Nadie para el Pokedex


Sunny disminuyó su velocidad a medida que se acercaba a Ruby. No podía creer que por fin le daría caza, que por fin ese demonio enfrentaría la justicia. Sin embargo, sin que él pudiera preverlo, una enorme torre apareció de la nada, en medio de la tormenta de arena.

—¿Pero qué...— Sunny no comprendió lo que ocurría, pero sí supo que esa torre podía significar una forma de huir para Ruby.

Apretó los dientes y aumentó la velocidad a más no poder. No podía dejarlo escapar, no cuando lo tenía tan cerca. Los cien metros que los separaban se convirtieron en veinte, y luego en cinco, y cuando volvió a posar la mirada en el entrenador, no lo encontró. Sunny vio cómo las puertas de la torre se cerraban frente a él. Colérico, dio un salto largo, y en medio del aire expulsó un potente lanzallamas. Las llamas viajaron a velocidades supersónicas a través del aire, pero antes de poder llegar a la torre, esta desapareció en medio de un remolino de arena. De pronto Sunny se vio solo y furioso otra vez.

—Estaba tan cerca...— musitó, y dejó escapar su cólera con una explosión de fuego— ¡TAN CERCA, MALDICIÓN!

Pero eso no acabaría ahí. No ¿Cómo había llegado esa torre ahí, en primer lugar? Sunny supuso que debería haber un truco. Sin embargo, ya se volvería a encontrar con Ruby, con o sin torre. Por el momento debía hacer lo que había ido a hacer.

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—¿Y qué es esto?— preguntó Trapinch, al agarrar el Pokedex de Ruby.

—Es un Pokedex. Te muestra información de los distintos tipos de pokemon— contestó el muchacho

—¿Como qué información?

—Altura, peso, un par de datos curiosos. Cosas por el estilo.

—Ah...— pronto dejó el Pokedex y buscó algo más para entretenerse— ¿Y por qué ella tiene orejas tan grandes?— apuntó a la cabeza de Fiercy.

La aludida abrió la boca para replicar, pero Cloudy se le adelantó.

—¡Son para escucharte mejor!

—Algunos pokemon desarrollan órganos más que otros. Los Mightyena tienen orejas grandes, justo como dijo Cloudy, para oír mejor que otros.

—¿Y por qué quieren oír mejor?

—No es que quisiéramos— alegó Fiercy.

—Es un proceso llamado evolución.

—¡Oh, me han hablado de eso!— exclamó Trapinch— ¡Un amigo me dijo que algún día todos seremos enormes dragones!

—Ruby se extrañó, pues Trapinch era tipo tierra y no tenía ni pinta de dragón, mas se guardó el comentario. Cloudy también había dicho que los Swablu estaban conectados a los Dragones, y aunque nadie se lo creyó en un principio, la Altaria de Robin que habían visto en ciudad Férrica les probó lo equivocados que estaban.

—¿En qué pokemon evolucionarás, Trapinch?— quiso saber Brainy.

El aludido la miró con miedo, y luego abrazó la cabeza de Ruby para protegerse. Brainy se sorprendió que Trapinch siguiera ofendido por lo que ella le había hecho, habían pasado más de dos horas desde entonces y ella no había vuelto a hacerle nada. Buscó apoyo en Cloudy, que era la que tenía más cerca, pero esta solo se cruzó de brazos y la miró con sumo reproche.

—¡Maldición!— exclamó en su mente— ¡No es mi culpa!... tanto.

—No sé mucho sobre esa evolución, solo que cambiaré de forma, por alguna razón— contestó Trapinch a la pregunta, que había quedado en el aire.

—¿Nunca has visto a nadie evolucionar?— se extrañó Ruby.

—Nop.

—¡¿Quéeeeeeeeeee?!— saltaron los demás.

—¿Qué? No me digan que ustedes sí.

Con eso todos se echaron a reír.

—¡Cállense, no es gracioso!

—Lo siento, Trapinch. Es que todos ellos son pokemon evolucionados... excepto ella— Ruby apuntó a Cloudy, la cual contestó haciendo el signo de paz.

—¡Yo también evolucionaré a un dragón!— exclamó.

—¡¿En serio?! ¡Fenomenal!— saltó Trapinch— Pero ahora que lo pienso ¿Qué es un dragón?

Todos estallaron en risas nuevamente

—¡No es justo!— gritó Trapinch.

Y así continuaron su viaje, entre preguntas y preguntas. Todos se dieron cuenta de lo poco que sabía en verdad el joven pokemon, a tal nivel de ser un tanto alarmante.

—Y ahora que lo pienso...— dijo, después de otro rato— ¿Qué vinieron a hacer ustedes aquí, si no vinieron por los pokemon?

—En verdad vinimos escapando de un pokemon, uno muy fuerte— explicó Ruby— Es una larga historia, pero lo importante es que él me tiene mucho rencor, y es demasiado fuerte para nosotros, así que escapamos al único lugar que encontramos.

—¿Y él no entró en la torre?

—Parece que no. Supongo que de haber podido, ya lo habría hecho.

—Después de que entramos, me fue imposible captar los restos de sus pensamientos— reveló Brainy— Es como si hubiéramos entrado en una dimensión paralela.

Ruby se sorprendió de esto, y quiso preguntar, pero en ese momento Trapinch los detuvo.

—¡Alto!— exclamó.

—¿Qué sucede?

Trapinch miró con cuidado el cruce de caminos en que se encontraban, en forma de cruz. Miró hacia la derecha, y reconoció de inmediato una grieta casi invisible para cualquiera que no hubiera pasado por ahí miles de veces antes.

El pokemon se mostró dubitativo. De pronto Brainy percibió mucha inseguridad y nervios de su parte, por lo que se preguntó qué podría estar causándolo. Hasta hace un momento solo había estado arrojando felicidad y curiosidad por doquier.

—Yo... yo...

—¿Qué pasa, enano?— lo apremió Fiercy.

—¡Yo...

—Trapinch— lo llamó Ruby— Si te sientes mal, puedes decirnos. Si crees que algo malo está pasando, puedes decirnos también. Haremos lo posible por ayudarte.

Trapinch guardó silencio, sin saber qué hacer. Todos lo esperaron durante un largo rato, hasta que Brainy habló en su lugar.

—Nosotros podríamos ayudarlo en algo de suma importancia— anunció, mientras leía sus sentimientos— pero no sabe si confiar en nosotros o no. No me extraña; entre los pokemon salvajes se cuentan leyendas aterradoras sobre aquellos monstruos llamados entrenadores. Simplemente es demasiado raro que el primero que encuentre no sea como todos le han dicho.

—¿Es eso cierto, Trapinch?— inquirió Ruby.

De inmediato lo sujetó con sus brazos para bajarlo hasta verlo a la cara. El joven pokemon se limitó a asentir, haciendo un puchero para aguantarse el llanto.

—Jo— Ruby lo abrazó, enternecido— No tienes que hacerlo, si no quieres. La confianza se gana, no se da, y si nosotros no hemos podido ganarnos tu confianza en este rato que hemos pasado juntos, entonces quizás no somos tan dignos de recibirla.

—¡No es eso!— exclamó, tragándose las lágrimas— ¡Yo sí confío en ustedes!... Yo... yo...

Sin saber qué más hacer, Trapinch se soltó de las manos del muchacho, corrió hacia la pared con una grieta y golpeó una zona cerca de la esquina. Inmediatamente la pared se deshizo, de forma muy parecida a como habían hecho las partes del suelo durante la emboscada de los pokemon salvajes.

Entonces los demás pudieron ver que detrás de la pared no había un montón de arena, sino que una enorme sala con ciertas pendientes por aquí y por allá, e incluso unas cuantas rocas que servían como lugar de descanso. Dentro había muchos pokemon repartidos por doquier. Todos descansaban, comían o jugaban, sin preocupaciones.

—¡Rápido, antes que la pared vuelva a levantarse!— los apremió Trapinch.

Todos se apresuraron a cruzar, y se quedaron parados por un buen rato contemplando su alrededor.

—¿Tú vives aquí, Trapinch?— le preguntó Ruby.

—A veces vengo aquí. La torre entera es el hogar de todos nosotros, así que nos paseamos y nos dormimos donde nos da la gana.

—Vaya...— por un momento se dejó maravillar por la manera en que muchos pokemon lograban convivir. De haber sido humanos, se habrían dividido los pisos y las salas, y habrían luchado varias veces por más territorio.

Caminaron a través de la sala, pasando junto a grandes grupos de Sandshrew y Trapinch que los miraban curiosos, algunos listos para saltar a defenderse.

De pronto, Brainy inspiró hondo, como ahogando un grito. Ruby tuvo la reacción de desviar su mirada hacia ella, pero entonces el Trapinch llamó su atención.

—Aquí es.

Todos se detuvieron, y advirtieron que delante de ellos se encontraba un pokemon de aspecto masculino, de color verde en la parte superior de su cuerpo y blanco en la parte inferior. Se encontraba de espaldas a ellos, agachado, mas lo reconocieron de inmediato.

Este se giró, receloso. Los miró a cada uno con desconfianza, y luego le dirigió una mirada neutra al Trapinch.

—¿Por qué los trajiste aquí?— preguntó con un contenido enfado.

—Pero Allan... ellos podrían...— replicó el Trapinch.

—¡Ellos son cazadores!— entonces se puso de pie, y miró a Ruby desafiante— Humano, no eres bienvenido aquí, así que te desafío a un combate. Si yo gano, deberás prometer largarte de esta torre y nunca regre... Oye ¡Oye! ¡¿Qué haces?!

Ruby, agachado junto a él, le devolvió una mirada curiosa.

—Solo quería ver qué estabas haciendo.

Y al mirar, advirtió que el Gallade había estado atendiendo a un pokemon de piel negra con una especie de manta amarilla alrededor de su cuerpo. No pudo decir cuántos años tendría o si era macho o hembra, pero lo que sí notó fue que aquel pokemon estaba en un estado grave. Quiso acercarse para examinarle la cara, pero en eso una cuchilla verde cortó el aire frente a su cuello, y le impidió pasar.

—No te acerques ni un milímetro más— le ordenó el pokemon verde.

Ruby, en silencio, retrocedió hasta que el tal Allan le quitó la cuchilla del cuello.

—¿Es amigo tuyo?— inquirió el chico.

—Eso no te incumbe, y no dejaré que te entrometas más en mis asuntos. Ponte de pie y pelea.

Ruby miró alrededor. Su mochila estaba cerca, y su contenido regado por el suelo. Algunas de las pociones y medicamentos estaban ordenados junto al pokemon de piel negra, y casi todas estaban casi a la mitad. Ruby no recordaba haber usado nada desde que las compró en la tienda, por lo que estaba claro que quien las había usado era Allan.

—Intentaste usar las pociones sobre ella— observó— ¿Te resultó?

El pokemon verde reprimió un grito de impaciencia. En verdad quería sacar a ese mequetrefe del lado de Ada, pero no podía mentir.

—No... tus pociones no sirven. Están todas mal hechas.

Con ello Ruby frunció el seño.

—Si ninguna te funcionó, quizás el problema de tu amigo es otro. Aun así, será mejor que la rociemos un poco más...

Acto seguido, Ruby estiró la mano y pasó el largo de su brazo sobre el cuerpo del pokemon negro para agarrar una de dichas pociones, pero fue detenido nuevamente por la cuchilla de Allan.

—Te dije que te mantuvieras a raya.

—Tu actitud no va a ayudar a tu amigo— le repuso Ruby— Escucha, piensa lo que quieras de mí, pero no me voy a quedar aquí esperando a verlo morir ¿Y tú?

Allan apretó los dientes.

—¿Cómo te atreves...

Pero entonces Ruby lo miró a los ojos, y aunque no quería permitírselo, Allan vio un atisbo de sinceridad. Por muy amargo que pareciera, no tenía muchas posibilidades. El humano tenía razón; Ada se acercaba más a la muerte con cada instante que pasaba. El desierto era demasiado para ella, simplemente demasiado.

—Okey— gruñó, a la vez que retiraba su cuchilla— Pero haces un movimiento en falso y te cortaré la cabeza en el acto.

Ruby no perdió tiempo. Agarró una de las pociones y de inmediato comenzó a rociarla sobre el pokemon negro. Se aseguró de cerrarle los ojos y los labios cuando se la esparció por la cara, y al hacer contacto con su piel se dio cuenta de que estaba muy helada.

—Oh, no...— musitó, temiendo lo peor.

—Es una Snorunt— apuntó Allan, al adivinar lo que Ruby pensó— Los Snorunt son de tipo hielo. Está bien que se encuentre helada.

—¿De tipo hielo?— repitió Ruby, y entonces comprendió por qué se encontraba tan mal— ¿Y tú y ella... hace cuánto están acá?

—¿Acá en el desierto? Unos cuantos días.

—Quizás sea la temperatura. Kitten, Cloudy.

—Sí— contestaron a coro, sabiendo lo que tenían que hacer.

Sin embargo, Allan se alertó cuando ambas pokemon se situaron una a cada lado de la Snorunt, y le apuntaron con sus bocas.

—Espera ¿Qué piensan hacerle a Ada?

—¿Se llama Ada, entonces?— rescató el muchacho— Tranquilo, ambas usarán Rayo de Hielo, pero de forma muy suave ¿Pueden hacer eso, niñas?

—Por favor, Ruby— le respondió Kitten— ¿Quién coño te crees que somos?

—Claro, claro. Disculpen.

Seguidamente, ambas pokemon comenzaron a exhalar aire congelado sobre el cuerpo de Ada. Las bajas temperaturas produjeron que el aire se deslizara hacia abajo, y rociara a la Snorunt de forma continua y apacible. Las pocas partículas de agua que se encontraban en el aire y las que salieron de las bocas de Kitten y Cloudy se congelaron por el Rayo de Hielo, con lo que lograron impregnarse y penetrar en la negra piel de Ada.

—Eso debería funcionar por ahora— anunció Ruby— Niñas, no se sobreexijan. Para que Ada se recupere por completo necesitará de unas cuantas sesiones de esto.

Luego, Ruby se fijó en Allan, el cual contemplaba la operación entre contrariado y anonadado. Quería saber un poco más, por lo que se le acercó para hablar.

—Nunca he tenido mucho contacto con un pokemon de hielo, por lo que no sé muy bien cómo tratarlos. Solo espero que esto funcione.

—No, no, funcionará— aseguró Allan— los Snorunt comen solo hielo, así que un rocío de Rayo de Hielo debería bastar para mantenerla viva...

Bajó la cabeza, y suspiró. Había estado mucho tiempo preocupándose de la vida de Ada, tanto que se había olvidado de descansar él mismo. De pronto sintió mucha hambre y cansancio, y también un poco de remordimiento.

—Disculpa por haber... robado tu mochila, y por desconfiar de ti... yo... mi comportamiento fue imperdonable.

—Nah, lo hiciste bien. No te culpo por desconfiar de un humano, simplemente te encontraste con una excepción.

—¿Excepción?

Ruby sonrió, y se apuntó con un pulgar.

—Soy Ruby, líder de Pokemon Gijinka. Mis amigos y yo buscamos igualar los derechos de los pokemon a los derechos de los humanos, por la fuerza.

—¿Qué? ¿Se puede hacer eso?— Allan se mostró sorprendido.

—No es un camino lindo, pero es mejor que quedarse de brazos cruzados ¿No crees?

Allan sonrió, por primera vez.

—No puedo agradecerte lo suficiente, Ruby.

—No lo hagas aún, no hemos salvado a tu amiga todavía... aunque...

Ruby de repente tuvo una idea, mas supo de inmediato que no le iba a gustar al sujeto junto a él.

—¿Qué ocurre?

—Solo... no, nada. Son tonterías mías. Ya verás que todo saldrá bien.

Allan le restó importancia al asunto, por lo que Ruby suspiró. No le iba a proponer capturar a su amiga para curarla de todos sus malestares, aunque si se encontraban con el peor escenario, Ruby no tendría de otra.

—Por cierto ¿Qué pokemon eres?— sacó su Pokedex para examinarlo, pero al apuntarle la pantalla se limito a mostrar un símbolo de interrogación – Qué raro, esta cosa no dice nada.

—Me han contado que soy un Gallade, aunque yo mismo sé poco al respecto. Unos tipos, los cazadores de los que escapábamos antes de entrar en este desierto, me obligaron a evolucionar con una piedra luminosa cuando yo era tan solo un Kirlia.

—¿Un Kirlia?— exclamaron Ruby y alguien bastante alejados de ambos. Inmediatamente el chico giró la cabeza para encontrar a Brainy, la cual se mostró tan sorprendida como él.

Ella se acercó flotando, curiosa.

—¿Tú eras un Kirlia? ¿Pero por qué no evolucionaste en un Gardevoir, como yo?

—No, creo que una pregunta mejor sería por qué estás tan al tanto de la conversación— apuntó Ruby.

Entonces Brainy se sonrojó. No podía evitar espiar en las mentes de sus amigos de cuando en cuando, lo hacía de forma inconsciente.

—Yo tampoco lo entiendo— continuó Gallade— Esos cazadores apenas nos dirigían la palabra... aunque debo admitir que este cuerpo me agrada.

—¡Sí, se ve muy masculino!— observó Brainy, y sin pedir permiso, comenzó a manosear los músculos de Allan.

—¡Oye!— exclamó él, repentinamente sonrojado.

—¡Woah!— soltaba Brainy tras apretar cada uno de sus músculos, con una sonrisa de oreja a oreja— Son tan duros y bien moldeados que podría...

Pero en eso, al verlos juntos, Ruby no pudo evitar pensar que la escena podría pasar por una película porno. Tanto así que de pronto comenzó a sentir algo duro por ahí abajo. Precisamente un instante después, Brainy saltó desde Allan, y se apartó algo más de un metro, muy sonrojada.

—Yo... yo...— desvió la mirada de ambos varones, y se marchó a toda prisa. Los otros dos se quedaron en silencio, igual de sonrojados.

—Eh... entonces...— Ruby quiso cambiar el tema rápidamente— ¿Dijiste que tu nombre era Allan?

—Sí, sí, exactamente— contestó con un poco de torpeza.

—Tú tampoco te ves muy bien. Te rociaré un poco de poción, y después podrás dormir ¿Oka?

—Sí, claro. Por supuesto.

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Gallade, el pokemon Cuchilla:

—Peso: 52 kg

—Altura: 1,6 m

—Observaciones:

-  Tiene un gran sentido del honor y la cortesía.

-  Puede presentir los movimientos de sus rivales.

-  Se lleva bien con los Lucario, dado que lo admira por su honor, y viceversa.

-  Sus cuchillas son muy afiladas, pero solo las ocupa para batallas reales o entrenamientos.

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