Capítulo 8: ¡No es una cita!
Eclipse era un café de día y un bar en la noche. Un sitio maravilloso al que pocas veces me había dado el lujo de ir debido a que era bastante caro, pero como esa vez Matthew pagaría no me importaba en lo más mínimo.
La decoración del café estaba inspirada en el arte del siglo XX mezclado con lo moderno del siglo XXI. Cada objeto del lugar destacaba como una autentica obra de arte —brillando por sus colores y sobresaliendo por sus formas extravagantes—. Nunca había entrado en la noche, pero suponía que todos los tonos de violeta, negros y plateados debían de ser iluminados con las luces de colores neón que se encontraban dispersas en las esquinas del lugar.
Sentada esperaba a mi acompañante. Llevaba más de quince minutos aguardando su llegada y la demora provocaba que mordisqueara la punta de mi lápiz. Si él no aparecía me tocaría pagar y no estaba segura de tener dinero para eso. De todas formas, ya había pedido un café doble con mucha azúcar y no podía retractarme.
Le di un sorbo a mi bebida y seguí pasando en limpio los apuntes que había tomado durante el día hasta que el sonido de unos pasos atrajo mi atención. Allí estaba Matthew. Su pecho subía y bajaba a un ritmo acelerado, lo cual hizo que me diera cuenta que había estado corriendo.
—Lamento haberme retrasado, Hada. —La voz de Matthew era un jadeo solo—. Es que a la salida me topé con...—hizo una pausa tanto para recuperar el aliento como para recordar.
—¿Lobos? —solté yo burlona mientras enarcaba una ceja—. Porque te ves peor que una chica siendo perseguida por ellos.
—No —replicó con una sonrisa juguetona asomándose en sus labios—. Aunque presiento que te hubiera gustado ver eso.
Nada me gustaría más. Pensé mientras utilizaba mi mejor expresión de inocencia.
—Pero fue la chica de cabellos pelirrojos. Liz.
¡Qué interesante! Ironicé, sin embargo, Matthew se mantuvo en silencio a la espera de que agregara algo. Si esperas a que te pregunté que le contestaste, dije para mí, déjame decirte que no me interesa. De hecho, lo único que me mantenía esperándote era que tú pagarías. Pero como no podía decirle eso —porque me había prometido engañarlo para que dejara de querer desenmascararme— dije:
—Ah, ¿sí? ¿Y qué te dijo? —formulé la pregunta antes de darle un sorbo dramático a mi café.
—Quería conocerme —contestó dejando caer su morral en el suelo de cerámica negro y sentándose en el sillón frente a mí.
Uou, no podía importarme menos.
—Así que ya tienes tus admiradoras —comenté con complicidad—. Supongo que dentro de poco pasaras de ser el chico nuevo al chico popular. Excelente.
—El ser popular no está en los primeros puestos de las cosas que quiero lograr este año —aseguró encogiéndose de hombros con desinterés ante la idea—. En realidad, ni siquiera está en la lista.
—¿Y qué quieres lograr, Matthew? —pregunté y mi voz mostró más interés del que hubiera querido.
Me maldije por eso, pero siendo sincera si tenía un poco de curiosidad por saber sus propósitos. Solo un poco.
—Antes de ingresar a Adams me propuse algo y hasta que no lo cumpla no pienso centrarme en nada más —explicó en un tono de voz grave que de cierto modo me resultó seductor.
Sus ojos penetraron en los míos con avives y de no ser por la interrupción de una empleada, él habría logrado cohibirme. Luego de que la joven y atractiva empleada llamada Lucy marchara con el pedido de Matthew, él me sonrió.
—No creí que quisieras una cita conmigo —comentó recostándose en el respaldo del sillón.
— ¡¿Qué?! —Me había sorprendió tanto con su comentario que por poco dejé caer mi taza—. ¡Yo jamás saldría en una cita contigo! —gruñí frunciendo el entrecejo. Sus ojos mostraron cierta sorpresa y yo quise darme la cabeza contra la columna de color negro que había a mi lado por haber sido tan impulsiva con mi respuesta—. Quiero decir, apenas te conozco y empezamos con el pie izquierdo —dije intentando disfrazar mis palabras anteriores —. Sería raro.
"Raro" sería el ultimo adjetivo descalificativo que hubiera utilizado para describir esa idea, pero era la palabra más suave que se me ocurrió para no sonar agresiva.
Sus labios se quedaron sellados mientras yo intentaba descifrar su expresión. Tras eso sonrió.
—¿Qué es tan gracioso?
—Estás avergonzada porque sabes que esto es una cita —contestó manteniendo una expresión inocente.
—¡No es una cita! —repliqué sintiendo que el calor se apoderaba de mis mejillas por la irritación —, y no estoy avergonzada.
—Hada, tú y yo estamos en una cita, quizá no romántica, pero es una igual —contestó entrelazando sus manos por detrás de su cabeza y sonriendo con ternura—. Y sobre la vergüenza, tus mejillas cambiaron de color.
Puede ser porque quiero golpearte y no porque esté avergonzada.
Le lancé una mirada fulminante, a la cual él simplemente rió y elevó sus manos en son de paz.
Lucy regresó con su pedido y una sonrisa coqueta de color purpura que iba obviamente dirigida a Matthew, quien simplemente le regresó el gesto con amabilidad y se llevó su taza de capuchino a la boca.
Lucy se dio la vuelta algo molesta con la actitud de mi compañero y se marchó acomodándose su largo y brillante cabello negro.
—Bueno —comencé al tiempo que miraba con disimulo mi reloj de muñeca. 15: 30. En poco más de media hora pasaría mi trasporte—. No me molestaría si me hicieras tus preguntas ahora.
Él me miró con cierta confusión.
—No quiero hacerte preguntas, Hada, solo quiero pasar tiempo contigo.
—¿Por qué? —pregunté.
De todas las personas del instituto este chico quería pasar tiempo conmigo. Conocerme a mí, a la chica con un pasado de mierda y un presente basado en mentiras. Genial, debía estar de broma.
—Porque creo que eres más que simplemente la chica perfecta —replicó con la primera muestra de seriedad que yo divisé en su rostro.
—¿Y sacaste esa deducción solo con verme?
—Soy bueno analizando. Aurora es psicoanalista, así que puede decirse que aprendí desde pequeño—contestó y una sonrisa sombría le surcó el rostro, al igual que una oscuridad en su mirada. Después y como si se hubiera dado cuenta de su expresión negó con la cabeza para recomponer su expresión de inocencia.
—¿Aurora?
—Mi madre adoptiva —explicó dándole un largó sobro a su bebida.
—¿Eres...? —Me detuve a mitad de la oración.
Era un poco frío de mi parte realizar esa pregunta. Es decir, quizá la tomara bien, pero si eso desencadenaba recuerdos no tan agradables, yo no quería ser la responsable. Después de todo, yo más que nadie sabía que en ocasiones es mejor dejar el pasado donde está.
—¿Adoptado? —repitió observando su taza con despreocupación antes de mirarme a mí—. Sí, antes de adoptarme Aurora era psicóloga en el orfanato en donde terminé después de que la mujer que me dio la vida, y el hombre que ayudó a engendrarme me dejaran. Y bueno, la convivencia llevó a que me quisiera como hijo.
Por la forma en la que se refirió a sus padres biológicos estaba claro que no encabezaban la lista de personas a las que Matthew quisiera, y eso llevó a que no pudiera evitar pensar en los míos. En la dulce voz de mi madre y en mi padre. Pensar en él con ese título me producía un vuelco en el estómago y una opresión en el pecho.
¡Basta! Me grité con frustración.
Estaba sola y nada cambiaría eso porque con el tiempo había aprendido que por más que desees algo con todas tus fuerzas, nunca se cumplirá. Así que no necesitaba recordar lo que no tenía y lo que no volvería a tener.
—Ya veo —me limité a decir.
Mi compañero me observó en silencio y yo me di cuenta que aquí tendría que contar algo acerca de mis padres. Bueno, algo sobre los padres que me había inventado, pero aunque quisiese, algo no me permitía mentir en ese momento.
—Debo regresar a casa —le informé dejando mi taza sobre la mesa de vidrio.
Me paré sin mirarle a los ojos y me acomodé el vestido con rapidez. Quería irme en ese mismo instante.
—¿Estas bien? —preguntó Matthew parándose y acercándose drásticamente a mí. Tanto que la diferencia de altura se volvió inmensa. Prácticamente mis ojos quedaban a la altura de sus labios. Elevé mi mentón para mirarle—. Te ves...
—Excelente —mentí terminando la frase en su lugar—. Espero que estos minutos conmigo hayan sido suficientes para conocerme —comenté dándole un leve golpe en el pecho para alejarlo de mí antes de girarme.
—Hada...—comenzó a decir, pero yo le ignoré.
Salí de Eclipse mostrándome tan segura en mí misma como siempre y con pasos rápidos pero confiados caminé hacia la parada de autobús. Aún faltaban varios minutos para que mi transporte pasara, pero no quería seguir mintiendo sobre el pasado.
No, no era que no quisiera mentir sobre el pasado. Lo había hecho desde siempre, lo que no quería hacer era mentirle Matthew sobre mi pasado.
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