Capítulo 37: Timidez encantadora.
La hora del infierno fue, sin más, una verdadera tortura. Habíamos corrido, según nuestro profesor, veinte minutos exactos, sin embargo, no mentiría al decir que para mí habíamos pasado dando vueltas mucho tiempo más. Finalizado el calentamiento, habíamos hecho una cantidad incontable de abdominales, lagartijas que por pura suerte me habían salido, saltos sin sentido sobre unas vallas dispuestas a lo largo del gimnasio y una pequeña carrera en zigzag de la que Liz salió vencedora. Y claro, a eso había que sumarle un estiramiento de diez minutos en donde creí que me quedaría sin piernas si el querido profesor seguía empujando mi espalda con la intención de que mis dedos alcanzaran a tocar la planta de mis pies.
—¡Me duele todoooo! —se quejó Melody tirándose en el suelo en busca de intentar calmar su respiración acelerada.
Al igual que ella, mi pecho subía y bajaba con prisa, así que apoyé las manos sobre las piernas y me incliné hacia delante; inhalando y exhalando con calma. Me dolían los pies y sentía un intenso hormigueo desfilar por todo mi cuerpo.
—Somos dos —contesté cuando me vi capaz de pronunciar palabra, dedicándole a su vez una mirada de soslayo que llevaba consigo mi entendimiento.
—¿Cansadas, chicas? —preguntó nuestro profesor, observándonos con sus burlones ojos cafés.
—¿Usted qué cree? —espetó mi amiga señalándose de mala gana—. Debería ser entrenador en el laberinto o algo así.
Dylan la miró confuso, causando que unas arrugas hicieran aparición en su entrecejo.
—Lo tomaré como un halago —dijo antes de darse la vuelta e irse en busca de otros estudiantes a los cuales atormentar.
—¿Por qué son tan mundanos?
—No lo sé amiga mía, supongo que no todos tenemos la visión.
Me reí cuando enarcó su cejas y le tendí la mano para ayudarla a levantarse poco después. Le dolería la espalda si seguía tirada en el duro suelo del gimnasio, además de que yo quería irme lo más rápido que se pudiera para no cruzar otra mirada con Matthew. Y sí, dije otra porque durante toda la clase el universo había parecido predispuesto a alinear nuestras intenciones, es decir, ¿qué otra razón habría para que cada vez que yo mirara en su dirección, él también lo hiciera en la mía? Nunca me había dado cuenta de cuán difícil era evitar lo posiblemente inevitable.
—¿No puedo quedarme aquí tendida como parte del mobiliario? —El cuestionamiento de Melody recuperó mi atención.
—Como quieras —contesté y me encogí de hombros frente a su decisión—. Supongo que Ethan tendrá que encontrarse a alguna mundana con complejo de lectora que le invite a librerías y vea series con él.
Los ojos de mi amiga se abrieron como platos ante la mera insinuación y se levantó de forma torpe, pero efectiva para señalarme con su dedo acusador.
—¡Jamás vuelvas a insinuar eso! —amenazó haciendo un mohín exagerado que resultaba divertido—. Mi bomboncito no me reemplazaría por una mortal, ¿okay?
Sin que yo pudiera hacer nada más que inclinar la cabeza, Ethan apareció a sus espaldas con el fin de sujetarla por las caderas y apoyar su barbilla en los cabellos oscuros de Melody.
—Okay —respondió divertido tras guiñarme un ojo cómplice.
Un vivo rubor tiñó las mejillas de mi amiga al tiempo que una sonrisa embobecida se ganaba lugar en sus labios. Rápidamente, ella volteó y, poniéndose de puntillas de pie, descansó sus labios sobre los ajenos con segura ternura. Ante la escena, sonreí y negué con la cabeza. A veces eran increíblemente cursis y parecían sacados de alguna tonta comedia romántica.
—No es tan romántico si piensas que están bañados en sudor. —James apareció a mi lado con una mirada divertida y yo sonreí.
—Es su defensa —dije—, todos estamos bañados en sudor. Sino mírame, parezco un hipopótamo recién salido del agua.
—¿Un hipopótamo recién salido del agua? —James se rió y yo me di cuenta que había sido una comparación muy penosa—. Creo que sigues siendo muy linda aun viéndote así. Es decir...—Su rostro se ruborizó—, no es que crea que te ves como un hipopótamo, pero en caso de que así fuera seguirías viéndote hermosa. Yo..., quiero decir...—James bajó la cabeza, rendido y tendió en mi dirección una botella de agua—. ¿Agua?
Asentí agradecida antes de aceptar la botella. Así, nervioso, James me parecía adorable.
—Gracias —le dije—. Por el agua y por el cumplido.
—No hay de qué. —El chico de cabellera negra se encogió ligeramente de hombros—. Por cierto, Aylin, quería saber si...
—¡Oh, James! —La exclamación de Melody interrumpió sus palabras y lo llevó a sobresaltarse—. No te vi llegar, ¿cómo estás? —Melody no le permitió responder porque agregó—: Bueno, como sea, me alegra verte para decirte que has pasado la prueba.
—¿La prueba? —preguntó él tan desorientado como el resto por lo dicho.
—Sí. Primera cita: aprobada —contestó la pelinegra elevando los brazos con emoción—. Así que no lo arruines, ¿comprendido?
—No está en mis planes arruinarlo— replicó James y pude ver, por la forma en que lo había dicho, que estaba muy segura de ello—. En fin, se hace tarde y debo pasar a la biblioteca antes de irme. Los veo mañana.
—¡Claro! —le despedí al tiempo que Ethan asentía y Melody le saludaba con la mano.
—Oye, bomboncito. —Melody se tiró sobre mis hombros para llamar mi atención—. ¿Te vienes con nosotros?
Confundida, miré a Ethan.
—Iremos a comer pizza y a estudiar para la prueba de mañana —me informó—. Así que si quieres venir...
—¡La prueba de mañana, claro! —Instantáneamente me aparté de Melody y los miré a ambos—. Gracias por la invitación, pero me hicieron acordar que debo sacar unas fotocopias de estudio. Si no me apuro, la biblioteca cerrará y me quedaré afuera.
—Entiendo. —Melody lució algo desilusionada—. Supongo que te veremos mañana.
—Así es. —Dejé un beso en la mejilla de cada uno y me alejé—. ¡Hasta mañana!
¿Cómo había sido tan tonta? Ciertamente tenía la cabeza en otro lado y no en mis estudios, como debía ser. Molesta suspiré y encaminé a la puerta del gimnasio, no obstante, al hacerlo, no pude sino arrepentirme de girar hacia esa dirección. Allí, sentado en un banco a pocos metros por delante de mí, estaba Matthew. Traía sus cabellos mojados tal y como si se hubiese arrojado agua y observaba la botella que traía en sus manos de forma pensativa. ¿Qué le sucedía? El pensamiento de acercarme con la intención de hacerle alguna broma sofocó mi mente, sin embargo, sabía que no debía. No debía por dos motivos: el primero era que me había comportado extraña con él hacía un rato y el segundo..., bueno, Ashley ya se estaba acercando.
Los labios de la morena se abrieron para pronunciar palabra y Matthew levantó la vista sin ninguna expresión en su rostro. Por un instante pareció desconcertado, como si la chica lo hubiese arrastrado hacia las afueras de sus pensamientos, no obstante, cuando ella le sonrió tímida, él compuso su característica expresión encantadora y la invitó a sentarse a su lado. Evidentemente, Ashley no se rehusó y como si nada hubiese sucedido, ambos dieron inicio a una conversación que parecía de lo más fluida.
Viéndolos no entendí por qué mi corazón se había acojonado dentro de mi pecho, ni tampoco fui capaz de darle nombre al sentimiento que se adueñó de mí cuando forcé a mis pies a moverse hacia la salida. ¿Qué me estaba pasando? Espanté esa pregunta, pero no fui capaz de huir de la verdad de que yo no era la única chica que podía pasar tiempo con Matthew y que no era solo a mí a quien él sonreía de aquella forma encantadora. Así que, mientras me esforzaba en contener lo que fuese que estaba sintiendo, pasé por su lado, pero, al hacerlo, me encontré con sus ojos y, solo por un segundo, tuve ganas de llorar.
Luego, me fui.
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