Curando las heridas
¡Hola de nuevo!
Pues ya es hora del tercer capítulo, debo decir que creo que me quedó un poco largo pero a pesar de ello, he quedado muy contenta con él. Como siempre, espero les guste y me hagan saber qué van pensando del fic y si tienen algunas sugerencias o simples comentarios para mejorar que estaré feliz de leerl@s a tod@s.
Sin más preámbulos, les presento la tercera parte :D
___________________________________________________________
CINCO MESES DESPUÉS...
Los rayos del sol se colaban por mi ventana pegándome directamente en el rostro. Me cubrí con las cobijas y le di la espalda, deseando dormir un poco más, pero era inútil, pues para mis pokémon ésta era la señal que necesitaban para comenzar a inquietarse, especialmente Lilligant, a quien le gustaba salir a tomar baños de sol matutinos.
Me levanté con desgano y me estiré para liberarme del sueño. Mi Blaziken que ya se encontraba despierto, me miraba fijamente con los brazos cruzados.
- Sí, Blaziken, ya sé que es un poco tarde y que debo apresurarme para ir a entre... - un bostezo interrumpió mi frase - ...nar.
Como respuesta, mi pokémon sólo asintió. Blaziken y yo éramos los mejores amigos, él había sido mi primer pokémon y lo había cuidado desde que era un pequeño Torchic. Lo amaba más allá de toda comprensión, habíamos vivido muchísimas cosas juntos y a estas alturas, casi lograba entender lo que pasaba por su mente. Teníamos una gran conexión.
Caminé hacia la salida y abrí la puerta. "¡Vamos, salgan todos!" – ordené mientras la sostenía y mis seis pokémon principales salieron dando tumbos, Blaziken el último de ellos. "En un momento estoy con ustedes, no me tardaré, te lo prometo", le dije a mi pokémon de fuego y en seguida alcanzó al resto.
Mientras ellos salían a jugar a nuestro enorme patio trasero, me di un baño rápido y me arreglé. Entrenar se había convertido en un hábito casi desde mi regreso a casa después de convertirme en campeona. Hábito que se había visto interrumpido durante poco más de un mes justo después de que Steven se había ido...
Recordarlo aún me dolía mucho, las semanas sucesivas a su partida me había encerrado en casa, sin querer salir prácticamente ni siquiera de mi habitación. Lloraba casi todo el tiempo, atormentándome con los recuerdos, con las preguntas, las dudas y mis deseos fallidos de verlo regresar. Las pocas veces que salí de casa fue porque asuntos urgentes requerían mi presencia en la Liga, aunque por fortuna eran estancias cortas.
Después, conforme pasaban los días, entendí que no ganaba nada comportándome de esa manera. En el Pokénav tenía varios mensajes de voz de Lisia, preguntándome acerca de por qué no me había aparecido en semanas, y diciéndome que los fans estaban ansiosos por verme en un nuevo concurso. ¡Ay, Lisia! Tenías tanta fe en mí y te he defraudado... pero espero poder cumplir esa promesa que te hice alguna vez y pronto retomar mi carrera en los concursos Pokémon.
Si sólo supieras por qué no he tenido fuerzas para enfrentar al público... quizá entenderías...
Durante esas semanas iniciales de soledad y desolación, tuve que buscar maneras de huir de mi realidad, de distraerme. Retomé varios hábitos que había dejado a un lado cuando emprendí mi viaje. Leí como loca, volví a tocar el piano... e incluso adquirí algunos nuevos. Se me hizo vicio salir a pasear con mis pokémon al bosque y llevarme un cuaderno en el que empecé a garabatear las hermosas vistas y fauna con las que nos encontrábamos.
Fue a través de todo eso que empecé a liberarme, a desahogarme, a olvidar... El dolor se fue haciendo menor, las pesadillas empezaron a desaparecer por las noches, las lágrimas cada vez se hacían más escasas...
Catarsis. Esa es la palabra. Todo ello me ayudó a experimentar un proceso catártico a través del cual, empecé por fin a salir a flote.
Pero siendo sincera, no fueron las únicas cosas que me ayudaron. No, definitivamente mentiría si lo asegurara.
Mientras me miro al espejo, me sorprendo a mí misma sonriendo de manera inconsciente y estúpidamente, me sonrojo al comprobarlo a pesar de saber que estoy sola.
Volteo hacia el tocador, donde hay una fotografía en un marco. En ella, estamos Brendan y yo. Sí, el hijo del Profesor Birch, mi vecino. Nuevamente sonrío, pero esta vez a la foto. Coloco el cepillo sobre el mueble y le doy los últimos toques a mi peinado. Ya no uso la diadema roja de enorme moño, esta es una más discreta, que me permite llevar suelto mi castaño y ahora, largo, cabello. Creo que hace que me vea un poco más madura y eso me agrada. Ya no quiero parecer una niña, porque desde hace mucho que dejé de serlo emocionalmente.
Una vez lista, bajo las escaleras corriendo. En la planta baja, mis padres están desayunando y me dan los buenos días con una sonrisa en la cara.
- ¡Buenos días, Elysia! Otra vez madrugaste... - comenta mi padre cero sorprendido, esto ya es una rutina.
- Sí, quedé con Brendan de ir a entrenar juntos al campo como de costumbre... - respondo mientras me sirvo jugo de naranja en un vaso.
- Me alegra mucho que tú y el hijo del Profesor Birch se lleven tan bien, Elysia. Y que luzcas más contenta últimamente – añade mi madre, acariciándome una mejilla con dulzura.
- Ehh... gracias... - respondo sintiéndome súbitamente avergonzada – Brendan es un muy buen amigo – agrego tratando de sonar casual.
No obtengo una respuesta por parte de ninguno de los dos, pero logro observar cómo se voltean a mirar con complicidad y una risilla en los rostros. Sé lo que significa, de alguna manera lo intuyen...
El desayuno termina sin mayores sobresaltos y me apresuro a reunir a mis pokémon dentro de sus pokéballs mientras mi padre se alista para ir al gimnasio de Petalburg. Cuando mamá y yo nos estamos despidiendo de él en la puerta de la casa, aparece Brendan.
- Buenos días, Sr. y Sra. White – saluda cortésmente - ¡Buenos días, Elysia! – se dirige a mí con un muy marcado entusiasmo.
- Buenos días, Brendan – respondemos todos al unísono, aunque estoy consciente de que la sonrisa en mi rostro es más pronunciada que la que le ofrecen mis padres.
- ¿Ya estás lista para nuestro entrenamiento? – se dirige a mí con sus azules ojos brillando y yo asiento como respuesta.
Antes de que podamos partir, mi padre se planta enfrente de nuestro vecino y poniéndole una mano sobre el hombro izquierdo, le dice:
- Brendan, sé que está de más que te lo pida, pero por favor, cuídense mucho y sobre todo, cuida mucho a Elysia, ¿de acuerdo?
- Claro que sí, Sr. Norman, cuente con ello – responde el aludido con seguridad y alegría.
- ¡Papá! ¡Me sé cuidar perfectamente sola, además, soy la campeona de Hoenn, tengo a mis pokémon para ayudarme! – protesto con el orgullo herido.
- Lo sé, Elysia, pero para tu madre y para mí, siempre serás nuestra pequeña – responde mi padre con tono jocoso mientras me da unas palmaditas en la cabeza, situación que no hace más que irritarme pero intento disimular – en fin, no los atraso más, que tengan un buen viaje – termina, y yo soy la más agradecida de que por fin podamos irnos.
Para apresurar a Brendan y sin pensarlo dos veces, sujeto su mano y lo comienzo a jalar hacia el camino a la ruta 101, tomándolo por sorpresa. En cuanto estamos lo suficientemente lejos de mi familia, lo suelto y aprovecho para descansar un poco y respirar.
- ¡Vaya, Elysia! ¿Qué fue eso? – me pregunta con el aliento entrecortado por la carrera.
- Lo siento, es sólo que ya no quería que mis padres siguieran avergonzándome - respondo al instante.
Como respuesta, mi interlocutor se comienza a reír, cosa que no me hace mucha gracia, honestamente.
- Elysia, eso no debería ser un problema, ellos sólo están preocupados por ti como cualquier padre y más, teniendo una hija tan bonita como tú – responde con una sonrisa abierta y coqueta.
"¡Maldito seas, Brendan, odio cuando haces eso!", pienso para mis adentros, intentando con todas mis fuerzas no ponerme nerviosa ni sonrojarme.
- ¡Eres un tonto! – chillo, fingiendo indignación mientras paso a su lado codeándolo en el costado, últimamente esos coqueteos se empezaban a hacer cada vez más frecuentes y eso me ponía los nervios de punta, aunque siendo sincera, no me molestaban del todo.
Brendan se ríe de nuevo, esta vez soltando una carcajada. "¡Vaya tonto!", pienso, pero no puedo negar que ha sido precisamente ese buen humor suyo, entre otros factores, lo que en gran parte, me ha ayudado a salir de la soledad y tristeza en la que me dejó hundida Steven.
- Podrás hacerte la loca, Elysia, pero yo sólo digo la verdad... - su frase se vio interrumpida por una fría mirada mía.
- Brendan, no estamos para juegos, anda vamos, que se nos hace tarde – solicité dando por terminada la pequeña e incómoda charla mientras me ponía en marcha hacia Oldale Town.
Lamenté un poco ser tan cortante, pero realmente no quería permitir que el recuerdo de Steven ensombreciera mi humor. Por supuesto que Brendan no tenía la culpa, pero seguía siendo un poco difícil para mí mantener el equilibrio en mis emociones cuando el ex campeón de Hoenn se cruzaba en mis pensamientos.
Después de una caminata de casi media hora por fin llegamos al claro en la ruta 103 que habíamos convertido en nuestro "campo de entrenamiento privado". Era un lugar un poco remoto y escondido, a las orillas de un pequeño lago, lo cual era ideal para que nuestros pokémon de agua tuvieran la oportunidad de librar batallas donde el ambiente les favoreciera. Eso era bueno... y malo a la vez, ya que el Swampert de Brendan era realmente fuerte y tengo que admitir que ya me había causado problemas en más de una ocasión.
Por supuesto que a él esa situación le agradaba bastante y su ego era cada vez mayor. "¡Wow! ¿Quién diría que un humilde entrenador y su pokémon pondrían en aprietos a la magnífica campeona de Hoenn?", solía mofarse después de una extenuante batalla, ganándose una mirada asesina de mi parte, lo cual obviamente, no hacía más que aumentar su diversión.
Yo estaba consciente de eso, por supuesto que sí, no soy tonta. Pero, debo admitir que aunque me mostrara irritada por sus comentarios, en el fondo no era así. Los agradecía. Con el alma. Brendan no tenía idea de lo mucho que él me estaba ayudando a salir adelante, a olvidar y a sanar las heridas. A que por fin, éstas fueran cicatrizando.
Día a día, desde que él había regresado de Battle Resort, estaba ahí para mí. Nuestra amistad creció y puedo decir sin duda que lo considero mi mejor amigo. Y... no sólo eso... creo que he empezado sentir algo más por él...
- ¿Elysia?... ¡Elysia! –exclama haciéndome señas con ambas manos, como si intentara comprobar que no me he quedado ciega de súbito.
- Eh... ¿sí? – respondo despistadamente - ¡Oye, no hagas eso! – reclamo dándole unas palmaditas en las manos como protesta una vez que salgo de mi aturdimiento inicial.
- ¡Ouch, ouch! Oye chica, golpeas más fuerte de lo que crees... - se queja él de manera teatral.
- Brendan eres un exagerado – respondo entre risas.
- No, ahora tendrás que arreglar esto – dice señalando el dorso de su mano derecha, que para mi sorpresa, sí luce un poco roja.
No puedo contener la vergüenza y sin pensarlo, sujeto su extremidad suavemente y comienzo a acariciarla en ese mismo ánimo.
- Lo siento de verdad, no pensé que fuera a lastimarte... - digo con un hilo de voz y la mirada baja.
Por unos instantes, ninguno de los dos dice nada y yo me quedo absorta en la tarea que me ocupa. El tacto de su piel es muy agradable, sostener su mano entre la mía resulta acogedor y extrañamente tranquilizante. Descubro que es una sensación que me gusta mucho más de lo que hubiera podido imaginar y que me hace sentir una paz que hacía demasiado tiempo no experimentaba.
Alrededor nuestro el silencio es casi total, sólo interrumpido por el canto de los swellow en la distancia y el chapotear de algunos otros pokémon en el lago. El tiempo parece detenerse por unos segundos, yo no quiero que este momento termine...
De repente, me sorprendo cuando Brendan coloca su mano izquierda sobre la mía y la aprieta suavemente. Volteo desconcertada hacia arriba y mi mirada choca con la suya. Él está sonriendo levemente, sus ojos azules nuevamente tienen ese brillo que ya he aprendido a reconocer y a aceptar como natural cuando está conmigo. Mi corazón empieza a latir con más fuerza y sé que me he sonrojado, así que intento desviar la mirada, pero él me lo impide. Brendan me suelta y ahora, es mi cara la que sujeta entre sus manos obligándome a mirarlo de nuevo.
- Brendan... - intento decir, pero la voz se me ahoga en la garganta.
Él no dice nada, tan sólo comienza a acercar su rostro al mío lentamente. Sé lo que pretende y por un momento me quedo de piedra. ¿Qué debo hacer? El nerviosismo llega a su máxima expresión mientras lo observo. Brendan... ha cambiado tanto. Definitivamente tampoco es el chico que conocí cuando recién llegué a Hoenn. Él también ha madurado y crecido, tanto física como mentalmente, lo cual le ha favorecido en gran manera. Si antes no podía verlo con otros ojos que no fuera como amigos, ahora...
Detengo de súbito mi tren de pensamientos cuando su rostro está a sólo unos centímetros del mío, el cual él aun sostiene entre sus manos. Todo sucede muy rápido. En mi mente los recuerdos pasan como si fueran una película a toda velocidad. Pero entre todo ese desastre, al final, una sola imagen prevalece.
Steven...
Cierro los ojos con fuerza tratando de apartar su rostro de mi memoria, pero es inútil. Y cuando Brendan está a punto de besarme, giro mi cara hacia un lado y lo aparto de mí con toda la sutileza de la que soy capaz.
Brendan se queda congelado en su sitio sin saber qué hacer durante unos segundos y yo tengo que darle la espalda, no puedo voltear a mirarlo, no tengo el coraje. Sé que lo he lastimado al rechazarlo, pero no tenía opción. Si lo besaba, lo habría hecho mientras pensaba en alguien más y eso no sería justo para él. Una lágrima discreta se escapa de mis ojos al darme cuenta que las heridas que Steven dejó siguen estando vivas. Y no sólo eso, sino que aunque me lo había estado negando todo este tiempo, aún siento algo muy fuerte por él...
- Elysia... - su voz apenas sí logra escucharse, es evidente que se encuentra muy afectado – perdóname, no debí haber hecho eso – agrega, aclarándose la garganta para sonar más firme.
Nuevamente nos quedamos callados y sin hacer nada por unos instantes. Esto se ha tornado demasiado incómodo y por si fuera poco, estoy luchando contra los impulsos de tirarme al piso y abrazar mis rodillas ante el súbito dolor que está abrasando mi pecho por dentro. Finalmente, él decide plantarse frente a mí ante mi nula respuesta.
- ¡¿Qué tienes?! – pregunta alarmado al percatarse de que tengo los ojos llorosos – Elysia, por favor, ¡perdóname, no quise hacerte daño!
- Brendan, no... - hago una pausa para tomar aire – no es tu culpa, tú no me has hecho daño, no te preocupes...
- ¿Cómo esperas que te crea si estás llorando? Elysia, no te ves nada bien...
- Repito, no es tu culpa... es sólo que... recordé algunas cosas que no quería y eso me afectó más de lo que esperaba, pero estaré bien – respondo, intentando sonar lo más convincente posible y sosteniéndole la mirada, finalizo -Te lo prometo.
Como respuesta, él sólo me mira desconcertado. Es evidente que no me ha creído una sola palabra y que está inquieto. Sé que no podemos continuar así, uno de nosotros tiene que ponerle fin a este embrollo.
- Brendan, creo que deberemos cancelar el entrenamiento de hoy. Ninguno de los dos estará concentrado y personalmente, tengo mucho en qué pensar... - acto seguido, comienzo a caminar hacia la primera dirección que se me ocurre, no sé ni siquiera a dónde ir, sólo sé que no quiero estar aquí y que tampoco deseo regresar a casa.
Mi interlocutor no responde ni hace nada para detenerme. Pobre Brendan, odio tener que hacerle esto pero es muy evidente que tengo asuntos que atender urgentemente y para lo que necesito estar sola. Camino casi por inercia sin estar consciente de mis alrededores por un buen rato, hasta que encuentro un lugar lo suficientemente apartado.
Me siento en el piso en posición de loto y sostengo mi cabeza con ambas manos. Respiro lenta y profundamente, no quiero dejar que el llanto salga a raudales otra vez porque sé que eso me derrumbaría por completo de nueva cuenta. Y no puedo permitir que eso ocurra, no esta ocasión. Por ello, me concentro en intentar poner mis pensamientos en orden, a priorizar mis emociones y a tranquilizarme.
Esa es una tarea que, sin darme cuenta, me lleva horas. Cuando por fin me siento más dueña de mí misma, más en control, me percato que no falta mucho para que comience a ocultarse el sol. Asustada ante el temor de perderme si anochece, me levanto de golpe y comienzo a emprender el camino de vuelta a casa. Conforme avanzo compruebo que soy capaz de reconocer el paisaje, lo cual es reconfortante, pero aun así aprieto el paso. Mientras camino, me limpio las lágrimas de la cara e intento recomponerme. No quiero enfrentar a mis padres luciendo un semblante decaído, eso sólo atraería preguntas indeseadas.
Finalmente llego a Littleroot cuando ya está oscuro, a pesar de que no sea muy tarde. En esta época del año es así. Estoy cansada y hambrienta, así que les suplico un último esfuerzo a mis pesadas piernas para correr hacia casa. Cuando estoy en la puerta y saco la llave para abrirla logro alcanzar a escuchar voces en el interior, aunque no con claridad. "¡Vaya, parece que hoy papá regresó temprano del Gimnasio!". Inserto la llave y la hago girar, pero la puerta se atora por un segundo, lo que me obliga a mirar hacia abajo y darle un puntapié para que pueda abrir. Funciona. Después de retirar la llave y entrar y aun dando la espalda, escucho la voz de mi madre exclamar alegremente:
- ¡Oh, Elysia, por fin llegas! Tienes visita, cariño y a que no adivinas quién es.
Me congelo en mi sitio por un momento mientras aprieto fuertemente la manija. Súbitamente, un inexplicable escalofrío recorre mi cuerpo.
Cuando me doy la vuelta para ver de quién se trata, tengo que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para no salir corriendo. Ante mí, a unos metros de distancia en la sala, se encuentra Steven de pie.
- ¡Elysia, me alegro tanto de verte otra vez! – saluda cortésmente con una enorme sonrisa en el rostro.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top