Capítulo 27: Llegaré pronto.
—¡¿Qué?! —chillé demasiado alto, pero no me importó. De hecho, estaba demasiado anonadada para que me importara en lo absoluto—. Te advierto que si estás burlándote de mí, vas a pagarlo caro, Matthew Cooper.
—Jamás me burlaría de ti —indicó él, y por la forma en la que había hablando, supe que no mentía—. En verdad necesito tu ayuda.
Las palabras de Matthew me habían dejado helada y durante un instante, no supe qué contestar. ¿Por qué necesitaba de mí?, fue lo primero que me pregunté, sin embargo, no iba a mentir, también estaba molesta. ¿Quién se creía para interrumpir mi cita y pedirme semejante cosa? No eramos amigos, mucho menos nos llevábamos bien, entonces por qué quería quedarse en casa, conmigo.
—Explícate.
—No hay mucho que explicar...—empezó a decir él.
Rodeé los ojos y miré hacia la puerta. James volvería pronto.
—Rápido.
Le sentí sonreír del otro lado del celular.
—Olvidé la promesa que le hice a Steven —indicó—, sobre no aparecerme hoy por casa.
—¿Steven? —pregunté, sin embargo, antes de que pudiera contestar, agregué con brusquedad—: no contestes. No me interesa. ¿Por qué mi casa? ¿Por qué yo? ¡¿Acaso no tienes amigos?!
—No es por exagerar, Hada, pero un perro tiene más amigos que yo en este momento.
Era un idiota. Definitivamente lo era y me irritaba de sobremanera, no obstante, ¿qué opciones tenía? Si le decía que no o simplemente colgaba, corría el riesgo de que contara la verdad acerca de mí. Después de todo, Matthew era el único que sabía quién era yo. Él único que podía destruirme, era él y por más que aborreciera la idea de tenerle en casa, no tenía opción. Mi mentira ante todo, incluso si eso significaba pasar una noche con Sonrisitas Encantadoras.
—Por favor, Hada —insistió, y por primera vez desde que estábamos hablando sentí que hablaba serio—. Prometo no molestarte.
Molesta dejé escapar un suspiro. No tenía tiempo de seguir pensando, pues James regresaría en cualquier momento y yo no me encontraba en condiciones para explicarle por qué hablaba con Matthew a las diez y media de la noche. Así que, me rendí y contesté:
—Está bien, puedes quedarte en mi casa. Solo espero que mantengas tu palabra.
—Siempre mantengo mi palabra —aseguró—. Por cierto, hay una mujer mirándome raro desde la ventana de al lado.
—¿Y a mí qué... —Me detuve cuando recalculé sus palabras. No podía ser verdad...—. ¡¿Ya estás en mi casa?!
No esperé una respuesta de su parte para bramar:
—Voy en seguida.
—No te preocupes —replicó con serenidad—. Estoy bien afuera. Termina tu cita.
—No es por ti, idiota. —Rodé los ojos—. La mujer que te está mirando es una cotilla, si ve que rondas mi casa en plena noche, es capaz de llamar a la policía. Y siendo sincera no estoy de humor para tratar con la policía.
Matthew tardó unos segundos en contestar.
—No creo que sea para tanto —dijo—. Mira, la saludaré y sabrá que vine en son de paz.
—No...
Pero él pasó de mí.
—¡Buenas noches, señora! —gritó en esa tonalidad dulce que tanto solía usar—. ¡No vine a robar, soy amigo de Aylin!
Me llevé dos dedos a la frente.
—¿Hada?
—¿Qué?
—Cerró la ventana. Creo que no me creyó.
No pude evitar sonreír al darme cuenta lo ingenuo que era. Luego, negué con la cabeza antes de hablar.
—Llegaré pronto. Solo espérame. —En ese momento la puerta fue abierta y me encontré con la mirada de James. ¿Me habría oído? Por su expresión, parecía curioso. Así que para evitar malos entendidos, agregué—: abuelo.
Antes de que Matthew pudiera reírse, colgué.
James no me habló cuando se aproximó a mí. De hecho, se limitó a observarme hasta que pude dar una explicación. Para hacerlo, me puse de pie mientras él seguía con su mirada cada uno de mis movimientos.
—Olvidé completamente el hecho de que mis abuelos venían hoy a casa —le informé en voz baja. Apenas podía mirarle sin sentirme terriblemente mal por mentirle. Después de lo gentil que había sido conmigo, tenía que dejarle... Me insulté por ello—. Quieren verme.
James entristeció.
—¿No hay nadie en tu casa, Aylin? —preguntó. Parecía ilusionado con la idea de que me quedara.
Negué con la cabeza. Al menos sobre eso no tenía que mentir.
—Mis padres no están muy presentes. —Eso también era verdad.
Como primera reacción, él apartó la mirada hacia sus manos. Observé sus facciones endurecer y su semblante ensombrecerse mientras lo hacía, tal como si un recuerdo crudo hubiera pasado por su mente. Luego, volvió sus ojos a los míos.
—¿Quieres que te lleve a casa?
—Te lo agradezco —dije intentando no sonar nerviosa. Por suerte me sentía lo suficientemente mal para que eso sucediera—, pero tomaré un taxi.
—Está bien.
Mordí mi labio, avergonzada.
—De verdad lo siento, James —me disculpé y di unos pasos hacia él—. Me encantó compartir este tiempo contigo.
Él sonrió por lo bajo.
—Me hace feliz oírte decir eso.
Esta vez, fui yo quién le sonrió y tras ello, dejé un beso en su mejilla derecha.
—Gracias por la velada. Fue maravillosa —aseguré antes de encaminar hacia la puerta, sin embargo, cuando iba a tomar el pequeño pestillo para tirar de él, la mano de James sujetó con suavidad y torpeza mi antebrazo, causando que yo volteara a verle.
—¿Se repetirá? —me preguntó a media voz, con sus mejillas sonrosadas y sus ojos brillosos.
—Por mi parte, sí.
Su sonrisa se hizo más amplia y me soltó.
—Hasta mañana.
—Adiós, James.
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