White Flag
¡Hola de nuevo!
Pues ya se cumplieron dos semanas desde mi última actualización y aquí les traigo la nueva entrega.
De antemano, perdón si se les hace muy largo el capítulo, pero de alguna forma es una manera de compensarl@s por la espera y también, para dejarles uno bastante amplio antes de desaparecer un rato ya que me veré en la necesidad de no actualizar por un mes más o menos, tengo unos ensayos y tareas finales que entregar en la Universidad y eso consumirá mis próximas dos o tres semanas y no podré escribir.
Aun así, espero no se olviden del fic y queden pendientes del octavo capítulo y como siempre, mil gracias a tod@s por sus comentarios, votos y lecturas, igualmente a las que me han dado follow y agregado "Escombros" a sus listas de lectura, es un honor formar parte de ellas!
Sin más, les dejo el capítulo esperando que lo disfruten!
Saludos!
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Llegué a Lilycove, la ciudad más cercana a mi base secreta, después de haber batallado un poco con la lluvia durante mi trayecto. Antes de ir a buscar un hotel, decidí pasar rápidamente al Centro Pokémon para que Altaria se recuperara del esfuerzo ocasionado por volar bajo condiciones climáticas adversas. ¡Pobrecilla! Debo admitir que la forcé un poco pero afortunadamente, no al nivel de ponernos en riesgo.
Una vez que me entregaron su pokéball, me dirigí a la zona oeste de la ciudad en busca de un lugar donde pasar la noche, agradecida de que por la hora y la escasa, pero persistente lluvia que aún prevalecía, hubiese pocas personas en la calle, no tenía muchas ganas de que me reconocieran.
Tardé un poco en dar con el hotel que estaba buscando, pero una vez instalada en mi habitación, tomé un baño de agua caliente y sin más, se dejé caer en la mullida cama. A pesar de que me sentía cansada, otra vez no podía dormir. Los recuerdos de la discusión con Steven no me dejaban en paz, pero más que todo eso, eran esas últimas palabras de él las que no paraban de repetirse una y otra vez en mi memoria.
"Si Steven está diciendo la verdad, y me dejó a Beldum para que cuidase de mí, entonces... ¿eso significa que realmente fui importante para él?", pensaba mientras daba vueltas en el lecho, incómoda. "Eso cambiaría todo. TODO. Pero... ¿por qué no quiere decirme qué hay detrás de su decisión de irse sin despedirse en persona? ¿Qué puede ser tan malo o tan importante para guardar ese silencio?"
Tal parecía que desde que Steven se había ido, su nombre y su recuerdo se había convertido en un sinónimo de preguntas sin respuestas, pues a pesar de que había vuelto, aún no lograba entender muchas cosas y encima, él se negaba a hablar a pesar de que me había buscado presuntamente con la intención de hacerlo. Todo es muy raro y confuso e incluso en momentos como éste, debo aceptar que preferiría que no hubiera regresado.
Entre todo el desastre, había algo que me fastidiaba por encima del resto: esta noche me había quedado claro que sin importar nada, yo seguía amando a Steven tanto como al inicio. Su cercanía disparó mi pulso y mis emociones como nunca antes y debía aceptar, maldita sea, que eso no me lo había provocado nadie más. Ni siquiera Brendan cuando había intentado besarme... Quizá, al final de cuentas, lo que sentía por mi vecino y amigo, no era más que una simple y leve atracción, maximizada por el agradecimiento que sentía con él por haberme ayudado cuando más lo necesitaba.
Suspiré audiblemente, resignada de percatarme de ello. Ahora que sabía que sin importar qué ocurriera, mi corazón seguía ardiendo de amor por Steven, sentí un profundo pesar. Estar enamorada de él era como entrar gustosamente a un laberinto sin salida, en el que sabes que morirás sin remedio pero aun así, no te importa.
¿Cuáles eran las posibilidades de ver ese amor correspondido? La verdad es que mis esperanzas eran casi nulas. Es curioso, anteriormente ni siquiera me habría puesto a pensar en esto, me contentaba con tenerlo como amigo, estar cerca de él y compartir momentos especiales a su lado. Pero irónicamente, fue justo su partida lo que me abrió los ojos y me hizo entender lo mucho que él significaba para mí y hasta donde llegaban mis sentimientos por él. La distancia me dejó en claro una cosa: no sólo lo quería como amigo, lo necesitaba como algo más. Y ahora que él había estado así de cerca, sosteniendo mi muñeca entre su mano, supe que lo quería a mi lado para siempre, a pesar de que todavía sentía enojo en su contra.
Sin embargo, ese enfado comenzaba a disiparse... Steven había lucido tan sincero al contarme la razón por la que me había dejado a Beldum y tan preocupado al intentar convencerme que no me fuera arriesgándome a que algo me ocurriera...
Abracé fuertemente la almohada y contuve las ganas de llorar de nuevo, aunque a decir verdad, habrían sido tan sólo unas cuantas lágrimas solitarias, no el raudal que estaba acostumbrada a derramar recién se había ido. Parecía que me estaba secando por dentro o tal vez, tan sólo tal vez, me había hecho lo suficientemente fuerte para ya no llorar más por él.
Me preguntaba qué estaría haciendo él en estos momentos. Me sentí mal por haberlo dejado así, pero de verdad, no podía seguir ahí, el desenlace no podría haber sido bueno. ¿Lo perdonaría algún día? Probablemente sí, pero ahorita no tenía cabeza para pensar en ello, en realidad, por fin lo único que quería, era dormir...
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Ya estaba algo entrada la mañana cuando desperté. Me asusté un poco al comprobar la hora, por lo que me levanté de golpe de la cama. Antes de que sucediera todo el desastre de anoche, había planeado ir a Lavaridge hoy a reunirme con Flannery, y aunque no se lo había anunciado previamente, debía apurarme para que no se me hiciera más tarde.
Pero antes debía ir a desayunar, el vergonzoso ruido de mi estómago me recordó lo hambrienta que estaba y de paso, dejar un rato a mi equipo en el Centro Pokémon para que pudieran recuperarse del cansancio por estar encerrados toda la noche.
La ciudad bullía de gente y éste era terreno especialmente peligroso, ya que justo aquí habían fundado un club de fans de Concursos Pokémon donde se reunían todos los admiradores de los participantes y la verdad, yo sólo quería pasar desapercibida, así que me apresuré a terminar mis pendientes. En cuanto lo logré, saqué a Altaria y me dirigí a Lavaridge sin dilación.
Cuando aterricé en Lavaridge, frente al Gimnasio de Flannery, se desató una conmoción en el lugar con las pocas personas que estaban presentes, habiéndome reconocido todos al instante. Amablemente, conversé con ellos y accedí a tomarme algunas fotos y firmar algunos artículos que pidieron. Me llenaba de ternura ver su emoción aunque en realidad yo no sentía ser merecedora de tanto cariño y admiración. Si bien era cierto que había tenido un papel importante en resolver la crisis de Hoenn, nunca me sentí como una heroína por ello. Apenas sí había logrado salir con vida del combate contra Groudon...
Recordarlo hizo que me dieran escalofríos nuevamente y mejor preferí centrarme en terminar de atender a los admiradores del pueblo. Después de unos minutos, me disculpé con ellos y entré a prisa al Gimnasio en busca de Flannery. En cuanto el asistente de la puerta me vio, corrió al interior a avisarle a la Líder que la Campeona de Hoenn estaba aquí y la buscaba. Flannery salió pasados un par de minutos, luciendo algo agitada pero bastante contenta de verme.
-¡Pero qué sorpresa, Campeona! ¡Es un honor tenerte aquí entre nosotros, seas muy bienvenida a Lavaridge Town y a este humilde gimnasio! – exclamó alegremente.
-Muchas gracias, Flannery. Pero por favor, no seamos tan formales, casi tenemos la misma edad. Sólo llámame por mi nombre, ¿te parece? – pedí, sintiéndome avergonzada por ese recibimiento tan solemne.
-Está bien, Elysia, como gustes, sólo no quise ser irrespetuosa, mi abuelo solía reprenderme por eso, ¿sabes? – dijo, riendo al final de su frase.
Flannery era una de esas personas que si bien no conocía mucho, me hacían sentir en confianza. Después de los gemelos Liza y Tate, ella era la Líder de Gimnasio más joven de Hoenn y la más nueva, cuando yo llegué a retarla hace ya casi 2 años, recién había recibido el Gimnasio de manos de su abuelo, pero desde entonces su experiencia y buen manejo de los Pokémon crecieron hasta alcanzar una buena fama como Maestra de Pokémon de Fuego. En ese sentido, yo también sentía una gran admiración por ella, como entrenadora de un Blaziken no podía ser de otra forma.
-Entiendo – respondí asintiendo – pero despreocúpate. Disculpa por no avisar que vendría, se salió un poco de mi control – informé, pensando en todo lo que había sucedido ayer.
-No tienes por qué disculparte, como te dije, nos sentimos honrados de que hayas venido. Supongo que es para inspeccionar el área como acordaste.
-Así es, lo prometí y aquí estoy. No sé si Drake esté en estos mismos momentos en Meteor Falls pero en cuanto más pronto podamos tomar una decisión sobre cómo afrontar esta situación, mejor – dije con firmeza.
La Líder de Gimnasio de Lavaridge me miró por un instante esbozando una gran sonrisa mientras mantenía ambas manos colocadas sobre sus caderas.
-Serás una excelente Campeona, Elysia – dijo de la nada – lo puedo percibir.
-Ehh... gracias – respondí titubeante, tal halago me había tomado desprevenida – eso espero.
-¡Cómo eres modesta, mujer! ¡Claro que sí, eso lo sabemos muy bien! – exclamó.
-¿Sabemos? ¿Tú y quién más? – inquirí, curiosa.
-¡Ah! Todos los Líderes de Gimnasio de la Región, Elysia. No dejamos de felicitar a tu padre por haber criado una entrenadora tan excelente como tú y evidentemente, él se siente muy orgulloso de ello, aunque intente no parecerlo – informó, riendo al final
-Sí, ya me imagino... - dije, con la imagen mental de mi padre esbozando una ligera sonrisa en mi mente pero sin perder su característico gesto adusto.
-En fin, ¿gustas que nos pongamos en marcha hacia la zona de los reportes?
-Por favor – respondí y ella abrió gentilmente la puerta del gimnasio para escoltarme hacia afuera.
Caminamos durante casi media hora antes de llegar a las afueras de Lavaridge que colindaban con Mt. Chimney, y en donde presuntamente se habían visto a los sujetos sospechosos, pero al menos hoy, todo parecía lucir en calma. Visitamos a un puñado de personas que vivían cerca de las laderas para preguntarles si habían presenciado actividad extraña recientemente o sufrido algún ataque, pero unánimes coincidieron en que al menos los últimos dos días, habían gozado de calma.
Flannery y yo nos encaminábamos de regreso a Lavaridge después de nuestra pequeña excursión de indagación cuando súbitamente paré en seco al reconocer un par de siluetas agachadas, observando algo con detenimiento a una orilla del camino. Antes de que pudiera pedirle a mi acompañante que nos desviáramos a otra ruta o que pasáramos intentando no llamar la atención, el más joven de los dos hombres volteó justo hacia nuestra dirección, despojándome de la posibilidad de huir.
Era Brendan, acompañado de su padre, y a juzgar por lo que vi, se encontraban en el área realizando investigación sobre los Pokémon. "¿Por qué, por qué?", pensé con impotencia. "Ayer Steven y hoy Brendan... ¡Que un rayo de Zapdos me parta mejor!".
Ambos se incorporaron al instante, después de que mi vecino alertó a su padre sobre nuestra presencia, apresurándose a nuestro encuentro. Flannery dibujó una enorme sonrisa y yo sólo pude intentar hacer lo propio, aunque estoy segura que no salió muy natural, que digamos.
-¡Profesor Birch! ¡Qué gusto verlo por aquí! – exclamó la pelirroja con entusiasmo – Y a ti también, Brendan, ¡cómo has crecido! – dijo, sonriéndole.
-Lo mismo digo, chica. ¡Qué afortunada coincidencia encontrarlas aquí! – respondió el profesor - Por cierto, hola Elysia, ¿cómo has estado? – agregó, dirigiéndose a mí.
-Bien, gracias, algo ocupada a decir verdad – respondí al instante, sin voltear a mirar a Brendan, quien desde el inicio no había apartado su vista de mí.
-Me da gusto que así sea, ¿sabes? Nos quedamos un poco preocupados cuando te mudaste de casa sin previo aviso... - comentó, aliviado - Pero Norman me dijo que habías tenido un asunto importante que atender en la Liga, ¡las responsabilidades de ser Campeona no son sencillas! – exclamó, más para sí mismo que refiriéndose a mí.
-Descuide, todo está en orden – respondí de inmediato, sin ganas de ahondar en detalles sobre lo que sucedía en Lavaridge.
Durante unos segundos todos nos quedamos callados hasta que Brendan interrumpió el silencio.
-Elysia, ¿podríamos charlar un momento? – preguntó con expresión seria y yo no pude evitar sorprenderme ante su petición, no esperaba que fuera así de franco a pesar de que estábamos acompañados.
-¿Es muy urgente? Verás, no quiero atrasar a Flannery, íbamos de regreso al pueblo – dije sin pensar, con la esperanza de que ella apoyara mi moción.
-¡No, no, Elysia, descuida! – contestó ella de inmediato – Por mí no hay ningún problema en esperarte un poco, así aprovecho para aclarar con el profesor unas dudas que tengo, ¡claro! Si es que a él no le importa... - completó, dirigiéndose a él.
-¡De ninguna manera! Será un placer responder tus preguntas, Flannery – manifestó el aludido, haciendo un ademán para invitarla a acercarse.
La chica captó la indicación y sin tardanza se aproximó a él, comenzando a charlar alegremente mientras caminaban hacia la dirección contraria donde nos habían dejado a Brendan y a mí a solas. Yo maldije por lo bajo, sin poder aún sostenerle la mirada a mi acompañante.
-¡Vaya! pues a pesar de tus esfuerzos, aquí estamos – dijo él, manteniendo ese tono serio.
-Brendan, yo... - pausé por un instante sin saber exactamente cómo excusarme – no sé si estoy lista para hablar contigo aún.
-Elysia, no tienes que decir nada si no quieres, sólo escúchame – rogó, suavizando un poco sus facciones – He estado muy inquieto todos estos días, culpándome a diario por lo que hice y maldiciéndome por haberte lastimado de esa manera. Tenía la esperanza de disculparme contigo al día siguiente, pero cuando tu padre me dijo que te habías ido, tuve que conformarme con esperar... esperar a verte de nuevo para poder decírtelo, pero hacerlo ha sido sumamente difícil, si te soy sincero...
-No necesitas disculparte, tú no me lastimaste en absoluto. Me gustaría que dejaras de sentirte culpable por algo que no hiciste, de verdad – dije, interrumpiéndolo, no podía soportar saber que le estaba causando tanto daño.
-¡Claro que lo hice! Si no fue así, ¿por qué te has alejado de mí? – preguntó, agitado.
-Fue una serie de cosas, Brendan, cosas que no quiero recordar...
-Elysia... - dijo en voz baja, acortando la distancia entre nosotros – Creo que jamás alcanzarás a estar consciente de lo importante que eres para mí, pero sí quiero que sepas que ante todo, yo deseo tu bien y quiero ayudarte en lo que pueda... no necesitas cargar con todo tú sola.
-Gracias, Brendan... - dije esbozando una ligera sonrisa – y créeme que has hecho muchísimo por mí todo este tiempo, no tengo cómo agradecerte tu cariño, tu tiempo y tu apoyo... - hice una pausa para exhalar el aliento que hasta este momento había estado conteniendo inconscientemente – Pero las cosas cambiaron y ahora, prefiero afrontar todo por mí misma, aunque no sea fácil, debo hacerlo. Estaré bien – terminé, tratando de sonar convincente.
Brendan guardó silencio y sus profundos ojos castaños, que siempre habían tenido un brillo especial al estar conmigo parecieron apagarse antes de que él continuara.
-¿Es Steven, verdad? – soltó sin más y yo tuve que hacer acopio de mis fuerzas para no entrar en una crisis nerviosa – Él es la raíz de tus problemas, la persona por quién sufres...
Al inicio no tuve forma de reaccionar y responderle con propiedad, temía hacer o decir una estupidez. Este era el peor escenario, algo me decía que sin importar qué le dijera o qué pasara, Brendan terminaría con el corazón roto y saberlo me entristecía muchísimo.
-De verdad que prefiero no aceptar ni negar nada. No tiene caso, créeme – dije al fin, intentando mantenerme calmada – por favor, no nos hagamos esto... - supliqué.
-Tu silencio inicial me lo confirma, Elysia... pero ¿sabes? Aunque me duela admitirlo, lo único que quiero es que estés bien y seas feliz, a pesar de que no sea yo la persona capaz de lograrlo – dijo, con la voz entrecortada, pero estoico - Lo que sí me puede es saber que estés sufriendo por él... ya le lloraste demasiado tiempo para que además, ahora que volvió continúe significando un tormento para ti.
Esta vez no pude evitar quedarme de piedra al escuchar sus palabras. ¿Qué tanto sabía Brendan? Jamás le había dicho a nadie cuál fue la razón por la que estuve tan deprimida hace ya unos cuantos meses, aunque dentro de lo que cabe él fue la persona que más cerca estuvo de mí. Supuse que su intuición era mayor a lo que yo habría imaginado y todo el tiempo supo que la partida de Steven era el motivo de mi tristeza. Incluso, es probable que él albergara la esperanza de suplirlo y que al final, terminara enamorándome de él.
Quizá eso habría ocurrido si Steven no hubiese regresado, pero dadas las circunstancias actuales, eso es algo jamás podré saber...
-No tengo nada que comentar al respecto, Brendan – dije, habiéndome quedado totalmente en blanco, tan sólo deseaba poder terminar con esta conversación y retirarme.
-No importa, ya me lo imaginaba. He estado pensando en esto mucho tiempo y siempre supe que así sería. Era yo quien necesitaba hablar esta vez... dejar salir esto...
Mi interlocutor parecía estar cada vez más agitado, no en el sentido violento de la palabra, sino ese tipo de conmoción que sobreviene cuando miles de sentimientos se están dejando caer sobre ti como pesadas losas, sin dejarte escapatoria. Yo lo miraba con preocupación, estaba a punto de lanzarme a abrazarlo para intentar consolarlo, pero sabía que muy probablemente no sería buena idea, así que haciendo un gigantesco esfuerzo, me mantuve inerte en mi lugar.
-Sólo quiero que sepas... yo... - mis deseos de huir lo más lejos posible aumentaron al imaginarme qué es lo que pasaría a continuación – yo... estoy enamorado de ti, Elysia...
Brendan no había tenido el valor de mirarme a los ojos al momento de lanzar esa revelación y aún después de hacerlo, él seguía con la vista clavada al piso y las manos cerradas en puños.
Por mi parte, no estaba sorprendida por la naturaleza de su confesión, sino por su valor de decírmelo.
Sinceramente, jamás pensé que él lo haría, tenía la esperanza de que ambos ignoraríamos lo que había ocurrido e intentaríamos continuar con nuestra amistad, pero creo que eso habría sido muy egoísta de mi parte, porque yo quería conservar a Brendan como amigo, pero claro que después de esto, esa sería una tarea sumamente complicada.
Además, debía aceptar una cosa: lo admiraba por confesarme sus sentimientos tan abiertamente a pesar de todo. ¡Cómo me gustaría ser la mitad de valiente que Brendan y decirle a Steven lo que siento por él! Pero el rencor, aunado al miedo al rechazo mantenía sellados mis labios, es probable que él jamás llegue a saberlo a pesar de que en el fondo, muero por estar con él.
En ese momento me reprendí mentalmente, era la peor persona del Universo, pensando en Steven cuando Brendan estaba sufriendo tanto por mi culpa y frente a mí. Debía decirle algo, pero no sabía qué... esto era definitivamente algo terrible.
-Brendan... - intenté decir, pero de mi garganta no salió sonido alguno por el nudo que se me había hecho, así que tuve que carraspear para poder hablar – Brendan, yo...
Al escuchar su nombre él volteó a mirarme, los ojos brillando por las lágrimas que se anegaban en sus párpados inferiores. El dolor que irradiaban era tal que no pude continuar, simplemente, me dejó en silencio una vez más.
-Está bien, Elysia – dijo él tratando de recomponerse un poco, irguiéndose y encarándome de súbito – yo sé bien que no puedes corresponderme por lo que sientes por Steven... - su tono sonó mordaz al mencionar el nombre del ex Campeón de Hoenn – y yo sólo espero que puedas encontrar aquello que estás buscando...
Acto seguido, me dio la espalda y comenzó a caminar con rumbo desconocido, dejándome sola. Por un segundo tuve el impulso de correr tras él o intentar detenerlo, pero sabía que sería imprudente, Brendan necesitaba estar solo y honestamente, yo también. Debía pensar qué haría ahora y en qué nos dejaba esta situación a ambos.
En cuanto él se perdió de vista entre la maleza del bosque, mis rodillas flaquearon y toda la falsa entereza que había mostrado hasta el momento se vino abajo. Quedé tirada en el piso, dejándome caer de hinojos, totalmente derrotada... Me sentía terrible por hacerle esto a alguien tan amable y bueno como Brendan, entre todos, era quien menos se lo merecía. Por supuesto, sin dejar a un lado el dolor de saber que había perdido a mi mejor amigo...
Perdí la noción del tiempo y el espacio a tal grado, que cuando mi PokéNav sonó devolviéndome al presente, me sorprendí de ver que el sol ya estaba bien en lo alto y que me estaba quemando la piel. Me limpié las lágrimas de la cara para poder mirar bien y al corroborar el nombre de la persona que llamaba, sentí una punzada de pánico. "¡Drake! ¿Será que descubrió algo malo en Meteor Falls?". Con el pulso sumamente agitado, respondí tratando de que mi voz sonara firme y no entrecortada por el llanto.
-Hola Drake, aquí Elysia, ¿cómo estás? ¿ocurre algo malo? – no pude evitar ir al grano y preguntar.
-Hola Elysia, no, despreocúpate – respondió él tranquilamente y yo solté un suspiro de alivio – el motivo de la llamada es para convocarte a la Liga. Ha llegado un... eh... retador.
-Ya veo... - contesté algo confundida por su vacilación – estaré ahí en unos cuantos minutos. Veamos si este entrenador logra llegar al Salón del Campeón – agregué, con un poco de sarcasmo, en todo el tiempo que había sido Campeona, sólo unos escasos entrenadores lo habían conseguido y obviamente, sus esfuerzos habían resultado nulos al enfrentarse conmigo.
-Tengo un presentimiento de que así será – contestó Drake solemnemente – te esperamos aquí. Que tengas un seguro viaje a Ever Grande, Campeona – dijo y colgó.
Me levanté trabajosamente del piso y me sacudí las piernas, las tenía llenas de polvo. Al darme cuenta, decidí que debía darme más prisa aún para llegar a Ever Grande y tener la posibilidad de ducharme rápidamente antes de enfrentarme al retador, sería una vergüenza que la Campeona se mostrara en tan pobres condiciones a su batalla.
Intenté dar con el paradero de Flannery y el Profesor Birch mirando hacia todas partes, pero no los pude encontrar por más que me esforcé y ante la premura de los hechos, debía irme sin despedirme; ya le llamaría después para informarle qué había ocurrido. Saqué la flauta Eón para convocar a Latios, la situación ameritaba la ayuda de su velocidad admirable y en un instante, el precioso Pokémon azul y blanco estuvo conmigo.
Latios percibió mi decaído estado de ánimo y en su mirada se reflejó preocupación combinada con una pizca de tristeza. Intenté alegrarlo pero fue inútil, se veía realmente afectado y por un momento, me sentí inquieta. Parecía que él avisaba algo más... pero, ¿qué?
Durante todo el vuelo hacia Ever Grande no dejé de pensar en eso, a tal grado que ni siquiera lo que había ocurrido con Brendan era ya tan relevante. Latios cumplió con su objetivo de llevarme a mi destino, pero la despedida de él fue más complicada que de costumbre, pues se negaba a apartarse de mi lado. Al final lo convencí, pero no pude evitar alarmarme por su comportamiento.
Intentando desviar de mi mente todos los pensamientos preocupantes y negativos que tenía, entré al Palacio de la Liga Pokémon dirigiéndome de inmediato a la estancia destinada para el uso del o de la Campeona de Hoenn, donde me di una ducha rápida y saqué a mi equipo para asegurarme que se encontraban en óptimas condiciones para el combate. En la pantalla que tenía a mi disposición dándome los pormenores del avance del retador, se anunciaba que había logrado derrotar a Glacia, quedando ahora solamente Drake entre él y yo.
Eso significaba que tenía que irme preparando, pues era muy probable que el combate entre nosotros sucediera, a pesar de que Drake usualmente fungía como el muro impenetrable entre los retadores y el Campeón, al ser el miembro más fuerte y experimentado de la Elite Four.
Me coloqué en cuclillas frente a mis Pokémon para dirigirles unas cuantas palabras motivacionales, recordándoles que debían darlo todo en el combate y que no deberían sentirse mal si los vencían, éramos un equipo y debíamos aprender algo nuevo, incluso de las derrotas. Debía aceptar que estaba algo nerviosa, no me sentía al cien para encarar un enfrentamiento en estos momentos, pero tenía que hacer a un lado mis asuntos personales y comportarme como una profesional para darle a ese retador una batalla digna. Al final de cuentas, yo mejor que nadie sabía lo difícil que era llegar a desafiar al Campeón de la Liga después de todo el esfuerzo y tiempo invertidos, de los sacrificios hechos para lograr las ocho medallas necesarias y encima, tener que vencer a cuatro de los entrenadores más fuertes de la región.
Cuando la pantalla anunció que Salamence, el último de los pokémon de Drake cayó, me incorporé y respiré hondo. Una de las asistentes se acercó con la capa blanca en brazos y me ayudó a colocármela. Sentir el peso de la prenda sobre mis hombros me ayudaba a mentalizarme, recordándome que debía defender el título con seriedad y heroísmo, y que aunque fuera derrotada, era importante mantenerse a la altura y agradecer el tiempo que se me había permitido el honor de fungir como Campeona de Hoenn, la región que había aprendido a amar a pesar del poco tiempo que llevaba viviendo aquí.
Todo ello era algo que había logrado aprender gracias a Steven, quien aunque nunca me confesó que él era el Campeón, durante las conversaciones que solíamos tener siempre hablaba mucho sobre el honor y gran deber que significaba ostentar dicho título, quizá, convencido de que algún día yo lo relevaría y que era importante que yo lo supiera.
Después de acomodar a la perfección cada una de las pokéballs de mi equipo en el cinturón especial que usaba para ello, salí al enorme campo de batalla que era el Salón del Campeón para esperar al retador y después de unos segundos que parecieron eternos, las gigantescas puertas doradas se abrieron de par en par para cederle el paso.
Una silueta alta y esbelta comenzó a dibujarse en la distancia y de inmediato supe de quién se trataba, no había forma de confundirlo con alguien más, definitivamente era él.
Steven. El mismísimo Steven Stone.
El ex Campeón de Hoenn se plantó frente a mí del otro lado del Salón con una expresión serena y llena de sobriedad y yo tuve que hacer acopio de toda mi fuerza física y mental para no sucumbir ante la sorpresa y el nerviosismo desenfrenado que de súbito, se había apoderado de mi ser.
De nueva cuenta, miles de emociones colapsaban en mi interior, ya que no sólo era demasiado tener que enfrentar a Steven después de una serie de eventos realmente complicados para mí en muchos sentidos, sino que además, debía aparentar no sentir nada ante su regia y siempre pasmosa presencia, que llenaba todo el lugar y hacía que sólo pudiera concentrarme en él y en cada uno de los idílicos rasgos de su persona. ¡Y justo el día en el que había llegado a la conclusión de que, sin importar las circunstancias, siempre estaría absolutamente enamorada de él!
Evadiendo el hecho de que sentí mis rodillas flaquear nuevamente, me erguí en mi lugar, respiré profundo otra vez y llevándome las manos a la espalda para que no se notara el temblor que las estaba afectando, hablé con toda la firmeza que fui capaz.
-Bienvenido una vez más a la Liga Pokémon de Hoenn, ex Campeón. Es una verdadera sorpresa recibir su desafío.
-Es un placer poder luchar nuevamente con la Campeona, estoy seguro que será un gran combate y que ambos aprenderemos mucho del otro a través de él – respondió sonriendo, mientras sostenía el dorso de su mano derecha colocado sobre su cadera, una de sus clásicas poses de autosuficiencia y confianza que ya conocía bien en él.
El juez de la batalla recitó las reglas que ya todos conocíamos, yo no tenía permitido sustituir pokémon y el primero que quedara sin ninguno en su equipo sería el perdedor. Después de ello, se nos ordenó comenzar.
Decidí iniciar con mi carta más débil ante el equipo que ya le conocía a Steven, aunque estaba segura de que era probable que me encontrara con una sorpresa más adelante. Llamé a Lilligant y él a su Skarmory y la acción dio comienzo.
El enfrentamiento con Steven fue largo y exhaustivo para ambos, pero me atrevería a decir que más para mí. Sobra decir que él es un entrenador sumamente experimentado y muchas veces me puso contra las cuerdas, ya que no estaba en mi mejor momento en cuanto a concentración.
Aun así, hice mi mayor esfuerzo para poder ofrecerle un buen reto, ese hombre que estaba parado frente a mí había sido, después de todo, mi mayor inspiración para convertirme en la entrenadora que era hoy. Habían sido sus consejos, sus palabras y su apoyo, el combustible que me ayudó a pelear cada batalla con convicción, valor y arrojo, incluso aquella en contra de Groudon.
De hecho, fue gracias a él en más de un sentido, que había logrado salir viva de Origin Cave...
Skarmory derrotó a Lilligant con más complicaciones de las que esperaba, pero Altaria terminó el trabajo. Ella también logró despachar con sus últimas fuerzas a un poderoso Claydoll y el tercer round lo ganó mi Raichu contra su Aggron, aunque quedando bastante exhausto, tanto que cuando Steven llamó a Carbink, un nuevo pokémon en su equipo, éste lo fulminó con relativamente poco esfuerzo, por ser tipo roca. Llamé a Gardevoir y ella sola se encargó de Carbink, aunque ya no pudo hacer nada contra la avalancha del Aerodactyl de Steven que nos tomó por sorpresa. Azumarrill lo venció a su vez, aprovechando su ventaja de tipo, pero siendo una labor cansada para él, ya que el pokémon volador le complicó la pelea.
Finalmente, mi contrincante sacó a su pokémon más poderoso: Metagross, quien con un puño meteoro, mandó a volar a mi pequeño Azumarill, quedándome a mí también, un solo pokémon. Llamé a Blaziken al combate, y sin más, lo mega evolucioné, gesto que Steven imitó, aunque claro y debía admitirlo, él tenía un estilo mil veces más elegante y debo decirlo, sexy, de hacerlo.
Tratando de no distraerme mirándolo, volví a enfocar toda mi atención en la pelea, girando instrucciones una y otra vez a mi pokémon. Era evidente que éstos eran nuestros mejores miembros, pues ambos mostraron un arrojo y valentía admirables, combatiendo con ciega confianza en sus respectivos entrenadores, obedeciendo sin dilación nuestras órdenes.
Yo estaba a su vez luchando contra mi nerviosismo, sabía que un solo error podría costarme caro y debía aceptar que Steven había sido benevolente conmigo hasta ahora, aún no había hecho uso de su movimiento súper eficaz en contra de mi Blaziken, quien a pesar de tener ventaja de tipo, no la estaba pasando precisamente bien.
Un cabezazo zen envió directamente a Blaziken a la pared, causándole grandes estragos y yo pensé en ese instante que todo había terminado. Pero mi pokémon era bastante obstinado y no le gustaba perder, así que reuniendo todas sus fuerzas, volvió a ponerse de pie, orgulloso y altivo. Para nuestra desgracia, Steven ya estaba ordenando a su también ya, afectado Metagross utilizar terremoto, el movimiento tan temido por mí y supe que sólo había una opción.
-Blaziken, ¡envite ígneo! – grité, apuntando con el dedo en dirección a Metagross, quién no podía moverse mientras estuviera ejecutando su terremoto.
Envite ígneo era un movimiento sumamente peligroso, pero era mi mejor carta ante las circunstancias, ya que reduciría considerablemente el daño del terremoto gracias a la velocidad que Blaziken debía alcanzar para realizarlo, pero el retroceso también le restaría salud. Aun así, era mejor intentar golpear a Metagross con toda la fuerza de un ataque de fuego que no hacer nada.
Fue uno de esos momentos donde sientes que todo pasa en cámara lenta y los segundos son eternos. La enorme columna de fuego y polvo que se levantó cuando ambos pokémon colisionaron nos impedía ver cuál de ellos seguía en pie, sellando así el triunfo de su entrenador.
Cuando la polvareda se desvaneció, Steven y yo nos encontramos con la sorpresa de que ambos pokémon yacían en el piso en sus formas normales, noqueados. Esto sólo podía significar una cosa:
-¡Declaro la batalla un empate! – oímos gritar al juez mientras levantaba su bandera.
Volteé a mirar a Steven en ese momento y él estaba haciendo lo propio conmigo. Estoy segura que mi expresión reflejaba sorpresa mientras que él se veía sumamente tranquilo y satisfecho, de hecho, tenía una sonrisa tenue grabada en su rostro mientras sacaba su pokeball para regresar a Metagross. Eso me arrastró fuera de mi ensimismamiento y caí en la cuenta de que debía hacer lo mismo con Blaziken. A pesar de que él estaba desmayado por el esfuerzo, le agradecí como al resto por su esfuerzo y arrojo.
Un par de asistentes llegaron con charolas en los brazos y nos pidieron a nuestros pokémon para llevarlos a curar; ambos los depositamos y ellas se marcharon dejándonos tan sólo con el juez, quien volvió a hablar:
-Dado que sus pokémon no se encuentran en condiciones para una muerte súbita como las reglas lo comandan, tendrán que esperar para realizar el desempate o reprogramarlo a un día y horario conveniente para ambos.
-O podemos apelar al inciso c del artículo 35 del Reglamento de la Liga, señor – rebatió Steven manteniendo esa calma y esbozando una sonrisa de autosuficiencia.
-Eso es algo que jamás ha ocurrido, joven – refutó a su vez el juez con seriedad.
-Pero eso no quiere decir que no pueda ser la primera ocasión, sr. juez. Las condiciones están dadas y usted puede corroborar que fue un combate limpio.
-En ese caso, dependerá de ustedes decidir si apelan a dicha regla o deciden ir por la revancha – informó el juez, dejando el Salón a prisa.
Tenía que aceptar que me pesaba no recordar a qué se refería Steven, por lo que debía apresurarme a encontrar un Reglamento para informarme, odiaba sentirme así de estúpida comparada con él. Sin perder tiempo, salí disparada a mi habitación, cerrando la puerta tras de mí.
Llegando, me desaté las tiras de tela que sostenían la capa a la altura de mi cuello y la aventé sobre el sofá más cercano. De repente me sentía exhausta y ya no sabía a qué darle prioridad en mi vida en estos instantes, eran demasiadas, demasiadas cosas en las que pensar y qué atender.
-No deberías tratar así la capa del Campeón, ¿sabes?
Esa inconfundible, suave pero masculina voz, rompió el silencio, tomándome por sorpresa y haciendo que brincara levemente del susto. Me volteé para encararlo, tan sólo para encontrarme con un nuevo desconcierto.
Steven me tomó del brazo derecho y en un movimiento rápido y agreste me acorraló contra la pared, colocándose de frente a mí y sus manos sobre el muro a la altura de mi cabeza.
-Steven, ¿qué haces aquí? ¡suéltame! – demandé, impresionada por su comportamiento.
-Lo siento pero no, esta vez no irás a ningún lado, Elysia... - respondió, acortando peligrosamente la distancia entre nosotros.
-¡Podrían vernos! Por favor, suéltame – volví a rogar, sintiéndome cada vez más nerviosa.
-¿Y qué tiene de malo que nos vean? – preguntó levantando una ceja y con una media sonrisa.
-¿Qué pensarán de nosotros? – contesté, impulsivamente.
-¿Acaso importa? – rebatió, con un tono de voz que rayaba en un ronroneo, lo que por supuesto, me disparó el pulso a mil por hora.
-¿A esto viniste, Steven? – inquirí, cambiando el tema, no tenía una respuesta a su pregunta, al menos no una que quisiera dar.
-Tengo que hablar contigo, Elysia y esta vez, sin que salgas huyendo.
-Entre tú y yo, ya no hay nada más que decir, Steven. Me parece que es claro que no deseas ser sincero conmigo y de mi parte, ante eso ya no pienso luchar.
-Te equivocas, estoy aquí porque quiero demostrarte lo contrario y sobre todo, que sepas que eres muy importante para mí, Elysia – dijo, mirándome fijamente, con sus hermosos ojos del color del agua gélida brillando con frenesí.
-¿Ah sí? – pregunté, suavizando mi tono por un momento, pues era inútil intentar esconder que me sentía como mantequilla derretida por dentro.
-Sí, Elysia. Ya no soporto más tu indiferencia ni tu lejanía – soltó y yo me quedé inmóvil, "¿qué significaba todo esto?", gritaba descontroladamente en mi interior. Ante la falta de respuesta de mi parte, continuó:
-Una vez más quiero decirte que siento mucho la falta de atención que tuve al dejarte sólo una carta de despedida...
-Nota – interrumpí de súbito, indignada – Esa no fue una carta, Steven, fue una nota nada más.
-Está bien, tú ganas, una nota de despedida – concedió, suspirando y rolando los ojos – el punto es, lo siento de corazón. Sé que probablemente nada reparará ese daño pero es importante que sepas que no tenía otra opción. El viaje que debía emprender era trascendental para mí, no podía postergarlo o cancelarlo...
-Pero yo lo habría entendido, Steven. Te recuerdo que no estoy molesta porque te hayas ido... - volví a interrumpir
-¡Shh, shh! – susurró acercándose aún más - Déjame hablar, ¿sí? – pidió, silenciándome al colocar con suavidad uno de sus delgados y largos dedos sobre mis labios.
Como respuesta, sólo asentí, no teniendo otra opción. A estas alturas ya difícilmente podía conectar mi cerebro con mi boca, la suma cercanía de Steven conmigo me estaba asfixiando las ideas. Jamás me había sentido tan nerviosa y una pequeña parte de mí estaba luchando contra las crecientes ganas de atraerlo hacia mí, besarlo y decirle que todo estaba olvidado y lo único que quería era estar con él sin importar el pasado.
Pero obviamente, no podía hacerlo, a pesar de que su embriagante y masculina fragancia, de notas orientales y ámbar estuviera ejerciendo un efecto magnético conmigo, casi como una abierta invitación a dejarme llevar por lo que mi otro yo deseaba y abandonar todo uso de razón. Al final de cuentas, decidí esforzarme aún más por ser coherente y no cometer ninguna estupidez colosal y me enfoqué en prestar atención a lo que él tuviera que decirme.
-Perfecto, así me gusta – dijo él sonriendo con coquetería ante mi silenciosa respuesta y yo lo maldije mentalmente por hacer eso cuando ya me tenía totalmente a su merced – Retomando el punto, era necesario para mí hacer ese viaje, o al menos en ese momento estaba convencido de ello. Pero había sólo una persona en todo Hoenn que tenía el poder para persuadirme de lo contrario, y esa, eres tú Elysia.
-¿Yo? – pregunté a media voz, sorprendida e ignorando el hecho de que debía estar callada.
-Sí, sólo tú, ni siquiera mi padre o mis responsabilidades en la empresa – afirmó una vez más sosteniéndome la mirada y yo supe que estaba hablando en serio – Y sabía que si iba a verte para darte la noticia, era muy probable que no tuviera la fuerza para dejarte si por asomo hubieses mostrado un ligero rastro de tristeza o decepción, ya que eso habría bastado para convencerme que debía quedarme a tu lado.
Una vez más me quedé pasmada y sin habla. Jamás pensé que la razón detrás de todo fuera algo así, de una naturaleza tan... ¿dulce? En mi interior, comencé a experimentar una sensación de alivio y júbilo como nunca antes. Si Steven por fin estaba siendo totalmente honesto conmigo, significaba que podría ser capaz de olvidar todo y reiniciar de nuevo. "¡Pero qué estúpida has sido, Elysia! Debiste haberlo juzgado mejor todo este tiempo, pero tu maldito orgullo tenía que casi arruinar todo"
-¿Eso qué significa, Steven? – atiné a preguntar con la voz temblorosa, cada vez era más difícil aparentar que no sentía nada ante su peligrosa proximidad.
-Significa... - susurró, sin terminar su frase, porque en ese momento, colocó con sumo cuidado su mano derecha sobre mi mejilla y con el dedo pulgar comenzó a acariciar mi barbilla.
A partir de ahí, el tiempo perdió su sentido y comprobé que la teoría de la relatividad era cierta. Por un lado, todo fue tan rápido y por otro, dolorosamente lento, de tal forma que pude grabarme cada segundo en mi memoria.
Steven comenzó a acercarse cada vez más a mi rostro, con los ojos cerrados y la expresión serena. Yo no podía creer que esto, lo que más deseaba estuviera ocurriendo, ¡Steven iba a besarme! ¿Acaso podía pedir más? A un lado quedarían todas las discusiones, los malos entendidos, los rencores y las lágrimas.
Las lágrimas...
Mi memoria me traicionó en ese instante y no pude evitar recordar todo el dolor que hubo de por medio, los días sin sonreír, las noches sin dormir, los deseos de desaparecer, la soledad, la vaciedad y la tediosa monotonía de las semanas sin él.
Ante el recuerdo, fruncí el ceño, apreté los párpados y sentí como cada músculo en mí se tensó intentando apartar de mi mente estos pensamientos que sin duda, echarían a perder tan importante momento.
Pero en ese instante, me percaté que algo ya iba mal... el contacto con los labios de Steven no había llegado aún. Alarmada, abrí los ojos y me topé con su rostro a unos centímetros del mío, congelado en medio de la vacilación y después, él se apartó súbitamente de mí.
-Lo siento, Elysia – balbuceó, con la mirada clavada en el piso – yo no...
-Vete, Steven – ordené dolida, con la voz más firme que pude – vete, por favor.
-Elysia... - me llamó, con voz suplicante
-¡Ahora! – exclamé con renovado valor, apuntándole con el dedo la dirección de la salida, las lágrimas amenazando con desbordarse ante mi orgullo herido una vez más.
Él me miró fijamente por un instante, sus ojos también rebosaban con profundo sufrimiento pero al final, se marchó después de dedicarme una reverencia.
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Steven salió de la estancia como una furiosa exhalación, sin importarle que varias personas se le quedaran mirando con extrañeza, e incluso, chocando con uno que otro asistente en su camino, ofreciendo tan sólo una forzada disculpa antes de continuar su trayecto, sin inmutarse.
No podía creer cómo había terminado todo otra vez, nuevamente en confusión, dolor y remordimientos. Él se había prometido que lucharía por ella, que haría todo lo posible y aún más allá, por demostrarle cuánto le importaba y de nuevo, había fallado. Sin embargo, fue a darse cuenta de la peor forma que sólo había una cosa contra la que no podría luchar y eso eran los sentimientos de Elysia.
Cuando él estuvo a punto de besarla, anhelando con todo su ser poder fraguar de una vez por todas la distancia entre los dos y hacerle saber con ese gesto todo lo que sentía por ella y que las palabras difícilmente podrían expresar, Steven cometió un grave error.
Abrió los ojos por una fracción de segundo y al verla tan tensa e incómoda, casi como si estuviera sufriendo, Steven decidió que no quería hacerle esto, no quería besarla si eso le provocaba tanto conflicto a la chica que él amaba. Incluso, la idea de que ella estaba reaccionando así debido a que sentía algo por Brendan o alguien más, atravesó su mente como un rayo.
Y si así era, él no podía forzarla a algo que la lastimara, ya bastante dolor le había causado como para agregarle peso a sus faltas.
Con todo eso torturando su mente, marcó rumbo al Centro Pokémon del Palacio de la Liga, donde recogería a su equipo y después se marcharía, tenía una larga noche de meditación por delante.
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Elysia había quedado desolada una vez más. Con la espalda recargada en la pared y abrazando sus rodillas, lloraba de coraje y decepción, el dolor y la ira quemándole el pecho y fluyendo desde su corazón a cada rincón de su cuerpo.
Era demasiado, ahora sí que era demasiado todo lo que cargaba con ella, pero a pesar de ello, encontró las fuerzas suficientes para ponerse de pie después de un rato, limpiarse las lágrimas, intentar lucir lo más recompuesta posible y prepararse para abandonar la habitación. No quería estar aquí un momento más, ya que era muy probable que en cualquier instante alguien viniera a visitarla para informarle o consultarle algo y era evidente que no se encontraba en condiciones de hacer ni decir nada.
Rápidamente tomó sus pertenencias y salió discretamente, evadiendo con éxito a las personas que laboraban en la Liga y anhelando alcanzar la salida. Cuando estuvo a punto de llegar, se dio una palmada en la frente al recordar que no había recogido a sus pokémon, así que a prisa, se dirigió de nueva cuenta al Centro Pokémon para hacerlo. No obstante, al ver a Steven ahí esperando por los suyos, decidió de inmediato que regresaría después por ellos, le dolía en el alma tener que hacer esto, pero era preferible a verse en la necesidad de encontrarse con él bajo estas circunstancias.
Una vez afuera, titubeó un instante, pues sin Altaria no había manera de salir de aquí volando y después de lo que había ocurrido con Latios, dudó en llamarlo de nuevo. Entonces recordó que aún cargaba con la pokéball de Metang y que él era capaz de flotar, así que sin tardanza lo llamó y le pidió que la sacara de Ever Grande.
Para su fortuna, ya había caído la tarde y era una noche de luna nueva, por lo que las sombras la ayudaron a abandonar la ciudad con mayor sigilo. Sin embargo, no sólo a ella le resultaron idóneas...
Elysia llegó a la ruta 123 después de un buen rato de trayecto y en cuanto pisó tierra, devolvió a Metang a su pokéball. Le pesaba reconocerlo, pero a pesar de las promesas que le había hecho, definitivamente en estos instantes no soportaba tener que verlo un segundo más.
Aún con la pokéball en la mano y la mochila colgando sólo de un hombro, avanzó a lo largo del bosque despacio y en silencio, como un autómata, arrastrando trabajosamente los pies, insensible totalmente a su rededor. Tan sólo reviviendo una y otra vez en su mente el rechazo de Steven y lo tonta que había sido por creer que él podría corresponder de alguna manera sus sentimientos. Él la había engañado, cruel y vilmente y ahora sí que estaba segura que no había forma de perdonarlo por ello.
La sigilosa silueta que venía siguiéndola desde hace un rato supo que este era el mejor momento para perpetrar el crimen. Silenciosamente, hizo una seña a su Dustox y el pokémon salió disparado hacia la chica que caminaba sola y sin sentido entre la negrura de la maleza. En una fracción de segundo, el pokémon se encontraba de frente a Elysia, quien al verlo retrocedió un paso por instinto, pero no se sintió asustada al pensar que era salvaje. Pero pronto se dio cuenta de su error cuando el Dustox comenzó a llenarla de esporas somníferas, y a pesar de que ella intentó correr para alejarse, hicieron efecto muy pronto, pues el pokémon nunca se apartó de ella.
La joven Campeona de Hoenn cayó inconsciente sobre el pasto y el hombre que había estado mirando oculto entre los árboles toda la acción salió de su escondite y se plantó al lado de su cuerpo.
-Un secuestro perfecto, sin ruido ni testigos, no pudo haber ido mejor – dijo sonriendo con malicia mientras cargaba a cuestas a su víctima.
En ese momento, la pokéball de Metang cayó de la mano de Elysia, liberando a su morador. Cuando éste vio qué estaba ocurriendo, comenzó a atacar de inmediato al desconocido, tomándolo por sorpresa y haciendo que cayera al piso junto con el cuerpo de Elysia. La mochila de ella salió disparada hacia el bosque, perdiéndose entre la espesura.
El sujeto gruñó y de inmediato ordenó a su Dustox que utilizara protección, pues un nuevo ataque en su contra venía en camino. La defensa del pokémon insecto tuvo efecto y el hombre aprovechó ese momento para llamar a un enorme Golem, el cual despachó al valeroso Metang con un ataque de roca afilada.
-¡Maldita sea, tenías que arruinarlo! – bufó, dirigiéndose al pokémon desmayado – Agradece que debo huir ahora antes de que me encuentren o de lo contrario, lo habrías pagado muy caro – añadió mordazmente, escupiendo al Metang con desprecio.
Después de regresar rápidamente a sus dos pokémon, cargó consigo una vez más el cuerpo de Elysia y salió disparado hacia el norte, donde unos metros más adelante tenía una camioneta esperándolo.
-¡Vaya, Derek, pensé que lo habías echado a perder! – se escuchó una voz femenina mofarse desde el interior del vehículo.
-Me subestimas, querida – respondió él mordazmente mientras colocaba el cuerpo de Elysia en la parte trasera de la camioneta - ¡no perdamos más tiempo y larguémonos de aquí! – ordenó, después de acomodarse en el asiento del copiloto.
-No se diga más, la líder estará tan feliz de verla... - dijo su acompañante con una sonrisa cínica, mirando a Elysia inconsciente por el retrovisor.
La camioneta partió velozmente con rumbo a la ruta 112, sin dejar más rastro que el polvo que levantaba a su paso.
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