Capítulo 2: Compañeros por coincidencia.

Automáticamente giré mi rostro para encontrarme con él. ¡Ni siquiera me estaba mirando! ¿Cómo sería compañera de un idiota que al parecer gozaba de ignorarme?

Me guardé las ganas de darme un golpe en la frente y cubrir mi rostro con mis manos por la irritación. De todos los alumnos de esa clase tenía que ser Matthew quien fuese mi compañero. Hubiera preferido que me tocara con Liz, al menos con ella era probable que no nos habláramos y que yo pudiera sonreír mientras hacía lo que fuese que haría, mientras ella se limaba las uñas o usaba su móvil para hablar con Trevor: su novio.

De igual modo no podía pedir que me cambiaran de compañero, si lo hacía preguntarían el porqué, y estaba segura que decir la verdad sobre eso no sería muy maduro de mi parte. Así que me limité a guardar la calma y analizar la situación.

Aún era el primer día. Matthew no me conocía —porque me ignoraba, pero ese pensamiento lo dejé de lado—, así que solo tenía que lograr que se interesara en mí. Podía hacerlo.

El problema radicaba en las palabras de Brown..., sabía que había exagerado, que era el entusiasmo de una artista, pero, eso no quitaba que tendría que pasar tiempo con Matthew y mostrarle una parte de mí para que pudiera hacer su trabajo. Claro que pensaba fingir todo el tiempo, mantener mi mascara y con ella mi mentira, pero, solo pensarlo me agotaba. 

La profesora continuó formando compañeros durante algunos minutos más y agradecí por ello. De reojo miré a Matthew y me sorprendí. ¡Estaba mirándome!

Un punto para mí. Si me estaba mirando es que tenía interés, ¿no?

Esperen, ¿y ahora qué? Él no la apartó como yo hubiera esperado que hiciera, en su lugar, sus ojos grises parecieron escudriñarme de tal forma que no pude evitar sentir un escalofrío.

—¡Jóvenes! —exclamó Brown atrayendo la atención de todos—. Ahora que todos cuentan con un compañero, les diré la actividad que tengo planeada para el día de hoy —continuó sentándose sobre su escritorio—. Como las clases comenzaron hace pocas semanas y como es posible que les haya tocado como compañero a alguien con quien no tienen ninguna clase de relación, tendrán que hacer una representación que puede variar tanto de un retrato a una combinación de imágenes abstractas. Lo que gusten. Siempre y cuando sea basándose en su compañero.

—Si pudiera explicarse sería estupendo —soltó Liz burlona desde el fondo del salón.

—Señorita Cook, veo que tendré que explicarme mejor —dijo lanzándole una mirada amenazadora—, pero espero que el respeto nunca más falte en sus palabras.

Liz rodó los ojos y la profesora continuó:

—Como decía: una representación. Tendrán que durante este próximo mes dibujar o pintar algo que represente a su compañero. Es decir, cuando su obra esté terminada, al verla, quiero sientan lo mismo que sienten al ver a su modelo. Que cuando yo la vea, me dé cuenta del esfuerzo que le pusieron en hacerla, ¿entendido? —preguntó viéndonos de soslayo a todos antes de proseguir—. Además, quiero que, durante el tiempo que les lleve representarse mutuamente, se conozcan tanto físicamente como espiritualmente. —Por un instante creí que esas palabras iban dirigidas específicamente a mí—. Deseo que se conecten y que sepan lo más que puedan sobre la otra persona—agregó moviendo enérgicamente sus manos—. Como saben, dibujar es más que tomar un lápiz y pasar a papel lo que ven. Es una conexión entre el artista y la obra. En este caso, ustedes serán los artistas y su compañero el modelo de la obra. Creo que no está tan difícil. —Su mirada se posó sobre Melody que estaba jugando con los mechones de cabello rubio de Ethan, ignorando completamente la explicación—. ¿Verdad, Ward?

—Oh —dijo avergonzada, al tiempo que se acomodaba en su silla—. Completamente de acuerdo con usted, señorita Brown.

—Bien, sin perder más tiempo los dejo trabajar.

Regresé mi mirada a mi compañero, quien se encontraba con un lápiz 2B y un cuaderno en mano. Lo limité tomando mi block de hojas y mi lápiz para empezar el boceto de Matthew.

Uno, dos, diez minutos pasaron. Eso se estaba poniendo incómodo.

Dejé escapar un largo suspiro para relajarme y volví a mirarle con otra de mis expresiones afectuosas. El silencio reinaba entre nosotros dos y si no fuera por las voces de nuestros demás compañeros, diría que estábamos en un funeral.

—Creo que deberíamos conocernos primero, ¿no?

Él enarcó una ceja para hacerme saber que me estaba escuchado. ¿Acaso no pensaba abrir la boca?

—Bien, empezaré yo, ¿de acuerdo?

Ninguna respuesta de su parte.

—Mi nombre es Aylin White, nací el dieciocho de noviembre, así que soy de escorpio.

Matthew miró hacia otro lado durante unos cuantos segundos, parecía dispuesto a volver a ignorarme. Carraspeé lo más dulcemente que pude y él regresó su atención hacia mí

—Soy una amante de las salidas, pero me gusta balancearlo con mis estudios porque no quisiera descuidar a mis amigos, ni tampoco mi futuro.

Él bostezó a modo de respuesta y yo sentí que podría darle un puñetazo en la nariz. Me mordí el lado interior de la mejilla para contenerme y guardé la cólera que aumentaba en mi interior.

—También adoro ir a los cementerios y profanar tumbas en mis ratos libres —dije y tal como había pensado, Matthew no se impresionó ante mi mentira porque, básicamente, no me estaba oyendo.

De cualquier forma, no me importaba si me escuchaba o no, después de todo, había mentido un poco. Y no es que fuera amante del engaño, simplemente creía que el decir la verdad era otorgar al otro una confianza con la que se puede hacer cualquier cosa, incluido el herirte. No quería ser herida, no otra vez...

De repente el centró su mirada en la mía y con la primera sonrisa que vi en sus labios desde que le conocía comenzó a garabatear algo en su cuaderno. ¿Acaso había escuchado lo del cementerio? No estaba segura de lo que esa sonrisa significaba, pero, no podía ser una mala señal, ¿verdad?

El timbre sonó y todos salieron de clases.

Todos menos él. Seguramente saldría luego, ya que la clase de Arte había finalizado.

—¡Aylu! ¿Vienes? —Me preguntó Melody apoyando sus manos en mi banca compartida.

—Claro —respondí tomando mi bolso.

—¡Estupendo! —exclamó con su característica energía—. Pero apurarte, zombi— insistió cogiéndome del brazo para prácticamente arrastrarme, con el fin de ser las primeras en la fila de la cafetería—. ¡Por cierto, un gusto Matt!—le dijo con un ademan de mano.

Matthew asintió con una sonrisa diferente en sus labios, al tiempo que nos siguió con la mirada hasta que desaparecimos de su campo de visión. 

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