Mi Amado Señor
Pareja:KardiaxDégel
Advertencia:+18
Créditos de las imágenes a sus respectivos autores
Los mayordomos se levantan pronto, son los primeros en empezar a trabajar.
Pasan la plancha en el periódico de su amo y deben preparar el té de la mañana.
Para que el amo disfrute de una rutina agradable han de darlo todo.
Esa es la estética de un mayordomo...
Pero hay algo más importante: serle fiel a su amo hasta el final, cada petición que desea su señor se debe cumplir al pie de la letra, su única prioridad es la lealtad y un amor incondicional.
Dégel desde pequeño se crió en la mansión de los Duques Sukõpion, su padre Krest es el mayordomo de la familia.
Y él cuando sea más grande ocuparía su puesto en la mansión, aprendería del mejor.
Dégel tenía diez años cuando el heredero nacía una noche de tormenta, un precioso bebé al que decidieron llamar Kardia, pequeño y frágil al ser un recién nacido.
Con el paso del tiempo va aprendiendo la estética de un mayordomo ya que su padre es alguien de edad avanzada y algunas tareas le son difíciles de hacer es por eso que Dégel ponía todo su empeño.
A la edad de 18 años los padres del pequeño Kardia que ya contaba con 8 años decidieron que fuera su sirviente personal.
Velaría por él y nunca lo dejaría solo, cumpliría cualquier capricho que le pidiera.
El pequeño peliazul no hablaba mucho, su actitud era muy rara para alguien de su edad, su mirada intensa de color zafiro le causaba intriga poseía un misterio que no podía descifrar.
Sé sentía nervioso cuando la mirada azul se posaba en su persona al vestirlo, acomodar su recámara por las mañanas, cuando sacudía el polvo en los libros de la biblioteca mientras el pequeño hacía su tarea.
En la noche le pedía que se quedara a su lado hasta que se durmiera, él no objetaba ya que debía cumplir cualquier capricho de su amo, es su deber como mayordomo.
En las afueras de la ciudad tenían una inmensa mansión rodeada de árboles, perfecta para relajarse de todo el bullicio londinense.
En un carruaje llevaban lo necesario para pasar el fin de semana en la casa que se vislumbraba imponente en la lejanía.
En cuanto llegaron Dégel ayudó a su padre Krest a bajar algunas cosas que tenían mucho peso mientras los señores Sukõpion descansaban un poco por el ajetreado viaje en carruaje mientras el pequeño Kardia fue al jardín que había atrás de la mansión.
Dégel se dedicó a preparar el almuerzo mientras su padre hacía el postre.
En cuánto la mesa estuvo lista subió las escaleras dando leves toques a la puerta de sus amos y avisar que la comida estaba lista, respondieron de inmediato que en minutos bajarían.
Bajó de nuevo y vio que el pequeño peliazul ya estaba sentado en el extremo izquierdo, le dedicó una sonrisa al menor de los Sukõpion quien lo miró por largo rato hasta que se vio interrumpido por sus padres, desviando su mirada hacia ellos, los saludo secamente y fue todo lo que salió de sus labios.
Dégel empezó a servir la porción de comida en cada plato, podía sentir que lo observaban, sabía quién era, no necesitaba voltear y ver esos záfiros.
Tan penetrante e intenso que lo ponían nervioso sin saber porqué, algo había en el pequeño Kardia que le daba una sensación que no sabía explicar.
Decidido a no prestar atención a aquello siguió atendiendo a sus amos y pararse a un lado por si necesitaban de él.
Mala idea ya que él quedó en el lado derecho y el escorpión menor quedaba de frente, cada que se llevaba comida a su boca miraba en su dirección pero Dégel prefería dirigir su vista para otro lado, ésto fue notado por la duquesa que ahora tendría vigilado a su hijo.
Tras terminar la comida los adultos fueron al estudio y el pequeño deambularía por los pasillos haber si encontraba algo que le quitará el aburrimiento.
Y lo encontró, sonrió levemente.
Dégel estaba limpiando un jarrón exportado desde China, en él estaba tallado un árbol de cerezo con algunos pétalos que simulaban caer al pasto.
Sintió un tirón en su frac que lo hizo bajar la mirada y toparse con una cabellera azul con unos ojitos que jamás haya visto, tan tiernos.
- ¿Sucede algo pequeño amo?. Bajó para estar a la altura del pequeño y sonreirle.
- Sí. Sólo dijo esa palabra y extendió sus brazos.
Él peliverde comprendió que el pequeño deseaba que lo cargará.
Cómo mayordomo debía acatar cualquier capricho u órden que se le diera inclusive si fuera las más tonta.
Lo hizo sin chistar, entre sus fuertes brazos estaba Kardia que no decía nada sólo estaba callado mirándolo, para calmarse él mismo, sonrió, la diminuta mano del niño la subió al bello rostro del peliverde, que se dejó hacer ya que no veía nada malo.
Siguió delineando el rostro de su mayordomo primero las mejillas, él puente de su nariz rematando en los finos labios de Dégel donde sus yemas las pasó muy lentamente.
El peliverde sintió una corazonada, que algo malo estaba por pasar, más lo dejó de lado ya que no veía otras intenciones en su inocente amo.
Su sonrisa no se borraba pero abrió grande sus ojos al sentir cómo unos diminutos labios se presionaban contra los suyos, todo a su alrededor se detuvo, él niño que tenía por amo lo estaba besando.
Escuchó cómo la duquesa gritaba y eso lo hizo reaccionar bajando de inmediato al peliazul, Kardia cómo si nada hubiera pasado miraba a su madre.
- Estás en problemas. La mujer miraba severo a su hijo, dirigió sus orbes al peliverde relajando sus facciones. - En cuánto a ti Dégel puedes retirarte, he visto lo que sucedió y no eres culpable. Kardia recibirá su castigo por hacer algo indebido además que su padre debe saber lo que pasó, sólo así decidiremos lo más adecuado.
Él de ojos violetas no dijo nada, hizo una reverencia y se retiró.
Su corazón latía desbocado, ese beso que pareciera insignificante, marcaría un antes y después en su vida, porque aunque haya sido algo que debería olvidar se quedaría grabado en su memoria.
Decidieron volver a la ciudad porque tras haber discutido la situación actual de Kardia se llegó al acuerdo de que estudiaría en un internado sólo para varones hasta que cumpliera 18 años mientras ellos elegirían quién sería su prometida.
Sólo Krest se despidió del pequeño ya que Dégel no se le permitió hacerlo aunque quisiera, era por el bien de los dos.
Sólo el paso del tiempo definiría el rumbo que tomarían sus vidas.
❄
Diez años pasaron en un abrir y cerrar de ojos, muchas cosas sucedieron en ese lapso de tiempo.
Su padre Krest hace cuatro años que había fallecido.
Él fue nombrado el mayordomo principal de la familia, era de esperarse porque se mantuvo fiel hasta ahora que contaba ya con 28 años.
Sus rasgos no cambiaron mucho, seguía pareciendo aquel chico de 18 años salvo que su rostro cambió a uno más varonil, sus ojos violetas los escondía tras unos lentes redondos y su largo cabello verde lo ataba en una coleta baja.
No había más sirvientes, sólo él podía hacer todo en tiempos récord.
Hace una semana que sus amos fallecieron en un accidente, el barco donde venían de su viaje de negocios en América se hundió por una fuerte tormenta.
Sé preparó todo para el funeral pero no asistiría el hijo de ambos ya que estaba en sus últimas clases para finalmente salir de aquel lugar en el que estuvo por una década.
En unos días volvería a ver a su joven amo, tras diez años de que lo mandaran sus padres a estudiar en un internado no supo de él hasta ahora que tomaría la sucesión de nuevo Duque de la familia Sukõpion y su estadía en aquella escuela terminaba ahora que cumplía lo estipulado.
Ese día llegó y en un carruaje se bajaba imponente Kardia, Dégel lo esperaba en la entrada de la casa y se quedó de piedra al ver cómo cambió aquel niño.
Su piel ligeramente morena, su cabello azul largo y esponjoso con una mirada zafiro parecida a la de un felino al acecho, los años le sentaron bien a su pequeño amo que ya no lo era tanto porque era un poco más alto que él.
- Han pasado muchos años sin verte Dégel. Soberbio el escorpión se plantó frente al peliverde dedicándole una sonrisa de lado.
- Es un placer tenerlo de regreso joven amo, por favor pase a su hogar. Una leve reverencia y se hizo a un lado permitiéndole el paso al peliazul.
El cochero lo ayudó a bajar las maletas para dejarlas en la habitación que ya estaba lista para que lo utilizará Kardia.
Mientras el mencionado se iba al despacho a ver papeles que dejó su padre mientras su mayordomo le explicaba algunas cosas sobre los negocios que tenía y que ahora él se haría cargo al ser el sucesor de la familia.
Le parecía tedioso y aburrido hacerlo, pero nadie le haría ese trabajo que le correspondía.
Debía acostumbrarse a esa vida monótona, sin nada de diversión, en cuestión de días sería nombrado por la reina el nuevo Duque de la familia Sukõpion y ser presentado ante la nobleza.
❄
Aburrido estaba en la reunión que se hizo en su honor pero bien sabía que lo hacían para que cada noble presumiera su inmensa fortuna.
Un hombre le tendió en una charola una copa de vino que aceptó y se la bebió de una sola.
Dubitativo el peliverde se acercó a su amo.
- Mi Lord no es bueno que beba mucho, tiene que cuidar su imágen de ahora en adelante. Además que debe ir buscando a una mujer para desposarla. Es lo que dictan las leyes de la aristocracia.
- Calla Dégel que no me siento de humor para escuchar tus consejos, me importa un bledo buscar a una de esas mujeres para que sea mi esposa, además quiero disfrutar más de mi vida. Gruñó al escuchar que ya debía casarse, es lo que menos le interesaba además lo que más deseaba era tener a un hombre abierto de piernas en su cómoda cama de sedas y sonrojado.
Ese hombre tenía nombre y rostro.
- Pero Bocchan, sus padres buscaron por años a la que sería su prometida, más ninguna fue del agrado de los dos y ahora que no están, usted debe elegirla... Bastó una mirada por parte del peliazul para callarse ya que vio el fastidio en sus facciones.
Sólo suspiro en derrota y permaneció al lado de su amo.
Después de esa reunión por su nombramiento tenía mucho trabajo que se le hacía difícil pero por suerte Dégel lo apoyaba en algunas cosas que no entendiera de los negocios que dejó su padre.
Iba subiendo las escaleras para ir a su habitación cuando se detuvo a ver el enorme retrato familiar, tras él venía su fiel sirviente.
- ¿Sucede algo amo?. Le causó curiosidad que se detuviera a mitad de camino.
- Así es querido Dégel y es que quiero que quites eso. Señaló la imagen de sus padres y él de pequeño. - Yo soy el único de la familia Sukõpion, la cabeza principal. Con mirada altiva siguió su camino y tras él Dégel que no dijo nada pero cumpliría lo ordenado por su joven amo.
Tras ser nombrado Duque las invitaciones a fiestas le han llegado por montón pero las rechaza poniendo de pretexto tener mucho trabajo en su compañía de juguetes para niños además de sus otros negocios.
Su mayordomo logró convencerlo de asistir a una fiesta de la marquesa Sasha Astra y a regañadientes aceptó pero lo hizo porque Dégel se lo pidió, no pudo negarse a esos hipnóticos ojos violetas.
El encanto jovial del escorpión no pasaba desapercibido para las mujeres de aquella reunión, pero dos en particular estaban interesadas en desposarlo.
Calvera Márquez y la anfitriona, dueña de la casa, Sasha, que le sonreían ambas con coquetería.
No pasó desapercibido para cierto peliverde que a un lado de su amo se encontraba, sintió enojo de ver lo vulgares que podían ser aquellas damas.
- Al parecer he conquistado a aquellas dos señoritas porque no han dejado de mirarme, tal vez una de ellas sea mi esposa. Creo que va siendo hora de que siga tu consejo Deguie. Alzó su copa de champagne en dirección de las dos mujeres que le copiaron su acción para brindar.
Bebió lentamente mirando en dirección de su mayordomo que tenía un aura asesina y sonrió para sus adentros.
- Mi señor pido disculpas por adelantado ante mi osadía, pero aquellas dos ladys no le convienen a usted. Se arrodilló llevándose una mano al pecho.
- Explícame porqué no me convendría. Kardia estaba interesado en lo que le diría su fiel sirviente.
- La primera esque son mayores que usted, tienen mi misma edad o más años si es posible, eso es un punto en contra porque podrían manipularlo al antojo de ellas. La segunda porque tienen una mala reputación entre la nobleza y la tercera porque en mi opinión ninguna de las dos me agrada para que sea su esposa. Bajó la mirada y esperó a la respuesta de su amo.
- Dime Dégel, ¿Acaso estas celoso de ellas?. Burlón alzó una ceja porque eso no se lo esperaba de su mayordomo.
- Claro que no mi señor, sólo estoy dando mi opinión, es todo. Siguió en su misma posición sin inmutarse aunque por dentro moría de vergüenza por verse descubierto.
- Y ya te dije que puedes decirme por mi nombre, en éstos meses nos hemos conocido mejor que no te considero mi sirviente sino uno más de mi familia. Eres el único que se ha quedado hasta ahora, eres fiel al apellido Sukõpion.
- Aún así mi lord, yo le debo respeto porque usted es mi amo, sólo soy su sirviente, su mayordomo, un simple humano insignificante, no tiene porqué agradecer, si es mi deber permanecer a su lado. Si bien tenía razón Kardia respecto a conocerse mejor con el paso de los días no quería decir que pudiera faltarle al respeto hablándole de tú.
- Quédate para siempre a mi lado, es una órden. Autoritario lo pidió, aunque llevaba una doble intención sus palabras, cosa que no captó Dégel.
- Yes, my Lord. El peliazul extendió su mano en dirección al de ojos violetas que la tomó para besar los nudillos y mostrar sumisión ante su amo.
Un nuevo camino fue trazado para los dos guiándolos en la misma dirección.
Todo siguió aparentemente normal para amo y mayordomo, la misma rutina, una que otra broma de Kardia para su sirviente, miradas con uno que otro roce intencional del peliazul.
Una ferviente atracción sentían ambos, pero Dégel sabía su posición de sólo ser alguien de clase baja que no vale nada, sólo ser fiel a su amo y mantenía distancia aunque se moría por sentir el leve roce de la mano del peliazul cuando le entregaba la correspondencia o servía el té.
Kardia no podía aguantar más esa tensión que se percibía entre ellos, desde los ocho años le ha gustado Dégel y sabía lo que hacía cuando lo besó, su primer beso del escorpión.
Aunque a sus padres les confesó que amaba a su sirviente y cuando fuera grande se casaría con él, se rieron de sus palabras porque sólo eran disparates de un niño que no sabe nada del amor, que en cuanto creciera se le pasaría lo que ellos llamaron capricho optaron por discutir el destino de Kardia y se olvidara de esas ideas tontas enviándolo por muchos años al internado.
El pequeño peliazul se prometió no olvidar a Dégel y conquistarlo en cuanto volviera de ese lugar, sería suyo, sólo de él.
Aquel beso nunca lo olvidó el peliverde, fue una parte que marcó su vida para siempre sentía nervios las primera veces que estaba cerca de su amo, la intensa mirada azul seguía provocándole ese nerviosismo que ocultaba a la perfección.
Prefería mantener distancia porque en su pecho se instalaba un bello sentimiento, uno que es tan hermoso pero que no debía sentirlo hacía su amo.
Estaba enamorado de alguien imposible, porque tarde o temprano llegaría la mujer con el estatus requerido para ser su esposa y él sólo sería testigo de la felicidad de su señor.
Kardia tenía un torbellino su mente, por una parte estaba su amor hacía Dégel, la otra que su sirviente se mantenía alejado e indiferente con él, ¿Acaso era verdad lo que le dijeron sobre el peliverde?
Dos golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos y permitió la entrada con un Adelante.
Su mayordomo entraba con una bandeja de plata, le dedicó una leve sonrisa a su amo ya que le llevaba un refrigerio mientras preparaba el almuerzo.
- Permiso, le he traído una rebanada de pastel y té de Ceilán. Dejó la bandeja en el escritorio para ponerlo frente a su joven amo que de nuevo no prestaba atención a su alrededor.
Él peliverde se preocupó en demasía al no obtener respuesta.
- ¿Mi Lord? ¿Le pasa algo, tiene algún malestar o le duele alguna parte de su cuerpo?.
- Dime Dégel qué tan leal eres a tu amo y señor. Debía sacarse la espinita de la duda, Dégel jamás decía mentiras es parte de su estética como mayordomo.
Él peliverde no entendía a lo que se refería el menor, pero se arrodilló a un lado de la silla donde se encontraba el duque, se llevó la mano izquierda al pecho y bajó su mirada.
No tenía que pensar mucho la respuesta.
- Mi Lord, sabe que yo le he sido fiel desde los dieciocho años, solo a usted deseo servirle, el único hasta el final.
Alzó la mirada sólo para ver que su amo tenía sus ojos puestos en él, volvió a bajar la cabeza a forma de sumisión.
- Sé que nunca me traicionarás, eres fiel a mí tal como una amante con su esposo, pero debes demostrármelo. Notó cierto cambio en la voz de su joven amo.
- ¿Qué debo hacer para que mi amo me crea?. Kardia aprovecharía ese momento, finalmente había llegado ese día, desde que tiene uso de razón lo desea demasiado casi rayando en una enferma obsesión.
- Te creeré sólo si lames tal como un perrito mis dedos. Su tono de voz fue a modo de orden.
Dubitativo pensaba en la petición extraña de su amo pero no podía objetar nada y cómo el buen mayordomo que era debía hacerlo porque su señor lo ordenaba.
Apoyó su codo en el respaldo de la silla para que su mejilla descansará en la palma de su mano pareciendo aburrido de esperar, más su interior estaba inquieto, extendió su brazo para que quedará a la altura del rostro de su sirviente estando atento en Dégel y si cumpliría lo ordenado.
Entreabrió sus labios acercándose a los dedos que apuntaban en su dirección, su lengua tímida tocó el dedo medio sin saber que más hacer pero Kardia tenía todo calculado.
- Me encanta tu obediencia pero no es suficiente, ahora mi dedo índice, lámelo. Dégel cumplía con la orden de su amo, él tono que usó fue desinteresado al pedir que lo lamiera, no sabía que más hacer sólo ponía empeño en su labor haciendo sonidos húmedos, sucios y eróticos.
Un calor abrasador envolvió todo su cuerpo y una parte de su anatomía comenzó a reaccionar pero estaba mal desear de una forma diferente a su amo.
- Sigue con el anular. Añadió el tercero dentro de la cálida cavidad bucal del peliverde que tenía su mente un caos, una pelea interna.
Nunca jamás le llegó a interesar una persona ya sea hombre o mujer, regresa su amo después de diez años tan diferente al niño que lo besó por ¿Accidente? Ó en primera ¿Porqué lo hizo?
Con su llegada formaron un caos en su persona, le gustaba su carácter dominante que cambiaba a uno infantil haciendo pucheros cuando no quería hacer sus deberes.
Sus sonrisas coquetas, además de esos ojos azul seductores que harían caer rendido a sus pies hasta el más ciego.
El interior de Kardia se incendió por la ímpetu que hacía Dégel al lamer sus dedos, no se había dado cuenta que lo hacía de una forma sensual.
Su boca se secó y su cuerpo reaccionó para querer poseerlo de todas las formas posibles.
- Es suficiente. Su tono de voz cambió a uno más grave, el peliverde se separó jadeando, una línea de sáliva se formó entre los dedos y los delgados labios del de ojos violetas. - De pie, ahora siéntate en las piernas de tu amo. Se reincorporó pero quedó de piedra ¿Acaso escuchó mal?
- Bocchan no creo que sea correcto...
Más fue interrumpido para evitar que refutara.
- Es una órden. Suspiró porque en éstos momentos odiaba la estética de mayordomo y acatar lo que su amo pidiera.
Por lo menos no había notado su erección, si supiera que Kardia estaba en las mismas condiciones.
Nervioso se sentó en las piernas de su amo, estaba incómodo y quería salir corriendo de ahí pero algo lo detenía.
- Estás muy tenso Deguie, relaja tus músculos y recuestate más en mí. Lo jaló más hacía su cuerpo y la espalda del peliverde tocó el pecho de Kardia.
Su cabeza se apoyó en el hombro del de ojos azules, su mano sudaba y claramente pudo sentir algo presionar entre sus glúteos.
Tragó sáliva y se removió en su lugar pero fue una mala idea ya que con eso logró que punzara el miembro de Kardia.
Las manos del peliazul se dirigieron a la cadera de Dégel para ahí afianzar su agarre, no lo dejaría escapar.
Su nariz la dirigió al perfumado cuello de su mayordomo, la sensible piel del peliverde se estremeció por completo al sentir pequeños besos.
Una mano traviesa del duque recorría cada espacio en la anatomía de Dégel que cerraba sus ojos fuertemente.
Las caricias sólo empeoraban su erección, se sentía atrapado en las garras de un escorpión, no tenía escapatoria al veneno mortal que hacía efecto en su interior.
Sus labios los pegó al oído de Dégel sólo para que él escuchara lo que tenía que decirle.
- No sabes cuánto te amo, llámame loco pero he vivido enamorado de ti desde los ocho años por esa razón te besé y aunque mis padres me alejaron durante mucho tiempo me prometí no olvidarte, cuando volviera te conquistaría, más me dí cuenta que no soy bueno haciéndolo; tal vez darte flores, dejarte cartas para cortejarte o invitarte a cenar sería lo ideal, mi lado romántico es nulo, pero ahora estoy siendo sincero y ésto que siento por ti es real, mis palabras también lo son. Déjame ser esa persona merecedora de tu amor, formar parte de tu vida y vivir a tu lado cómo tu pareja. ¿Qué dices Dégel? ¿Me das una oportunidad? O lo ideal sería no cruzar la línea de amo-mayordomo y olvidar lo que pasó en las cuatro paredes del despacho. Hace pocos días me han hecho dudar de tu lealtad pero hoy he visto que jamás me traicionarás, siempre estarás a mi lado a pesar de lo que decidas ahora mismo.
La confesión hizo que su cabeza volteara de inmediato viendo a su amo, la mirada azul tan brillante llena de anhelo le hacía sentir miles de sensaciones, ¿Aceptar o no, que sería lo más correcto? Y ¿Quien fue esa persona que metió ideas erróneas de su persona en su señor?
- Mi Lord sus palabras han hecho latir desenfrenado mi corazón pero hay muchas cosas en contra, la sociedad considera que un tipo de amor diferente al tradicional sea mal visto, además que yo no poseo fortuna alguna, el estatus social ni un título. El beso que me dio aún siendo un niño dejó una huella imborrable en mi ser, jamás pude olvidarlo aunque lo intentará, no encontraba respuesta del porqué lo hizo, mi padre antes de morir dijo que usted se volvió alguien importante en mi vida porque siempre preguntaba por mi pequeño amo cuando iban a visitarlo, nunca me dí cuenta de ello, también lo amo pero...
Un dedo en sus labios le cortaron lo que diría, tal vez presientiendo que lo rechazaría.
- Deguie vive el momento, no me importa lo que piensen los nobles ni la misma reina, con escuchar que me amas lo demás no importa. Déjate llevar por la inmensa pasión que sentimos. Cortó la poca distancia que los separaba uniendo sus labios en un beso tan necesitado transmitiendo el amor que siente por su mayordomo.
Nada importaba sólo unirse en cuerpo y alma, ser uno sólo.
Miradas cómplices bastaron para dar a entender lo que seguía.
Intercambiaron otros besos más y tomados de la mano salieron del despacho para dirigirse a la habitación del duque.
Con parsimonia las prendas fueron cayendo una a una, palpando la piel expuesta.
Su sueño más febril se cumplía, Dégel se veía hermoso sonrojado, su larga cabellera lacia esparcida entre las sedas de color rojo y abierto de piernas totalmente desnudo esperando por él.
Dejaría que la pasión lo guiará en ese encuentro íntimo que tendrían, porque era un inexperto que no sabía qué hacer.
Trepó a la cama para comenzar a dejar besos desde el pie subiendo lentamente por toda la extensión llegando al muslo interno, vio cómo se alzaba majestuoso el miembro de su adorado peliverde.
Aspiró el aroma del vello púbico y tímido acercó su mano a aquella zona tomando la dura hombría que estaba húmedo por el pre semen, lo masajeó tan lento que era una tortura placentera para el de ojos violetas que se retorcía en su lugar soltando pequeños gemidos mientras apretaba las sábanas.
Aquellos sonidos eran la mejor melodía para Kardia pero quería que el acto durara, así que detuvo su labor.
Un quejido en protesta salió de los labios del peliverde porque estaba a punto de terminar.
El escorpión rió y negó, hábil se puso a la misma altura que Dégel para besarlo apasionadamente, enredando sus lenguas hasta robarse el aliento.
Su miembro erecto lo dirigió al anillo de carne adentrándose despacio, no quería lastimar a su amado, ese lugar tan cálido y estrecho parecía estar hecho para él porque se acopló tan rápido a su tamaño.
Las primeras estocadas fueron lentas asegurándose de no dañar al peliverde, con el pasar de los minutos su pelvis se movía más rápido, por instinto las piernas de Dégel se aferrarón a la cintura de su amo haciendo más profundo la penetración que le arrancaba los sonidos más eróticos de sus labios.
Continuaron con aquella danza por largos minutos, sus pieles perladas en sudor, gritos de amor y placer hasta que el punto G del peliverde fue tocado haciendo que miles de corrientes eléctricas recorrieran su cuerpo a la velocidad de la luz terminando en un fuerte orgasmo que nubló su visión.
Las paredes anales apretaron el miembro del peliazul vertiendo su semilla en el interior de su amante.
El duque jaló hacía su cuerpo a su bello sirviente que se acomodó en el pecho para poder descansar, en cuestión de minutos Morfeo lo envolvió en sus brazos.
🦂
Renunció a su título de Duque que de nada le servía y viviría tranquilo llevando las riendas de sus negocios.
Kardia decidió irse con Dégel de la ciudad para vivir en la mansión que estaba en las afueras, lejos de las miradas curiosas o severas que juzgarán su relación y menos porque su pareja no contaba con fortuna alguna, tal vez no la tiene pero su amor era más valioso que el dinero.
Plenamente vivían su romance, cada día enamorándose más, disfrutando de los momentos que compartían juntos.
El peliverde se encontraba feliz en los brazos de su Lord, su Kardia...
Su amado señor.
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¿Que tal me quedó el shot con mi OTP suprema 😍? Espero que bien, pasen al siguiente cap que espero también sea bueno 😉
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