Los Amigos Vienen y Van


El camino a ciudad Petalia les tomó tiempo, mucho más tiempo del que pensaron en un principio, pero no les importó. Siempre estaban en movimiento, siempre escapando de testigos y policías. Robaron mucho dinero, destrozaron varios edificios, mataron a unos cuantos bastardos que maltrataban a sus pokemon. Lo de siempre, solo que ya era rutina.

Hasta que Ruby dio un paso fuera del Bosque Petalia, entrando en la zona sur de la ruta 104.

Sobre el mar, más allá de la playa, los rayos del atardecer caían y pintaban de tonos anaranjados las nubes que cubrían el cielo. Las brisas de bajas temperaturas que llegaban desde las olas borraron rápidamente toda intención de bañarse para los pokemon.

—Debe ser por aquí cerca— pensó Ruby en voz alta.

—¿Qué cosa?— le preguntó Smoky.

El muchacho le dedicó una mirada dubitativa, y luego una sonrisa.

—Vamos ¿No te acuerdas?

Entonces Brainy saltó sobre los hombros del chico.

—¡Peeko!— exclamó— ¡Y el anciano Arenque!

—¿Arenque? ¡Oh, cierto!— Smoky se golpeó la cabeza con una palma— ¡Claro! ¿Dónde era?

—Hace mucho tiempo que no los vemos— apuntó Fiercy.

—Creo que es por allá— Ruby apuntó hacia el poniente, donde se veía un pequeño bulto en la lejanía, siguiendo el borde del bosque— ¡Vamos todos, no podemos simplemente pasar por aquí sin saludarlos!

Todo el grupo se puso en marcha, sin embargo la mitad no sabía muy bien por qué.

—¿Quién es Peeko?— le preguntó Cloudy a Birdy.

—Una Wingull que Ruby y los demás rescataron antes de reclutarme. Ella y el señor Arenque, un viejo marino, nos llevaron por las rutas acuáticas del sur. Fueron muy amables.

Fiercy se acercó a Birdy por el otro lado, con una sonrisa pícara.

—"Muuuuuuuuuuuuuuuuuy amables"— y para darle énfasis a sus palabras levantó y bajó sus cejas varias veces seguidas.

—¿Y era bonita?— inquirió Cloudy.

—¿Qué?

—Que si era bonita

Birdy se extrañó de la pregunta. Intentando pensar en algo qué decir, comenzó a rascarse la cabeza.

—¡Pervertido!— exclamó Cloudy.

—¡¿Qué?! Pero si yo no...

—¡Eres un pervertido!— se cruzó de brazos y miró hacia otro lado— ¿Cómo has podido engañarme con otra?

—¡Pero si ni siquiera te conocía!

—¿O sea que la otra soy yo? ¿He vivido toda mi vida engañada?

—¡No, eso no era lo que quería decir!— Birdy se fijó en Fiercy, la cual reía a su otro lado— Te gusta verme sufrir ¿Eh?

—¿De qué hablas?— se defendió ella— Yo solo le digo la verdad a Cloudy.

—¡No es la verdad, maldición!

Entonces Birdy chocó con la espalda de Ruby. Tuvo la intención de reclamarle por qué se detenía, pero entonces se dio cuenta que este miraba fijamente algo frente a él. Brainy, a su lado, se bajó de sus hombros sin quitar la vista del mismo punto, muda de la impresión.

—¿Qué... qué ocurrió?

Todos se fijaron en el humilde hogar del señor Arenque. Se notaba que había sido una pequeña y agradable casa hace no mucho, pero ya no. Sus paredes se encontraban casi todas destrozadas, otras chamuscadas por las llamas. El techo se había caído a pedazos, y las ventanas y la puerta habían sido bloqueadas con tablones. Junto a la casa se encontraban dos pequeños bultos inertes, reposando bajo la sombra de varios árboles.

Ruby echó a correr hacia allá, sin querer creer lo que veía. Descendió a través del camino de tierra de la ladera, saltó las cercas y se plantó frente a la casa. Sus pokemon corrieron tras él, confusos y amedrentados, hasta que lograron ver bien ambos bultos: Ambos eran tablas de piedra con los nombres del señor Arenque y Peeko grabados por una mano inexperta.

Ruby, agitado, se agachó frente a las tablas de piedra, no más grandes que su brazo, y las leyó detenidamente. Brainy se cubrió la boca, los demás se quedaron plantados detrás de su líder.

Jaws fue el que menos logró entender qué ocurría, aunque supo que algo importante tenía que suceder para hacerles correr a todos y luego detenerse frente a una casa en ruinas y un par de rocas raras. Decidió que Kitten podría decirle qué ocurría, ella siempre se preocupaba de él y de explicarle todo cuantas veces fuera necesario. Le tiró suavemente de una manga para llamar su atención. Ella lo miró, preocupada, y se agachó para escucharlo.

—¿Qué son esas piedras?— inquirió.

—Son lápidas— contestó Kitten, lo más bajo posible para no molestar los lamentos de su entrenador— Cuando alguien muere, por lo general se le entierra su cuerpo y se pone una lápida encima para indicar quién fue.

Jaws abrió la boca de la impresión. Entones miró a Ruby. El muchacho permaneció un largo rato en silencio, agachado frente a las tumbas de sus amigos.

—Ruby...— lo llamó Smoky, mas pronto fue interrumpido bruscamente.

—¡Ustedes! ¿Qué hacen aquí?— bramó una voz detrás de ellos, alertándolos.

Al voltearse, todos se encontraron con un hombre con uniforme de policía. Este se quedó mirando a Ruby por un instante a la distancia, después del cual abrió bien los ojos y retrocedió un par de pasos.

—Tú... tú eres ese chiquillo...

Conmocionado, confundido y deprimido como estaba, Ruby no reaccionó a tiempo. El policía extrajo un pokenav de su cinturón y se lo llevó cerca de la boca para llamar a sus compañeros.

Los miembros de Pokemon Gijinka se prepararon para abalanzarse sobre el agente, temerosos de que este activara la alarma dentro de la ciudad. Sin embargo, de pronto el hombre cayó de rodillas. Entonces, desde detrás de su cabeza aparecieron dos delgadas manos, las cuales le sujetaron el mentón y la frente, y con un rápido movimiento le giraron el cuello en un ángulo imposible. El policía se desplomó muerto frente a Pokemon Gijinka.

Por un momento todos permanecieron quietos, en posición de ataque, hasta que levantaron la vista hacia el asesino del guardia. Una delgada muchacha de grandes ojos y largo cabello plateado los miraba desde la distancia, sonriéndoles como si no hubiera ningún cadáver entre ellos. Su ropa era más oscura y estaba más vieja que la de la última vez que la vieron. Incluso llevaba un sombrero bastante feo cubriendo su cabeza. Ruby tardó un poco más en reaccionar.

—Ro... Robin...— la llamó, casi sin aliento.

Ella extendió sus brazos y corrió hacia el terrorista, sin embargo antes de poder abrazarse, Brainy se plantó entre ambos para prohibirle a Robin acercarse más. Todos se quedaron pasmados.

—¿No crees que te estás pasando de celosa?— opinó Fiercy.

—En serio, Brainy. Pensé que habías madurado un poco— Smoky se cruzó de brazos.

—¿Qué ocurre?— inquirió Robin— No creerás que pienso hacerle daño a tu entrenador ¿O sí?

—Brainy...— Ruby la miró confundido.

La Gardevoir apretó los dientes por las burlas que tuvo que soportar. A pesar de lo que sus compañeros pensaban, ella tenía razones de peso para no dejar acercarse a Robin.

—Qué conveniente que hayas estado justo detrás de este policía, y justo cuando él intentaba dar la alarma de nosotros— observó, desafiante— Yo estaba tan concentrada en las tumbas que no me di cuenta de su presencia... pero tú eres diferente. No puedo sentir tu mente, y sin embargo estás justo frente a mí. Si no puedo leer las intenciones de alguien que no sea uno de nosotros, no dejaré que se acerque a mi Ruby, no importa si él no está de acuerdo.

Robin se encogió de hombros, y la miró con una cara entre divertida y apenada.

—Vaya, solo era eso. Por un momento me asustaste, Brainy— sin más, se quitó el sombrero y se revolvió los enmarañados cabellos plateados— ¿Ahora está mejor?

Brainy retrocedió, desconcertada.

—¿Cómo es que... — se fijó en el sombrero de Robin— ¿Qué es eso que... no. No serías capaz.

Los demás también se fijaron en el sombrero de Robin, sin entender qué ocurría. No era más que una vieja boina gris y peluda.

—¿Qué ocurre, Brainy?— inquirió Kitten, consternada por su actitud.

—Ese sombrero... — musitó, temblorosa.

—¿Esto?— Robin hizo girar la boina sobre un dedo— Está hecho con piel de Mightyena. La piel de los pokemon de tipo Siniestro anula los poderes de los pokemon de tipo Psíquico. Por eso no podías percibirme.

Todo Pokemon Gijinka se heló por momentos, excepto Jaws y Cloudy.

—¡Con que era eso!— exclamó Jaws, intentando aparentar que había entendido.

—Alguien sí que es lenta para ciertas cosas— comentó Cloudy.

—¿Ah?— Robin se guardó el sombrero en un bolsillo, y aprovechó de cambiar de tema mientras todos estaban con la boca abierta— Como sea ¿Conocían a esos dos?

Ruby ignoró lo de la boina de Mightyena y se giró hacia las lápidas del señor Arenque y Peeko.

—Sí...

—Yo también, eran buenas personas— sus hombros se relajaron mientras pensaba en cómo explicarles— Desafortunadamente esas tumbas son reales. El marinero y su Wingull murieron de una noche a otra. Oficialmente ambos cayeron sobre las rocas en una tormenta, mientras navegaban, y se golpearon las cabezas.

—¿Oficialmente?— repitió Ruby.

Robin suspiró, se notaba un tanto incómoda.

—Se rumorea que ambos pertenecían a un equipo terrorista, y que el campeón mandó matarlos. Personalmente me parece raro que un marino experto y un pokemon tipo Volador y Agua mueran en aguas tan tranquilas. Tampoco recuerdo ninguna tormenta últimamente.

Ruby apretó los dientes, colérico. Miró los nombres de sus amigos marineros grabados en la piedra, y pensó en Steven ¿Cómo osaba? ¿Cómo se atrevía a hacerles eso a esas personas? El muchacho había estado esperando volver a verlos, a reírse con ellos, a aparecer de repente con todos sus pokemon por la ventana y sorprender al viejo. Era la primera vez que pensaba en derrocar al campeón por un asunto personal.

Pero no, no era solo culpa de Steven. También era su propia culpa. Él podría haberse apurado, podría haber sabido que el viejo y Peeko corrían peligro, podría haber llegado antes para salvarlos ¿Pero cómo saber que ellos también eran terroristas? ¿Por qué no se lo dijeron?

—Ruby...— lo llamó Smoky.

Pero se calló. Sus niños estaban ahí, y no quería que lo vieran llorar, que lo vieran en un momento de debilidad. Simplemente se giró y echó a caminar a grandes zancadas.

—¡Ruby!

—En marcha— ordenó este.

—¡Ruby, no te precipites!— le rogó Smoky.

El muchacho se paró en seco, se giró con los ojos llorosos y la garganta dolida, y lo miró con todo el odio que sentía hacia Steven y hacia sí mismo en ese momento. Solo se dio cuenta de esto cuando Smoky se paró frente a él con una cara de asombro, amedrentado. Ruby soltó el peso de sus brazos, y respiró hondo por un momento.

—Lo siento... yo...

—Necesitas descansar— se le adelantó Robin, acercándose a él— Todos ustedes necesitan descansar. Vienen desde pueblo Lavacalda ¿O no? Pues poco más allá está el punto de control que impuso la policía para atraparte. Son muy meticulosos, y si ustedes son pillados, tendrán que abrirse camino a golpes hasta el gimnasio de Petalia... porque quieren ir a enfrentar al líder ¿No?

Ruby se giró hacia sus pokemon. Todos se encontraban un poco desgastados por el viaje, aunque intentaran disimularlo como pudieran. Sí, lo mejor era descansar.

—¿Hay algún lugar donde podamos pasar la noche?— inquirió el muchacho.

—Pues ahí está la playa. No he visto a muchos policías por ahí, así que supongo que estará bien.

Smoky inclinó la cabeza hacia Brainy para hacerle un comentario, pero en eso notó que ella fruncía el ceño por unos instantes, solo un parpadeo.

—¿Estás bien?— le preguntó.

—¿Qué? ¿Yo?— se extrañó esta— Claro... más o menos.

Smoky comprendió que Brainy se refería a tristeza por la muerte de sus amigos marineros, pero eso no era lo que había querido decir.

Los pokemon se metieron en sus pokebolas, excepto Jaws, quien no tenía una, y Birdy, el cual se elevó para explorar la ruta y evitar encontrarse con ciertas sorpresas.

—¿Quién eres?— le preguntó Jaws a Robin.

—Ah, cierto. A ti no te había visto en el grupo antes— Lo levantó en brazos para mirarlo mejor, y lo abrazó con fuerza— ¡Awww! ¡Cosita! ¡Eres una ricura!

Ruby se fijó en que Jaws agitaba extremidades para liberarse de los fuertes brazos de Robin, parecía dolerle bastante. La escena se veía tan palpada de una caricatura que no pudo hacer más que reír. Casi le hizo olvidar la pena que había sentido recién.

Finalmente Robin se dio cuenta que dañaba al pobre Trapinch, y para que la perdonara le dejó sentarse sobre sus hombros. Entonces Ruby se fijó que, sin contar a sus pokemon dentro de sus pokebolas, los tres se veían como una pareja de padres primerizos, por lo que el corazón le dio un vuelco.

—Hace tiempo que no nos veíamos— comentó Robin, despertándolo de sus sueños— ¿Cuánto ha pasado?

—A ver...— Ruby sacó la cuenta en su mente— Poco más de un mes

—¿Tanto? Vaya, el tiempo pasa muy rápido cuando estás al borde de la ley.

—¡Dímelo a mí!— exclamó el chico.

De repente, antes de darle tiempo a reaccionar, Ruby sintió que una mano se juntaba a la suya, y unos finos y delicados dedos se enredaban con los de él. Sorprendido, miró hacia abajo para confirmar que la mano que sostenía la suya era la mano de la muchacha junto a él. El corazón le dio otro vuelco, mucho más fuerte que el anterior. Ella le sonrió, un tanto sonrosada. Dentro de su mente, Robin era una muchacha impresionante, quizás demasiado impresionante para ser cierta. Le costaba entender por qué ella se interesaba en él.

—Te extrañé...— le dijo, mirándolo por solo un momento. Habría sostenido su mirada por más tiempo, pero la vergüenza le obligó a mirar hacia el suelo, al otro lado. Por la misma razón, Ruby desvió sus ojos de ella, y apretó su mano sin mirarla.

—/—/—/—/—/—

Llegaron y se establecieron en la playa sin contratiempos. Era como si los policías no quisieran ir allí ese día. Divisaron a unas cuantas personas a la lejanía, pero nada que representara una amenaza. Unas rocas cerca de una ladera muy empinada les sirvieron de refugio para escapar de las miradas de curiosos y metiches, y al mismo tiempo les proporcionaron bastante visión de sus alrededores.

Ruby depositó su mochila sobre la arena, que había robado poco después de perder la suya en el desierto, y revisó las provisiones que llevaban en ese momento.

—Ya se nos está acabando la comida.

—¿Otra vez?— alegó Cloudy— ¡Somos pobres!

—No, no es eso. Es que no podemos andar cargando mucha comida, porque no tenemos dónde cargarla, y también somos muchos.

Brainy suspiró.

—Antes podíamos mantenernos contentos por días. Ahora tenemos que robar continuamente para sobrevivir.

Kitten se giró hacia Brainy, intentando descifrar qué intención oculta podrían haber llevado sus palabras ¿Acaso la estaba llamando gorda?

—¡No, no quise decir eso!— se disculpó Brainy.

—¡Oye, no te metas en mi mente!

—¡Lo siento! ¡No fue intencional!

Robin se echó a reír. Sentía envidia de Ruby por vivir con tan entretenidos pokemon.

—¿Y no usan el sistema de almacenamiento?— inquirió.

—¿Ah?— Ruby se extrañó— ¿A qué te refieres?

—Que si guardas comida en el sistema de almacenamiento...— pero dedujo de inmediato la respuesta por la cara dubitativa del muchacho— ¿No lo sabías? El sistema no sirve solo para dejar los pokemon que no usas. Puedes meter todo tipo de objetos, hasta comida. No se aconseja hacerlo porque se puede echar a perder, pero si metes conservas y dulces no creo que le suceda nada malo.

Ruby la miró con la boca abierta, así como todos sus pokemon.

—¡Eres brillante!— exclamó— ¿Cómo sabes de eso? Creí que no tenías pokemon.

—Pues ya ves que a veces puedo pedir uno que otro prestado. Por eso necesito una tarjeta de entrenador.

—¿Qué es una tarjeta de entrenador?— inquirió Jaws.

—No tengo idea— contestó Ruby.

—¡¿En serio no sabes qué es una tarjeta de entrenador?!— saltó Robin, consternada— ¡Pero si has estado combatiendo con pokemon todo este tiempo!

Ruby se encogió de hombros.

—¿Es importante?— quiso saber Kitten.

Robin quiso decir de inmediato que sí, pero se cortó.

—Bastante, pero en verdad no necesitas saber cómo usarla... Vaya, no lo había pensado hasta el momento— mas en eso miró hacia el cielo— Se está haciendo de noche, y aún ustedes necesitan planear una estrategia para pelear contra el líder de ciudad Petalia, y vienen recién llegando. No creo que quieran escuchar cómo funcionan las tarjetas.

—Tienes razón en que recién llegamos— Ruby miró a sus pokemon. El cansancio logró apoderarse de ellos en el momento en que se sentaron sobre la arena. No estaban muertos, pero pensar en un asalto nocturno al cuartel enemigo ya no parecía tan buena idea— Okey. Hoy descansaremos. Mañana nos concentraremos en un plan para derrotar a Norman ¿Qué les parece?

—No necesitamos ningún plan— alegó Fiercy, golpeando su palma con un puño— Podemos derrotarlo con nuestra fuerza.

—¡Sí, somos suficientes!— corroboró Birdy.

—No confundas valentía con estupidez— le debatió Brainy

—Si esperamos mucho, puede que nos descubran, y entonces será peor— apuntó Smoky.

Ruby meditó por un momento.

—Si hay algo que he aprendido en mi vida, es que para ganarle a mi padre se necesita mucho más que fuerza bruta y confianza. Si vamos contra Norman, necesitamos un plan infalible, necesitamos jugar todas nuestras cartas en el orden correcto y en el momento preciso...— en ese instante miró a Robin, y luego bajó la mirada. Brainy apretó los dientes, y echó un rápido vistazo a Jaws. No le gustaba la idea de Ruby, pero sabía que era lo mejor.

—/—/—/—/—/—

Decidieron separarse en grupos para recoger leña, comida y preparar el campamento. Ruby se puso de pie para comenzar a elegir grupos, pero sus pokemon se le adelantaron.

—Fiercy, Jaws, Birdy, nosotros iremos a recoger leña— los mandó Smoky

Sin esperar a la decisión de Ruby, los cuatro se pusieron de pie y se marcharon hacia el bosque.

—Entonces Brainy, Cloudy y yo nos ocuparemos del campamento— aseguró Kitten, cruzándose de brazos— ¿Quién queda? Falta que vayan a buscar comida.

Ruby recorrió todo su alrededor con la mirada, un tanto sorprendido de la velocidad de sus pokemon en tomar la iniciativa. Solo quedaban Robin y él.

—Supongo que seremos nosotros— el chico se encogió de hombros, y le tendió la mano a Robin para ponerla de pie.

—Claro, no debería ser muy difícil— aseguró esta.

—Vamos, vamos, apúrense que tengo hambre— los apremió Kitten— Traigan muchas bayas, muy jugosas.

—Okey, okey— el par de jóvenes se alejó a paso apresurado por la insistencia de la Delcatty.

Caminaron en silencio mientras cruzaban la playa para ascender hacia el bosque. No fue hasta que entraron que Robin comenzó a reír.

—¿Qué ocurre?— inquirió Ruby.

—Tus pokemon son muy graciosos. Eso es todo.

—Pues sí, no lo puedo negar...— el muchacho se rascó la cabeza con una tímida sonrisa impresa en su rostro. En verdad sentía nervios cuando Robin aparecía e interactuaba con sus pokemon. Todos ellos habían accedido a seguirlo a él, pero no a aceptar a otro ser humano.

Ambos callaron. Transcurrió un buen rato en que ninguno de los dos dijo nada, mientras exploraban los alrededores en busca de comida.

—¡Ah! Ahí hay un Taillow— señaló ella al frente, donde un delgado pokemon emplumado dormitaba en una rama baja de un árbol— ¿Quieres unas piernas de Taillow para cenar? A mí me encantan cuando...

—No estarás pensando en cazarlo ¿Cierto?— se extrañó Ruby.

Robin lo miró extrañada.

—Claro. Tenemos que llegar con algo de comida.

—Robin, Pokemon Gijinka protege los derechos de los pokemon. No nos los comemos.

—¿Qué? ¿Ni siquiera se los comen?

—¡Por supuesto que no!

—¿Y qué comes, entonces?

—Bayas, y todo tipo de vegetales, en verdad. También ingerimos productos extraídos de los pokemon, como leche y huevos sin fecundar, pero evitamos hacerles daño cuando podemos.

—Ah... ¿Y si yo lo cazo para mí?

Ruby se cruzó de brazos.

—Entonces tendría que matarte, y créeme que no quiero hacer eso.

Robin suspiró con desilusión.

—No sabía que fueras tan radical. En fin, supongo que es mejor un villano consecuente que un héroe indeciso.

Ruby le sonrió, un poco aliviado. Por un momento se temió de verdad que tendría que acabar con la vida de Robin.

Ya claros con su objetivo, continuaron con su camino. A pesar de ser fanática de la carne, Robin sabía bastante sobre frutas silvestres, y consiguió ver abundante alimento donde Ruby no veía más que un montón de arbustos. Se les hizo poco tiempo, pero de pronto se encontraban sumidos en una oscuridad casi total. Se había hecho de noche, y la luz de la luna era bloqueada por las hojas de los árboles frondosos.

Súbitamente, Ruby sintió unas manos que se aferraban a su brazo, y un pecho que se apretó contra uno de sus tríceps.

—Está muy oscuro ¡Qué miedo!— exclamó Robin en tono de broma.

Ruby se puso nervioso. Supuso que le tocaba decir algo chistoso, pero Robin lo había tomado desprevenido. Su corazón se aceleró demasiado, sus pensamientos se abombaron sin lograr darle nada congruente.

—Yo... yo...

—Ruby— lo cortó Robin.

—¿Sí?

—¿No tienes miedo?

La pregunta le extrañó tanto que no se dio cuenta cuando entraron a un claro. Entonces ambos se detuvieron. Ruby olvidó sus nervios hormonales y recordó qué es lo que había ido a hacer allí.

—Sí, tengo mucho miedo.

—¿Has pensado que alguna vez puedas morir?— inquirió ella.

—Muchas veces.

—¿Y no quieres escapar conmigo, en vez de arriesgarte?

—¿Qué?

—Yo puedo llevarte a lugares que nunca te hubieras imaginado, incluso lugares donde humanos y pokemon coexisten como iguales y se ayudan los unos a los otros ¿Qué te parece?

Mas él guardó silencio.

—¿Ruby?

—Lo siento, Robin... me gustaría ver un mundo así, pero no puedo simplemente irme e ignorar a todos los pokemon de Hoenn que sufren. Todos mis amigos, ya los viste, ellos pertenecen a esta región... lo siento.

Robin suspiró. Seguidamente abrazó a Ruby, y apoyó su frente contra el pecho de este.

—Sí, ya me imaginaba que dirías eso...

Se quedaron ahí un buen rato, sin pronunciar palabra. Ruby no supo si tomar los hombros de Robin con sus manos y apresarla entre sus brazos o simplemente dejarle hacer lo que quisiera.

—Oye, Ruby— lo llamó.

—¿Sí?

—¿Sabes? Hace tiempo tuve un grupo de amigos. Todos éramos muy cercanos, nos ayudábamos, competíamos, reíamos y llorábamos. Siempre todos juntos... pero eso desapareció, y desde entonces no siento que haya logrado realmente conectar con nadie...— en eso miró hacia arriba. Su cara de muñequita iluminada por la luna se veía un poco más madura que de costumbre— hasta que apareciste tú, y no quisiera perderte a ti. Sé que no soy la muchacha más femenina del mundo, ni la más cuerda, pero no quisiera que me dejaras. No creo que podría soportarlo otra vez.

Ruby frunció el ceño, y luego negó con la cabeza.

—No moriré— contestó, sus palabras tan sólidas y duras como el acero— Ni te abandonaré. Yo tampoco quisiera perderte a ti... tú eres... tú eres...— se le subió tanta sangre a la cara que se puso rojo como un tomate. Se paralizó por un momento, dentro de los grandes ojos de ella— eres especial.

Robin pareció sorprenderse bastante.

—Ruby, tú...

De pronto ella también se sonrojó bastante. Nerviosa, se separó de él, y se volteó intentando pensar en cómo responder. Sin decir nada, Ruby se le acercó y le tomó la mano. Robin lo miró por un instante, pero pronto bajó la mirada, pues su corazón latía muy rápido para dejarle pensar con claridad.

Entonces Ruby divisó una luz entre los troncos de los árboles, y le indicó a Robin que lo siguiera. Sin separar sus manos, caminaron entre los árboles un par de minutos, hasta que se toparon con un acantilado. Frente a ellos, muchos metros más abajo, las olas impactaban contra las rocas a un ritmo muy lento. La luna llena iluminaba la superficie del mar, además de sus caras.

De pronto se miraron a los ojos, ambos nerviosos. Acercaron sus caras, lo suficiente para hablar, y más allá, hasta que sus narices se rozaron, y sus labios abrazaron los del otro.

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