó a la clase que le tocaba. Por suerte esta hora no la compartíamos y podía estar libre de sus ojos.

Louis se acercó a mí y ambos caminamos hacia nuestras clases. No compartíamos la misma asignatura ahora, pero sí se encontraban las aulas cercas.

—¿Estás bien? —preguntó con tono preocupado—. No sé qué te está pasando, Tori, pero...

—No pasa nada —dije y esbocé una sonrisa para tranquilizarlo—. Simplemente me quedé dormida.

—Nunca has sido así, Tori. Me preocupas demasiado —hice una mueca triste con sus labios.

—Las personas cambian —contesté, acelerando el paso.

—Como él te haya hecho algo... —esta vez se puso serio y apretó los músculos de su mandíbula.

—Louis, te repito que Alex no tiene nada que ver, ¿vale?

—¿Y por qué...?

—Tranquilo, Louis, no pasa nada —le dejé saber sin mirarlo a la cara.

—No puedo estar tranquilo cuando tienes ojeras por no dormir —murmuró con la voz rota y me agarró del brazo para detenerme. Giré mi cabeza para mirarlo.

No sabía que contestarle. No podía volver a decirle que estuviera tranquilo, que no era nada, pues no quería seguir mintiéndole, pero tampoco podía contarle el verdadero motivo que me tenía todas las noches en velas. No iba a poner en peligro a mi hermano.

—Es mejor que vayamos a clase —sugerí tras un suspiro—. Luego nos vemos, ¿vale? —le comuniqué con un mal sabor de bocas y él asintió, poco convencido.

Tras eso, me dirigí hacia la clase de Historia. Cuando llegué a la puerta, esta estaba cerrada. Suspiré con esperanzas de no llevarme ninguna reprimenda por llegar tarde y rocé con la mano el pomo de la puerta, pero alguien me asustó cuando llegó a mi lado.

—Perdón —se disculpó Alex, quien al parecer también llegaba tarde.

Ambos compartíamos clase de Historia. Yo me sentaba en la primera fila y él en una de las últimas. Y la verdad..., a pesar de todo, me alegraba verlo.

—¿También llegas tarde? —inquirí, curiosa.

Asintió sin decir nada, aunque tenía la cara pálida, la mirada triste y cansada y un pequeño moratón al final de la mandíbula.

—¿Estás bien? —pregunté, preocupada.

—Sí —contestó con un tono seco—. Mi sudadera —comentó, observándome.

Aún llevaba puesta su sudadera, pues me dio pereza cambiarme toda la vestimenta de anoche.

La puerta se abrió y el profesor McCall se presentó ante nuestros ojos con el ceño fruncido.

—¿Qué hacéis ahí, jóvenes? —cuestionó, pero ninguno dijimos nada, simplemente lo miramos—. Bien, no perdáis más el tiempo, entren —ordenó el profesor, apartándose hacia un lado.

Alex y yo nos adentramos en la clase ante la mirada de todos los alumnos, incluida la de Zada, quien también se encontraba aquí.

—Siéntense, por favor.

Obedecí al profesor McCall y me dirigí hacia mi sitio, al igual que Alex

Al parecer el señor McCall abrió la puerta solo por el simple hecho de que tenía que ir a por un mapa para impartir la clase de manera más dinámica. Estuvimos unos minutos sin profesor y todo el mundo empezó a hablar.

Me giré y miré a Alex, quien también me estaba observando. Sonreí de lado y él hizo lo mismo, aunque enseguida su cara volvió a ser seria, pues Zada Blake, que se encontraba delante del asiento de Alex, se giró y le dijo algo.

Cuando sus ojos volvieron a dirigirse a mí, su mirada de nuevo era fría y un nudo se creó en mi garganta. Me mordí el labio para intentar espantarlo y me puse recta en mi sitio, mirando hacia la pizarra. Por un momento pensé que todo volvía a ser como antes. Sí, con tan solo una mirada y una pequeña sonrisa creía que volvimos a ser nosotros, a ser Alex Brooks y Victoria Watson, pero no.

Terminó la clase después de una hora y caminé con paso apresurado hacia el pasillo. Quería salir rápidamente del instituto antes de que me viera Archer. Hoy compartía la clase de Inglés con él, pero, como era a última hora, podía arriesgarme a saltarme las próximas cuatro horas y volver a tiempo.

En el pasillo había un montón de personas y podrían pillarme con Aguijón Verde. Si ya escandalizó a todos los estudiantes el rumor de que Victoria Watson tenía algo con un profesor, no quería imaginarme cómo alteraría el rumor de que Victoria Watson se saltaba las clases para irse a hacer cosas de mayores con un delincuente.

Por tanto, decidí esconderme en el baño de chicas hasta que no hubiera nadie en el pasillo. Caminé hasta el lavabo y apoyé mis manos en él.

La puerta de un momento a otro se abrió y Zada apareció tras ella. Puse los ojos en blanco y suspiré. Decidí salir del baño, pues no tenía fuerzas para permanecer aquí con la novia de Alex. Sin embargo, cuando pasé por su lado, ella me tomó del brazo para evitar que me marchara.

—¿Qué quieres? —pregunté con tono borde.

—Tú misma lo sabes, no hace falta que te lo repita —comentó, apretando sus dedos en mi brazo.

—Esto no es ningún libro cliché en el que me amenazas con que no me vuelva a acercar a Alex, por favor —bufé y me solté de su agarre de un tirón.

—No, pero si lo haces te puedes meter en verdaderos problemas —me advirtió.

—No me hagas reír —solté una pequeña carcajada y me mordí el labio.

—Ni tú me hagas enfadar —advirtió, acercándose aún más a mí y colocando su cara cerca de la mía—. No sabes de lo que soy capaz.

—Sorpréndeme —vacilé y esbocé una sonrisa.

Zada rio y se alejó de mí. Se acercó al lavabo y se encendió un cigarro.

—Esa sudadera es de Alex —sentenció ella tras darle una calada al cigarro y soltar el humo.

—¿Celosa? —contraataqué tras girarme para mirarla.

No iba a permitir que ella lograra hundirme, ni mucho menos que me obligara a devolverla. Solo Alex puede pedirme eso.

—¿Yo? Tengo casi todas sus sudaderas en mi armario, cariño —soltó una carcajada y me repasó con la mirada.

—Menos esta, su favorita —me burlé.

Alex me comentó una vez que esta era una de sus sudaderas favoritas. Se la compró en España, y todo lo que tuviera que ver con ese país era importante para él. Le recordaba a su madre y a su primo, creo que se llamaba Gaby. Por eso mismo quiso regalármela.

Justo ese recuerdo vino a mi cabeza:

—No soy uno de esos ricachones que tienen el dinero suficiente para comprar a su pareja un buen colgante, un anillo o una simple pulsera... —empezó a decir Alex sin apartar la mirada de mí—. Y sé perfectamente que apenas llevamos una mísera semana... Pero... quiero que te quedes con esta sudadera —murmuró él en mis labios.

Nos encontrábamos en mi cama y yo tenía puesta su sudadera favorita. Era una bastante simple, pero para él era muy especial, y ahora también para mí. Era de color negro entera y tenía el símbolo del ying y el yang en el extremo del corazón. Alex siempre me decía que esa sudadera lo representaba bastante. Él podía ser bastante bueno con un poco de maldad en su interior, representando así el círculo negro dentro del fondo blanco, pero cuando se le cruzaban los cables era una fiera, aunque intentaba mantener el control para no enloquecer. Sin embargo, dentro de esa bestia siempre había un poco de paz, esa misma que solo una persona podía darle para tranquilizarlo, siendo el circulo blanco dentro del fondo negro. Él me dijo que yo era ese alguien que le trasmitía calma y que era capaz de aminorar sus impulsos con tan solo un abrazo.

—Es tu sudadera favorita... —mascullé, mirándolo sorprendida.

—Y tú mi persona favorita —expresó y me acarició la mejilla—. Quédatela, quiero que tengas un recuerdo de mi parte, aunque sea una simple sudadera negra y no un maldito colgante.

—Que le den al colgante —manifesté y sonreí.

Alex esbozó otra sonrisa con sus labios y me besó.

Recordar ese momento hizo que una lágrima se escapara de mi ojo derecho, pero la recogí rápidamente con la mano para que Zada no se diera cuenta. Me crucé de brazos sobre mis pechos, pero no con intenciones de intimidarla, sino para protegerme del frío que estaba invadiendo mi cuerpo, enrizándome la piel.

—Por favor —Zada rio—. ¿En serio crees que esa es su sudadera favorita? Típicas palabras para atraer a una chica —le dio otra calada al cigarro.

—Pues vaya novio tienes, ¿no? —salté, desafiante.

—Cariño, es entendible que en mi ausencia quisiera divertirse —objetó Zada con una sonrisa en su cara—. Como tú siempre dices, un buen polvo nunca viene mal, ¿no?

Tenía claro que solo me decía eso para herirme o enfadarme. Alex no era esa clase de chico y no era porque él mismo me lo dijo, sino porque yo lo notaba diferente por su forma de ser y él mismo me lo demostraba con sus actos.

—Solo te lo voy a decir una vez... no te vuelvas a acercar a Alex, sino iré a la policía y te declararé culpable —volvió a amenazarme tras soltar el humo del cigarro.

—Tú sabes perfectamente que no fui yo —dije entre dientes.

Ella rio.

—Que tú no lo acuerdes es otra cosa, cariño —objetó y se volvió a acercar a mí.

—Deja de llamarme así.

—¿Prefieres que te llame rubia? —cuestionó y levantó una ceja.

—Eres despreciable.

—O simplemente me detestas por no tenerte miedo y enfrentarme a ti para defender a los míos, a aquellos a los que les has hecho un daño imperdonable —me reprochó y me acorraló entre la puerta del baño y ella—. El papel de popular te lo has aprendido bien, ¿eh?

—Déjame en paz —bufé con los dientes apretados en el interior de mi boca.

No quise darle ninguna explicación sobre mi ruptura con Alex porque ni le iba a interesar y ni me iba a creer. Es más, ahora ella era de nuevo su novia y se reirá en mi cara.

—Eso mismo te dijo Alex y no le hiciste caso —me recordó—. No obstante... espero que a mí sí me lo hagas, porque no sabes lo peligrosa que puedo llegar a ser.

—¿No decías que ibas a entregarme a la policía?

Ella iba a decir algo, pero su cara experimentó un tono blanco de pronto. Ella pegó un grito y se alejó corriendo de mí mientras se sacudía la vestimenta. Un escorpión se encontraba entre su ropa y este, con los movimientos bruscos de Zada, se cayó al suelo.

—¿Qué diablos es eso? —cuestionó con la mirada clavada en el bicho.

—Un escorpión —respondí con una pequeña sonrisa disimulada.

—No me digas —ironizó y me miró con mala cara.

—Ten cuidado, es venenoso —quise vacilarle y arrugué la nariz.

—¿Vacilándome? —cuestionó, enfadada.

—¿También se lo dirás a la policía? —interrogué con ganas de reír, pero me contuve para mantenerme firme.

—Tú solo ten cuidado —amenazó, acercándose de nuevo a mí—. No me conoces, ru-bia —espetó y apagó el cigarro justo en el mármol de la pared del baño que había al lado de la puerta, detrás de mí. Tras hacer eso, me echó hacia un lado con brusquedad y se fue, dejándome sola en el baño.

Miré hacia los lados —no sé por qué ya que no había nadie en el baño— y miré a Pion, que estaba aún en el suelo, con sus pequeños ojos clavados en mí. Podría decir que daba un poco de miedo, pero el haberse lanzado encima de Zada hizo que se ganara mi confianza.

—Gracias, Pion... —le susurré al escorpión.

Pion correteó hasta llegar a mi lado y subió por mis piernas. Un escalofrío recorrió por mi piel, pero me contuve al recordar las palabras de Aguijón Verde: él no te hará daño. Pion se adentró en el gran bolsillo de la sudadera y se acomodó ahí. Abrí un poco el agujero por donde se metió el escorpión y lo acaricié. Podría ser desagradable a la vista, pero en realidad era una ternura.

En el pasillo solo se escuchaba silencio, por lo que supuse que ya estaban casi todos los estudiantes en sus respectivas clases, al igual que Archer. Así que decidí salir del baño. Tras atravesar la puerta, vi a Alex echado sobre las taquillas y Zada hablando con él. Él alzó sus ojos en mi dirección y Zada se giró para mirarme también.

Alex sabía que Zada había estado hablando conmigo. Posiblemente fuera él quien la mandó para no tener que establecer una conversación conmigo. No lo sabía y, por ello, no podría juzgarlo, pero de tan solo pensar que él me quería lejos, me dolía y aún más cuando había tenido que recurrir a Zada, su novia, para que me amenazara.

A pesar de que Zada y Alex se encontraban en el pasillo, caminé hasta la puerta principal con sus ojos posados en mi espalda y salí del edificio. Busqué con la mirada a Aguijón Verde, pero no lo encontraba por ninguna parte.

Entonces, Pion saltó del bolsillo de mi sudadera, sobresaltándome un poco, y comenzó a corretear por el suelo. Lo seguí, suponiendo que me estaba llevando hacia Aguijón Verde o hacia algún lugar determinado. Y acerté. El escorpión me guio hasta Aguijón Verde, que se encontraba algo alejado del instituto, apoyado en una moto.

—Pensé que te habías arrepentido —manifestó, clavando sus ojos en mí cuando llegué a su lado.

—Tuve un pequeño problema —hice una mueca con la cara.

—Entiendo —apuntó, asintiendo con la cabeza, y me tendió un casco.

—¿Pretendes que me suba en eso? —cuestioné sin parar de mirar a la moto.

—Si quieres ir andando... —se encogió de hombros.

—Debo volver en menos de cuatro horas —él asintió—. Tres —corregí.

Quería asegurarme de estar aquí antes de la clase de Inglés y no quería ir con el tiempo justo, puesto que siempre ocurre un percance que hay que solucionar o que te hace perder el tiempo.

Aguijón Verde alzó su brazo a la altura de sus ojos y observó el reloj que adornaba su muñeca.

—Antes de las doce estás aquí, cenicienta —decretó y se metió las manos en los bolsillos.

Asentí y miré de nuevo con temor a la gran moto. No era que le tuviera miedo a ese vehículo, ya que en realidad me encantaban, pero sí tenía pavor a ese hombre conduciendo esa enorme moto.

—¿A dónde me llevas? —pregunté tras tomar el casco que me ofreció.

—¿Quieres conocer a los Escorpiones? —inquirió y esbozó una pequeña sonrisa ladeada.

Aguijón Verde se subió a la moto y yo hice lo mismo tras ponerme el casco en la cabeza. Entonces, el camino hacia la guarida de los Escorpiones comenzó.

Cruzamos la misma curva por la que pasamos Alex y yo cuando empezamos a investigar sobre los Escorpiones, saliendo así de la ciudad, y llegamos a unos almacenes abandonados. Me esperaba una gran banda callejera con miembros cubiertos de tatuajes haciendo carreras de motos como en las películas, pero, para mi supresa, no había nadie en la zona.

Llegamos a un espacio exterior rodeado por tres edificios y que solo tenía un cubo de basura y donde no había nadie, absolutamente nadie, solo las hormigas del suelo. Aguijón Verde estacionó el vehículo y se bajó de él para luego ayudarme a mí. Me quité el casco con cuidado y, una vez acomodado mi cabello, observé el lugar. Buscaba con la mirada a algún Escorpión, pero todo se encontraba vacío. Quizás estuvieran haciendo algo importante, como trabajar.

«No necesitan trabajar, se ganarán la vida robando», me recordé.

Me di la vuelta para mirar a Aguijón Verde, pero ya no se encontraba detrás de mí. Bueno, más bien, no se encontraba por la zona. Giré sobre mí misma, buscándolo, asustada y extrañada.

Por un momento pensé que esto era una trampa y que de nuevo me metí en la boca del lobo yo solita, pero Aguijón Verde apareció de nuevo. Este se encontraba dentro de una alcantarilla y me silbó para llamar mi atención. El contenedor estaba retirado un poco hacia un lado y la tapadera de la alcantarilla estaba quitada.

Fruncí el ceño sin entender qué pretendía.

—¿Vienes? —preguntó Aguijón Verde.

—¿Es obligatorio meterse en ese sitio? —inquirí con la nariz arrugada.

—Solo si no quieres que te maten —apuntó y se encogió de hombros—. Rápido, no te pueden ver —advirtió, mirando hacia los lados.

Aguijón Verde salió de la alcantarilla y me ordenó que entrara. Le hice caso, poco convencida, y me metí en ese lugar. Cuando toqué las escaleras, una arcada vino a mí. El acero estaba completamente asqueroso y pegajoso.

—¿No hay otra entrada? —intenté evitar por todos los medios tener que meterme en las alcantarillas de Riddle Woods, por donde pasaba las heces de los ciudadanos.

—No, entra rápido —ordenó Aguijó Verde.

Terminé de bajar las escaleras y toqué por fin el suelo. Bueno, más bien, mis pies tocaron agua y mi expresión se arrugó. Me estaba dando asco estar en este lugar. Otra arcada vino a mí y no vomitaba porque odiaba hacerlo, porque si no, la pota ya estaría fuera de mi organismo, decorando las increíbles instalaciones de las alcantarillas de Riddle Woods. Miré hacia los lados y solo se veían túneles. Apenas había luz, solo la que trasmitían las demás alcantarillas y un rayo de sol que entraba por la que habíamos destapado para bajar y que nos iluminaba.

Aguijón Verde optó por bajar y, en la escalera aún, miró hacia arriba, hacia el agujero de la alcantarilla. Sus ojos verdes empezaron a brillar y el izquierdo se convirtió en amarillo. En ese mismo instante, el rayo de luz del sol que nos iluminaba desapareció. La tapadera de la alcantarilla y el cubo de basura volvieron a su sitio.

Aguijón Verde terminó de bajar la escalera y se posicionó enfrente de mí.

—E-eso... ¿lo hiciste tú? —pregunté, atónita.

Él simplemente asintió con el semblante serio y comenzó a caminar hacia la derecha.

—¿Qué es esto? —interrogué, contemplando el lugar, que era horrendo, y caminando a su lado, cuidando mis pasos, por si pisaba heces.

«O una rata...», pensé.

—Nuestra guarida.

—¿En una alcantarilla? —arrugué la nariz.

—Estar bajo tierra es el mejor lugar para esconderte de la sociedad —aclaró sin mirarme y giró por uno de los túneles.

—¿Entonces nunca salís a la superficie? —indagué, acelerando el paso, pues él iba más rápido que yo—. Espera... ¿qué coméis? ¿Bichos...? Buag —solté una arcada.

—No siempre permanecemos aquí —explicó mientras seguía caminando, esta vez con un paso algo más lento al ver que yo no podía ir a su ritmo—. Como te dije, esto solo es nuestra guarida.

—Pues es un poco horrenda, siento decírtelo —opiné e hice una mueca con la cara.

Llegamos a una zona bastante amplia, donde ya había algunos materiales como sillas o mesas. Por fin ya no había agua en el suelo y mis pies no tenían que pisar las excreciones de las personas. Sin embargo, todo estaba bastante oscuro, pues no había ninguna alcantarilla que pudiera trasmitir luz, y apenas podía ver algo, solo los ojos brillantes de Aguijón Verde.

Aguijón Verde se giró hacia mí y chasqueó los dedos. De repente, las velas que había colgadas en las paredes se encendieron, mostrando con más claridad la zona.

No era nada del otro mundo. Solo había algunas sillas rotas de madera y unas cuantas velas que iluminaban. El espacio donde nos encontrábamos se conectaba a otras dos ramas que daban a otros túneles y justo en el centro había un agujero, por donde Aguijón Verde, casi sin darme cuenta y sin avisar, saltó, dejándome sola. Miré hacia los lados, asustada. Susurré su nombre, pues temía que en cualquier momento un bicho fuera a atacarme, pero él no respondía a mis llamadas. Entonces, poco convencida, decidí saltar también el agujero. Estaba claro que no me iba a quedar ahí arriba sola. Cuando me aventuré a saltar, caí en unos blandos colchones, que le daba las gracias por estar ahí y amortiguar la caída, aunque me pareció algo extraño.

Todo a mi alrededor ahora era luminoso. El lugar era bastante amplio y estaba bien escondido de la sociedad, como dijo Aguijón Verde. Se podían ver algunos Escorpiones sentados en las mesas del fondo, bebiendo y jugando a ¿las cartas? También había otros enfrente de unas fogatas, supongo que dándose calor, ya que este lugar era un congelador humano. A los laterales se abrían otros túneles, que seguramente darán a otros lugares de la guarida, como habitaciones, entre otras cosas.

—Bienvenida —Aguijón Verde captó de nuevo mi atención.

Aguijón Verde se encontraba mirándome atentamente con una pequeña sonrisa pillina.

De mi boca no salían palabras, simplemente estaba asombrada observando el lugar. No era gran cosa, pero me sorprendía lo bien que estaba escondida esta banda callejera y también me asombraba que realmente los Escorpiones existieran y que incluso estos no fueran realmente humanos, como dijo Barnett y como me pudo demostrar antes Aguijón Verde cuando hizo brillar sus ojos y movió con ¿la mente? la tapadera de la alcantarilla y el contenedor de basura. Muchos pensaban que los Escorpiones habían desaparecido, que ya no existían, pero realmente estaban escondidos para que nadie los descubriera y para no ponerse en peligro. Ser una criatura de otro mundo y que las personas se enteraran para empezar a experimentar con ellos no creo que sea una agradable idea.

—Ven —me ordenó Aguijón Verde y volvió a emprender el camino.

Lo seguí con pasos rápidos para no quedarme sola con estas personas desconocidas y escalofriantes. No obstante, no paraba de mirar el lugar y a los Escorpiones, quienes iban vestidos igual que Aguijón Verde, con una cazadora de cuero, una camisa negra —o blanco algunos de ellos— y unos pantalones del mismo color. Todo era muy típico de bandas callejeras.

Aguijón Verde me dirigió hacia uno de los pasillos y al final de este se podía ver un poco de luz solar. Las paredes eran bastante desagradables a la vista, aunque no podía describirlas pues no tenían color, eran grises, como el cemento. Llegamos al final del túnel y un gran espacio exterior se abrió ante mis ojos.

Era una especie de patio, donde había otros muchos Escorpiones tomando el aire y charlando. También había otros entrenando con sacos de boxeo o en unas barras colocadas en unos altos muros para hacer abdominales. Esto parecía ser la zona de entrenamientos para que ellos practicaran sus habilidades o ejercitaran sus músculos para estar listos para los posibles enfrentamientos.

Uno de los Escorpiones que estaba entrenando en las barras me resultó familiar, bastante diría yo. Aguijón Verde me dijo algo, pero no lo escuché, pues caminé lentamente hacia ese individuo. Este paró de hacer abdominales y pegó un salto para poner sus pies en el suelo. Cuando se giró mi cara se descompuso. por completo

—Pero... Hola, Kami —me saludó con una sonrisa.

¡Hola! He de decir que he tenido una semana bastante atareada estudiando, aunque aún queda un mes para los exámenes, pero yo me agobio muy rápido jajaja. Ese es el principal motivo por el que no subí el capítulo ayer y también la principal causa por la que me tendréis que perdonar si alguna semana de diciembre, incluso enero (que es la que menos activa podré estar), no subo capítulo. Intentaré hacerlo, pero no prometo nada, ya que, como dije, ya estoy bastante atareada con los estudios.

Bueno, ¿qué os ha aparecido el capítulo? Ya era hora de que apareciera Aguijón Verde y su banda callejera, ¿no? Aunque... ¿os esperabais que Zyon formara parte de los Escorpiones? Posiblemente sí, pero no soy tan buena para estas cosas en realidad jajaja.

¡Hasta la próxima! En el siguiente capítulo tendremos una hermosa charla con Aguijón Verde y quizás ahí podréis resolver la mayoría de vuestras dudas.

Atte: Nezla.

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