Capítulo 10: Planchitas asesinas, tacones mortales y Wolfie.
Pero el mañana sí hizo su presencia más rápido de lo esperado.
La habitación de Melody no era muy amplia, solo lo suficiente para que entrara su cama de plaza y media, sus dos estanterías pequeñas cargadas con su decenas de libros, sus peluches de diversos tamaños —que en su mayoría habían sido regalados por Ethan— y su armario de puertas corredizas que ocupaba una pared entera.
—Extrañaba arreglarte —expresó melancólica mientras alisaba mi cabello.
Volví la mirada a ella, a través del espejo, y sonreí. Siendo honesta estaba acostumbrada a usar mi cabello ondulado y en las únicas ocasiones que lo alisaba era cuando salíamos con Melody, dado que ella exigía que tenía que cambiar de peinado.
—No mientas —le reproché con una mueca—. Extrañabas las fiestas y como yo soy la única persona que soporta tus locuras literarias, crees que me extrañas.
Ella se mostró sorprendida ante mis palabras y frunció el ceño al tiempo que me señalaba con su planchita.
—Nunca le digas mentirosa a alguien que tiene una plancha para el cabello a ciento noventa grados en la mano.
—¡De acuerdo! —repliqué elevando las manos mientras me alejaba con dramatismo—. Eres la chica más cuerda que he tenido el placer de conocer.
—Eso era lo que creía, guapa —comentó guiñándome un ojo. Luego, volví a dejarme caer sobre sillón de color purpura para que ella pudiera desaparecer una última onda dorada de mi cabello—. Está hecho. Te ves preciosa, Aylu.
—Eres un ángel —le dije como agradecimiento, levantándome con elegancia.
A lo que ella rió.
—Lo sé, lo sé —respondió con arrogancia—. Me lo dicen muy a menudo. Ahora apártate —dijo dándome un golpe con su cadera en la mía para que me corriera de frente al espejo—. Quiero darme unos toques finales.
Yo me aparté con una sonrisa condescendiente y ella se instaló en el sillón para colocarse delineador.
—Por cierto, ¿dónde queda la maratón de Only for talented en este sábado de fiesta?
—En mi corazón —contestó mi amiga llevándose una mano a su pecho—. En mi cabeza. —Señaló con su dedo índice su cien—. Y...— Hizo una pausa suspensiva mientras en sus labios pintados de un rojo intenso aparecía una sonrisa—. En la grabadora que encenderé antes de irnos para que cuando volvamos podamos verla.
Me reí ante su respuesta y agregué fingiendo sentirme impactada:
—O sea que una fiesta es más importante que Scott.
—Scott lo entenderá.
—Estoy segura de que sí —contesté encaminando hacia un gran espejo con la intención de observarme.
Mi piel lucía un sutil bronceado que realzaba, junto al delineado negro, el intenso color de mis iris azules. Mis mejillas, sin ángulos prominentes, contaban con un vivo rubor que se asemejaba al de un sonrojo, al tiempo que el labial tenue de mis labios era de una tonalidad rojiza. Mis cabellos caían sobre mis hombres hasta alcanzar la curva sinuosa de mis pechos que ahora se encontraban bajo el strapless del ajustado vestido que había escogido para la ocasión.
—¡Listo! —La voz de melody me devolvió al presente y me hizo mirarla.
Su cabello estaba recogido de medio lado en una perfecta trenza que dejaba ondas suelas acarciando sus mejillas regordetas. Sus parpados cubiertos por una delicada sombra le otorgaban una mirada cautivadora junto al delineador de ojo que había decidido aplicar. Así también, su cuerpo se encontraba vestido por una falda lisa y acampanada de color azul marino, que le llegaba a su pequeña cintura. En su torso, un top con tirantes se ajustaba a su pequeño busto.
—¿Qué piensas? —me preguntó mientras me apartaba del espejo para verse a sí misma.
—Que si fuera Ethan no saldríamos esta noche —contesté de forma burlona y ella me dio un codazo—. Estás hermosa.
—Sé que sí, pero aún falta algo.
—¿De verdad?
Ella asintió enérgica antes de encaminar hacia su joyero. Del mismo sacó una gargantilla que colocó rápidamente en su cuello. Al terminar, me pidió que me acercara.
—¿No crees que es demasiado? —le consulté al tiempo que me tendía un precioso collar plateado.
—Mi pequeña saltamontes, probablemente no volvamos a ir a una fiesta en meses, y digamos que quiero que seamos el centro de atención. Además... —Sonrió con complicidad y añadió—: Es probable que James este allí y vamos, quizá puedas comunicarte un poco con el pobre chico. Lo tienes babeando por ti desde que llegaste.
—No babea por mí —repliqué avergonzada. James jamás sentiría algo por mí, después de todo, yo había sido responsable de que dejásemos de hablarnos.
—¡Oh, cierto! —Se dio un golpe en la frente y su sonrisa se ensanchó con malicia—. Tú babeas por él.
Entrecerré mis parpados, me mordí el labio conteniendo una sonrisa y le arrojé un almohadón esponjoso de color verde.
—Ey, admite que te ha causado gracia —replicó devolviéndomelo sin contener una risa.
Sin responder, me coloqué el collar, tomé mi chaqueta de cuero negra que se encontraba sobre la cama y salí al pasillo.
—¡Apúrate morena ardiente!— le grité mientras bajaba las escaleras para encaminarme al vehículo—. Recuerda que necesito que me lleves en tu cacharro.
—Escuché lo de cacharro —me informó al bajar, fingiendo recelo—. Wolfie no es un cacharro.
Wolfie era el nombre del Jeep cj5 de Melody. Una carcasa de metal pintada de negro que funcionaba de milagro. Aunque claro, para ella era su precioso.
—Sé lo que piensas —me dijo mirándome se soslayó al acomodarme en el interior del Jeep—. ¿Por qué me quedé con Wolfie en vez de aceptar el cochazo que mis padres querían comprarme?
Eso era exactamente lo que estaba pensando.
—Es simple, Aylin, las cosas que de verdad me importan son las que me gané yo misma. A Wolfie lo compré con mi sudor; trabajando de medio tiempo durante tres veranos seguidos. Así que no quiero cambiarlo por algo que mis padres comprarían porque simplemente no sería mío, sería de ellos. —Sonrió al ver que la miraba con atención—. Además, toda Fallen Archangel que se dé a respetar tienen un Jeep.
—Y volvió mi amiga. —Elevé las manos al cielo con alegría y ella alzó una ceja—. No iba a aguantar a la chica correcta y con una buena moral.
—Oye, mi moral está intacta —se defendió encendiendo el viejo motor del Jeep.
—¿Lo dices en serio? No creo que tus padres estén de acuerdo viendo que llevas una minifalda que apenas cubre tu trasero.
—Es feo juzgar a un libro por su portada —reprochó mientras aceleraba—. Pero en este caso tienes toda la razón.
Reí y observé cómo Melody colocaba la dirección de Liz en el GPS.
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