Capítulo 15: Domingo problemático.
A las seis de la mañana la alarma me arrastró hacia la luz y me obligó a despertar entre gruñidos y blasfemias, provocando que me pusiera de pie de mala manera para prepararme. No es que quisiese hacerlo, en realidad, lo que más deseaba era permanecer acostada y continuar durmiendo, pero no podía darme ese privilegio. No cuando era domingo y debía trabajar, así que hice un esfuerzo sobrehumano y me puse de pie.
La casa estaba hecha un desastre al igual que yo, por lo cual no me sorprendí de ver mi ropa tirada en la sala o de observar como traía todo el maquillaje corrido y el pelo enmarañado cuando entré en la ducha. La noche anterior me había arrastrado a la cama luego de hacer un recorrido de dos horas desde el precioso barrio residencial en el que Matthew me había dejado hasta mi verdadero hogar.
Suspiré al darme cuenta que seguía pensando en él y mientras el agua recorría mi cuerpo, recordé la forma en la que me había mirado al despedirse de mí.
«Hasta en unas horas, Hada.» Fue lo último que me dijo y extraño o no, me había hecho sentir terrible.
Al salir del baño me convencí de que debía olvidarme de ello y continuar con mi vida como si nada hubiese ocurrido, por lo tanto, cuando estuve lista, bebí un café y salí hacia la parada de autobús.
Para mi mala fortuna, los domingos eran días terribles en el trabajo. No solo por la cantidad de gente que concurría desde la mañana, sino porque era el día de la semana en el que más trabajaba por la misma razón. Al no estudiar cumplía el turno completo para ganar un dinero extra que salvará las facturas y llenará mi estómago.
Así que en resumen entraba a las ocho de la mañana y salía, con suerte, a las diez de la noche. De cualquier forma, dentro de tanto desanimo, me alegraba ver a Noah —mi alto compañero de trabajo—, quien me esperaba con una sonrisa burlona junto a la puerta emergente al local de comida.
—Creí que no te gustaban las fiestas, pequeña —me dijo luego de que le contara lo ocurrido. Obviando, por supuesto, todo lo ocurrido con Matthew. No quería que se mofara de mí.
Molesta, le di un codazo, pero no pude evitar reír.
—Cierra la boca. Prácticamente me vi obligada a ir.
—Ajá, eso dicen todas —respondió apretando una de mis mejillas—. Deberías seguir tus propios consejos, ¿sabes?
—Al menos yo no me veo como la mierda a pesar de no haber dormido nada.
—¿Ah, no? —Noah enarcó una ceja—. Creo que necesitas un espejo nuevo, lindura. Te ves horrible.
—Claro, porque tú estás muy guapo.
—Es la primera verdad que dices en toda la noche. —Me dio un golpecito en el puente de la nariz y agregó—: Ahora, entremos. Quizá te consuele ver a alguien más horrible que tú.
—¡Aylin! —Katie se abalanzó sobre mí al verme.
—Hola, Kat —la saludé primero, sin poder evitar sentirme desconcertada al verla desde tan temprano, después de todo, ella siempre llegaba tarde.
Ella pasó de mis palabras y al apartarse, tomó mi cara entre sus manos, tirando de mí hacia abajo y haciendo que me encorvara para estar a su altura.
—¿Qué te sucedió?, te ves malita.
—Simplemente se ve como la mierda —comentó Noah al pasar junto a nosotras—. Ya te acostumbraras.
—¡Cierra la boca, Noah! —ordenó Katie frunciendo el entrecejo—. Dime el porqué de esta carita somnolienta.
—Sucede que salí de fiesta y posteriormente me subí a una motocicleta con un idiota. Lo que provocó que casi muriera —expliqué encogiéndome de hombros como si fuera algo casual.
Ella palideció ante mi repuesta.
—¡¿Qué?! ¿Cómo así?, ¿estás bien? —Soltó cada una de las preguntas una tras otra de manera torpe, mientras me miraba de arriba abajo, de izquierda a derecha con rapidez, tal como si buscase algo fuera de lo habitual.
Me reí ante su cara de preocupación cuando Noah también lo hizo. Katie era de las chicas más inocentes que había conocido, y de cierta manera, eso la volvía adorable. Nunca sabía diferenciar una broma de algo serio.
—Oh, Aylin —reprochó haciendo un puchero—. No me asustes de esa manera.
—Lo siento —dije—. No lo volveré a hacer.
El sonido de unos tacones a mis espaldas causó que Katie cerrara sus labios como si respirar fuese ilegal e hizo a Noah adoptar una postura de mayor seriedad.
—Me alegro de que se encuentre de tan buen humor el día de hoy, White —siseó la vibora letal a mis espaldas—. Y espero, que esas ganas de reír, la hagan más eficiente en el trabajo, pues ha estado pésimo en los últimos días.
Fastidiada me tragué todos los insultos que bullían en mi boca y volteé sonriente.
—¡Claro, Cora! —contesté y tras ello, todos nos dispusimos a trabajar.
Pero a pesar de lo que había dicho, no estaba bien y me sentía fatal, así que con el pasar de las horas, comencé a cometer errores.
—Niña, concéntrate. —Cora apareció delante de mí—. Esa es la mesa ocho, no la seis —dijo señalando la mesa de dicho número, donde donde una pareja miraba extrañada los platos de pasta que segundos atrás les había dejado.
Contuve una sonrisa ante sus expresiones, obviamente no era lo que habían pedido, pero en mi defensa, apenas estaba lo suficientemente despierta para mantenerme en pie.
—Lo lamento —pronuncié y comencé a caminar hacia ellos para ofrecer una disculpa, sin embargo, Cora me sujetó del brazo y me arrastró hasta el interior del local.
—¿Qué te pasa?Desde hace días pareciera que estás en las nubes.
Abrí mi boca pra responder, pero mi cerebro fue incapaz de formular una excusa de inmediato. Me maldije por eso.
—Si sigues actuando de esta manera tan penosa, tendré que despedirte —continuó con una sonrisa maliciosa—, y creo que eso no sería nada bueno para tu situación económica, Aylin.
Lo único que le faltaba para completar su expresión de total burla y desprecio para conmigo, era reírse, y creo que para eso no hacía falta mucho.
¡Bruja! Gruñí para mis adentros.
No obstante, sabía que si le decía eso me mandaría sin pensárselo directo a la zona de desempleados y no podía darle ese gusto. Al menos, no ese día. Por lo tanto, agaché la cabeza y asentí, sumisa.
—No volverá a suceder, lo prometo.
Luego, volví a trabajar.
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