Capítulo 45: Eres tú.
El contacto cálido de los labios de Matthew en mi frente me llevó a abrir los ojos. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que me había resguardado? Si era honesta, no lo sabía, podrían haber pasado horas y, aún así, continuaría deseando permanecer allí, entre sus brazos y con la cabeza apoyada contra su pecho.
—Oye —dijo levantando mi mentón unos centímetros para que le mirara a los ojos—. No es necesario llorar, ¿si? Todo lo que creas que en este momento está perdido, puede que no lo esté, y si lo está, yo te ayudaré a encontrarlo. Solo no quiero que derrames una sola lágrima más.
—¿Por qué? —balbuceé jadeante.
Sus manos me sujetaron con gentileza el rostro y sus pulgares limpiaron las lagrimas que rodaban por mis mejillas tal como la última vez que lo habían hecho.
—Nadie quiere ver a la persona que ama sufriendo. —Él apoyó su frente en la mía y el brillo de sus ojos me envolvió por completo—. Ese es motivo suficiente, ¿no crees?
—Lo es —susurré e inevitablemente una sonrisa sincera se dibujó en mis labios. Estar con Matthew lograba hacerme sentir mil y un sentimientos que no entendía, pero qué importaba. Con él me sentía bien y eso era lo único que necesitaba.
Cuando me devolvió la sonrisa, me sentí volar muy lejos y, aunque fue solo por un momento, dejé atrás todo mis miedos.
—Sabes...—Matthew tenía toda mi atención—. Tienes la sonrisa más hermosa de todas, Hada.
—¿Eso piensas?
Como respuesta él asintió y antes de que pudiera reaccionar acercó sus labios a los míos, tanto que podría asegurar que se rozaban sutilmente los unos a los otros. Durante un instante pensé que me besaría y no iba a mentir, una parte de mí rogó que así fuera, sin embargo, él no lo hizo. En su lugar, cerró sus ojos, dejó escapar un suspiro y luego simplemente me apretó contra sí.
—Lo siento —pronunció con recelo.
—¿Por qué? —pregunté dejando que sus brazos me rodearan y que mi cabeza descansara sobre la oscuridad de su camiseta.
—Por querer besarte cuando sé que sales con James —contestó sin ganas—. En mi defensa, desde que salí del orfanato hace un par de años he estado buscando algo que me interesara realmente. Durante mucho tiempo creí que era el arte y no me lo tomes a mal —se apresuró a agregar, avergonzado—, amo lo que hago, pero no es algo que llene el pequeño vacío que mi pasado dejó, solo lo tapa, sin embrago, cuando estoy contigo me doy cuenta de que, al fin y al cabo, no es un algo lo que tanto había buscado, sino que era un alguien y ese alguien, Hada, eres tú.
Las palabras de Matthew me turbaron profundamente. ¿Cómo podía decir esas cosas de una persona como yo?
—Yo no puedo ser ese alguien —dije e intenté que mi voz no se quebrara. El chico ante mí era todo lo que había estado deseando en sueños, pero no podía aceptarlo. No lo merecía.
—Lo sé, sé que elegiste estar con James, yo solo...
—No es por James —lo interrumpí—. Es por mí.
—¿Qué quieres decir? —preguntó. Había un dejo de incertidumbre en sus ojos.
—Que estoy rota, Matthew.
—Ey, no creo que...
—Basta —le pedí. Matthew sabía lo que hacía, como mentía y pretendía ser alguien que, en realidad, no era. Él me conocía, sin embargo, no del todo y ahí estaba la respuesta—. No me conoces..., no tienes idea por lo que he pasado.
—Entonces cuéntame y déjame estar contigo.
«¿No es mejor compartir la carga de nuestros problemas con las personas que nos aman?». Las palabras de la señorita Wolfram hicieron eco en mis propios pensamientos y me obligaron a guardar silencio.
—Si te cuento, desaparecerás. —Mi labio inferior tembló ante la angustia que se adueñó de mi pecho—. No puedo hacerte eso.
Matthew dió un suave golpe en mi frente.
—Acabo de decirlo, ¿no es así? —me preguntó—. Voy a quedarme contigo sin importar cuántos fantasmas tengas escondidos debajo de la alfombra.
Quise preguntarle cómo estaba tan seguro de ello, pero, al final, preferí no hacerlo.
—¿De verdad estás dispuesto a escucharme? —Él asintió severo y yo suspiré pesadamente. No quería dañarlo y aún así, viéndolo tan seguro, me sentí lo suficientemente confiada para abrirme por primera vez en mucho tiempo—. Antes de ingresar a Adams hace poco más de dos años, vivía con mis padres en una ciudad cercana a la costa sur. Ellos eran un matrimonio hermoso y feliz, muy feliz. Pocas veces discutían y si por algo lo hacían se reconciliaban casi instantáneamente. Se amaban tanto que a veces simplemente no podía creerlo y parecían sacados de una película romántica, ¿sabes? Pero...—Mordí el lado interno de mi mejilla y Matthew sujetó mi mano. Cuando me preguntó si quería detenme, le dije que no. Ya había empezado y no iba a dar marcha atrás—. Todo eso cambió. Mi padre comenzó a llegar tarde a casa. Al comienzo creí que era por su trabajo, ya sabes, quedarse hasta tarde en la oficina o cosas así, pero cuando se volvió un habito, comenzaron a discutir. Discutían mucho —repetí con frustración—. ¡Dios, Matthew, ellos discutían cada maldito minuto que pasaban juntos!
» Y yo no sabía por qué. Y no lo supe hasta ese día. Mi madre y yo estábamos almorzando juntas, como hacíamos todos los días y llamaron a la puerta dos hombres que parecían sacados de prisión. Ellos golpearon a mi madre y nos amenazaron de muerte ambas porque mi padre les debía dinero. Y al parecer era mucho. Esa noche tuvieron la peor discusión de todas, creí que se matarían y al otro día, recuerdo que acompañe a mi madre al banco. Ella retiró todos sus ahorros y pagó la deuda. Él nunca le agradeció y ella después de eso no fue la misma.
» Con doce años yo solo podía pensar en ser la que mantuviera unida a esa familia que había comenzado a derrumbarse —musité. Mi garganta temblaba por la angustia y mis ojos estaban empañados en lagrimas—. Sacaba buenas calificaciones e intentaba siempre tener una sonrisa para mi madre enferma..., porque así la veías, delgada, pálida y sin vida. Mi padre ya casi no estaba en casa y cuando estaba, estaba ebrio. Las discusiones se habían vuelto parte de la rutina y mis ganas de ser el pilar de aquella casa se evaporaron poco a poco.
» Esa situación duró un año, quizá dos. Para ese entonces yo lo odiaba. Odiaba a mi padre por haberse vuelto una mierda, pero no fue hasta que llegué a casa del colegio que me di cuenta lo mucho que nos había dañado. Mi casa estaba en total silencio y ella...—La imagen de mi madre muerta en el cuarto de baño me desestabilizó—. Mi madre se había quitado la vida con una navaja de afeitar y yo no había podido hacer nada para evitarlo... —El llanto afloró y mi voz se quebró como un cristal tirado al suelo—. Yo no pude salvarla...
Matthew me abrazó al instante.
—No podías saber que eso pasaría —susurró contra mí.
—Yo... Yo tenía que haberme dado cuenta que mi madre pensaba quitarse la vida. Debí..., yo...¡Tenía que haberlo visto venir! —chillé apretando los puños.
Matthew intentó verme a los ojos, pero yo no le dejé, en su lugar, me apreté más contra sí.
—Hada —me llamó con calma—. Eras una niña, no podías saber que esa tragedia pasaría. No podías evitarlo. Nadie puede saber qué pasará en el minuto próximo y no puedes culparte jamás por ello. Los momentos desperdiciados con las personas que amas son lo único que puedes evitar. Lo único que puedes hacer es asegurarte de atesorar cada segundo al lado de quienes amas.
Cada recuerdo, repetí para mí. Mi mente se llenó de ellos. Vi a mi madre sonriente y a mi padre comprometido. Los vi felices, sanos, amándome y amándose entre sí. Las idas al parque, los cumpleaños, Navidad, Halloween, las veces en las que me caía, raspaba mi rodilla y ellos fingían ser médicos profesionales me hacían feliz y el dolor se olvidaba.
La felicidad hacia olvidar el dolor y Matthew me hacía feliz. Si lograba contarle todo, quizá podría mantener ese sentimiento que él causaba en mí.
—Cuando mi madre murió... —retomé la historia.
—No es necesario que...
—Por favor, Matthew, quiero hacerlo —aseguré y él asintió comprensivo—. Luego de su muerte, mi padre entró en razón. O eso creí. Durante un tiempo él se comportó como siempre lo había hecho: me cuidaba, iba por mí a la escuela, se aseguraba de que lo tuviera todo... De verdad creí que era diferente, lo sentía, pero ya era demasiado tarde. Yo ya no era la misma, me escapaba de casa, de la escuela e incluso de la terapia. En ocasiones me iba por días y no regresaba hasta que necesitaba dinero. —Contar aquello me apenó terriblemente. No era una parte de mi vida que desease compartir, me dolía..., demasiado, de hecho, sin embargo, en los ojos de Matthew encontraba una dulzura y una confianza estremecedora—. Fue una época muy oscura de mi vida y mi padre se dio cuenta de ello.
» Él intentó salvarme muchas veces, pero no había forma de traerme de regreso. Le culpaba y él lo sabía..., y estaba sola. Los amigos que creía tener dejaron de hablarme y el instituto entero empezó a tratarme como una paria. Solía meterme en problemas, me detuvieron un par de veces... y luego, luego sucedió aquello —murmuré y, por un instante, guardé silencio. Si se lo contaba, Matthew podría pensar lo peor de mí, pero, tenía que hacerlo, tenía que abrir sus ojos antes de que fuese demasiado tarde—. Había una chica, Sasha..., ella me odiaba. Realmente me odiaba. Solía robar mis cosas y me ridiculizaba frente a todos, decía que mi madre se había suicidado por mi culpa, que yo era despreciable y ella no lo había tolerado. También decía que mi padre no tardaría en ahorcarse porque era preferible la muerte que tenerme...—Me ahogué a mitad de las palabras y Matthew me abrazó—. Un día, me harté y la encaré por ello. La discusión se salió de control y terminé golpeándola. No era la primera vez que me peleaba con alguien, pero sí la primera vez que no pude detenerme... Ella dijo que iba a matarla, que estaba loca. Me expulsaron.
» Mi padre no me culpó por ello, pero creyó que lo mejor era mudarnos y eso hicimos. Me dijo que íbamos a empezar de nuevo, juntos como familia. —No pude evitar sonreír amargamente. Qué ilusa había sido—. Y le creí. Me cambié de instituto y conseguí un trabajo como niñera para ayudar con los gastos. En algún momento del cambio decidí darle una oportunidad a esa vida, por mi madre. No quería defraudarle así que guardé todos mis miedos en una caja y me centré en lo que habíamos venido a hacer: empezar de nuevo.
» Los primeros días..., no voy a mentirte, fueron difíciles, pero conocí a Melody y a James y las cosas mejoraron. Por un tiempo, al menos. Hasta que un día llegué a casa y me encontré una nota de mi padre en la que básicamente decía que no podía seguir viviendo conmigo porque yo le recordaba mucho a ella. —Apreté fuerte mis puños y suspiré en busca de tranquilizarme—. Él lo organizó todo: pagó el alquiler de tres meses y abrió una cuenta en el banco a mi nombre donde depositó una importante suma de dinero que decidí no tocar. Luego, simplemente se fue y no he vuelto a saber de él desde entonces.
» Me costó mucho digerir su ausencia y falté durante varias semanas al instituto. Cuando volví, me prometí ser otra persona. No quería admitir que lo había perdido todo, que ser yo misma se lo había llevado todo.., así que cree a la chica perfecta con una vida perfecta... Y esa mentira continuó hasta el día que entraste por la puerta del salón —aseguré. Sus ojos grises me contemplaban atentos y pude ver una que otra lagrima acompañar a las mías—. Tú, Matthew, le diste el giro de ciento ochenta grados a mi vida.
Él guardó silencio durante algún tiempo. Luego, preguntó en voz baja:
—¿Me odias por ello?
—Creo que jamás podré odiarte —susurré sincera, sin embargo, cuando entreabrí mis labios para continuar, el crujir de una rama y el grito agudo de una chica atrajeron mi atención.
—Joder...—pronunció ella y cuando nuestras miradas se cruzaron, pude ver que lo sabía todo. Ella lo había oído todo.
—Ashley... —pronunció Matthew por mí.
Ashley no contestó. En su lugar, se levantó del suelo donde había caído y se dio la vuelta. Iba a huir.
Huiría con mis secretos y los divulgaría.
No iba a dejarla.
No podía dejarla.
Me levanté en un arrebato de instintos y avancé por el montón de hojas y ramas que era mi refugio en una avalancha de golpes y tropezones que no me impidieron salir para tomar a mi compañera por el brazo.
—¡Detente! —Sentía mi voz ardiendo por la idea de ser descubierta. No quería que nadie supiera que estaba sola. Nadie debía saber mi verdad además de Matthew.
—Suéltame —gruñó ella sacudiéndose, pero yo hice caso omiso a su petición. Incluso apreté aún más su brazo. Sabía que le estaba haciendo daño, no obstante, no dejaría que se fuera hasta que jurara que no iba a decir nada—. ¡Me lastimas, idiota! —se quejó nuevamente.
—¿Qué oíste? —pregunté marcando cada palabra como una amenaza.
Ella no contestó, pero, enterró sus ojos en los míos con satisfacción al ver la desesperación que arañaba mi garganta.
—No lo sé.
—¡¿Acaso eres estúpida?! —espeté con brusquedad—. ¡Dime qué oíste!
—¿O si no qué? —se mofó delante de mí. Toda la timidez que algún día le había caracterizado no existía—. ¿Vas a pegarme para que me quedé callada?
Me paralicé.
Ashley soltó una carcajada fría antes de sonreír.
—Siempre supe que detrás de esa mascara de perfección había algo oscuro, pero noticias de última hora, Aylin: nadie es perfecto y tú no serás la primera —sentenció con una rabia que afloró en su expresión.
—¿Crees que no lo sé?
—Eso no importa, ¿o sí, Matthew? —preguntó mirando más allá de mi hombro. Al no obtener respuesta, regresó su cólera hacia mí—. ¿Qué creen que dirán nuestros compañeros cuando descubran que su modelo a seguir no es más que una zorra abandonada? Creo que los enfadará mucho saber que la chica que siempre está para ayudar a los demás y que en su primer año organizó una campaña para limpiar los espacios públicos no pasa más de una mentirosa hipócrita que hizo de todo para ganárselos y tenerlos bajo su control.
—Ashley, es suficiente. —Matthew intentó recuperar su atención—. Sabes tan bien como yo que eso no es así.
—Oh, se me olvidaba. —Ella pasó por completo de sus palabras y se soltó de mi agarre con un brusco movimiento—. ¿Qué pensará de ti tu novio cuando se entere que estás chiflada y que te acurrucas en los brazos de tu compañero de arte?
James. Mi corazón se resquebrajó a la mitad y el peso de sus palabras me hizo retroceder, culpable. James no había hecho más que quererme y estar conmigo mientras que yo me había comportado tan distante, tan..., tan perra con él. Alejándolo en cada oportunidad, utilizando excusas para no contarle la verdad y fingiendo ser alguien que no era. Enamorándolo con una chica hecha de mentiras.
—Él cual por cierto no es tan leal a ti —continuó Ashley.
—Lo siento. —Fueron las únicas palabras que articularon los labios de mi compañero.
—¡¿Lo sientes?! ¡Dios, Matthew, me besaste! Creí que me querías...—Su mirada furiosa se calvó en mí; en mis ojos perdidos por lo que acababa de decir. Matthew la había besado, ¿qué significaba eso?—. Pensé que ibas a elegirme.
—Lo lamento, Ash, no debí haberte hecho eso —susurró él. En sus palabras ni un ápice de falsedad.
Lágrimas comenzaron a aflorar de los ojos rencorosos de Ashley cuando él se acercó a ella. En su gesto pude ver que intentó abrazarla, sin embargo, ella se alejó.
—Jamás voy a perdonarte —espetó cruel antes de voltear. Como una fiera comenzó a alejarse y yo di un paso en su dirección. Debía detenerla..., no obstante, Matthew fue quien me detuvo a mí.
—Vuelve a casa, ¿sí? —me pidió—. Yo arreglaré esto.
Luego, y como si yo hubiese desaparecido, él salió detrás de ella y me dejó sola.
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