Mucha Más Rabia
—Muy bien, creo que es hora de hacer un alto— anunció Ruby.
Sus pokemon se detuvieron. Se habían acostado tarde y levantado temprano para huir lo más pronto de ciudad Arborada. Todos estaban algo cansados, sobre todo por el constante viaje. No habían dormido dos noches seguidas en el mismo lugar desde su parada en ciudad Petalia.
—Almorzaremos aquí— ordenó Ruby.
—¡Siiiiiiiiii!— exclamaron los pokemon, excepto Smoky.
Este miró hacia ambos lados. Se encontraban en el camino de la ruta 120, a plena vista. Si almorzaban ahí, cualquier entrenador podría ir y atacarlos.
Supuso que debía alegar, sin embargo se quedó pensando un poco más. Ruby era perfectamente capaz de darse cuenta de esto él solo. Entonces, lógicamente, él había escogido un lugar de descanso tan a la vista porque quería que la gente lo viera. Aun así, no dejaba de ser peligroso.
—¿Por qué nos paramos aquí?— inquirió Smoky, finalmente.
—Porque estamos cansados— contestó Ruby.
Smoky suspiró. No era la respuesta que quería ¿Ruby le estaba ocultando algo?
—La gente nos encontrará— insistió.
—Sí, pero no le tengo miedo a la gente— Ruby sonrió— Es importante tomar un descanso. No seas tan severo contigo mismo.
Smoky se rascó la cabeza, un poco avergonzado de haber sobre pensado. Al final Ruby solo quería descansar porque estaba cansado. Por más que intentara, Smoky nunca lograba saber qué era exactamente lo que pasaba por la mente de su entrenador.
Se sentaron en un círculo junto al camino. El pasto debajo de sus traseros era blando, la brisa agradable, los árboles robustos y daban una sensación de protección. Ruby sacó la comida que había conseguido en la ciudad y la repartió entre sus amigos. Comieron con ganas, pues tenían hambre.
Después de terminar su almuerzo, mientras hablaban, Brainy comenzó a tararear una canción. No fue completamente intencional, simplemente le salió. Era una melodía simple y alegre, de notas agudas seguidas entre sí por un acelerado compás. No recordaba ni le interesaba de dónde había sacado la canción, en ese momento le brindaba alegría.
Pero entonces Fiercy, junto a ella, le pegó un codazo. Brainy se giró, consternada, pero al ver su cara furiosa comprendió que algo debió haber hecho mal.
—¿Qué?— le preguntó.
Esto pareció tomar por sorpresa a Fiercy, como si la causa de su enfado fuera obvia. Al ver que Brainy no comprendía, le señaló con la cabeza hacia Birdy. Este se encontraba mirando el suelo, como distraído.
En ese momento Brainy recordó dónde había oído esa canción, y se dio cuenta de la razón del enfado de Fiercy. Esa era la canción que solía cantarles Cloudy.
Brainy se llevó las manos a la boca, avergonzada. Aguardó un momento para ver la reacción de Birdy, preocupada. Se maldijo a sí misma por ser tan inconsciente ¿Por qué no podía haberse quedado la canción para ella misma? Sin embargo, para sorpresa de ambas, Birdy comenzó a tararear también, la misma melodía alegre.
Luego se detuvo, y las miró.
—Era una canción linda— comentó con tono neutral— me gustaría oírla de nuevo.
—¿Qué canción?— inquirió Beauty.
Brainy y Fiercy se miraron, incómodas. Birdy se giró hacia la Milotic para explicarle.
—¿Te acuerdas que te hemos hablado de Cloudy? Ella era una Altaria.
—Sí, me acuerdo— contestó Beauty.
—Pues, como toda Altaria, ella cantaba muy bonito. Quizás le podamos pedir a Aria que cante para nosotros, cuando volvamos a verla.
Los ojos de Beauty se iluminaron con excitación.
—¡Oh, sí! ¡Sí, sí, sí, sí, sí!
Birdy sonrió con complacencia, como todo un adulto. Fiercy y Brainy, por su lado, lo miraron sorprendidas, pero no dijeron más sobre el asunto.
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Después de almuerzo, y de reposar un poco, el grupo comenzó a recoger todo para marcharse. Tal y como Smoky había predicho, un par de entrenadores pasaron por el lugar, mas al ver a los cinco fuertes pokemon que acompañaban al misterioso muchacho, ninguno se atrevió a desafiarlos.
Apenas comenzaron a caminar, cuando Fiercy se paró en seco. Ella iba atrás de todos, por lo que nadie la notó al principio. Un olor extraño llamaba su atención, desde la hierba. Pertenecía a un pokemon, sin duda alguna, mas no sabía cuál. Por un momento dejó de pensar, se olvidó de todo a su alrededor y se dejó guiar por sus instintos. Su conciencia pasó a segundo plano ¿Dónde estaba? Quien oliera así la sacaba de quicio ¿Dónde estaba ese esperpento?
—Fiercy— oyó a la lejanía.
Miró en todas direcciones, mas su vista estaba casi completamente nublada, pues era su sentido del olfato el que ocupaba la mayor parte de su cerebro en ese momento. Apuntó su nariz hacia donde le parecía que olía más fuerte, pero apenas se movía, el olor se alejaba.
—Maldición ¡¿Dónde está?!— oyó su propia voz.
—¡Fiercy!— escuchó que la llamaban nuevamente, esta vez más claro.
Fiercy reconoció la voz de Ruby, y con eso el olor desapareció y su vista regresó, junto con el resto de sus sentidos. Se dio cuenta que había estado mostrando los dientes y se había encorvado para saltar al ataque.
Confundida, miró a Ruby. Este se había detenido, como los demás, y había retrocedido unos pasos para acercarse a ella. La miraba tan extrañado como ella se sentía.
—¿Qué te ocurre, Fiercy?— le preguntó.
Esta desvió la mirada. No sabía qué decir ¿Qué le había pasado?
—No lo sé— contestó al final— Olí algo raro y... y me puse así.
Ruby dio un paso hacia Fiercy, pero en ese momento el olor regresó, más fuerte que nunca. Fiercy sintió que se volvía loca, como si un demonio de la ira se apoderara de ella. Instantáneamente todos sus amigos se convirtieron en meros obstáculos en su camino. Tenía que encontrar al pokemon que expelía ese olor de cualquier manera.
La Mightyena se agachó en el suelo, levantó la mirada hacia los árboles y gruñó de una forma tan terrorífica que los pokemon pensaron que les iba a arrancar el alma con los dientes. Sin más, Fiercy saltó hacia el bosque, perdiéndose entre los arbustos.
—¡Fiercy!— exclamaron los demás.
Los pokemon se arrojaron en la misma dirección para seguirla, pero Ruby los detuvo con un gesto de su brazo.
—No sabemos lo que le pasa— les explicó rápidamente. Se vio obligado a tomar decisiones apresuradas— Yo la seguiré y veré qué le ocurre. Birdy, lleva a los demás al final del camino para atraparla.
—¡No!— exclamó Beauty.
Todos se giraron hacia ella, extrañados de que alguien tan calmada y sumisa se opusiera así. Entonces esta reparó en lo que había hecho, y se cohibió.
—Digo...— continuó, un tanto avergonzada— Puedo sentir la lluvia aproximándose. Birdy no podrá llevarnos a todos entre las nubes.
Ruby asintió.
—¿Smoky?
—Déjamelo a mí— el Blaziken se golpeó en el pecho para demostrar su fuerza.
—Muy bien. Todos a sus pokebolas.
No perdieron tiempo. Los tres pokemon se escondieron en sus cápsulas, las cuales Smoky tomó en sus manos y aseguró en los bolsillos de su chaqueta. Seguidamente retrocedió para tomar vuelo y saltar sobre la copa de los árboles, hacia el otro lado del camino.
Ruby tampoco perdió más tiempo, ya se había demorado mucho dando instrucciones. Echó a correr hacia los árboles para pasar los primeros árboles y adentrarse en el bosque. No sabía exactamente a dónde había ido Fiercy, pero tenía que encontrarla antes de que fuera muy tarde. Nunca había visto a un pokemon tan furioso ¿Qué le habría ocurrido?
Corrió y corrió, esquivando raíces, ramas y arbustos, pero sin ver a Fiercy. Por más que se esforzara, sus piernas de humano no eran comparación para las ágiles patas de una Mightyena.
De pronto chocó contra algo bajo, por lo que su cuerpo describió una vuelta en el aire antes de caer de espalda. Ruby, adolorido, se puso de pie para tratar de entender qué se había interpuesto en su camino. Estaba seguro de no haber visto nada frente a él. Extrañado, buscó con la mirada al obstáculo, mas no lo halló.
—Awawawawawawawaw...— oyó a alguien quejándose junto a él.
Mas al girarse no vio a nadie. Consternado, se preguntó si se había vuelto loco. Se quedó mirando el origen de la voz por un rato, sin decir nada, hasta que decidió investigar. Estiró una mano, aunque sabía que no iba a alcanzar nada. Sin embargo al hacerlo vio un movimiento de hojas y tierra frente a sus dedos. No había logrado tocar nada, pero sin duda había algo ahí. Ruby no se dejó sorprender más, se arrojó hacia el origen de la voz, y atrapó aquel algo entre sus brazos.
Ambos giraron por el suelo un poco, hasta que se detuvieron. Entonces Ruby se separó del "algo", y se dio cuenta que, aunque podía sentirlo perfectamente con sus dedos, era completamente invisible.
—¡Pero qué clase de brujería es esta!— exclamó el muchacho.
—¡Suéltame, estúpido humano!— alegó el sujeto invisible.
Pataleó y golpeó a Ruby con manotazos invisibles, pero este no lo soltó. En vez de eso lo zarandeó bien fuerte.
—¡Escúchame! No me importa qué eres o por qué eres invisible— le reveló— Estoy buscando a una amiga, una Mightyena ¿La has visto pasar por aquí?
De repente el sujeto invisible dejó de patalear y se quedó mudo. Entonces, para la sorpresa del muchacho, el cuerpo entre sus brazos cobró colores propios, revelando a un niño de escamas, piel verde y una línea roja en el estómago con forma de zigzag.
—¿Quién eres tú?— exclamó, un tanto asustado.
—Soy Kecleon— contestó el pokemon— ¿Tú eres amigo de esa Mightyena loca que pasó hace unos momentos?
Ruby asintió.
—Necesito encontrarla. De repente salió corriendo por su cuenta y me da miedo que se haga daño— admitió el entrenador.
Los ojos del Kecleon parecieron iluminarse.
—¡Tú te pareces al entrenador legendario!
Ruby se extrañó, pero no tenía tiempo para tonterías.
—¡¿Has visto a mi Mightyena?!— insistió.
El Kecleon pareció reaccionar.
—Sí, claro. Absol dijo que era peligrosa, y que la iba a conducir al claro.
—¡Por favor, llévame a ese claro cuanto antes!— le rogó el chico.
Kecleon asintió, al parecer había comprendido que se trataba de algo serio, y también parecía que le tenía cierto respeto a Ruby por creerlo el "entrenador legendario", pero le podría preguntar sobre eso más tarde. Ambos corrieron a través del bosque, a través de los atajos y caminos por los que el Kecleon lo guiaba.
Después de un par de minutos llegaron a un pequeño claro en el bosque, con dos pokemon en su interior. A Ruby no le tomó trabajo reconocer a Fiercy, casi desfigurada por las muecas de rabia en su cara. Jadeaba tanto que parecía que la lengua se le iba a caer. La pelea ya había comenzado, aunque en ese momento ninguno de los dos se movía. Habían hecho un alto para recuperar el aliento.
Por el otro lado se encontraba un pokemon de pelaje blanco y piel casi negra, con un distintivo cuerno con forma de luna creciente a un lado de su cabeza. Ruby advirtió una gran mancha roja en su pecho, y por un momento la creyó parte de su pelaje, pero luego se dio cuenta que era sangre. El pokemon blanco estaba en problemas.
—¡Oh, no!— chilló el pequeño Kecleon— ¡Absol!
Así como lo veían, la batalla estaba a punto de terminar. Fiercy miró al Absol, lista para darle el último golpe. Ruby la vio partir, y cuando esta se abalanzó contra el pokemon blanco, el entrenador corrió y la interceptó por un costado, con lo que cayeron al suelo estrepitosamente.
La Mightyena pataleó con una fuerza considerable. Con sus garras rajó la piel de Ruby en sus brazos y frente, pero él no la soltó.
—¡Contrólate!— exclamó.
Pero Fiercy parecía no poder oírlo. Se había vuelto una máquina de matar.
—¡Fiercy!— vociferó Ruby.
Entonces, sin dejar de sacudirse, Fiercy se giró hacia él. Lo reconoció, pero no como su querido entrenador, sino como a un enemigo. Furiosa, abrió la boca y lo atacó con un Mordisco, el cual Ruby bloqueó con su brazo. Los dientes penetraron en la carne hasta que se toparon con algo duro, la sangre saltó y salpicó por todos lados. Ruby contuvo un grito, pero no dijo nada.
Los dientes de Fiercy no se movieron. Lentamente, su expresión asesina fue desapareciendo. Pronto sintió un sabor metálico en su boca y reconoció de verdad al muchacho frente a sí.
Horrorizada, se dio cuenta que había mordido el brazo de Ruby. El muchacho había logrado interponerlo para proteger su cara en un momento desesperado. Fiercy tuvo que abrir mucho su mandíbula para poder sacar los dientes del brazo de su entrenador. Luego se alejó rápido para escupir la sangre, que se mezcló con lágrimas. De repente sintió que todo su almuerzo intentaba salir como un tren por su boca, por lo que se arrojó al lado contrario para vomitar.
Mientras expulsaba los alimentos semi digeridos junto con sus jugos gástricos, Fiercy dedujo lo que había ocurrido, no era muy difícil darse cuenta. Luego, cuando ya no tuvo más comida que regurgitar, se giró hacia su entrenador para examinar su brazo.
Vio su cara estremeciéndose, haciendo todo lo posible por contener el dolor. Quiso ir y ayudarlo, y abrazarlo y decirle que todo iba a estar bien, que ella no había querido atacarlo, pero en ese momento no podía asegurar que el peligro se había ido. Fiercy se dio cuenta que, así como estaba, representaba una amenaza para Ruby.
Este la miró, intentando mostrarle una sonrisa despreocupada, mas ella veía brotar la sangre de su brazo, sus dientes apretados para no abrir la boca y pegar un grito. Fiercy no pudo soportarlo más. Era la segunda vez que lo atacaba de esa manera, en el mismo lugar. Sin poder soportarlo más, se puso de pie y echó a correr hacia los árboles, nuevamente. Ruby quiso seguirla, pero el dolor era demasiado y la herida muy grave como para preocuparse de otra cosa. Vio a Fiercy perderse entre los árboles, sin poder hacer nada.
—¡Maldición!— bramó.
A su enfado le siguió de cerca el silencio, y el dolor físico. La herida era muy grave. Intentó mover su mano, pero al hacerlo se dio cuenta que los colmillos de Fiercy le habían triturado el hueso. De no haber regresado en sí cuando lo hizo, no le habría costado mucho amputarle toda la extremidad.
Inmediatamente se sacó la mochila, lo más rápido que su brazo roto y malherido le dejó, y extrajo una Hiperpoción del botiquín para rociarla entera sobre la herida. Esta pronto dejó de sangrar para formar una costra bien fea a través de todo el antebrazo. Luego agarró una rama cercana y se la amarró al brazo para entablillarlo.
Seguidamente sacó otra Hiperpoción y se dio vuelta para acercarse al pokemon blanco. Este dio un paso atrás al verlo aproximarse, por lo que Ruby se detuvo.
—Tranquilo, solo voy a curarte esa herida— le aseguró.
El pokemon lo miró con sus ojos rojos, desconfiado. Luego sonrió, como si la cara de Ruby le pareciera divertida.
—Tú...— murmuró— tu nivel de catástrofe es impresionante, es de más de ocho mil.
Y sin más, el Absol se desplomó. Ruby se apresuró a acercársele y aplicar la medicina sobre su cuerpo, pero para cuando terminó, el pokemon ya se había desmayado.
—Perdió mucha sangre— observó el chico— Debe de ser mucho más débil que Fiercy, y sin embargo hizo todo lo posible por detenerla.
El muchacho entonces se giró hacia el niño que lo había conducido hasta ese lugar. Kecleon se asustó por la repentina mirada, detrás del árbol donde había visto el transcurso de la pelea.
—Niño— lo llamó Ruby.
—¿Eh? ¿S... sí?
—No he conseguido entender nada de lo que ocurre aquí ¿Podrías ponerme al tanto, por favor?
El Kecleon se acercó, nervioso. Miró al Absol, postrado en el suelo. Luego se giró hacia los árboles por donde había desaparecido la Mightyena, y finalmente a Ruby.
—Yo... ¿Qué quieres que te explique?
Ruby suspiró. Había varias cosas que no entendía.
—Primero lo primero ¿Sabes por qué mi amiga se comporta así?
Mas el pokemon negó con la cabeza.
—Nunca he visto a pokemon tan espantosos como ella. No sé qué le ocurrió.
Ruby asintió.
—Entonces ¿Sabes por qué este tipo, Absol, quiso detener a la Mightyena?
Kecleon miró nuevamente al pokemon de cara negra. Se notaba preocupado.
—Él es un Absol. Supongo que no lo conoces, siempre se cuidan de mostrarse frente a los humanos. Son pokemon muy respetados por aquí. Ayudan cuando los demás tenemos problemas, y nos advierten cuando algo malo va a ocurrir.
Ruby repasó las últimas palabras del Absol en su cabeza.
—¿Sabes qué es el "nivel de catástrofe" del que habla?
Pero el Kecleon negó con la cabeza.
—Los Absol son muy inteligentes, y a veces hablan con palabras complicadas. Aunque sí recuerdo que él me contó algo sobre un "entrenador legendario".
—¡Ah, es cierto!— exclamó Ruby— También estoy curioso por eso del entrenador legendario ¿A qué te refieres con eso?
El Kecleon sonrió.
—Se cuenta que en Hoenn hay un entrenador distinto a los demás, que en vez de capturar pokemon, pelea contra su misma especie para liberarlos. Nadie sabe cómo es realmente, solo que lleva un equipo de pokemon muy fuertes y que usa una capa. Nunca creí que te encontraría, ni habría sabido quién eres, de no ser por Absol. Él me contó que te ha estado vigilando últimamente. Me dijo cómo eras y que venías hacia acá.
Ruby abrió bien su ojo, con sorpresa.
—¿Él me ha estado vigilando?— miró al Absol, muy dormido— Vaya, ni me di cuenta, ni ninguno de mis pokemon me dijo nada. Zafiro podría aprender un poco de este tipo.
Ruby se puso de pie. El brazo le seguía doliendo, pero no podía perder más tiempo. No quería que Fiercy se volviera a transformar en aquel monstruo, y se sentía más confiado al entender un poco más sobre la situación.
—¡Ah! Una cosa más— lo detuvo el Kecleon— Absol me dijo que... a ver ¿Cómo lo dijo? Algo así como que eres una catástrofe... o algo.
Ruby no pudo evitar echarse a reír.
—En cierto sentido tiene razón. Gracias, chamaco. Cuida de tu amigo hasta que se recupere.
Seguidamente dio media vuelta y se marchó hacia los árboles para buscar a Fiercy. El Kecleon se quedó junto al Absol, contemplando al terrorista hasta que desapareció.
[...]
—¡Fiercy!— se oyó no muy lejos.
La aludida levantó la cabeza y se encontró a Ruby caminando a unos cuantos metros. Ella había ido a esconderse sobre unas ramas, donde él no podría verla. Quiso ir y acercársele, pero el sabor a sangre en su boca la detuvo. Sabía que Ruby se lo perdonaría, aunque lo mordiera hasta matarlo él se lo perdonaría, mas esa no era la razón de que Fiercy no descendiera y se dejara ver.
Ella tenía miedo. Quería llorar. La conmoción había paralizado su capacidad de pensar lógicamente. De pronto una idea le llegó a la cabeza, y no le pareció tan descabellada: Si se suicidaba, Ruby no volvería a correr peligro, no por culpa de ella, al menos.
Fue una decisión que le cayó como una piedra al estómago, después de todo era su vida la que iba a arrojar por la ventana. Pero mientras más lo pensaba, más lógica y aceptable le parecía.
Las pisadas de Ruby sobre la maleza hacían retumbar su cabeza, aunque las ignoró mientras pensaba en algo. Buscó a su alrededor un arma que pudiera usar para cortar su propio cuello, pero solo encontró ramas débiles que se quebrarían sin romper su piel. Finalmente se rindió y se miró las garras afiladas.
—Deberían ser suficiente para abrirme la garganta— se dijo.
Se concentró tanto en su tarea que el miedo que había sentido antes se desvaneció casi completamente. Otro miedo, más relajante, se inyectó en su mente mientras contemplaba su mano, y eso era la sensación de morir. Por supuesto, no sabía qué se sentía ¿Pero si era una agonía indescriptible?
Miró a Ruby una última vez para decir adiós a la distancia. Él seguía caminando, llevándose las manos a la boca para que sus palabras viajaran más lejos. Fiercy no pudo evitar sonreír socarronamente. Tonto Ruby, ella podría identificar el sonido de sus pasos a medio kilómetro, no hacía falta que se esforzara tanto en llamarla.
Pero en ese momento advirtió algo extraño: Frente a su entrenador, detrás de unos arbustos, el suelo del bosque se precipitaba hacia abajo de forma abrupta en un pequeño precipicio. Si Ruby seguía caminando tan tranquilamente en línea recta, se caería varios metros hacia el suelo.
—Ya debe haber visto el hoyo— se dijo Fiercy, intentando sonar confiada.
Pero Ruby no disminuía el paso. Entonces Fiercy comprendió que los arbustos entre el muchacho y el precipicio le bloqueaban la vista. Ruby estaba a tres pasos de caer a su muerte.
—¡Mierda! ¡Ruby!— exclamó Fiercy, justo cuando este se tropezaba, intentando pasar entre los arbustos, y caía.
La Mightyena se disparó desde las ramas del árbol como un misil, corrió por el suelo, atravesó los arbustos y se arrojó hacia su entrenador a toda velocidad. Todo lo demás dejó de existir, solo ella en medio de la caída extendiendo sus brazos, y él demasiado sorprendido para notar su presencia. Todo terminó en un parpadeo.
De pronto Ruby se vio suspendido en el aire, sobre un par de brazos fuertes. Abrió el ojo, anonadado, y se encontró con la cara de Fiercy. Ella lo miraba con ojos húmedos y la boca arrugada, intentando contener un puchero. Ambos se encontraban en el suelo, al final de la ladera empinada.
—¡Fiercy!— exclamó el muchacho, más alegre que nunca de verla.
Eso la rompió. Fiercy lo estrujó entre sus brazos, mientras se echaba a llorar.
Sollozó durante varios minutos, durante los cuales Ruby no hizo nada más que permanecer ahí, junto a ella. Los llantos le lastimaban el oído, pero no había mucho qué hacer. De pronto, Ruby recordó que Fiercy seguía siendo una niña.
[...]
Luego de calmarse, ella y Ruby se levantaron y comenzaron a andar hacia el claro, pues como Ruby lo aseguraba, "hay que agradecer las buenas acciones".
Caminaron lentamente, él con paso firme, pecho al frente, hombros atrás y la mirada en el horizonte. Ella mirando al suelo, sumisa.
—Pero Ruby...— lo llamó, después de un rato de caminar.
—¿Sí?
—¿Qué pasa si vuelvo a ponerme así?— inquirió ella— No puedo dejar que algo te ocurra. Eso... sería imperdonable.
—Nada— contestó él, desinteresado— Te salgo a buscar otra vez.
Fiercy apretó los colmillos. Se imaginaba que su entrenador iba a soltar una respuesta así.
—¡No es tan fácil! ¿Cómo puedes decir eso después de lo que hice? ¡Al menos dame un bozal o algo!
—¿De qué hablas, Fiercy?— Ruby se volteó sin detenerse, en su ojo ni un deje de duda— Tú eres mi pequeña niña. Nada de lo que hagas me hará daño.
Pronto Fiercy comenzó a derramar lágrimas. No quería comenzar a llorar otra vez.
—¿Qué disparates dices?— alegó con una voz quebrada, limpiándose los ojos para ver el camino— ¡Eso no tiene sentido!
Ruby se detuvo, y se volteó hacia ella.
—Lo que quiero decir es...— hizo una pausa para pensar cómo explicárselo— Te quiero tal y como eres, Fiercy. Prefiero tenerte y que me ataques a no tenerte.
De pronto, justo cuando Ruby terminó de hablar, el corazón de la Mightyena se estrujó con fuerza, como si hubiera muerto por un momento. Ella se ruborizó. Quiso responderle con un "sí" o algo por el estilo, pero sentía que, si abría la boca, comenzaría a llorar otra vez. En vez de eso se limitó a ir a su lado y tomarle la mano.
Ruby la miró con ligera sorpresa, ella estaba tan avergonzada que no podía despegar sus ojos del suelo. Pasaron varios minutos antes de que lograra reunir el valor de hablar nuevamente.
—No... no le digas a Brainy que hicimos esto ¿Entendido?
Ruby asintió, feliz. Pocos conocían ese lado de Fiercy.
[...]
Pronto regresaron al claro en donde Fiercy y el Absol se habían enfrentado, sin embargo en ese pequeño círculo de aire no había pokemon. Ruby y Fiercy se detuvieron para mirar en todas direcciones, pero entonces la Mightyena olisqueó el aire con sospecha, y luego apuntó hacia un árbol cercano. Cuando Ruby miró hacia allá, de la nada apareció el Kecleon.
—Hola— lo saludó Ruby.
El niño miró hacia Fiercy con cierto miedo, mas Ruby le hizo ver que todo estaba bajo control, pasando un brazo sobre los hombros de su Mightyena. Aun así, el Kecleon no pareció muy convencido.
—¿Dónde está el otro pokemon?— inquirió Ruby.
—Se fue— contestó el Kecleon, con un deje de preocupación en su voz— dijo algo sobre la catástrofe inminente de Hoenn y una mujer azul. Parecía muy importante.
Ruby se rascó la cabeza. El Absol se encontraba muy débil cuando lo dejó, no era la mejor idea que se fuera de inmediato. Pero tampoco podía obligarlo ni nada.
—Bien. Entonces nosotros también deberíamos irnos, Fiercy.
La Mightyena asintió
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Bastante lejos de allí, hacia el suroeste, un poderoso pokemon de Acero cayó al pasto, debilitado. Sus brazos gruesos como árboles, su cuerpo encorvado y duro como un casco, sus siete ojos rojos sin iris ni párpados brillaron con intensidad mientras la máquina en su cerebro llegaba a una única conclusión.
—Unidad 0111011001 derrotada— anunció con una voz grave, más grave que la de sus hermanos— Prueba superada. Esperando órdenes del elegido.
El "elegido" se cruzó de brazo, victorioso. Le dolía todo el cuerpo. De los tres regis, el que tenía al frente había sido el más duro, pero la ventaja de tipo lo había ayudado mucho.
—Te ordeno cambiar de nombre— contestó Sunny, ya acostumbrado a esa forma extraña de hablar de los regis— Desde ahora te llamarás Registeel.
Los ojos del pokemon aludido brillaron intermitentemente, tan rápido que resultó imposible para los demás seguir la secuencia. Luego pararon en seco, y Registeel se puso de pie.
—Nueva asignación aceptada. Unidad Registeel lista para recibir órdenes.
Sunny sonrió.
—Bienvenido al club de los Ubers, Registeel.
Luego se giró. Detrás de él se encontraban Regirock, Regice, Latias y Latios. Estos dos últimos parecían impresionados por la batalla que habían presenciado.
—Atacar al Alto mando es ciertamente una misión suicida— comentó Latios, junto a su hermana— pero con pokemon tan fuertes reunidos con una sola causa, quizás sea posible.
—Él es el último del equipo ¿Cierto?— le preguntó Latias a Sunny.
—Es el último del que sé— contestó él.
—¿Entonces, ahora qué hacemos?— volvió a preguntar ella.
Sunny sonrió, emocionado.
—Ahora nos dirigiremos hacia el Alto Mando. Los Ubers tomarán control de Hoenn
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Zafiro caminaba junto a sus pokemon. Había estado lloviendo sobre sus cabezas por un par de días, pero en ese momento comenzaba a despejar. Las gotas se habían ido haciendo cada vez más livianas, hasta que simplemente no cayeron. Las nubes se alejaron y dieron paso a los cálidos rayos de sol. Todo les pareció mucho más brillante, pues sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad.
El camino frente a ellos se curvaba y doblaba hacia la izquierda, el último giro de la ruta. Desde ese punto en adelante era un viaje directo hacia ciudad Calagua. La tierra adoptaba un color veich por el centro, mientras que los lados continuaban con su verde esplendoroso. Quizás lo más llamativo era que, a lo lejos, se alcanzaba a ver el mar.
Pronto sus ojos se adaptaron a la luz del día, y al hacerlo, Zafiro advirtió que un misterioso pokemon blanco reposaba bajo la sombra de un árbol, unos metros más adelante.
La muchacha conocía de ese pokemon misterioso, pero nunca había visto uno en persona. Es más, las historias que circulaban acerca de esa especie siempre le habían aterrado de niña. El hecho de encontrarlo ahí no había sido casualidad, por lo que se acercó, dubitativa.
—¿Tú eres un Absol?— inquirió ella, cuando estuvo a una distancia prudente.
El pokemon se encontraba parado, de brazos cruzados y su espalda contra el tronco del árbol. Cuando Zafiro le habló, él la miró con sus penetrantes ojos rojos y la examinó de pies a cabeza.
—Lo soy— contestó— y tú eres Swablugirl, la justiciera.
Una ligera duda se implantó en la mente de Zafiro.
—Tú... ¿Vienes a advertirme de algo?
El Absol sonrió.
—Veo que conoces sobre mi especie.
Los demás pokemon se mostraron confusos. Miraron a su entrenadora con duda, mas esta parecía muy absorta para darse cuenta de su ignorancia, al menos hasta que se lo preguntaron directamente.
—Zafiro— la llamó Sumpex.
—¿Sí?
—¿Qué pasa con este tipo? ¿Lo conoces?
Mas la muchacha negó con la cabeza.
—No precisamente a él, pero sí a su especie. Es un Absol, el pokemon catástrofe— explicó— Hasta hace poco tiempo, se pensaba que los Absol eran seres sobre naturales que traían catástrofes y mala suerte a la gente. Se los persiguió hasta que prácticamente llegaron al peligro de la extinción. Sin embargo, hace algunos años se descubrió que los Absol tienen la habilidad de percibir catástrofes, y acostumbran aparecer para avisar a otros del peligro. Es por eso que su presencia no deja de ser preocupante.
Los pokemon se quedaron callados, asombrados. Ciertamente, aunque el Absol era un poco más bajo y flaco que Zafiro, su presencia inyectaba a los pokemon con un ligero miedo. Era un zumbido de alerta que no habían notado hasta ese momento.
Mas el Absol le restó importancia a las palabras de Zafiro agitando una mano.
—No es tan terrible. Los de mi especie también se dejan ver para divertirse o charlar. No es que siempre haya catástrofes azotando Hoenn.
—¿Entonces solo querías socializar?— supuso Vitis, la Seviper.
Pero el Absol negó con la cabeza.
—Me temo que no puedo simplemente sentarme y esperar a que todo ocurra a mis espaldas— explicó— Soy un Absol, y como tal, puedo ver claramente la catástrofe que te rodea a ti, muchacha, y a tu amigo al que llaman pirómano.
—¿Ruby y yo?— se extrañó Zafiro, mas después de pensarlo un poco, no le pareció tan descabellado— Sí, se podría decir que somos una catástrofe.
—No es eso— le corrigió el Absol— No hablo de las intrascendentes riñas entre ustedes y otros humanos, sino de algo que nos afectará a todos los habitantes de Hoenn; grandes y chicos, débiles y poderosos— el Absol se irguió, y dio una ligera pero elaborada reverencia hacia Zafiro— Niña, por el futuro de las vidas que quieres proteger, las que quieres tomar y las que nunca llegarás a ver, permíteme marchar a tu lado.
Zafiro miró al Absol, extrañada. Luego a sus pokemon, mas estos se encogieron de hombros ¿Qué iban a saber? Simplemente la miraron con cara de "no nos mires a nosotros, tú eres la jefa".
La muchacha se volvió hacia el pokemon blanco, aún sorprendida. Quería llevarlo con ella, pero no podía ser tan tonta de aceptar un trato tan fácil sin mirarle el lado malo antes.
—¿Por qué yo y no él?— inquirió.
—¿"Él"?— repitió el Absol, confuso.
—Ya sabes, Ruby— Zafiro se cruzó de brazos, imponiendo su determinación.
El Absol sonrió.
—Ese muchacho...— entonces se llevó una mano al pecho, en donde Ruby lo había sanado. La herida cicatrizada seguía doliéndole— es muy amable. Se nota que está dedicado a su cruzada, sin embargo su nivel de caos es demasiado alto. Tú, por otro lado, pareces ser una persona más estable.
Zafiro asintió de lado. No estaba del todo convencida, pero concordaba en eso con el Absol.
—¿Eso es todo?
Pero el Absol negó con la cabeza.
—La otra razón es... más personal. Preferiría permanecer alejado de Pokemon Gijinka, al menos por un tiempo.
Zafiro meditó sus respuestas por un momento. Luego miró a sus pokemon, y apenas logró contener su risa: Estos la miraban con excitación, ilusionados por la posibilidad de conocer a alguien tan misterioso como ese sujeto.
—Muy bien, como quieran— puso sus manos en jarras y le sonrió— Te doy la bienvenida como nuestro compañero. Somos los Swablukids, luchamos por la justicia.
Zafiro le extendió la mano, lo cual el Absol aceptó con delicadeza. No se imaginaba que ella lo tirara con fuerza hacia sí para levantarlo entre todos los pokemon y lanzarlo unas cuantas veces en el aire, a modo de ritual de bienvenida.
—¡Bájenme, panda de brutos sin cerebro!— alegó él, consternado— ¡Bájenme, maldición!
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Ruby y Fiercy salieron del bosque y descendieron la ladera por el camino empapado. El cielo llovía con rabia, como si quisiera exprimir todo el mar sobre sus cabezas. Intentaron refugiarse de la lluvia, pero después de un par de horas ya ambos se habían empapado de la cabeza a los pies. Aun así, no dejaron de reír. Iban tomados de la mano, no se las habían soltado en ningún momento, y el frío los incitaba a juntarse aun más.
No fue hasta mucho después que Fiercy se soltó, sin avisar. Ruby se extrañó, mas no dijo nada. Entendió todo cuando, pocos segundos más tarde, un grupo de individuos de varios colores a lo lejos apareció desde un lado de los árboles, corriendo hacia ellos y gritándoles.
—¡Niños!— exclamó Ruby, y también echó a correr a su encuentro. Fiercy, por su parte, prefirió seguir caminando.
Mientras Ruby corría, no pudo evitar reír al ver la escena que armaban sus pokemon: Brainy trataba con todas sus fuerzas de sobrepasar a Smoky, pero este tenía piernas tan fuertes y rápidas que apenas se daba cuenta de su compañera en segundo lugar. Entonces, cuando se encontraban a un par de metros de distancia, Smoky se tropezó "misteriosamente" y cayó al suelo, por lo que Brainy fue la primera en saltar a los brazos de su entrenador.
—¡OOooooooooh, MI AMOR!— le dio un par de besos en la sien y las mejillas— ¡CUÁNTO TE EXTRAÑÉ, MI AMOR!— pero entones notó su brazo entablillado— ¡OH, POR DIOS! ¡¿QUÉ LE PASÓ A TU BRAZO?!
—Yo también te quiero, Brainy— alcanzó a decir Ruby antes que el resto de los pokemon se abalanzara sobre ambos.
Intercambiaron unas palabras de saludo, hasta que Fiercy los alcanzó a su paso lento. En ese momento, para su sorpresa, Brainy se abalanzó sobre ella de la misma forma que había hecho con Ruby, y la sostuvo en un fuerte abrazo. Luego apareció Birdy, que las rodeó a ambas con sus alas, luego Smoky, y también Beauty.
—¿Ya estás bien?— le preguntó Brainy, al separarse.
Fiercy aguantó una lágrima traicionera que se le asomaba por un ojo, y en un puchero, asintió en silencio. Los demás no pudieron evitar echarse a reír, aunque solo Brainy se dio cuenta que rieron no por la cara de Fiercy, sino por la tensión liberada de saber que ambos habían salido parados del bosque.
No quedaba mucho para el anochecer, por lo que armaron el campamento y se prepararon para dormir, pero antes de eso los pokemon le dieron su reporte a Ruby. Además de los entrenadores que habían asaltado en el camino y las buenas migas que hubieran compartido con uno u otro pokemon salvaje, Birdy y Brainy no habían tenido mayores contratiempos, sin embargo Smoky se había pasado todo el día lánguido y en silencio, mientras que Beauty iba tan rebosante de energía que había liderado la mayoría de los asaltos. Ruby supuso que sus actitudes se debían a la lluvia.
Los seis rieron y comieron, y extrañaron a sus amigos ausentes en silencio. Finalmente Beauty se atrevió a hacer la pregunta que nadie quería hacer.
—¿Entonces qué le pasó a Fiercy?— inquirió con un ligero tono de preocupación.
Todos los demás la miraron, ella bajó la vista hacia sus piernas. No podía ocultar su vergüenza.
—La verdad, ni yo estoy segura— reveló— Pierdo gran parte de mi consciencia durante mis... arrebatos. Apenas recuerdo lo que hice, pero...— hizo una pausa, pensativa— creo recordar los gritos de una niña.
—¿Una niña?— Ruby intentó recordar si se habían encontrado con una niña en todo ese momento. Quizás Fiercy se hubiese tropezado con una infante pokemon en el bosque, mientras corría ¿Pero entonces él no lo habría oído también? Siempre permanecieron relativamente cerca.
—¿Y qué te pasó en el brazo?— le preguntó Birdy a Ruby.
—Nada— Ruby levantó su antebrazo para mostrarlo.
—Pues estaba muy mal vendado— reclamó Brainy, seguidamente se cruzó de brazos— Rayos ¿Qué harías sin mí?
—Probablemente me moriría— contestó él, sin restricciones.
Mientras Brainy se sonrojaba y comenzaba a fantasear frente a todos, como cada vez que hacía cuando Ruby le decía algo lindo, Fiercy se puso a pensar: Le pareció que había oído eso antes, y no tardó mucho en darse cuenta que era el mismo tono con el cual Ruby le había dicho a ella que era su pequeña niña, allá en el bosque.
—¿Será que nos dice mentiras, como un mujeriego a sus mujeres?— sospechó Fiercy.
Consternada, miró hacia Brainy. Ella no parecía sospechar nada. Realmente estaba enamorada de su entrenador. Luego miró a Ruby, el cual se encontró con su mirada y le sonrió con esa sonrisa que solo ellos le conocían. Entonces dejó de preocuparse.
—No, no es eso— se dijo— Ruby no miente cuando dice eso, es solo que siente lo mismo por todos.
Fiercy entonces se planteó la posibilidad de que Ruby aceptara a Brainy como una pareja. Se los imaginó a ambos sobre un altar, él con un traje elegante y ella con su vestido blanco, sosteniendo un ramo de flores, con su pelo negro sujeto en un peinado extravagante y sus orejas caídas por tantos sentimientos de felicidad y vergüenza mezclados... y entonces se dio cuenta que no estaba imaginando a Ruby casándose con Brainy, sino que a Ruby con ella misma.
De pronto se atoró con su propia saliva, y comenzó a toser.
—¿Estás bien, Fiercy?— exclamó Ruby de inmediato.
Esta asintió con la cabeza mientras tosía. En ese preciso momento se alegró como nunca de ser de tipo Siniestro.
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Absol, el pokemon Catástrofe:
—Peso: 47 kg
—Altura: 1,2 m
—Observaciones:
Puede vivir 100 años
Puede predecir los desastres naturales con su cuerno
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