Capítulo 56 (Almas destinadas)
Para fortuna de Camus, su padre tenía contactos que podrían ayudarle a dar con el paradero del maestro o mejor dicho su futuro yerno.
Aunque la idea no le agradaba en absoluto al menos estaba agradecido que el padre de su próximo nieto no fuera ese bueno para nada de su novio.
Desde aquel día era normal ver a Deuteros en casa de los Leroux, así mismo como los de sus amigos.
Cuando Shaka y Mu se enteraron de esa gran noticia no le creían debido a que el joven de cabellos rojizos era el más destacado de la escuela, podían pensarlo de alguien más pero de él jamás.
Mystoria procuraba tener alimentos saludables en casa, así mismo como fruta fresca para Camus y aunque Ecarlate intentaba mostrar un corazón duro con la situación no podía darle la espalda a su hijo.
Había transcurrido aproximadamente un mes y eso significaba que Camus necesitaba ir a consulta.
Por el trabajo de sus padres les era imposible acompañarlo a su consulta, sin embargo al enterarse que nadie lo acompañaría, Surt decidió apoyarlo de esa manera.
Desde muy temprano se dio cita afuera de la casa de Camus para acompañarlo.
Para el joven de cabellos escarlata tener que asistir a su control sin la compañía de Dégel le pegaba en lo más profundo de su ser porqué nadie le daba razón de él y hasta donde sabía por palabras de Deuteros Kardia seguía sedado lo cual era imposible hablar con él sobre el accidente.
— Tengo fe en que tu papi está con bien — Susurró Camus masajeando su vientre mientras se miraba en el espejo.
A diario procuraba usar aquel collar que Dégel le regaló, incluso se trajo una foto suya de su escritorio para poder verlo por lo menos en ese portarretratos que descansaba en su tocador.
Después de darse un último vistazo en el espejo, tomó su mochila donde llevaba varios papeles y sus estudios para la consulta.
Al salir de su casa Surt lo esperaba pacientemente, lo saludó con un gran abrazo amistoso y tomó su mochila para evitar que cargara mientras caminaban rumbo al consultorio.
— Espero que te estés alimentando bien Camus.
— Lo hago... Aunque hay veces que no se me antoja lo que hay en casa.
En ese momento Surt le entregó una pequeña bolsa de papel, Camus la tomó y poco a poco la fue abriendo para mirar su contenido.
— Mis papás te lo mandan, desde que el señor Ecarlate y Mystoria les comentaron que próximamente serían abuelos no dudaron en mandarte esas vitaminas.
— Te lo agradezco Surt... La verdad tengo en apoyo de todos ustedes.
Llegaron a la esquina de la calle, mientras esperaban el cambio de semáforo Surt tomó la mano del joven de cabellos escarlata — Por cierto... ¿Tu ex no te ha vuelto a molestar?
Camus sabía que se refería a Milo, después de todo él estuvo presente aquella ocasión cuando Milo perdió la cordura al saber la verdad.
De no ser por la llegada repentina de Surt, a veces no quisiera pensar en eso ni mucho menos saber de que hubiera sido capaz Milo de hacerle daño solo por dejarse llevar en ese momento del coraje.
— No, desde ese día no hemos cruzado palabra alguna.
Era verdad, ahora tenía que lidiar con las diferencias de Milo, sobre todo las miradas indiscretas de sus demás compañeros porqué antes los dos salían tomados de la mano, buscándose el uno al otro y ahora solo se encontraban en los pasillos dedicándose miradas indiferentes.
— Hemos llegado Camus.
Le respondió Surt señalando el lugar, por fortuna no estaban muy lejos pero es mejor que Camus asista acompañado por cualquier situación que llegara a ocurrir.
Más de un mes llevaba aquel paciente en ese hospital privado, sus heridas poco a poco sanaban debido a los cuidados de las enfermeras.
Por órdenes de la señora Fraille no dejaba que alguien más pasara a ese lugar para verlo más que Seraphina quien no se percataba que aquella mala mujer la usaba a su antojo.
— Lo mejor será que vayas a descansar Seraphina, al paso que vamos Dégel tardara e despertar.
La joven de cabellos plateados se levantó de la silla que se encontraba a lado de la camilla, le dio una última mirada a Dégel y pasó a retirarse de ese lugar.
El tiempo que llevaba cuidando a ese joven profesor se le había hecho eterno, los médicos no les daban resultados favorables y uno de ellos es que quizá no pueda recordar sus últimos detalles que vivió... Es algo que lograría con el paso del tiempo pero aún así no despertaba.
— Sólo porqué te necesito mocoso insolente— Susurró Fraille tomando la bolsa de suero que tenía conectada vía intravenosa, buscó con la mirada que no tuviera testigos y colocó más droga por medio de la jeringa, así nadie notaría que aquel joven de cabellos verdes seguía en coma — Cuando te cases con esa mujer te mataré.
Nada le importaba a Fraille, ella solo esperaba el momento preciso para que Dégel y Seraphina se casaran... Al final les daría un final muy inesperado y ella disfrutaría de la riqueza de ambas familias, tal y como siempre lo soñó.
Salió de la habitación dejando a Dégel solo en ese lugar, todo le resultaba a la perfección.
Lo que Fraille no contaba es que Dégel aún en ese estado, podía ver unos sucesos que le evitaban perderse en la obscuridad...
Dentro de una vieja biblioteca podía ver reflejada dos siluetas uniéndose en un beso que se tornaba más demandante conforme se acercaban a un sillón de color caoba.
El sitio sin duda era muy antiquísimo, unas cuantas velas iluminaban ese lugar y le daba un toque muy enigmático y fascinante.
Un joven usando solamente una camisa blanca la dejó caer en el momento que el contrario besaba cada espacio de su tersa y pálida piel.
Uno de ellos usaba un antifaz como el que usan en las fiestas de gala y esa silueta de cabellos rojizos poco a poco la retiraba de su rostro.
— No sabes cuanto he ansiado este momento.
— Puedes hacer de mi todo un desastre...
Ambos cuerpos se acomodaron en el sillón sin dejar de tocarse, aquel joven que traía puesto el antifaz se quitó su gabardina frente a la mirada atónita del contrario.
Los dos podían reflejar una hermosa danza erótica que parecía no tener final...
Nuevamente su mente quedó totalmente en tinieblas dando paso a otra escena, ahora podía apreciar un lugar muy frío y rodeados de hielos perpetuos.
Las corrientes de aire eran de baja temperatura podía sentir hasta como el frío calaba sus huesos.
— ¡Todos me dicen que pierdo la razón al verlo... Y así será por el resto de mi vida porqué lo amo y lo necesito!
Fue el grito que pudo escuchar pero aún así aquellos rostros los veía totalmente borrosos y no lograba distinguirlos.
Su mente se había cansado de mostrarle esos sucesos y nuevamente cayó en el inmenso sueño al cual era inducido sin sentido.
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