La Oportunidad de Zafiro


—¡Excelente, muy bien!— los felicitó Flannery a todos— ¿Quién lo diría? Los terroristas tienen corazón ¡Jajajajajaja!

—¿Debería tomar eso como una ofensa?— alegó Ruby.

—No, por favor. Toma, un recuerdo.

Flanneary se acercó a Zafiro, y ahí introdujo su mano en el escote de la muchacha.

—¡Aah! ¡¿Qué haces?!— chilló.

—Tranquila, solo quiero que me lo devuelvas

—¿Devolverte qué?

Finalmente Flannery extrajo un objeto del tamaño de su meñique desde el escote de Zafiro, y tras examinarlo un momento, se lo arrojó a Ruby.

Este lo atrapó en el aire e inmediatamente lo observó con toda la curiosidad que podía tener. Era una especie de medalla con el mismo símbolo de la puerta que daba al cuarto de la líder, pero un poco más elegante.

—¿Esto es...

—Mi certificado de líder de gimnasio.

Todos se quedaron helados.

—¿Me lo estás dando?

—Obvio. Eso acordamos ¿O no?

—¿Pero no vas a pelear por él?... No creí que cumplirías tu palabra.

Flannery se encogió de hombros.

—Yo no lo quiero, pero si cualquiera pregunta, diles que yo peleé como una fiera antes que me lo quitaras ¿Vale?

—No entiendo.

Flannery abrió un cajón de su escritorio, extrajo un puro y un encendedor, y se puso a fumar.

—No me podría importar menos ser líder de gimnasio— admitió sin quitarse el puro de la boca— Es más, me beneficio bastante con tu victoria, aunque aún hay que hacer unos preparativos.

—¿Preparativos?

Con eso, Flannery les mostró una puerta trasera.

—Vengan, acompáñenme todos.

En pocos minutos atravesaron el gimnasio por zonas prohibidas para el público en general, hasta que llegaron al techo. Desde ahí, gracias a la altura del volcán, se lograba apreciar gran parte de Hoenn. Flannery apuntó hacia un lugar al sureste.

—¿Sabes qué se encuentra ahí?— le preguntó a Ruby

El muchacho intentó adivinar a dónde apuntaba exactamente la líder de gimnasio. Se veían muchos árboles, así que dijo lo primero que le vino a la mente.

—¿Ciudad Petalia?— y con eso comprendió— Papá.

—Exacto. Tu padre es el líder de gimnasio que más cerca tienes, aunque también es de los más fuertes que hay. Puedes ir a enfrentarlo a él, o puedes dirigirte hacia el noreste, muy lejos, al gimnasio de Winona. Ella es la líder de los líderes de gimnasio, y subordinada directa del campeón. Si subestimas a cualquiera de los dos, tendrás muchos problemas.

Ruby asintió. Sabía cómo podía llegar a ser su padre, sin embargo... miró a su equipo, todos grandes y fuertes. Cloudy era la única que no había evolucionado, pero eso podía solucionarse.

—¿Hay algún lugar donde pueda entrenar antes de ir a enfrentarlos?

—Claro, por allá, justo al este de aquí— Flannery apuntó a un lugar árido, bastante más cerca de Lavacalda.

—¿El desierto?— lo reconoció Ruby.

—Exacto. Ahí azotan tormentas de arena todo el día, así que podrás practicar tu resistencia cuanto quieras.

—Me parece genial ¿Pero por qué me ayudas tanto?

—Ya te dije, me beneficiaré mucho de tu victoria— como si lo conociera de toda la vida, le agarró la cabeza con un brazo y le dio un leve coscorrón— Así que ni se te ocurra perder ¿Me oíste?

—¡Sí!

Brainy intentó mirar a otro lado, controlándose para no alegar sobre el rubor de Ruby.

—Muy bien— el muchacho se libró del brazo de la líder— Entonces comenzaremos a prepararnos. Niños, mañana partimos hacia el desierto.

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Zafiro salió de los camarines de mujeres con un gusto amargo en la lengua. No podía creer que Flannery la había engañado para vestirse de esa forma, y justo cuando Ruby estaba por aparecer. De todas las personas, Ruby.

Examinó sus brazos por enésima vez, angustiada por las heridas que aquel maldito Swellow le había ocasionado. Después del combate prácticamente le habían envuelto todo el torso con vendas y parches.

—Que lo recuerde— bufó para sí misma— ¿Qué le pasa a ese estúpido pokemon? Debería comportarse. Ruby debería enseñarle que no puede tratar así a los humanos, sobre todo a una chica como yo ¿Y quién se piensa esa tonta Flannery que soy? Usarme como un vil pokemon ¿Para qué necesitaba humillarme tanto?

—Oh, Zafiro— oyó detrás de sí, demasiado cerca.

Se volteó de inmediato, nerviosa al reconocer la voz de Flannery. Se preguntó cuánto había oído, aunque por su rostro no lo podía deducir.

—¡Ah! Flannery ¿Qué haces?

—Toma, quiero que le entregues esto a Ruby— le pasó un par de discos y unas antiparras.

—¿Ah? ¿Y por qué no se lo das tú?— alegó.

Flannery posó una mano en su cabeza de forma peligrosa.

—Anda y entrégaselos. No me volveré a repetir.

—¡Sí!

Zafiro dio media vuelta y se preparó para marchar a paso veloz, cosa de alejarse rápido de Flannery, pero entonces sintió su mano sobre su hombro.

—Casi se me olvidaba, esto es para ti— le entregó un cuaderno con notas— Es la segunda parte de tu entrenamiento. Quiero que cada día leas una nueva página y hagas exactamente lo que está escrito ahí. Solo una página, ni más ni menos.

Zafiro miró el cuaderno, curiosa.

—¿Y por qué no me entrenas tú? Creí que me harías más fuerte.

—Y cumpliré mi promesa, pero por el momento ya no soy la líder de gimnasio, y por órdenes de los de arriba debo "buscar a Ruby el pirómano por todo Hoenn e impartirle justicia". Además, vas creciendo a pasos agigantados. Ese cuaderno es todo lo que necesitas para hacerte mucho más fuerte, por ahora.

Zafiro asintió, un tanto desilusionada. También estaba enojada y confundida por la pelea que había tenido que sufrir, pero ya entendía que no valía la pena arriesgarse preguntándole a Flannery cómo eso la haría una mejor entrenadora pokemon.

Así que salió del gimnasio en busca de Ruby. No sabía muy bien dónde buscarlo, por lo que recorrió varias calles antes de llegar a la plaza, al atardecer.

Cansada, se recostó sobre uno de los bancos y se puso a pensar.

¿Por qué Flannery ayudaba a Ruby? ¿Por qué no podía ser responsable como el resto de los líderes de gimnasio y arrestarlo? Seguramente era más fuerte que él, o al menos estaba a su mismo nivel. Podría haber peleado en serio y evitar cientos de muertes inocentes.

Diablos ¿Por qué ella misma hacía lo que Flannery le decía? Lo mejor que podía hacer en ese momento era agarrar los discos para Ruby y largarse corriendo. Apretó el cuaderno de Flannery, y lo arrojó al piso en un gesto simbólico. No necesitaba ayuda de ningún malvado, se haría fuerte por sí misma.

—Te ves enojada— observó Ruby.

Zafiro saltó del susto, y se cayó al suelo. Entonces se fijó en que el muchacho estaba sentado al otro lado de la banca.

—¿Cuánto rato llevas ahí?— inquirió ella.

—No sé, quizás media hora. Momentos como este deben ser disfrutados al máximo.

—¿Momentos como este? ¿Qué... ¿Qué momento es este?

—Un momento tranquilo, y de felicidad.

Ruby miró hacia un punto en la plaza. Zafiro lo interpretó como una forma de cortar la conversación, pero al seguir su mirada comprendió que se había volteado a ver a sus pokemon, los cuales jugaban como niños en los columpios y toboganes. Se veían muy felices. No, se veían demasiado felices, demasiado para ser pokemon. Zafiro nunca había visto a un pokemon reírse de esa manera. Le pareció irreal.

—¿Así que te gusta usar ropa sexy?— la interrumpió Ruby.

—¿Qué?— con ello Zafiro recordó el traje que Flannery le había obligado a usar— ¡No! Eso es... eso no fue idea mía.

—¡Jaja! Claro, tu secreto está a salvo conmigo.

—¡Lo estás entendiendo mal! No es... ¡Argh! ¿Por qué me estoy explicando contigo?

Mientras hablaba, Ruby tomó el cuaderno que había arrojado al suelo y comenzó a hojearlo.

—¿Instrucciones?— supuso, después de pasar unas páginas.

—¡Ah! ¡Eso es mío!— inmediatamente le quitó el cuaderno— ¡Se supone que solo yo puedo leerlo!

—Je, lo siento ¿Y de qué trata?

—Es un manual para hacerme más fuerte— lo guardó en su mochila, y sin querer, para hacer espacio extrajo las antiparras— Algún día te derrotaré, ya lo verás.

—Si algún día lo haces, ya no necesitarás derrotarme.

Zafiro miró extrañada a Ruby, sin comprender del todo lo que quería decir. Iba a pedirle explicaciones, cuando este le robó la palabra.

—Lindos lentes.

—¿Qué?... Ah, no ¿Estos? No, son antiparras. Flannery me dijo que te los diera...— y entonces se dio cuenta de que había hecho justo lo que no quería hacer— ¡Oh, rayos!

—¡Ah, claro, para el desierto! Qué atento de su parte.

—¡Argh! No entiendo por qué ella te ayuda. Se supone que debe arrestarte y meterte en un calabozo por el resto de tu vida.

—Yo tampoco lo sé, pero tengo entendido que no me ayudó a mí, sino a ella misma a través de mí.

—Es lo mismo.

—Es completamente distinto.

—No sabes lo odioso que puedes llegar a ser.

—No puedo serlo más que tú, eso es seguro.

—¡Argh! Algún día te voy a obligar a tragarte tus dientes. A ti y a ese... ese estúpido pájaro tuyo.

—¿Te refieres a Birdy?

—¡No me importa su nombre!

Ruby suspiró.

—Por lo que acabas de decir debería darte una paliza ¿Lo sabes?

Zafiro calló por unos momentos, preguntándose si debía huir o no, mas la ausencia de tensión en los músculos de Ruby la atrajo por quedarse.

—¿Por qué?... ¿No te gusta que insulten a tus mascotas?

Ruby se golpeó la cara con una palma, estupefacto de la falta de tacto de la chiquilla.

—No son mis mascotas, y no es por eso ¿No te acuerdas de cuando nos vimos en ciudad Férrica? Tú tenías tres pokemon contigo: Un Mudkip, un Torkoal y un Taillow.

—Me acuerdo que nos enfrentamos, pero no me acuerdo qué pokemon tenía exactamente.

—Tenías esos pokemon, y el Torkoal murió apenas comenzar la batalla.

Zafiro se quedó callada. De pronto, algunas memorias borrosas comenzaban a conectarse.

—Continúa

—Pues... tu Taillow también estaba muy dañado, así que me lo llevé y lo curé en el Centro Pokemon.

—¿Tú te llevaste uno de mis pokemon?... Espera ¡Sí, ya me acuerdo! ¡Tú te robaste uno de mis pokemon, y mataste a otro!

Entonces Ruby abofeteó a Zafiro. Ella se llevó una mano a la mejilla, mientras retrocedía y se preparaba para otro golpe que nunca llegó. Lo único que quedó fue la mirada de Ruby, con una ira muy grande, pero calma. Era como un fuego frío, como espacio vacío, que la encerraba y la dejaba sin poder respirar.

—Tú mataste a ese pobre Torkoal con tu entrenamiento infernal. Yo rescaté al Taillow que vino después, y ahora es un sano y valiente Swellow que pelea por una causa justa y noble. Tú, de todas las personas del mundo, no tienes derecho a hablar mal de él.

—¿Y tú no lo has sometido a la misma clase de entrenamiento?— alegó Zafiro— Si no ¿Cómo se volvió tan fuerte?

Ruby miró hacia todos lados.

—No veo a tus pokemon por el parque

—No me has respondido

—Amor.

La palabra quedó en el aire, mientras Zafiro esperaba a que él continuara, mas no lo hizo. Esa era toda la respuesta, amor.

—¿Amor?

—Amor

—¿Pero cómo... ¿Qué... ¿Cuándo...

—No te voy a esperar por siempre, Zafiro. Tienes que rehacerte a ti misma. Eres joven, aún tienes una oportunidad.

—No te entiendo para nada.

Ruby sonrió.

—Lo harás, confío en ti.

Entonces muchacho se puso de pie, y se dirigió hacia sus pokemon para jugar con ellos. Esa era su última noche en pueblo Lavacalda.

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