Pokemon Gijinka contra Ciudad Férrica
Robin y Ruby contemplaron por un buen rato cómo el edificio terminaba de arder, escondidos en el techo de otro edificio cercano. Dado que permanecieron cierto tiempo ahí, Ruby se relajó y se inclinó ligeramente hacia atrás, lo que provocó que sus dedos se apoyaran un momento en la mano de Robin.
Sorprendido, la quitó de encima por acto reflejo, sonrojado. Buscó otro lugar de dónde apoyarse, pero en eso Robin le agarró la mano y la depositó junto a la suya en un mismo lugar. Ruby la miró, un tanto desconcertado. Ella le sonrió de vuelta.
No sabía qué había hecho bien, pero no le importaba. De repente parecía que le agradaba a Robin, y eso era bueno.
Ninguno dijo nada, solo se quedaron mirando el uno al otro, riendo tímidamente sin saber por qué. Mientras tanto, Brainy se retorcía las manos para no saltar sobre ambos y golpearlos.
—Oye ¿Estás bien?— le preguntó Fiercy en un susurro.
Brainy la miró de forma desquiciada. Entonces Fiercy levantó la mirada hacia Smoky, el cual asintió. A Smoky le agradaba Robin, a todos les agradaba Robin, pero Brainy se estaba viendo demasiado afectada por los sentimientos de Ruby. Esto tenía que acabar.
—Ruby— lo llamó Smoky, y le pidió perdón en su mente por interrumpir su pequeño romance.
—¿Sí?
—¿No crees que ya deberíamos ir?
Ruby quiso decir que no, hasta su expresión indicó por un instante que no quería irse del lado de Robin, que apenas comenzaba a disfrutar con ella, a descubrirla, pero después de echarle una mirada a sus pokemon asintió sin remordimientos.
—Sí, ya es hora. Robin ¿Puedes llevarnos?
—Ah, sí— contestó un tanto desilusionada.
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Roxanne entró en el centro de transmisiones dando un portazo, ignorando al guardia de seguridad que la seguía.
—¡Pero señorita! ¡Por favor, están grabando!— le suplicaba el guardia— Por favor, si no se marcha, tendré que llevármela a la fuerza de aquí.
Roxanne se paró en la sala de transmisión, todos mirándola desconcertados.
—Tengo un anuncio qué hacer— aseguró— Como la ex líder de gimnasio de esta ciudad, juré proteger a todos sus habitantes, y pienso seguir haciéndolo aun sin título ¿Me ayudarán a protegerlos o me obligarán a usar la fuerza?
Para dar énfasis a sus palabras, sacó su pokebola favorita de su bolso. La gente que trabajaba en la emisión llamó al jefe, el cual se saludó cortésmente con Roxanne y la invitó a dar el mensaje que quisiera. Después de todo, volvería a ser la líder de gimnasio y la alcaldesa de la ciudad en un abrir y cerrar de ojos ¿No?
—Por supuesto— contestó ella.
El jefe de transmisiones la invitó a sentarse en una silla para decir lo que fuera que quisiera decir.
—Necesito que se transmita por todos los canales— indicó— y en vivo.
—No hay problema, señorita.
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—Oye, Robin ¿No tienes ningún pokemon?— le preguntó Ruby mientras salían del edificio al que habían subido.
—No, nunca me gustó— aclaró ella— Cuando era niña, mi padre intentó darme mi primer pokemon y enviarme de viaje a conseguir las ocho medallas, como mi hermano lo había hecho antes, pero nunca conseguí ganar una sola batalla. Prefería mucho más jugar con mis pokemon que entrenarlos, así que no hubo caso.
—¡Qué impresionante! Eres genial.
Robin se sonrojó un poco.
—No hay nada de genial en eso— alegó.
—¿Y por eso decidiste aprender a luchar por tu cuenta?— supuso el muchacho.
—¿Luchar? No, también fue algo impuesto por mi padre, pero en eso él se salió con la suya. Desde que era niña me inscribió en varios cursos de distintas artes marciales. Me decía que yo debía ser más fuerte— apretó un puño— Más y más fuerte. Cada vez más fuerte, aplastar a todos mis enemigos. Demolerlos sin piedad hasta que...— pero en eso se dio cuenta que se había dejado llevar— Digo, en un principio no me gustaba pelear, pero después descubrí que puede ser muy útil para conseguir lo que quieres, además de que se me daba muy bien. Desde que gané mi primer cinturón negro he perdido pocas veces en mi vida.
Brainy se abrazó a sí misma, apretando los dientes. Ruby admiraba cada vez más a Robin. Se produjo un leve silencio, mientras él intentaba formular su siguiente pregunta.
—Antes mencionaste que habías sido exiliada de Hoenn
—Ah, sí— miró hacia el cielo de forma melancólica— Eso fue hace un tiempo. Viajé a través de muchas regiones, conocí muchas personas y pokemon, y perfeccioné mis estilos de batalla. Incluso aprendí a usar ataques pokemon, aunque por alguna razón no puedo aprender más de cuatro a la vez.
—¡¿En serio?! ¡Yo también!— se emocionó él.
—Je. No me digas.
—¿Entonces esa vez que nos conocimos en la ruta 115...
—Sí, usé Dulce Beso para confundirte y Canto para dormirte.
—Qué increíble. Para aprender todo eso mientras eras una niña, debes ser un prodigio ¿O no?
Robin se rascó el cuello, un poco nerviosa.
—En verdad... acerca de eso...— abrió la boca para decirle algo que parecía importante, pero en ese momento la interrumpió una voz que Ruby no creyó volver a oír tan pronto.
—A todos los habitantes de Ciudad Férrica ¿Pueden oírme? ¿Esta cosa está encendida?... ¿Sí? Excelente, gracias. Ejem— carraspeó para aclararse la garganta.
Ruby, sus pokemon y Robin se giraron para encontrarse a Roxanne en una pantalla gigante de uno de los edificios del centro de la ciudad. Todos se pararon para oírla, todos los habitantes de Ciudad Férrica.
—Les habla Roxanne, la antigua líder del gimnasio Férrica— se presentó— Sé qué les han contado los medios, pero ahora mismo vengo con una noticia y una petición. Primero quiero informarles que el criminal que robó mi certificado de líder está en la ciudad— mostró una foto de Ruby— Ruby el pirómano, hace menos de una hora incendió el mismo edificio al que prendió fuego hace unas semanas, la compañía Devon S. A. Es por eso que regresé. La policía ya está haciendo todo lo posible para localizar a este terrorista, pero con eso no será suficiente. Este hombre se ha vuelto más poderoso con el pasar del tiempo, tanto como un líder de gimnasio, por lo que insto a todas las personas que lo vean a resguardarse en un lugar seguro e informar a las autoridades de su localización, pero también quiero llamar a todos los entrenadores de la ciudad, a los retadores extranjeros y de otras partes de Hoenn a buscar a este fugitivo y vencerlo en un combate pokemon sin reglas. Quien logre vencerlo en esta ciudad no solo se llevará la recompensa que el gobierno proporciona por su cabeza, sino que también le entregaré mi puesto como líder de gimnasio. Suerte a todos, cambio y fuera.
Por segundos, el silencio reinó en la ciudad.
—¡Ahí está!— exclamó un hombre, mientras señalaba a Ruby— ¡El terrorista! ¡Lo encontré! ¡Ahí está!
Ruby y Robin lo miraron con incomodidad, justo antes que todos a su alrededor señalaran a los muchachos y comenzaran a gritar como el anciano. Ruby guardó a todos sus pokemon, cosa que probablemente debió haber hecho antes, y pegó su espalda a la de Robin.
—¿Qué hacemos?— inquirió ella.
—Tendremos que huir— concluyó él. No había de otra.
La tomó de la mano y la condujo hacia un lado, donde le pareció que había menos gente, pero en eso apareció un pokemon de blanca cabeza frente a ellos. Más allá, su entrenador ansioso de poder.
—¡Un Aron!— exclamó Robin.
Ruby la condujo hacia el lado opuesto, pero ahí surgieron un pokemon bicho de bonitas alas y otro de largo cuerpo blanco con manchas café.
—¡Beautifly y Linoone!— los reconoció la muchacha.
Se pararon en seco. De un momento a otro habían sido rodeados por pokemon enemigos.
—¿Qué hacemos ahora?— inquirió Robin.
—¿Qué más crees?— Ruby la soltó de la mano para tomar una posición de ataque— ¡Peleamos! ¡Y que se pudran si piensan ganarnos! ¿Escucharon, niños?
Todos los pokemon salieron de sus pokebolas, y junto con los humanos se lanzaron contra los enemigos que intentaban detenerlos. Ruby agarró al Linoone de la cola y lo azotó contra el suelo, Smoky lanzó abrasadoras llamas al Beautifly y a su entrenador, Fiercy le arrancó la oreja a un Whismur de un mordisco, Birdy mandó a volar a un Spoink, Cloudy congeló a un Masquerain, y Kitten y Brainy electrocutaron a todos los entrenadores que pudieron con sus ataques eléctricos.
De un momento a otro se vieron cubiertos de varios cadáveres y gente inconsciente. Ruby dirigió su mirada hacia Robin, creyendo que el impacto de ver personas muertas la paralizaría, pero esta le devolvió la mirada de lo más tranquila.
—Ya tenemos panorama para la tarde— comentó, extrañamente divertida.
Ruby no pudo evitar reír, mientras se preguntaba quién era en verdad esa muchacha junto a él. Sin pensarlo mucho, tomó su mano y echó a correr. Sus pokemon lo siguieron de cerca, atacando a todo aquel que intentaba acercarse.
—¿Y cómo vas a llevarnos al Monte Cenizo?— quiso saber Ruby.
—Tenemos que llegar al Centro Pokemon— indicó Robin— Tengo que hacer una llamada.
—Bien ¿Escucharon, niños?
—¡Sí!— exclamaron los seis.
Juntos, corrieron a través de la calle derribando personas y pokemon por igual, hasta que pasaron junto a una tienda de televisores. Detrás de la vitrina pudieron ver cómo las pantallas mostraban a ocho sujetos corriendo frenéticamente por las calles, y luego deteniéndose frente a una tienda de televisores. Ruby miró hacia arriba, donde encontró un helicóptero siguiéndolos. Entonces le apuntó.
—Cien puntos a quien lo derribe— indicó.
—No se vale— alegó Fiercy.
Brainy estiró sus brazos hacia arriba y los contrajo para mandar una potente descarga eléctrica de su cuerpo al helicóptero. El piloto intentó maniobrar, pero el Rayo perforó el puente de la hélice menor, con lo que perdió el control y cayó abruptamente. No produjo una explosión como en las películas, pero las hélices se cortaron con el concreto y despedazaron a cinco personas que se encontraban por la zona.
Ruby y compañía continuaron con su carrera. Pronto oyeron sirenas acercándose, por lo que se refugiaron en un estacionamiento subterráneo hasta los policías pasaron de largo.
—¿Algún plan?— inquirió Robin— El Centro Pokemon está muy lejos. Cruzar media ciudad a pie será una hazaña si tenemos a todos en contra.
Ruby meditó un momento.
—Veamos. Si solo corremos en línea recta tarde o temprano nos derrotarán por cansancio. Tenemos que ir escondidos, cambiar de ropa.
—¿Qué? No llevo nada de equipaje— alegó Robin.
—Yo tampoco tengo otra muda completa, pero no es un problema.
Los pokemon de Ruby sonrieron de forma pícara, mientras Robin se sentía más y más confundida.
—¿Qué tienen en mente?
—Yo iré— se ofreció Smoky.
—Y yo— Fiercy se cruzó de brazos, como si fuera experimentada en el tema.
—¿Qué van a hacer?— alegó Robin, pero los pokemon se marcharon a toda velocidad, sin decirle nada.
Tres minutos más tarde, ambos volvieron igual de rápido, cada uno con una persona a cuestas.
—¿Los mataron tan rápido?— se extrañó la muchacha.
—No, solo los noqueamos— aclaró Smoky— No matamos más de lo necesario. Tengan.
Smoky arrojó al muchacho que llevaba arrastrando hacia Ruby, mientras Fiercy hizo lo mismo con Robin.
—Cámbiense rápido.
Ruby se sacó la camisa sin pensárselo dos veces, con lo que Robin se sonrojó.
—¿Qué haces? ¡Tienes que decirme que te vas a desvestir!— alegó.
—Oh, lo siento.
Ruby continuó desvistiéndose, mientras Robin lo miraba aparentemente enojada.
—¿Sabes?...— le espetó Brainy— Tú también tienes que cambiarte.
—¡Ah, sí!
Agarró a la muchacha inconsciente y la arrastró hasta detrás de uno de los pilares. Brainy se cruzó de brazos, un tanto molesta con el comportamiento de Robin.
—¿Qué te ocurre?— le preguntó Kitten, lo suficientemente bajo para que Ruby no las oyera.
—Esa mujer no se sentía para nada avergonzada al mirar a Ruby desnudo, y no es la primera vez que dice algo totalmente distinto de lo que siente. Además, no dejo de sentir este extraño sentimiento de culpa emanando de ella. Me trae mala espina.
—Jeje— rió Kitten.
—¿De qué te ríes?— alegó Brainy.
—Parece que alguien está celosa.
—¿Qué pasa? ¿Brainy con sus ideas de "me quieren quitar a mi Ruby" otra vez?— adivinó Fiercy, integrándose a la conversación desde el otro lado.
—¡Agh! ¿Por qué me molestan con eso? ¡Lo digo en serio!
Pero en eso Kitten se puso el sombrero de Ruby en la cabeza y Fiercy se acomodó el pelo como el de Brainy.
—Chiquita, ya no me puedo contener. Ven con papá— le espetó Kitten a Fiercy con una voz grave y macha, imitando a Ruby.
—¡Oh, mi hermoso Ruby! Tengamos sexo salvaje— le rogó Fiercy con una voz chillona, imitando a Brainy.
Seguidamente ambas se abrazaron y acercaron sus caras para hacer como que se besaban apasionadamente, y luego Kitten arrojó a Fiercy al suelo.
—¡Rápido, usa "Seducción"!
Con lo que Fiercy adoptó una pose pervertida.
—¿Así está bien?
—Ahora prepárate, porque te atacaré con mi gran Dig...
—¡Ah, aquí estaba mi sombrero!— exclamó Ruby, apareciendo desde atrás.
Las tres se pararon en seco. Ruby tomó su sombrero de la cabeza de Kitten sin preguntarles a qué jugaban, como todo buen padre, aunque nada en el mundo evitó el sonrojo de las tres pokemon.
—Robin ya está lista, así que volveremos a salir— aclaró el entrenador— Prepárense.
—Sí... sí...— contestaron, preguntándose cuánto habría oído él.
Kitten y Fiercy se miraron de forma cómplice, mientras Brainy se cruzó de brazos.
—/—/—/—/—/—
Los jóvenes se vistieron de forma irreconocible, con sombreros distintos y lentes de sol. De esa forma, en medio de la enorme conmoción de gente, unos escapando de los terroristas y otros buscándolo, consiguieron llamar a un taxi para que los llevara al Centro Pokemon.
—No, dos calles antes del Centro Pokemon— corrigió Robin.
—Como quieran— contestó el taxista.
Ruby miró a Robin de forma inquisitiva, pero esta le guiñó el ojo para pedir su confianza. Él asintió, pues no tenía problema en ello.
Alrededor de media hora más tarde, el taxi se detuvo junto a la vereda. Ruby le pagó y él y Robin se bajaron sin que nadie en particular los detectara. Todo estaba tranquilo, a esa zona de la ciudad no parecía haber llegado la noticia del terrorista, o al menos la gente se sentía muy lejana a él para tenerle miedo. Al mirar al cielo oscureciendo se dieron cuenta de que el día se les había ido volando.
—¿Por qué dos calles antes?— inquirió Ruby, una vez estuvieron solos.
—Tengo una corazonada. Espero que no se cumpla, pero lo mejor ahora es prevenir. Ven conmigo.
Robin se encaminó hacia un viejo hotel, tan sucio y desaliñado que parecía abandonado. Ambos entraron abrazados, hablando como una pareja de enamorados para evitar que el conserje les detuviera el paso, pero no lo lograron.
—Alto ahí ¿Ustedes tienen una habitación aquí?— les preguntó el viejo, bastante avispado.
Ruby y Robin se miraron, por momentos nerviosos, pero entonces Robin sonrió.
—En verdad, he estado ensayando una canción, y me preguntaba si alguien como usted querría escucharla— le espetó de la forma más dulce que pudo.
El conserje intentó conservar la compostura, pero no logró evitar sonrojarse un poco. Aun así, no era tan tonto para tragarse esa excusa, por lo que frunció el seño de inmediato. Abrió la boca, listo para darles un sermón a esos jóvenes de porquería que se marcharan de ahí o si no... Pero en eso Robin comenzó a cantar, y el viejo, con su cuerpo cansado, se derrumbó sobre el escritorio sin más.
Ruby se sacó los dedos de los oídos al notar que Robin terminaba de cantar, y la siguió hacia arriba.
—Sigo sin entender ¿De qué te quieres asegurar?— le preguntó él, mientras subían los escalones de dos en dos.
—Piensa un poco: Si fueras el jefe de policía y te enfrentaras a un terrorista con pintas de entrenador pokemon en una ciudad ¿Cómo lo arrestas?
—Acorralándolo, creo.
—¿Y en qué sitio de la ciudad siempre encontrarás entrenadores pokemon?
Ruby se detuvo, comprendiendo.
—En el Centro Pokemon.
—Por supuesto. Si los policías tienen una pizca de inteligencia, el primer lugar en donde formarán una barricada será el Centro Pokemon— hizo una pequeña pausa— No digo que no podamos pasar a través de sus barreras, es solo que no podemos darnos el lujo de ser sorprendidos.
Ruby nunca lo habría pensado. Comprendió en ese momento que Robin le hacía falta. Si ella hubiera estado a su lado desde el principio, podría haberse ahorrado las derrotas en Pueblo Azuliza y Ciudad Portual. Se detuvo de nuevo, con lo que Robin se paró para mirarlo, extrañada de que no siguiera subiendo con ella.
—Robin...— dio un paso hacia ella— Sé que es repentino, pero... Te... ¿Te quedarías conmigo?
—¿Qué?— Robin se sonrosó levemente.
—Te necesito, Robin. Por favor, quédate conmigo.
Eso es. Ella era la parte que hacía falta a Pokemon Gijinka.
—¡¿Qué?! ¡Pero...— se afirmó la cara con ambas manos— Esto es tan repentino ¿Cómo quieres que conteste así como así? No sé si estoy preparada.
—Entiendo que no quieras. La vida de criminal no es tan fácil como se ve en las películas— opinó él.
—¿Dices... vivir? ¿Los dos, juntos?
Entonces Ruby cayó en la cuenta de qué había estado pensando Robin.
—¡¿Qué?! ¡No! Me refería a que serías un excelente miembro de mi equipo... digo, tu... forma de pensar. Estratégicamente, te necesitamos.
Robin se lo quedó mirando unos segundos, algo desilusionada.
—Ah... era eso— lo pensó un momento— Tendré que rechazar tu propuesta, tengo asuntos pendientes por todo Hoenn. Lo siento.
Sin decir más, continuó subiendo. Ruby se quedó plantado, rojo como un tomate.
—¡Soy un tonto!— se dijo— ¡Maldición! ¿Por qué le dije eso?— pateó una de las paredes rayadas— Estratégicamente mi bolas.
—¡Ruby, apúrate!— le gritó Robin, dos pisos arriba.
—¡Ah! ¡Sí, voy!
En pocos minutos se vieron en una habitación del último piso, desde donde se podía ver el Centro Pokemon. Tal y como había predicho Robin, alrededor de una docena de patrullas se encontraba asentada alrededor de la construcción, esperándolos.
—De esa forma no lograremos escapar— dedujo Ruby.
—¿Y si entro yo sola? Con eso basta, en verdad.
—Dudo que dejen entrar a alguien. Mira, hay un equipo médico de emergencia afuera. Han pensado en todo. Rayos, no se me ocurre ninguna idea.
—No te preocupes, Ruby— Robin posó una mano sobre su hombro, decidida— Lo lograremos, te lo aseguro.
En ese momento la puerta de la habitación se desplomó de una patada. Los dos miraron hacia atrás, encontrándose con un alto e irritado agente Cops en el umbral. Con cara de pocos amigos, escupió su cigarro, y con todo el desagrado del mundo lo pisó para que no causara un incendio.
—No esta vez.
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