La Vista de los Voladores
Zafiro entró sola por las puertas del gimnasio, detrás de la fila de retadores que se había propuesto derrotar a Winona ese día. Era temprano por la mañana, pero aun así había muchos más entrenadores de los que había esperado; la fila hacia la líder de gimnasio serpenteaba por todo el recinto hasta detenerse cerca de la entrada. Sin embargo, estaba constituida de tal forma que todos podían apreciar la pequeña arena de batalla sobre la cual los retadores y la líder del gimnasio peleaban. Tal parecía que las recientes amenazas de Hoenn habían motivado a los entrenadores de la región a apresurar su paso por los gimnasios, antes que no quedara ninguno de verdad.
También observó que la mayoría de estos entrenadores eran bastante jóvenes, algunos apenas llevaban una sola pokebola consigo. Pocos realmente se veían preparados para enfrentar a alguien tan fuerte como la líder de Arborada.
Mientras esperaba, notó que el gimnasio era muy grande y contaba con varios obstáculos, pero nadie pasaba por ellos ¿Sería por la creciente oferta de retadores?
—Así que los líderes ya no dan abasto— observó Zafiro— No. Es la líder de ciudad Arborada la que no da abasto. Los otros dos líderes de gimnasio que quedan en pie viven en islas. Los entrenadores que no han obtenido suficientes medallas no pueden nadar hasta allá usando a sus pokemon, por lo que solo les queda esta ciudad.
Mientras esperaba, como no tenía nada más que hacer, prestó atención a las peleas de la líder. Esperaba que mostrara a todos sus pokemon y todos sus ataques para que así no tuviera la ventaja de la sorpresa cuando llegara la hora, pero Winona tan solo usaba a un pokemon, una hermosa Altaria de largo cabello azulado.
Un arrebato de tristeza se apoderó del pecho de Zafiro. La muerte de Cloudy aún le pesaba. Se irritó un poco ¿La líder de ciudad Arborada no podía usar a otro pokemon? Famosa era la velocidad de su imponente Swellow de color verde oscuro ¿Por qué no podía deleitarlos a todos con su presencia?
—Siguiente— anunció una voz autoritaria.
Zafiro levantó la mirada. El jovencito delante de ella en la fila tragó saliva ruidosamente, luego se puso en marcha hacia la líder de gimnasio y se le plantó enfrente, rígido como una tabla.
—¿Cómo te llamas?— le preguntó Winona.
—P... Pa... Pablo, señorita— tartamudeó él.
—Muy bien, Pablo ¿Estás listo para enfrentarte a la líder de gimnasio de ciudad Arborada?— preguntó con un aire autoritario.
Sin esperar a la respuesta del muchacho, Winona despejó la arena de combate para darle paso a su Altaria. El chiquillo, nervioso, retrocedió también para hacer espacio y sacar a su Aron.
—¿Oh?— Winona arqueó una ceja, como si el pokemon de su contrincante fuera casi gracioso— Un Aron, veo que hiciste tus deberes. Al menos sabes algo sobre debilidades y fortalezas pokemon.
El muchacho sonrió, esperanzado. Abrió la boca para darle una orden a su pokemon, pero Winona se le adelantó.
—¡Terremoto!
La Altaria dio un enorme salto en el aire, y luego cayó con tanta fuerza que el suelo a sus pies se resquebrajó y formó varias fisuras, las cuales atraparon al pequeño Aron con tanta fuerza que lo debilitaron de inmediato.
—¡No, Aron!— chilló el muchacho, destrozado. Inmediatamente corrió a tomarlo en sus brazos y comprobar sus heridas.
Winona miró al chiquillo, un tanto extrañada, mientras este permanecía en la arena de batalla sin prestarle atención a nada más que a su pokemon.
—¿Qué haces?— le reclamó, asustándolo— ¿Te vas a quedar aquí lamentándote hasta que muera o lo llevarás al Centro Pokemon?
El niño se puso de pie, mirando a la líder de gimnasio con miedo, después metió al Aron en su pokebola y se alejó corriendo. Winona quiso decirle que podía regresar al día siguiente, pero supuso que de todas formas no querría. Entonces se giró hacia la fila de retadores para continuar con su jornada del día.
—¡Siguiente!
La próxima retadora avanzó con naturalidad, a pesar de lo cruel que Winona debió haber parecido tras esa última batalla, si se lo podía llamar así, y se paró frente a ella. La líder de gimnasio no pudo evitar sonreír al verla; una muchacha madura, quizás hasta mayor de edad. Su cara se veía cansada, su pelo sucio y desgastado, su cuerpo atlético y trabajado.
—Tú te ves más capaz que el resto— admitió Winona— ¿Tienes alguna otra medalla?
Zafiro se rascó la cabeza.
—Tenía una, pero la perdí— mintió.
—¿Ah?— Winona pareció desilusionada— ¿Solo una? ¿Y además la perdiste? Bueno, no importa. Si le has ganado a un líder de gimnasio, eso ya es algo de lo que puedes enorgullecerte. Y dime ¿A quién venciste? ¿Roxanne? ¿Brawly? ¡Oh, no me digas que fue ese viejo verde de Wattson!
Mas Zafiro negó con la cabeza.
—Era la medalla Equilibrio— contestó con toda naturalidad.
—¿Medalla Equilibrio?— Winona no recordaba muy bien cuál de sus compañeros entregaba qué medalla, por lo que le tomó varios segundos darse cuenta del antiguo dueño de la medalla mencionada— Ah, claro. La obtuviste de uno de los reemplazantes de Norman ¿No?
Pero Zafiro volvió a negar con la cabeza.
—Me la entregó Norman en persona, antes de fallecer.
Winona abrió mucho la boca y los ojos, contrariada.
—¡¿Tú le ganaste a Norman?!— exclamó, sin poder creérselo.
Zafiro asintió con la cabeza, sin alterarse.
—Vaya, eso no me lo esperaba— admitió la líder de gimnasio— Entonces me presentaré como se debe— seguidamente juntó sus talones con un golpe y se irguió para ganar altura— Soy Winona, líder del gimnasio de ciudad Arborada. Retadora: si consigues derrotarme en una batalla pokemon, te entregaré la Medalla Pluma— al mismo tiempo que la nombraba, sacó de su bolsillo una medalla celeste con la forma de una ala— Con esta medalla, podrás usar el movimiento Vuelo fuera de los combates tanto como te plazca ¿Estás lista para luchar por ella?
Sin embargo, Zafiro volvió a negar con la cabeza.
—No vine a pelear con usted, señorita líder— contestó la muchacha, mientras extraía una pokebola – Pero sé de alguien que se muere por conocerla.
Antes de que Winona pudiera comprender, Zafiro arrojó la pokebola a la arena de combate. La cápsula se abrió apenas tocar el suelo, liberando a un muchacho humano, de la misma edad de Zafiro. Winona nunca lo había visto en persona, pero lo reconoció de inmediato; su cabello negro, su tez pálida, su único ojo rojo, su expresión desafiante y serena a la vez. Vestía una capa roñosa de viaje y un sombrero de ala ancha, no parecía más que un vagabundo sin hogar.
—¡Ruby!— exclamó, anonadada.
En ese momento se formó un silencio sepulcral en el gimnasio. Todos escucharon el nombre y se giraron para ver al terrorista del que habían temido por meses. Ruby, el pirómano, se encontraba entre ellos.
—Tú debes ser Winona— contestó el aludido, estirándose la ropa para verse bien— Diría que es un gusto conocerte, pero no me agrada mentir. Tengo algo de prisa, así que te daré la oportunidad de entregarme tu certificado de líder de gimnasio voluntariamente. Si lo haces, no te haré daño ni causaré ningún estrago innecesario en la ciudad ¿Te parece?
La cara de Winona se ensombreció. Sabía que el día en que se enfrentaría al malvado terrorista llegaría, solo que no se había esperado que apareciera por sorpresa.
—Tienes mucho valor para hablarle así a la líder de líderes, muchachito— le gruñó— Soy una de las mayores guardianes de Hoenn. Si aparecen amenazas como tú, es mi trabajo erradicarlas.
Ruby se giró hacia Zafiro, la miró medio divertido, como diciendo "te lo dije". Luego se giró nuevamente hacia Winona y se encogió de hombros.
—Entonces pelearás— Ruby asintió— Honorable respuesta, pero tonta. No tienes posibilidades contra mí.
Relajado, se tomó un momento para contemplar al resto de la gente. Todos los miraban, pasando sus ojos desde Winona a él, y viceversa. Muchos sentían miedo, otros no pensaban perderse el duelo del más grande criminal de la historia de Hoenn y contra la jefa de los líderes de gimnasio.
Winona advirtió que Ruby le quitaba la mirada para estudiar a los espectadores, por lo que aprovechó su oportunidad. Sin pensarlo dos veces, sacó una pokebola de su bolsillo y la arrojó hacia el muchacho.
—¡Rápido, Ala de Acero!
De la pokebola apareció una gran ave de metal, sus alas afiladas como hojas. Skarmory no tuvo mucho tiempo para pensar, simplemente aprovechó el impulso que la pokebola le otorgó para apuntar al cuello expuesto de Ruby y atacarlo con toda su fuerza. Sin embargo, no alcanzó a tocar al muchacho. Su golpe fue bloqueado por una garra poderosa que apenas se inmutó con el impacto.
La Skarmory hizo distancia, consternada. No había visto a nadie entre ella y su objetivo ¿Quién había interferido en su ataque?
Mas al ver por segunda vez, advirtió a un alto pokemon de plumas rojas y amarillas mirándola con detenimiento. La garra que había usado para bloquear su arremetida aún permanecía en el aire.
En ese momento Ruby se volvió a girar hacia Winona, levantó un dedo índice y lo meneó de un lado para otro con una sonrisa burlona adornando su cara.
Winona, furiosa, echó mano a las dos pokebolas que le quedaban en el cinturón y las arrojó ambas a la vez. La Skarmory volvió junto a ella, mientras que la Altaria, que había estado mirando todo desde su lado, dio un paso al frente para demostrar que estaba lista para pelear. Los últimos dos pokemon eran un verde y serio Swellow y una Pelipper obesa.
—¡Destrocen a ese Blaziken!— bramó la líder del gimnasio— ¡Todos a la vez!
—¿Cuatro contra uno?— exclamó Smoky, sin embargo no tuvo tiempo de reclamar, puesto que las cuatro aves se le abalanzaron encima.
En ese instante, el resto de los pokemon de Ruby aparecieron de sus pokebolas, y se lanzaron contra los pokemon de Winona para ayudar a Smoky.
El Pelipper le arrojó una Pistola Agua a Smoky, pero este la esquivó con un movimiento mínimo de su cuello. La Skarmory intentó arremeter contra Fiercy y Brainy al mismo tiempo, mas ellas la bloquearon sin siquiera mover un pie de donde estaban. Por otro lado, Kitten se lanzó directamente hacia el Swellow verde, el cual se elevó para intentar quitársela de encima a una altura lo suficientemente peligrosa. Beauty no la perdió de vista, y corrió detrás de ambos mientras volaban para recibir a Kitten por si el Swellow la dejaba caer.
Birdy lo tuvo un poco más difícil.
Emocionado por la pelea, rodeó a los tres primeros pokemon de Winona para llegar con el cuarto. Había visto, desde su pokebola, que la líder de gimnasio contaba con cuatro pokemon, pero no había podido ver bien quiénes eran.
Por eso, cuando avanzó hasta el cuarto y la vio, súbitamente sus pies se detuvieron. Frente a él se encontraba una hermosa y esbelta Altaria que conocía muy bien.
—Cloudy...— musitó Birdy, anonadado.
Sin embargo aquella Altaria no era Cloudy, solo se le parecía mucho. Birdy necesitó de unos momentos para sacudirse la idea de que ella hubiera regresado a la vida, lo cual Altaria aprovechó para aproximarse a él, saltar y atacarlo con un Golpe Aéreo.
Sin embargo, Birdy la esquivó con facilidad, sin dejar su estupor. La Altaria entonces intentó golpearlo otra vez, pero él volvió a eludirla. Atacó de nuevo, pero Birdy desplazó su cabeza lo suficiente para no ser arremetido. Ambos continuaron de esa forma por un rato, ella atacando y él esquivando.
—Espera— le pidió Birdy— tú eres...
Pero de pronto un rayo azul impactó a la Altaria desde un costado. Ella cayó inconsciente al piso. Cuando Birdy levantó la mirada, encontró a Kitten a unos pasos, con su ropa y sus brazos ligeramente arañados. Ella se le aproximó, calmada, lo tomó por los hombros y lo miró detenidamente.
—Lo siento, no debí haberte dejado solo contra ella— se disculpó con una expresión culpable, ligeramente triste— ¿Estás bien?
Birdy asintió en silencio.
—Ella es...
—Lo sé— lo interrumpió.
Birdy la miró con sorpresa.
—¿Y aun así la atacaste?— reclamó.
—No parecía que tú fueras a hacerlo, y tarde o temprano te alcanzaría.
Birdy bajó la mirada. Kitten tenía razón, aunque aun así no podía evitar sentirse mal por la Altaria ¿O era por sí mismo? Estaba confundido.
Kitten lo soltó para aproximarse a Ruby. Entonces Birdy observó que todos sus compañeros ya habían acabado con sus contrincantes, y se preparaban para enfrentar a Winona. Luego miró hacia atrás. Los retadores y asistentes del gimnasio habían formado un círculo alrededor de los combatientes, curiosos sobre el curso de la pelea. Muchos se notaban contrariados, quizás de ver perder a la que para ellos era la entrenadora más fuerte que hubiesen visto en sus vidas.
[...]
Winona retrocedió un par de pasos, boquiabierta. Sus cuatro pokemon más fuertes habían sido derrotados en menos de un minuto por aquel terrorista. Sabía que era fuerte y que había matado al mismísimo Norman, pero tanta fuerza era impensable. Seguidamente levantó su mirada hacia la cara del muchacho.
Este la miraba con una expresión desinteresada, como si se encontrara desilusionado de la poca pelea que la líder de líderes le presentó. Incluso bostezó, y aunque se tapó la boca con una mano, Winona pudo verle sin esfuerzo hasta la garganta.
—Todavía ni le salen las muelas del juicio— observó, frustrada.
Los pokemon de Ruby se acercaron, acarreando a tres de los cuatro pokemon de la líder de gimnasio, los apilaron frente a ella y luego se plantaron junto a su entrenador, en silencio.
—Buen trabajo, chicos— comentó Ruby.
Winona contempló a sus pokemon derrotados por un momento, luego a los vencedores, y finalmente al muchacho. Él le tendía una mano, su palma hacia arriba, su mirada impaciente. Winona, mascullando entre dientes, sacó una medalla de su bolsillo y se la arrojó con ira retenida.
Ruby atrapó la medalla en el aire, mas no necesitó examinarla mucho para darse cuenta de que no era la verdadera. Sin molestarse, la arrojó por sobre su hombro y arrugó sus cejas.
—No vine por una mísera medalla. Quiero tu certificado de líder de gimnasio— explicó— ¿Dónde lo tienes?
—Como si te lo fuera a decir— gruñó ella— Puedes torturarme todo lo que quieras, nunca lo encontrarás.
Sin embargo, Ruby ya se esperaba una respuesta así. Inmediatamente se giró hacia Brainy.
—Está en una caja fuerte, en una sala de monitoreo— reveló ella, y seguidamente apuntó hacia la puerta de la oficina de Winona— la clave es 5147... — súbitamente, Brainy abrió mucho los ojos y contuvo el aliento por un momento.
—¿Qué pasó?— preguntó Ruby.
—Espera...— Brainy se inclinó ligeramente hacia adelante, a la vez que se llevaba las manos a la frente para concentrarse mejor. Entonces, para la sorpresa de todos, pegó un grito de emoción.
—¡¿Qué es?!— reclamó Fiercy, ansiosa— ¡¿Qué tienes?!
—¡Es Robin!— exclamó— ¡Robin está aquí! ¡Debajo de nosotros!
—¡¿Robin?!— exclamó Ruby, anonadado.
En un parpadeo, todas las miradas se giraron hacia Winona.
—¡Así que Steven dejó a Robin contigo!— ladró Ruby, mucho más emocionado que antes.
Winona apretó tanto los dientes que sintió que se le iban a quebrar. Aunque fuera derrotada, no había esperado que el terrorista descubriera el paradero de su amada Robin. Perder la condición de líder de gimnasio era algo, pero perderla a ella era imperdonable.
—No te dejaré tocarla— gruñó, furiosa— ¡No te dejaré siquiera mirarla, maldito demonio!
Winona dio un paso hacia Ruby, dispuesta a gritarle improperios mucho más groseros, sin embargo al hacerlo, el muchacho le mandó un combo a la cara, tan fuerte que la envió directo al suelo.
Los miembros de Pokemon Gijinka se pararon alrededor de la líder de gimnasio. Le corría un hilo de sangre desde los labios.
—Está inconsciente— aseguró Brainy.
—Me parece bien— Ruby se cruzó de brazos, triunfante— Ahora solo tenemos que tomar su certificado de líder y rescatar a Robin ¿Puedes sentir a Jaws, Brainy?
—No estoy segura, pero siento un pokemon familiar por allá— apuntó hacia la puerta que conducía a la oficina de Winona.
—¿No estás segura?— se extrañó Fiercy— ¿Qué quiere decir eso?
—Pues...— Brainy se llevó un dedo a los labios mientras pensaba— La mente que percibo es muy similar a la de Jaws, pero no es exactamente como lo recuerdo ¿Quizás sea otro Trapinch?
—Seguramente Robin sabrá más sobre el paradero de Jaws— aventuró Smoky.
De pronto Ruby avanzó, alejándose unos pasos de sus pokemon para enfrentar a las docenas de espectadores que habían presenciado su pelea contra Winona.
—Somos Pokemon Gijinka— anunció, fuerte y claro para que todos lo oyeran— Si quieren vivir, liberen a todos sus pokemon ahora mismo.
Los varios entrenadores dentro del gimnasio, al darse cuenta que habían dejado de ser meros espectadores en todo ese conflicto, comenzaron a pensar seriamente en no quedarse a ver qué ocurría al final. Muchos huyeron apenas Ruby terminó de hablar, mientras que el resto se lanzó en grupo a intentar frenarlo. De sus pokebolas aparecieron todo tipo de pokemon, que atacaron a Ruby en conjunto.
Tres Taillow lo arremetieron desde el aire con picotazos, mas este los derribó a los tres con un solo manotazo. Un puñado de Numel se apresuró a lanzarle ascuas, mas Beauty los sacudió con un Surf antes de que pudieran abrir sus bocas. Entre cinco Maril, tres Seedot, cuatro Plusle y dos Minum cargaron contra él directamente, pero el resto de Pokemon Gijiinka se plantó frente a su entrenador y lo protegió con una barrida de sus ataques. En menos de un minuto ya no quedaban pokemon que lo enfrentaran, solo entrenadores mediocres lamentándose o huyendo.
Ruby suspiró.
—No tengo tiempo para estas tonterías— reclamó— Brainy, necesito que me lleves con Robin y Jaws.
—¡Sí!— exclamó esta.
Apresurados, todos partieron corriendo hacia la puerta que conducía a la oficina de Winona, excepto por Birdy. Ruby y los demás se detuvieron un momento al advertir que él se había quedado junto a la Altaria de Winona todo el tiempo.
—¡Birdy!— lo llamó.
El Swellow se giró hacia él, mas no se levantó ni hizo ademán de seguirlo. En su mirada desconsolada, Ruby se dio cuenta que no podría obligarlo a nada.
—Quédate aquí y vigila la salida ¿Puedes hacer eso?
El pokemon se alivió de no tener que dejar su puesto, y asintió con convicción. Entre preocupado y aliviado, Ruby retomó la marcha hacia la oficina de Winona.
Al entrar junto con sus pokemon advirtió inmediatamente la dedicación que la líder le tenía al vuelo y la aviación; en las estanterías de vidrio había pequeños modelos de aviones, en la pared una lista de todos los pokemon voladores conocidos, e incluso, en una esquina, un maniquí vistiendo un traje especializado para planear en el aire, con grandes membranas entre sus brazos y piernas.
La oficina era amplia y muy bonita, pero ellos no se encontraban ahí para apreciar los gustos de la líder de gimnasio. Impaciente, Brainy apuntó a un baúl en un rincón, tan escondido que nadie lo había notado hasta el momento. Inmediatamente Smoky abrió el baúl y encontró una jaula, la cual encerraba a una pokebola. Levantó la jaula entre sus manos, no era más grande que una pelota de fútbol, y miró entre los barrotes al interior de la pokebola.
—¿Jaws?— inquirió, extrañado.
Smoky incineró el candado de la jaula, removió los barrotes con una mano y extrajo la pokebola rápidamente. Luego arrojó la jaula vacía hacia un lado y les mostró la pokebola a sus compañeros. En su interior no se encontraba un inocente Trapinch de gran mandíbula, sino que un debilitado pokemon de boca pequeña, alas verdes y patas delgadas. Se notaba que no había comido en días.
Con cuidado, Smoky quitó el seguro y liberó al pokemon dentro de la pokebola. Este intentó tenerse de pie por un instante, pero sus fuerzas eran insuficientes. Antes de desplomarse sobre el suelo, Kitten lo tomó en brazos y lo depositó sobre el escritorio para que descansara.
—¡Jaws! ¡Jaws!— lo llamó, preocupada— ¡¿Eres tú?!
El pokemon de alas verdes abrió levemente sus ojos. Miró a los presentes, pero no parecía que lograba mantener su mente lo suficientemente despierta como para reconocerlos. Sin embargo, cuando todos pensaban que estaba por morir, abrió su pequeña boca.
—Po... kemon... Gi... jin... ka...— se esforzó en pronunciar.
—¡Jaws!— exclamaron los demás, emocionados y tristes a la vez.
—Agua, necesita agua— observó Brainy.
Inmediatamente Ruby sacó una botella con agua de su mochila y se la dio a Kitten. Esta la abrió y vertió el agua en dosis pequeñas por la boca del pokemon.
—Está muy débil— explicó Brainy— No ha comido ni bebido en días, al parecer Winona se olvidó de él apenas encerrarlo en esa jaula. Ruby, un simple tratamiento en el Centro Pokemon no lo ayudará. Necesita una recuperación completa.
—¿Tiene posibilidades de sobrevivir?— inquirió el muchacho.
—Sí, pero no podemos arriesgarnos a que su condición empeore— insistió ella.
Ruby sintió que el aire volvía a entrar a sus pulmones, parte de un miedo crepitante se evaporó como un charco en un día de verano.
—Ruby, yo me quedaré con él— se ofreció Kitten— Déjame tu mochila, necesitaré darle algo de comer. Si Jaws está así, no quiero imaginarme cómo se encontrará Robin.
—Tienes razón— asintió Ruby— Fiercy, Beauty, quédense con ella por si aparecen entrenadores. Smoky, Brainy, continuemos.
Los pokemon asintieron. Fiercy se apostó frente a la puerta, lista para atacar a cualquier intruso, mientras que Beauty se escondió detrás de ella para ayudarla. Kitten se giró hacia Jaws para cuidarlo.
Brainy apuntó a la única puerta en la oficina, además de la que llevaba al gimnasio. Intentaron abrirla, pero se encontraba cerrada con llave.
—¡Que se pudran las llaves!— bramó Ruby, antes de destrozar la puerta con un Golpe Roca.
El grupo continuó hacia unas escaleras de caracol, las cuales no parecían ser muy frecuentadas. Las paredes eran de piedra, los peldaños eran estrechos y estaban construidos también en piedra. Tal parecía que esa construcción era bastante antigua. Descendieron alrededor de dos pisos, hasta que las escaleras se acabaron frente a un pasillo largo y ancho, con varias puertas a cada lado.
Brainy se adelantó y los guió a través de todo el pasillo, hasta la última puerta.
—Está aquí— indicó al detenerse junto a la puerta de acero reforzado— Ruby, antes de sacarla, tienes que saber que no está perfectamente bien. Parece como si le hubieran apaleado la mente con frecuencia.
—¿Dices que le podemos hacer daño si aparecemos de repente?— inquirió el chico.
—No, tenemos que sacarla de ahí rápido, pero preferiría que te prepares.
—He tenido mucho tiempo para prepararme. Smoky ¿Podrías derribar esta por mí?
—Claro— contestó el Blaziken— háganse a un lado
Ruby y Brainy retrocedieron hasta pegar sus espaldas a las paredes del pasillo. Smoky retrocedió varios pasos, luego se detuvo, respiró hondo y comenzó a correr a toda máquina hacia la puerta para saltar y derribarla con una Patada Ígnea.
La pieza de acero voló, atravesando toda la habitación hasta estrellarse contra la pared contraria. Inmediatamente Ruby, Smoky y Brainy entraron, encontrando a una asustada Robin desnuda sobre la cama. Esta los miró, consternada, pero al identificar a Ruby se cubrió el cuerpo con las sábanas.
—¡No me mires!— gritó, avergonzada— Por favor, no me mires.
Ruby no pudo evitar sentir pena al verla tan humillada. En sus brazos y cuello, que era lo que alcanzaba a ver, tenía varias marcas de mordeduras y moretones. Incluso unas cuantas cicatrices de latigazos. Su mirada lo evitaba, débil y asustada.
Finalmente decidió que lo mejor por el momento sería hacerle caso. Ruby dio media vuelta y le hizo señas a Smoky para que hiciera lo mismo.
—Brainy ¿Puedes ayudar a Robin?
Entonces se quitó la capa que lo cubría y la arrojó sobre su hombro. Brainy la atrapó, mientras él y Smoky se marchaban por el marco de la puerta.
Luego Brainy miró a Robin, la cubrió con la capa de Ruby y pasó su brazo por sobre sus hombros para ayudarla a caminar.
—No... —musitó Robin— No quiero que Ruby me vea así.
—Tenemos que sacarte de aquí. Tendrás que soportar su mirada un poco.
Brainy la levantó de la cama, comprobando que podía mantenerse de pie. Con cuidado, la condujo hacia la salida, en donde Ruby y Smoky las esperaban. Los pasos de Robin eran cortos, arrastraba un pie y no parecía tener muchas ganas de levantar la mirada. Ruby llegó a sentirse un poco estúpido por no poder hacer nada por ella, pero luego supuso que lo mejor que podía hacer en el largo tramo hacia las escaleras era intentar animarla.
—Me alegra que tu captora sea Winona y no Steven— comentó— Winona fue muy fácil de derrotar, pero Steven es otro cuento. Aunque hubiera tratado con todas mis fuerzas, él es demasiado...
—¡Ruby!— lo cortó Brainy, dentro de su mente.
—¿Ah?
—¡La estás haciendo sentirse peor! Ahora mismo no quiere recordar nada de esos dos.
—¡Rayos! Claro, lo siento.
Ruby tragó saliva. Animar a alguien era mucho más difícil que luchar contra los líderes de gimnasio.
—Digo...— intentó corregirse— lo que quise decir es que pensé que no te veríamos en un buen rato. También encontramos a Jaws, arriba. Estará bien, solo necesitará un poco de cuidado intensivo. Tú también te repondrás, ya verás...
Continuaron por las escaleras sin mayores contratiempos. Ruby le habló sobre cómo pensaba derrotar a Steven y sobre las cosas que haría al convertirse en el próximo campeón de Hoenn. Evitaba hablar sobre el tema del sexo de Robin, principalmente porque ella no tenía fuerzas para contestar.
Pronto llegaron a la oficina de Winona, en donde Fiercy, Kitten y Beauty habían permanecido sin problemas. No había signos de ninguna clase de pelea, por lo que supusieron que nadie se había atrevido a atravesar la puerta. Jaws se encontraba aún sobre el escritorio, al parecer un poco mejor, gracias a los cuidados de Kitten.
—¿Todo listo?— preguntó Fiercy, al ver que el grupo regresaba con Robin.
—Larguémonos de aquí— contestó Ruby. Entonces se dirigió a Kitten— Si lo cargamos con nosotros será muy peligroso ¿Puede volver a su pokebola?
Kitten se giró hacia el Vibrava. Este había perdido la conciencia.
—Sí, por ahora.
—Bien.
Ruby tomó la pokebola en donde había permanecido Jaws por días, lo metió dentro y la introdujo en su mochila. Seguidamente también intentó meter a Robin a una pokebola, pero esta le rebotó como si nada.
—Ya está unida a una pokebola— observó Brainy— Tendremos que llevarla a cuestas.
Ruby no necesitó echar un largo vistazo a Brainy para darse cuenta que el esfuerzo físico de cargar a Robin la estaba agotando rápidamente. Por eso se giró hacia Beauty.
—¿Puedes llevar tú a Robin?— le pidió.
—Oh, claro— sin rechistar, se acercó a la muchacha desconocida y se agachó para subirla a su espalda. No era la pokemon más fuerte, pero sí era la más alta del grupo, y Robin era bastante liviana.
En ese momento Ruby notó que la muchacha había caído dormida. No pudo evitar sonreír al verla de nuevo, aunque estuviera en tales condiciones. Esperanzado, se acercó a la puerta y se giró hacia sus pokemon.
—Muy bien, niños. Esta es la recta final.
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