La Canción que detuvo al Volcán
—¡Es Sunny!— exclamó Brainy, con una mezcla de rabia y miedo en su voz.
Todos se giraron hacia donde su compañera apuntaba, la calle estaba poblada de gente y autos, con un flujo tranquilo y relajado de puerto. Pero aunque no pudieran verlo, estaban seguros de que pronto sentirían la explosión de ira de Sunny en sus caras, si no hacían algo rápido.
—¿Quién es Sunny?— alcanzó a preguntar Robin.
—¡Todos, entren a sus pokebolas!— rugió Ruby.
Pero sus pokemon no planeaban obedecer aquella orden, y el muchacho ya se lo imaginaba. Por su parte, Birdy metió una mano en la mochila de su entrenador para encontrar una pokebola donde meterlo, pero en ese momento un tremendo dolor se esparció desde la raíz de su encéfalo, a través de la columna vertebral y los nervios hasta cada centímetro de su piel.
—¡Argh!— gritó, sujetando su cabeza para apaciguar la sensación.
—¡Birdy!— exclamó Aria, junto a él— ¡Birdy! ¿Qué ocurre?
Brainy se giró hacia Birdy y evitó explicar lo que ocurría. Desde donde estaba podía comprender perfectamente lo que estaba pasando, cómo habían caído en la trampa de Sunny y cómo estaban a escasos segundos de ser derrotados. Cada instante contaba, no podía perderlo con explicaciones.
—¡Aria, Birdy, llévense a Ruby!— exclamó.
Aria la miró con una cara desconcertada. Brainy supuso que querría respuestas, pero ella no se las daría. Birdy, recuperándose del dolor en su espina a fuerza de voluntad, afirmó los hombros de Ruby entre sus garras y agitó las alas para despegar, pero al hacerlo otro impacto de dolor removió su sistema nervioso, y lo obligó a caer frente a su entrenador.
Ruby lo tomó en brazos, mientras el resto lo rodeaba en posición defensiva. Aria y Robin les siguieron la corriente, captando que la tensión les imposibilitaba respuestas por el momento.
—Esto es malo, es muy malo— murmuraba Brainy.
—Calma— le ordenó Smoky— Aquí vienen.
Casi como si lo hubiese invocado, después de las palabras de Smoky observaron una explosión de fuego varias calles frente a ellos, desde la cual un cuerpo salió disparado hacia el aire. La gente a su alrededor también vio la explosión, y comenzó a correr a toda prisa en la dirección contraria.
—¡Es él!— bramó Smoky— ¡Rápido, llévense a Ruby! Yo lo detendré.
Kitten y Fiercy tomaron a Ruby de las manos para llevarlo consigo, mas apenas voltearse, dos figuras descendieron del cielo para bloquearles el paso. Eran dos pokemon que nunca antes ninguno de ellos había visto; ambos de rasgos finos, con alas delgadas, pero uno de color ojo, mientras que el otro de color azul.
Justo después algo impactó en medio de la calle con tanta fuerza como un meteorito. Al girarse pudieron ver a un macizo pokemon de acero brillante, de ojos similares a botones luminosos. Detrás de él cayeron dos pokemon más, igual de pesados; el de la derecha era de hielo y tenía una ligera niebla helada cubriéndolo, mientras que el otro parecía estar hecho de distintas clases rocas. Kitten reconoció a este último.
—Rayos ¿Él también?
Apenas decir esto, otro impacto reclamó su atención. Cuando se giraron, se encontraron con el asfalto destruido y a un Typhlosion sacudiéndose el polvo de la ropa como si nada. La gente y los autos debajo de él quedaron hechos pedazos.
Entonces miró a Pokemon Gijinka, y sonrió con complacencia. Luego se les acercó hasta una distancia en que pudieran hablar, calcinando con sus manos a la gente que se interpusiera en su camino, y lo mismo hicieron sus subordinados, hasta arrinconarlos a todos en algo semejante a un círculo.
Sunny se tomó un momento para mirar las caras de rabia de los pokemon. Conocía muy bien esa mirada, eran los mismos ojos de los pokemon salvajes a punto de ser capturados, por mucho tiempo sus propios ojos. Se quedó ahí plantado mientras la gente se marchaba, esperando la oportunidad de hablar sin ruidos molestos interrumpiéndolo.
—Tiempo sin vernos— saludó escuetamente. Luego dedicó un momento a contemplar a todos los acompañantes del muchacho— Veo que has reunido a más seguidores para que peleen por ti.
—Y yo veo que has hecho amigos— contestó Ruby— me alegro, comenzaba a temer que estuvieras solo.
Esto pareció irritar a Sunny.
—Fingir que te preocupas por mí no cambiará tu destino, asesino.
—Y llamarme asesino no te exculpa a ti de las masacres que has cometido— Ruby frunció el ceño— Sunny, pensé que querías vengarte contra mí, y lo entendía, pero arrasar con ciudades enteras es ridículo.
El Typhlosion no aguantó más. Avanzó hacia Ruby y lo agarró con fuerza por el cuello de la camisa para acercarlo a su cara. Los pokemon del muchacho tensaron sus músculos, pero en eso fueron sujetados por los compañeros de Sunny.
—Tú no me puedes sermonear sobre ser cruel ¡Especialmente tú!
—¡Tú no eras así, Lovely!— contestó Ruby— ¡¿Qué pasó con el amable Cyndaquill que se preocupaba de los demás?!
—"¿Qué pasó?"— repitió Sunny, tan furioso que parecía que iba a explotar en cualquier momento— ¿Que qué pasó? ¡TÚ NO TIENES DERECHO A PREGUNTARME QUÉ RAYOS PASÓ! ¡TÚ ME CONVERTISTE EN LO QUE SOY! ¡Y AHORA PAGARÁS LAS CONSECUENCIAS!
Sunny levantó una mano envuelta en intensas llamas a la altura de la cara de Ruby. Solo tendría que taparle el único ojo que le quedaba con esa mano y conseguiría su tan ansiada venganza. En un instante recordó todas las veces que aquel muchacho le había ordenado sobrepasar los límites de su cuerpo y su mente para fortalecerse, las caras de sus amigos antes de morir, el miedo de ser el próximo y de verse solo en un mundo imponente y cruel, la desesperación al escapar de aquel monstruo y el odio que lo ayudó a sobrevivir todos esos años. Ya todo acabaría. Sunny acercó su mano ardiente a la cara de Ruby...
—¡Detente!— vociferó Smoky.
Sunny se detuvo para oírlo, tan solo porque se lo pedía un pokemon. Luego se giró hacia el Blaziken, y para su sorpresa, en su cara vio desesperación.
—Ah, claro. Tú eres ese pokemon emplumado con el que hablé la otra vez— lo reconoció Sunny— ¿Qué quieres? ¿Te gustaría ser tú quien le quite la vida a este mugroso?
Pero Smoky negó con la cabeza.
—Por favor...— rogó, su cabeza gacha, su mandíbula apretada— por favor, no le hagas nada. No sabes lo que Ruby significa para mí, para todos nosotros. Si no fuese por él, yo seguiría apresado en ese maldito laboratorio.
Mas Sunny bufó con arrogancia.
—Eso es lo que crees, pero si no hubiera sido Ruby, entonces habría sido yo quien te liberara de ese laboratorio del que hablas, chiquillo ¿Qué no ves? Te está manipulando— dirigió la mirada a los demás pokemon de Ruby— ¡Los ha estado manipulando a todos ustedes! Están ciegos porque creen que le deben algo, porque creen que les dará amor ¡Pero eso no es más que una mentira! No necesitamos a un humano como este. Únanse a mí, y juntos construyamos un reino para los pokemon, por los poke...
—¡Ya cállate!— exclamó Fiercy, interrumpiéndolo— ¡Tú eres el único ciego aquí! ¿Cómo no puedes ver que Ruby ha estado tratando de enmendarse todo este tiempo? ¿Crees que nos ha capturado a alguno de nosotros por la fuerza? ¡A Smoky lo liberó de un laboratorio, a mí me acogió cuando perdí a mi madre, a Brainy la protegió cuando su mejor amigo quería cazarla! ¡Pregúntale a cualquiera de nosotros! ¡Cualquiera! Aquí no hay un solo pokemon que siga a Ruby sin haberlo decidido— entonces mostró los dientes, amenazante— Te aseguro que si no te das la vuelta ahora mismo, algún día apareceré cuando menos te lo esperes y te voy a...
Pero en ese momento Sunny la abofeteó, haciéndola callar.
—¡No necesito que me entiendan!— contestó, irritado— Solo quería darles una oportunidad, maldición. Pero veo que a nadie le importa, así que déjenme acabar con el trauma de mi niñez de una vez por todas.
Sunny prendió su mano en fuego. Ruby la miró, se veía muy caliente. Un instante con eso en su cara y moriría, sin dudas. Aun así no se resistió cuando su ex compañero comenzó a acercar sus garras hacia su frente. Después de todo se lo merecía.
—¡Un momento!— exclamó Robin.
Las llamas en la mano del Typhlosion se extinguieron, así como lo haría su paciencia si no dejaban de interrumpirlo.
—¡¿Qué?! Maldición ¡¿Qué?! Cualquier truco que intentes no te servirá ¿Oíste?
—No, si ya me di cuenta— aseguró Robin— Y tampoco veo que vayas a matar a los pokemon, solo quiero asegurarme de salvar mi propia vida.
Sunny mostró los dientes.
—¿Y por qué te dejaría vivir a ti, jovencita?
—Porque tengo información importante sobre el Alto Mando. Te puedo indicar cómo llegar y cómo superar al campeón fácilmente. Soy su hermana menor, lo conozco bien.
Sunny se cruzó de brazos.
—Pues sí, me interesa esa información, y ciertamente te pareces a él, pero... ¿No vas a intentar salvar a Ruby? ¿Vas a traicionarlo tan fácilmente?
Robin se encogió de hombros.
—¿Qué puedo decir? No me importa si muere, solo déjenme fuera de sus conflictos.
—¡¿Qué?!— exclamó Fiercy— ¡¿Tú?! ¡¿Nos vas a abandonar así como así?!— intentó zafarse, pero los brazos de Regirock eran muy fuertes para ella— ¡Ya verás, maldita traidora! ¡Te arrancaré la espina con mis dientes! ¡Te arrancaré los brazos y las piernas y te obligaré comértelas! ¡Y después...
Sunny levantó la mano para golpearla de nuevo, pero esta vez Ruby, el único a quien no tenían apresado, le sujetó la muñeca a tiempo. El Typhlosion tuvo el impulso de zafarse y golpearlo a él de una vez por todas, pero al ver su ojo rubí clavado en él, por alguna razón inexplicable se abstuvo. Fiercy, al ver esto, se calló sola.
—¿Y bien? Estoy esperando esa información— apresuró Sunny, fingiendo que el reproche de Ruby no tenía ningún efecto sobre él— Si estás intentando ganar tiempo, te mataré antes que a este ¿Entendido?
Robin sonrió, segura de sí misma.
—Tranquilo. Acércate un poco, es información confidencial.
Curioso, Sunny se acercó un paso. Robin le hizo un gesto con su cabeza para que se acercara más, por lo que él cedió. Entonces, cuando sus cabezas se juntaron lo suficiente como para conversar entre susurros, Robin abrió bien la boca y comenzó a cantar.
Al principio la potencia de su voz sorprendió a Sunny, el cual retrocedió instintivamente para proteger sus oídos. Luego comenzó a verdaderamente oír la canción. Era hermosa, una melodía que lo tomó de las axilas y lo hizo sentir más liviano. Pronto comenzó a olvidar lo que estaba haciendo ahí, sus sentidos se separaron de todo, sus párpados le pesaron. Intentó mantenerse despierto, pero esa voz era demasiado, no podía combatirla.
Los demás también comenzaban a cerrar sus ojos, incluso los Regis comenzaron a tener problemas para mantenerse alerta. Ruby y sus amigos no fueron la excepción, pero entonces un dolor demoledor impactó justo en la zona posterior de sus cerebros, y los despertó como un balde de agua helada en una mala noche.
Cuando se dieron cuenta, frente a ellos se encontraban tirados por la calle Sunny, los tres regis, ambos pokemon Eón y Fiercy, completamente dormidos.
—¿Qué... ¿Qué fue eso?— inquirió Smoky.
—Después se los explico— prometió Robin— Que alguien tome a Fiercy, nos tenemos que largar de aquí ¡Ahora!
Smoky se echó a Fiercy al hombro, y junto con los demás, siguió a Robin hacia arriba.
—¡Corran!— apremió la muchacha, como si tuvieran prisa.
Ruby y los pokemon se mostraron confundidos, pero en ese momento Brainy se adelantó.
—¡Luego les explicamos! ¡Ruby: tú y Robin corran al centro comercial! ¡Los demás, métanse a sus pokebolas! ¡Rápido!
Ni tontos ni flojos, el grupo obedeció las órdenes de Brainy, y en un minuto ambos jóvenes humanos avanzaban solos a través de callejones y pasadizos oscuros hacia el edificio más grande de ciudad Calagua.
Pronto llegaron a las escaleras, donde la gente se veía más calmada. Ahí se mezclaron en la multitud y fingieron ser una pareja de vagabundos, ayudándose de sus ropas roídas y el mal olor de su sudor.
Entonces, desde arriba, apareció una tropa de policías corriendo a toda prisa hacia la calle principal. Robin y Ruby se escondieron en una esquina, con un grupo de turistas que parecían demasiado emocionados en el revuelo para reparar en su presencia. Los policías corrían y corrían escaleras abajo, y no paraban de aparecer. Después de unos momentos de ver uniformados apresurándose hasta los pies de la escalera, Ruby comprendió que tamaña cantidad no significaba nada bueno.
De pronto la fila de policías llegó a su fin. Y ahí, al final de todo, una figura sombría y con cara de pocos amigos se alzó. A diferencia de los otros, este policía caminó lentamente, con calma. Su semblante implacable. A los muchachos no les tomó más de un vistazo reconocerlo.
—¡¿Cops?!— exclamaron Robin y Ruby, para sus adentros, y se escondieron aún más entre el grupo de turistas.
El agente Cops descendió a lentamente, escalón por escalón, aumentando paso a paso los nervios de los chiquillos. Solo se atrevieron a seguir su camino hacia el centro comercial cuando el agente les dio la espalda, y aun así, ni siquiera se atrevieron a dar más vistazos sobre el hombro por la posibilidad de que este los mirara al mismo tiempo y los identificara. Quizás podían enfrentarlo dos a uno, pero arriesgarse frente a tamaña fuerza policial habría sido estúpido.
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Ruby contempló ciudad Calagua desde la cima del centro comercial. Ahí arriba la brisa acariciaba su rostro, como si fuera un día de lo más tranquilo. Se encontraba apoyado sobre la baranda, en el borde. Por debajo, a una gran distancia, un gran tumulto se apelotonaba en la avenida principal.
De repente se dio la vuelta para mirar a Robin. Ella se tomaba un jugo, sentada en una mesa bajo un quitasol. Se veía pensativa.
—Bien hecho— dijo Ruby al fin. Robin levantó la mirada, un tanto sorprendida
—¿Qué cosa?
—Sacarnos de ahí. Por un momento en verdad pensé que iba a morir. La idea de dormirnos y al mismo tiempo atacarnos con un Psíquico para despertarnos fue muy buena.
—En verdad se le ocurrió a Brainy— confesó Robin— Yo solo hice lo que me dijo.
—Aun así, muy bien hecho.
En ese momento Brainy salió de su pokebola y se acomodó en el pecho de su entrenador.
—¿Eso piensas?— se cruzó de brazos con soberbia— Creo que me he ganado un premio.
Seguidamente se señaló la mejilla y levantó un lado de la cara. Ruby se sonrojó por un momento, luego suspiró, resignado. No era de esos que solían mostrar su afecto en público, pero Brainy estaba en derecho de cobrar su premio, así que él pasó una mano por su cintura, con la otra le tomó delicadamente el mentón para sujetar su cabeza, y con sus labios le dejó un beso marcado de rubor en su blanca piel.
Robin no pudo evitar sentir envidia al ver a Brainy sonrojándose después de aquel inocente beso.
—Debí haberme aprovechado de Ruby cuando tuve la oportunidad— fantaseó— ¿Quizás emborracharlo?
—Entonces te habría roto el cuello— oyó la voz de alguien más en su mente.
Robin se giró hacia Brainy y, por un instante, la Gardevoir despegó la vista de su entrenador para dirigirle una mirada asesina. Esta, un tanto avergonzada, se hundió en la mesa.
—No es justo— pensó.
Ruby se recostó sobre la baranda y miró al cielo.
—¿Entonces sentiste a la policía cerca?— le preguntó a Brainy.
—Sí. No podíamos luchar contra ellos y el grupo de Sunny a la vez, así que le pedí a Robin que cantara para darnos una salida.
—Ya veo, fue por eso que estaban tan apuradas cuando escapábamos
—Oigan, no entiendo nada— alegó Robin— ¿Quién es ese Sunny? ¿Y qué problema tiene contigo?
—Vaya, Kitten en serio es reservada para sus cosas— se quejó Ruby— Sunny es...
Pero entonces Brainy realizó un movimiento rápido, desplazándose de un lado a otro del cuerpo de Ruby y dándole la espalda para protegerlo de algo en el aire. Ambos humanos se alertaron por su forma de actuar.
—¿Brainy?— la llamó Ruby.
—Algo viene— les advirtió— No lo veo.
Los tres se quedaron mirando a un punto en el cielo, Brainy concentrada y atenta, mientras que los humanos no sabían a dónde mirar. Finalmente Robin se rindió.
—¿Qué deberíamos estar buscando?— le preguntó a Briany.
Pero no respondió su pregunta. En vez de eso, Brainy se irguió con autoridad y habló a alguien que parecía no estar ahí.
—¡Muéstrate o atacaré! Puedo sentir tu mente.
Al instante, una figura apareció lentamente en la esquina a la que Brainy miraba con atención. Fue como si se formara a sí misma usando chispas de luz. Cuando se dejó ver por completo, pudieron confirmar que se trataba de la pokemon de color rojo y alas delgadas que acompañaba a Sunny.
Inmediatamente el resto de los pokemon de Ruby salieron de sus pokebolas, excepto por Fiercy, la cual seguía dormida. Todos se prepararon para atacar a la compañera de Sunny, pero esta alzó las manos en señal de paz.
—¡Sunny va a ser ejecutado!...— exclamó, con los ojos llorosos y la voz quebrada— por favor, no sé a quién más acudir.
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