La Batalla de Arrecípolis


Ruby, Magno y Aquiles se acercaron al submarino del equipo Aqua. El muchacho se subió con agilidad, mas al darse la vuelta se dio cuenta que ninguno de los otros líderes lo seguía. Ambos permanecían en tierra, quietos.

—¿Qué les pasa?— les preguntó el chiquillo— ¿Todavía quieren dominar el mundo o algo así?

—Me parece mejor que tú vayas— le espetó Aquiles— Tú sabrás qué hacer en el Pilar Celeste.

—Así es— lo corroboró Magno— Nosotros solo te estorbaríamos. Déjanos tratar de detener a Groudon y Kyogre hasta que vuelvas.

Ruby los miró con desconcierto. Luego subió la mirada hacia los pokemon legendarios, batiéndose ferozmente a lo lejos.

—Es muy probable que mueran si intentan cualquier tontería— les indicó Ruby.

Pero Aquiles y Magno se echaron a reír.

—No te preocupes por nosotros, niño— lo regañó Aquiles.

—Nos enfrentamos a "Ruby el terrible" y salimos vivos— le recordó Magno— ¿Qué tan peligrosos pueden ser un par de pokemon?

Ruby no pudo evitar sonreír de lado con sus bromas. Finalmente asintió y descendió hacia el interior de la nave. Aquiles les dio instrucciones a un puñado de sus hombres para que llevaran al chiquillo donde indicaba el mapa, y se llevó a todos los otros consigo. La escotilla se cerró, y el submarino se sumergió en el agua. Aquiles y Magno se vieron pronto sin Ruby.

—¿Crees que logre encontrar la llave para detener a los legendarios?— le preguntó Aquiles a Magno.

—No— contestó Magno con franqueza— Pero si hay alguien que tiene una oportunidad de golpear a Steven Stone en la cara, ese es Ruby. Además, él no tiene la culpa de esto. Es nuestra responsabilidad.

Magno subió la mirada hasta la cara de Aquiles, y por un momento encontró en su rostro una expresión de confianza, un sentimiento de camaradería. Ambos tenían muchas diferencias, pero muchas más similitudes. Estaba decidido: si sobrevivían a todo aquello, invitaría a Aquiles a un trago de su mejor vino.

[...]

Ambos líderes criminales volvieron al islote donde se encontraba el gimnasio pokemon. Jirachiman no se veía por ningún lado, pero Wallace seguía ahí, de pie. Cuando ellos se acercaron, junto con el resto del equipo Aqua, el ex líder de gimnasio se giró hacia ellos.

—¿Qué hacen todavía aquí?— se extrañó Wallace.

—Venimos a impedir que destruyan la humanidad— contestó Aquiles.

—Es verdad, ustedes vinieron junto con Ruby ¿Dónde está él?

—Lo mandamos al Pilar Celeste, como dijiste— reportó Magno.

—¿Y fue solo?— se extrañó Wallace— No importa, ahora tenemos que enfocarnos en los legendarios. A mí tampoco me gusta la idea de que esos dos destruyan el mundo ¿Qué les parece si formamos una alianza?

—¿Hacer equipo contigo?— se extrañó Aquiles— Está bien, siempre te tuve en la mira para el equipo Aqua ¿De qué talla eres?

—¡No voy a usar ese estúpido traje que llevan tus soldados!— rugió Wallace, e inmediatamente se calmó para seguir hablando— Me refiero a una alianza temporal, solo para detener a Groudon y Kyogre ¿Cuento con ustedes o no?

Magno asintió.

—Amigos o enemigos, ahora no importa. Necesitamos toda la ayuda posible.

—De acuerdo, aceptaré que no te unas a nosotros— se lamentó Aquiles.

—¿Tienes alguna idea de qué podemos hacer?— preguntó Magno.

—Eso estaba pensando— admitió Wallace— Groudon y Kyogre pueden tener el poder de dioses, pero siguen siendo pokemon. En teoría, deberíamos ser capaces de debilitarlos.

—¿Sugieres que los ataquemos a ambos a la vez?— se sorprendió Magno.

—Sí, pero debemos ser cuidadosos— agregó Wallace— Si solo debilitamos a uno de ellos, el otro quedará libre para terminar con nosotros. Tenemos que debilitarlos al mismo tiempo.

Aquiles miró a su equipo. Tenía unos ciento cincuenta hombres consigo, los mismos que se había llevado a la cueva submarina a despertar a Kyogre.

—¿Serán suficientes?— se preguntó.

—Muy bien, tengo un plan— clamó Wallace.

Sin esperar a nadie ni explicar nada, el ex líder de gimnasio liberó a su ya recuperado Milotic en el agua, saltó sobre su lomo y echó a nadar a toda velocidad hacia los pokemon legendarios.

—¡¿Y cuál es el maldito plan?!— le gritó Aquiles, desde la distancia.

—¡Síganme!— contestó Wallace, apenas audible.

—¡Argh, por las barbas de mi abuela!— exclamó Aquiles, y seguidamente se volteó hacia sus lacayos— ¡Muy bien, grumetes! ¡Ya oyeron al experto! ¡Todos al agua, AHORA!

Apenas decir esto, el mismo Aquiles liberó a su Sharpedo en el agua y se fue tras Wallace. Magno lo siguió inmediatamente con su Crobat, volando bajo, y al final los soldados del equipo Aqua.

Magno y Aquiles alcanzaron en poco tiempo a Wallace, dada la fuerza y velocidad innata de sus pokemon.

—¿Cuál es el plan, señorito?— le preguntó Aquiles.

—Atacarlos con todo lo que tengamos— contestó Wallace, ojos fijos en su destino.

—¿Solo eso?— se extrañó Magno— ¿No puedes inventar algo más elaborado? ¿No hay alguna piedra mística o un hechizo o un ritual...

—Nada de eso. Están los orbes, pero esos solo sirven para despertarlos. Aunque los tuviéramos en nuestro poder, no servirían de nada.

—Espera, Kyogre se llevó a mi comandante, que en el momento tenía el orbe rojo— recordó Aquiles— ¿Por qué lo hizo?

—¡Groudon se llevó a mi comandante también, con el robe azul!— exclamó Magno, sorprendido— Eso debe significar algo ¿No?

—Los orbes están estrechamente relacionados con ellos— apuntó Wallace— Pueden haberlos tomado consigo por muchas razones, no hay forma de saber por qué.

Finalmente llegaron cerca, o por lo menos, lo más cercano que podían sin morir de un zarpazo de fuego o un aletazo de miles de toneladas. Wallace comenzó a circundar a ambos pokemon, como un depredador que busca el punto débil de su presa. Así mismo hicieron Aquiles y Magno, y luego los soldados Aqua.

De pronto Wallace sacó a todos sus pokemon a la vez, cuando se encontraba próximo a la espalda de Groudon. A algunos les dijo que se fueran donde Kyogre y lo atacaran a distancia, y luego él mismo y su Milotic comenzaron a disparar Hidropulsos y olas potentes hacia Groudon.

—Muy bien, esa es nuestra señal— bramó Aquiles— Yo atacaré a Groudon también.

—Y yo iré por Kyogre, supongo— aceptó Magno.

Los soldados Aqua llegaron pronto con su jefe, y se repartieron en el círculo imaginario para arremeter contra ambos pokemon legendarios con toda la potencia que tenían.

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Lejos de ahí, donde la tormenta de Kyogre y el sol abrasador de Groudon aún no llegaban, un pequeño submarino apareció entre las aguas. Ruby asomó su cabeza por la escotilla, y se encontró con un tranquilo océano.

Advirtió que unos pocos cientos de metros más al norte se encontraba una isla desierta y sin plantas, pero que sostenía una torre alta, muy alta. Su mirada siguió a la torre hacia arriba, y se sorprendió de tener que estirar un montón su cuello para darse cuenta que no podía ver la cima, porque estaba nublado, y la torre sobrepasaba las nubes.

—¿Ese es el pilar celeste?— alegó el muchacho.

—Ese es— le contestó uno de los soldados Aqua— Esta es la ruta 131. Si sigues al oeste te encontrarás con pueblo Oromar.

Ruby asintió. No tenía idea de lo que esa inmensa torre fuera a depararle, ni tampoco sabía lo que necesitaba recoger de ella.

Luego de despedirse de los soldados Aqua, Ruby se subió a lomos de Beauty y atravesó un serpenteante camino de agua, delineado por rocas bien filosas, hasta la orilla de la isla. En ese punto el resto de sus pokemon salieron de sus pokebolas, y todos se tomaron un momento de silencio para admirar la ingente torre.

—Bueno— suspiró Ruby— Al menos no tenemos que escalarla por fuera.

Antes de continuar, aprovechando que no estaban en peligro inminente, Ruby sacó su pokenav para llamar a Sunny, pero este no contestó.

—Oh, bueno. Supongo que estará ocupado— se dijo.

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Habían pasado catorce horas. Los pokemon que nadaban alrededor de los legendarios apenas podían cargar más con el peso de sus entrenadores, y estos difícilmente lograban mantenerse en pie sobre sus compañeros en el agua. Wallace había sido golpeado por una aleta de Kyogre y se había roto varios huesos, por lo que tuvo que retirarse por momentos. El Crobat de Magno había gastado todas sus energías después de seis horas seguidas de volar a nivel del mar, y en consecuencia, Magno había tenido que pedir prestado un Carvanha de uno de los subordinados de Aquiles.

Ambos líderes continuaron el asedio contra los legendarios, y para su sorpresa, parecía tener cierto efecto. Observaron que Groudon y Kyogre respondían a ataques concentrados, alejándose por instantes.

Sin embargo, a pesar de las muchas horas de lucha constante y los miles de rayos, olas y proyectiles que recibían, ninguno de los legendarios parecía medianamente cansado. Ambos estaban tan bien como cuando empezaron.

—Esto es ridículo— bramó Magno, mientras flotaba junto a Aquiles— No lo lograremos. Estos dos son más de lo que podemos manejar.

—Resiste...— contestó Aquiles, sin apartar la mirada del objetivo— Resiste...

Magno lo miró, preocupado. Aquiles ya había pasado su límite, lo único que lo mantenía en pie era su fuerza de voluntad y su tozudez. Quizás ya ni siquiera lo escuchaba, solo se repetía a sí mismo que debía resistir.

Magno se llevó las manos a la sien. Quería terminar con todo eso, su cuerpo le rogaba por descanso ¿Pero cómo podría descansar en medio de esa batalla?

—¡¿Ah?!— exclamó Aquiles, tan fuerte que Magno se asustó.

Al mirarlo, se dio cuenta que el pirata parecía muy sorprendido, con los ojos puestos en un lugar cerca de la cabeza de Kyogre. Magno quiso preguntarle qué era lo que había visto, pero no hizo falta. En ese mismísimo instante, a través de la lluvia, el fuego, las olas y el vapor, advirtió una silueta de pie sobre el señor del mar. La silueta se mostraba insensible frente a la batalla a su alrededor, ni parecía perder el equilibrio a pesar de los muchos golpes titánicos que hacían removerse a Kyogre.

—¿Esa...— preguntó— ¿Esa no es tu comandante?

—Angie...— musitó Aquiles, anonadado— ¿Angie está controlando a Kyogre?

Magno sintió eso como una señal. Inmediatamente nadó hacia Groudon y se concentró en su lomo, y tal como Aquiles, con cierto esfuerzo logró encontrar a su comandante: Flannery. Ella también estaba parada, casi inmóvil, como si no supiera ni le interesara lo que ocurría a su alrededor.

—¡Heeeeeeeeey!— le gritó, pero el ruido de la batalla sobrepasaba varias veces su gastada voz. No iba a oírlo desde la distancia.

En ese momento se giró a Aquiles para decirle que no valía la pena llamar a su comandante, sin embargo notó que Kyogre lanzaba una inmensa ola justo en la dirección en donde el pirata se encontraba.

—No...— se dijo, temeroso— Sal de ahí...— musitó, desesperado— ¡Sal de ahí! ¡Huye!

Magno echó a correr con el Carvanha hacia Aquiles.

Mientras tanto, Aquiles se giró hacia Magno, justo cuando Groudon arrojaba una gigante roca en su dirección.

—Esa roca lo golpeará— se dijo Aquiles— Magno, sal de ahí ¡Magno, sal de ahí, maldición!

Y tal y como su rival hizo, Aquiles echó a correr hacia él con su Sharpedo.

Ambos hombres se acercaron a toda velocidad, valiéndose de los pocos segundos con que contaban para advertir al otro de su cercana muerte. La roca de Groudon y la ola de Kyogre se acercaban por sus espaldas como la hoz de la mismísima muerte, silenciosa y certera.

Y cuando menos se lo esperaban, una sombra pasó entre ellos y los tiró de la ropa con una fuerza tremenda, arrastrándolos lejos de la zona peligrosa.

Solo cuando se vieron fuera de peligro advirtieron que cada uno había estado a un pelo de morir, mientras la enorme roca y la poderosa ola colisionaban con tanta fuerza que se produjo algo semejante a una explosión.

Entonces ambos miraron a la figura que los había sacado del peligro; una muchacha de ropas azules que recordaban a un Swablu, con una máscara de hockey en la cara.

—Caballeros— los saludó Swablugirl— Ustedes dos vayan a descansar, como el resto de sus soldados. Necesitarán sus energías para cuando la pelea se ponga fea.

—¿Quién eres tú?— inquirió Aquiles, ya sin aliento para reclamar nada.

—¿Yo?— se extrañó Zafiro— Yo soy la Swablugirl, y estos— apuntó detrás de sí, donde un Swampert y un Aggron cargaban con un Zangoose, una Seviper y un Absol en sus lomos— son los Swablukids.

Aquiles y Magno miraron a sus pokemon flotando en el agua, y luego a la muchacha parada sobre la superficie como una especie de mesías.

—¡¿Y cómo rayos tú puedes caminar en el agua?!— exclamó Magno, esperando que su cerebro no le estuviera pasando factura.

—Usando Surf, por supuesto. Y no camino sobre el agua, solo la impulso desde abajo hacia mis pies. No es nada del otro mundo.

Aquiles se sacudió la consternación.

—Aunque puedas caminar en el agua, no podemos dejarte sola con esas dos bestias— apuntó.

—Ah, pero no estoy sola— aseguró ella.

En ese momento Zafiro miró hacia arriba, con lo que ambos hombres la imitaron, y al hacerlo notaron que en el cielo, dirigiéndose hacia ellos a toda velocidad se encontraban los soldados del equipo Magma. Eran cientos, volando hacia la ciudad con sus Swellow, sus Golbat y sus Skarmory a través de la tormenta.

—¡¿Pero cómo supieron?!— exclamó Magno, contrariado.

—Alguien nos dijo qué estaba pasando. Es una larga historia, ahora váyanse.

Pero en ese momento un hombre surgió desde el agua, junto a la muchacha. Era grande y fortachón, y su camisa abierta dejaba al descubierto su abultado torso.

—Tú debes ser Swablugirl— le espetó— Me dijeron que siguiera tus órdenes.

—Lo soy, y si quieres salvar el mundo, tienes que hacer exactamente lo que yo te diga— le contestó ella.

Entonces el hombre se fijó en los dos líderes de los equipos criminales, reconociendo a Aquiles.

—¡¿Jefe?!— exclamó.

—¿Matt?— se extrañó el aludido

Pero no pudieron hablar, pues en ese instante apareció otro hombre junto a Zafiro, esta vez un soldado del equipo Magma, con una capa roja y una cara de pocos amigos.

—¿Tú eres la Swablugirl?— le espetó— Mis hombres y yo estamos a tus órdenes, al parecer.

—Bien— contestó esta.

—¿Tabitha?— se extrañó Magno.

—¿Oh? Vaya, no creí encontrarlo aquí, líder— se disculpó el comandante del equipo Magma.

—¿Qué significa esto?— saltó Aquiles

—Es una larga historia, jefe— explicó Matt, el segundo comandante del equipo Aqua— Se ve agotadísimo. Yo lo llevaré a la orilla.

—No— ordenó Aquiles— Estás aquí para ayudar a detener a esos legendarios ¿Cierto? Pues no sé cómo se dieron cuenta de cuál era la raíz del problema, ni cómo llegaron a organizarse tan rápido, pero confío en ustedes. Resistan hasta que me recupere.

—Aquiles tiene razón— lo secundó Magno— Tabitha, trabajen junto al equipo Aqua para arreglar nuestro error. El destino de la humanidad depende de esta batalla.

Zafiro, Tabitha y Matt asintieron, y mientras los dos viejos se marchaban, ellos se dieron vuelta hacia los pokemon legendarios.

—¿Y cuál es el plan, "jefa"?— inquirió Matt.

—¿Cuántos soldados trajiste contigo?— le preguntó ella de vuelta.

—No muchos, unos trescientos, creo.

—¡Pff!— Tabitha se encogió de hombros— Mientras estás en eso ¿Por qué no les ofreces té con galletitas? Nosotros somos seiscientos.

—¡Pues ya había otros ciento cincuenta soldados Aqua en esta ciudad cuando llegamos!— replicó un enojado Matt.

—¡Siguen siendo menos que nosotros!— se burló Tabitha.

*Pero en ese momento una explosión de sonido les paralizó sus cerebros por un instante y los arrojó al agua con su potencia. Cuando salieron para tomar aire y notaron que no había peligro, se fijaron en Zafiro.

—¿Dijiste algo?— preguntaron al unísono.

—Dije "hey"— reclamó ella, en un tono suave— Miren, sé que no se caen bien, sé que tienen una historia, pero si no se tragan su orgullo en este instante y comienzan a trabajar en equipo, todos moriremos antes de que amanezca. Así que van a seguir mis órdenes o yo misma me encargaré de usarlos como proyectiles para que sirvan de algo ¿Oyeron?

Ambos adultos asintieron en silencio, un tanto amedrentaos.

—Muy bien— la chiquilla golpeó su palma con un puño— puede que recibamos ayuda, pero no crucemos los dedos por ahora. Tenemos que actuar por nuestra cuenta.

Zafiro les explicó los detalles de su plan, y seguidamente los despachó cada uno a un lado para que dirigieran a los soldados de sus equipos respectivos.

—¡Swablukids, a mí!

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Cops atravesó el agujero submarino junto a su Azumarill y luego miró hacia arriba, donde el mar se agitaba con violentos zarpazos rojos y azules, y un montón de estelas pequeñas rodeaban a dos inmensas siluetas.

El Azumarill se detuvo por un momento para mirar a su entrenador, pero en la mirada de Cops no había espacio para la duda. Ninguna catástrofe iba a destruir el mundo mientras él respirara.

El pokemon, nervioso, continuó su ascenso hacia el interior de Arrecípolis, hacia la batalla del siglo.

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Latias había pasado volando a máxima velocidad por varias horas. Estaba que se caía por agotamiento, pero ya estaba cerca. Groudon había resultado muchísimo más rápido de lo que todos esperaron, usando la tierra y los túneles subterráneos para acelerar considerablemente. Sunny y su equipo habían intentado seguirle el paso, pero después de medio día les resultó imposible.

Sin embargo, a pesar de todo, encontrarlo no les fue tan difícil; simplemente tuvieron que dirigirse hacia donde el clima parecía querer explotar, allá donde las nubes se arremolinaban y los rayos de sol brillaban con más fuerza, todo al mismo tiempo.

Sunny miraba todo desde su pokebola, nervioso. No lograba comunicarse con el pokenav de Ruby, y eso lo incomodaba. Necesitaba tener noticias de él.

Mientras se acercaban volando a Arrecípolis, Sunny advirtió cientos de manchitas blancas alrededor de las paredes del cráter, como si por alguna razón estuviera enfermo. Pero al acercarse más, casi al llegar al agujero de la cima, se dio cuenta que las manchitas eran en verdad muchos pokemon, eran Absol.

—¿Qué hacen todos ellos aquí?— se extrañó.

—Supongo que sienten la catástrofe que se avecina— comentó Latias, con voz de universitaria en período de exámenes— siempre que pasa algo malo, aparece un Absol. Que haya tantos debe significar que estamos jodidos.

Latias entró en el cráter hacia la batalla, e incluso antes de darle tiempo para aterrizar, los Ubers salieron de sus pokebolas para unirse a la pelea.

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Zafiro y Sumpex nadaron a toda velocidad hacia Kyogre para atacarlo por la espalda, pero al acercarse, un coletazo los sacó volando de ahí. Zafiro describió muchas vueltas en el aire, sin poder estabilizarse, pero en medio del vuelo, dos brazos la atraparon con gentileza y la bajaron al nivel del agua. Cuando se dio cuenta, la muchacha se encontraba en los brazos de Wallace.

—Tú debes ser la famosa Swablugirl— le espetó el ex líder de gimnasio— Soy Wallace, un gusto.

Zafiro se sonrojó ligeramente ante el encanto de Wallace. Sabía que no era el momento para cursilerías, pero le habría agradado encontrarse en esa posición en otro momento.

—Me dijeron que te habías herido de gravedad ¿Ya puedes pelear?— le preguntó ella.

Wallace le guiñó un ojo, con lo que ella se dio por contestada. La muchacha entonces echó a correr hacia Aquiles y Matt, los cuales dirigían los ataques del equipo Aqua por un lado hacia Groudon, en un punto concentrado. Magno, Tabitha y el resto del equipo Aqua hacían lo mismo con Kyogre por el otro lado.

—¿Algún cambio?— le preguntó a Aquiles.

—Groudon y Kyogre están tratando de mantenerse concentrados en la pelea, pero les es difícil así— informó Aquiles— sobre todo con la ayuda de tu amiguito de fuego.

—No, lo acabo de conocer.

Pero entonces Groudon se giró completamente hacia ellos, y los miró con irritación. Kyogre también ignoró a su enemigo mortal para concentrarse en los molestosos humanos, furioso.

—¡Bien!— exclamó Aquiles— ¡Esto es justo lo que queríamos! ¡Sigan así, equipo Aqua!

—¡Sí!— contestaron sus subordinados, al unísono.

—Jefe, hay un problema— observó Matt, el musculoso comandante— Ahora Groudon nos atacará a nosotros.

Aquiles miró a su comandante consternado. Luego se volteó hacia Groudon, y se dio cuenta que este se dirigía hacia ellos a toda velocidad.

—¡Resistan! ¡Esta es nuestra oportunidad!— bramó Zafiro— ¡Ustedes llamen su atención! ¡Yo los protegeré!

Zafiro echó a correr hacia Groudon, pero antes de llegar, un meteorito apareció de la nada y golpeó al señor de la tierra en toda la cara. De pronto Zafiro se dio cuenta de que frente al legendario se encontraba un pokemon de lomo negro y espalda en llamas.

—¡Sunny!— exclamó, aliviada.

—¡Déjame este a mí y a mis colegas!— bramó Sunny, mientras Latios lo ayudaba desde el aire— ¡Tú ve por el pececito de allá!

Zafiro asintió, y echó a correr a toda prisa hacia Kyogre para detenerlo de masacrar al equipo Magma. Sin embargo, al llegar se dio cuenta que el señor del mar no avanzaba, dado que Cops, los Swablukids, el equipo Magma y un ejército de Absol lo mantenían a raya.

—¡No nos den por muertos tan fácilmente!— le alegó Cops, con su cara seria y su mirada fijada en Kyogre.

Zafiro sonrió. Los refuerzos eran muchos y valiosos, y parecían estar logrando algo.

—¡Muy bien!— exclamó— ¡Cops, Magno, Absol, dirijan a Kyogre hacia el lado este de la isla!— y luego de decir esto regresó donde Sunny y Aquiles— ¡Ustedes guíen a Groudon al lado oeste de la isla! ¡Muévanse! ¡Esta es nuestra oportunidad de separarlos!

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Ahora que lo pienso, tampoco he mencionado todos los ataques que ha aprendido Zafiro. Oh, creo que se me cayó una "*" por algún lado, qué error de mi parte (wink wink*).

Si solo pudieran elegir a un pokemon no legendario ¿A cuál usarían para (tratar de) detener a Groudon y Kyogre?

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