Capítulo 34 (¿Será?)
No contaba con mucho tiempo, así como logró entrar a la casa de su pareja rápidamente cerró la puerta.
Esperaba que en realidad no estuviera alguien en la casa de Camus pero solamente ese lugar estaba en completo silencio.
Con pasos firmes subió a la habitación de su pareja, si alguien llegara a interrumpir no lograría buscar alguna pista que lo llevara a saber que tramaba Camus y la razón por la cual estaba muy distante.
Al llegar a su habitación tomó con cuidado la manija de la puerta y con mucha cautela entró.
Encendió la luz de la recámara y encontró todo en perfecto orden.
— Aquí vamos... Necesito ser muy cuidadoso, de lo contrario Camus se daría cuenta que alguien estuvo en su cuarto.
Se acercó a su clóset y le dio una rápida mirada, nada fuera de lo normal. Después se acercó al mueble que tenía a lado de su cama y con cautela abrió lentamente el cajón, tenía guardado algunos papeles, dinero y un perfume.
Tampoco le dio mucha importancia, nuevamente cerró el cajón y se acercó al tocador.
Sobre ese mueble Camus tenía sus productos personales, cremas, los esmaltes que usaba para decorar sus uñas.
Tomó asiento en la silla que estaba frente al tocador llevándose una mano a su cabellera alborotada.
Al parecer no había nada que Camus le ocultara, sin embargo su mirada se posó en una pequeña caja de madera. Con sumo cuidado la tomó y lentamente la abrió.
Sonrió al ver que ahí guardaba algunas fotos donde ambos salían juntos, así como las cartas que Milo le escribía con mucho amor.
— Creo que mi Camus no esconde nada... Fue tonto el hecho de venir aquí a su habitación.
Mientras se decía a si mismo, dejó nuevamente esa caja sobre el tocador y procuró dejar las cosas de su amada pareja como estaban.
Se levantó de la silla para poder salir de ahí, sin embargo al dar el último vistazo a la recámara se dio cuenta que no revisó debajo de la cama.
Ahí Camus tenía otra caja más, se agachó para tomarlo y lentamente lo abrió.
Eran algunos papeles doblados a la mitad y otros en un sobre.
También ahí mismo estaba el estuche de alguna joyería.
Con la caja en sus manos tomó asiento en la orilla de la cama y sacó un papel para ver de que se trataba.
Me vuelves loco cuando nos amamos
Eres al quien quiero ver todas las tardes
Soy aquel del que no puedes hablar.
Tu es merveilleux
— ¡Qué!
Al terminar de leer esto sentía un inmenso enojo que no pudo evitar golpear el colchón molesto.
— Tienes alguien más Camus, eso no me lo puedes negar.
Nuevamente guardó aquel papel dentro de la caja, estaba por tomar el otro que estaba perfectamente doblado pero al escuchar un ruido proveniente de la entrada lo alertó y dejó la caja nuevamente en su lugar.
Con pasos sigilosos salió de la habitación de Camus y se acercó a las escaleras para ver quien había llegado.
Por mala suerte eran los padres de Camus con dos personas más. Tenía que ver la manera de salir sin ser visto.
— ¡Por favor pasen al comedor¡
Esa era la voz de Mystoria llamando a sus invitados a pasar.
Si todos entraban a la cocina, Milo podría salir de la casa de Camus. No tuvo la oportunidad de seguir viendo quien era el que estaba detrás de los detalles de su pareja pero ya tenía otra pista a su favor, estaba más que claro que Camus salía con alguien más.
Sin que los demás lo vieran se asomó nuevamente, pudo ver a una pareja junto con un joven de cabellos rojizos.
Los tres caminaron hasta la cocina, detrás de ellos se encontraba Ecarlate invitándolos a pasar.
— Si no aprovecho ahorita... No podré salir después — Susurró bajando las escaleras con cautela y su mirada a la puerta de la cocina esperando no ser visto.
Rápidamente se acercó a la salida, tomó la manija con cautela y de un movimiento repentino salió de la casa de Camus.
Tenía que saber que pasaba y sobre todo con quien se metía su pareja.
Los días transcurrían desde aquel día, Degel su adoración escarlata no se vieron desde ese día.
El joven profesor necesitaba dejarle a todos sus alumnos su material y planeación lista ya que estaría fuera tres días para poder llevar a Camus al concurso.
También no le prestó mucha importancia a la carta de su madre.
Milo desde aquél día no tuvo ni la más mínima intención de buscar a Camus para que le diera una explicación de lo que estaba pasando ya que sus padres no lo dejaban salir, necesitaban que su querido hijo le diera los últimos repasos a sus apuntes y a sus libros para el concurso.
Ahora Camus se encontraba en su habitación preparando su maleta, Degel pasaría a recogerlo muy temprano para llegar a tiempo a la primera fase del concurso.
Sus padres también saldrían esa misma noche a un viaje de negocios junto con los padres de Surt, Ecarlate le había dejado el dinero necesario para su estancia en la ciudad de Larisa.
Mientras acomodaba sus prendas dentro de su maleta, sintió un ligero mareo y se llevó su mano a la cabeza.
— Espero que no sea lo que estoy pensando.
Susurró intentando relajarse, tomó asiento a lado de su cama y esperó que se le pasara un poco ese mareo.
Su celular comenzó a vibrar, era un mensaje de su amado profesor. Tomó su móvil que se encontraba en su pequeño mueble y desbloqueó su celular para poder leer su mensaje.
Mon amour... ¿Estás solo esta noche? Si es así para llevarte a cenar.
Camus sonrió al leer ese mensaje, afortunadamente así era, sus padres salían esta misma noche y él se quedaría solo.
Rápidamente comenzó a redactar para responderle.
— Claro que si, mis padres salen de viaje y yo me quedo solo. Tu compañía me hará bien ¿Sabes? Sigo sintiéndome mal.
Después de escribir esto lo envió nervioso porqué no sabía que le respondería Degel.
No demoró mucho en contestarle a su adoración escarlata.
Ahorita ya es tarde son las seis, ya casi anochece... Mañana antes de irnos al concurso te llevaré al médico aunque te opongas. Mientras tanto piensa a donde gustas ir a cenar, descuida no pienso dejarte solo esta noche.
Me preocupo por ti.
Esas palabras calmaron a Camus, mientras veía la pantalla de su celular comenzaron a darle nauseas, se llevó una mano a la boca y corrió hasta el baño.
Puede ser que aquello que estaba pensando era su malestar.
— ¿Y si estoy...? ¡No....No puede ser! — Exclamó nervioso mirándose al espejo.
— Degel y yo jamás nos cuidamos y...
Abrió la llave del agua y mojó un poco su rostro, desde ese día que se durmió en el auto de su profesor comenzó a tener esa sospecha sin embargo no quería decir nada por temor a que Degel lo rechace.
— ¡Nunca le dije que yo tengo el don de concebir vidas! — Se dijo a si mismo sorprendido.
Intentó calmarse, cerró la llave del agua y salió del baño para terminar de preparar su maleta.
Necesitaba saber como tomaría esa noticia su maestro si en dado caso fuera positivo sus sospechas, además que no sería muy agradable para muchos.
Estaba en un gran dilema y no sabía que hacer, si decirle o no.
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