6._Moras
El estrechón de manos fue fuerte, sólido. Mary bajó la mirada a la mano de Liquir. No solo tenía los dedos cubiertos de pelo, sino que también eran oscuros. Con toda certeza sus pies también lo eran. Es que básicamente Liquir era un hombre al que cubrieron con la piel de un zorro. Algunos denominaban antropomorfos a esas criaturas. Mary los llamaba quimeras. Es que el aspecto de seres como él eran una perfecta unión entre dos especies. Liquir tenía el cuerpo cubierto de un pelaje anaranjado, tres colas y una cabeza animal, pero lo demás era humano y podía darse cuenta observando sus miembros. Por supuesto más allá de eso estaba su mente, emociones y demás, mas había en él una parte silvestre sobretodo en cuanto a capacidades físicas se trataba. Y eso era algo muy a tener en cuenta si de jugar a las escondidas en el bosque se trataba.
Mary considero muchas cosas al estar sobre el tejado. La luna había menguando. Las noches serían oscuras y debajo de los árboles todavía más. Liquir debía tener sentidos más agudos, conocer su patio de juegos. Internarse en el bosque en la oscuridad era un acto suicida para ella que no tenía ningún tipo de destreza especial. Liquir dió un salto de tres metros hasta ella. Aquella embestida la hizo sentir la fuerza de ese individuo y su velocidad. Tenía las de perder sino actuaba con prudencia.
-Iniciamos mañana- le dijo Liquir poniéndose de pie sin soltar la mano de la mujer- Entremos ¿Has salido por la ventana de tu cuarto?
Mary asintió con la cabeza, mientras se levantaba con ayuda de él. Acabó de pie sobre el tejado, amparándose los ojos con la mano. Había demasiada luz. Liquir la condujo hasta la cornisa por la que ella caminó antes. Allí la esperaba Korn, quien la tomó de la mano para que pudiera avanzar con seguridad. Aun así resbaló al no poder ver bien donde pisaba, mas aquel sujeto fue capaz de sostenerla por un brazo y meterla dentro del cuarto, como si ella no pesará nada.
-La señorita Mary ha tenido una conducta bastante insurgente en su ausencia- denunció Korn en cuanto Liquir entró en la habitación.
-Chismoso- murmuró Mary que estaba parada al lado de Korn. Él la oyó, la miró y la ignoró manteniendo su postura de guardia de palacio inglés.
Liquir pareció sonreír divertido y poniendo ambas manos en la espalda le advirtió, de forma afable, a Mary no mortificara a su asistente.
-Es un exagerado. Yo no he hecho nada- contestó Mary sintiéndose como una niña regañada.
-En eso tienes razón. A veces, Korn tiende a exagerar- comentó Liquir caminando hacia la puerta- Buenas noches, Mary. Descansa.
Korn se aseguró de cerrar la ventana antes de retirarse dándole a Mary una mirada de reclamo. La muchacha se sentó en la cama un tanto confundida. Liquir ni siquiera le preguntó que hacia en el tejado. Tampoco le reclamo por estar allí. Quizá se sintió satisfecho con haber frustrado su escape, confiando con que eso sería suficiente para que no lo volviera a intentarlo. O bien lo que causó esa serena actitud en él fue saber que tenía lo que quería al haber ella aceptado el juego. En serio Mary no sabía por donde atrapar a ese tipo. Era tan ambiguo.
Por la mañana la despertó el sonido de un taladro. Estaba durmiendo boca arriba y se giro a la ventana para ver qué estaba sucediendo. El sonido provenía de allí. Las cortinas estaban cerradas así que tuvo que levantarse para ir a abrirlas. Cuando lo hizo descubrió a Korn poniendo una estructura que convertía al balcón en un mirador cerrado, con cristales color verde manzana. Molesta, la mujer, cerró las cortinas y se fue al baño. Era obvio que el asistente estaba previniendo un intento de fuga de su parte, aunque el cristal no era un material que pudiera disuadir esas intenciones.
Como cada día el desayuno estuvo servido a las ocho en punto. Liquir estaba sentado en la cabecera leyendo el periódico. Eso fue algo que a Mary llamó la atención. Miró la fecha en la portada. Era de hace dos días. Posiblemente lo había llevado con él de su viaje. Los textos estaban en inglés. Mary se sentó a su costado. Ese día tenía puesto un sencillo traje deportivo que encontró en una bolsa fuera de su habitación. Hacia calor así que dejó la sudadera arriba, en la habitación. Se había hecho en el pelo una cola por lo que su rostro se apreciaban totalmente despejado. Su expresión sería y serena robó un minuto de atención de Liquir que se llevó un trozo de fruta a su boca, con el tenedor, justo después de saludarla.
-Buenos días- respondió Mary mientras Korn ponía café en la blanca taza delante de ella.
-Estaba revisando una noticia del país que visite estos días- le dijo el anfitrión, doblando el periódico para dárselo a Korn- Hay cosas que no dejan de parecerme asombrosas de un modo ridículo ¿Te gusta el arte Mary?
-Sí- respondió la mujer y él le señaló que mirara a la pared que estaba frente a ella, del otro lado de la mesa.
La pintura mostraba una escena surrealista en colores barroco.
-Fue un regalo del embajador. Soberbio. Esa fue la palabra que uso para definirlo- le dijo Liquir- El arte permite al hombre expresar lo que las palabras no abarcan. La música, la pintura, la escultura...son más honestos que los poemas y escritos. No me malinterpretes, no desprecio el arte de las palabras solo me parece algo más fácil de controlar.
-El arte, toda expresión de este, se a mercantilizado. Alguna vez fue un respiro del mundo real y una comunión con el ser, pero acabo siendo absorbido por el mercado. Como el propio hombre lo fue- declaró Mary y apartó los ojos de la pintura.
Liquir se echo a reír, pero no de una forma burlona ni despreciativa.
-En mis ratos libres me gusta pintar. Puedo enseñarte mi trabajo, cuando nuestro juego termine- le dijo y siguió con su desayuno sin volver a hablar más que para compartir una impresión respecto a la comida.
El desayuno terminó a las nueve. Momento en que Liquir se retiró a su estudio y Mary salió al jardín. No sé volvieron a reunir hasta las once y treinta. Instante en que Korn los llamo a la terraza para ofrecerles un bocadillo, pues iban a saltarse el almuerzo. Liquir lo rechazó, Mary aceptó algo ligero. Ambos esperaron ahí hasta el medio día, hora en que salieron al bosque por la puerta posterior de la propiedad. A Mary se le dió un calzado para que pudiera desplazarse de forma cómoda y segura. Se lo tuvo que poner ahí mismo, pues fue allí donde Korn le entrego la bolsa con los zapatos. Sentada en el suelo oía las instrucciones de Liquir.
-Contare de uno cien mientras tú te escondes. Puedes ir cuan lejos lo desees. No hay límites en cuanto a terreno, ni al lugar donde decidas esconderte- le decía su anfitrión que otra vez tenía puesto ese atuendo rojo con capa de faraón- El tiempo límite es media noche. Si para entonces no te he encontrado habrás ganado.
-¿Por cuánto tiempo haremos esto?- le preguntó Mary y él se giro a verla.
-Hasta que ganes o yo me haya aburrido de buscarte- respondió Liquir para disgusto de la mujer, que se ponía de pie.
Mary no hizo comentarios y siguió a Liquir dejando a Korn en el umbral de aquella puerta. Después de unos cinco minutos de caminar entre los árboles, Liquir se detuvo señalando que allí se quedaría a contar y se paró de frente a un gran tronco de roble.
-Uno, dos, tres, cuatro...- la voz de Liquir se oía clara, tranquila.
Mary se le quedó viendo un momento, pues todo el asunto era... surrealista. Por decir algo, mas rápido sacudió la cabeza para retomar la seriedad correspondiente. Liquir la oyó correr hacia el norte. Tenía los ojos cerrados. No los abrió y siguió contando. No tenía pensado hacer trampa.
Mary corrió tan rápido como pudo. Se suponía que tenía que encontrar un buen escondite, pero eso no era del todo cierto. Doce horas era demasiado tiempo para permanecer en un solo lugar. Bien podía moverse de un sitio a otro si, por ejemplo, veía a Liquir pasar podía cambiar de ubicación para que no diera con ella. Parecía algo sencillo, pero desde luego no lo era. Había un montón de cosas a tener en cuenta antes de siquiera pensar en ocultarse y una de ellas era el propio bosque que ella desconocía.
-Cien- exclamó Liquir y se dió la vuelta para mirar a su alrededor.
Sabía exactamente por dónde se fue Mary. Sus huellas estaban muy nítidas sobre la hojarasca. Caminó sobre ellas un rato, hasta que Korn apareció con un mandil blanco y las mangas de la camisa subidas hasta el codo.
-¿Qué sucede?- le preguntó Liquir-.
-Me temo que no habrá cordero para el almuerzo- contestó Korn.
-Hmm ¿Te sientes bien? No es común que cometas este tipo de descuidos.
-Discúlpame por favor. Es solo que desde que esa mujer apareció...
-¿Cuál es el problema con ella? No me digas que te a cautivado- le dijo Liquir con un tono casi de broma.
-Eso sería totalmente descabellado- exclamó Korn y cerró los ojos como si estuviera conteniendo algo nada agradable- Esa mujer es una absoluta desgobernada. No hace otra cosa que entorpecer mis tareas desorganizando todo lo que encuentra. Es incapaz de quedarse quieta y siempre está cantando a viva voz, por toda la casa, canciones con letras impropias, vulgares. No tiene ni un mínimo de...
-Korn- lo interrumpió Liquir.
-Lo siento. Estoy algo alterado. Sucede que esa mujer, en algún momento de la mañana, cambio las especias de recipiente y puse curri al cordero- le explicó Korn.
-Quien te hace enfadar te controla. No lo olvides.
-Lo sé. Pero ella tiene el don de exasperarme- confesó el pobre sujeto.
-Es lista- exclamó Liquir llevándose la mano a la barbilla- En estos momentos ni siquiera está pensando en esconderse, mucho menos en ganar el juego. Todo lo que tiene que estar haciendo es un reconocimiento al terreno. Calculando incluso el tiempo que le toma ir de un lugar a otro, para posteriormente crear una estrategia que le permita obtener la victoria.
-Estamos en verano. Al cambiar el horario se aseguro de tener más horas de luz de su lado- agregó Korn.
-Así es, pero eso no es ninguna ventaja. Prepara un almuerzo sustancioso. Estaré de regreso en tres horas. El esfuerzo siempre me habré el apetito.
-Si señor- respondió Korn mientras Liquir se echaba a correr ágilmente entre los árboles.
Mary llegó hasta una pronunciada pendiente por la cual descendió deslizándose entre los helechos. Al llegar abajo descubrió un camino que iba de norte a sur. Cruzo del otro lado y corrió de manera paralela a el, escondiéndose tras las moras que crecían entre los árboles. Tenía la esperanza de encontrar algún sendero que la llevará lejos de ahí, pero le parecía un tanto improbable. Liquir no la sacaría a un sitio del que pudiera huir con facilidad. Pronto descubrió que ese sendero terminaba bruscamente en las huellas de viejo alud. Pensó en trepar por ahí y esconderse entre las piedras, pero prefirió atravesarlo para seguir avanzando. El suelo del bosque estaba cubierto de hojas húmedas y en esa área los árboles eran altos, estaban muy cerca el uno del otro y sus ramas se entrelazaban. Llevaba corriendo un cuarto de hora. Estaba muy cansada por lo que decidió detenerse. Las aves cantaban, el viento soplaba suavemente no refrescando lo suficiente. Eras mediados de verano. La temperatura allí debía ser de unos treinta grados, pero la sensación térmica de unos treinta y tres. El calor, el esfuerzo y la tensión le causaron sed, mas no había indicios de un flujo de agua cerca. Se detuvo a descansar pegando la espalda a un árbol. Estaba a unos dos kilómetros de la casa cuando mucho. Parecía una distancia amplia, pero no lo era. Solo tenía que esconderse y evitar que Liquir la encontrase. Eso era todo, pensaba mientras consideraba algunos detalles, mas cuando se ponía de pie una mano en su hombro la hizo dar un grito.
-Te encontré- le dijo él y ella por poco cae sentada al suelo.
Ni siquiera lo escuchó llegar a su lado. El juego llevaba menos de media hora y Mary había perdido. Estaba un tanto aturdida. No esperaba poder ocultarse hasta media noche, esa primera jornada, pero al menos creía poder hacerlo un par de horas. Fue un duro golpe verse descubierta tan pronto. Liquir la soltó y llevó su mano tras su espalda, para verla a los ojos con una expresión de triunfo alimentado por el desconcierto en la mujer.
-Si quieres puedes intentarlo otra vez. No me molesta contar de nuevo...
-Creo que por hoy fue suficiente- contestó Mary- Me duelen un poco los pies- añadió con una expresión un tanto nerviosa.
-Como quieras- contestó Liquir y pareció sonreír ladinamente mientras se hincaba frente a ella para ofrecerle unas moras que llevaba en la mano.
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