Capítulo 26: Tenemos un problema.

Durante algunos minutos me mantuve comiendo en silencio. Intentaba recobrar mi seguridad para volver a actuar con normalidad, sin embargo, se me hacía difícil con aquel malestar. Aún así, me esforcé en sonreír y busqué retomar la conversación con James. Lo último que quería era arruinarlo con él.

Así que le pregunté sobre sus sueños a futuro y él me respondió con mucha seguridad. Al parecer, tras finalizar el instituto tenía planeado viajar a Inglaterra para estudiar economía en una prestigiosa universidad de allí. Aquello no me sorprendió en lo absoluto, después de todo, el padre de James era un magnate de los negocios y no dudaba, ni por un segundo, en que él pudiera alcanzar un futuro igual. 

—Sabes, siempre pensé que harías algo relacionado con la literatura —le comenté al dar un sorbo a mi bebida.

Él se encogió débilmente de hombros.

—Me gusta la literatura como pasatiempo —explicó y hubo un dejo de resignación en su voz—. Así como me gusta la música o tocar el piano, pero no está en mis planes forjar una carrera a partir de ello.

—Entiendo...—En el fondo, pensé que una parte de él sí lo había querido, sin embargo, no parecía dispuesto a luchar por ello y saberlo me dolió—. Mi mamá solía decirme que ir por lo seguro es una decisión inteligente, pero que ir por tus sueños es lo desafiante.

James me miró como si me estuviera descubriendo y fue ahí cuando caí en lo que había mencionado. Enseguida —e impidiendo que él pudiese responder— cambié de tema.

—No recordaba que tocaras el piano —indiqué y él lució confundido durante un breve instante. Luego, asintió. 

—Mi padre insistió en que aprendiera cuando era niño, dijo que era una tradición en la familia.

Por un segundo imaginé a un pequeño James sentado frente a un gran piano. La imagen me provocó ternura, así que sonreí.

—Me gustaría escucharte tocar algún día —comenté—. No sé demasiado sobre música, pero creo que sería divertido.

Ante mis palabras, él se sonrojó.

—Me encantaría —admitió, hablando más bajo de como lo estaba haciendo—. Me aseguraré de tener una melodía perfecta para ti.

En ese momento la puerta volvió a ser tocada y el platillo de entrada fue reemplazado por el principal: mariscos. Sinedo honesta, cuando la comida estuvo frente a mí no pude evitar asombrarme. Se veía deliciosa y me disgustaba tener que desarmar su hermosa presentación, sin embargo cuando James lo hizo, me vi obligada a hacerlo también. ¡Exquisito! Realmente así era. Una gama de sabores y texturas se fundieron en mi lengua y me maravillé, rindiendome ante el hambre. 

—Por cierto —James recuperó mi atención—, creo que es momento de hablar un poco sobre usted, señorita White.

Sonreí al oír la forma en la que me había llamado. No obstante, esa sonrisa no se sostuvo por mucho tiempo.

—¿De mí?

—Sí, de ti —insistió él—. Hemos estado hablando de mí desde que has llegado y eso no me parece lo más adecuado.

—No digas eso. Tienes una vida muy interesante, me gusta escucharte hablar sobre ella —admití, aunque también deseaba escapar de tener que mentir.

—Eso fue muy halagador —James se avergonzó—, pero aun así, quiero conocerte más, Aylin. Quiero saber si tu amor por los animales y la malteada de fresa se mantiene, o si tienes un gusto nuevo. Nunca te conocí del todo y me arrepiento mucho de eso, por lo tanto, quiero hacerlo diferente ahora.

—Yo...

De repente tuve que luchar entre dos emociones: la primera era ternura. Me hacía feliz saber que él se acordaba de aquellas cosas y me enternecía saber que quería conocerme más..., sin embargo, la segunda era tristeza y enojo. No podía contarle la verdad, y aunque no me apetecía mentirle a James, aunque me doliera, sí tenía que hacerlo, lo haría. No había otra opción. 

—Te escucho —dijo al tiempo que terminaba de comer. Luego apoyó su codo sobre la mesa y al hacerlo recostó su mejilla en su puño. 

—Esto sonará muy tonto, pero la verdad es que todavía no estoy segura de qué quiero hacer —confesé. Quizá podía evitar mentirle—. Es decir, a partir de lo que decida es que se formara mi vida. Los sitios más frecuentes a los que iré, la gente que veré a diario, incluso puede que descubra nuevas aficiones solo por trabajar o hacer determinada cosa. Es una decisión muy importante y no puedo tomarla a la ligera.

James me había escuchado atento y cuando terminé, asintió.

—Tienes mucha razón —concordó con seriedad. Estaba claro que le interesaban estos temas—. Pero, ¿tus padres no trabajan en una empresa multinacional? ¿No quieres seguir lo que ellos? —preguntó sin malicia en sus palabras, no obstante, en mí repercutieron con dolor.

Me tomé un momento para contestar, deglutiendo con lentitud otro bocado en busca de ganar tiempo. Sentía que no tenía escapatoria del escozor que nacía en mí al evocar a mi padre; un hombre que sí había trabajado en una importante empresa multinacional, pero que ahora ya no existía. Tragué la comida y respondí:

—Sí, eso es verdad —hablé con soltura. Otra mentira más que debía añadir a la lista. Me pregunté si algún día se detendrían y me contesté que sí, cuando finalizara el instituto, cuando me alejara de todos para seguir mi vida como una chica de clase media baja normal—. Pero no. Lo último que quiero para mí es hacer lo que ellos hicieron. 

Esas últimas palabras escaparon de mi boca sin que las pensase y provocaron que James me observara desconcertado. Seguro se preguntaba por qué había hablado con tanta frialdad y no podía explicarle, así que rápidamente forcé una sonrisa y negué con la cabeza. 

—Solo busco encontrar mi propio camino, eso es todo —expliqué en un intento de disimular mi brusquedad. Para mi suerte, había funcionado, puesto que James asintió. 

—Ya veo —comentó por lo bajo, con una nota de interés en la voz.

Durante los minutos siguientes nos mantuvimos comiendo en silencio mientras la música lo invadía todo en notas suaves. Cada tanto observaba a James mirarme y sonreírme, yo hacía lo mismo y aprovechaba para comentar lo mucho que me gustaba la comida. Él concordaba conmigo. 

—Entonces... —Sin embargo, tal y como si el destino no tuviera nada más productivo que hacer que joder mi vida, mi móvil empezó a sonar dentro de mi cartera.

—Lo siento —me disculpé y tomé el móvil entre mis manos.

—Contesta, no te preocupes por mí. 

James lució condescendiente. 

—Pero...

El móvil continuaba vibrando y molestando, así que leí en la pantalla un número desconocido. Fruncí el ceño y con una mueca miré a James. Él me sonrió y me alentó a atender, y sin más remedio, eso hice. 

—¿Hola?

—¿Hada? —Una voz encantadora llegó a mí y podía asegurar que si no estuviera James en la misma habitación que yo, hubiera lanzado el aparató contra la pared para luego saltarle encima chillando de la histeria.

—La misma —dije forzando una expresión relajada.

—¿Aún estás en tu cita?

Matthew parecía divertido.

—Sí, ¿qué necesitas?

Mi voz estaba inundada de una simpatía fingida. Intentaba sonar lo más amable posible, pero no podía evitar sentirme incomoda al hablar con Matthew frente a James —el cual me observaba curioso—. 

—A ti —contestó.

—¿A mí? —pregunté sin poder ocultar mi desconcierto.

—Sí, es que tenemos un problema —afirmó dejando escapar un suspiro demasiado dramático para ser real.

—¿Nosotros?

Forcé una sonrisa cuando los ojos curiosos de James se hallaron con los míos, y fue en ese minuto que él me hizo una señal de que saldría por un momento. ¡Gracias a los Dioses!

Yo asentí y le miré desaparecer tras la puerta.

—Sí, nosotros —continuó Matthew con despreocupación—. Bueno, más bien yo tengo un problema y necesito tu ayuda.

—¡Ve al punto, idiota! —le espeté cuando me hube quedado sola.

Una carcajada inocente se escuchó de otro lado, llevándome a poner los ojos en blanco.

—Estás sola, ¿verdad?

Me mordí el labio inferior para contener una masa de insultos antes de repetir enfatizando cada silaba:

—¡Ve-al-pun-to!

No escuché nada durante unos segundos y entonces, justo cuando creí que él había colgado, preguntó lo que nunca hubiera esperado que preguntara.

—¿Puedo quedarme en tu casa? 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top