11._Sanguijuela
El atuendo de Mary cobró sentido cuando Liquir le dio una escopeta semiautomática que guardaba en uno de los armarios de la primera planta.
-Iremos de cacería- le dijo al entregarle unos cartuchos.
Mary miró las municiones haciéndose un montón de preguntas. Liquir se quitó el saco y subió las mangas de su camisa mientras le explicaba que sentía un fuerte malestar en su torso gracias a la patada que le había dado Korn.
-Tampoco quiero que la herida que me causaste se abra- agregó echándose a caminar por el pasillo- Por eso necesito que seas tú quien case para alimentar a mis perros...
Mary guardo silencio y fue tras él.
-Como no me has preguntado cómo usar esa arma ni te has quejado de que matar animales es malo, asumo que has hecho esto antes- comentó Liquir poniendo las manos detrás de si- Es eso o pretendes dispararme por la espalda una vez dejemos la casa. Si me lastimas una pierna no podré seguirte...
-Pero si podrá denunciarme por haberlo herido y usted es un diplomático. Acabaré en prisión cuando me encuentren y me encontrarán- replicó Mary con seriedad y calma.
Liquir sonrió. Ella no lo veía por ir detrás, pero imaginó que lo hizo. Ese sujeto usaba la risa como un arma. Juntos cruzaron el jardín hacia el bosque. Era temprano. Liquir ni siquiera le dio tiempo de desayunar. El cielo estaba cubierto y soplaba un suave viento cálido, augurio de una fuerte lluvia en las próximas horas.
-Mis perros comen dos veces al día. Necesitas atrapar al menos ocho conejos o un jabalí joven para que estén satisfecho. Ayer solo comieron alimento comercial por lo que deben estar un tanto inquietos- le dijo Liquir mientras avanzaban entre los árboles.
Mary iba callada atrás. Tenía los ojos fijos en la espalda de ese sujeto. Era un tipo muy arrogante. Seguro de su poder, de su superioridad. No importaba si ponía un arma en sus manos, él estaba seguro de que no corría ningún peligro porque sabía ella no era capaz de disparar. Fuera por sus principios o por considerarlo imprudente, él sabía que Mary no iba a usar esa arma en su contra. Y esa mujer sabía que él lo sabía. Era una prisionera. Pero una a la que Liquir no tenía que poner un grillete. Lo que la mantenía cautiva era él.
Después de unos veinte minutos Liquir se detuvo y callado le señaló un punto al noreste. A una distancia de unos veinte metros, adelante, había una liebre escarbando el suelo en busca de brotes tiernos. Le señal de Liquir fue clara. Mary avanzó despacio para alcanzar una buena ubicación. Liquir la observó posicionarse sin perder detalle. La mujer apoyó la culata en su hombro y pego la mejilla a ella. Tenía un parche en el ojo izquierdo así que debía usar el derecho para apuntar. Una vez lo tuvo en la mira esperó. El sonido del disparo espantó varios pájaros de los árboles cercanos. La liebre cayó al suelo.
-Bien hecho- le dijo Liquir cuando se paró a su costado para ver si había dado en el blanco- ¿Hace cuántos años no disparabas un arma?
-La primera y única vez que lo hice, hasta hoy, tenía diez años- le respondió sin despegar los ojos del animal muerto unos metros adelante.
-Eras una niña...
-Mi tío nos enseñó a disparar a todos. Él vive en el campo. Ahí no es raro que se salga de casería- le contestó Mary bajando la escopeta para cargarla sobre su hombro- Recuerdo que ese día llore al matar una codorniz. Luego llore una semana cuando me dijeron que no solo la maté sino que también me la comí- cuando contó eso la mujer se echo a reír.
- Eras solo una infante todavía ignorante de la naturaleza de las cosas. Matar para comer no es algo cruel o reprochable- le dijo Liquir.
-Ahora lo sé. La vida devora a la vida y esa es toda la verdad- exclamó Mary.
-Bien dicho.
Ambos fueron por el animalito caído y continuaron con la caseria. Era Liquir quien detectaba a las presas. Era muy bueno para eso. Mary era quien disparaba. Tenía buen tino, pero en más de una oportunidad fallo. En una ocasión fue gracias a que Liquir paso una de sus colas por el rostro de la mujer que estaba hincada. Aquello la hizo estornudar acabando por disparar hacia los árboles y el conejo huyó. Durante su caminata no hablaban mucho. La caseria se hace en silencio, prestando atención, concentrados y certeros. Iniciaron a las ocho para el medio día Liquir iba cargando dos liebres, tres conejos y un faisán. Con eso dijo sería suficiente por lo que propuso volver a la casa. Mary nunca se había alejado tanto. Aquella parte del bosque era más cerrada y el suelo estaba salpicado de brotes se árboles en lugar de hierba. La muchacha se quedó un rato apreciando el paisaje, para cuando miró a dónde se suponía debía estar Liquir encontró nada.
Un poco inquieta lo busco con la mirada, pero todo lo que encontró fueron las presas dejadas en el suelo a unos diez metros de ella.
-Liquir- llamó Mary en voz alta. Era la primera vez que pronunciaba su nombre. Nadie contestó.
Se quedó quieta observando, escuchando. La sensación que la invadió era diferente a cuando se estaba escondiendo. En ese momento experimento una sensación de peligro inminente. Cargo la escopeta y la sujetó de tal manera que le fuera fácil posicionarla para disparar. Los minutos pasaban y nada ocurría, pero repentinamente el crujido de una rama la hizo mirar hacia arriba solo para ver caer a Liquir sobre ella. Mary cayó de espaldas. No tuvo tiempo de disparar, pero reaccionó a usar la escopeta como barra de contención. Las manos de Liquir la sujetaron aplicando presión como si hubiera estado intentando asfixiarla.
-Te sentiste en peligro- exclamó él- El instinto te hubiera llevado a huir y buscar un refugio, pero el arma en tu mano lo cambio todo. A diferencia del cuchillo, cuyo manejo desconocías, la escopeta te brindo seguridad y en lugar de escapar te preparaste para defenderte...
La fuerza que él tenía era superior. Incluso estando herido Mary estaba en desventaja. La escopeta fue bajando hasta apretar el cuello de la mujer cuyos brazos acabaron en una postura muy incómoda y dolorosa que la hizo soltar un pequeño gritó antes de que el arma cerrará el paso del aire a sus pulmones.
-Hueles a miedo- le dijo Liquir justo antes de pasar su lengua por el rostro de la mujer que agitaba las piernas desesperadamente.
-Morir así da miedo, idiota- pensó Mary quién se miró en aquellos ojos al borde de perder la conciencia.
De pronto él levantó el arma y la llevó sobre la cabeza de Mary. Le aplastó las manos, pero no estaba aplicando fuerza y la miraba un poco divertido. Ella recupero el aliento, sintiendo aquella respiración sobre su rostro casi como una caricia.
-Escondete- le dijo y saltó a un costado para que Mary se levantará.
La escopeta quedó en poder de Liquir. Él podía disparar a su espalda cuando echara a correr, pero Mary estaba segura que no quería matarla. De querer hacerlo no hubiera pedido a Korn que los observará mientras ellos jugaban. En su ausencia Liquir solo estaba...
-Uno, dos, tres, cuatro, cinco- comenzó a contar viéndola fijamente, todavía con una rodilla en el suelo.
Mary se levantó y corrió cuesta abajo por una pendiente por la que habían subido solo unos minutos atrás. Cayó poco antes de alcanzar la planicie, pero se incorporó rápido para seguir corriendo. Cuando miró hacia atrás logró ver a Liquir correr tras ella. Lo hacía más lento que de costumbre, pero seguía siendo muy veloz. Unas gotas de lluvia sobre su cabeza lograron distraer a la mujer, un instante, un relámpago ilumino el cielo. El trueno causó una vibración en la tierra. Pronto una lluvia abundante se dejó caer.
Mary se arrojo entre unos arbustos. No podía esconder sus huellas, pero debajo de aquellas ramas podía arrastrarse con mayor discreción. Sin embargo, el aire húmedo preserva más tiempo las huellas aromáticas, por lo que Liquir podía encontrarla con mayor fácilmente, aunque el cóctel de olores que estaba recibiendo el pobre tipo lo tenían un tanto confundido. No tardó mucho en ubicar a la muchacha que apenas si logro evadir su agarre. Él no solo quería encontrarla, sino atraparla lo que desató una persecución que su condición y el clima dejó a Mary casi a su mismo nivel.
Por entre árboles y arbustos, a ratos cayendo al suelo lodoso, a momentos deteniéndose para orientarse entre la lluvia, ocultándose y escondiéndose. Ese juego se prolongó por horas y ninguno de los dos desistía en su intención. Lo que al principio fue una tensa carrera, pronto se volvió una competencia de orgullo, pero rápido paso a ser un simple juego entre dos sujetos que guardaban sus razones para participar en tal evento.
En la región diluviaba en pleno verano. La resistencia de Mary estaba al límite. La lluvia, el fango, el esfuerzo físico la tenían exhaustas. Cuando Liquir le saltó encima desde un costado y ella cayó solo pudo exclamar:
-Me riendo- y cerró los ojos respirando de forma agitada. Una lamida de ese sujeto la hizo abrirlos otra vez.
Liquir no le dijo nada. Se levantó y tomándola por el brazo la puso de pie.
-Volvamos a casa- le dijo y sin prisa tomó un rumbo que ella desconocía.
-¿Realmente sabe a dónde va?- le preguntó Mary caminando a su costado. La camisa de Liquir estaba pintada de rojo en el costado.
-Por supuesto. Este es mi jardín exterior- respondió tranquilo- Fue divertido jugar contigo, Mary. Aunque hubiera sido más satisfactorio si hubieras estado en mejor estado físico.
-La próxima vez me avisa con seis meses de anticipación, en lugar de secuestrarme. Así tendría tiempo para prepararme y tener un mejor desempeño.
-Yo te salve la vida. Tú tenías una deuda conmigo- respondió- Está saldada por cierto- agregó dejándola un poco confundida.
Liquir llegó al sitio donde había dejado los conejos y aves muertas. Todavía estaban ahí. Sin ninguna repulsión los tomó. Tenía que alimentar a los perros. Era muy estricto cuando de sus hábitos se trataba. Mary caminaba unos pasos atrás. Estaba temblando de frío. Cuando Liquir la miró no pudo evitar recordar cuando la encontró en la carretera. En ese momento no estaba tan mal, pero tenía ese mismo ánimo empecinado con avanzar.
-Pronto estaremos en casa y podrás tomar un baño caliente- la ánimo Liquir- Date prisa.
Mary asintió con la cabeza y apuro el paso, pero unos minutos después acabó por llamar a Liquir. No podía caminar. Sentía demasiado frío. No pensó que él fuera hacer algo por ella, pero para su sorpresa Liquir volvió sobre sus pasos.
Al llegar a la casa él la condujo hacia lo que ella pensó era un cobertizo en el jardín, pero que resultó ser una cabaña reservada para empleados temporales. La llave del lugar estaba oculta en una maceta. Mary fue por ella, pues Liquir le fue a dar el alimento a los perros. Una vez en el interior de aquel lugar, la mujer se lanzó hacia la chimenea. Era a gas. Más sus dedos torpes y falta de conocimiento no le permitieron encenderla. Liquir llegó unos minutos después consiguiendo hacer funcionar aquella cosa que Mary veía con un poco de ansiedad.
-Detesto mojarme- exclamó Liquir buscando con que secarse.
Mary se quedó junto al calor del fuego mientras él tomaba unas toallas que había en el baño. Era obvio suponer porque le disgustaba tanto quedar empapado y es que con todo eso pelo encima secarse debía ser una odisea. Sus colas debían ser lo más complicado de todo. Eran esponjosas. Aunque en ese momento tenían un aspecto raquítico cómo todo el resto del cuerpo de su anfitrión.
-Ponte esto- le dijo Liquir al darle una bata- Tomaré un baño aquí. No quiero entrar sucio a la casa y te pido tú tampoco lo hagas.
Ella asintió con la cabeza y una vez él entró al cuarto de baño se quitó la ropa mojada, descubriendo con horror tenía sanguijuelas pegadas en las piernas. Aquel cobertizo tenía solo un baño, pero había una ducha extra. Tal vez el sitio estaba reservado para un jardinero. La cantidad de herramientas de esa índole sugerían aquella. Para mala suerte de Mary en esa ducha solo salía agua fría, pero pudo lavarse de forma rápida aunque no había jabón ni nada y no pudo retirarse las sanguijuelas. Cuando Liquir salió del baño encontró a la mujer tirando de una de ellas con una expresión de asco. Él se medio sonrió y fue hasta a lo que parecía ser una vieja cocina. Volvió con Mary llevando un frasco en la mano.
-Solo tienes que poner un poco de sal sobre las sanguijuelas para que se desprendan- le dijo sentandose junto a ella para estar frente al fuego.
Mary tomó la sal y puso un poco sobre su pierna. Ella estaba envuelta en una toalla, pues su bata se ensucio con el lodo que traía en el cuerpo. Él con esa bata blanca acabó flectando una pierna para descansar el brazo en la rodilla y quedarse viendo la chimenea.
-Es hipnótico- exclamó mientras Mary se quitaba aquellas criaturas de su pálida piel- El fuego tiene un poder extraño.
-Observarlo tranquiliza. Tal vez es algo primitivo. Una costumbre arraigada de la época de las cavernas cuando el fuego daba luz y protección- comentó la muchacha.
-Es posible. Hay estudios que demuestran observar el fuego reduce la presión arterial.
Comenzaron a charlar de la historia del fuego, de pinturas rupestres, de la historia de la humanidad. Con el paso de las horas se acabaron por dar cuenta que tenían más en común de lo que hubieran esperado. Y la principal característica que compartían era que cada quien se movía por sus propios principios, curiosidades e intereses...
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