Un Lugar para Llorar
La Zona Safari era conocida entre los entrenadores por contener especies de pokemon extraños que difícilmente se hallaban en otros lados. Estaba a pocos kilómetros de ciudad Calagua, una ciudad grande y portuaria, por lo que era muy frecuentada por entrenadores de todo tipo. Grandes y chicos, expertos y novatos, ninguno quería perderse una ida a la famosa Zona Safari, aunque se gastara todas sus Ceboballs y se le acabara el tiempo sin capturar ni un solo pokemon, la experiencia era enormemente recomendada.
Cierto día, temprano por la mañana, justo después de abrir las puertas del safari, un muchacho de larga capa y sombrero apareció como de la nada ante las puertas. En la Zona Safari casi nunca tenían clientes a esa hora, por lo que solo había un empleado en la sala de entrada, detrás de la caja.
—Zona Safari— saludó el tipo, muy ocupado intentando ocultar su sueño como para reparar en la cara del recién llegado— ¿En qué lo puedo ayudar hoy?
—Hola— contestó el chiquillo, con una voz apacible— quisiera que liberaran a todos los pokemon cuanto antes, por favor.
El empleado, unos años mayor que el recién llegado cliente, se quedó mirando los botones de la caja. Esperaba que le pidieran un tiempo o le preguntaran sobre las distintas áreas de la Zona Safari, por lo que necesitó de varios segundos para comprender qué le decían.
Entonces se dio cuenta, y subió la mirada, atónito. Frente a él no se encontraba cualquier muchacho, sino que el mismísimo Ruby, el pirómano. Este lo miró con su ojo de color rojo y le sonrió con cordialidad, como un joven educado que iba a su primer safari.
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Pocas horas más tarde, una horda de miles de pokemon de distintas especies y tamaños corrió a través de las puertas rotas de la Zona Safari, hacia la libertad. Ruby y sus amigos se pararon sobre el edificio de la entrada del safari para mirar cómo los ríos de pokemon salvajes llenaban los caminos bien cuidados de la ruta 121 para dirigirse al oeste. Esperaron que todos los pokemon se marcharan sin más, pero de pronto los más grandes comenzaron a detenerse para mirar hacia atrás. Por un momento Ruby creyó que dudaban de si esa era la mejor opción, que los humanos irían a cazarlos nuevamente, y esta vez serían más crueles, más brutales... pero no era eso. Pronto se dio cuenta que no miraban al edificio con ojos largos, sino a él, con admiración.
En poco tiempo los otros pokemon del éxodo también se detuvieron y le dedicaron una mirada. Fue un espectáculo silencioso que dejó al muchacho y a sus amigos boquiabiertos; decenas de miles de cabezas giradas hacia ellos, callados.
—¿Qué hacen?— preguntó Ruby en voz baja— ¿Por qué no se van?
Brainy se aclaró la garganta.
—Creo...— su voz dubitativa. Estaba tan sorprendida como él— creo que saben que fuiste tú quien los liberó.
Ruby guardó un momento de silencio.
—¿Y qué hago?— alegó, nervioso.
—No lo sé ¿Saluda?
Nunca tantos ojos habían mirado a Ruby al mismo tiempo. Con cierta torpeza, alzó una mano sobre su cabeza. En ese mismo instante, como una bomba esperando una señal, los pokemon estallaron en rugidos y gritos de ovación. No se alcanzaba a oír nada coherente, pues no gritaban palabras, sino sus voces, la forma más básica de comunicación de cada especie, lo que todo entrenador oía al toparse con un pokemon salvaje. Sin embargo, Ruby comprendió el significado de cada una de esas voces sin problemas: "Gracias. Eres nuestro salvador".
La mano torpe de Ruby se volvió un puño firme, el cual recogió y alzó de nuevo con más fuerza. Los pokemon volvieron a gritar, emocionados. Ese momento de gloria era una chispa que causaría el incendio sobre la tiranía de los humanos.
Después de que los pokemon se cansaran de agradecerle a Ruby y retomaran su marcha hacia los bosques de la ruta 120 y el mar, Ruby sintió una mano posarse sobre su hombro. Se volteó, y encontró a Brainy con una cara sombría.
—Tenemos que irnos— le indicó en un tono bajo, suave.
Ruby frunció el seño. La policía y entrenadores no tardarían en llegar, y cuando lo hicieran, intentarían capturar a todos los pokemon que encontrasen a su paso. Si Pokemon Gijinka se quedaba a proteger el éxodo, pronto serían diezmados y ejecutados. Y si terminaban con Pokemon Gijinka, terminaban con todo el movimiento que habían creado. Quizás Zafiro podría ir y salvarlos, pero no podían permitirse confiar tanto en la suerte. La única opción era abandonar a todos los pokemon que habían liberado y esperar que la mayoría lograra esconderse hasta que los humanos se cansaran de buscarlos.
Desde la posición de altura en la que se encontraba, Ruby meditó en qué dirección tomar rumbo. Miró hacia el oeste, a donde se dirigían los pokemon. Desde ahí habían llegado, y no quería regresar sobre sus pasos. Luego miró hacia el este, hacia la próxima ciudad, sin embargo las fuerzas policiales llegarían desde ese lado, y arrojarse hacia allá era muy arriesgado. También contempló la posibilidad de esconderse en los mismos terrenos de la Zona Safari, pero los cuidadores conocían bien el lugar, y podrían encontrarlo con facilidad. Solo quedaba un lugar; al sur. Desde lo lejos se podía ver una pequeña montaña emerger desde las aguas, su cima plagada de densa niebla.
—Muy bien— Ruby golpeó una palma con su puño— Hacia la montaña misteriosa, entonces.
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Tuvieron que avanzar con mucho cuidado de no ser vistos por la gente que se encontraba por el lugar, puesto que no querían que la policía los siguiera hacia un camino sin salida. Sin embargo, la enorme masa de pokemon escapando constituían una perfecta distracción. Pokemon Gijinka llegó al Monte Pírico al anochecer, sin mayores contratiempos.
Cuando Ruby se bajó del lomo de Beauty para posar sus pies sobre la entrada al monte, aprovechó para mirarlo hacia arriba. Era alto y simple, nada más que paredes de roca ligeramente inclinadas. No era escalable, pero se veía una entrada bastante trabajada a pocos metros desde donde él estaba. No había cercas eléctricas ni nada por el estilo, y la zona se veía limpia, por lo que el muchacho supuso que se trataba de un lugar medianamente frecuentado y de acceso público.
—Este lugar me da escalofríos— rezongó Brainy.
Smoky posó una mano sobre su espalda para hacerla sentir mejor, aunque no controló bien su fuerza y se sintió más como un manotazo que una caricia. Sin embargo él no se dio cuenta, y continuó hacia la entrada. Ruby lo siguió de cerca, y luego los demás. Brainy se apresuró a acercarse a la espalda de su entrenador, ligeramente amedrentada.
En poco tiempo, Pokemon Gijinka llegó hasta una gran sala sin mesas ni sillas, solo un piso frío, paredes de roca bruta y lápidas, montones y montones de lápidas repartidas por toda la habitación. Un puñado de personas se encontraba en la habitación con ellos, pero parecían no querer mirar a otro lugar que la lápida que tenía cada uno al frente.
—¿Qué es este lugar?— inquirió Smoky, consternado
—¿Y esas piedras tan raras?— saltó Fiercy, casi divertida. Su risita sonó fuerte en la sala, con lo que a Ruby se le estremeció el corazón.
—Es un cementerio— explicó, antes que cualquiera de sus amigos dijera otra impertinencia. Todos se lo quedaron mirando, dando a entender que aún no sabían de qué hablaba. Ruby se sintió como un mal padre por no haberles enseñado algo tan básico hasta el momento— Es donde entierran a los muertos. Esas piedras se llaman lápidas, bajo cada una se encuentran los restos de una persona.
—Eso no es del todo correcto, jovencito— le corrigió una mujer.
El grupo se giró para advertir a una anciana parada junto a ellos. Llevaba uniforme gris y un parche en su pecho con su nombre, indicando que trabajaba allí.
—¿Ella será la sepulturera?— se preguntó Ruby.
—Es verdad que este es un cementerio, pero aquí no hay ninguna persona enterrada, mijo. Este es el Monte Pírico, el lugar de descanso de los pokemon de Hoenn.
La señora dio un paso adelante, con lo que su perfume llegó a la nariz de Ruby. Olía a Lavanda.
—Qué estupidez más grande— bufó Birdy— Los pokemon mueren, no "descansan" ni nada por el estilo. Conservar sus restos no es más que una excusa infantil para aliviar su depresión.
Todos miraron a Birdy con sorpresa. Su primera reacción fue enfrentarlo, contrariados por su rigidez, sin embargo al pensarlo mejor, no les costó darse cuenta que Birdy hablaba tanto de las personas en esa habitación como de sí mismo. Ruby llegó a preguntarse hasta cuánto Birdy había querido conservar los restos de Cloudy. Pero nunca tuvo ese privilegio, ni siquiera pudo abrazarla el día en que murió. Había tenido que superarlo sin una lápida que lo consolase. Nadie podía decirle nada, no a él.
—Puede que tengas razón, pequeño Swellow— contestó la anciana en tono amable— ¿Pero puedes culparlos por llorar? No todos tienen mentes fuertes como la tuya, necesitan creer que algo aún los conecta con sus seres queridos o se derrumbarían por completo.
Birdy comprendió que sus reclamos no le servían a nadie, por lo que no dijo más.
Ruby se tomó un momento para examinarlo con la mirada, y comprobó, aliviado, que solo parecía frustrado por haber dado su opinión cuando nadie se lo pedía, más que por el recuerdo de Cloudy. Al muchacho aún le costaba creer que su Swellow se hubiera tomado tan poco tiempo en aceptar la muerte de su prometida.
Luego se giró hacia la anciana. Todo el tema del cementerio de pokemon le interesaba. Además, ella se había dirigido a Birdy como cualquier guardia de seguridad se habría dirigido a una persona: de igual a igual, y con educada neutralidad. Eso era mucho más de lo que podían decir la mayoría de los guardias en Hoenn.
—Nosotros perdimos a una compañera hace algún tiempo— le reveló a la anciana— No nos haría mal rezar un poco por su alma, aunque nunca supimos lo que ocurrió con su cuerpo ¿Hay alguna especie de tumba general?
La anciana sonrió con ternura.
—No formalmente, pero a la gente en su situación suele ir hacia la cima del monte para darles un último adiós a sus amigos perdidos. Todos pueden ir, aunque ten cuidado, hay pokemon rondando por ese lugar. Seguramente deberás luchar una que otra pelea para llegar allá...— la anciana se llevó una mano al mentón, pensativa— ahora que lo pienso, los otros dos grupos no han bajado aún.
—¿Otros grupos?— inquirió Ruby.
—Sí. Hace algunas horas aparecieron varias personas con túnicas rojas, todos muy bien formados, siguiendo a un sujeto de gafas, y se fueron hacia arriba. Poco después entraron dos o tres docenas de sujetos musculosos, todos con pañuelos azules en la cabeza y piel curtida y morena. Eran un poco más ruidosos, y por un momento creí que iban a bandalizar el cementerio, pero subieron sin hacer nada, así que no me preocupé... pero han pasado un par de horas, y nadie ha bajado. Me pregunto si les habrá ocurrido algo.
Ruby miró a sus pokemon, los cuales asintieron sin pensárselo dos veces. Los equipos Aqua y Magma juntos en un lugar. Mala señal.
—Señora, quisiera ir hacia donde fueron esos grupos— le pidió Ruby, decidido
—Sí... claro— la anciana asintió, un tanto confundida. Luego indicó el pasillo que tenía a su espalda— Sigue ese corredor hasta el final, no hay cómo perderse.
—Gracias— contestó Ruby antes de marchar a paso veloz hacia la salida. Sus pokemon lo siguieron de cerca, como siempre.
—¿Qué crees que tramen esta vez?— inquirió Smoky.
—Ni siquiera me lo imagino— admitió Ruby— pero me irritan sus tontos planes ¿Cómo no pueden ver que nos matarían a todos si consiguen sus deseos?
Después de una corta caminata por el pasillo gris y triste del cementerio, Pokemon Gijinka llegó a una puerta que llevaba al exterior. Habían subido uno o dos pisos, por lo que desde ahí pudieron contemplar las verdes rutas de Hoenn, que se extendían hacia el este.
Tal y como había dicho la anciana, solo encontraron un camino al salir. Siguieron hacia la izquierda por el pasto, a través de la hierba alta. Ascendieron por escalera tras escalera, y mientras más avanzaban, más frío se volvía el viento que golpeaba contra sus caras. Era una noche fresca, pero ya entrarían en calor.
También se encontraron unos cuantos pokemon salvajes, mas estos se volvían a esconder al verlos, intimidados por la cantidad de pokemon entrenados y la fuerza que irradiaban. Aun así, Ruby les sonreía y les asentía con la cabeza, esperando que con eso entendieran que él no estaba ahí para intentar capturar a nadie.
Pronto notaron que había niebla a su alrededor, y Brainy se apegó al brazo de Ruby, tan amedrentada como cuando entraron en el cementerio.
—¿Qué ocurre?— le preguntó su entrenador, divertido con la expresión de miedo de su Gardevoir.
—No me gusta este lugar, se siente raro, percibo mentes donde no debería haber. Derrotemos a esos tontos de una vez y vámonos rápido de aquí ¿Sí?
—Claro, claro— contestó un sonriente Ruby.
Brainy examinó su alrededor, y al hacerlo se encontró con la mirada risueña de Fiercy. Parecía que le gustaba verla aterrada.
—¡Quítate esa expresión de la cara!— bramó, enfadada.
—¿Qué expresión?— se defendió Fiercy.
—¡Esa que estás haciendo ahora! ¡No te burles de mí!
—¡Pero si no me río de ti!
—¡Sí lo estás haciendo! ¡Deja de...— pero en ese momento sintió una gran sorpresa en las mentes de su equipo.
Se giró al frente, en donde una escena poco agradable los esperaba: Justo a los pies de una escalera de piedra, un hombre con las ropas del equipo Aqua yacía en una posición muy incómoda, cabeza abajo y con los brazos y piernas abiertos. Sus ojos no pestañeaban, sus labios no se cerraban, y en su barriga se veía una herida demasiado grande para permitirle vivir. Sobre él, una pequeña niña de cabellos rizados y colas marrón le quitaba pedazos de carne del pecho con la boca y se los comía.
—¿Un cadáver?— se extrañó Brainy— ¿Alguien murió antes que nosotros llegáramos?
Pokemon Gijinka se acercó a la niñita que comía tranquilamente las entrañas del hombre, sin embargo esta al notar su presencia, corrió a esconderse detrás de unas rocas.
—¿Y ese pokemon?— inquirió Beauty.
—Es una Vulpix— contestó Ruby— Son originarios de Kanto, muy apreciados por su belleza— pero al decir eso se acordó de la vez que conoció a Kitten, con lo que un escalofrío le recorrió la espina.
—Pobrecita, creyó que vinimos a quitarle la cena— comentó Fiercy, y luego se giró hacia los pedazos de muralla de roca en donde la Vulpix se había ido a esconder— Tranquila, pequeña. No te haremos nada, solo venimos pasando.
Pero la Vulpix no contestó, ni asomó su cabeza desde las rocas.
—Bueno, no importa— Smoky se encogió de hombros— Volverá a comer cuando nos hayamos ido. Más me extraña el cadáver de este sujeto.
—Sí, a mí también— concordó Ruby— Supongo que solo hay una forma de averiguar cómo llegó aquí.
El muchacho levantó su vista del cadáver para seguir su camino, pero en eso se encontró con la Vulpix, la misma que se había escondido. Ella estaba parada en medio del camino, mirándolo con las manos detrás de su espalda. Parecía querer penetrar su mente con la mirada. Casi toda su cara estaba manchada de sangre, de un color rojo oscuro que no combinaba bien con el rojo claro de su cabello.
—¿Tú eres el entrenador legendario, ese del que todos hablan?— le preguntó la niña.
Ruby sonrió.
—Eres una niña muy valiente, no cualquier pokemon enfrenta así a un entrenador— entonces se golpeó el pecho con la palma de su mano— Soy Ruby, líder de Pokemon Gijinka ¿Tú eres Vulpix?
Vulpix asintió, seria y atenta. Parecía estar preparada a echar a correr si Ruby intentaba cualquier cosa. No se podía esperar más confianza de un pokemon "salvaje".
—Tengo un favor qué pedirte— sin mirar, señaló hacia el camino que conducía a la cima— Ahí arriba hay humanos luchando por los orbes. Por favor, no permitas que tomen los orbes. Nadie puede tomar los orbes.
Ruby asintió, mostrándose amable.
—Claro ¿Pero qué ocurre con esos orbes? ¿Son importantes para ti?
—No lo sé— contestó Vulpix— No sé qué hacen ni qué significan, nadie en este monte lo sabe, pero sé que nadie debe acercárseles ni moverlos de donde están.
—Ah, bien— Ruby golpeó su palma contra su puño frente a su pecho, dando a entender que comprendía la situación— Déjamelo a mí, pequeña. De todas formas iba a darles una paliza ¡Vamos, niños!
Pokemon Gijinka continuó su camino hacia la cima, mientras la Vulpix se los quedaba mirando con una cara inexpresiva. Tenía un mal presentimiento.
[...]
Mientras subían las escaleras, Ruby no pudo evitar preguntarse sobre la petición de la pequeña pokemon que habían dejado atrás. Brainy leyó sus pensamientos, y sonrió divertida.
—Algunos pokemon son más sensibles que otros a diferentes cosas— le explicó— Yo soy muy sensible a los campos mentales de las criaturas, mientras que Kitten y Fiercy son sensibles a los sonidos y olores a su alrededor, Beauty es sensible a la humedad en el ambiente. Esa niña debe ser sensible a fuerzas que no comprendemos.
—Eso explica que se sienta preocupada por estos orbes— concluyó Ruby, demostrando que comprendía— Pero es precisamente eso lo que me preocupa. No sabemos nada sobre algo que parece ser muy preciado y muy temido.
—Tranquilo— Smoky le palpó la espalda, corriendo a su lado— ya lo sabremos cuando lleguemos a la cima.
Ruby asintió. Las palabras de sus pokemon no hicieron mucho efecto en sus nervios, pero evitó contagiárselos.
De pronto, al llegar al siguiente nivel del Monte Pírico, advirtieron que justo después de la escalera se encontraba otro cadáver tirado en el piso, mucho más ensangrentado que el anterior. Llevaba el uniforme del equipo Magma.
—¿Otro más?— saltó Ruby.
Fiercy olisqueó el aire.
—No solo uno— lo corrigió.
Ruby la miró para expresar su confusión, y luego hacia el resto del lugar. La niebla era cada vez más densa, por lo que no se había dado cuenta de inmediato, sin embargo al fijarse bien encontró otro cuerpo más... y luego otro, y otro. Pronto perdió la cuenta, mientras contemplaba absorto el campo tapizado de cuerpos muertos de ambos bandos.
—¿Pero qué... ¿Cómo...— balbuceó el muchacho, contrariado.
—Esto está mal— opinó Smoky— Ruby, no creo que sea bueno dejarlos que se maten unos a otros. Busquemos sobrevivientes, y si siguen peleando, detengámoslos.
Ruby lo miró por un momento, intentando procesar tal decisión junto con el estupor que sentía. Luego se sacudió la cabeza y asintió.
—¿Quieres salvarlos?
—¡Mira esto!— Smoky le señaló los cadáveres— ¿Crees que está bien? ¿Puedes hacerte el indiferente mientras la gente se mata de esta manera?
A Ruby no le gustaba la idea de ayudar a ninguno de los dos equipos, pero aunque él ya había matado a varios soldados, le encontró la razón. Dejarlos que se mataran entre sí era cruel, muy cruel incluso para sí.
—Muy bien, los ayudaremos, al menos a los que aún están vivos ¡Vamos, niños!
—¡Sí!— contestaron los demás.
Pokemon Gijinka ascendió por uno de los últimos tramos de las escaleras. La niebla no solo les complicaba la vista, sino que también al respirar. En pocos momentos comenzaron a oír ruidos de gritos y golpes.
—¡Estamos cerca!— pensó Ruby.
Después de cientos y cientos de escalones, el muchacho y sus pokemon llegaron a uno de los últimos pisos, desde el cual se podría haber visto la cima de la torre si no hubiese tanta niebla. Sin embargo, lo que más reclamó su atención en ese momento no fue el paisaje, sino cientos de soldados vestidos de azul y rojo matándose los unos a los otros con pocas variedades de pokemon. El equipo Magma atacaba con llamas de sus Numel, mientras que el equipo Aqua arremetía con las pieles toscas de sus Carvanhas. También, aunque en menor medida, ambos bandos usaban Poochyenas y Zubats. El olor a sangre impregnaba el lugar, y los gritos de agonía de los hombres y pokemon eran la única música que podía oírse. Era una batalla verdadera, una masacre por ambos lados. Ruby tuvo que tomar una decisión rápido.
—Beauty, tú vienes conmigo a tomar el orbe. Todos los demás, eviten que estos tontos se maten entre sí.
Los pokemon ni siquiera perdieron tiempo en contestar, simplemente se dispersaron hacia el campo de batalla, los cuatro en cuatro diferentes direcciones.
—Beauty, quédate cerca— continuó Ruby.
—Ah... ¡Sí!— contestó, un tanto amedrentada.
En ese momento Ruby se dio cuenta de que la voz de Beauty sonaba débil, a punto de quebrarse. Se permitió girarse a examinarla, y sin decir nada se la quedó mirando por un buen rato. Sus ojos estaban llorosos, mantenía sus manos pegadas a su cuerpo tembloroso. Estaba aterrada.
Por supuesto que estaba aterrada. Todos sus compañeros habían experimentado difíciles pruebas y habían forjado sus mentes con mucho sufrimiento, y aunque la vida de Beauty no había sido un paraíso, nunca había tenido que enfrentarse a tanto estrés emocional.
Sin pensarlo mucho, el chiquillo sacó su pokebola y la apuntó hacia ella para guardarla, pero la Milotic le sujetó la muñeca en un movimiento rápido y desvió el brazo de su entrenador.
—¡No!— inmediatamente se sacudió la cabeza y se secó las lágrimas— ¡Estoy bien! ¡Esto no es nada!
—No necesitas hacerte la fuerte.
—¡Tengo que ser fuerte!— chilló— Por favor, déjame ir contigo.
Ruby no tenía muchas opciones, cada segundo era vital. Sin embargo, quizás Beauty tenía razón. Los miembros de Pokemon Gijinka debían acostumbrarse a ese tipo de situaciones.
Ruby apretó los dientes, tomó la mano de Beauty con fuerza y echó a correr a través del campo de batalla. No le gustaba la idea de arriesgarla, de obligarla a ver todo eso, pero era la mejor opción.
Apenas empezar a correr, un hombre del equipo Aqua saltó frente a ellos.
—¡Mordisco!— bramó, sin la necesidad de armar una frase completa
Por un costado del ojo, Ruby alcanzó a ver a un Poochyena saltando sobre él, su mandíbula abierta a más no poder, listo para arrancarle la oreja y la nuca de un zarpazo, pero en ese momento Beauty lo azotó con un Hidropulso. Ruby aprovechó el estupor del soldado Aqua para golpearlo en la cabeza y quitarlo del camino.
Luego se giró para buscar la mano de Beauty, pero ella se le adelantó, le tomó la mano y lo tiró del brazo para que se apresurara. Ambos continuaron corriendo a toda velocidad, hasta que un soldado del equipo Magma apareció en medio, en posición de pelea. Intentó ladrar una orden al Numel que se le acercaba por un costado, pero Ruby y Beauty se separaron sin soltarse de las manos y aumentaron la velocidad, arremetiéndolo en la cara con sus muñecas, con lo que lo tumbaron.
Corrieron y corrieron, sin detenerse, sin mirar atrás, pero de pronto una tercera figura plantada frente a ellos los obligó a parar. Mientras se acercaba, Ruby pensó en cómo derribarla, pero al reconocer la larga cabellera roja atada en un moño se paralizó.
—¡¿Flannery?!— exclamó.
No le extrañaba que la comandante del equipo Magma se encontrara en esa carnicería, sin embargo no había contemplado la posibilidad de enfrentarse a la ex líder de gimnasio en medio de su carrera.
La mujer se hallaba de espaldas a Ruby, sus rodillas flexionadas, sus manos bajo su cara, sus palmas apuntando a sus ojos. Sobre el barullo de la batalla, Ruby logró distinguir gemidos entrecortados emitidos por Flannery, aunque no supo si era porque se estaba riendo o estaba llorando.
—¿Flannery?— repitió, más calmado. Algo andaba mal con ella.
De pronto la muchacha dio media vuelta para encararlos. Sus manos temblaban, sus ojos se movían rápidamente de un lado para otro, su aliento salía apresurado de su boca. Flannery estaba inestable, parecía que en cualquier momento iba a perder la cabeza.
—Ruby...— susurró ella, con una sonrisa que pudo haber significado cualquier sentimiento excepto alegría.
Flannery levantó un poco las manos, con lo que el chiquillo se fijó en ellas. Estaban cubiertas de sangre, así como gran parte del cuerpo de Flannery. Por un momento supuso que estaba malherida, pero entonces se dio cuenta que su forma de pararse y moverse no se correspondían con ninguna herida grave, ni siquiera una que le doliera. No, Flannery no había recibido ningún rasguño, al menos no físico.
—Siempre... siempre me pregunté...— continuó ella, con una voz débil y una sonrisa amplia— cómo... qué se sentía, Ruby— hizo una pausa, demasiado agitada para hablar continuadamente— Es mi primera vez, Ruby. Es la primera vez que lo hago...
Entonces Flannery dio un paso en falso, se tropezó y se sujetó de Ruby para no caer. Su cuerpo manchado de sangre impregnó la ropa del muchacho, pero no paró ahí. La mujer se apoyó en el chiquillo para acercar su cara a la de él. Con sus manos ensangrentadas acarició sus mejillas, su cuello, sus orejas y su pelo.
—¿Flannery?— musitó Ruby. No necesitaba hablar más fuerte.
—Es mi primera vez, Ruby— repitió Flannery— No sabía que dolía tanto.
Y sin darle tiempo para reaccionar, Flannery atrapó a Ruby con sus labios.
Por un momento pareció que el tiempo se había congelado. Beauty contempló estupefacta a la mujer besando a Ruby, y no supo qué hacer. Se paralizó donde estaba hasta que Flannery se separó, dejando al chico más rojo que la piel de un Slugma. Luego la comandante se agitó la cabeza y se dio unos golpecitos en las mejillas.
—¡Muy bien! ¡Ahora estoy despejada!— sin decir más, echó a correr hacia un lado, donde varios soldados del equipo Aqua apaleaban a uno del equipo Magma— ¡A la cargaaaaaaaaaaaaaaa!
Beauty miró a Ruby, desconcertada. Este no se había movido, estupefacto.
—Emh... ¿Ruby?— lo llamó.
Entonces él pareció reaccionar.
—Ah— se giró hacia ella— Beauty ¿Qué estábamos haciendo?
—Ehm... estábamos corriendo por el orbe...
—¡Ah, es verdad!— se fijó en el camino que les quedaba, no eran más que unos veinte metros hasta el último tramo de escaleras, y un poco más arriba, una especie de altar— ¡Los orbes están frente a nosotros! ¡Vamos!
—¡Sí!— contestó Beauty, mientras echaba a correr tras él como si nada hubiera ocurrido.
Ambos atravesaron el campo, eludiendo con agilidad a los soldados que se atravesaban en su trayectoria. Subieron las escaleras a toda velocidad, se plantaron en la cima, listos para luchar, pero en ese momento un par de pies pasaron sobre sus cabezas, tan cerca que por poco caen escaleras abajo.
Desconcertados, se voltearon hacia el objeto volador que ahora tenían a sus espaldas. Un pokemon de cuatro alas volaba, cargando a un hombre adulto como si nada. El pokemon volaba increíblemente rápido, por lo que apenas lograron advertir sus siluetas entre la niebla, pero Ruby habría jurado que se trataba de un Crobat.
Luego se giraron nuevamente hacia el altar. Ahí se encontraba un hombre encorvado, como si recuperara el aliento de un tremendo esfuerzo físico. Ruby se acercó, y al hacerlo reconoció a Aquiles. Este lo oyó aproximarse, y al voltearse y darse cuenta que era él, sus ojos se abrieron tanto como la boca de un Swalot.
—¡Ruby!— exclamó, desesperado.
Esto no le extrañó al muchacho. Para Aquiles ya era suficientemente malo encontrarlo en un día cualquiera, mucho más en las condiciones deplorables en las que estaba. El jefe del equipo Aqua intentó arrastrarse, pero el chiquillo se apresuró y lo sujetó por un hombro.
—¡¿Qué está pasando aquí?!— bramó desde la espalda del viejo marinero.
Aquiles apretó los dientes. No tenía de otra más que contarle.
—Ese maldito Magno...— musitó, aún débil.
Ruby lo dio vuelta, y al hacerlo advirtió que sus manos se habían manchado de sangre. Luego abrió la chaqueta de Aquiles y despejó su torso para observar sus heridas.
—¿Qué haces?— saltó este, consternado.
—Estas heridas se ven feas, tengo que tratarlas cuanto antes— Ruby se quitó la mochila para extraer utensilios de su botiquín— Por mientras habla, necesito saber sobre un par de orbes, o algo así.
Aquiles lanzó un resoplido de resignación.
—¿Masacras a mis hombres y me ayudas a mí con unos rasguños?— alegó— No creerás que esto me hará pensar mejor de ti ¿Verd... ¡Argh!— tuvo que callarse cuando Ruby apretó "accidentalmente" una de las heridas.
—Tu organización no me gusta para nada, pero tú no me has hecho nada malo. Además, ahora mismo mis pokemon están allá atrás, impidiendo que tus hombres y los de Magno se maten entre sí. No puedo desperdiciar sus esfuerzos y dejar que alguien más muera— entonces se giró hacia su Milotic, la cual permanecía alerta a su lado— Beauty ¿Podrías ir a ese altar del que habló la Vulpix?
—¡Ah, claro!— contestó esta, y en un instante se marchó.
Ruby acercó la primera poción hacia el torso de Aquiles, pero este lo detuvo con sus manos.
—¡¿Qué haces?!— exclamó, sorprendido— ¡Esas cosas son para pokemon! Solo me envenenarán.
—¿De qué hablas?— se extrañó Ruby— Yo las uso todo el tiempo.
—¿Qué?
—Relájate, grandulón.
Ruby roció una poción entera sobre las heridas del pirata, y tras esperar unos segundos, estas se cerraron y formaron fuertes costras.
—Muy bien— Ruby se incorporó, y le tendió la mano a Aquiles para ayudarlo a levantarse— Ahora me dirás qué rayos estaban haciendo todos ustedes aquí, y qué pasa con esos orbes.
Aquiles se palpó los abdominales y las costillas, atónito. Ruby de verdad lo había curado usando medicina para pokemon. De cualquier forma, tendría que hacerse un chequeo médico para extraer las posibles toxinas en la poción más tarde. Luego miró a Ruby, su ojo rojo impaciente. No tenía de otra que darle una explicación.
—Como bien te puedes imaginar, el equipo Aqua y el equipo Magma vinieron aquí a robar los orbes que estaban en el altar. Se dice que estos orbes pueden usarse para obtener un gran poder sobre el clima. Sin embargo, Magno llegó aquí primero, y tomó los dos orbes para sí mismo. Ahora él tendrá un control total sobre el clima, y no habrá nadie quien lo detenga.
Ruby pateó el suelo.
—Así que ese era Magno, y ya se robó los orbes ¡Rayos! No me imaginé perder contra alguien como él.
—Pero aún hay esperanza. Ruby, permíteme tomar a mis hombres y retirarme. El equipo Aqua no se quedará con los brazos cruzados mientras el equipo Magma dirige el mundo a su destrucción.
—Mira quién habla. Si te dejara robarle los dos orbes, seguramente tú harías lo mismo.
Aquiles quiso reclamar, pero en eso apareció Beauty.
—Ruby, el altar está intacto, pero no hay ninguna clase de orbes.
El entrenador se cruzó de brazos.
—Está bien, Beauty. Magno los tomó. Ahora, Aquiles ¿De qué forma exactamente esas pelotas controlan el clima?— el pirata se mordió el labio inferior, con lo cual el muchacho conectó ciertas piezas del rompecabezas— ¿No será que el orbe controla a una especie de súper pokemon, y que es este pokemon quien controla el clima?
La cara de sorpresa de Aquiles fue todo lo que necesitó como respuesta. No era un gran avance, pero no estaba de más saberlo.
—Ya veo ¿Y estas esferas trabajan juntas para despertar a un mismo pokemon o son dos para dos entes distintos?
Aquiles abrió la boca para reclamar, pero en ese momento fue interrumpido nuevamente, esta vez por un Blaziken.
—¡Ruby!— lo llamó, aterrizando a su lado desde un salto enorme— Ya hemos terminado con los solados de los equipos Aqua y Magma. Todos están fuera de combate. Matamos a un par por accidente, pero el resto no causará problemas.
—Muy bien, Smoky ¿Y los demás?
—Detrás de mí, como siempre— contestó con soberbia.
—Ja, ja. Muy chistoso— alegó Birdy, aterrizando junto al Blaziken— En una carrera no me ganarías ni aunque me atara un ala a la espalda.
Ruby asomó su cabeza a la escalera. Fiercy corría a su encuentro, un par de rasguños nuevos en su ropa. Más atrás, una cansada Brainy se desplazaba flotando a centímetros de los escalones, más lenta que sus compañeros. Al acercarse lo suficiente a Ruby, se lanzó rendida hacia sus brazos.
—Aaaaah...— gimió— estoy cansada.
—Sí, se nota— Ruby posó una mano sobre su cabeza para acariciarla— Buen trabajo, Brainy. Y todos, buen trabajo. Son unos buenos chicos.
Smoky, Birdy y Beauty sonrieron con complacencia, mientras que Fiercy se sonrojó levemente y miró a otro lado, un poco avergonzada.
—¿Al final qué ocurrió con los orbes?— inquirió Brainy.
—Ah, Magno se los robó— admitió Ruby— Le dio una paliza a Aquiles y se fue volando.
Brainy se giró hacia Aquiles, el cual se encontraba peligrosamente cerca de la orilla del Monte Pírico, mirándolos sobre el hombro.
—Oye, cuidado— le espetó Ruby— Te puedes caer.
—¡Ruby!— exclamó Brainy— ¡Ese hombre tiene uno de los orbes!
—¡¿Qué?!— exclamó este.
Pero para cuando se volteó hacia Aquiles, ya era muy tarde. Este tomó impulso y saltó lo más que pudo desde la orilla de la cima del Monte Pírico.
—¡Mierda! ¡Birdy!— vociferó Ruby.
Todos se acercaron al borde del abismo, mientras el pokemon alado saltaba detrás del pirata. Birdy plegó sus alas a su cuerpo para disminuir la resistencia al aire, pero la cima del monte estaba cubierta de niebla, y antes de poder alcanzar a Aquiles, lo perdió de vista. Aun así, aceleró su caída lo más que pudo hasta salir del campo de niebla. Desde ahí pudo ver el mar que cubría al monte, y una diminuta salpicadura rompiendo la superficie del agua. Aquiles había huido.
—¡Rayos!— exclamó.
Al volver con sus compañeros les relató inmediatamente lo que había visto. Brainy confirmó el escape del líder del equipo Aqua, pues ya no podía percibir sus pensamientos.
—¡Oh, por todos los tríos legendarios!— Ruby se golpeó en la cara con una mano— ¡¿Cómo no me di cuenta?! ¡Maldición!
—Está bien, Ruby. No tenías cómo— lo consoló Beauty.
—Pero aunque no haya sido la culpa de nadie, esto es muy malo— comentó una voz detrás de sus espaldas.
Todos se sorprendieron, excepto Brainy, y se giraron hacia las escaleras para encontrarse con la anciana que habían visto al principio, junto a la pequeña Vulpix que se habían encontrado en el camino.
—Vieja— la reconoció Ruby— ¿Usted sabe qué son esos orbes?
—Me temo que ni yo sé muy bien cómo se usan ni para qué propósito, muchachito. Solo sé que si esos dos orbes llegan a separarse, una catástrofe consumirá a Hoenn y nos llevará a todos a un inmenso caos.
Ruby se puso a pensar. Quizás lo que decía la anciana era verdad, pero si ese era el caso, cabía la posibilidad de que él lo usara a su favor. Después de todo, la palabra "caos" era muy general. Quizás solo afectaría a las sociedades humanas.
—Muchachito— la anciana le llamó la atención con una voz autoritaria— Espero que no estés pensando en usar ese caos para tus propios planes.
—¿Qué? No, no, para nada— reclamó él.
—Solo mira a esta pobre Vulpix— la anciana apuntó a la niña a su lado, la cual mantenía una cara inexpresiva, tal y como la habían visto antes— Está aterrada.
—No, me parece que está aburrida— observó Ruby.
—La señora tiene razón, Ruby— le espetó Brainy— A pesar de su aspecto, esta Vulpix se siente bastante nerviosa.
—Dicen que los Vulpix y Ninetales pueden pasar sus conocimientos a los descendientes— explicó la anciana— Quizás los antepasados de esta muchachita vieron lo que hacían los orbes, y le transmitieron el conocimiento de que se les debe temer.
La Vulpix asintió. El muchacho lanzó un suspiro, resignado. No podía decirle que no a esos ojitos.
—Muy bien. Entonces no queda de otra— Ruby se giró hacia el noreste, donde se divisaban los edificios más altos de la próxima ciudad— Iremos allá donde se ocultan, entraremos en sus casas y les quitaremos los orbes. Vieja, llama a la policía y cuéntales lo que pasó. Nosotros nos vamos ahora.
—Pero Ruby...— lo cortó la voz de Birdy.
Todos se giraron hacia el Swellow, el cual se mostraba un tanto ansioso.
—¡Ah, es verdad!— exclamó Brainy— No podemos irnos todavía.
Y con eso Ruby y el resto recordaron lo que habían ido a hacer al Monte Pírico, además de esconderse de la policía.
—Muy bien. Todos acérquense.
Los pokemon avanzaron hasta la altura de su entrenador, frente al altar. Ahí cerraron sus ojos, agacharon sus cabezas y permanecieron en silencio. Ruby comenzó a recordar los momentos felices y tristes que había vivido con su pequeña Swablu.
—Cloudy— la llamó con una voz ceremoniosa— si me escuchas, si aún nos recuerdas, si aún eres tú, quisiera pedirte que me pusieras atención por un momento. Cloudy, no hay día en que no nos acordemos de ti. Desde aquel momento en que te encontramos en tierras extrañas nos hiciste reír, nos llenaste el corazón de esperanza y, en secreto, nos cuidaste como solo una madre podría hacer. Tu partida fue repentina, tu ausencia una negra marca en nuestro pecho— tuvo que hacer una pausa para continuar— Perdóname por no haber sido capaz de conservar tu cuerpo, por no construirte una tumba bonita junto a otros pokemon, aquí. Cloudy, aunque ya no estés con nosotros, nos es imposible evitar decir tu nombre y recordar la alegría de tenerte a nuestro lado. Gracias por todo, puedes descansar en paz.
Cuando Ruby terminó, su ojo estaba cargado de lágrimas, a punto de salir. Se giró hacia sus pokemon, y advirtió que Smoky y Brainy estaban en las mismas. A diferencia de ellos, Birdy, Fiercy y Beauty lloraban a lágrima viva.
—Ya, ya— los consoló Ruby.
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Vulpix, el pokemon Zorro:
—Peso: 9,9 kg
—Altura: 0,6 m
—Observaciones:
-Cuando nace solo tiene una cola blanca. Cuando crece, esta cola se divide y cambia a su color normal
-En su interior arde una llama que nunca se extingue.
-En días calurosos expulsa fuego desde su boca para evitar recalentarse
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