Las Termas de Lavacalda


Birdy dio un largo suspiro, tan lento que el mismo mundo se habría aburrido de notarlo, y finalmente dejó escapar el aire por su nariz. Junto a él, Ruby yacía inconsciente, sobre una de las camas del hospital al que había llegado.

Sin embargo, muy en su interior no podía quedarse tranquilo. La primera razón de su intranquilidad era que sus amigos no habían mostrado rastro de aparecer. Birdy había estado mirando por la ventana durante casi dos horas desde que depositaron a Ruby en aquella camilla, en la sala, pero ni rastro de Cloudy flotando alegremente por ahí o los demás en tierra.

La segunda razón de su intranquilidad era algo totalmente inesperado. Al entrar él, un pokemon, con una pokebola en la mano clamando que había un ser humano dentro y que necesitaba tratamiento médico, lo único que hicieron el personal del hospital fue intentar echarlo a escobillazos. Lo hubieran conseguido de no ser por la intervención de una mujer.

Ella se había mostrado amable y bondadosa, dispuesta a creerle a aquel pokemon y convencer a los médicos que debían proporcionar tratamiento médico al chico, fuera quien fuera.

Por suerte ninguno de los médicos o enfermeros pareció darse cuenta de la identidad de su paciente, sin embargo la mirada en la cara de aquella mujer no había abandonado la cabeza de Birdy. Nadie podía ser tan bueno como para creerle a un pokemon desamparado con una pokebola en la mano ¿Pero entonces qué quería lograr?

En eso estaba, cuando la puerta se abrió detrás de sí. Contento, creyendo que sus amigos habían pasado inadvertidos y habían conseguido dar con esa habitación en específico, Birdy se dio vuelta, mas no encontró a ninguno de los que esperaba.

En vez de ellos, la misma mujer de larga cabellera roja tomada en un moño desordenado entró en la habitación. Su vestimenta era ligera y revelaba el clima cálido del pueblo en que vivía, mas su mirada era tan apasionada que su ardor podría haber derretido el mismo volcán, si así ella lo hubiera querido.

—Hola, mijo— lo saludó, y se acercó como si no advirtiera las sospechas de Birdy— ¿Cómo está nuestro terrorista favorito?

Birdy saltó hacia atrás al comprender que esa mujer sabía quién era el chico en el catre. Se preparó para defenderse a él y a su entrenador, pero en eso ella lo detuvo con un gesto de la mano.

—Tranquilo, amigo. No soy de las que anda atacando a gente dormida— pescó una silla con toda desenvoltura y la atrajo hacia sí para sentarse cerca de Ruby— Es más lindo de lo que se ve en las fotos... aunque está bien magullado ¿Qué clase de entrenador lo dejó así?

Birdy se limitó a fruncir el seño y aparentar volver a su postura meditabunda. La mujer le sonrió, y volvió a posar su mirada en Ruby.

Varios minutos transcurrieron en silencio, la tensión era tan densa que hacía difícil respirar. Finalmente, Birdy se atrevió a preguntar.

—¿Quién eres, y cómo conoces a Ruby?

Ella pareció extrañarse de que el pokemon le hablara, pero no se alteró más de lo necesario.

—Las termas junto al Centro Pokemon son un buen lugar para renovar el cuerpo y el alma. La medicina actual puede reparar un brazo roto en pocas horas, pero recobrar la completa movilidad llevará un poco más de tiempo.

—No has contestado a mi pregunta— alegó él.

Entonces ella se puso de pie, con calma, pero hizo rechinar la silla de forma tan estridente que le dio a entender que no estaba en posición de hablarle así. Luego dio media vuelta.

—Tus amigos deben estar por llegar. Les recomiendo no volver a subir al volcán. Cosas extrañas han estado sucediendo últimamente.

Sin más, se marchó por la puerta. Cuando la cerró tras de sí, Birdy sintió que la habitación se refrescaba de golpe, como si lo hubieran sacado de un horno. Entonces volvió a mirar a Ruby, por alguna razón se sintió preocupado, pero en sus sueños el muchacho no pareció advertir lo que había ocurrido junto a él.

Tal y como predijo la mujer, dos minutos más tarde se abrió la puerta, de la que aparecieron sus amigos.

—¡PROTESTO!— exclamó Cloudy.

—¡Amigos!— los reconoció Birdy, aliviado de que no fuera otra persona.

—¡Ruby! ¡¿Cómo está Ruby?!— Brainy corrió hacia su entrenador, ignorando a Birdy por completo— ¡Ruby, despierta!

—¡Rayos, Brainy!— Fiercy la agarró de una mano y la alejó del chico— Déjale respirar, maldición.

—Ruby está bien— los calmó Birdy— Trataron su brazo y sus costillas, y el resto de las heridas son menores... ¿Pero cómo nos encontraron tan rápido?

—¡Je! ¿Con quién crees que estás hablando?— reclamó Fiercy.

—Sin Fiercy ni Brainy, nos habría tomado varias horas encontrarlos en este pueblo— reconoció Smoky.

Cloudy agarró la cabeza de Brainy en sus alas y la revolvió como si intentara amasar pan.

—¡¿Qué haces?!

—¡Cabezota! ¡Ja!

Contentos como estaban, se tomaron un par de minutos para conversar y bromear un poco. Lo necesitaban después de lo que había ocurrido, mas pronto Smoky les llamó la atención.

—Okey, Okey. Ahora guarden silencio, que debo contarles algo— todos se callaron, y se sentaron como pudieron en el suelo de la diminuta sala para escucharlo— Cuando descendíamos por el bosque, me encontré de nuevo con ese pokemon.

—¡¿Qué?!— saltaron los demás.

—¿Le diste una paliza?— sonrió Brainy, pero Smoky negó con la cabeza.

—Ya viste que es demasiado fuerte, incluso para todos nosotros juntos. Por suerte no buscaba más pelea.

Smoky les relató cómo se lo había encontrado, y qué había dicho Lovely sobre no perdonar a Ruby, sobre su nuevo nombre y también sobre eso de "provechoso". Smoky le había estado dando vueltas, pero no lograba entender qué había querido decir Sunny con que la conversación había sido "provechosa".

—No me parece que ese pokemon esté muy bien de la cabeza— aseguró Kitten— Ruby no haría algo tan atroz. Debe estar confundiéndolo con...

—Lo que dice es verdad— la corrigió Ruby.

Todos se voltearon al escuchar su voz, sorprendidos de encontrarlo despierto tan pronto.

—¡Ruby!— exclamaron, atónitos al verlo sentado con cierta dificultad.

—¡Espera, no te esfuerces!— le pidió Brainy.

Mas el chico hizo caso omiso de sus palabras, y apelmazó unas almohadas detrás de su espalda para no forzar su torso.

—Lovely... fue mi primer pokemon, hace cinco años— continuó— El pequeño Lovely... nos conocimos cuando él era un pequeño Cyndaquil y yo un bobalicón de doce años.

—¡Pero entonces... —bramó Kitten, extrañamente alterada— tú...

Ruby asintió.

—Es verdad que yo maltrataba a mis pokemon— agachó la cabeza, avergonzado— Era un cerdo hasta que vi los apuntes de mi madre. Entonces comencé a entender... pero antes de eso yo fui de los peores entrenadores que hayan pisado la tierra. Hice cosas horribles, cosas indescriptibles que ningún niño de 12 años debería ser capaz de idear... en verdad no culpo a Lovely por buscar venganza.

Se produjo un silencio de funeral. Nadie se atrevió a decir nada, pues el pesar de Ruby acallaba sus palabras.

—¡Pero tú...— Kitten se puso de pie, desolada— ¡Tú dijiste... ¡Tú me prometiste...

Todos la miraron, un tanto extrañados de su actitud. Ella se agarró la cabeza, confundida.

—¿Entonces eres como ellos?— alegó.

Fiercy se puso de pie junto a ella, y la abrazó antes que sus sentimientos crecieran hasta un punto en que pudieran dañarla.

—Tranquila. Estás exagerando. Cálmate, respira hondo...

Kitten la apartó de un manotazo, repentinamente iracunda, e intentó correr hacia la puerta, pero entonces Smoky la agarró de una mano. Trató de soltarse, pero él no la dejó, y con cara de pocos amigos giró el cuello hacia ella.

—Todos hemos cometido errores, incluso Ruby. Lo que nos define como pers...

Pero Kitten se soltó en ese momento.

—¡Tú no has vivido el infierno que me tocó a mí! ¡Ninguno de ustedes! Todos cómodos con su vida diaria, apenas molestados por los humanos ¡¿Acaso tienen una idea de cómo era mi día a día?! ¡A veces me drogaban por semanas, y no tenía idea de lo que ocurría a mi alrededor! ¡Otras veces me ataban y me torturaban por horas, riéndose de mis gritos como si fueran chistes! ¡Yo sé cómo son en verdad ese tipo de humanos!... ¡Y ahora él!...— apuntó hacia Ruby— ¡Ahora él me viene con que es uno de...

Pero entonces Cloudy la abofeteó con tanta fuerza que su cabeza se estrelló contra la pared. Luego ella misma la agarró de las orejas y la obligó a mirar a Ruby.

—Si tanto mal te ha hecho, quiero que lo mires y le digas cada vez que te ha ofendido. Si te ha pegado, si te ha torturado, si te ha insultado, si ha osado mirarte feo por un instante.

Kitten miró a Ruby, anonadada. Él apenas conseguía mantenerse sentado, pero ahí estaba, frente a ella.

Se produjo un gran silencio de parte de todos, tras el cual Cloudy depositó a Kitten en el suelo, y se fue a sentar a su puesto junto a Birdy.

—Lo siento— masculló Kitten— Me... dejé llevar, supongo.

Ruby suspiró.

—Supongo que todos están un poco nerviosos por lo de Lovely. Rayos, lo siento mucho por él, pero no puedo permitir que me mate aún.

Todos lo miraron, un tanto sorprendidos por la convicción con que aseguraba algo que podría ser tan obvio como la supervivencia. Él sonrió, divertido por alguna razón.

—No me gusta tener secretos con ustedes, así que comenzaremos desde cero— se llevó la mano buena al pecho para apuntarse— Soy Ruby el pirómano, líder de la organización terrorista conocida como Pokemon Gijinka, y el tirano más cruel que pueda existir— entonces extendió su mano hacia ellos, con la palma hacia arriba— ¿Quién quisiera acompañarme?

Los pokemon sonrieron ante el gesto. Ruby estaba arrepentido, cualquiera con dos dedos de frente lo habría visto a kilómetros. No podían pedir un mejor líder.

—/—/—/—/—/—

Un día después, Ruby logró ponerse de pie y marchar hacia la salida del pequeño hospital. Sus amigos lo esperaban fuera de la puerta, ansiosos de ver su mejoría. Brainy y Kitten se estremecieron un poco al verlo caminar tan delicadamente y con tanto cuidado, a diferencia de su caminar normal: Ágil y desinteresado.

—¿No deberías guardar cama por más tiempo?— alegó Brainy

—No. Quizás hace un par de siglos hubiera tardado un año entero en curarme, pero con la tecnología actual basta con un día.

Brainy abrió la boca para reclamar, pero Ruby la interrumpió divertido.

—¿Cómo crees que funcionan los Centros Pokemon, entonces?

Brainy cerró la boca, sin argumentos. Aun así, su cara revelaba su desaprobación.

—Sea como sea, no pienso que haré mucho ejercicio por hoy— comentó el muchacho— ¿Se acuerdan que estuvimos buscando el gimnasio de fuego por todos lados? Pues me enteré que está en este pueblo.

—¡No!— exclamaron todos.

—Pero si no he dicho nada.

—No vamos a ir a pelear en el gimnasio contigo en ese estado— reclamó Smoky

—No— Ruby se echó a reír mientras negaba con la cabeza— Iba a decir que lo único que podemos hacer es esperar a que mi brazo y mi pecho sanen, por lo que nos quedaremos un tiempo por aquí...— se rascó la cabeza, pensando en un panorama— A ver ¿Qué se puede hacer en este pueblo para divertirnos un rato?

En ese momento, como si una bala cruzara su cabeza, Birdy recordó las palabras de la mujer sin nombre. Tragándose su orgullo, decidió que lo mejor sería comentarles sobre su sugerencia.

—Me... me contaron que hay unas termas por aquí— habló en voz más baja de lo usual, mirando al suelo— ¿Quisieran ir allá?

—Termas ¿Eh? Nunca he ido a unas termas.

—Yo tampoco— reconoció Smoky, seguido de todos sus compañeros.

—¿O sea que nadie ha ido?— se extrañó el entrenador— Mejor aún, vamos todos. Siempre es bueno tener experiencias nuevas.

—Esperen— los detuvo Brainy. Todos se voltearon a oírla, con lo que advirtieron su rubor— ¿Son ese tipo de termas en donde la gente entra desnuda?

—Ah, no lo había pensado— se reprendió Birdy.

—¡Termas nudistas!— grito Cloudy, llamando la atención de la gente que pasaba cerca— ¡Orgía salvaje!

—¡Cállate, atolondrada!— exclamó Brainy— ¿Y qué pasa si esas termas son mixtas? ¿Y qué pasa si tenemos que entrar todos desnudos? ¿Y qué pasa si entran más personas?

—Vamos, no creo que sea de ese tipo de termas— la calmó Ruby.

—Tan mal pensada como siempre— se quejó Fiercy— Si no quieres entrar, no lo hagas.

—¡Sí, no seas nena!— le reclamó Cloudy.

—¡Pero si soy hembra!

—Pues no sabemos nada, así que ¿Qué les parece si vamos a echar un vistazo?— sugirió Ruby— Si son termas mixtas y nudistas, vamos a descansar a otro lado.

En mayor o menor medida, a todos les pareció bien aquella solución, por lo que marcharon hacia el Centro Pokemon del pueblo, al norte. Tras pocos minutos caminando, incluso con Ruby en aquella condición, llegaron a la entrada sin problemas.

Ya dentro, Ruby se acercó al androide de pelo rosa para pedir una habitación y algo de información sobre el lugar.

—Dime ¿Qué reglas tienen estas termas?— le preguntó, a su espalda todos sus pokemon.

—Regla n°1: No correr en los bordes. Regla n°2: No arrojar agua. Regla n°3: No tirarse piqueros...

—Sí, sí, ya intuía ese tipo de reglas— la interrumpió el chico— Quiero saber si las termas están separadas para hombres y mujeres.

—Las termas no cuentan con ningún tipo de división o discreción entre los clientes.

—¿Qué significa eso?— alegó Birdy

—Que son mixtas— contestó Kitten.

—¡Lo sabía!— exclamó Brainy.

—No tan rápido— repuso Ruby— ¿Es necesario entrar desnudos?

El androide se tomó una pausa antes de contestar, analizando varios datos.

—Se ruega a los señores clientes que cubran sus partes íntimas con alguna prenda apta para el agua. Se sugiere el uso de trajes de baño.

Ruby se volvió hacia sus pokemon, sonriente.

—¡Lo sabía!

Ninguno de ellos tenía traje de baño, y no querían mojarse su ropa. Por otro lado, la billetera estaba muy gorda y podían permitirse una prenda más, sobre todo algo tan poco voluminoso como un traje de baño.

Por lo tanto recorrieron un poco más para encontrar una tienda de ropa. Ruby y Birdy agarraron lo primero que vieron y lo compraron, mientras que Fiercy, Cloudy, Kitten y Brainy se tomaron cerca de una hora para elegir entre todas. Pero eso era previsible, y no tenían prisas. Se sentían extrañamente desestresados.

De pronto, mientras él y Birdy esperaban a las muchachas a que terminaran de elegir, Smoky se sentó junto a ellos. Ruby notó que no había elegido nada, ni tenía intención de hacerlo.

—¿Tú no quieres bañarte?

—Soy un pokemon de fuego— repuso, extrañado de su pregunta.

Ruby se echó a reír.

—Sí, ya sé. Solo bromeaba.

—¿Qué ocurre?— inquirió Birdy— ¿Los pokemon de fuego no pueden bañarse?

—¿Has visto a Smoky tomarse un baño alguna vez?— le hizo ver Ruby.

Birdy intentó recordar, pero no lo logró. Nunca había visto a Smoky lanzarse al agua.

—Los pokemon de fuego somos débiles contra ataques de tipo agua— explicó Smoky— Aunque el agua estancada no hace mucho daño por sí sola. En verdad hay más de algún pokemon de fuego que puede entrar en el agua, pero para los de tipo fuego puro como yo es imposible.

—¿Por qué?

Smoky hizo una pausa para meditar cómo le explicaría lo siguiente.

—Es por... Es como... un...

—La temperatura del cuerpo de Smoky es tan elevada que cuando el agua entra en contacto con su cuerpo, se evapora al instante. Si es la humedad del aire o un chorro de agua no importa mucho, pero si se arrojara a una piscina llena, el vapor se produciría tan rápido que provocaría una explosión en toda su piel. No sería suficiente para matarlo, pero ya ves por qué el agua les afecta más a los de tipo fuego.

—¿Era por la presión del vapor?— se extrañó Smoky

—Claro ¿Qué creías que era?

Smoky se encogió de hombros, revelando su previa ignorancia.

—Es solo que no sabía exactamente qué era. Los pokemon de fuego simplemente sabemos lo que pasa, pero no lo llegamos a comprender del todo solo por eso.

—Increíble. Debe estar en tu instinto— dedujo Ruby.

En eso aparecieron Fiercy y Kitten, riendo animadamente.

—¿Ya están listas?

—Nosotras sí, pero Brainy no se decide— apuntó Fiercy.

—¡Ya estoy lista!— alegó la misma, acercándose corriendo.

Cloudy caminaba detrás de ella, sonriendo bobamente, como lista para soltar alguna tontería. Pagaron, se fueron y volvieron al Centro Pokemon. Ahí, preparados, pasaron al pasillo de atrás, que los llevaba por una curva hacia una gran piscina al aire libre.

No era como lo habían imaginado; un hoyo en medio de las rocas, cubierto de plantas de hojas largas y vista al cielo nocturno. Para partir, era de día, por lo que no había ninguna posibilidad de un cielo nocturno. La piscina estaba construida como cualquier otra piscina, con terminaciones cuadradas. Alrededor había sillas reclinables, de esas que siempre se ven en las piscinas.

O quizás eso fue solo lo que pensó el muchacho, puesto que sus pokemon se alegraron y saltaron al agua apenas verla. Todos excepto Smoky. Ruby lo miró, intentando pensar en alguna solución para no dejarlo solo, pero este se le adelantó.

—Tú ve. Yo quiero echarme una siesta por allá.

Ruby asintió, resignado. No había nada que pudiera hacer, excepto seguirle la corriente. Por lo que, con mucho cuidado, entró en el agua y se relajó. De inmediato sintió el golpe de calor del agua, y se dejó llevar por esta.

—¿Cómo te sientes, Ruby?— le preguntó una vocecita conocida.

El aludido se giró para encontrar a Brainy. Flotaba sin moverse, lo que le extrañó.

—Estoy bien... el agua es...— estaba tan relajado que no podía evitar las pausas entre oración y oración— relajante.

Brainy le sonrió.

—¿Puedes tenerte en pie por tu cuenta?

—Creo que sí

—¿Crees que tu brazo se mejore pronto?

Ruby abrió la boca para contestar, pero en ese momento se dio cuenta de que algo raro pasaba: Esa pregunta era muy obvia.

Brainy era muy impaciente, y muy orgullosa de su intelectualidad. Por lo mismo odiaba las charlas triviales y las evitaba a toda costa, a menos que fuera lo único que faltaba por hacer. Sin embargo, en esas termas podía jugar todo lo que quisiera con sus compañeros ¿Por qué le preguntaba cosas tan obvias?

Y entonces advirtió que el tronco de Brainy se movía un poco, y con eso notó su traje de baño. Era lindo e infantil, y acentuaba tanto su estatus de infante como de hembra, justo como se esperaría de cualquier niña de su edad. Entonces una luz se encendió en la oscura habitación dentro de la cabeza de Ruby, y la verdad tras las palabras superficiales de Brainy se reveló.

—Brainy...— la miró unos instantes, dando una pausa para producir el suspenso suficiente. Ella lo miró, ansiosa— Te vez muy linda.

En el rostro de la pequeña se formó cierto rubor, junto con una ancha sonrisa.

—¿En serio?— dio una rápida vuelta en el agua para modelar— ¿Eso piensas?

—Sí.

—¡Tú también te ves muy bien!— exclamó, exaltada.

La sonrisa de Ruby se ensanchó, mientras le daba las gracias. En verdad poco le podía importar cómo se vieran sus pokemon, pero eso no quería decir que iba a ignorar todo el trabajo que le había tomado a Brainy elegir ese traje de baño en particular. No era lerdo.

Ella, nerviosa y contenta a la vez, se alejó un poco para mezclarse con el resto de sus amigos y disimular su rubor. Ruby, también alegre, se sumergió del todo en el agua para relajarse. La temperatura disolvió sus pensamientos y lo arrastró por ríos de calma. Sus pokemon lo tomaron de las manos y lo llevaron a lugares más hondos y con más gente. El chico dio vueltas y vueltas, hasta que de repente chocó con alguien por la espalda.

Se giró, dispuesto a dar unas relajadas disculpas, cuando se encontró con Zafiro.

Se miraron por un rato, sorprendidos, hasta que ella saltó hacia atrás para ganar distancia.

—¡¿Ruby?!— exclamó.

Impulsivamente se llevó una mano a la zona derecha de las caderas para agarrar una pokebola, pero al no encontrar nada recordó que las había dejado junto con el resto de sus cosas en el suelo.

Se vio sola, frente al hombre que podía asesinar a toda la gente del lugar si le daba la gana. Miró en todas direcciones, alarmada, cuando fue interrumpida por su enemigo.

—Hola ¿Qué haces aquí?

La muchacha volvió la vista hacia Ruby, contrariada. Se relajó un poco al verlo con la guardia baja. Solo un poco.

—¿Qué quieres? ¿Por... ¿Por qué me seguiste hasta acá?

—¿Qué? No— se encogió de hombros, restándole importancia— Vine hasta acá por la medalla del gimnasio ¿Y tú?

Claro, Zafiro ya lo sabía. Que la sorprendiera de esa forma solo había sido un error. Esperó un momento a que Ruby hiciera su primer movimiento para correr en la dirección contraria... pero nada ocurrió. El chico se quedó flotando frente a ella, aun cuando podían tocar el fondo perfectamente con sus pies.

—¿No me vas a atacar?— se extrañó ella.

—¿Qué? Nah— le restó importancia con una mano— No estoy en humor de pelear con nadie. Vine aquí a relajarme.

Ciertamente era difícil mantenerse alerta en esas termas, incluso para Zafiro. Sin embargo, no se iba a ablandar por un poco de calor.

—No puedo dejarte hacer lo que quieras. No te creo que estés aquí solo para relajarte ¿Qué tramas?

—Nada

—¿Dónde están tus pokemon? ¿Están preparando bombas o alistándose para entrar y matar a todos?

—Están por allá, jugando— señaló con la cabeza a uno de los pocos grupos de pokemon bañándose ahí— ¿Quieres saludarlos?

—¡No! No...

Zafiro tuvo el impulso de luchar, lanzársele encima y usar todo lo que tenía para dañarlo, pero pronto recordó sus intentos fallidos por hacerle frente. En esas termas no sería muy distinto.

—Dime ¿Cómo te llevas con tus pokemon?— le preguntó Ruby.

—¿Qué?

—Te pregunté que cómo te llevas con tus pokemon. Tienes tres ¿Cierto?

—Eso no te incumbe.

Entonces, por un instante, Ruby le dirigió una mirada que la paralizó. Solo fue medio segundo, pero Zafiro comprendió sus sentimientos con esa sola mirada. Luego, para su sorpresa, le sonrió como un niño en verano.

—¿Sabes? Creo que tú y yo somos muy parecidos, y totalmente opuestos a la vez.

—¿A qué te refieres?

—Quizás algún día lo entiendas. Cambiando de tema ¿Tú por qué estás aquí?

—¿Yo? Eh...— miró hacia otro lado, intentando encontrar una excusa para no decirle la verdad. Admitir que había subido el monte siguiéndolo y luego había bajado al pueblo escapando de él habría revelado debilidad— Yo...

—¿Viniste a enfrentarte al líder del gimnasio?— supuso el chico.

—Sí— contestó sin pensar mucho— ¡Espera! ¡Eso no es asunto tuyo!— entonces se dio cuenta que no podía perder el tiempo. Si Ruby estaba ahí por el gimnasio, tenía que ir y avisarle a la líder cuanto antes— ¡Oh, no!

Dio media vuelta y se marchó, sin despedirse. Ruby no perdió la oportunidad de evaluar el cuerpo atlético de Zafiro, forjado por la determinación de quien planea una venganza y revelado por el bikini ostentoso que había elegido para usar.

—/—/—/—/—/—

Zafiro llegó rauda al gimnasio Lavacalda. Caminó por un pasillo caluroso y aparentemente desértico, hasta que detrás de una pared un sujeto se le acercó para cortarle el paso.

—¡Detente ahí! ¡No podrás enfrentarte a la jefa hasta que me venzas!

—¡Alto!— exclamó ella, levantando las manos para dar a entender que de verdad no quería pelear— Vengo a hablar con la líder del gimnasio, no pienso retarla hoy.

—Buen truco, pero ni creas que voy a caer en esa— se burló el chico, sus manos ansiosas por arrojar las pokebolas que tenía.

—Es importante— insistió.

—Entonces más te vale que me ganes, y rápido— finalmente sacó a su Slugma.

—Como quieras— Zafiro se llevó una mano a la cadera, sacó su pokebola de ahí y la arrojó con firmeza. De la cápsula apareció su pokemon más leal— ¡Marshtomp, acábalo!

No era la primera vez que Zafiro entraba en ese gimnasio. Ya en el pasado había intentado vencer a Flanneary, sin éxito. Sin embargo, aquella vez le resultó mucho más fácil pelear con todos sus subordinados antes de llegar al cuarto de la líder. No había duda, su entrenamiento y sus experiencias rendían frutos a grandes zancadas.

—Ah, muy bien— la felicitó la jefa cuando Zafiro entró en su oficina. Era un lugar caluroso, con una pequeña arena para realizar los combates, y un escritorio de madera recubierto con una sustancia que rechazaba el calor, para evitar que se quemara— Hacía tiempo que alguien no se atrevía a venir hasta aquí.

—Líder Flanneary, vengo con noticias importantes.

Esto pareció contrariar a la líder de gimnasio.

—¿Qué? ¿Solo eso? ¿No vienes a pelear?

—No

—¿Y por qué pasaste batallando con mis pupilos y no viniste directo para acá?

—¡Eso quería desde el principio!

La líder dejó escapar un suspiro de desilusión. Se reclinó en su silla de cuero y cruzó los brazos por la nuca. Al levantar los codos no pudo evitar realzar el volumen de sus senos, lo cual Zafiro no logró discernir entre una ofensa hacia su persona o solo un gesto despreocupado. Sin embargo, su mensaje era más importante que estereotipos machistas.

—¿Y bien? Habla.

—Ruby, el pirómano, se encuentra en este pueblo— anunció de forma clara y concisa.

Pero la expresión en la cara de Flanneary no fue sorpresa ni espanto, no fue horror ni negación.

—Sí, ya lo sé— comentó con toda naturalidad.

—¡¿Qué?!

—Lo fui a ver ayer, cuando llegó. Fue muy chistoso, lo traía un Swellow en una pokebola. Nunca se me había ocurrido que una persona pudiera entrar en esas cosas.

—¿Y no lo detuviste?

—No, se veían muy desesperados.

—¡Pero... ¡Pero...

—¿Pero qué? ¿Me vas a decir que hice algo mal? ¡Que no se te olvide quién manda aquí!

Sus palabras paralizaron a Zafiro. Lo único que pudo hacer fue dar un paso hacia atrás, amedrentada.

—Lo siento.

Con eso Flanneary se echó a reír.

—No, lo siento yo. Solo no me gusta que la gente me dé órdenes. Intenta evitarlo y serás mi amiga ¿Entiendes?

—Sí... sí— asintió pasmada.

—Bien. Ahora, toma esto— sacó algo de un cajón y se lo lanzó a Zafiro.

Al atraparlo, lo contempló por un rato. Era un objeto metálico y plano, que cabía fácilmente en su palma. Era la Medalla Calor.

—¡Pero esto... No hemos combatido.

—Hay más de un forma de obtener una medalla de gimnasio, niña. Cada líder puede tener reglas distintas, pero hay dos que prevalecen entre todos: Primero, se entrega una medalla a todo retador que te vence en una batalla pokemon por la medalla. Segundo, se entrega una medalla a todo entrenador que preste servicios hacia la comunidad y que se muestre digno de llevarla. Tú te enfrentaste a varios entrenadores pokemon solo para darme esa noticia y evitar que cosas malas sucedieran— aplaudió desinteresadamente— Muy bien, te la ganaste.

—Pero ya lo sabías. Mi información fue inútil.

Flanneary se encogió de hombros.

—El esfuerzo es lo que cuenta. Ahora sal, tengo cosas qué hacer.

—¡No!— exclamó Zafiro.

Tuvo que armarse de todo su valor para contestarle de esa forma, mas sabía lo que debía hacer. Decidida, avanzó hasta el escritorio de Flanneary para depositar la medalla con fuerza en el centro.

—No aceptaré este premio hasta que me lo merezca.

—Ya te lo mereces.

—¡Me refiero a una batalla de gimnasio!— alegó, y se cruzó de brazos para darse énfasis.

Flanneary se levantó de la silla de un tirón, con tanta fuerza y ruido que casi hace tambalearse a Zafiro, mas esta no flaqueó. Resistió por casi un minuto la mirada intensa de la líder de gimnasio, hasta que esta le sonrió.

—Muy bien, no creo que pueda cambiar tu opinión ¿Pero por qué no quieres tomar la medalla e irte? La mayoría de los entrenadores buscan una batalla sencilla contra mí.

—Mis pokemon son débiles, y eso me hace débil a mí. Si pasara por los gimnasios sin ganarme las medallas en batallas, no podría mostrarlas con orgullo.

Flanneary meditó un poco las palabras de Zafiro.

—Sí, veo que eres bien débil

—¿Qué? ¡Pero ni siquiera hemos batallado!

—¿Ya no te acuerdas? Hace unas semanas pasaste por aquí con tres pokemon. Te vencí sin sudar una gota. Ahora eres más fuerte que en ese entonces, pero sigues sin estar cerca de poder vencerme. Te entrenaré.

—¡¿Qué?! ¿En serio?

—Sí— y la sonrisa que se formó en su cara reveló que sus palabras quedarían marcadas en fuego, y que el calor se extendería más allá de las manos de Zafiro.

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