10. Pion.
CAPÍTULO 10.
PION
TORI
El sol hace horas que se ocultó en el horizonte y yo aún no podía pegar ojo. Volvía a tener miedo a quedarme dormida. No quería tener más pesadillas, aunque a la vez sí, ya que, ahora que sabía que podrían tener algo en común con la realidad, podría ser una buena forma de obtener información de la nada, como si fuera un don.
Levanté el torso del colchón de la cama, cansada de estar dando vueltas sin poder dormir. Las noches así eran desagradables. Alargué el brazo hacia la mesita de noche para alcanzar mi móvil. Lo encendí y vi en la pantalla la hora. El reloj marcaba las dos de la madrugada.
Por un momento recordé la vez en la que Alex se presentó sobre esa hora en mi casa en busca de mi ayuda. Ese día me sentí súper bien a su lado. Además, justo esa noche empezamos a tener algo. Él confío en mí para contármelo todo y al final lo traicioné... Bueno, no fue realmente mi culpa, ya que ni besé a Gerard ni secuestré a Zada, pero me sentía culpable después de todo.
Eché a un lado las sábanas que cubrían mis piernas y me senté en la orilla de la cama. Suspiré con los ojos cerrados y una lágrima se deslizó por mi mejilla.
Me dolía bastante el pecho, justo la zona donde se encontraba el corazón. Me entristecía que Alex no se mostrara ni un poco a mi favor o que intentara comprenderme y creerme. No obstante, yo a él sí lo entendía.
Alex era un chico bastante desconfiado y le costaba abrirse ante las personas después de vivir rodeado de personas que lo dañaban, como su padre. A mí me dio la oportunidad de entrar en su vida y no tuve cuidado con mis pasos. Al ser un chico tan solitario que ha sufrido mucho a lo largo de su vida, cuando alguien lo traicionaba, le costaba más volver a confiar. En realidad, era algo parecido a lo que me pasaba a mí normalmente.
Abrí el primer cajón de la mesita de noche y rebusqué entre la ropa interior una cosa. Tenía en mis manos una de las fotos que me eché con Alex. Era un collage de cuatro imágenes. En la primera, él estaba con la capucha de su sudadera y ambos sonreíamos a la cámara. En la segunda, él me miraba con cara rara mientras que me miraba y yo sacaba la lengua. En la tercera, salíamos haciendo el tonto. Y en la última, estábamos besándonos. Arrugué la foto con mis propias manos y la arrojé contra la pared.
Miles de lágrimas reclamaron salir por mis ojos y yo les concedí el deseo. Tenía un nudo en el pecho que me ardía. Seguía en mi cama, por lo que eché mi cabeza sobre la almohada, al igual que mi torso, y la inundé de agua. Me abracé a mí misma para quitarme ese frío que mi cuerpo estaba generando al sentir el corazón partido.
De repente, algo se cayó del escritorio, revotando en el suelo y alarmándome. Levanté la cabeza para identificar qué era y no se veía nada. Simplemente estaba la fotografía arrugada en la esquina donde se situaba el cubo de basura.
Me levanté de la cama, algo atemorizada, y caminé hasta ella. Recogí la imagen del suelo y la enderecé para observarla de nuevo. Mientras observaba cada una de las fotografías del collage, otra lágrima se deslizó por mi mejilla hasta empapar aquella Victoria feliz besando al chico rubio que descolocó su vida.
Le di la vuelta al papel y vi en la parte blanca algo escrito: «Ventana. Bosque. Ven». Fruncí el ceño, confundida. Que yo recordara eso antes no estaba ahí, ni Alex ni yo escribimos eso. No le hice caso a esas palabras y rompí la fotografía en mil pedazos. Podría estar haciendo un error, ya que esa imagen era muy preciada para mí, pero lo hice inconscientemente y para no verla más.
Cuando tiré los pedazos de papel en la papelera, algo salió detrás de esta, asustándome. Un escorpión pequeño empezó a corretear por mi habitación hasta subirse en la cama, al final de esta. Se quedo ahí quieto, mirando hacia la ventana, la cual estaba bien cerrada gracias a Archer. La luz de la luna alumbraba perfectamente al escorpión y este no se movía ni apartaba la mirada de la ventana.
Entonces, recordé la pesadilla y tragué saliva. Me acerqué lentamente a la ventana y miré a través de ella. Como me temía, Aguijón Verde se encontraba entre los árboles del bosque que había detrás de mi casa. Sus ojos estaban fijos en la ventana y cruzamos las miradas.
«Ventana. Bosque. Ven», recordé esas palabras escritas en la parte trasera de la fotografía y abrí la boca inconscientemente para luego tragar saliva.
Eso y la pesadilla de la anterior noche me animaban a ir al bosque, aunque fuera un suicidio. Podría estar loca, pero es que, si no iba, podría estar perdiendo una oportunidad de encontrar respuestas. Y si resolvía aquello que tenía tan preocupada a mi cabeza, quizá las pesadillas se esfumaran.
Ese hombre era bastante extraño y podría llamarme a mí misma tonta por ir tras él, pero él tenía algo que me atraía. Era como si lo conociera y confiara en él, aunque a la vez no, pues realmente no sabía quién era ese individuo, solo que era Aguijón Verde y que era el jefe de la banda callejera los Escorpiones. Además, había algo en él que me llamaba la atención, como la manera rara en la que de pronto y de la nada aparecieron esas palabras detrás de la fotografía, o la forma en la que una pelota verde siempre aparecía en mi casa. Necesitaba respuestas.
Si en la pesadilla pude abrir fácilmente la ventana, quizás en la realidad también. Puede que estuviera enloqueciendo y todo lo que estaba pasando era producto de mi cabeza, de nuevo, pero sentía la necesidad de ir tras ese hombre.
Llevé la mano al pestillo de la ventana y no tuve que hacer ninguna maniobra, pues la puerta se abrió ante mis ojos sin tan siquiera tocar la cerradura. Una corriente de aire entró en la habitación y el escorpión rápidamente se marchó por la ventana. Miré el árbol por el que bajé en la pesadilla y un suspiro se escapó de mi boca. En la vida real no era tan valiente como para utilizar el árbol para bajar. Volví a mirar hacia los árboles del bosque y Aguijón Verde aún seguía ahí, con los ojos verdes tan brillantes como dos láseres y con el escorpión ahora en su hombro.
Tenía claro que iba a bajar, pero no por la ventana. Miré la puerta de mi habitación. Podría meterme en un buen lío si cruzaba toda la casa para llegar al jardín y escaparme por el agujero que había en la valla que rodeaba mi casa. No obstante, tenía que hacerlo. Si no me encontraba con nadie por los pasillos y volvía antes de que alguien se levantara y se diera cuenta de mi desaparición, todo saldría bien y nadie se daría cuenta de mi ausencia.
Miré de nuevo hacia el bosque para comprobar si Aguijón Verde seguía ahí y efectivamente su figura resaltaba de entre los árboles, esperándome.
Entonces, fui directa hacia mi armario y me cambié el pijama por una sudadera, exactamente una que me dejó Alex, y unos pantalones deportivos. En cuanto a los zapatos, no me los pondría hasta que saliera al jardín, para así no alarmar a nadie con las pisadas. Recordé el bate de béisbol. No podía dejarlo ahí cuando posiblemente fuera peligroso ir al bosque con ese hombre. Así que lo tomé de mi armario y me contemplé en el espejo alargado de la puerta del armario.
Antes de salir de mi habitación, puse un gran peluche en la cama y lo tapé con las sábanas. Luego, me asomé a la puerta de mi habitación para ver si había alguien por el pasillo y estaba todo despejado. Caminé silenciosamente por la primera planta y, sin querer, me tropecé con uno de los muebles del pasillo. Inspeccioné si alguien se había despertado a causa del ruido, pero por suerte todo seguía en completo silencio, por lo que seguí mi camino.
Bajé las escaleras a la perfección, sin hacer ruido y con vía libre. Solo esperaba que no hubiera nadie en el salón o en la cocina con las luces apagadas, como siempre pasa en las películas. Sin embargo, por suerte todo estaba vacío y pude salir sin que nadie se diera cuenta al porche del jardín, donde me puse por fin los zapatos deportivos. Crucé el patio trasero corriendo y me colé por el agujero de la valla.
Analicé el bosque en busca de Aguijón Verde. Tenía sujetado con mis manos el bate de béisbol y este estaba elevado, por si alguien tenía las intenciones de atacarme.
Aguijón Verde apareció de entre los árboles. Sus ojos verdes brillaban en la oscuridad y su semblante era serio, no esbozaba ninguna sonrisa. Miró atentamente al bate de béisbol y luego a mí.
—¿Qué quieres de mí? —cuestioné, sosteniendo el bate de béisbol en el aire.
—Por fin decides hacerme caso —murmuró, evitando mi pregunta, con las manos en los bolsillos de su chaqueta.
Iba vestido exactamente igual que la anterior noche, y todas las demás. Camiseta, chaqueta de cuero y vaqueros. Todo de color negro.
—¿Qué quieres de mí? —repetí, apretando mis manos en el bate, y él alzó una ceja como respuesta—. ¿Por qué no paras de aparecer en mis pesadillas, atormentándome? —me aventuré a preguntar.
—Tú misma lo sabes —aseguró, aún parado en su sitio.
—Claro, ahora soy adivina —vacilé
Él no dijo nada, simplemente empezó a caminar hacia mí, a la vez que yo retrocedía y me topaba con la valla de mi casa.
—Ni se te ocurra acercarte más —dije con el bate preparado para atacar.
—Estás muy equivocada, Victoria —apuntó, sin parar de caminar hacia mí.
—Un paso más y te convierto en pelota de béisbol —amenacé con la respiración agitada.
Aguijón Verde esbozó una pequeña sonrisa ladeada por un momento, pero enseguida volvió a estar serio.
—Yo no soy el enemigo —afirmó, parando sus pasos tal y como le ordené y colocando sus manos de nuevo en los bolsillos de la cazadora.
—Eso ya lo veremos —mascullé, poco convencida.
—Si tan segura estás, ¿por qué has venido hasta mí? —cuestionó con una ceja arqueada.
—Eres tú quien no para de acosarme —le reproché.
—Pero fue tu decisión hacerme caso y acercarte a mí.
—Necesito respuestas.
—Entonces sí confías en mí.
—No, simplemente quiero respuestas.
—Ya veo, te gusta estar en peligro, ¿no, Victoria? —supuso Aguijón Verde y caminó de nuevo hacia mí con las manos fuera de la cazadora.
—He dicho que no te acerques —repetí y me aparté de la valla para que no me encarcelara entre la espada y la pared.
—No quiero hacerte daño, Victoria —decretó y se giró hacia mí—. Al contrario.
—¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre?
—Si realmente quieres respuestas, tendrás que venir conmigo —sentenció.
—No estoy tan loca como para irme contigo.
—Pero sí para acercarte a mí —indicó con tono vacilante y caminó alrededor de mí—. Te contradices, Victoria.
—¿Quién eres? —repetí.
—Ya lo sabes.
—No, no lo sé.
—Se siente —se burló y se encogió de hombros.
—¿Por qué siempre apareces en mis pesadillas?
—Quizá por el simple hecho de avisarte de algún peligro.
—Si dices no ser el enemigo, no tendría que preocuparme ahora por ningún peligro ya.
—Siempre lo habrá ―me aseguró.
—¿Por qué estás aquí? ¿Por qué no paras de perseguirme?
—Ven conmigo y lo sabrás.
No dije nada, simplemente lo observé con el bate de beisbol aún sostenido en el aire, por si decidía atacarme. Aguijón Verde paró de dar vueltas a mi alrededor y se puso enfrente de la verja de mi casa. Yo estaba en el otro extremo, cerca de los árboles, como una diana fácil si pensaban atacarme por las espaldas y atraparme.
—Victoria..., si yo fuera el verdadero enemigo, no te hubiera traído de entre los muertos, ¿no crees?
—Yo nunca morí —creí en mis propias palabras, pues no quería pensar que era cierto lo que dijo Barnett, porque si no, Alex sería mi asesino y yo sería la secuestradora de Zada. No, me negaba a aceptar que eso fuera verdad.
—Hay muchas cosas de tu vida que no recuerdas —aseguró Aguijón Verde—. Y yo te puedo ayudar a recordar, o al menos a no volver a morir. Solo tienes que venir conmigo.
—No voy a ir contigo a ninguna parte.
—Como tú quieras, pero aquí estás en peligro —me advirtió y se encogió de hombros.
Caminó hasta un árbol para echar su espalda en él y cruzar los brazos sobre su pecho.
—¿De qué peligro me hablas? —cuestioné, recordando que Zyon también me advirtió de un supuesto peligro.
—¿En serio crees haber derrotado a esos hombres? ¿Piensas que el peligro se fue con la explosión? —cuestionó con el semblante serio y la mandíbula apretada.
—¿Esos hombres? ¿Tú...? —inquirí, confusa.
No quería parecer tan tonta al intentar comprender todo esto, pero me estaba resultando bastante difícil. Al menos en un problema de matemáticas o de física te daban la mayoría de los datos para poder resolverlo. En cambio, aquí estaba totalmente perdida.
—No, querida, yo no tengo nada que ver con esa gentuza. Es más, yo fui quien se encargó de deshacerse de ese almacén con la explosión —explicó, haciendo que yo abriera la boca.
—¿Tú fuiste quien puso las bombas? —pregunté, sorprendida.
Desde primera hora creí que Aguijón Verde y los Escorpiones eran esos hombres que tuvieron retenida a Zada. Sin embargo, al parecer ellos no eran los enemigos, sino que quizá fueran los aliados. O eso esperaba, porque me estaba liando y no sabía de quién fiarme realmente. Al parecer ni yo misma era fiable, según lo que contó Barnett.
—De alguna forma tenía que destruir una de sus guaridas y de ese modo también salvarte a ti.
—¿Salvarme a mí? —pregunté, aún más confusa.
—Victoria, llevo protegiéndote del peligro desde que te encontré y también llevo bastante tiempo advirtiéndote para que no te metieras en la boca del lobo —se separó del árbol y volvió a acercarse a mí—. ¿Qué pasa? Que te encanta desobedecer. No cambias ni aunque hubieras perdido la memoria.
—¿Qué? —me estaba costando bastante asimilar la información—. Pensé que tú... ¿Y yo que...? —no podía terminar las frases de lo confundida que me encontraba.
—Yo no soy el peligro, al menos para ti.
—¿Y por qué no? ¿Cómo sé que dices la verdad? —cuestioné.
—Quizá porque eres uno de mis escorpiones.
—¿Qué? Yo no...
—Victoria, creo que Barnett te explicó sobre nosotros, sobre lo qué somos —decretó, aburrido de tener que explicarme lo que pasaba y que yo fuera tan estúpida como para no comprender nada, aunque mis dudas eran bastantes comprensibles, pues no todos los días te despiertas sabiendo que quizá tu vida no era lo que pensabas.
—Sí, vosotros sois... —me interrumpió.
—No somos seres humanos, ya no, y tú tampoco lo eres. Tú eres uno de los míos, aunque pienses lo contrario, y por eso quiero que vengas conmigo —se acercó a mí y bajó mi bate de béisbol con su mano.
Me quedé sin palabras. La noche de la explosión quise concienciarme de que todo lo que dijo Barnett fue mentira. Quería pensar que sus palabras solo eran producto de sus encantos para jugar con nosotros y, si fuera posible, ponernos en nuestra contra.
Además, nunca en la vida podría haberme imaginado que mi corazón en algún momento dejó de funcionar y luego reviví. Tampoco pensé que podría ser miembro de los Escorpiones cuando yo misma, junto a Alex, me puse a investigar sobre ellos, pues no conocía su existencia.
—No voy a dejar mi vida para vagabundear por las calles —me negué.
Por lo que me informé al investigar sobre el caso de Zada Blake, descubrí que los Escorpiones vivían en la calle y sobrevivían a base de la delincuencia. Ellos tenían que robar para comer, posiblemente participar en carreras, en peleas o en otras cosas ilegales para ganar dinero y quizá también matar a personas para que no los delataran. Es más, esa banda callejera tendrá miles de enemigos en el mundo, tales como los hombres de negro, entre otros.
Estaba loca, pero no tanto como para tirar mi vida por la borda e irme con esa gentuza. Y menos aún iba a abandonar a mi familia.
—No te estaba pidiendo exactamente eso, ya que en tu casa al parecer estas bien protegida. Tienes un guardaespaldas, ¿no? —preguntó y asentí—. No quiero que te vengas con nosotros. Es más, me niego. Eso sería exponerte ante esos hombres, ponerte aún más en peligro. Me refería a que me acompañaras ahora. Aquí no te lo puedo explicar, ni estás segura.
—Pero si acabas de decir que mi casa es el sitio más seguro para mí.
—¿Acaso ahora estás en tu casa? —cuestionó.
—Prácticamente sí —hice una mueca con la cara.
—No.
—Lo siento, pero ya te seguí una vez y no salió bien, no voy a cometer el mismo error de nuevo —negué con la cabeza, totalmente convencida de mis palabras.
No iba a volver a ejecutar un plan sin antes analizarlo a la perfección y ver el peligro que podría conllevar. Esa vez por poco nos pillaron. Es más, Alex recibió un balazo en la pierna y estuvo cojo durante unas semanas. Por lo tanto, ahora no iba a estar tan loca como para seguirlo, y menos aún estando sola.
—Encontraste a Zada, ¿no? —preguntó y yo asentí—. Entonces sí salió bien. Ese era mi plan.
—Espera... ¿tú sabías que Zada se encontraba ahí? ¿Por qué no la salvasteis vosotros? —fruncí el ceño.
—Porque sabíamos perfectamente que era una trampa y no podíamos arriesgarnos a que esa gente nos encontrara. Nos encontramos escondidos de la sociedad por eso mismo.
—A mí sí me encontraron.
—Porque eres una cabezota y no haces caso a las advertencias.
—Fuiste tú quien me mostró el camino a ese almacén —refunfuñé—. Y por culpa de eso, me encontraron.
—Y te salvé —me recordó.
—Pero fue peligroso.
—Victoria, nuestro mundo es peligroso; esto es un mundo sin escapatoria —resopló—. Quizá si hice mal en mostrarte una de las guaridas de esos hombres, porque mi objetivo es protegerte, pero por mucho que te advirtiera o amenazara, tú nunca te rendías.
—Nunca me rindo, cierto —asentí con la cabeza.
—Por eso decidí ayudarte, tenderte una mano. Pero... ahora que saben de tu existencia... no pararan hasta encontrarte de nuevo —apretó los músculos de la mandíbula.
—Pero si se supone que estoy muerta para ellos. La explosión... —no me dejó terminar de hablar.
—Victoria, te repito que el peligro nunca desvanece. Pensaron una vez, hace años, que estabas muerta y ¿eso ha impedido que te buscaran? Nada los parará hasta encontrarte.
—Pero si no estoy viva, mejor para ellos, ¿no? Es lo que querían.
—Al contrario, Victoria —negó—. Y más ahora que han visto el color de tus ojos y saben que puedes ser un arma poderosa para ellos. Por eso les da igual levantar tierra y mar para encontrarte. Si tú no respiraras, ¿piensas que no tienen herramientas necesarias para devolverte a la vida? Yo lo hice.
—Yo... no estoy entendiendo nada —murmuré y aparté la mirada de sus resplandecientes ojos verdes.
—Si quieres saber la verdad, ven conmigo —insistió y no dije nada—. ¿En serio confías en el descerebrado que te mató y en mí no?
—¿Te refieres a Alex?
—Nash, se llama Nash.
—Eso dijo Barnett... —recordé—. Pero no, él no...
—Él acabó contigo, Victoria —apuntó y yo negué con la cabeza, sin poder creérmelo—. Mira, es verdad, haces bien en no confiar en nadie, pero si realmente necesitas respuestas y no quieres ver el mundo arder, tienes que confiar en mí quieras o no, porque si no estás acabada.
No podía decir nada. Las palabras no salían de mi boca. Estaba en estado de shock, asimilando todo lo que me estaba diciendo.
—No puedes estar sola en esto, Victoria —volvió a hablar—. Ellos te encontrarán y necesitas ayuda.
Seguí sin abrir la boca, pues me había quedado paralizada.
Aguijón Verde suspiró. Se giró para adentrarse en el bosque, pero corrí hasta él y coloqué mi mano en su hombro
En ese mismo instante algo raro pasó a mi alrededor. Por un momento ya no estaba en los árboles de detrás de mi casa, sino que me encontraba en otro bosque distinto. Giré sobre mí misma, buscando a Aguijón Verde, asustada, y vi a Alex agachado haciendo algo. Era justo la misma pesadilla que tuve en el coche de Bruno cuando me llevó al parque de atracciones.
Sin embargo, parpadeé y ahora era yo la chica a quien estaba atacando Alex. Me encontraba en el suelo, con sangre abandonando mi cuerpo, y a Alex encima de mí. Un negro intenso invadía sus ojos, desde las pupilas hasta la esclerótica. Sus manos estaban cubiertas de sangre y me miraba con rabia.
Pegué un grito y volví a la realidad. De nuevo me encontraba en el bosque de detrás de mi casa y Aguijón Verde me estaba mirando fijamente.
—La pesadilla...
—No son pesadillas, Victoria, son visiones —aclaró Aguijón Verde.
—¿Visiones?
—Exacto.
—Pero...
—Aquí no puedo hablar de eso, lo siento, es peligroso para ti.
—Ahora no puedo irme contigo... Si mis padres descubren que me he escapado..., no viviré para contarlo, pero... cuando empiecen las clases quizá pueda deshacerme de mi guardaespaldas sin que se dé cuenta.
Podría volver a cometer el fallo de equivocarme y de meterme en la boca del lobo, pero la pesadilla, o visión, que acababa de tener me había dejado trastocada y necesitaba respuestas urgentemente.
—Está bien —aceptó mi propuesta—. Cuando necesites mi ayuda, díselo a Pion.
—¿Pion?
Un pequeño escorpión se asomó por el hombro de Aguijón Verde y él agachó su cabeza para mirarlo y señalarlo.
—Él siempre estará contigo. Digamos que es una especie de espía. No te protegerá, pero sí gracias a él podré saber dónde estás, con quién y si estás en peligro —me explicó—. Él es mi tercer ojo.
—¿Espiar no es un poco acosador? —cuestioné, alzando una ceja.
—No cuando es una emergencia —suspiró al ver que no estaba muy convencida.
Después de enterarme de que desconocía mi vida, no podía confiar en nadie, pues no me acordaba y no sabía si estaban jugando conmigo para atraparme
—Tranquila, Pion sabrá detectar el peligro y solo te veré cuando él vea necesario o cuando tú se lo pidas —Aguijón Verde prosiguió.
Aguijón Verde agitó su hombro y el escorpión bajó por su cuerpo hasta colocarse en mis pies. Me sobresalté, pues esa clase de animal no me agradaba nada.
—No le tengas miedo, no te hará nada —lo miré a él—. Nos vemos, Victoria.
Se despidió con la cabeza y se volvió a dar la vuelta para atravesar los árboles del bosque y desaparecer de mi campo de visión.
Cuando ya me encontraba sola y solo se escuchaba el viento azotando contra las hojas de los árboles, miré al escorpión que se había posicionado en mi hombro izquierdo. Sacudí el brazo para espantarlo. Por mucho que me dijera Aguijón Verde que ese bicho no me haría nada, seguía dándome miedo. Un pinchazo de su aguijón podía matarte, o eso me informé una vez en uno de esos vídeos de YouTube con este mismo título: "Las diez cosas más mortales del mundo".
¡Buenas! ¿Qué tal el domingo? ¿Y la semana? Desde mi punto de vista, para mí ha sido una semana algo rara. Ya estoy empezando a estudiar para los exámenes de la Universidad y no sé cómo organizarme porque no tengo ni idea de cómo va la programación de cada asignatura. Además, este fin de semana volvió a aparecer en mi vida una persona que me marcó mucho, para bien, pero que al final nuestros caminos se tuvieron que separar. Fue algo inesperado y raro y lo sigue siendo cuando solo estuvimos hablando un día y ahora volvemos a ser desconocidos :')
Bueno, ¿qué os ha parecido el capítulo de hoy? Por fin Aguijón Verde entra en escena y Victoria lo conoce. Tenía tantas ganas de que esto pasara... pf. Ya podéis comprobar que en este libro se explicarán todas las dudas surgidas en el libro Aguijón Verde, aunque si hay alguna más, no dudéis en preguntarme. Esto será una saga de libros y también tengo pensado historias externas, como si fueran spin-off (inserte aquí todas las series de The Vampires Diaries jajajaja). No sé, tengo muchas ideas para esta serie de libros que tengo que desarrollar. Aún no está confirmado, pues quisiera centrarme en la saga de Susac, pero una opción como historia spin-off es Luna Rosa (libro citado en mi perfil). Tengo bastantes ideas para esa novela, pero aún no está totalmente decidido si ese libro saldrá a la luz o las ideas se llevarán a cabo. Solo puedo decir que el/la protagonista de ese libro es uno de los personajes de este, ¿adivináis quién?
¡Hasta el próximo domingo! Gracias por leerme <3
Atte: Nezla
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