La Elegancia del Agua
*Espiráculo: Es el hoyo que tienen las ballenas en el lomo, para respirar
...
El viaje en submarino no fue tan placentero como se imaginó. Ruby tuvo que permanecer parado por mucho tiempo, aburrido. No podía sacar a sus pokemon, porque había muy poco espacio, por lo que solo podía conversar con Brainy, Magno y de cuando en cuando Aquiles. Ninguno de los soldados se atrevía a dirigirle la palabra, ya fuera por odio o por miedo, o algo entre ambos. El viaje a Arrecípolis duró un par de horas.
Cuando llegaron, atravesaron un gran hoyo en la roca submarina y entraron a una especie de campo enorme bajo el agua. Se podían ver los intensos rayos de sol atravesando la superficie y se podían sentir los impactos de la lucha con los bamboleos del submarino, pero aparte de eso no tenían idea de lo que estaba pasando arriba.
Después de minutos que les parecieron interminables, el submarino comenzó a ascender, y la alianza de criminales llegó a tierra, a la superficie de Arrecípolis.
La lluvia era mucho más fuerte y el sol quemaba con más intensidad ahí, pero nada de eso se comparaba con los rugidos y explosiones de vapor que surgían de la batalla. Apenas salir del submarino, Ruby levantó la mirada y vio por primera vez el caos total: Garras de fuego de cinco metros se golpeaban contra aletas de agua de igual tamaño, causando explosiones de vapor. Rugidos iban y venían, con tanta potencia que amenazaban con destrozar las sólidas paredes del cráter de la ciudad. Groudon y Kyogre eran pokemon enormes, pero sus ataques y la devastación de su pelea eran tales que apenas se podían ver a la distancia. Solo se alcanzaba a divisar densas paredes de vapor y rocas volando al rojo vivo.
Ruby se bajó del submarino, y sin perder tiempo, se acercó a Magno y Aquiles, quienes también se encontraban absortos en la pelea.
—¿Saben dónde está Wallace?
—Es verdad— recordó Magno— el campeón te dijo que lo buscaras a él.
—¿En serio quieren seguirle el juego a ese granuja?— se quejó Aquiles— Yo digo que ataquemos a esos pokemon con todo lo que tenemos desde lejos. Primero tenemos que congelar a Groudon, y luego electrocutamos a Kyogre.
—¿Y tú crees que si atacamos desde aquí, los rayos les llegarán?— observó Ruby— Deben estar a más de dos kilómetros de distancia. No sé qué pokemon tienes tú, pero los que yo he visto tendrían que acercarse mucho para esperar hacerles daño.
—¿Y qué propones, muchachito?— contestó Aquiles, un tanto irritado.
Ruby suspiró.
—No me gusta admitirlo, pero quiero saber qué es lo que Steven tiene en mente. Quizás él sea un infeliz, pero no creo que su objetivo esté concluido. Él quiere algo más, y quiere que nosotros lo consigamos.
Aquiles apretó los dientes.
—Entonces le estarías dando lo que quiere en bandeja de plata, y sin siquiera saber si su plan funcionará.
Magno se aclaró la garganta.
—Estoy de acuerdo con Ruby, esta vez— admitió— Al menos preguntémosle al líder de gimnasio qué es lo que tiene en mente. Un poco de información no nos vendría de más— Aquiles abrió la boca para replicar, pero Magno no se lo permitió— Si no nos gusta lo que él dice, bien podemos proseguir a tu plan ¿Les parece?
Ruby asintió. Aquiles miró hacia otro lado, enfadado.
Los tres se giraron, y caminaron hacia el norte. Habían surgido desde la zona oeste de la ciudad. Dado que la zona habitable se encontraba en forma de media luna, tenían que subir las escaleras de piedra blanca y adentrarse en los suburbios para llegar al gimnasio.
Tarde se dieron cuenta que las calles y miraderos estaban llenos de gente, puesto que los habitantes de Arrecípolis habían salido de sus casas para mirar la feroz batalla y tratar de entender qué estaba ocurriendo.
Fue por eso que, siendo tres de los criminales más buscados de Hoenn, fueron reconocidos casi al instante.
—¡Son ellos!— exclamó un hombre entre la multitud, apuntando de pronto a los tres hombres— ¡Son Ruby, Aquiles y Magno! ¡Son los jefes de las tres bandas criminales más grandes de Hoenn!
—¡Ellos causaron esto!— exclamó otro— ¡Ellos vinieron a devastar Arrecípolis!
Ruby se pasó una mano por el pelo, cansado. Magno y Aquiles intentaron explicarse, pero apenas pudieron pronunciar media frase antes de ser interrumpidos. Los ciudadanos tenían miedo, comenzaban a culpar a cualquiera que se viera sospechoso. Sin embargo, Ruby vio una oportunidad.
—Aquiles, ayúdame un poco— le pidió.
Antes que el aludido pudiera preguntar para qué, Ruby se le encaramó encima y se subió a sus hombros, para dejarse ver frente a los confundidos ciudadanos.
—¡Gente de Arrecípolis!— exclamó, con los brazos extendidos para llamar la atención— ¡Soy Ruby, el pirómano, y les exijo liberar a todos sus pokemon este día!— entonces apuntó con un brazo hacia los pokemon legendarios batiéndose a muerte en el agua— ¡Si no cumplen mis demandas, dejaré que esos dos pokemon destrocen la ciudad! ¡No crean que alguien pueda salvarlos, pues el mismísimo campeón admitió que tiene mucho miedo para detener este caos! ¡Esta es la verdadera fuerza de los pokemon! ¡Libérenlos o sufran mi ira!
Y sin esperar a que los ciudadanos levantaran armas contra él, Ruby saltó desde los hombros de Aquiles y le mandó una patada al lugareño más cercano.
—¡Aquiles, Magno, nos vamos!— ordenó, luego de mandar a volar a otro hombre que se le había puesto al frente.
Ambos líderes obedecieron sin rechistar, y siguieron al muchacho a medida que este se abría paso en base a combos y patadas.
Los tres corrieron por la ciudad, perseguidos por los iracundos ciudadanos como plagas arteras.
—¡¿Tenías que dar ese maldito discurso?!— alegó Aquiles, cuyo gran cuerpo resultaba más fácil de alcanzar con proyectiles que el de Ruby y Magno.
—Fue brillante— admitió Magno.
—¡¿Qué?!— gritó Aquiles, justo cuando una sartén le golpeó en la cabeza— ¡Si solo los hizo enojar más!
Mientras corrían por los barrios de roca, perseguidos por los ciudadanos, Ruby agarró a Magno y Aquiles y los tiró junto con él hacia detrás de una casa para perder a la multitud de vista. La gente giró en la esquina, pero antes de eso, ellos se apresuraron a esconderse detrás de una pared de roca, y continuar por un callejón oculto.
—¿No te das cuenta?— se extrañó Magno, mientras caminaban por el callejón— Los aldeanos están aterrados, necesitan a alguien a quien culpar, pero Ruby decidió tomar las riendas y hacerles creer que fue él quien trajo a Groudon y Kyogre. Y si la gente le cree, también le temerán mucho más que antes. Si todos sobreviven y se corre la voz, Ruby se convertirá en una leyenda en Hoenn, un semidios.
—¿Y eso qué?— alegó Aquiles.
—Ese es el punto— le hizo ver Magno— Ruby no necesita que la gente comprenda sus sentimientos, quiere hacerse temer para que la le hagan caso y liberen a sus pokemon. Una táctica difícil de desarrollar, pero efectiva si se trabaja bien.
—Gracias— dijo Ruby— Pero creo que me dejé llevar. No debí haber mencionado a Steven.
—¿Ah? ¿Y eso por qué?— inquirió Aquiles.
—Pensé que dejándolo como un cobarde haría daño a su reputación— explicó Ruby— pero ahora todo lo que él tiene que hacer es aparecer y enfrentar a Groudon y Kyogre, y con eso la gente sabrá que mentí.
—No, también fue brillante— lo corrigió Magno— Tomaste ventaja de la situación y usaste la patudez del campeón en su contra. Ahora tiene que aparecer, sino, todos creerán que realmente sabía sobre esto y se acobardó. Y si aparece, nos ayudará a salvar el mundo.
—Precisamente es esa parte la que me molesta— contestó Ruby— Claro, Steven tiene que aparecer para mantener su reputación, pero quién sabe lo que nos hará por haber intentado jugar sus propias cartas contra él...— Ruby bajó la mirada por momentos— me da vergüenza admitirlo, pero le tengo miedo. Steven es demasiado fuerte, mucho más que todo lo que he visto hasta el momento.
Aquiles y Magno miraron a Ruby, por primera vez como un muchacho preocupado de sus amigos, y no como un monstruo que se bañaba en la sangre de sus enemigos. Nunca creyeron ver un lado tan humano de él.
—/—/—/—/—/—
Wallace y Jirachiman se encontraban mirando todo, desde el pequeño islote que contenía el gimnasio. Parecían asientos de primera fila, desde ahí casi podían sentir el calor de la batalla.
En poco tiempo, el trío de criminales cruzó el puente que conectaba el resto de la ciudad con el islote, rodearon el gimnasio y llegaron hasta ellos.
—¿Jirachiman?— se extrañó Ruby.
El aludido saludó con una mano, sin hacer una pose esta vez.
—¿Quién es ese sujeto disfrazado?— preguntó Aquiles.
—Es mejor que no lo sepas— le aseguró Magno.
—Ruby...— lo saludó Wallace, con una voz elocuente— Eres muy valiente de mostrar tu cara por aquí, después de dejarme en ridículo en ciu...
—No tengo tiempo para eso— lo interrumpió— Dime cómo detener a Groudon y Kyogre antes que destruyan el mundo, rápido.
Aquiles y Magno tragaron saliva, contrariados de la brutalidad del chiquillo para pedir un favor. Luego miraron a Wallace, el cual parecía intentar mantener una inmensa rabia bajo control.
—Ese secreto ha sido protegido por mi familia por generaciones— aseguró Wallace— Si crees que te diré algo tan importante sin una buena lucha antes, entonces estás muy equivocado.
—Una pelea, me parece bien— accedió Ruby— Pero si gano, tendrás que darme tu certificado y decirme cómo detener a Groudon y Kyogre.
—¡Esas son dos condiciones, niño!
Ruby se cruzó de brazos.
—Si no quieres, no peleamos.
Wallace se mordió los dedos, parecía a punto de perder los nervios.
—¡Bien, acepto!— cedió— ¡Pero si tú pierdes, me entregarás todos los certificados que has obtenido hasta ahora y te dejarás capturar!— entonces pareció recobrar su compostura— Y yo te entregaré a las autoridades, y todos sabrán que fue Wallace el magnífico quien te venció.
—Me parece bien— aceptó Ruby.
Al decir eso, todos sus pokemon salieron de sus pokebolas, listos para luchar.
—¡Por fin!— exclamó Smoky— ¡No soportaba más tiempo sin dar un buen golpe!
—Oye, tranquilo, viejo— le espetó Fiercy— Tampoco es como si fuera el último jefe o algo así.
—¿Deberíamos estar haciendo esto ahora?— preguntó Brainy en voz alta— Todo esto del fin del mundo parece más urgente que una batalla.
—Tómatelo con calma— le aconsejó Kitten— Parece que esos dos se tomarán su tiempo para destruir el mundo.
—Viejo, no sabe lo que le espera— comentó Birdy.
—Espera ¿Cuántos pokemon tienes?— alegó Wallace.
Ruby hizo rodar su ojo.
—¿Vas a aplicarme todo el reglamento o vamos a pelear?
—Elige seis, y entonces pelearemos— apuntó Wallace.
—Como quieras ¿Quién no tiene ganas de pelear?— preguntó el muchacho.
Ninguno de sus pokemon levantó la mano.
—Bien... Beauty, tú ya has hecho bastante por hoy. Y... ¿Smoky?
—¿Estás bromeando?— exclamó el Blaziken— ¡Siento que hace años no peleo!
Ruby se encogió de hombros.
—¿Jaws?
—¡Yo también quiero pelear!— exclamó el Vibrava.
Ruby suspiró.
—Yo puedo salir de la pelea— se ofreció Brainy, mientras se alejaba del grupo de pokemon.
—¡Excelente!— bramó Wallace— ¡Que empiece el duelo!
Inmediatamente sacó a sus pokemon, todos de agua: Un esbelto Milotic, un enorme Wailord, un sonriente Whiscash, un bailarín Ludicolo, un tranquilo Sealeo y un pequeño Luvdisc.
Beauty se fijó en el Milotic de Wallace, era el mismo que la había perseguido en el rescate de Sunny. Este se dio cuenta que ella lo miraba, y le guiñó un ojo. Beauty se sonrojó, y bajó la mirada. Luego se fijó en Brainy, a su lado.
—¿Por qué quisiste salir de la pelea?— le preguntó.
—No soy precisamente una fanática del fervor de la batalla— contestó con naturalidad— Para mí es un medio, no un fin. Además, hay unos pensamientos muy interesantes flotando por esta ciudad, y me interesa ponerles atención.
—Ah, ya veo.
—Muy bien, niños— Ruby se paró en frente de sus pokemon, a diferencia de Wallace, que se encontraba detrás de los suyos— Este es el último líder de gimnasio ¡Enséñenle de qué estamos hechos!
Los pokemon no contestaron ni golpearon sus palmas contra sus puños. Simplemente se lanzaron contra los enemigos, con ojos de victoria.
El Milotic controló el agua a su alrededor para arrojársela a Smoky en una feroz ola, pero este saltó muy alto y la esquivó. Mientras, el Sealeo abrió la boca apuntando a Birdy para atacarlo con un multicolor Rayo Aurora, sin embargo este fue más rápido y le lanzó una patada desde el aire. Por otro lado, el pequeño Luvdisc le guiñó un ojo a Kitten, pero esta negó con la cabeza y luego lo rostizó con una Onda Voltio.
Fiercy se lanzó sobre el Ludicolo para arrancarle la cabeza a mordidos, pero al hacerlo vio bolas de luz saliendo de su cuerpo, al tiempo que sintió que buena parte de su energía se desvanecía.
—Oh, no harás eso— le espetó.
Seguidamente se bajó de él para derribarlo de un empujón, y ahí volvió a encaramársele para terminarlo.
Por su parte, Aria se aproximó al Whiscash desde el aire para atacarlo con sus alas, pero entonces él miró hacia arriba, abrió su boca y le arrojó un rayo de energía ultra potente, que la empujó hacia el agua. Sin embargo, Aria retomó el vuelo antes de caer completamente, y regresó donde el Whiscash para arremeterlo con todo lo que tenía, mientras este recargaba sus energías.
Ruby no se quedó quieto mientras sus pokemon peleaban, y se dirigió directamente hacia Wallace.
—¡Estás acabado!— exclamó, mientras le lanzaba un combo a la cara.
Wallace lo esquivó por los pelos, contrariado. Sabía que Ruby se usaba a sí mismo en combates pokemon, pero no supuso que iría con todo desde el principio. Sin embargo, no le resultaba un mayor problema.
—No eres el único que ha aprendido movimientos pokemon— contestó el líder de gimnasio.
Antes que Ruby pudiera recobrar su postura, Wallace juntó sus manos como si fueran fauces, y de ellas salió disparado un pulso de agua, que golpeó al muchacho en el pecho. Ruby fue arrojado varios metros hacia atrás. Cuando abrió el ojo, todo le daba vueltas.
—Rayos, estoy confundido— observó.
Se sacudió la cabeza, y para su sorpresa, se le pasó de inmediato. Entonces vio a Wallace aproximarse, sus manos cubiertas por unos cuantos litros de agua, listo para lanzar otro ataque. Sin embargo, el chiquillo se le adelantó, se paró de un salto y le dio un par de combos en la cara y el estómago. Wallace retrocedió unos pasos, pero no se mostró demasiado afectado por el golpe, por lo menos hasta que intentó contraatacar. Entonces apuntó con sus manos hacia él mismo, y sin querer se lanzó un Hidropulso en toda la cara.
—¡Argh!— gritó, sorprendido— ¡¿Qué me hiciste?!
Pero para cuando preguntó, Ruby ya se encontraba sobre él. Su puño arriba, su ojo enfocado, su sonrisa segura de la victoria. Wallace no tuvo tiempo de reaccionar, ni logró hacer nada mientras Ruby lo golpeaba una y otra vez en todo el cuerpo, como a un saco de arena.
[...]
Jaws tuvo que impulsarse con todas sus fuerzas hacia un lado para esquivar la enorme ráfaga de viento helado que el Wailord le mandó por tercera vez. Entonces aprovechó para acercársele con una Finta, golpearlo en la espalda con su cola y escapar antes que el enorme pokemon lo agarrara con una de sus aletas. A continuación regresó a toda velocidad para lanzarle un Dragoaliento, sin embargo al hacerlo, el Wailord se dio vuelta y desde su espiráculo le arrojó un potente chorro de agua, que lo mandó contra una de las paredes del gimnasio. El chorro fue tan fuerte que Jaws por poco perdió la consciencia, mas luego advirtió que su contrincante abría la boca a la distancia para atacarlo con una Ventizca, por lo que ignoró el dolor en todo su cuerpo y levantó vuelo rápidamente para eludirlo. Jaws se apresuró a acercarse al Wailord mientras este terminaba de lanzar su ataque de hielo, y en un ataque de inspiración desesperada, se encaramó a su espalda, metió la boca por el espiráculo y arrojó todo el fuego azul que le quedaba.
El Wailord gritó de dolor, mientras sus entrañas eran quemadas por el Dragoaliento. Seguidamente cayó de rodillas, y finalmente se desplomó sobre el suelo, fuera de combate.
Jaws se quedó parado por un buen rato, jadeando. Guardó un momento de silencio, impresionado por lo que había hecho y aterrado con su enemigo, aún después de haberlo vencido. Entonces oyó lentos aplausos, de parte de un par de palmas. Pronto otras manos se le unieron, formando un coro de celebración. Jaws levantó la mirada, y se dio cuenta que eran sus amigos quienes le aplaudían. Todos ya habían terminado con sus adversarios.
El pequeño Vibrava sonrió, e intentó decir un chiste, pero nada salió de su boca. En vez de eso, su cuerpo entero comenzó a brillar, a crecer y a cambiar de forma. En pocos segundos el brillo desapareció, y Jaws miró a sus compañeros, esta vez desde arriba.
—¿Ah?— balbuceó, anonadado.
—¡Jaws, evolucionaste!— exclamó Kitten.
—¿Qué? ¿Yo?— inquirió el joven pokemon, sorprendido.
Entonces Kitten se acercó para abrazarlo, y él advirtió que ahora la pasaba por más de una cabeza de altura.
—Ah... ¡Evolucioné!— exclamó, alegre.
Los demás pokemon se acercaron para felicitarlo, también. Ruby no perdió la oportunidad de revisar su Pokedex.
—Dice que ahora eres un Flygon, "el alma del desierto".
Jaws abrió mucho los ojos, mientras que los demás casi se cayeron de la risa.
—¡Cuidado!— bromeó Fiercy— Aquí viene don "alma del desierto".
—¡Sálvanos, "Alma del desierto"!— le siguió Kitten.
—¡Agárrenlo, para que no se desvanezca!— agregó Birdy.
—Ya, déjenlo— intentó defenderlo Smoky, intentando esconder su risa en vano.
Jaws se limitó a agachar la cabeza con vergüenza. En circunstancias normales habría intentado replicar las bromas de sus amigos, pero en ese momento no lo sintió necesario. Después de todo, tras haber cambiado el agua de Brainy por jugo de bayas picantes, de haber anudado las zapatillas de Ruby entre sí para que se cayera, de haber arrojado una cáscara de baya latano a Smoky, de tirar al suelo la toalla con que Beauty se cubría del resto del grupo una mañana y tantas otras bromas, supuso que se lo merecía. En cierta manera entendía a sus amigos, era su forma de decirle que estaban orgullosos de él.
Mientras sus pokemon celebraban la evolución de Jaws, Ruby se giró hacia Wallace. Este se encontraba agachado en el suelo, con una mano en la mejilla adolorida y otra sosteniendo una pokebola con su Wailord.
—¿Y bien?— el muchacho se plantó frente a él, con las manos en la cintura.
Wallace hizo rodar sus ojos, furioso por dentro.
—Tienes que dirigirte al pilar celeste. Si las leyendas son ciertas, encontrarás lo que buscas en la cima de la torre. Hay un mapa con la ubicación de la isla en el gimnasio— señaló con la cabeza el edificio junto a ellos— solo pídeselo a uno de mis estudiantes.
—¿Y...?
Wallace resopló con frustración. Se llevó una mano al bolsillo y extrajo una pequeña medalla de oro, solo que aquella no era una medalla. Ruby tomó el certificado y lo examinó con detenimiento: Tres gotas de agua semejantes a triángulos, formando otro al medio.
—¿La trifuerza?— se extrañó el muchacho.
—¡No!— exclamó Wallace— Es mi certificado, está hecho con la forma de la medalla Lluvia. Intenta no perderlo por ahí ¿Quieres?
—¡Muy bien!— exclamó Ruby, y se dio vuelta hacia sus pokemon— ¡Niños, vencimos al último líder de gimnasio!— luego se volteó hacia Jirachiman, el cual había estado mirando todo en silencio— Cuando terminemos aquí, iremos por el campeón. Más le vale prepararse.
En eso, Magno y Aquiles salieron apresuradamente del gimnasio de Arrecípolis.
—¡Ruby, no hay tiempo qué perder!— exclamó Aquiles.
—¡Ya tenemos el mapa! ¡Vamos al Pilar Celeste!— agregó Magno.
—Sí, tienen razón— Ruby se puso de pie, y apuntó hacia el submarino del equipo Aqua, que se podía divisar desde donde se encontraban— ¡Hacia el Pilar Celeste!
—/—/—/—/—0—\—\—\—\—
¿A quién prefieren como campeón? ¿Wallace o Steven?
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Flygon, el pokemon Místico:
—Peso: 82 kg
—Altura: 2 m
—Observaciones:
-Vuela tan rápido que casi no se le ve
-Su cuerpo está basado en el de una hormiga león y en el de un parasaurolophus (de ahí el tipo dragón, supongo)
-Puede llegar a vivir 500 años
-Al volar en el desierto levanta arena, formando una tormenta en donde se cubre.
-Se le conoce como el alma del desierto, eso se debe a que sus alas producen melodías al batir. Como se oyen melodías cuando hay tormenta, dicen que es el alma del desierto.
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