Rebelión (3/7)
Llegaron a un puente, un tanto angosto para 21 personas, pero sin señales de fallas. Más allá de las barreras de madera roja, una lenta lluvia de hojas secas caía agraciadamente. Las paredes de la enorme sala en donde se encontraban eran de un negro especial, con lo que daban la ilusión de que el espacio oscuro seguía hacia el infinito.
Más allá se alzaba lo que parecía una enorme casa, o una pequeña mansión. Las luces se filtraban por las ventanas, arriba de la puerta, en un triángulo de madera se podía ver el signo de la pokebola. El primero de los cuatro mejores entrenadores de la región esperaba al próximo retador.
Mientras caminaban hacia la entrada, Fiercy y Kitten se giraron. De pronto una voz les llegó a la lejanía.
—¡Oigaaaaaaaaan!— los llamaba Aria, caminando despacio. Cojeaba ligeramente, y se sujetaba un hombro con una mano por el dolor.
El grupo retrocedió para ir a recibirla. Ruby inmediatamente sacó su botiquín para curar sus heridas y aliviar el dolor.
—¿Estás bien?— le preguntó al final.
—Sí, gracias— Aria se paró erguida y depositó sus manos en sus caderas.
—Si no puedes luchar, puedes...— intentó decirle Birdy, mas Aria lo calló.
—Gracias, pero puedo pelear bien. Solo necesitaba una poción, eso es todo.
—¿Qué pasó con Robin?— preguntó Ruby.
—¿No está con ustedes?— se extrañó Aria— Dijo que se iba a adelantar, y en un segundo la perdí de vista.
—¿Robin?— inquirió Wally.
—Es una amiga de Ruby— explicó Brainy— Estaba con Aria.
Wally se cruzó de brazos, también contrariado.
—Recuerdo que vi a esta Altaria cuando pasé corriendo— explicó— pero no recuerdo a ninguna mujer, a menos que te estés refiriendo a la enfermera.
Mas Ruby negó con la cabeza. Finalmente juntó sus manos, como para concluir el asunto con lo que tenían.
—No importa, después de todo Robin es de las personas más independientes que conocemos— les recordó— Debe haberse ido por uno de los pasillos laterales. Ahora nosotros tenemos que concentrarnos en continuar.
Todos estuvieron de acuerdo, con lo que el grupo de rebeldes se puso en marcha hacia la primera arena de batalla
—/—/—/—/—/—
Steven llegó a la cámara del campeón desde una puerta lateral, una gran sala hexagonal en donde no había rincones ni escondites, donde los entrenadores daban todo lo que tenían para convertirse en campeones, o ser derrotados. Él había peleado en esa misma sala varias veces como campeón, y solo una como retador.
Al centro, por el lado del rey, se encontraba un gran asiento de acero, su trono. Steven se sentó ahí, se relajó y cerró los ojos. Ya había hecho todas las preparaciones, ya tenía todo listo, solo faltaba el invitado especial. En esa sala de combate se oyó un silencio profundo, uno que lo envolvió y lo tapó como un gran y pesado manto.
No supo cuánto tiempo transcurrió así, no supo si se quedó dormido o solo descansó un momento, solo que de pronto sintió un peso en las piernas, unas manos en sus hombros, y cuando abrió los ojos, Robin se encontraba sentada sobre él.
—¿Robin?— se extrañó, sin moverse mucho— ¿Qué haces aquí?
Su vestido se veía sucio y roído. Se notaba que no había pasado las últimas semanas alrededor de la civilización. Su semblante serio, aunque era lo que menos le importaba al campeón.
—Quería verte antes que Ruby apareciera.
Steven sonrió.
—¿Vas a traicionarlo a estas alturas?— luego se encogió de hombros— Me parece bien.
—Antes de eso, me gustaría saber qué planeas.
—De todas maneras vienes a matarme ¿No? ¿Para qué quieres saber mis planes?
Robin se aguantó las ganas de golpearlo, necesitaba crear un ambiente agradable.
—Tú o Ruby morirán hoy, no me quedan muchas oportunidades de hablar contigo— alegó Robin— Solo... quería acurrucarme con mi hermano una última vez.
Esto logró arquear una ceja de Steven, mas no hubo quejas por su parte. Robin pasó una pierna por sobre los muslos de Steven, cosa de recostarse de lado contra su pecho. Ambos permanecieron así, relajados por un buen rato.
—¿Mataste a Winona?— inquirió él.
—No— contestó ella— Me hice amiga de uno de sus pokemon. No pude matarla frente a sus ojos.
A Steven se le escapó una pequeña risita.
—Siempre tan considerada— recordó.
—Cualquiera es considerado comparado contigo— le hizo ver ella.
—Sí, es verdad.
Robin entonces se separó de Steven para mirarlo a la cara. Se quedó ahí por un buen rato, simplemente mirándolo a los ojos, como si quisiera zambullirse en su mente.
—¿Alguna vez has pensado en besarme?— le preguntó ella.
Steven parpadeó dos veces antes de contestar.
—Sí.
—¿Quisieras besarme ahora?
La pregunta quedó en el aire por varios segundos, durante los cuales ninguno de los dos se movió.
—A veces siento... que me gustaría— admitió. Seguidamente estiró una mano lentamente para tocar el pecho de Robin. Todo con una cara neutra, casi aburrida— Cuando era niño me pasaba mucho, me acuerdo. Tú te ponías vestidos y modelabas... eras tan linda. Estaba enamorado de ti, pero no quise admitirlo. Es más, no me di cuenta hasta que volviste a Hoenn.
—Creí que estabas enamorado de Winona— alegó Robin.
—También— admitió él— Pero eso fue un poco más tarde, tú fuiste mi primer amor.
Robin miró para abajo, un tanto avergonzada. Quiso reclamarle, quiso gritarle que estaba contradiciéndose, que si él la había echado de Hoenn por ser homosexual, él no podía convertirse en uno, no tenía derecho. Pero se lo guardó. En vez de gritarle, le tomó su mano en silencio y entrelazó sus dedos con los de él.
—He aprendido muchas cosas en mis viajes— le espetó ella— He aprendido a cantar y a bailar, y a moverme...
Steven le contestó con una sonrisa.
—Siempre fuiste muy talentosa.
—¿Quieres escuchar mi canción favorita? Dicen que tiene poderes mágicos.
Steven contestó con una sonrisa más amplia.
—¿Y qué tipo de poderes mágicos tiene esta canción?
Él se mostraba interesado. Robin no tenía mucho tiempo, necesitaba ejecutar su plan ya, antes que Ruby o cualquier apareciera y derrumbara el ambiente íntimo que se había generado. Y sin embargo... ¿Por qué su hermano se mostraba tan relajado? Lanzarse a cantar sin respuestas la aterraba, pero no tenía de otra.
—Trae espíritus poderosos para ayudarte... o eso es lo que dicen. Solo es una canción de la buena suerte.
—Muy bien, escuchémosla— concedió él.
Ahí mismo, sentada sobre los muslos de Steven, Robin asumió una postura de canto y comenzó a emitir las primeras notas, la introducción a una melodía bella, pero desoladora. La canción resonó débil en las paredes y vitrales de la sala, y tomó por sorpresa el corazón de Steven. De pronto le pareció que su alma se empequeñecía, y las ataduras a su cuerpo se desprendían para siempre. Robin cantaba con palabras incomprensibles, pero bellas y desgarradoras. Steven fue contando las notas, una por una, pero de pronto escuchó algo que lo dejó helado.
Inmediatamente tomó a Robin por los brazos, con fuerza, y antes de que ella pudiera reaccionar, se acercó a sus labios y la besó con pasión. Ella intentó zafarse, pero él era mucho más fuerte y no la dejó.
Después de un largo rato, Steven la dejó libre. Robin intentó patearle la cabeza, pero él golpeó un nervio de su tobillo antes que ella pudiera conectar el golpe, y mientras se recuperaba, Steven aprovechó para acercársele y darle un potente combo justo debajo de las costillas.
Robin cayó al suelo, sin poder respirar. Por poco perdió la conciencia, pero se obligó a permanecer ahí. Mientras se retorcía del dolor, oyó a su hermano reír a carcajadas a pocos metros. Parecía que iba a reventar de la risa.
—¡Oh, oh, diablos!— dijo entre risas— ¡Robin, me sorprendes! ¡¿El Canto mortal?! ¡¿Ibas a usar la canción prohibida conmigo?!— y luego la risa lo poseyó de nuevo.
Robin se puso lentamente de pie, mientras recobraba el aliento. Su hermano estaba de espaldas, muy distraído. Ella estaba herida, pero quizás tenía una oportunidad. Decidió apostar a su suerte y atacarlo por la espalda, sin embargo en ese instante cuatro inmensas garras de metal la tomaron por detrás, la separaron de Steven y la elevaron lo suficiente para que no alcanzara a tocar el suelo con los pies.
Robin miró a su hermano, el cual ya se había calmado lo suficiente. Él la miraba, parado frente a su trono con una postura perfecta de rey. Al verlo así, nadie habría creído que había besado y golpeado a su hermano travesti segundos antes.
—Estoy muy orgulloso de ti, Robin— comentó con una sonrisa aparentemente sincera— Nunca hubiera creído que vendrías a llevarme al infierno contigo. Ahora nadie puede decir que mi linda hermanita no tiene agallas.
Robin no dijo nada, solo se lo quedó mirando con ira, la ira de aquellos que caen en la derrota. Nunca podría ganarle a Steven, esa había sido su última oportunidad.
—¿Dónde aprendiste a cantar eso?— inquirió él.
—¿Qué importa? ¿Cómo es que tú lo conocías?— alegó ella.
—Oh, uno aprende muchas cosas siendo campeón— aseguró él— No eres la única que ha viajado ¿Sabes? Ese movimiento puede ser conocido por muy poca gente, pero esa gente está esparcida por todo el mundo, como nosotros dos. Aunque debo admitir, nunca había oído una interpretación tan maravillosa ¿No querrías convertirte en mi pajarito cantarín?
Robin arrugó la cara, iracunda.
—Mátame de una vez— bufó ella, harta de tener que oírlo pavonearse.
—Oh, no seré yo quien te mate— aseveró él— Metagross, prepárala.
Sin decir más, Steven giró sobre sí mismo y se encaminó hacia la puerta lateral.
—¿Qué vas a hacer?— le preguntó Robin, mas Steven la ignoró por completo— ¡Steven! ¡¿Qué mierda quieres?!
—Lo que siempre he querido— contestó sin voltearse ni detenerse, y de pronto desapareció detrás de la puerta.
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Los rebeldes cruzaron por la primera puerta del Alto Mando. Dentro, se encontraron con una habitación bastante grande, digna de presenciar épicas batallas pokemon dentro de sí. En medio de la arena de batalla se encontraba un único sujeto sentado sobre una única silla. El tipo tenía la cabeza rasurada, salvo por un mechón lila en su frente. Su postura de maleante y su mirada confiada le otorgaban cierta presencia, pero no más de lo que Ruby esperaba.
—Bienvenido, retador— saludó el hombre— Soy Sixto, del Alto Mando.
—No me interesa— alegó Ruby— Déjame pasar, o te derribaré.
—Hey, hey— bramó Sixto— Parece que tenemos a una diva por aquí.
Sixto se acercó a Ruby, las manos en los bolsillos y la espalda encorvada como todo un criminal, por irónico que eso se viera, y lo miró con petulancia.
—Se ve que es tu primera vez retando al Alto mando, muchachito— le espetó Sixto— Aquí tenemos reglas ¿Sabes? No importa quién cruce esa puerta, tiene el derecho de retarnos a todos a una batalla pokemon. Si gana, se convierte en el campeón, y si no, pues... puede intentarlo de nuevo al día siguiente.
Ruby rodó su ojo, harto de las habladurías de payasos como aquel. Se preparó para derribarlo de un golpe, pero antes de intentar, Zafiro saltó sobre la espalda de Sixto y lo botó con el peso de su cuerpo.
—¡Ustedes sigan!— les ordenó ella— ¡Yo me ocuparé de este papanatas! ¡Swablukids, a mí!
Ruby y sus pokemon asintieron de inmediato. El chiquillo tomó la mano de Wally, y antes que este comprendiera lo que ocurría, echaron a correr hacia la puerta que continuaba el camino.
Llegaron a un puente semejante al anterior, pero con una temática bastante diferente. No había hojas secas, sino que agua calma, y oscura. Sobre el agua había enormes flores de loto, y colgadas de la pared de la próxima sala, un puñado de lámparas apagadas. Más allá se divisaba una niebla oscura y tenebrosa.
Brainy se aferró a Ruby, atemorizada.
—No me gusta el ambiente de este lugar— indicó.
—Tranquila, solo son trucos— le comentó este.
Avanzaron hacia la sala, y cuando se acercaron lo suficiente, una especie de flama violeta apareció frente a ellos. La llama se separó luego en varias llamitas más pequeñas, que viajaron hacia las lámparas y se introdujeron en ellas para encenderlas. A ver esto, Brainy gritó de miedo y se agarró al cuello de Ruby con todas sus fuerzas.
—¡Brainy, tranquila!
—¡VAMOS A MORIIIIIIIIIIIIR!— chilló ella, hasta que Fiercy le pegó un zape.
—Cálmate— le ordenó— Ya no eres una Ralts, deja de actuar como tal.
Brainy se separó de Ruby, roja de la vergüenza.
—Lo siento.
—Muy bien, continuemos.
Los rebeldes atravesaron la puerta, solo para encontrarse una sala casi igual a la anterior, amplia y sin obstáculos, solo que de tonos violetas. En el centro se encontraba una mujer, no mucho mayor a ellos, con un traje de baño de dos piezas y un pareo con flores blancas. Parecía estar realizando una danza, o quizás ejercicios matutinos. Al igual que Sixto, no se veía para nada amedrentada por la presencia de los terroristas.
—Bienvenido, retador— saludó con una sonrisa alegre— Soy Fátima, del Alto Mando. Veo que ya venciste a ese inútil de Sixto, muy bien, así podremos tener una batalla ¿Sabes? Cuando pierdas debería dejarte ir, pero estoy muy molesta por todo el destrozo que has causado, así que simplemente devoraré tu alma ¿Está bien?
Ruby se preparó para dar una orden, pero en ese momento Wally se le adelantó y arrojó una pokebola al suelo, de la cual apareció su Gardevoir.
—Yo puedo arreglármelas contra ella— aseguró Wally— ¡Tú guarda energías, Ruby! ¡Debes derrotar a Steven!
—Wally...— musitó el aludido, contrariado.
Le sorprendía de verdad ver a su amigo realizando un acto tan heroico.
—Oh, no, chiquillo. No evitarás que consuma el alma de ese maldito de Ruby— alegó Fátima— ¡Él ya está condenado! ¡No me lo puedes quitar!
Fátima arrojó una pokebola al suelo, pero el Gardevoir de Wally la atrapó en el aire con sus poderes psíquicos y la obligó a permanecer cerrada.
—¡Ahora es su oportunidad!— bramó este.
—Bien ¡Niños!— exclamó Ruby.
Sin más, Pokemon Gijinka echó a correr alrededor de Fátima para llegar a la puerta. Esta, frustrada, intentó detenerlos arrojándoles al resto de sus pokemon, pero el equipo de Wally se interpuso en el camino de las pokebolas y les dio suficiente tiempo a los terroristas para continuar su viaje.
—En el fondo siempre había querido devolverte el favor, Ruby— pensó Wally, mientras veía a su amigo avanzando, más allá de la puerta trasera de la habitación— Ahora más te vale ganar, porque no pienso convertirme en un criminal por tu culpa.
Luego de darse cuenta que sus intentos de retener a Ruby eran inútiles, Fátima se giró hacia Wally para dedicarle todo su rencor.
—Maldito...— gruñó ella— ¡Pagarás por esto, maldito gusano! ¡Dusclops, usa Bola Sombra!
—¡Prepárense!— gritó Wally.
[...]
Pronto llegaron a un puente semejante a los otros dos, solo que este se encontraba en un lugar bastante más iluminado. Nieve caía del cielo, el ambiente helado hizo a algunos pokemon tiritar. Al final se veía una habitación construida en madera, con un estilo de civilización acostumbrada a vivir en el frío.
De pronto, una ventisca los sorprendió. La fuerza del viento abrió las puertas de la sala frente a ellos, y cuando esto pasó, una corriente helada atravesó el puente en menos de un segundo, congelando el suelo donde pisaban por completo.
—¡Wow!— exclamaron.
—Vayan con cuidado— apuntó Ruby.
Se afirmaron de las barandas para atravesar el puente, y pronto cruzaron la puerta. Ahí los esperaba una dama en el centro de la arena de batalla, vestida en un traje elegante, como si se hubiera vestido para la boda de un rey. Su piel era pálida como la nieve y sus ojos azules y petrificantes como el frío polar.
—Bienvenido, entrenador. Mi nombre es Nívea, del Alto Mando— lo saludó con una voz increíblemente calmada. Su sonrisa era elocuente, sus ojos ansiosos— Tú te ves lo suficientemente fuerte ¿Te gustaría probar tu fuerza contra mí?
—No— contestó Ruby— Pero me parece que no tengo opción ¡Smoky!
—No necesitas decir más— indicó el Blaziken, preparando sus puños para la batalla.
Smoky dio un paso adelante. Nívea lo miró de pies a cabeza, y asintió.
—Muy bien, tu pokemon también luce bastante fuerte. Entonces tendremos nuestra batalla pokemon ¿Estás listo?
Nívea sacó una pokebola de un bolsillo oculto, se la mostró a la altura de la cara y la arrojó hacia el espacio entre ambos.
—¡Espero un espectáculo digno de Pokemon Gijinka!— exclamó Nívea, mientras una gruesa masa azul aparecía de la pokebola, con largo cabello blanco— ¡Walrein, ataca a ese Blaziken con Surf!
Smoky y los demás apenas tuvieron tiempo para reaccionar. Algunos alcanzaron a echarse hacia un lado, pero la mayoría fueron arrastrados por el potente chorro de agua helada, que los azotó contra las paredes de la sala de combates.
Cuando se dio cuenta de lo que ocurría, Smoky se encontró tosiendo agua, su cuerpo entero humeando producto del súbito baño.
—¡Smoky!— exclamó Ruby, contrariado.
Pero Smoky no había perdido del todo. El intenso entrenamiento y el ardiente deseo de ganar lo impulsaron a ponerse de pie y enfrentarse a sus adversarios con todo lo que tenía.
El Blaziken, aún ligeramente aturdido, miró al Walrein, y a Nívea dándole otra orden. El Walrein se preparó de nuevo para expulsar una enorme ola de su boca, pero Smoky se le adelantó, cruzó la distancia que los separaba en un instante y hundió su puño tan fuerte en su inflado abdomen que lo mandó a volar hasta chocar contra el cielo de la habitación.
Todos se quedaron en silencio por un momento. Nívea, boquiabierta, miró consternada a su pokemon incrustado en el cielo. Luego se giró hacia Smoky, luego hacia Ruby, y sonrió.
Inmediatamente sacó al resto de sus pokemon; dos Sealeo y dos Glalie.
—¡Cúbranlos de hielo!— les ordenó, emocionada— ¡Quiero que congelen hasta sus almas!
Los pokemon de hielo atacaron a Pokemon Gijinka con Rayos hielo y Ventiscas, sin embargo tenían una desventaja numérica considerable, con lo que sus ataques no dieron mucho resultado. Beauty recibió un Rayo hielo, pero fue poco efectivo, y los demás simplemente esquivaron como pudieron.
Ruby corrió directo hacia Nívea para noquearla, pero al acercársele, la puerta trasera de la sala se abrió, y apareció un anciano con un roído traje de marino, sorprendiéndolos a todos.
—¡Maldición, Nívea!— exclamó Dracón, desde la puerta— ¡Deja de jugar con ellos y acábalos de una vez!
—¡¿Dracón?!— exclamó la aludida, ignorando a un paralizado Ruby junto a ella— ¡¿Qué haces aquí?! ¡Nos estamos divirtiendo de lo lindo! ¡Aún no es tu turno!
—No habrá turnos, chiquilla— contestó el irritado anciano, mientras se acercaba a ella— ¿Has oído hablar de las batallas dobles? ¡Pues esta será una de ellas! ¡Y si no te gusta, puedes ir a esperar tú a mi habitación!
Nívea resopló y se cruzó de brazos.
—Como quieras— aceptó, cuando Dracón se le acercó lo suficiente para no tener que gritarse el uno al otro— ¿Estás bien con eso, chiquillo?
Ruby se sorprendió de que le preguntara.
—¿Yo?... bueno, creo que me da lo mismo— aceptó al final— Después de todo tengo que derrotarlos a ambos ¿No?
—¡Así se habla!— exclamó Dracón.
Inmediatamente, el viejo marinero sacó a todos sus pokemon de una sola vez, equiparando los números en la pelea; Salamance, Altaria, Flygon, Kingdra y Shelgon.
—¡Destruyan a los retadores!— bramó el anciano.
Instantáneamente el Salamance tomó a Ruby de las axilas en pleno vuelo y lo arrojó lejos de su entrenador, para así poder pelear sin tener que preocuparse de golpear al anciano.
Cada quien optó por un rival y evitó a los demás mientras peleaba. Pronto se armó una batalla bastante grande a través de toda la arena, mientras Dracón y Nívea miraban tranquilamente. Smoky destrozó a un Glalie con sus Patadas Ígneas, Brainy electrocutó al Sealeo que había ido por ella y Beauty congeló con una Ventisca al Shelgon, sin embargo los demás parecían necesitar más tiempo para lidiar contra los enemigos. Ruby no lograba alcanzar al Salamance para golpearlo, Fiercy simplemente no infringía mucho daño por más que masticara la cabeza del Kingdra, Flygon y Aria necesitaban ser cuidadosos peleando contra los pokemon de sus mismas especies, Kitten no lograba penetrar el cuerpo grasoso de uno de los Sealeo y Birdy estaba muy ocupado esquivando los Rayos de hielo del Glalie para pensar en acercársele.
—Parece que ni ambos unidos somos suficientes para derrotar a este chiquillo— comentó Dracón.
—¿Tú crees?— se extrañó Nívea— A mí me parece un combate bastante igualado. Caótico, pero igualado.
—No. Ellos tienen una ligera ventaja— le hizo ver Dracón— Solo falta un rato para que comience a notarse.
Y tal y como dijo, en ese momento el Glalie que ocasionaba problemas a Birdy fue derribado por una de las Patadas de fuego de Smoky, con lo cual este se dirigió a ayudar a Fiercy.
—Necesitamos refuerzos— alegó el marinero.
—¿Refuerzos?— se extrañó Nívea— ¿Te refieres a más pokemon?
En vez de contestar, Dracón levantó una mano y chascó los dedos. En ese momento un rugido se oyó por todo el lugar, y el cielo de roca y acero se resquebrajó, se rompió y se abrió, arrojando restos de concreto a todos los presentes.
Por un momento la batalla cesó. El campo de batalla se encontraba cubierto por enormes rocas de concreto, y ni rastro de los contrincantes, hasta que una cabeza emergió desde los escombros. Ruby miró en todas direcciones, contrariado. Entonces advirtió que Dracón y Nívea permanecían sobre los restos de piedra, indiferentes al derrumbe del techo gracias a las alas protectoras de Salamance. Pero eso no era nada; detrás de ellos, en el cielo, un ejército de cientos de pokemon dragones lo miraba amenazadoramente.
En eso, sus amigos aparecieron desde los escombros, sin mayores heridas, y notaron la enorme cantidad de enemigos sobre sus cabezas. Dragonair, Dranonite, Altaria, Salamance, Shelgon, Vibrava, Flygon, Kingdra, incluso algunos Charizard y Gyarados, todos esperando la orden de su maestro de atacar.
Pero Dracón le cedió el turno a Nívea, la cual llevó ambas manos a la altura de su cara y aplaudió delicadamente con los dedos de una mano en la palma de la otra. Inmediatamente las paredes de la sala se derrumbaron, revelando dos cámaras por los lados, repletas de pokemon de hielo; Glalie, Jinx, Piloswine, Delibird, Sealeo, Walrein, Dewgong, Cloyster, Lapras y Sneasel, todos esperando las órdenes de su ama para atacar a los terroristas.
Ruby miró a los cientos de enemigos contra los que deberían enfrentarse, luego a sus pokemon, todos en buena forma y listos para soportar lo que fuera. Necesitó de un segundo para respirar.
—Rayos, nunca se acaban...— inspiró hondo y exhaló— Muy bien ¡Pokemon Gijinka!
—¡Aquí!— exclamaron todos.
—¡Ataquen!— gritó Dracón.
—¡Destrúyanlos!— bramó Nívea.
Los pokemon del Alto Mando se abalanzaron sobre Pokemon Gijinka, pero en ese instante un meteorito se interpuso entre ambos equipos, cayendo en medio de la arena de batalla. La onda expansiva del impacto alejó un poco a todos, pero no lo suficiente para impedirles pelear.
Mientras todos hacían silencio por la sorpresa, Ruby miró al meteorito, consternado, solo para encontrar a un pokemon hincado. Ese pokemon se puso lentamente de pie, sus orejas se despegaron de su pelo negro, su espalda llena de extraños hoyos y cicatrices. Ese pokemon se dio vuelta para mirar a Ruby, y al hacerlo le sonrió.
—Levántense, apenas comenzamos —saludó Sunny.
—¡Sunny!— exclamó Smoky, más feliz de verlo que nunca.
—¡Sunny!— exclamaron los demás, igual de contentos.
—¡Lovely!— lo saludó Ruby, sorprendido y feliz.
—¡¿Qué esperan?!— bramó Dracón— ¡Ataquen!
Los pokemon dragón despertaron de su sorpresa, y retomaron la arremetida contra Pokemon Gijinka, sin embargo en ese momento dos proyectiles voladores atravesaron sus filas a velocidades vertiginosas, atacando y noqueando a la bandada de dragones. Latias y Latios atacaban por detrás a los dragones.
Por su parte, los pokemon de hielo también despertaron de su ensimismamiento con las palabras de Dracón, pero antes de poder atacar, dos proyectiles más cayeron sobre cada sala lateral, y uno más en la arena de batalla, junto a Sunny.
Regice se puso de pie en el centro, mientras sus hermanos en las salas laterales destrozaban a los pokemon de hielo con devastadores ataques de roca y acero.
—Enemigos detectados— indicó Regice— Unidades Regi en combate. Unidades de apoyo Latias y Latios en combate. Unidad Regice lista para procedimiento de distracción. Se sugiere a elegido proseguir con misión.
Ruby se acercó a Sunny y Regice, junto con el resto de Pokemon Gijinka.
—¿Dices que debería continuar hacia la siguiente sala?— inquirió Sunny.
—Unidades de combate suficientes para erradicar fuerzas enemigas— aseguró Regice— Deber del Elegido tener importancia grado 10.
Sunny miró a Ruby a su lado, luego a los enemigos, y finalmente a sus compañeros de armas. Latias, Latios, Regirock y Registeel no parecían tener muchos problemas manejando a los enemigos. De pronto un Salamance furioso se les acercó, listo para destrozar a Regice de un zarpazo, pero este lo congeló con un rápido Rayo hielo en pleno vuelo, y luego continuó disparando hacia los dragones que se encontraban más lejos.
Sunny se volvió hacia Ruby.
—Ellos pueden manejarlo— le aseguró— a nosotros nos toca luchar contra el campeón.
Ruby asintió, sin poder ocultar su sonrisa. Tener a Sunny ahí lo llenaba.
Ambos echaron a correr hacia la puerta trasera, seguidos del resto de Pokemon Gijinka. En su camino tuvieron que pasar junto a Dracón y Nívea. Sunny y Dracón cruzaron miradas, de la misma forma que Ruby y Nívea, pero no se dijeron nada, y los entrenadores del Alto Mando tampoco hicieron nada para detenerlos. Después de todo, no podían.
Pokemon Gijinka cruzó al puente siguiente, luego a la sala de los dragones, y después hacia el último puente.
La zona del último puente era un poco distinta a las demás: Las paredes de acero se encontraban mucho más cerca, el suelo era una bella y lujosa escultura de mármol, con patrones cuadrados. Más allá, dos enormes puertas brillantes con el símbolo de la pokebola comenzaron a abrirse a medida que los rebeldes avanzaban hacia ella.
—¡Steven!— gritó Ruby, mientras su equipo subía las últimas escaleras hacia la sala del campeón.
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