Obsesión (1ª parte)

Hola!!

Aquí Maarit a la carga! bueno pues, antes de lo esperado, aquí traigo una nueva parte del fic :D yaaay! jajaja en realidad es solo una parte de toooodo el capítulo X pero quise publicarlo lo antes posible porque quizá la siguiente semana no pueda escribir y de verdad, quiero aprovechar al máximo el tiempo y la inspiración que traigo para poder continuar el fic. Ya estamos muy cerca del final (un par de capítulos más si todo sale como planeo) y realmente ya quiero poder ir cerrando esta historia para darle paso a otras que tengo en mente para este shipping.

Disculpen si el capítulo queda algo corto, insisto, solo es una parte de cómo deseo que quede al final. Lo resalto porque bueno, quizá el título no les haga mucho click con lo que leerán a continuación pero más adelante se darán cuenta por qué decidí titularlo así aunque seguramente ya se darán una idea. También espero no se hagan pelotas con el timeline, el capítulo pasado en realidad ocurre después de este, es difícil de explicar pero ya verán jejeje

Como dato curioso, la primera parte de este capítulo la escribí acompañada de un soundtrack muy bueno, "Love Goes On and On" de Lindsey Stirling y Amy Lee. Por alguna razón, siento que esa canción queda muy bien con la historia del personaje que introduzco aquí. Se las recomiendo mucho!

Y pues, mil gracias por todo su apoyo y comentarios! Gracias por seguir haciendo que este fic tenga vistas, votos y comentarios tan hermosos! Significan muchísimo para mí!

Sin más preámbulo, los dejo con la siguiente parte!

Disfrútenla!

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X. Obsesión

Primera Parte

Eran las 2:45 de la mañana en Jubilife City y, aunque en esta época del año comenzaban a correr los primeros vientos helados, a ella no parecía molestarle en absoluto. Simplemente, al no poder dormir por la emoción que la embargaba, prefería observar las estrellas desde su balcón, permitiéndose al mismo tiempo, perderse en sus más profundos y atesorados recuerdos. Memorias de una época dorada, ya muy lejana a ella, de cuando era una pequeña e inocente niña cuya mayor preocupación era qué nuevo traje le compraría a su muñeca preferida al domingo siguiente.

Ahora, aunque ya era una mujer adulta y, aparentemente, madura y segura de sí misma, continuaba aferrándose a aquellos tiempos bellos y llenos de alegría que cimentaron su personalidad y sus metas en la vida, llevándola a ser exitosa, respetada y admirada por muchos, especialmente por sus colegas de trabajo y colaboradores. Y aunque ante los ojos de la gente que la rodeaba ella no podía desear nada más, nadie conocía en realidad el vacío y frustración que cargaba sobre sus hombros al ver malogrado su más añorado anhelo sentimental. Eso era lo único que realmente le faltaba para sentirse completamente feliz y realizada: el recuperar el afecto del que, desde niña, había sido el amor de su vida.

Concentrándose en la más brillante de las estrellas del firmamento como si de un ancla al pasado se tratara, Catherine nuevamente se dejó trasladar al verano más feliz de su existencia, aquel que había compartido prácticamente noche y día a su lado. El verano donde él le había hecho la promesa que, hasta hace unos meses, había sido su razón más grande para vivir y convertirse en la mujer que era...

18 años antes...

Dos traviesos y hermosos niños jugaban a la orilla de lago Verity, a donde las familias de ambos infantes se habían trasladado para pasar un fin de semana acampando en las cercanías. A Joseph Stone le había parecido una buena idea el cambiar de aires y alejar a su hijo de Hoenn por un tiempo. La pérdida de la madre del niño había sucedido recientemente y el pequeño Steven aún se encontraba profundamente afectado por este suceso. Durante todo el tiempo que habían permanecido en Hoenn posterior a la tragedia, su ánimo se había mantenido lúgubre y taciturno, alejándose de todos y volviéndose tremendamente solitario y retraído al grado que incluso, en más de una ocasión había intentado fugarse "para buscar a su madre". Joseph se había convencido que, de seguir así, Steven no podría volver a ser el mismo de antes, así que decidió llevarlo de viaje por el mundo, con la esperanza de que la torturada mente del pequeño lograra encontrar alivio y un poco de alegría nuevamente.

Para su fortuna, su deseo se había hecho realidad aquí en Sinnoh, donde la presencia de la pequeña Catherine, la hija menor de su amigo y socio, Charles Lloyd, había logrado devolverle la sonrisa al rostro de Steven. Fue por esa razón, que Joseph cambió sus planes originales y en lugar de viajar por todas las regiones conocidas, pasarían más tiempo en esta lejana y nevada región.

Tan solo habían pasado tres semanas desde su llegada a Sinnoh, pero la mejoría de Steven había sido tan notable que su padre no quería entorpecer en lo absoluto la relación de su hijo con Catherine. Ambos habían desarrollado una conexión única y sumamente especial prácticamente desde el momento en que se habían conocido. La menor de los hermanos Lloyd era una niña juguetona, inteligente y vivaracha, que desde que fue presentada a Steven, no dudó en tomar su mano y arrastrarlo al enorme patio de su casa para compartir con él sus juguetes.

"¿Por qué estás tan triste, niño?" había sido la primera pregunta que le había hecho. Steven solo se había encogido de hombros y mantenido la vista en el suelo a manera de respuesta. Los ojos verdes y curiosos de Catherine lo habían analizado de pies a cabeza tratando de encontrar la razón detrás de la actitud tan cerrada de su invitado, pero al no lograrlo, se convenció que su único deseo era poder compartir un poco de felicidad con este chiquillo tan lindo. "Ven, vamos a jugar, estoy segura de que eso te alegrará", le dijo, mostrándole una enorme y sincera sonrisa que, en efecto, le hizo sentir a Steven una acogedora calidez en su corazón.

Desde ese instante se habían hecho prácticamente inseparables, compartiendo tiempo de juegos, estudio, comida y, en ocasiones, hasta noches enteras cuando Joseph le permitía pernoctar en la mansión de los Lloyd, sabiendo que su hijo se encontraba en excelentes manos. Lo que más deseaba era verlo feliz, sin importar lo que tuviera que hacer para lograrlo.

La visita al lago Verity era algo que ambos niños habían suplicado a sus familias, pues a Steven le encantaba pasar tiempo en contacto con la naturaleza, un rasgo que sin duda, había heredado de sus dos padres y Catherine, quien más bien era una niña citadina, anhelaba alejarse del ruido y el desorden propio de las grandes urbes y tener un tiempo de relajación al lado de su nuevo mejor amigo, quien le había prometido enseñarle todo lo que sabía sobre sus piedras favoritas, ya que al parecer, le encantaba coleccionar rocas extrañas.

Cumpliendo la promesa que le había hecho a su amiguita, Steven se encontraba ensimismado buscando las piedras más llamativas a la orilla del lago. Las elegía dependiendo de su color, tamaño y forma, pero también le interesaba su textura, entre más lisas fueran, le parecían más apropiadas para formar parte de su colección. Catherine lo seguía disciplinadamente, poniendo suma atención a todo lo que Steven le contaba sobre cada una de ellas. Fue en ese día, cuando se percató de cuánto adoraba el brillo en sus ojos azul gélido que se hacía presente cuando lo inundaba el entusiasmo por compartirle su hobbie más preciado. Y no sólo eso, también fue ese el instante en que el sonido de su risa y de su tierna voz, la convencieron de que no había nada en el mundo que anhelara más que estar para siempre con él. Quizá fuera solamente una niña ingenua y aún muy pequeña para saber lo que era el amor, pero, haciendo retrospectiva, la Catherine adulta sabía que este había sido un momento clave y culminante en su vida sentimental. No le quedaba duda que en esta visita al lago Verity se había enamorado irremediablemente de Steven Stone.

De hecho, ese fue el día de su pacto...

"Steven, no me has contado, ¿por qué te gustan tanto las piedras? ¿es por tu apellido?", preguntó la rubia niña con genuino interés reflejado en su mirada. "Ehh... no", respondió el pequeño, aunque no pudo evitar dejar escapar una risilla ante el comentario relativo a su estirpe. "En realidad... no lo sé muy bien, solo me parecen muy bonitas y me recuerdan a mi madre", dijo, exhibiendo un dejo de profunda pena por un segundo. "Ya veo... pero no te sientas triste, estoy segura de que ella siempre te cuida desde dondequiera que se encuentre", contestó Catherine abrazándolo con ternura. "Gracias...", atinó a decir él, correspondiendo el abrazo con timidez, el gesto lo había tomado por completa sorpresa.

Los pequeños continuaron con su tarea de buscar rocas hasta que Steven dio con una muy especial. Era totalmente blanca, con una textura más bien rugosa y forma irregular, pero los destellos que despedía eran casi propios de un amatista. Aunque la roca no alcanzaba a convertirse propiamente en uno, lo parecía y Steven gustosamente la recogió, la lavó en las cristalinas aguas y una vez que estuvo satisfecho con el resultado, la extendió hacia la atenta Catherine.

"Toma, como muestra de mi amistad, esta es para ti", le dijo, haciendo que el rostro de la niña se iluminara. "¿En serio?", preguntó, aún incrédula ante el gesto tan inesperado. "Ajá", respondió Steven llanamente, acompañando su respuesta con una sonrisa tímida. "¡Muchas gracias! ¡La atesoraré por siempre!", contestó ella, abrazando su flamante regalo con alegría. "Steven... me gustaría... me gustaría que, al igual que esta roca, nuestra amistad sea eterna. ¿Me prometes que siempre estaremos juntos? ¿me prometes que jamás dejarás de quererme?", preguntó Catherine, expectante, con un dejo de temor reflejándose en sus ojos ante la posibilidad de que él le respondiera con una negativa. Steven parpadeó un par de veces al escuchar las preguntas de su amiga, pero, siendo fiel a su carácter afable e indulgente contestó al tiempo que dejaba asomar una gran sonrisa: "Claro que sí, Catherine, te prometo que nunca voy a dejar de quererte y que siempre seremos amigos".

En el día presente, Catherine continuaba aferrándose a esa promesa con toda su fe y devoción. Nunca, en todos los años que pasaron, había dejado de querer a Steven ni un solo instante. No, jamás, ni siquiera en el momento en que él le había confesado que estaba enamorado de otra mujer.

Al recordar esto último, el coraje y el odio que sentía por la causante de su pena volvió a poseerla con toda su fuerza, haciendo que se causara daño con los bordes puntiagudos de la roca que conservaba entre sus manos, la misma que Steven le había obsequiado 18 años atrás. Dicho objeto era la prueba fehaciente de que él no había sido capaz de mantener su palabra y el recordatorio de que ella tenía todo el derecho a reclamar su destino. Él lo había jurado después de todo, ¿no? Lo único que necesitaba era un poco de "ayuda" para cumplir su promesa y ella le facilitaría las cosas.

Su venganza estaba en marcha y no había vuelta atrás. Pronto, todo lo que le estorbaba para volver a estar con su amado dejaría de interponerse en su camino y él tendría la mente clara una vez más para darse cuenta de que ella era la única que necesitaba realmente. Esa chiquilla que, de alguna u otra forma lo había fascinado, no lo molestaría nunca más. No volvería a causarle tanto dolor ni a él ni a ella. No tenía cabida en la ecuación perfecta que ambos conformaban. Saberlo, la hacía sentirse sumamente satisfecha y tranquila. Por fin, en unas horas, estaría de camino a Hoenn donde podría confrontarla y hacerla pagar por todos los meses que la había sumido en la más profunda y miserable de las tristezas al hacerle pensar que no sería capaz de cumplir su más grande sueño. Sí, esa entrometida purgaría con creces todas las lágrimas que le había causado antes de desaparecer de una vez por todas de la faz de la Tierra.

Consciente de que en tan solo unas horas partiría su vuelo con destino a Hoenn, Catherine se forzó a regresar a su lecho para intentar descansar un poco. Había muchas cosas que hacer en cuanto pisara aquella región y no habría tiempo para holgazanear. Si todo salía bien, Elysia White dejaría de ser un problema en un par de días a lo mucho. Una sonrisa cruel se dibujó en su rostro al irse a dormir con la mente entretenida en las torturas que le tenía preparadas a la "flamante" Campeona de Hoenn.

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1 día antes...

Courtney se encontraba cada vez más nerviosa y desesperada. No había previsto que su prisionera resultaría ser tan reacia a cooperar con ella y darle la información que tanto necesitaba. ¿Por qué te empeñas en hacer todo más complicado? Hasta el momento, nada de lo que había intentado funcionó. Absolutamente nada.

- Elysia, por enésima vez, ¿dónde-está-Groudon­­? - interrogó, enfatizando cada una de las palabras que conformaban su pregunta.

- Ya te dije que no tengo idea - contestó la aludida con un hilo de voz, la falta de alimentación y los ciclos irregulares de sueño a la que había sido sometida le habían drenado casi toda su energía a estas alturas.

La chica de cabello violáceo soltó un resoplido de hartazgo al tiempo que azotaba las palmas de sus manos sobre sus muslos antes de incorporarse, se había cansado de estar en cuclillas tanto tiempo en un esfuerzo por permanecer lo más cerca posible de la debilitada Campeona.

- Estás mintiendo, lo sé. ¿Qué te parece si dejas de intentar hacerte la lista conmigo y, por tu bien y el de todos los que te aprecian, me dices de una vez por todas qué demonios hiciste con Groudon?

Courtney continuaba haciendo la misma pregunta una y otra vez, tratando de convencer a Elysia de hablar. Al parecer su estrategia había dejado de ser la intimidación para ser reemplazada por la insistencia. Elysia sospechaba que su intención era cansarla hasta llevarla al punto del fastidio y así, quebrantar su voluntad y lograr que ella hablara.

No importa cuánto lo intentes, Courtney. No importa a cuántas torturas me sometas, cuántos días más me prives de comida, de agua, de siquiera saber si es de día o de noche, no me interesan tus amenazas, tus golpes o insultos. No voy a decirte jamás qué fue lo que sucedió en Cave of Origin después de debilitar a Groudon. No permitiré que esa fuerza destructiva sea liberada nuevamente. ¿Por qué no lo entiendes? Ni tú ni nadie es capaz de gobernar a un ser como él. No te imaginas siquiera el terror que infunde esa mirada llena de odio y furia, es imposible siquiera describir lo que vi detrás de esas pupilas amarillas cuando estuvimos frente a frente. No hablaré porque prefiero morir aquí que volver a presenciar ese caos, a tener que volver a ser la que lo encare y se exponga ante tal ola de maldad y poder. No, no podría reunir el valor para hacerlo otra vez. Pero tampoco podría vivir cargando en mi consciencia la certeza de que esa destrucción fue gracias a mí y a que lograron doblegar mi voluntad hasta confesarles que Groudon está enterrado en lo más profundo de la cueva Scorched Slab en la ruta 120 a donde fui a dejarlo en una noche lluviosa. Que ahí fue donde llevé la Master Ball que lo contiene y que todos los días ruego a Arceus para que dicha pokeball sea lo suficientemente fuerte para mantenerlo dormido por toda la eternidad. O al menos, por lo que me resta de vida. Sí, sonará egoísta pero no quiero tener que volver a verlo nunca más. ¿Es curioso, no? Que sea el más profundo de los terrores el que me esté haciendo tener la fuerza suficiente para mantener sellados mis labios aún en medio de esta situación tan espantosa. Pero dadas las circunstancias, no me importa a qué tenga que aferrarme, lo haré, porque literalmente, mi vida y la de miles de personas depende de ello. Por aquellos que más amo, por mis padres, por Lisia y Brendan: mis queridos amigos, por Drake, Glacia, Phoebe y Sidney que han depositado su confianza en mí como Campeona, por todos los líderes de gimnasio que me ayudaron a crecer y a ser más fuerte, pero sobre todo, por ti, por ti Steven, me mantendré fuerte hasta la muerte si es necesario.

Elysia se mantenía en silencio, repasando constantemente en su interior este discurso que se había convertido en una especie de mantra para ella. Por supuesto que Courtney no era tonta y sabía que la Campeona siempre estaba pensando en algo, se esforzaba mucho para intentar aparentar lo contrario y que únicamente se mantenía con los ojos cerrados y tirada en el piso sin afán de hablar ni compartir nada, pero en realidad, su mente se mantenía ocupada todo el tiempo haciendo un esfuerzo muy, muy grande por no colapsar. Para ella, esa era prueba suficiente de que Elysia mentía y que cada vez se encontraba más cerca de dar con la información que anhelaba, sin embargo, lo único que realmente le preocupaba ahora era el tiempo. Recordar la llamada de aquella mujer con Derek en la que le advirtió que solo tendría 3 días para obtener resultados le daba escalofríos.

Debía reconocer que, aunque no conocía a fondo a la persona que se había convertido en su empleadora, las pocas veces que tuvo oportunidad de cruzar palabra con ella se había sentido sumamente intimidada. Catherine Lloyd era una mujer muy astuta, altamente educada e inteligente, que aparentaba bondad y despreocupación, pero había algo en su carácter que a Courtney le molestaba mucho, aunque no sabía a ciencia cierta qué era o a qué se debía. Sin embargo, cuando Catherine se le había acercado para proponerle ayuda para realizar su plan de raptar a la Campeona de Hoenn con el objetivo de conseguir la ubicación de Groudon, Courtney no pudo hacer más que mostrarse sumamente agradecida por ello y aceptar de inmediato. Sabía de sobra que lo que más necesitaba después de haberse insubordinado al Team Magma y a Maxie, eran recursos monetarios para cumplir sus planes y demostrarle a él lo equivocado que estaba con respecto a ella y a Groudon.

Así que en ese momento no lo pensó mucho y gustosa se puso a las órdenes de la misteriosa mujer de Sinnoh. Ella jamás le explicó cuáles eran sus motivos para proveerla de todo lo necesario para montar una nueva base de operaciones desde donde pudiera planear todo junto con los ex reclutas del Team Magma que había logrado convencer para que la siguieran, aunque en un principio no le interesó en lo absoluto. Sin embargo, tiempo después sintió suficiente curiosidad y valor como para preguntar, pero solo se topó con una severa reprimenda y amenazas de retirarle los fondos si continuaba indagando en cosas que no eran de su incumbencia. Catherine dejó muy claro que no deseaba ser cuestionada en ese sentido y que Courtney únicamente debía contentarse con saber que ella se encontraba de su lado y que sus intereses coincidían.

Ante semejante respuesta no había mucho que hacer más que obedecer y concentrarse en los preparativos para llevar a cabo su ataque. Además, primero debía cerciorarse de que, en efecto, los signos de energía que Groudon solía emitir aún mientras se encontraba en estado inerte se habían esfumado por completo. Les llevó meses prácticamente el "escanear" la región Hoenn de norte a sur y de este a oeste en busca de la más débil de las señales que encajara con las lecturas que habían obtenido cuando aún formaban parte del Team Magma y que, por supuesto, habían robado junto con mucha otra información que consideraban relevante. Al no encontrar nada útil y decisivo, Courtney se terminó de convencer de que no habría otra forma de dar con el legendario pokémon más que recurrir a la última persona que lo vio antes de que "desapareciera": la Campeona, Elysia White.

Y así fue como se había metido en este lío del que ya no había vuelta atrás. El endeble y decaído cuerpo de la joven que reposaba a sus pies fungía como el más penetrante de los recordatorios. Realmente no me gusta hacerte esto, no te odio como para hacerte sufrir así, pero... ¡maldita sea, si tan solo no fueras tan obstinada! El tiempo se terminaba para ella y para Elysia. Algo se lo decía, se lo gritaba en su interior. Ese rasgo que le dejaba presentir cosas futuras se hacía presente de nueva cuenta. La persona en la que simplemente había decidido confiar no sería más benevolente con la Campeona. Al día siguiente Catherine llegaría a tomar las riendas y solo Arceus sabía qué era lo que se tenía entre manos, pero de algo Courtney estaba segura: el verdadero infierno estaba por comenzar.

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