Rebelión (2/7)
En pocos minutos atravesaron el corredor completo, y al hacerlo, se dieron cuenta que las vagas siluetas al final en verdad eran personas. Cinco personas, cuatro de ellos bastante conocidos para la mayoría.
Se trataba de nada más y nada menos que los líderes de gimnasio, o al menos los ex líderes de gimnasio; Roxanne, Brawly, Winona, Wattson y Galano, los cinco esperando a los rebeldes que atravesaran la vanguardia.
Roxanne se veía intimidada con la presencia de Ruby. Brawly parecía contenerse a duras penas de lanzarse a golpearlo, Wattson se encontraba plantado y de brazos cruzados, con un aire de superioridad. Winona los miraba con las manos en las caderas, seria como una momia. Galano los miraba a todos con curiosidad, todas eran caras nuevas para él.
—¡Rubyyyyyyy!— exclamó Brawly, furioso— ¡No sabes lo mucho que me he preparado para este momento! ¡Esta vez definitivamente te venceré!
Pero el muchacho no le prestó atención, en vez de eso fijó su mirada en Galano, un hombre refinado, de traje elegante y fino bigote. Parecía tranquilo, a pesar de encontrarse en desventaja numérica y ser el único que no se había enfrentado antes al terrorista.
—¡No me ignores, maldición!— alegó Brawly.
Ruby se dirigió a Winona.
—¿Qué están haciendo ustedes aquí? Pensé que ya no eran líderes de gimnasio.
Pero a esto, la mujer le sonrió con sorna. Un segundo después, se dobló el cuello de la blusa para mostrarle la insignia de su gimnasio pinchada en la ropa. Ruby tardó unos instantes en darse cuenta que esa no era una medalla o una baratija, era un certificado verdadero.
—¡¿Qué significa eso?!— exclamó.
—¿No te enteraste? Mientras tú te escondías, el campeón Stone nos devolvió nuestros títulos de líderes de gimnasio, y los nuevos líderes de Lavacalda, Petalia y Algaria están siendo elegidos mientras hablamos; o sea que todo lo que hiciste para detenernos solo nos hizo más fuertes ¿Qué te parece eso?
Ruby rodó su ojo, impresionado de la actitud infantil de Winona.
—Hasta que lo hizo— reclamó— Ya me extrañaba que no dieran una solución rápida ¿Esperaron tanto tiempo solo para sorprenderme al final?
Esto pareció confundir a Winona, Brawly y Roxanne.
—¿No debería molestarte?— alegó el líder de tipo Lucha.
Ruby suspiró, negando con la cabeza, como indicando cuánto les quedaba para alcanzarlo.
—Piensen ¿Por qué iría quitándoles documentos que sé que podrían recuperar en cualquier momento?
—Para mandar un mensaje— adivinó Smoky.
—Para humillarlos— supuso Zafiro.
—Para usarlos como entrenamiento— dedujo Brainy.
—Todos están en lo cierto— indicó Ruby— ¿Qué clase de tonto iría con todo contra el campeón? Necesitaba vencerlos, a cada uno de ustedes, para llegar aquí. Pero ya los vencí, y eso significa que no me sirven más. Así que háganse a un lado, o los usaré de alfombra.
Winona, Brawly y Wattson le dedicaron una mirada de infinito desprecio, mientras que Roxanne no lo soportó más. Con un chillido de terror, se fue corriendo hacia el campo de batalla, desde donde los rebeldes habían venido.
—¡Roxanne!— la llamó Winona, pero no tuvo efecto.
—Es verdad, creo que la traumé la última vez que nos vimos— recordó Ruby, mientras Roxanne se alejaba cada vez más— Bueno, mejor por ella, parece que es la más inteligente de los líderes.
—¡Suficiente!— exclamó Winona— ¡Brawly, Wattson, Galano! ¡Nosotros cuatro llevaremos a cabo el plan! ¡A sus posiciones!
—¡Dalo por hecho!— contestó Brawly.
Y con eso, los tres sujetos se marcharon hacia el norte. Subieron las escaleras que se encontraban detrás de ellos y entraron por un gran arco de piedra, hacia una zona tapada con enormes paredes de fierro. Winona se quedó ahí, parada, de brazos cruzados.
—Pretenden emboscarnos— observó Brainy— Aunque eso necesariamente requiere que nosotros vayamos y los persigamos. Sin eso, su plan no tiene mucha base.
—No hace falta que rueguen— gruñó Robin, con el seño fruncido— Yo me enfrentaré a Winona. Ustedes sigan.
—Pero el plan...— le recordó Brainy.
—No me tardaré mucho— aseguró ella.
Brainy quiso alegar, pero sabía muy bien por qué Robin quería que la dejaran sola con su ex amiga.
—Como quieras, pero no te esperaremos— le indicó Ruby— Todos los demás, sigamos.
El reducido grupo continuó su viaje, pasando por el lado de Winona hacia adentro de la estructura metálica. Sin embargo, al encontrarse al otro lado, Birdy se dio cuenta que les faltaba alguien.
La buscó con la mirada en el grupo, pero no la encontró. Entonces, extrañado, se giró para comprobar que, efectivamente, Aria se encontraba junto a Robin, en frente de Winona. Las tres parecían tener asuntos pendientes, por lo que Birdy decidió dejarlas en paz.
Winona miró a Robin con cierto pinchazo en su corazón, pero al pasar sus ojos hacia Aria, no pudo evitar fruncir el ceño.
—Vaya... esperaba que te hubieran capturado, que hubieras muerto en la explosión del gimnasio ¿Por qué me traicionas, Altaria?
Aria se encontraba angustiada. No quería hacerle pasar un mal rato a su antigua entrenadora, pero no podía ponerse de su lado, ya no.
—Yo no morí ese día— contestó— Pero me di cuenta que mi maestra había desaparecido mucho tiempo atrás.
Winona apretó los dientes y bajó la mirada. Normalmente un entrenador habría golpeado a un pokemon por hablar así, pero sabía que en el fondo tenía razón.
—Sé que hice mal— aseveró, con los ojos llorosos— Hay un punto en donde todos nos rompemos, y yo llegué a mi límite cuando... cuando...
—¿Viste la oportunidad de violarme?— le recordó Robin.
—¡¿Qué más querías que hiciera?! ¡Es lo único que he deseado toda mi vida, y sabía que no podría conseguirlo! ¡Pensé que te terminaría gustando, que me amarías!
Robin y Aria se la quedaron mirando por un buen rato, en silencio. Winona, al comprender que no pretendían quedarse a hablar ahí, se secó los ojos y preparó sus pokebolas. Todos sus pokemon salieron al mismo tiempo; Hoothoot, Tropius, Dragonair, Pelipper, Skarmory y Swellow. Los seis pokemon miraron a su antigua compañera, algunos con odio, otros con melancolía.
—He estado esperando este momento— comentó el Swellow— Solo diga la orden, maestra, y acabaré con esta traidora.
—Esta traidora tiene nombre— declaró ella— Soy Aria, de Pokemon Gijinka, y no permitiré que nadie interfiera con nuestra misión.
Y para dar énfasis a sus palabras, Aria realizó una serie de poses que demostraban fuerza y agilidad, una danza corta, que acabó en una posición de combate.
—Nunca lograste vencerme— le recordó el Swellow.
—Nunca peleé en serio— respondió ella.
Robin se inclinó ligeramente hacia adelante y soltó sus brazos para dejarlos colgar, similar la forma en que un Skaling se tiene de pie.
—Quien quiera proteger a su entrenadora, puede intentarlo— anunció— pero no les irá bien.
Winona se sintió nerviosa. Necesitaba incapacitar a Robin y a su Altaria, y si las encarcelaba y las trataba, tenía posibilidades de regresarlas a la normalidad, pero debía ser cuidadosa. Ellas no eran las culpables de sus conductas, era Ruby. Ese maldito Ruby tendría su merecido más tarde.
—¡Sométanlas!— ordenó Winona— ¡Ahora!
Skarmory, Pelipper y Dragonair se lanzaron contra Robin, en ese orden, mas la muchacha las esquivó a todas con facilidad y las golpeó en la nuca, tan rápido y fuerte que cayeron inconscientes al instante.
Por su parte, Aria tuvo que vérselas con el Swellow, la alta Tropius y una integrante que apenas conocía, una Hoothoot. Las dos últimas ganaron altura rápidamente para atacarla desde el aire, mas esta se les adelantó, les saltó al encuentro antes que estas pudieran hacer nada, y las azotó con un par de Garras Dragón.
Las pokemon intentaron recuperarse, pero entonces Aria les arremetió desde el aire con sus alas, noqueándolas por completo. Cuando aterrizó, advirtió al Swellow parado frente a ella, mirándola con resentimiento.
—Tropius era quien más creía en ti— le espetó el Swellow— Ella pensaba que tenías una muy buena razón para abandonarnos como lo hiciste. Yo también, esperaba que te alegraras al vernos.
—Esto es más grande que tú o yo— alegó Aria.
—Es sobre lealtad, confianza, y tú elegiste tirar esos valores a la basura.
—Yo tenía una hermana...— aseguró, de repente. El Swellow pareció sorprenderse ligeramente— Tenía una hermana mayor a la que todos amaban. Solo la vi una vez, y eso fue antes de saber... ¿Tú conoces a tu familia además de lo que te ha dicho Winona?
Esto pareció enfurecer al Swellow. Se lanzó contra Aria para molerla a Picotazos, pero esta esquivó la mayoría. Entonces, mientras el Swellow se disponía a retroceder, ella lo agarró del cuello y lo lanzó con todas sus fuerzas hacia atrás.
—¡No necesito ninguna familia!— exclamó el pokemon oscuro, luego de caer en el suelo.
Luego se puso de pie y corrió hacia Aria para arremeterla con un Golpe Aéreo, el cual ella no alcanzó a esquivar. El ala del Swellow la embistió y la arrojó contra el piso de piedra.
—¡Mi maestra siempre ha sido una madre para mí!— alegó él— ¡Y tú y las demás fueron como mis hermanas! ¡¿Qué no lo ves?!
—¡Eres tú quien no lo ve!— exclamó ella, mientras se ponía de pie— ¡Winona nunca fue ninguna madre! ¡Eso era lo que tú te decías para soportar el hecho de que nunca tuviste una! ¡Ruby me ha hecho sentir más querida en pocos meses que lo que Winona logró en varios años! ¡¿Cómo explicas eso?!
—¡No le llames por su nombre!— bramó él.
Y para darle potencia a sus palabras, el Swellow exhaló un rayo de energía que le dio a Aria en toda la cara y, de no ser porque se aferró al suelo con sus garras, habría salido disparada de la isla.
Cuando terminó, el Swellow necesitó de un momento para respirar. Aria, por su parte, se encontró con el pelo y las ropas chamuscadas, y parte de su piel quemada. Sentía un dolor tremendo en todo el cuerpo, apenas se mantenía en pie, pero no iba a colapsar solo con ese Hiperrayo.
Advirtió que su antiguo compañero requería de un momento para reponer sus fuerzas, así que se le acercó, delicadamente lo tomó de los hombros, tomó su cabeza para abrazarla en su pecho, y en esa posición le cantó una canción de cuna.
Las notas salieron como tonadas de campanas celestiales desde su garganta, tan suaves y relajantes que calmaban el ritmo del corazón y cerraban los párpados de quien se encontrara cerca. El Swellow, indefenso, pronto se quedó completamente dormido.
Aria lo miró, mientras lo depositaba en el suelo, y le dio un último beso en la frente.
—Tú también fuiste un hermano para mí. Espero que la próxima vez no tengamos que pelear.
Luego se dio vuelta y caminó hacia Robin. Esta la estaba esperando, y junto a ella, una molida Winona luchaba por mantenerse consciente, en el piso. Sus brazos y piernas estaban completamente rotos, y su largo cabello se encontraba amarrado a una estaca clavada en el suelo. Su cara estaba muy hinchada por los golpes, con lo que sus palabras no cobraban sentido.
Aria miró a Robin con alegría.
—Gracias por no matarla— le espetó.
Robin estuvo a punto de decir "lo habría hecho de no estar tú aquí", pero en ese momento tuvo la extraña sensación de que la intención de Aria de quedarse a pelear junto a ella había sido exactamente aquella. Se limitó a encogerse de hombros y dar media vuelta.
—Apresurémonos. Tengo asuntos pendientes con Steven.
—Sí.
Así, ambas echaron a correr para alcanzar al resto del grupo.
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Luego de dejar a Winona atrás, los rebeldes cruzaron un largo y alto pasillo recubierto con acero, hasta que llegaron a una gran sala, bien iluminada y de colores agradables a la vista. A los lados había dos mostradores; uno se trataba de una tienda, mientras que el otro era un sistema de recuperación pokemon, similar a los de los Centros Pokemon, solo que este tenía una enfermera de verdad atendiendo. En la pared entre ambos mostradores, dos puertas de acero tosco y pesado indicaban por el contraste que, detrás de sí, solo se hallarían retos difíciles. Esa era un área de descanso.
Ruby se acercó a la enfermera, contrariado de ver una de carne y hueso. Su cabello era rosado, su sonrisa elocuente. No mostraba ninguna clase de nervios de encontrárselo a él o a alguno de sus compañeros.
—Puedo curar a tus pokemon, si así lo quieres— le indicó ella, tal y como diría uno de los androides en los centros pokemon.
—Ah... ¿En serio? ¿Ahora?— se extrañó el muchacho.
—Así es. Solo necesito que los introduzcas en sus pokebolas.
Ruby miró a sus amigos, confundido. No tenían heridas graves, y había cierto riesgo de que la mujer le robara las pokebolas, así que decidió pasar. En vez de eso, sintió la necesidad de satisfacer su curiosidad.
—¿Ustedes no saben lo que está pasando allá abajo?— preguntó, refiriéndose a la batalla.
—Lo sabemos bien— aseguró la enfermera— Y sabemos muy bien quién eres tú, joven Ruby.
Ruby miró a la enfermera y al vendedor, contrariado.
—¿Y no van a intentar detenernos?
—Yo me limito a sanar pokemon— contestó la enfermera.
—Y yo vendo objetos útiles para las batallas— agregó el vendedor, desde su puesto.
—Cuando llevas un tiempo trabajando aquí, estas cosas se vuelven normales— le indicó la enfermera
Ruby se quedó mudo por un momento. Zafiro entonces se le adelantó para sacar información más valiosa.
—¿Han visto a los líderes de gimnasio? Estamos persiguiendo a tres de ellos.
—Sí, pasaron por esa puerta— la enfermera apuntó a la puerta con un gesto grácil de su brazo.
—Se veían muy emocionados— agregó el vendedor— Aunque no podrán pasar al otro lado.
—¿Qué?— se extrañaron los rebeldes.
—¿Por qué?— inquirió Ruby.
—Porque los líderes de gimnasio tienen prohibido poseer medallas de sus pares— aseguró la enfermera— Esa puerta lleva a la Sala del Juicio. Solo aquellos entrenadores que hayan conseguido todas las medallas de gimnasio serán capaces de pasar al otro lado. Es una forma de asegurar que los aspirantes al puesto de campeón sigan las reglas de la batalla pokemon.
—Vaya...— Ruby se rascó la cabeza.
Seguidamente caminó hacia la tienda, y pidió unas cuantas objetos, sobre todo los que sanaban heridas y vigorizaban el cuerpo. Luego se metió todo en la mochila. Fue una escena bastante cómica, con todos los rebeldes esperándolo en silencio.
Cuando terminó, se giró hacia su equipo y les indicó que podían continuar. Seguidamente abrieron las puertas, y entraron a la Sala del Juicio.
Llegaron a una habitación oscura, muy grande en todas las dimensiones, con varios pilares de piedra que sostenían el techo y cientos de caras grabadas en las paredes, con pintura que brillaba en la leve oscuridad del lugar. Más allá, al frente, una enorme puerta gris los invitaba a continuar.
—Los líderes de gimnasio están cerca— anunció Brainy— parece que intentan acecharnos.
—¿Dónde están?— inquirió Magno.
—Pues...— Brainy apuntó hacia su derecha, donde no se veía más que una pared negra— siento a uno por ahí.
—¡Nosotros iremos a detenerlo!— exclamó Aquiles— ¿Cierto, Magno?
—¿En serio?— se extrañó Ruby.
—No podemos esperar a que nos sorprendan por detrás, mientras nos enfrentamos al campeón— aclaró Magno— Aquiles y yo podemos manejar a uno que otro líder de gimnasio
Ambos se acercaron a la pared oscura, y al hacerlo, advirtieron que había un pasillo oscuro que seguía recto. Todo era demasiado negro para saber hasta dónde llegaba, pero ambos criminales continuaron de todas maneras.
—Los otros dos están allá— anunció Brainy, apuntando hacia la izquierda.
—¿Sabes dónde está Wattson?— inquirió Flannery.
Brainy sintió un escalofrío al oír ese nombre.
—A la izquierda, junto con Brawly.
—Muy bien, entonces yo iré por allá— se ofreció ella— Siempre he querido una excusa para aporrearle la cara a ese viejo degenerado.
—Te acompaño— le indicó el agente Cops.
—No es necesario— aclaró ella— Puedo apañármelas sola.
—Este no es momento de subestimar al enemigo, Flannery. Yo distraeré a Brawly mientras tú te encargas de Wattson. Así terminaremos más rápido.
Flannery resopló con cierta molestia.
—Como quieras, pero no le toques ni un pelo al viejo gordo.
Y sin más, ambos echaron a correr hacia el pasillo izquierdo, tan oscuro como el del otro lado.
Ruby entonces caminó hacia la gran puerta, seguido del resto del grupo. Solo quedaban Pokemon Gijinka y los Swablukids, menos Aria.
Juntos, examinaron la gran puerta gris. Era majestuosa, con grabados que podían simbolizar tanto el viento como alas angelicales, y un brillo que resaltaba en aquella habitación tan oscura. A la altura de los hombros del chico se encontraba una especie de emblema de bronce. Se trataba de una especie de tabla de metal, con ocho huecos del tamaño de un pulgar, y formas muy específicas para ser llenadas con cualquier cosa.
—¡Son las medallas de gimnasio!— exclamaron Zafiro y Ruby a la vez.
Los huecos estaban hechos para que las ocho medallas fueran introducidas en ellos. Los jóvenes, al darse cuenta de esto, se miraron las caras, desesperanzados.
—¿Tú tienes alguna medalla?— le preguntó Ruby a Zafiro.
Mas ella negó con la cabeza.
—Solo obtuve una de tu papá, y esa terminé arrojándola por la ventana.
—¡Lo sabía!— exclamó Sumpex.
—¿La medalla de Norman?...— Ruby intentó recordar.
Inmediatamente de su mochila extrajo los certificados de líder de gimnasio que había estado guardando, y los depositó a todos en las ranuras específicas. Para su felicidad, todos los certificaron entraron, y al hacerlo se iluminaron, confirmando que servían. Sin embargo, solo tenía siete distintos certificados. Faltaba uno, el único que había descartado: El de Norman.
—¡Noooooooooooooooooooooooooo!— gritó Zafiro, estrujándose la cabeza entre las manos— ¡¿Por qué tenía que tirarla por la ventana?!
Ruby golpeó la puerta con fuerza.
—¡Maldición! ¡Debería haber imaginado que algo así ocurriría!
—¿Y cómo pensaste que sería?— inquirió Zafiro, no por echarle la culpa, sino por pura curiosidad.
—No sé, algo así como un par de guardias rubios con uniformes rojos, que se vieran iguales...— ejemplificó el muchacho— Rayos...
Todos guardaron un momento de silencio, hasta que a Fiercy se le ocurrió una idea.
—¡Un momento! ¿Por qué no intentamos demoler la puerta?— alegó ella.
—¡Pero qué buena idea!— exclamó Ruby.
Rápidamente se organizaron para que todos apuntaran al emblema. El grupo se preparó para atacar.
—¿Listos?— exclamó Ruby— ¡Fuego!
Los pokemon arrojaron a la puerta todo lo que tenían. El rugido de los ataques combinados se hizo oír en toda la sala, pero cuando acabaron, la puerta seguía igual.
—¡Maldición!— volvió a exclamar Ruby.
—¿Y si sobrevolamos este edificio?— sugirió Birdy.
—Es bastante arriesgado— le explicó Brainy— Es muy probable que ni siquiera encontremos una forma de entrar al castillo, incluso llegar hasta allá por aire resultará muy difícil sin que intenten derribarnos.
—Puede que sea arriesgado, pero no tenemos opción— observó Ruby— Muy bien, todos regresen. Haremos lo que Birdy dice.
El grupo, un tanto desilusionado, dio media vuelta para regresar sobre sus pasos. Ruby llegó a la puerta de entrada y estiró sus manos para abrirla, pero antes de tocarla, la puerta comenzó a abrirse sola. De repente una cara surgió frente a él, la cara de Wally.
Ruby se sorprendió, tanto que por momentos se vio incapaz de reaccionar, lo cual Wally aprovechó para propinarle un buen combo en la cara.
—¡Argh!— exclamó el terrorista.
Sus amigos se prepararon para contraatacar, mas Wally levantó una mano para indicarles que no estaba ahí para hacerles daño.
—Te has hecho fuerte, Ruby— le espetó Wally.
El aludido lo miró, mientras se sobaba la cara.
—Tú también. No recuerdo que pudieras golpear con tanta fuerza.
Wally sonrió.
—Eso es porque nunca lo había intentado antes— cerró la puerta tras de sí— ¿Iban a algún lado?
Ruby frunció el seño.
—Wally, si intentas detenerme de nuevo, te juro que...
—No, no pienso hacer algo tan tonto otra vez— lo interrumpió— Ya perdí, y a excepción de ti, acepto mis derrotas con facilidad. Ya no puedo detenerte, lo sé, y no vine a eso— hizo una pausa para ver una ligera duda en la cara de su amigo— Desde que conocí a Zafiro, he estado pensando mucho sobre esto de liberar pokemon. No me gusta del todo, pero tampoco me opongo por completo. Más que eso, no quiero que te pase nada malo, y si no puedo evitar que cometas esta locura de la rebelión, entonces solo me queda cuidarte de cerca.
Entonces, Wally le tendió la mano a Ruby. Este, sorprendido, miró la determinación en los ojos de su amigo. Era una determinación que no había visto antes en él, ni cuando lo defendía de los abusones en el colegio, ni poco más de una hora antes, en la Calle Victoria.
Sin pensarlo mucho, estrechó su mano, y al hacerlo sintió el apretón firme y gentil de su amigo. Ya no era la suave mano de un tímido muchacho, sino que la mano de un hombre dispuesto a todo. Se sintió bien estrechar esa mano.
Finalmente Ruby se dio cuenta de lo que estaba haciendo, y sonrió.
—Bienvenido al club, Wally.
Este le sonrió de vuelta, y de un tirón lo acercó hacia sí para apretar su cuerpo en un abrazo.
—¡Oye, quizás Wally tenga la medalla!— observó Zafiro.
—Es cierto— Ruby se separó de su nuevo compañero para tomarlo por los hombros— Dime que tienes la medalla Equilibrio.
Wally se echó a reír.
—¡Por supuesto! Es mi tesoro más preciado
—¡Yes!— exclamó Ruby.
—¡Oh, por dios!— exclamó Zafiro, liberándose del estrés.
Después de bastantes otras expresiones de felicidad, el grupo volvió hacia la puerta, en donde Wally depositó la medalla Equilibrio en el emblema. Nada más hacerlo, los bordes se echaron a brillar. De pronto, lentamente, comenzó a abrirse, dejando ver el camino oscuro más adelante. Se encontraban en la Liga Pokemon.
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