Capítulo 40: Soy todo tuyo.

Dejé que mis compañeros de curso ingresaran al aula con una sonrisa en mis labios. Estaba fingiendo que me sobraba educación, pero la realidad era que me encontraba rezando para que algo sucediera..., esperaba cualquier cosa que me salvara del sentarme al lado de Matthew. Lastimosamente, nada sucedió y me vi en la posición de resignarme a entrar.

Allí estaba él al igual que todos los demás, sentado en nuestra mesa con la mirada perdida, una expresión impasible y una postura seria que me hizo apretar las asas de mi bolso en un fallido intento de sentirme segura. 

Tragué saliva antes de sentarme a su lado y fui recibida con la nada. Matthew no me regaló ni una pequeña insinuación de sonrisa, ni uno de sus comentarios tontos, ni siquiera un suspiro que me dejase claro lo fastidiado que le tenía. Era como volver en el tiempo una semana, cuando tampoco me hablaba y mantenía una mirada perdida en el rostro. La única diferencia entre el antes y el ahora, era que en su primer día no merecía su trato frívolo.

La señorita Brown entró con su paso decidido y fuerte, haciendo sonar sus tacones contra la cerámica del suelo. Esa vez, la mujer traía puesto un largo vestido de muchos colores que rozaba, al avanzar, el suelo. No tenía mangas, pero sí un notorio escote.

En mi posición de chica heterosexual debía admitir que nuestra profesora era una mujer hermosa.

—¡Buenos días, mis estimados alumnos! —nos saludó con una radiante sonrisa carmesí.

Ante nuestro silencio, la profesora enarcó una ceja.

—Buenos días, señorita Brown —repetimos todos con cierto fastidio. 

—Estupendo, estupendo —dijo dando dos palmas y dejando caer su bolso de cuero en el suelo—. Bueno, aún faltan tres semanas para la presentación de sus trabajos. Es decir, veintiún días para llevar a cabo la simple tarea de conocerse mutuamente...

—Profesora —la interrumpió Melody haciendo un mohín—. ¿No cree que veintiún un días es muy poco tiempo para conocer a alguien? O sea, en mi caso no tengo muchos problemas, pero, ¿y los demás?

—Primero creo que nunca debe fiarse de sus conocimientos sobre la otra persona, Ward, como humanos nunca somos capaces de abrirnos enteramente hacia el otro. Siempre vamos a tener pequeños secretos escondidos en lo más profundo de nuestro ser —se explicó con profundidad—. Aun así, y siendo optimista, en ocasiones un minuto basta para ver la verdad tras los ojos del otro..., claro, esta conexión entre dos individuos en casi imposible, pero puede suceder.

—Sí, en mis libros —contestó ella encogiéndose de hombros—. Esto tristemente es la vida real, uno no puede saber quién es verdaderamente el otro solo con mirarlo a los ojos.

En ese momento me hubiera gustado decir que sí era posible, tan solo unos días atrás Matthew me lo había demostrado. Él había visto a la chica débil que era, había intentado estar a mi lado y yo le había espantado cómo la mierda de persona que era.

¡Estupendo, Aylin! ¡Es-tu-pen-do! Ironicé para mis adentros.

La profesora elevó la comisura de sus labios y replicó:

—No todo lo que pasa en los libros es fantasía. A veces, la mejor forma que tenemos las personas de expresar las emociones que se ven reflejadas en los demás, o en nosotros mismos, es mediante palabras. De todas maneras, la entiendo, no es fácil.

Melody tamborileó su banca con sus dedos.

—Entonces..., ¿no atrasará la entrega de proyectos?

—No, la fecha no se cambia.

Melody sonrió desconforme y cuando la profesora le quitó su atención para centrarla en sus papeles, se dejó caer sobre su banca.

  —Aunque, Ward —comenzó a decir Brown dando golpecitos en su delicada barbilla,  regresando la mirada a mi amiga, quien se había erguido en su silla como si la estuvieran apuntado con un arma—. Pensándolo bien, podría posponer dicha entrega una semana.

—¿De verdad? —La ilusión ante dicha propuesta no solo emocionó a la pelinegra.

Nuestra profesora asintió  y un murmullo de agradecimientos se extendió por un par de bocas.

—Bueno, chicos, hecha ya mi buena acción del año con ustedes, les informaré también que las siguientes clases serán libres —dijo, y agregó divertida al ver las expresiones de sus alumnos—: de mí, pero no del trabajo. Es decir que podrán conversar, dibujar o lo que deseen con su compañero, siempre y cuando dicho acto tenga como finalidad avanzar en sus proyectos. Si no tienen ninguna pregunta, los dejaré continuar.

Todos aceptaron y los murmullos salieron sin dejar un silencio entre medio.

Mis ojos miraron a Matthew con insegura curiosidad. Él ya tenía su cuaderno de dibujos sobre la mesa, abierto en una hoja en blanco mientras jugaba con el lápiz entre sus dedos sin ningún interés en hablarme. En realidad, parecía como si ni siquiera supiera que yo estaba allí.

Me sentía incomoda al compartir ese rotundo silencio con él, sin embargo, no podía decir nada. No tenía ningún derecho a pronunciar palabra, pues yo nos habías llevado a esa desagradable situación.

—Te tocaba a ti, ¿cierto? —preguntó luego de varios minutos en los que sentí ganas de fingir lo que fuese para salir de allí.

Pero él había hablando, y aunque el escucharle había sido lo que más quería en ese momento, su tono de voz distante hizo que me sintiera diminuta. Era como si simplemente me hablara por la obligación de hacerlo, y sí, era tonto querer lo contrario.

—Sí —musité tomando mi lápiz.

—Entonces, soy todo tuyo —comentó girándose hacia mí con una expresión seria, pero al mismo tiempo esa seriedad era cautivadora.

¿Cómo evitar que mi corazón se acelerara, pero que al mismo tiempo doliera al escuchar esas palabras?

¿Cómo fingir que dentro de mí todo estaba bien? 

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