Prólogo._ El Color del Peligro


Ciudad Malvalona era una gran ciudad, llena de vida y energía. Contaba con un casino, una tienda de bicicletas, y más importante aun, en el centro se encontraba el gimnasio pokemon. Ahí era el lugar donde varios entrenadores iban a retar al líder de gimnasio Wattson, y continuaban en su viaje para convertirse en el próximo campeón pokemon.

Sato era uno de esos entrenadores jóvenes, valientes y llenos de energía. Su pelo negro, su tez tostada, su chaqueta azul. Con dos medallas ya dentro de su estuche de medallas, él y sus dos compañeros, Plusle y Minum, se levantaron temprano esa mañana para dirigirse directamente al gimnasio. Nada ni nadie podía detenerlos, o eso se imaginaban.

Mientras Sato caminaba por la calle, los rayos del sol iluminaban sus lustrosas pokebolas, lo cual le indicaba a todo quien pasara a su lado que él no era cualquier persona, era un entrenador pokemon. Los niños menores lo miraban con silencioso respeto, mientras que los adultos le sonreían al rememorar viejas aventuras por las que ellos pasaron.

Sato suspiró, emocionado y nervioso a la vez. Se sentía afortunado de ser lo que era; un entrenador pokemon en un mundo pokemon. Se sentía afortunado de ser hijo de sus cariñosos padres, de haber capturado a sus dos pokemon él mismo, de tener dinero para comer bien todos los días y de ser lo suficientemente bueno para ganar la mayoría de las batallas pokemon en las que participaba. Todo parecía felicidad en su vida... hasta ese fatídico día.

Decidió acortar el camino atravesando un callejón vacío y un tanto escondido del resto de la ciudad. Se veía oscuro a pesar de ser de día, aunque no especialmente peligroso.

De pronto, para su sorpresa, advirtió a un muchacho caminando en sentido contrario al suyo. Ese muchacho parecía unos años mayor, aunque cubría su cuerpo con una misteriosa capa y parte de su rostro con un ancho sombrero. Sato no pudo evitar mirarlo detenidamente, más de lo que se debe mirar a las personas, con lo cual advirtió sus ojos color rubí contestándole la mirada. Eran ojos intensos y peligrosos, escondidos en una fina capa de calma. Sin embargo, Sato no era muy observador, y por lo tanto no se fijó en todos estos detalles. Algo que le llamó mucho más la atención fue el pokemon que caminaba alegremente junto al muchacho; un Trapinch.

Sato no era muy estudioso, pero sabía que los Trapinch eran tipo Tierra, el cual es inmune al tipo eléctrico. Aun así, su impulso de entrenador pokemon era demasiado fuerte. Tenía que desafiarlo a una batalla, aunque fuera para liberar tensión antes de la gran pelea contra el líder del gimnasio eléctrico.

—¡Oye, amigo!— llamó Sato al muchacho misterioso, cuando se cruzaron.

Mas el chico no se detuvo, siguió de largo como si fuera sordo. Sato, frustrado, hizo lo que siempre hacía cuando alguien no hacía lo que quería: Insistió. Se plantó frente al muchacho misterioso y estiró sus brazos a los lados para detenerlo. El muchacho comprendió entonces la imponente voluntad de Sato de hablarle, por lo que se detuvo.

—¿Qué quieres?— le preguntó secamente.

—¡Quiero desafiarte a una batalla pokemon!— exclamó Sato, sacando una de sus pokebolas y mostrándosela.

—No.

Inmediatamente el muchacho misterioso dio un paso al frente, intentando rodear al entrenador, mas este se apresuró a volver a impedirle el paso.

—¡Espera, no te vayas! ¿Por qué no quieres pelear? ¿No sabes que es una regla de los entrenadores batallar en cuanto se miran a los ojos?

—No soy un entrenador pokemon— contestó el muchacho, aparentemente comenzando a irritarse.

—¡Mentiroso! Si no eres un entrenador ¿Qué hace ese Trapinch a tu lado?

El chico misterioso cruzó miradas con el Trapinch que tenía al lado, y luego se volvió hacia Sato.

—Él viaja conmigo.

—¡Entonces es tu pokemon! ¡Tan simple como eso! Ahora te reto a una...

—No.

—¡¿Pero por qué no?!

—No participo en "batallas pokemon", niño. Ahora hazte a un lado.

Sato comenzaba a irritarse. No era tanto la actitud de ese tipo, sino el negarse a cumplir el reglamento de todos los entrenadores que se preciaban como tales. Era la regla dorada, se la habían enseñado desde que tenía memoria. No lo dejaría marcharse así como así.

Deseoso de tener una batalla pokemon con alguien que se la negaba, Sato dio unos cuantos pasos hacia atrás para hacer distancia del muchacho misterioso, y antes que este tuviera tiempo para irse por otro lado, lanzó una pokebola. La cápsula rebotó en el suelo y se abrió revelando a un humanoide de baja estatura, grandes orejas y dorados cabellos.

—¡Minum, usa Ataque Rápido contra ese Trapinch!

El pokemon obedeció. Sin titubear, echó a correr a toda velocidad hacia el Trapinch. Este apenas logró reaccionar de la impresión que se llevó, sin embargo el muchacho misterioso atrapó al Minum en medio de su carrera, lo levantó con una mano y lo lanzó contra la cara de Sato.

El entrenador, consternado y adolorido, atrapó a su pokemon luego de que este hubiera chocado contra su nariz, y lo depositó a salvo en el suelo.

—¡¿Qué te pasa?!— reclamó Sato— ¡No puedes hacer eso en una batalla pokemon! ¡Va contra las reglas!

—Ya te dije que no participo en batallas pokemon— contestó el muchacho— Sin embargo, no acostumbro rechazar peleas de verdad.

—¿Peleas de verdad?— repitió Sato, sin comprender al principio.

Mas antes de poder hacer la conexión en su cabeza, el muchacho misterioso se le adelantó, se plantó delante de él y le dio un combo tan fuerte que lo arrojó al piso, metro y medio más atrás.

Sato se llevó una mano a la mejilla, mientras levantaba el torso, asustado.

—¡¿Qué te pasa?! ¡Nunca dije que YO quería pelear contigo!— alegó.

El muchacho misterioso lo agarró del cuello y lo levantó con la sola fuerza de su brazo. Entonces Sato logró ver el peligro en sus ojos color rubí, y deseó no haberse despertado tan temprano esa mañana.

—Pues entonces deberías comenzar a escoger mejor tus batallas, niño.

Sin más, el muchacho agarró la otra pokebola de Sato y la arrojó por sobre su hombro, con lo cual Plusle fue liberado.

—¡¿Qué haces?!— alegó Sato.

—Algo que tú nunca harías.

Entonces el muchacho misterioso se volteó hacia los pokemon, los miró con sus ojos peligrosos, pero luego les sonrió y les ofreció la cara más cálida que pudo.

—No sé cómo es su relación con este niño, sin embargo sé que pokemon como ustedes no deberían estar subordinados a ningún individuo. Váyanse, y experimenten la libertad.

Ambos pokemon lo miraron sorprendidos, paralizados de la impresión. Les tomó varios segundos comprender el mensaje de aquel muchacho, dado que no era un tema con el que estaban familiarizados.

—Pero...— alegó el Plusle— Sato es nuestro entrenador...

—Un entrenador que los obliga a luchar cuando se le da la gana— el muchacho misterioso arrojó a Sato al suelo, y lo pisó con un pie para evitar que hiciera algo estúpido— ¿Es así como quieren vivir el resto de sus vidas? ¿Atendiendo los caprichos de un niño, ignorante de su sufrimiento? ¡Despierten de una vez!

—¿De qué hablas?— alegó el mismo Sato— Mis pokemon y yo somos un equipo imparable. Nada en el mundo nos puede separar, no importa lo que digas.

—¿En serio?— el chico misterioso le sonrió con sorna.

Sato, alarmado, giró la cabeza hacia sus pokemon solo para descubrir que estos ya se alejaban a toda marcha. Escapaban como cobardes.

Entonces, antes de dar la vuelta en una esquina, se detuvieron y miraron a su entrenador una vez más.

—¿Cómo te llamas?— le preguntaron al muchacho misterioso.

—¿Yo?— pareció sorprendido de la pregunta— Yo soy Ruby, líder de Pokemon Gijinka.

Ambos roedores se despidieron con una ligera inclinación de cabeza, para luego perderse de vista dentro de las ajetreadas calles de Malvalona.

—¿Ruby?— repitió Sato, aún bajo su zapato— ¿"Ruby el pirómano"? ¿Eres ese Ruby? ¿Cómo pudiste llevarte a mis pokemon? ¡Desgraciado!— pronto sus ojos se humedecieron, y las lágrimas se resbalaron por sus mejillas— ¡Estábamos a punto de luchar contra el líder de gimnasio! ¡Todo nuestro esfuerzo, todo nuestro tiempo juntos! ¡¿Cómo pudiste arrebatármelo?!

Ruby lo miró un rato, como preguntándose si valía la pena darse el tiempo para contestarle.

—Sé un buen chico, y no captures más pokemon. De lo contrario volverás a verme.

Sin decir más, Ruby le quitó el pie de encima y continuó su viaje a paso veloz.

Aclaraciones:

—Esta es una versión alternativa de la trama presentada en los juegos de Pokemon: Rubí, Zafiro y Esmeralda. El enfoque, las personalidades de los personajes y las relaciones entre estos pueden variar.

—Sato no es un personaje importante en la historia. Digan lo que digan, no lo volveré a usar.

—Este prólogo se encuentra cronológicamente ubicado en medio de la historia. Solo lo digo para que no se confundan.

—Algunos personajes serán nombrados por su versión en inglés y otros por su versión en español. Depende de cuál me guste más

—Este fanfic se desarrolla en un mundo donde solo hay pokemon Gijinka (con forma humanoide). Los pokemon podrán hablar y expresarse, y no serán muy distintos de los humanos.

—Agradezco a WikiDex por recopilar y proveer de información sobre el mundo pokemon. Todos los datos y curiosidades que vean en este fanfic habrán sido extraídos de esa gran página (solo espero que no me demanden por esto).

Separadores

Cambio de escena: —/—/—/—/—/—

Fin del capítulo: —/—/—/—/—0—\—\—\—\—

Cambio de perspectiva dentro de la misma escena: [...]

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