Salvajes de la Arena


Estaba herido, pero seguía caminando.

Miró hacia atrás. Ya los había perdido. Después de tanto ya los había perdido. Ahora solo faltaba salir de ese desierto.

Le habría gustado tomar otra ruta, pero era lo único que había encontrado para escapar de los cazadores pokemon. Después de todo lo que les habían hecho, arriesgarse a morir en el desierto se veía mucho mejor.

Los humanos. Malditos humanos que se creen dueños del mundo, no podía perdonarlos. Todos eran iguales, todos bestias codiciosas y egoístas, dispuestos a todo con tal de satisfacer sus superficiales deseos.

Miró un momento a la Snorunt en sus brazos. Su cara negra estaba seca, sus ojos cerrados. Ese desierto la estaba matando rápidamente. Si él no encontraba la salida pronto, seguramente ella moriría.

Maldijo a los humanos una vez más.

Caminó y caminó por varias horas con ella en brazos, hasta que de pronto una de sus rodillas tocó el suelo. Se sorprendió al darse cuenta de que sus piernas habían flaqueado. Intentó ponerse de pie, pero sus temblorosos músculos se lo impidieron. Finalmente sus brazos cedieron ante el trabajo, y ambos se desplomaron sobre la arena.

—No me puedo dormir— se dijo el pokemon— No me puedo dormir, no ahora. Ella me necesita.

Contrapuso sus manos a la arena para levantarse, pero sus brazos no hicieron más que temblar. Cerró los ojos, apretó los dientes y usó todas sus fuerzas, pero no logró subir ni un centímetro. Ya no podía más, simplemente no.

Ahí en el suelo, miró a su compañera con cierta lástima.

—Parece que este es el fin de la línea para ambos ¿Eh, Ada?

Ella no lo miró. Su cara negra estaba seca y sus ojos cerrados. No tenía posibilidades de sobrevivir en un desierto como ese.

Contra su voluntad, sus párpados se cerraron lentamente, mientras Allan se despedía de este mundo.

—/—/—/—/—/—

Apenas entraron, las puertas se cerraron detrás de sus espaldas. Ruby arrojó a Fiercy y a Birdy al suelo, y se desplomó jadeante. Respiró hondo varias veces, atónito. Casi no podía creer que se había salvado, y sin embargo ahí estaba. Un techo oscuro de arena lo cubría, y no se veía a Sunny por ningún lado. Nunca creyó haber estado tan aterrado de uno de sus propios errores.

—¡Ruby!— exclamó Brainy, al tiempo que se abalanzaba sobre su cuello para estrujarlo con todas sus fuerzas— ¡Oh, Ruby! ¡Estuve tan preocupada! ¡¿Cómo puedes ser tan necio?! ¡La próxima vez te produciré un paro cerebral si tengo que sacarte del peligro!

—¿Eso no me mataría?

—No si te lo hago yo— le dijo en la oreja con una voz seductora.

—¿Tantas ganas tenías de que te mataran?— le espetó Fiercy, poniéndose de pie— Pues gustosa me ofrezco. Te agrandaré el agujero de los oídos para que empieces a escuchar de una vez por todas.

—No, deberíamos arrancarle los párpados para que vea mejor cuándo no puede hacer lo que le dé la gana— la secundó Birdy, parándose junto a ella.

—¿Y si le cosemos la boca?

—Voy por aguja e hilos

Ruby se puso de pie, divertido de la forma en que sus pokemon expresaban la preocupación que habían sentido. De pronto sintió unas garras en los costados de la cara. No le apretaban demasiado, pero sí lo suficiente para que le doliera un poco.

—Emh... ¿Kitten?

Intentó girarse, pero apenas moverse unos milímetros, el dolor se agudizó.

—A ti sí que te gusta asustarnos ¿O no?

—Yo me quedo aquí— anunció Cloudy, imitando la voz de Ruby— Sigan ustedes, solo olviden todo lo que les he enseñado hasta ahora.

—¡Okey, okey! ¡Ya entiendo!— alegó al fin— ¿Pero qué querían que hiciera?

—Dejarnos salvarte— contestó Smoky con perfecta calma.

—¿Te refieres a dejarlos morir conmigo?— le corrigió Ruby— Miren, no había una decisión correcta. De no haber encontrado esta torre, habría sido mejor la muerte de uno a la muerte de siete.

Todos callaron un momento. Sabían que Ruby tenía la razón, pero aún así no lo querían reconocer. Dejarlo sacrificarse por el equipo no podía ser la respuesta correcta, simplemente no.

—¿Cómo quieres que Pokemon Gijinka sobreviva sin ti?— reclamó Smoky.

Entonces Ruby lo miró, entre consternado y divertido.

—Contigo, claro.

—¿Perdón?

Se llevó las manos a las caderas, alegre de que el resentimiento comenzara a esfumarse.

—Smoky: No eres el más inteligente del grupo, pero sí me parece que hasta el momento eres quien más daño puede entregar y recibir, además de que siempre cargas con el peso de los demás de la forma que puedes. Yo puedo caminar al frente y decirles a todos por dónde debemos ir, pero en vez tú te quedas atrás, cubriéndole las espaldas a todo el mundo.

—Ruby ¿Qué estás...

—Smoky— retomó él la palabra— Si algo me pasa, algo que me impidiera seguir con el mando de Pokemon Gijinka, tú ocuparás mi lugar ¿Entendido?

—Pero yo...

—¿Entendido?— repitió alzando la voz.

Todos se quedaron callados. Pocas eran las veces que Ruby usaba el poder de su voz para imponer una idea en ellos. Por lo general sus propuestas iban de la mano de argumentos simples, si no obvios.

Esta vez la razón era obvia. Smoky analizó el peso de las palabras de su entrenador, y asintió.

—Entendido.

Entonces Ruby sonrió.

—Muy bien. Ahora sigamos.

—Espera ¿Escalaremos la torre?— inquirió Kitten, curiosa.

—Claro. Es un refugio fresco, techado y lo mejor: No hay tormenta de arena adentro. Además, la puerta de entrada se cerró, y aunque pudiéramos abrirla, no podríamos salir. Solo podemos movernos hacia arriba.

—/—/—/—/—/—

La primera sala era grande, fresca y seca. Ruby se fijó que a pesar de no haber ventanas, podía ver perfectamente el interior de la torre.

Pronto, Brainy se lanzó al cuello de Ruby, como ya comenzaba a ser costumbre. Fiercy gruñó por lo bajo.

—¿Qué ocurre?— le preguntó Smoky, entre divertido y curioso.

—Desde que evolucionó, no ha hecho más que coquetear con Ruby. Llámame exagerada, pero creo que Brainy tiene cierto grado de enfermedad mental.

—¿Por qué lo dices?

—Ruby nos dijo que los humanos pokéfilos son considerados enfermos, tanto como los pedófilos y los necrófilos ¿Entonces no es lógico pensar que un pokemon que desee a un humano está enfermo también?

—Puedes tener razón...— admitió Smoky— O podrías simplemente estar celosa.

—¡¿Celosa yo?!— alegó, sonrojándose— ¿De dónde sacas esas ideas? ¡Yo no estoy enferma como ella!

Smoky se encogió de hombros.

Fiercy quiso continuar defendiendo su postura, pero en ese momento Brainy se lanzó sobre ella de la misma forma que había hecho con Ruby.

—¡Fiercy!— exclamó, como si fuera su mejor amiga en el mundo.

Fiercy reaccionó intentando alejarse de ella, pero entonces Brainy le sujetó la cabeza y le susurró al oído.

—¿Lo oyes?

—¿Ah?

—Al que nos está siguiendo ¿Lo puedes oír?

Fiercy tardó unos segundos en comprender lo que Brainy le decía. Luego se concentró en sus oídos... y lo encontró. Un ser escurridizo se movió detrás del grupo. De inmediato preparó sus garras, mas Brainy se las sujetó con una mano.

—No, Ruby dice que lo dejemos.

—¿Cuándo dijo...— pero entonces comprendió. Brainy había estado abrazando a Ruby para discutir sobre el sujeto— Pero si no hacemos nada, nos puede atacar.

—Yo puedo sentir cuándo se decidirá a atacarnos.

—¿Cómo... ah, claro. Tu percepción sicótica y toda esa majamama.

—Percepción psíquica.

—Bien ¿Le avisaste a los demás?

—Sí, solo me faltaba decírtelo a ti.

—¿Y cuándo les dijiste?

—Recién, mientras hablaba con Ruby.

—Pero tú nunca...

—Se los dije por telepatía.

—¿Y por qué no a mí?

—Porque eres del maldito tipo siniestro ¿Qué querías que hiciera?

Brainy se separó de ella, un tanto ofendida. Fiercy se limitó a gruñir y a seguir caminando. Smoky las miró a ambas, un tanto extrañado. Durante mucho tiempo había sido Fiercy la que parecía sacar de quicio a Brainy cada vez que podía, pero desde su evolución, los papeleas parecían haberse igualado.

Caminaron a través de anchos pasillos por varios minutos. No había adornos, ni puertas, solo paredes y esquinas que los llevaban a más paredes y esquinas. No había pistas ni indicios de que iban por buen camino. Todo era un laberinto que no solo usaba el espacio y las vueltas para marearlos, sino también la falta de referencias. Todos los lugares eran idénticos.

—¡Vamos a morir aquí!— gritó Cloudy, desesperada.

—Calma, no es para tanto— la apaciguó Ruby— Me sé un truco para atravesar cualquier laberinto, no importa lo difícil que sea.

—¿En serio?— se extrañaron todos.

—¿De cualquiera?— inquirió Smoky.

—De cualquiera. Es muy fácil, de hecho.

Entonces levantó la mano izquierda, agitó sus dedos y luego la llevó a una pared.

—Todos hagan lo mismo.

Todos tocaron la misma pared con su mano izquierda.

—Muy bien. Ahora acerquen su cabeza a la pared— Ruby la aproximó de tal forma que parecía intentar escuchar algo.

Todos los pokemon lo imitaron al mismo tiempo, ansiosos de aprender aquella técnica.

—El siguiente paso es muy importante. Metan su dedo en su oído, flexionen las piernas tres veces y esperen.

Todos estaban tan concentrados que lo hicieron sin rechistar. Luego cuando comenzaron a flexionar las piernas se dieron cuenta de lo ridículos que se veían. Intentaron oír algo, pero lo único que lograron percibir fue la risa de su entrenador frente a ellos. Tarde se dieron cuenta de que todo era una broma.

—¡RUBY MALDITO!— exclamaron Fiercy y Kitten, y le dieron cada una un combo en la cabeza tan fuerte que le salieron dos grandes chichones.

A pesar de esto no dejó de reír.

—¡Lo siento, lo siento!— exclamó entre risas— ¡Es que... es que... ¡Jajajajajajaja!

Birdy miró de reojo a Brainy.

—¿Tú ya lo sabías?

Esta sonrió de forma cómplice.

—Pude ver que Ruby quería reír un poco, pero esa no era su única intención.

—Que nos haga hacer cosas tan vergonzosas— se quejó una sonrosada Kitten, de brazos cruzados.

—No, pero en serio. Si van por un laberinto, la forma más segura de salir es nunca quitar su mano izquierda de la pared. Si avanzan de esa forma, eventualmente llegarán a la salida... o a la entrada.

—¿No es una broma?— alegó Fiercy.

—Es en serio. Miren, sigamos y usemos esa regla, sin más bromas.

—Si lo haces de nuevo, te daré más que un simple coscorrón— le advirtió Fiercy.

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Pronto encontraron unas escaleras, que los llevaron arriba y casi de inmediato a una bifurcación. Como ya habían acordado, se fueron por el camino de la izquierda.

De repente, dos ruidos casi imperceptibles, uno por detrás y otro por delante les llamaron la atención a Ruby, Fiercy y Kitten.

—¿Son más de uno los que nos siguen?— se preguntó Ruby.

~Son cuatro~ contestó Brainy en su mente~ No, ahora son cinco. Están llegando más~

~Ya me estoy hartando de esperar una emboscada~ admitió Kitten~ Ruby, no es buena idea dejarles hacer el primer movimiento~

~Lo sé, pero ellos, sean quienes sean, parecen tener un mejor conocimiento de esta torre que nosotros. Han podido seguirnos sin mostrarse en ningún momento. Podemos oírlos y saber dónde están, pero ellos pueden escabullirse, reagruparse y contraatacar rápidamente usando los escondites y pasadizos de esta torre. Por ahora mantendremos una postura defensiva~

Fiercy miró a Ruby, Brainy y Kitten lanzarse miradas, y al resto asentir como si oyeran una discusión muy importante. Ella solo podía escuchar ruidos de pisadas y arena a su alrededor, y el hecho de ser la única del grupo que no podía comunicarse por telepatía le irritaba. Se sentía excluida, y en cierta forma menospreciada ¿Por qué Ruby no hacía nada respecto a los sujetos que los acechaban? ¿Por qué todos se comportaba como si no les importase? Su rabia aumentaba a cada paso, pero ella no podía hacer nada al respecto. Tendría que esperar y mirar.

Y de pronto, para la sorpresa de todos, el suelo a los pies de Ruby se desmoronó. El muchacho cayó hacia el primer piso, pero antes de desaparecer por completo fue auxiliado por sus pokemon. Kitten y Smoky, quienes se encontraban más cerca de él, reaccionaron eficazmente y lo sujetaron de los brazos antes de perderlo por completo. Luego Brainy lo sostuvo con sus poderes psíquicos, y lo levantó poco a poco hasta la superficie del segundo piso.

—Gracias, eso estuvo cerca— les espetó el chico, una vez se vio a salvo.

—¿Quién puso esa trampa?— alegó Fiercy, lista para que las criaturas les saltaran encima en cualquier momento.

—Tranquila— la calmó Ruby. Se puso de pie, y con toda confianza se sacudió la ropa sucia— Es una torre hecha de arena. Debí haber imaginado que el suelo podría ser inestable.

Entonces todos miraron el hoyo que se había producido. Era grande, lo suficiente para abarcar un tercio del ancho pasillo. Luego se fijaron mejor en el resto del suelo cerca de ellos, y se dieron cuenta de que ciertas zonas se veían agrietadas y más inestables que otras.

—Parece que puedo ver un camino seguro— comentó Birdy.

—¿Estás seguro?— inquirió Brainy, atenta al camino adelante.

—La mayoría de los pokemon ave tienen una vista más desarrollada que el resto— apuntó Ruby— Birdy, tú nos guiarás.

—Oky.

Dado que él podía levantar vuelo si el piso se caía, Birdy caminó adelante del grupo, saltando y forzando las zonas en las que pisaba para asegurarse de que pudiera soportar el peso de sus amigos. Así avanzaron lentamente durante varios minutos, hasta que él levantó la mirada.

—Más allá se acaban las zonas agrietadas— anunció, volteándose hacia el resto del grupo.

Ruby levantó la cabeza del suelo para agradecerle y darle palabras de ánimo, cuando advirtió algo extraño. Detrás de Birdy apareció un par de ojos tenebrosos desde el suelo. Abrió la boca para avisarle, pero antes de poder hacer nada, el sujeto extraño salió desde su escondite de arena y apresó una de las piernas de Birdy con una especie de trampa con forma de mandíbula.

—¡Birdy!— exclamó Ruby.

Este gritó del susto y el dolor, e intentó quitarse la trampa de la pierna levantando vuelo. Mas la trampa no cedía, era demasiado fuerte.

Ruby se giró inmediatamente para mandar a Cloudy a ayudarlo, pero no tuvo la necesidad. Ella se disparó como un jet en cuanto oyó a su prometido gritar, y sin pensarlo dos veces le mandó un Rayo de Hielo al ser de ojos tenebrosos.

Los demás quisieron ir detrás de Cloudy, pero en ese momento fueron atacados por los seres que los habían estado siguiendo. Ruby se quitó a dos que se le habían arrojado a la espalda de una sacudida, y al girarse hacia sus amigos se dio cuenta que los enemigos eran pokemon. Todos Sandshrew y otra especie que no reconocía. De pronto un hoyo se abrió, y Fiercy cayó mientras intentaba deshacerse de tres Sandshrew sobre ella. Ruby intentó arrojarse salvarla, pero en su carrera él mismo fue embestido por otro grupo de pokemon salvajes y arrojado hacia una zona quebradiza. El suelo bajo su cuerpo se desplomó como el resto.

Ruby cayó una gran distancia hasta chocar de espalda contra el suelo. Pronto recobró la conciencia e intentó levantarse. Necesitó un esfuerzo mayor al usual, pero después de autoexaminarse advirtió que no tenía fracturas ni nada muy grave. Miró alrededor, sus pokemon se encontraban adoloridos también, pero al parecer ninguno se había hecho un daño por el que hubiera que urgirse.

Miró hacia arriba, y consternado, notó que los hoyos ya no se encontraban donde habían surgido. Por obra de magia, la arena había vuelto a formar un suelo quebradizo.

—No es lo que esperabas ¿Eh, humano?— alegó una voz a pocos metros de él.

Ruby se giró, extrañado de no reconocer aquella voz, y al ver a un hombre frente a él se asustó. Inmediatamente se puso de pie, pero al hacerlo se dio cuenta de que aquel sujeto no era un hombre, sino un pokemon. Es más, era muy parecido a Brainy, pero su piel verde era más oscura, su constitución más musculosa, y sus codos se extendían como cuchillas afiladas.

—¿Quién eres?— se extrañó Ruby.

—Seres como tú no merecen ni siquiera mi nombre.

Sin esperar más, el pokemon extendió las cuchillas en sus codos y se lanzó al ataque.

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Sandshrew, el pokemon Ratón:

—Peso: 12 kg

—Altura: 0,6 m

—Observaciones:

-   Su piel es muy seca y extremadamente dura

-   Puede enroscarse en una pelota y rebotar, si cae de una gran altura

-   Puede conservar poco agua dentro de su cuerpo por mucho tiempo

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