Un Hombre Como Ningún Otro
Ruby abrió la última puerta del gimnasio de ciudad Petalia. La mañana era silenciosa, húmeda y agradable. El sol se filtraba por las rendijas del otro lado de la habitación, tan tranquilamente como el agua que rebalsa de una tina. Norman se encontraba en su puesto de líder de gimnasio, sentado, meditando. Estaba erguido, con los brazos cruzados y los ojos cerrados.
Ruby cerró la puerta y se sentó frente a su padre, también en silencio. El hombre no le agradaba, estaba nervioso por la pelea que acontecería pronto, pero aun así se sorprendió a sí mismo feliz de volverlo a ver ¿Acaso muy en el fondo sentía amor hacia él? ¿Acaso su falta de cariño era solo una etapa en una relación de padre e hijo? Pronto se sacudió esos pensamientos, pues cualquier duda podía resultar letal al enfrentarlo a él. Eran enemigos, lo vencería, y punto. Si era trágico, si había que llorar y sentirse un mal hijo, lo haría después de haber terminado su trabajo.
—Fue muy fácil llegar hasta aquí sin que me vieran— comentó Ruby.
—¿Crees que te habría permitido llegar hasta aquí de no quererlo?— le contestó Norman.
—¿Entonces debo suponer que querías hablar?
Norman ignoró esto último.
—Tu madre habría querido pedirte que reconsideraras lo que estás haciendo.
—Lo he hecho miles de veces, y sigo aquí, luchando contra gente como tú.
—Eres solo un niño. No te das cuenta de lo que estás haciendo.
—Estoy liberando a los pokemon, estoy demoliendo las bases de nuestra sociedad y reconstruyéndola como a mí me parece mejor.
—Estás destruyendo tu futuro. En un par de años te arrepentirás de lo que estás haciendo.
Ruby inclinó su cabeza un poco, lo cual ensombreció su mirada.
—Nada de lo que digas me hará cambiar de opinión ¿Por qué no simplemente me das tu certificado? Si lo haces, prometo no volver a pisar esta ciudad.
Norman apretó los dientes, molesto.
—Creo que no entiendes lo que te estoy diciendo— se puso de pie, lentamente, y se cruzó de brazos— Deja de jugar al fugitivo y regresa conmigo ¡Es una orden!
Las palabras de Norman cargaban tanta fuerza que hicieron crujir la madera de las paredes a su alrededor. Cualquiera hubiese requerido un valor tremendo para mantenerle la mirada, sin embargo para Ruby ya era costumbre. Al contrario que su padre, él no se movió de su sitio.
—¿Acaso sabes por qué de repente me lancé a liberar pokemon?— le preguntó.
—No me importan tus excusas. No dejaré que ningún hijo mío haga el ridíc...
—Por mamá— lo cortó Ruby.
Norman se calló por un momento
—No, no lo hiciste por ella. Lo hiciste por ti mismo, por tu deseo egoísta de llamar la atención, porque te sientes inseguro de enfrentar la realidad sin el apoyo de tu madre. Por eso la sigues usando, aún después de su muerte.
Ruby enfureció al escuchar esto, mas no explotó, se limitó a arrugar su cara y apretar los dientes.
—Aunque lo que digas sea verdad ¿Qué quieres que haga? ¿Entregarme? No, ya he llegado muy lejos como para hacer eso— se puso de pie, lentamente, y se cruzó de brazos para mostrar que no cambiaría su opinión— Aunque sea un deseo egoísta, aunque no parezca más que una rabieta de un niño, mi madre me enseñó a pensar, a analizar todo por todos los ángulos que tuviera, a desconfiar de las aseveraciones sin respaldo y a luchar por mi felicidad. He mirado ambas caras de esta sociedad, y la he declarado podrida. No voy a vivir en un país donde los pokemon y las personas no se consideren iguales. Ese es el legado de mamá ¡No lo ignores!
Norman suspiró.
—Entonces no tengo de otra— en un rápido movimiento flexionó las rodillas y levantó los puños, adoptando una posición de lucha— ¡Ruby, esto lo hago por tu bien!
El muchacho frunció el ceño, mas no cambió su postura. De un momento a otro, Norman se disparó hacia su hijo y acortó las distancias como un rayo para golpearlo. Ruby logró estirar su mano hacia él, sin embargo Norman le propinó un combo tan fuerte que lo mandó contra la pared.
El chico cayó al piso adolorido. Rápidamente echó un vistazo a la mano que había estirado hacia su padre. Ahí reposaba un pedazo de metal del tamaño de su pulgar: Era una medalla
—No vas a encontrar mi certificado de líder de gimnasio tan fácil, niño.
—No puede ser— gruñó este.
Ruby intentó ponerse de pie, pero antes de lograrlo, Norman lo agarró del cuello de la camisa y lo arrojó con fuerza a la pared contraria, al otro lado de la habitación.
—Rayos— masculló el chico, luego de caer otra vez.
Norman volvió a aproximársele, mas él logró ponerse de pie y subir su guardia antes de que su padre conectara otro golpe.
—Me he entrenado muy duro para este momento— clamó dolorido— ¡No voy a perder contra ti!
Norman resopló con soberbia.
—Aún te falta mucho para pelear en serio conmigo.
Y para probar sus palabras, el líder de gimnasio dio dos pasos hacia su hijo. Con el primero atravesó su guardia como si fuera un par de cortinas, y con el segundo le mandó un golpe de karate al estómago. Ruby se dobló por la fuerza y el dolor, mas Norman no le dio tregua y aprovechó para golpearlo en la cara, y luego en el pecho, y de nuevo en el estómago. Lo golpeó y lo golpeó, cada vez más rápido, hasta que sus brazos se volvieron borrosos y solo se veía a Ruby convulsionándose contra la pared. Norman apretó los dientes y aumentó la velocidad de sus puños hasta que no pudo más. Finalmente se detuvo, lo afirmó de la garganta con una mano y lo levantó con su propia fuerza.
Ruby intentó zafarse, y cuando vio que no podía, intentó golpear a su padre con una rodilla, sin embargo este la vio venir con facilidad, y la detuvo con una mano.
—¿Quién te crees que eres, para venir a enfrentarme a mí?— de un movimiento lo dio vuelta y lo mandó contra el suelo— ¡A mí, tu padre!
Antes que el chico lograra recuperarse, Norman se agachó para atenazarlo con una llave, mas Ruby se dio cuenta a tiempo y logró alejarse sin ser apresado por los brazos de su contrincante. Rodó rápidamente por la habitación, mientras Norman recuperaba el aliento de la lluvia de puños que le había dado.
En ese momento el muchacho se incorporó de un movimiento, y gritó con todas sus fuerzas.
—¡RETIRADA!
Súbitamente un rayo de luz atravesó las rendijas de la ventana, envolvió a Ruby y lo hizo desaparecer frente a los ojos de Norman.
—¡¿Pero qué...
Rápidamente se dirigió a la ventana, en donde divisó a un Swellow aleteando a toda marcha para escapar de ahí. En una de sus garras se encontraba una pokebola.
—Oh, no. Nadie escapa de mí— se desabrochó la chaqueta para sacar un transmisor que llevaba oculto, y usó el aparato para hablar— ¡El pollito escapa del nido! ¡Repito: El pollito escapa del nido! Escuadrón uno a siete: A sus puestos. Todos los demás, atrápenlo ¡Que no escape!
Al terminar la transmisión volvió a guardarse el aparato en el bolsillo de la chaqueta. Luego corrió hacia la puerta de la sala, pero antes de salir se detuvo, como si hubiera recordado algo. Dirigió su mirada hacia la pared en donde había castigado a su hijo con aquella lluvia de puños.
—Zafiro, ven conmigo.
—¡Ah!— se oyó un chillido del otro lado.
Pronto la pared se abrió, revelando un cuarto secreto, tan estrecho que solo cabía una persona en él. Zafiro salió a tropezones, y un tanto nerviosa, siguió a Norman hacia la salida.
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Ruby se puso de pie y se acercó a la puerta. Todos sus pokemon lo siguieron para despedirlo, nerviosos de su suerte y de las posibilidades que tenían de completar la misión. Ya habían hecho todos los preparativos para la emboscada; el gimnasio para humanos en el que se encontraban no tenía máquinas, por lo que se había convertido en una gran sala llena de nada más que espacio, ideal para un enfrentamiento. Habían cubierto las ventanas para que nadie las viera, habían bloqueado la puerta trasera, todo lo que quedaba era la entrada, en donde Ruby se encontraba en ese momento.
—Ya es hora— aseguró. Se detuvo un momento para mirar a cada uno de sus pokemon, con lo que captó un deje de preocupación en sus ojos.
—No te hagas el valiente— le aconsejó Robin, acercándose a él.
—Clar...
Pero antes de dejarle terminar, Robin le dio un beso de despedida. Ruby se avergonzó un poco de que lo hiciera frente a sus niños, por lo que bajó la mirada y dio media vuelta.
Fiercy miró de reojo a Brainy, advirtiendo que una ceja le tiritó levemente durante un instante.
Finalmente Ruby se marchó, seguido de cerca por Birdy. Sin embargo, luego de dar un par de pasos, el Swellow levantó vuelo y se perdió en el aire, mientras que el entrenador marchó en línea recta hacia el gimnacio pokemon.
—Okey, creo que es hora— se dijo Robin, cuando Ruby hubo desaparecido tras una esquina.
—¿Hora de qué?— inquirió Smoky.
—Ruby me dio una misión especial, para mí y Jaws.
—¿Para mí?— se extrañó el joven pokemon
—¿Para él?— alegó Fiercy, un tanto molesta— ¿Qué misión?
—Sí ¿Qué misión? Yo no sé nada de una misión— alegó Jaws— Todos están acá, no me quiero ir y abandonarlos.
Robin se agachó para mirarlo a la cara, y posó una mano sobre su redonda cabeza.
—¿En serio te quieres quedar?
Jaws asintió, sonriente. Robin suspiró, y en respuesta comenzó a apretar una zona del cuello del Trapinch. Al principio él creyó que era una especie de caricia, pero conforme pasaron los segundos, un dolor surgió, y creció. Jaws intentó retirarse, pero la mano de Robin no lo dejó ir.
—¿Qué haces?— alegó, consternado— ¡Me haces daño!
Cuando dijo esto, Fiercy, Smoky y Kitten se arrojaron sobre Robin para detenerla, mas Brainy se los impidió. Inmediatamente, Robin asió a Jaws, lo rodeó para tomarlo por la espalda, enrolló su cabeza entre sus brazos, y de un limpio movimiento lo noqueó.
—¡¿Qué le haces?!— rugió Fiercy.
—¡Déjala!— le ordenó Brainy.
—Pero...
Todos miraron cómo Robin se levantaba con Jaws en sus brazos y se lo pasaba a Smoky para que lo sujetara por un rato.
—¡Jaws! ¡Jaws!— lo llamó él, sin éxito.
Entonces Robin sacó una pokebola de su bolsillo, y la acercó a la cabeza del Trapinch. Sin embargo, antes de poder tocarlo, Kitten le atajó la muñeca.
—No te atrevas a ponerle eso encima.
Robin apretó los dientes y frunció el ceño.
—¿Qué no se dan cuenta? Ruby me pidió que hiciera esto si se rehusaba a marcharse.
Kitten soltó la muñeca de Robin por la sorpresa.
—¿Que Ruby hizo qué?
—Es cierto— confirmó Brainy— Ese era su plan desde el principio.
Todos se quedaron callados, estupefactos. Robin, aprovechando la confusión, golpeó suavemente la cabeza de Jaws contra la pokebola que sostenía, capturándolo en el acto.
—La misión que Ruby me dio fue cuidar del pequeño Jaws— aclaró la muchacha— Me gustaría quedarme aquí y pelear con ustedes tanto como él, pero si el gobierno llega a enterarse de que nos conocemos, ustedes pagarían un precio mucho mayor— los vio a todos, tal y como había hecho Ruby, pero a diferencia de él, a ella la miraban ahora con desprecio y hostilidad. Smoky, Fiercy y sobre todo Kitten. Brainy, triste, evitaba su mirada, mientras que a Cloudy parecía no importarle en lo absoluto— Cuídense, y cuiden de Ruby ¿Sí?
Mas no recibió respuesta. Solo Cloudy pareció despertar de su ensimismamiento para despedirse de ella desde la distancia.
Robin cerró la puerta tras de sí, no muy contenta consigo misma. Con la pokebola de Jaws en su mano partió lejos, donde ningún conflicto pudiera poner un foco sobre ella.
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Birdy surcó los cielos a una velocidad mucho menor de lo que hubiera preferido. Sujetaba a Ruby en su pokebola, sabía que estaba herido ¿Pero por qué había esperado tanto a llamarlo? Rayos, maldito Ruby ¿Por qué no podía pensar un poco más en su propia seguridad?
—¡Ahí está!— escuchó varios metros por debajo. La gente en las calles de ciudad Petalia comenzaba a distinguirlo, y seguidamente a perseguirlo. Ya era hora, por un momento pensó que debía comenzar a volar en círculos para no perderse de vista.
Miró hacia abajo, y encontró a los subordinados del líder de gimnasio y a la policía corriendo hacia él. Algunos incluso arrojaron a sus pokemon para hacerle frente. Los vio venir; un par de Taillow, un Skarmory, incluso un Pelipper. No pudo seguir mirando, puesto que estos primeros pokemon se abalanzaron contra él.
—Rayos ¿Debería perderlos?— se preguntó, indeciso.
Ruby le había dicho que volara despacio para que pudieran seguirlos hasta el gimnasio, pero no lo suficiente como para dejarse capturar ¿Entonces tenía que volar más rápido que los pokemon que lo perseguían? Confundido, miró la pokebola en donde se encontraba su entrenador. Este lo miraba a los ojos, al tiempo que movía rápidamente sus brazos, imitando el acto de correr.
—¿Correr? ¿Quieres que corra?
Rápidamente miró hacia atrás, donde los Taillow se esforzaban por acortar las distancias. Casi le dio pena a Birdy cuando agitó sus alas a toda máquina y los perdió detrás de un chorro de aire a presión. Voló a velocidades vertiginosas, mientras más pokemon voladores aparecían de edificios y calles, y trataban de bloquearle el paso o atacarlo. Cruzó por arriba del Centro Pokemon, pero más allá advirtió una barricada de Pidgey y Pidgeotto. Birdy aceleró, aumentando los nervios de sus enemigos, solo para llegar muy cerca de ellos, casi al punto de embestirlos, y mientras estos se cubrían, él se desvió y cayó en picada, eludiéndolos completamente.
Solo un par de calles más y llegaría al gimnasio. Pero de pronto el suelo sobre el que volaba se ensombreció. Consternado, Birdy miró hacia arriba, solo para encontrar una bardada colosal de varias especies distintas de pokemon volador cayendo sobre él.
—¡Tienes que estar bromeando!— exclamó, boquiabierto.
Por un segundo pareció que todo lo que planeaban hacer los pokemon era tapar el sol, pero de súbito todos cambiaron su ángulo de vuelo y apuntaron sus narices y picos hacia él. Iban a atacarlo, todos a la vez. Birdy sintió los nervios hirviendo en su estómago, y antes de que los pokemon decidieran actuar, intentó usar toda la potencia que tenía en sus alas para salir de ahí lo más rápido posible.
Aleteó y aleteó, y el viento le golpeó en la cara con una presión que no había experimentado nunca antes, pero de pronto los pokemon voladores comenzaron a caer sobre él como granizo.
—¡Rayos, no me detendrán aquí!— bramó Birdy— ¡NO ME DETENDRÁN!
Justo cuando la primera ráfaga de pokemon en picada se acercó a una distancia peligrosa, Birdy cambió su ángulo de vuelo hacia arriba, directamente hacia sus atacantes. Los que se encontraban cerca se prepararon para atacarlo cuando hicieran contacto, pero en ese momento Birdy cerró sus alas, describió un giro y atravesó la lluvia de pokemon por un hueco.
—¡Aún no termina!— se dijo a sí mismo, para no confiarse.
Una segunda oleada de pokemon seguía de cerca a la primera, por arriba. El Swellow apenas tuvo tiempo para un respiro.
—No hay un hueco— observó en el mero instante que tuvo para hacerlo. La segunda oleada de pokemon era un verdadero muro, no había por dónde colarse.
Birdy agitó sus alas una vez más, lo que le dio el impulso suficiente para lanzarse contra otro de su misma especie y darle una patada tan fuerte que lo mandó hacia atrás.
—¡Pasé!— se mofó Birdy.
Pero entonces advirtió que una tercera oleara seguía de cerca a la segunda.
—¡DENME UN MALDITO RESPIRO!
Desesperado, se abrió camino a base de combos y patadas, hasta que las oleadas de pokemon se volvieron más una lluvia desorganizada. Todos intentaban volar hacia él para capturarlo, pero como había tantos, generaba mucha confusión y apenas algunos lograban tocarlo con la punta de los dedos.
Birdy voló y voló entre el mar de pokemon, esquivando todos sus ataques y eludiendo todas las manos que se estiraban para agarrarlo, hasta que reconoció la esquina que llevaba hacia el gimnasio. Maravillado, mandó a volar al último Tropius de un combo para dispararse hacia el gimnasio e introducirse por una ventana.
Apenas pasó, sus amigos cerraron la ventana y la aseguraron. Birdy cayó sobre unas colchonetas, previamente preparadas, y se tumbó agotado. Ruby salió de su pokebola apenas tocar el suelo. Se quedó parado, pensativo, mientras sus pokemon se sorprendían al verlo herido y magullado.
—¡Ruby!— exclamaron al acercársele.
Kitten y Brainy cogieron pociones y comenzaron a rociar a su entrenador por todas partes, mas pronto este posó sus manos sobre las boquillas de las pociones para indicarles que pararan.
—Él no tiene el certificado— aseveró.
—¿Qué?— saltaron sus pokemon
—Norman lo sabía... Rayos ¡¿Cómo no pensé en eso?!— Ruby se sujetó la cabeza, frustrado— ¡Maldición!
Los demás se miraron entre sí, consternados.
—¿Y entonces qué hacemos?— inquirió Smoky.
—Tenemos que huir. No debimos venir a esta ciudad en primer lugar. Vámonos antes de que...
—¡RUBY!— se oyó una voz amplificada, desde afuera del recinto.
Todos levantaron sus cabezas. No lo habían notado por la tensión, pero si ponían atención podían oír un murmullo de gente en todas direcciones.
—¡RUBY EL PIRÓMANO, SABEMOS QUE ESTÁS AHÍ!— insistió la voz— SOMOS LA POLICÍA DE CIUDAD PETALIA. ESTAMOS CAPACITADOS PARA...
La voz se interrumpió por momentos tensos. Se oyeron varios sonidos molestos, como si alguien hubiera comenzado a manosear el amplificador.
—RUBY— se oyó otra voz amplificada, una más grave y acostumbrada a ser oída. Era la voz de Norman— RUBY, SOY EL LÍDER DE GIMNASIO DE CIUDAD PETALIA. TE DOY TRES MINUTOS PARA SALIR DE AHÍ CON TUS POKEMON. SI NO LO HACES, YO ENTRARÉ.
Un chillido seguido de un gran silencio les indicó que la transmisión había finalizado. Los miembros de Pokemon Gijinka se quedaron paralizados por instantes, y luego todos los pokemon voltearon sus miradas a su entrenador, mas este ya había comenzado a caminar hacia la parte trasera del gimnasio.
—¿Ruby?— lo llamó Smoky.
—¿Sí?— contestó este, sin voltearse ni detenerse.
—¿Qué haces?
—Preparo la vía de escape, por supuesto ¿Te acuerdas de que Fiercy y Jaws cavaron una en caso de emergencia?
—¡Pero Ruby! ¡No puedes rendirte así sin más!— lo retó Fiercy.
Quince metros más allá, el muchacho levantó la mirada junto a una trampilla que mantenía semiabierta con su mano. La vía de escape consistía en un hoyo muy bien oculto, en una esquina del gimnasio.
—Al contrario, mi querida Fiercy. Debo darme por vencido. Sin el certificado, no tenemos ningún motivo para enfrentar a mi padre.
Smoky frunció el ceño, apretó los puños y comenzó a caminar hacia la vía de escape.
—¡¿Tú también?!— reclamó Fiercy— ¡Estamos a minutos de la pelea! ¿Qué les pasa?
Todos los demás miraron a Smoky caminando, sin saber qué hacer. Brainy dio un paso detrás de él, pero se detuvo en el acto. Kitten y Cloudy se miraron dubitativas, mientras que Birdy y Fiercy permanecían firmes y de brazos cruzados. Pronto Smoky llegó frente a la trampilla que Ruby sostenía para que escapara, mas no se metió ahí. En vez de eso le dedicó una larga mirada a su entrenador. Este creyó que le iba a preguntar algo, pero en vez de eso le dio una fuerte bofetada.
Ruby, anonadado, se llevó la mano a la mejilla enrojecida.
—¿"Debes" darte por vencido? ¿En serio, Ruby?— le reclamó Smoky.
El aludido frunció el seño.
—¿Tú también vas a...
—¡Sí, yo también! ¿Y qué? ¿Crees que debemos dejar a Norman tranquilo solo porque es más fuerte que nosotros, porque es más listo que nosotros, porque da más miedo que nosotros? ¿Y entonces qué fueron todos esos discursos de salvar a los pokemon de Hoenn? ¿Qué les pasará a los pokemon de esta área?
—Entiendo tu punto, pero no puedo arriesgarnos a perd...
—¡¿Tú crees que nos importa el riesgo?! ¡¿Entonces por qué mierda crees que nos unimos a esta maldita organización?! ¡¿Crees que buscábamos camas donde dormir y ropa que llevar?! ¡Pokemon Gijinka no es así! ¡Pokemon Gijinka lo intentará una y otra vez, hasta que logremos liberar a los pokemon de Hoenn de su esclavitud! No me importa si quieres irte, pero no me pidas que vaya contigo.
Sin más, Smoky dio media vuelta y se encaminó hacia sus compañeros, dejando a un conmocionado Ruby junto a la entrada del túnel. Los otros pokemon, boquiabiertos, se quedaron mirando a Smoky mientras este se acercaba a su posición para la emboscada.
Ya no quedaba mucho tiempo. Ruby miró a los demás, confundido.
—¿Ahora me van a decir que todos se sienten así?
Fiercy y Birdy sonrieron, y le dieron cada uno un par de palmadas a Smoky en la espalda. Kitten le guiñó un ojo, Cloudy se tomó el pelo en un moño para prepararse para la batalla, y Brainy describió algo entre un asentimiento de cabeza y una reverencia. Todos saltaron a sus puestos, atentos a la puerta principal y listos para pelear.
—Como quieran.
Ruby, resignado pero feliz, se encogió de hombros y se apresuró a tomar su propia posición, justo en el centro del gimnasio. Smoky y Fiercy se encontraban junto a la puerta, listos para golpear a quienes aparecieran. Birdy y Cloudy colgaban de trapecios para saltar encima de sus enemigos, mientras que Kitten y Brainy permanecían escondidas detrás de las ventanas para lanzar ataques a distancia. Todo estaba preparado, solo faltaban las visitas.
Atentos, esperaron unos momentos. Ya no surgía ruido desde afuera, nadie se movía. Tanto los policías como los terroristas esperaban a que acabara la cuenta regresiva.
De súbito, la puerta fue abierta de una patada. Un par de esferas entraron en el recinto, y comenzaron a expeler un enorme volumen de humo. Seguidamente se oyeron muchas pisadas irrumpiendo apresuradamente dentro del gimnasio.
—¡Manos en alto!— escucharon decir a uno.
Los policías rodearon a Ruby, amenazándolo con sus pokebolas, pero en ese momento seis pokemon que no habían notado les saltaron encima salvajemente y los redujeron a base de combos y patadas. De pronto Ruby y sus pokemon advirtieron que habían acabado con todos ellos.
—¿Eso es todo?— inquirió Fiercy, algo desilusionada— Rayos, sí que fue fácil.
—Nos hemos fortalecido bastante desde la última vez que luchamos contra policías. Es normal que lo encuentren más fácil que antes— observó Ruby— Pero no se confíen, es solo el principio.
Todos se fijaron en la puerta, medio abierta por la irrupción de los agentes. A través de la abertura lograron divisar un reducido grupo de personas encaminándose hacia el edificio. Detrás de ellos, varios metros más allá, había una gran línea de policías esperando las órdenes de Norman.
—Ya tienen rodeado el gimnasio— observó Brainy— Siete personas se acercan. Parecen calmadas.
—¿Y quiénes serán?— se preguntó el muchacho.
—Se sienten muy confiados— aseguró Brainy— No estoy muy segura, pero parece que son los discípulos de Norman.
De pronto la puerta se abrió de golpe, nuevamente, pero esta vez no entraron artefactos para nublar la vista de los terroristas, ni estrategias estrambóticas, ni protocolos ultra efectivos. Siete sujetos entraron, emanando tanta confianza y petulancia que parecía que el gimnasio se iba a inundar. Los siete llevaban ropas deportivas de tonalidades rojas, como si se tratara de un uniforme. Uno de ellos, el que iba al medio, dio un paso frente a sus compañeros y apuntó a Ruby con su dedo.
—¡Somos los siete discípulos guay del líder de gimnasio Norman!
—Argh... estos sujetos— gruñó el aludido.
—¿Los conoces?— supuso Kitten.
—Desafortunadamente.
—¡Ruby! ¡Cuando nos enteramos de tus fechorías, casi no lo pudimos creer! ¡Eres una deshonra para los entrenadores pokemon y para tu padre! ¡Él ha tenido que lidiar con muchos problemas por tu culpa, y ahora las pagarás! Como devoto discípulo de Norman y estudiante ejemplar, yo, entrenador guay Blas, te haré comparecer ante la justicia.
Los demás sacaron cada uno una pokebola de su bolsillo, y las arrojaron. De ellas aparecieron siete pokemon: Un Swellow, un Spinda, un Wigglytuff, un Zangoose, un Delcatty, un Slakoth y un Vigoroth.
—No intentes llevarte toda la gloria, Blas— le reprendió una muchacha a su lado— Ruby siempre ha sido el preferido del maestro. Ahora es MI momento de brillar ¡Delcatty, atácalo con Onda Voltio!
—¡Oh, no! ¡No lo harás!— exclamó Kitten.
El Delcatty enemigo saltó hacia Ruby para lanzarle la descarga eléctrica, mas Kitten se arrojó para interceptarla antes de que pudieran dañar al muchacho.
—¡A la carga!— exclamó Smoky.
—¡Están muertos!— bramó entrenador guay Blas.
Los contrincantes se esparcieron a lo largo del gimnasio. El Swellow y Birdy se elevaron rápidamente, golpeándose y arañándose para hacer caer al otro. El Zangoose atacó a Fiercy con sus garras, que esta resistió a fuerza de voluntad para contraatacarlo con un Mordisco.
Smoky le lanzó una Doble Patada a la Wigglytuff, mas esta lo bloqueó con insospechada facilidad.
—¡Muy bien, Wigglytuff!— exclamó su entrenadora— ¡Ahora usa Bola Sombra!
El pokemon rosa abrió grande la boca para formar una bola oscura de energía y la disparó contra Smoky, mas antes que este la recibiera, Birdy la interceptó mientras pasaba volando, y embistió a la Wigglytuff con un Ala de Acero.
Smoky abrió la boca para agradecerle, pero entonces advirtió que el Swellow enemigo se acercaba rápidamente, persiguiéndolo. Smoky aspiró hondo, y lo atacó con un Lanzallamas tan potente que sus alas se quemaron.
[...]
Cloudy miró al Slakoth, y el Slakoth miró a Cloudy... y se acostó sobre el suelo para dormir.
—¡No te quedes ahí, Slakoth perezoso!— le reprendió su entrenador— ¡Usa Bola Sombra!
El Slakoth, a regañadientes, pareció prepararse para obedecer, pero antes que pudiera hacer nada, Cloudy lo roció con el azul fuego de su Dragoaliento.
—¡Rayos, no ahora!— bramó el entrenador— ¡No importa! ¡Usa Relajo para recuperarte!
El Slakoth intentó relajarse, pero de pronto su cuerpo se irguió, tan rápido como el rayo.
—Está paralizado— observó Cloudy— Creo que te toca a ti.
El entrenador, asustado, dio un paso hacia atrás ante la mirada penetrante de Cloudy.
[...]
Kitten se sacudió otra Onda Voltio de parte de su contrincante, y al instante se le acercó para hacerle una Finta y golpearla por un costado.
—¡Cuidado!— oyó por la derecha, mas el aviso vino demasiado tarde, y apenas voltearse, Kitten recibió un poderoso Puño Certero de parte del Spinda.
El Delcatty enemigo corrió a rematar a Kitten, pero al acercársele fue atacada por un intenso dolor que recorrió toda su espina, noqueándola. Brainy corrió a ayudar a Kitten, mientras el Spinda se preparaba para lanzar otro Puño Certero.
—¡No esta vez!— exclamó Brainy, antes de azotarlo con otro Psíquico.
El Spinda intentó sacudirse el dolor, pero al hacerlo fue atenazado por detrás, y antes de darse cuenta, Fiercy le destrozó el cuello con sus colmillos.
[...]
El Vigoroth de Blas intentó por todos los medio conectar una Cuchillada con sus garras a Ruby, mas este bloqueaba todos sus golpes con una rapidez imposible, hasta que finalmente logró agarrarlo por una de las muñecas.
—¡Muy débil!— exclamó el chico.
Al mismo tiempo, el Zangoose se acercó sigilosamente hacia el muchacho por detrás. Preparó sus cuchillas para atravesar su espalda como si se tratara de papel, pero cuando intentó atacarlo, Ruby describió un giro sobre sí mismo para arremeterlo con el Vigoroth.
Ambos pokemon se levantaron, enfadados.
—¡Maldición, Ruby!— exclamó Blas— ¿Por qué no puedes luchar como un entrenador normal? ¿Por qué te rebajas a esto?
—¿Rebajarme?— repitió el muchacho, extrañado.
Pero no pudo responder al instante, pues los dos pokemon que había vencido se acercaron por ambos flancos para cobrar venganza. El Vigoroth y el Zangoose atacaron a Ruby con una lluvia de Cuchilladas, que este esquivó como si de un baile se tratara.
—¡Soy un mensajero de la justicia!— bramó, sin dejar de eludir las garras de los pokemon que lo atacaban.
De súbito, el cuerpo de Ruby despidió una enorme cantidad de luz, la cual cegó a los pokemon que lo atacaban. El muchacho aprovechó este momento para agarrar sus cabezas y azotarlos contra el suelo, con tanta fuerza que en el momento del impacto sintió algo crujir bajo sus manos.
Luego se puso de pie, agitado. Los entrenadores guay miraron a sus derrotados pokemon, y retrocedieron un par de pasos. En sus miradas amedrentadas se notaba a leguas que no habían esperado tales resultados.
Ruby los miró inexpresivo por unos momentos. Pronto se dio cuenta que sus pokemon se encontraban junto a él, mirando también a los entrenadores derrotados.
—Maldición...— gruñó Blas, apretando un puño de la ira— Se supone que íbamos a derrotarte ¿Qué hicimos mal? ¡Maldición!
—Ustedes no hicieron nada. Ese fue su problema— contestó Ruby— Ahora váyanse de aquí, estoy esperando a alguien que valga la pena.
Tres entrenadores hombres y tres mujeres retrocedieron lentamente hacia la salida, mas Blas se quedó donde estaba, pasmado.
—¿Alguien que valga la pena?— repitió, absorto en sus pensamientos.
—Blas, vámonos— le pidió uno de sus compañeros.
Blas miró hacia atrás, sus amigos ya se encontraban en el umbral de la entrada. Se preguntó si realmente había terminado, si eso era todo lo que podía hacer. Su maestro le daría una buena reprimenda por fallar. Siete contra uno ¿Qué había salido mal?
Iracundo, el entrenador guay se volvió hacia Ruby.
—No, no puede terminarse— ladró— ¡No dejaré que un niño mimado como tú me gane a mí!
Partió corriendo hacia Ruby con toda la potencia que sus piernas le permitieron. Llevado por la ira, alzó un puño en el aire para darle su merecido, sin embargo Ruby se le adelantó, se agachó y le golpeó con su palma en la base de la nariz hacia arriba.
Entrenador guay Blas saltó hacia atrás por el impulso, cayendo boca arriba. Su nariz sangraba abundantemente, demasiado. Ruby no solo se la había destrozado, le había empujado el tabique hacia el cerebro. El cuerpo de Blas pareció debatirse entre la asfixia producida por la sangre entrando a sus pulmones y las convulsiones causadas por el impacto en el cerebro. Sus compañeros, paralizados, no pudieron hacer nada mientras Ruby se acercaba para finiquitarlo.
Imparcial, levantó un pie sobre la cara de Blas para aplastársela y así matarlo de una vez, sin embargo antes de poder hacerlo fue empujado por una potente patada en su pecho. Ruby retrocedió varios metros, raspando el suelo con sus zapatillas hasta que sus pokemon lo sujetaron. Entonces todos levantaron la mirada, encontrándose con un hombre adulto de mirada severa y cuerpo atlético. Norman sujetaba a Blas en posición vertical para evitar que se ahogara con su propia sangre, que le chorreaba por la nariz como una cascada.
Apresurado, levantó al chiquillo medio muerto y se lo pasó a dos de sus compañeros para que lo llevaran a urgencias. Seguidamente despidió a todos los demás con un signo de su mano, y se volteó hacia Ruby.
—Casi matas a mi estudiante— le recriminó.
—Él se lo buscó— repuso Ruby.
—Sí, ya me lo imaginaba— Norman se encogió de hombros. No podía decir que le importara realmente la vida de uno de sus discípulos— Aún así, tendré que capturarte, Ruby.
—Sí, ya me lo has dicho.
—Zafiro— la llamó Norman— entra y cierra la puerta.
—¿Zafiro?— se extrañaron Ruby y sus pokemon.
Desde detrás de Norman, una intimidada muchacha apareció, los miró por un momento a todos y luego se giró para obedecer al líder de gimnasio. Se encerró junto a Norman, Ruby y sus pokemon.
—¿Qué hace ella aquí?— inquirió Ruby— ¿Acaso necesitas su ayuda para vencerme?
—La traje para darle la oportunidad de vengarse por la muerte de Birch.
Zafiro abrió bien los ojos, dando a entender que no sabía sobre tales planes. Ruby lo notó, pero le restó importancia por el momento.
—Te ves muy confiado para venir solo.
—Soy todo lo que necesito para darte tu merecido. Además soy tu padre, así que las tonterías que has ido haciendo son mi responsabilidad.
Norman se llevó las manos al cinturón, del cual extrajo tres pokebolas, que liberó al mismo tiempo. Ante Ruby aparecieron tres pokemon que conocía muy bien. Tres pokemon a los que se había enfrentado más de una vez. Estos pokemon se irguieron firmes frente a su maestro, y contemplaron al enemigo con una socarrona sonrisa en su rostro.
—Pero si no es más que el pequeño Ruby— se mofó un pokemon primate, muy alto y gordo.
—Te dije que al final tendríamos que enfrentarlo— le dijo otro pokemon de la misma especie, a su lado.
Entre los dos Slaking se encontraba un simio un poco más pequeño, casi de la altura de Ruby. Era un Vigoroth no muy distinto de los que habían visto hasta el momento, al menos en apariencia, pero su confiada sonrisa y su calmada postura resultaban no menos que sospechosas.
—Ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos, muchacho— lo saludó cordialmente— Nos han contado mucho sobre ti.
Ruby apretó los dientes. Solo tenía malos recuerdos de aquellos pokemon.
—¿Esto es todo lo que trajiste?— preguntó al final.
—¿A qué te refieres?— inquirió su padre de vuelta.
—¿Solo tres pokemon? ¿Quién crees que soy?
—No ¡¿Quién tú te crees que soy?!— bramó Norman— ¡Tres de mis pokemon bastan y sobran para vencer a todo tu equipo! ¡Slaking, Vigoroth, tráiganme a mi hijo, cueste lo que cueste!
—¡Sí, señor!— exclamaron sus primates.
Sin esperar más órdenes, los tres se lanzaron contra los pokemon de Ruby, mas no los tomaron desprevenidos.
El primer Slaking intentó golpear a Cloudy con uno de sus poderosos combos. Fiercy lo vio venir y saltó para patear su puño, pero entonces él se detuvo por un momento, y atacó a ambas con su otra mano. Las dos fueron arrojadas hacia la zona trasera del gimnasio por la imparable Finta, a donde el enorme pokemon las siguió.
[...]
Al otro lado de la habitación, Smoky tomó la delantera y atacó directamente al segundo Slaking con una Doble Patada, sin embargo su contrincante ni se inmutó. En vez de eso le agarró el pie en el aire, por lo que Smoky quedó colgando boca abajo.
—¡Déjalo ir!— exclamó Kitten, al mismo tiempo que golpeaba al Slaking en las costillas.
Sin embargo, el grandote apenas se movió. Kitten se quedó quieta, esperando el efecto de su golpe, mas su contrincante solo la miró, le sonrió malévolamente y estiró una de sus manos para atraparla.
Kitten se paralizó del miedo. Intentó saltar hacia atrás, pero la enorme mano del Slaking fue más rápida, y la atrapó sin muchos problemas. Mientras este intentaba levantarla, Smoky se dio cuenta, y arrojó un Lanzallamas a la cara del enemigo.
El Slaking los soltó a los dos, repentinamente asustado por el fuego. Smoky y Kitten vislumbraron una oportunidad de ganarle, pero en ese momento el obeso pokemon, aún con su barba blanca ardiendo, los miró con tanta rabia que parecía que se le iban a salir los ojos.
Kitten y Smoky solo pensaron en una cosa: Escapar. Sin embargo no lograron hacer nada contra la enorme rabia del Slaking. Este, de un manotazo, sacó volando a Kitten hacia un lado de la habitación, y luego atacó a Smoky con el combo más potente que hubiese recibido en su vida. Intentó bloquearlo, pero ni todos sus músculos en perfecta coordinación fueron rivales para los nudillos del grandote. En un instante el cuerpo de Smoky se estrelló contra la pared contraria del gimnasio. El concreto saltó a todas partes, dejando una figura humanoide marcada en la muralla. El adolorido Combusken sintió varios huesos crujir en su interior. Quiso vomitar del dolor, pero al abrir los ojos se encontró con el Slaking corriendo a toda velocidad hacia él. No iba a dejarlo tranquilo hasta que muriera.
[...]
Aproximadamente en el centro del gimnasio, el Vigoroth se lanzó contra Brainy. Esta se defendió de inmediato con un Rayo, mas el simio hizo caso omiso del dolor que produjo la electricidad en su cuerpo, y corrió hacia ella hasta plantársele al frente. Brainy intentó retroceder, amedrentada, al mismo tiempo que advertía que no podía leer sus pensamientos. El Vigoroth la atacó con una Cuchillada de sus garras, la cual Brainy intentó por todos los medios de eludir, pero de pronto un golpe por un costado la sorprendió, y la mandó al piso. Era súper efectivo.
—Pero él es de tipo Normal ¿Por qué no pude leer sus pensamientos?— intentó comprender la Gardevoir, mientras se recuperaba.
El primate blanco se le acercó para finiquitarla, mas en ese momento fue sorprendido por un Ataque Ala que lo hizo retroceder. Birdy se paró frente a Brainy, dispuesto a protegerla a toda costa.
—¿Estás bien?— le preguntó.
—Sí, pero...— Brainy se incorporó, un tanto aturdida, y se concentró por un momento en la mente del Vigoroth que los miraba a ambos con desdén.
—¿Un Swellow también? Meh, no importa. Aún así no son rivales para mí— fue lo que pensó su rival.
Sí, podía leer su mente como la de cualquier otro ¿Pero por qué en ese preciso momento no logró hacerlo? El costado le dolía bastante. Entonces, una idea se encendió en su mente, como una chispa.
—Él usó una Finta contra mí ¿Acaso no pude leer sus pensamientos en ese instante porque estaba usando un movimiento de tipo Siniestro?
Pero no pudo meditarlo más, puesto que el Vigoroth se decidió a atacarlos nuevamente. Usó una Cuchillada, que tanto Birdy como Brainy lograron esquivar.
[...]
Ruby observó a los pokemon de su padre atacando a sus propios pokemon, y supo que aunque Norman les había ordenado capturarlo a él, su orden implicaba deshacerse primero de todos los que intentaran oponerse a la misión.
Solo su padre, él y Zafiro permanecían quietos. La muchacha los miraba a ambos con timidez, asustada por el ambiente hostil entre ambos y por la brutalidad de las peleas de los pokemon. Con solo echar unos vistazos a los simios de Norman comprobó que este no había peleado en serio cuando ella lo enfrentó, quizás no peleaba en serio contra ningún retador.
Ruby no dijo más, simplemente subió los puños y abrió las piernas para prepararse. Norman lo miró extrañado.
—¿Qué haces?
—¿No es obvio? Si me quieres, tendrás que pelear conmigo.
—Ya hicimos eso, no saliste bien parado.
En respuesta, Ruby se disparó hacia su padre para golpearlo con un combo, que este detuvo con la palma de su mano. Sin embargo, al hacerlo su mano retrocedió hasta su pecho. Había calculado mal la fuerza de su hijo... ¿O era algo más?
Consternado, levantó la mirada para encontrar los ojos de Ruby, el cual no logró ocultar una muy leve y casi inapreciable sonrisa de satisfacción. Norman no había calculado mal, era Ruby el que lo había engañado desde el principio. Se había dejado vencer en su gimnasio para darle confianza y llevarlo solo a su trampa.
Norman frunció el ceño, y atrapó otro combo de Ruby que notó de pura suerte. Este casi impactó en su cara.
—¡Maldito infante! ¡¿No puedes quedarte quieto y callado por un momento?!
Norman realizó una maniobra para golpear a Ruby en su pecho con una palma, mas el muchacho lo eludió saltando hacia atrás. Enseguida el hombre se lanzó contra su hijo, dispuesto a redimir su error a toda costa.
[...]
Zafiro se escabulló hacia un rincón, pero cuando un Rayo casi la electrocutó, corrió a refugiarse en las cortinas de la parte trasera del gimnasio. Desde allí observó oculta todas las peleas, impresionada del nivel en que se encontraban todos. Ella no era rival para Ruby o su padre, ni para ninguno de sus pokemon. Y pensar que había soñado en convertirse en la campeona algún día.
Los contrincantes parecían dejarse la piel en la batalla, golpeándose, mordiéndose y empujándose entre ellos. Los dos Slaking eran enormes comparados con los demás, pero los pokemon de Ruby no se asustaban ni huían, sino que los encaraban, y aunque caían, seguían intentándolo.
Pero aún así la pelea era desigual. Los pokemon de Ruby se veían en su límite, mientras que los simios de Norman sonreían socarronamente, como si no se tratara más que de un juego.
Se fijó en la Altaria que combatía a uno de los Slaking junto a la Mightyena. Esta vez no la confundió, ni se olvidó de ella. Era la misma Altaria que había visto el día anterior, la misma que había visto en el gimnasio de Flannery. Era la Swablu que Ruby había capturado. En ese momento solo podía rezar porque Norman no tratara muy mal a los pokemon de su propio hijo.
[...]
Cloudy y Fiercy se irguieron frente al enorme Slaking, que se les acercaba con una mueca tenebrosa en su rostro.
—Tendremos que usar estrategias menos directas si queremos ganar— observó Cloudy.
—¿O sea que tendré que usar "eso"?— alegó Fiercy.
—¿Tienes una idea mejor?— le preguntó Cloudy, cuando el Slaking ya estaba casi a la distancia necesaria para atacarlas.
Fiercy gruñó por lo bajo. No le gustaba mucho, pero tendría que hacerlo. Ruby le había hecho aprender tal movimiento por una razón.
Sin perder tiempo, se plantó justo frente al Slaking y agitó sus brazos en el aire para llamar su atención.
—¡Oye, gordinflón!— lo llamó— ¡Aquí estoy, estúpido! ¿Qué no me ves? ¿Acaso te falla la vista? ¿O eres tan flojo que te da flojera mirarme?
El Slaking apretó los dientes y frunció el ceño. Se enojó tanto que su cara se puso roja, y seguidamente corrió hacia Fiercy para atropellarla con su enorme cuerpo. Sin embargo, al ir tan enojado no logró reaccionar a tiempo cuando ella esquivó su masivo cuerpo y le hizo una zancadilla. El enorme Slaking se fue de hocico al piso.
—¡Jajaja!— rio Fiercy como toda una abusona— ¡¿Cómo puedes ser tan estúpido?!
El Slaking enfureció más, y se incorporó dispuesto a torcerle el cuello, pero en ese momento Fiercy se arrojó al suelo y, como si el concreto se tratara de agua, cavó un túnel bastante ancho.
Iracundo como estaba, el grandote simio se lanzó sin pensar hacia el túnel tras ella. Logró pasar por la boca sin problemas, pero después de meter todo su cuerpo adentro, no pudo descender más. Enojado, intentó regresar, pero al tratar de empujar hacia atrás tampoco pudo avanzar. Estaba atorado.
—Bien hecho, gordito— lo felicitó Fiercy, encima de la entrada del túnel— ¡Cloudy, ahora!
Cloudy se agachó sobre la salida, y desde su garganta expulsó un potente chorro de flamas azules que dieron de lleno en la cara del Slaking, sin que este pudiera hacer nada para defenderse. Cloudy continuó atacándolo con su Dragoaliento, hasta que el simio dejó de moverse.
[...]
Brainy y Birdy lograban mantener a raya al Vigoroth, no sin cierto esfuerzo. Brainy le lanzó un Psíquico, luego Birdy lo arremetió con un Ataque Rápido. El Vigoroth retrocedió, sobrepasado.
—¡Solo un poco más!— exclamó Birdy, motivado.
Brainy se preparó para sorprender al enemigo con un Rayo, pero en ese momento sintió unas macabras intenciones acercándose hacia ella. Muy tarde, se volteó hacia atrás para ver qué venía. El Slaking que había estado luchando contra Smoky y Kitten la agarró por la cabeza, la arrojó en el aire como si fuera una muñeca de trapo, y desde ahí le golpeó con tanta fuerza hacia el suelo que la Gardevoir sintió que se le salía el alma.
—¡Brainy!—exclamó Birdy.
El Slaking intentó hacer lo mismo con él, pero el Swellow lo esquivó con su insuperable velocidad. Desde el aire miró hacia todos lados, en busca de sus compañeros. No necesitó registrar mucho para hallar a Smoky y Kitten tirados en el piso, inconscientes. Brainy no parecía mucho mejor.
—No importa, aún podemos ganarles— se dijo.
Miró hacia abajo, donde el Vigoroth y el Slaking esperaban a que bajara. Tenía que entretenerlos el tiempo suficiente hasta que los demás pudieran ayudarlo a acabarlos. No había forma en que lograra vencerlos él solo.
[...]
Ruby lanzó una patada a su padre en la cadera. Él le agarró el pie sin mucho esfuerzo, pero entonces su hijo aprovechó para saltar y usar a Norman de impulso para patearlo en la cara. Norman no pudo hacer más que empujarlo, con lo que Ruby recuperó su pie.
Luego el líder se lanzó contra su hijo con una ráfaga de combos, tal y como había hecho en su primer enfrentamiento, pero Ruby esquivó buena parte, y los demás los bloqueó con rápidos movimientos de sus manos. Finalmente le agarró un brazo a Norman para hacerle una llave, pero él se deslizó rápidamente, evitando caer en su trampa.
Padre e hijo se separaron. Aunque les irritara admitirlo, estaban igualados. Sin embargo, Ruby había previsto esa situación. Rápidamente abrió su chaqueta para revelar una correa, la cual afirmaba el estuche de un afilado cuchillo. Lo extrajo de un movimiento, y lo blandió en el aire con confianza.
—¿Eso no es trampa?— se extrañó Norman— Creí haberte enseñado a no hacer trampas.
—Me enseñaste a obedecerte como un descerebrado.
—¿Y entonces qué? ¿Vas a matar a tu propio padre?
La pregunta quedó en el aire por momentos, mientras Ruby guardaba silencio.
—Si no me das otra opción...
—¡Pues que así sea!
Ambos se dispararon al encuentro. Ruby atacó con feroces Cortes a su padre, pero en todos sus intentos el cuchillo solo pasó por el aire. Norman desvió el primero, esquivó el segundo y golpeó a Ruby en el brazo. De nuevo, desvió el primer ataque, esquivó el segundo y golpeó el brazo de su hijo, y continuó así unas cuantas veces más hasta que el muchacho intentó darle una estocada en el corazón. Entonces el líder de gimnasio se hizo a un lado, y como si fuera una serpiente, enredó sus brazos alrededor del cuerpo de su hijo de modo que le imposibilitó mover el brazo con que sostenía el arma.
—Esto te enseñará a no hacer trampas.
Con un despacio pero firme golpe a la muñeca de Ruby, lo obligó a soltar el cuchillo. Luego, antes de que cayera, Norman se agachó, lo sujetó con un movimiento circular de su brazo y se volvió a parar, esta vez con el cuchillo apuntando al cuello del muchacho.
La expresión del chico cambió de un momento a otro. Antes rabioso y adrenalínico, ahora paralizado por el miedo. Que su padre le quitara el arma no había formado parte de sus planes.
Victorioso, Norman tomó la palabra.
—Ordénale a tus pokemon que se rindan— demandó.
Ruby apretó los dientes ¿Eso era todo? ¿Había perdido? Miró los ojos de su padre, preguntándose si sería capaz de hacerle daño a su hijo con un cuchillo. Lo pensó por un momento, pero la respuesta le aterró más que todo: No sabía. Su padre era una pared alta e impenetrable, y ni siquiera él podía ver lo que se escondía detrás de esa pared. Tragó saliva, dispuesto a sacrificarse por su cruzada, por sus pokemon, por sus ideales.
Y de pronto, de la nada, Cloudy arremetió contra Norman.
—¡¿Pero qué demon...
—¡Ruby, ayuda a los demás!— exclamó Cloudy, antes de lanzar un Rayo de Hielo a Norman, quien necesitó realizar un gran salto para esquivarlo.
Ruby respiró hondo, agradecido por haber sido salvado.
—¡Maestro!— escuchó por un lado. Al voltearse, advirtió al Vigoroth, que acudía en ayuda de Norman.
Sin pensarlo, Ruby se lanzó contra él usando todo el peso de su cuerpo para embestirlo. El Vigoroth cayó al suelo, en donde el muchacho saltó para golpearlo repetidamente, sin misericordia.
[...]
Smoky abrió los ojos. No se había dado cuenta de haber quedado inconsciente. Le dolía todo el cuerpo, y mucho. Le costaba respirar, la cabeza le daba vueltas, le sangraba la nariz y la boca, pero aun así posó sus temblorosas manos sobre el suelo y empujó para levantarse. Sus compañeros lo necesitaban, tenía que olvidarse de su dolor y ayudarlos antes de que fuera tarde.
Con mucho esfuerzo consiguió apoyarse sobre una rodilla. Desde allí miró el campo de batalla: Cloudy peleaba contra Norman, Ruby contra el Vigoroth, y Fiercy y Birdy luchaban contra el mismo Slaking que lo había dejado así ¿Y los demás? Alcanzó a ver a Brainy y a Kitten por aquí y por allá. Esperó con todas sus fuerzas que no les hubiera pasado nada más que a él, mas sabía que ir a revisarlas en ese momento sería poco productivo. Necesitaba ayudar a los que aún se mantenían en pie, pero no podría hacerlo en las condiciones en que se encontraba.
Necesitaba llegar a la mochila de Ruby ¿Dónde estaba? Se volteó hacia donde el chico la había escondido, y se alegró al comprobar que nadie se le había acercado. Solo necesitaba abrirla y sacar una poción para rociarla sobre sí mismo, y entonces la balanza se inclinaría a su favor.
[...]
El Slaking golpeó a Birdy con un fuerte manotazo, haciéndolo estrellar contra el piso. Fiercy aprovechó para atacarlo desde la espalda con un Mordisco, pero este la agarró sin problemas, se la quitó de la espalda y la arrojó lejos.
Luego Birdy regresó para embestirlo con un Ala de Acero, mas el Slaking lo tomó con sus ingentes manos desde las extremidades, lo arrojó al piso nuevamente y esta vez lo aplastó con su enorme pie. Birdy hubiera gritado, pero la presión le sacó todo el aire. Sus costillas crujieron por momentos, hasta que Fiercy volvió para seguir peleando.
—¡Birdy!— gritó desesperada, mientras corría a su encuentro.
El Slaking no se hizo esperar. Quitó su pie del pecho de Birdy para apresurar su pelea con Fiercy. Ella entonces se zambulló sobre el suelo para cavar un agujero, mas el Slaking logró saltar raudo sobre la boca del hoyo, meter su brazo y agarrarla de la cola para tirarla afuera y aplastarla bajo sus puños. En poco tiempo los neutralizó a ambos.
[...]
Ruby golpeó con todas sus fuerzas al Vigoroth, el cual se defendió como pudo de sus puños, hasta que no lo soportó más.
En un arrebato de ira, Vigoroth empujó al hijo de su maestro con sus piernas. Ruby cayó de espaldas por el impulso, y al intentar ponerse de pie, el simio se le encaramó al pecho e intentó atacarlo con sus garras, pero Ruby se las sujetó con sus manos. Ambos forcejearon por un buen rato, hasta que el Vigoroth le dio un cabezazo. Entonces el chico soltó las garras del pokemon, y este se vio libre para arremeter su cara con una serie de furiosas Cuchilladas. Las garras del simio se enterraron en la carne del muchacho varias veces, sin misericordia, sin raciocinio. En ese instante Ruby intentó pensar en una forma de quitárselo de encima cuando, de súbito, vio una de las garras del Vigoroth acercándose peligrosamente a su ojo derecho, sin ánimos de detenerse.
De pronto un inmenso dolor recorrió su cara, a medida que las garras se introducían en su globo ocular. Ruby gritó, pero pronto se mordió la lengua para reprimir sus quejidos. Se llevó una mano a la zona dañada, atontado por el golpe. Se giró en el suelo e intentó alejarse, mas el Vigoroth le saltó encima nuevamente y lo inmovilizó con una llave.
En ese momento de debilidad, Ruby miró hacia sus pokemon. Cloudy era la única que se mantenía en pie, luchando con toda su fuerza contra su padre.
Norman blandió el cuchillo de su hijo en el aire, lo cual Cloudy esquivó con gracia. Luego ella saltó hacia atrás y lanzó una llamarada compacta y de color azul hacia su adversario, quien la eludió con soltura.
Pero de pronto, Cloudy giró la mirada, sorprendida por los gritos de Ruby. Aterrada, notó su ojo ensangrentado, mas no pudo hacer nada en ese instante. Norman, aprovechando ese instante de distracción de su enemigo, corrió hacia ella con todo lo que sus piernas le permitían y la atacó con una patada. Ella lo bloqueó, luego desvió su combo, pero entonces Norman la agarró del pelo, la tiró hacia abajo para inclinarla hacia atrás y le enterró la hoja del cuchillo en la garganta.
El tiempo pareció detenerse. Ruby y sus pokemon, debilitados, contemplaron anonadados los últimos momentos de vida de Cloudy, mientras su sangre roja brotaba desde el tajo en su cuello y chorreaba aún tibia hasta el suelo. Ruby quiso ir hacia ella, pero ya no le quedaban fuerzas para luchar. Quiso salvarla, pero la sangre corría y corría, y el cuerpo de Cloudy no se movía.
Norman la dejó caer, ya muerta, y caminó desinteresadamente hacia su hijo.
—Levántalo— le ordenó al Vigoroth.
El pokemon obedeció, sujetando a un absorto Ruby. Su padre acercó sus manos ensangrentadas a su cara para obligarlo a mirarlo, pero entonces el chiquillo las alejó de un manotazo y echó a correr desesperadamente hacia el cuerpo de su Altaria.
—¡Cloudy!— exclamó, mientras se acercaba— ¡Cloudy! ¡Cloudy!— se agachó sobre ella, desesperado.
Intentó cubrir la herida, de donde aún brotaba sangre. Buscó con su ojo tembloroso su mirada, pero ella no contestaba, no lo miraba, solo permanecía con la vista fija en el techo. La sacudió un poco, para hacerla reaccionar, pero solo logró que más sangre brotara de la herida.
—Cloudy...— musitó Birdy, usando todas sus fuerzas para tratar de ponerse de pie.
Su cuerpo apenas le respondía, sus músculos dolían como si se le desgarraran todos al mismo tiempo, mas nada de eso importaba ya. Cloudy yacía allá, lejos de él, y la esperanza de verla viva se desvanecía tan rápido como una fogata en el mar.
En la sala vacía del gimnasio reinaba un silencio quebradizo y ambiguo. Lo único que pasaba por su superficie y llegaba a oídos de los demás eran los llantos de un muchacho que intentaba por todos sus medios resucitar a su pokemon, en vano. Su padre se acercó a él, y de un golpe en la zona posterior del cuello, lo noqueó.
Entonces Smoky salió de su ensimismamiento. Se sacudió para espabilarse y pensar con claridad. Cloudy había muerto, y eso le pesaba mucho más de lo que hubiera imaginado, pero en ese momento, esos sentimientos solo lo desaceleraban. Necesitaba concentrarse en lo que le sirviera, sus compañeros dependían de él.
Rápidamente escaneó el lugar; sus amigos habían sido vencidos, todos yacían en distintas zonas del gimnasio. Los enemigos, mucho más poderosos, se encontraban reunidos y casi sin heridas. Quedarse a pelear no era opción, tendrían que huir.
Entonces Norman también echó un último vistazo al lugar, y lo encontró a él. Smoky se paralizó por un momento, pensando que el líder de gimnasio enviaría a sus pokemon a por su cabeza, pero de súbito algo más llamó su atención.
—Espera, maldición...— gruñó un maltrecho Birdy, apenas teniéndose en pie. Norman posó su mirada sobre él, curioso— ¡¿Cómo te atreves... ¡¿Cómo pudiste quitarme a Cloudy?!— Birdy dio un paso hacia él, sus piernas temblando por el esfuerzo. En ese momento comenzó a llorar— ¡MALDICIÓN! ¡NO TE PERDONARÉ!... ¡TE MATARÉ, MALDITO COBARDE! ¿ME OÍSTE?
Birdy tropezó y cayó, y de ahí no pudo pararse. Débil y herido, tanto física como emocionalmente, levantó la mirada hacia el cuerpo de Cloudy. Seguía esperando que se moviera, que sonriera y les hiciera ver que solo estaba actuando.
El hombre no se inmutó; continuó recorriendo el resto del recinto con su mirada. Luego se echó el cuerpo de su hijo al hombro, dio un par de órdenes y se puso en marcha hacia la salida. El Slaking, detrás de él, tomó en sus brazos el cuerpo de Cloudy, y con eso los tres salieron del edificio.
Smoky ardía de rabia, pero sabía que no tenía mucho tiempo antes que entrara un ejército de policías y los matara a golpes. Sin pensarlo más, se arrojó sobre la mochila de Ruby, en donde encontró las pokebolas. Rápidamente devolvió a sus compañeros a sus respectivas cápsulas y se marchó por la trampilla de emergencia. No podía creer que la misión había salido tan mal, que Ruby había sido capturado, que Cloudy había muerto. La pokebola de Birdy se agitaba violentamente, pero Smoky la apretó con fuerza todo el tiempo para que no saliera.
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