Equipo Aqua


Como lo prometió, Ruby llevó a sus pokemon a una tienda de ropa por la noche, cuando toda la ciudad dormía.

—A veces pienso que la gente de este país es demasiado inocente— murmuró Ruby mientras él y Smoky abrían una entrada sin problemas— No dejan alarmas, ni candados, ni rejas, ni nada.

Los cinco entraron a la tienda, una gran tienda llena de todos los tipos de ropa. Ruby iluminó el lugar con Destello y comenzó a pasearse por la tienda para planificar el mejor atuendo para sus pokemon.

—¿No podemos ir nosotros a buscar?— le pidió Fiercy.

—Ah, claro. Aunque tengan presente que no podemos llevar más de una muda de ropa por cada uno, así que elijan pensando en que usarán esa ropa para cada ocasión.

—¡Bien!— Brainy agarró a Birdy del ala— Vamos, ya sé qué te podemos poner.

—¿Ah?

Sin darle tiempo para responder, se lo llevó a toda prisa hacia un pasillo ya identificado. Fiercy y Smoky sonrieron al verla tan emocionada.

—Parece que ella sí quería venir, después de todo— comentó Fiercy.

—¿Y qué están esperando ustedes dos?— les reclamó Ruby— Vamos, elijan ¿O quieren que les elija yo?

—Está bien, está bien. Vamos, Fiercy. Creo que vi algo que te puede sentar.

—De acuerdo.

Ruby también buscó algo para él, pues su ropa no estaba mucho mejor que la de sus pokemon. Terminó cambiándose completamente, aunque se quedó con la capa y el sombrero de ala ancha que le había dado el señor Arenque. Habían resultado muy convenientes a la hora de montar un escándalo y escapar sin ser visto.

Pronto llegaron Brainy y Birdy, casi irreconocibles con la ropa que llevaban.

—¡Pero qué bien!— exclamó Ruby, al ver el vestido de muñequita de Brainy y la ropa ligera de Birdy.

Este último se acomodó las antiparras nuevas que Brainy le había encontrado, algo nervioso.

—¿Te gusta? Yo lo elegí todo— se pavoneó ella.

—Pues lo hiciste muy bien.

—¿Ya están todos aquí?— alegó Fiercy— ¿Lo ves, Smoky? Te dije que eligieras rápido.

—Pero si tú eres la que se demoró.

—¡Me tienes que seguir el juego, idiota!

Ruby se giró, y se volvió a sorprender un poco por las ropas nuevas que traían. Fiercy llevaba ropa ligera y ajustada, para que no le estorbara en las peleas, y Smoky una chaqueta y unos shorts simples.

—Solo Brainy eligió zapatos— observó Ruby— Supongo que los demás no lo hicieron por sus garras.

Intentaron ordenar lo que habían desordenado, para que no se notase que habían entrado a robar, y salieron sin que nadie los viera. De ahí caminaron un rato por la noche, disfrutando de la brisa marina, hasta que Ruby se detuvo repentinamente. Smoky no pudo evitar chocar con su espalda.

—¿Qué ocurre?— le preguntó, sobándose el pico.

Ruby no respondió, simplemente se quedó mirando la tienda junto a la que pasaban. Por ende, sus pokemon también se voltearon a verla.

—¿Qué dice en el letrero?— preguntó Birdy.

—Es una tienda de música— contestó Brainy— Ruby siente nostalgia.

Todos miraron al entrenador, el cual parecía muy concentrado en las yemas de sus dedos de la mano izquierda.

—¿Qué sucede, Ruby?— le preguntó Birdy, y al tocarle el brazo este reaccionó.

—Ah, lo siento. Me perdí por un momento. Sigamos.

Smoky levantó una mano para detenerlo y preguntarle qué ocurría. Quiso saber, pero de pronto la figura de Ruby le pareció fría y distante, y no supo qué decir. El entrenador comenzó a caminar, mientras sus pokemon se quedaron parados, confundidos. Finalmente, algo incómodos, decidieron seguirlo en silencio. Ninguno entendió por qué no pudieron hablar con Ruby esa vez, ni nunca llegaron a entenderlo del todo.

—/—/—/—/—/—

Cops, un agente de policía condecorado por sus hazañas en el campo, había decidido tomar el caso del terrorista cuando supo que aquel niño no se andaba con tonterías. Precisamente esa mañana, un día después de que Ruby y sus amigos llegaran a la ciudad, había descubierto su escondite, y preparó todo para acorralarlos de una vez por todas.

Casi al mediodía, hizo que una línea de patrullas y policías armados rodeara el Centro pokemon para cerrar toda forma de escape. Luego entró con sus mejores hombres, subió las escaleras y se preparó frente a la puerta de la única habitación que había sido usada la noche anterior. Sus hombres se prepararon junto a él, apuntándole a la puerta para no darle salida al muchacho.

Cops, listo, pateó la puerta para derribarla. Luego de eso varios hombres entraron lanzando granadas de humo. Se distribuyeron rápida y eficazmente por la habitación, y esperaron a detectar señales de vida.

—Esto terminará rápido— se dijo Cops.

Entró con dos hombres más a la habitación, y esperó junto a la cama a que se dispersara el humo. Sin embargo, al suceder esto no consiguió ver a nadie. La habitación estaba intacta, no parecía que por ahí se hubiera hospedado un muchacho con sus pokemon, ni nadie en un largo tiempo.

—¡¿Pero qué?!— exclamó.

—Señor, no hay rastros de los criminales— observó un policía.

—¡Ya sé que no hay rastros, maldición!— apretó los dientes, confundido y enojado por haber errado— Quiero que busquen en cada rincón. Ese chico tiene cuatro pokemon consigo ¡No puede haber limpiado hasta el último pelo! ¡A trabajar!

—¡Sí, señor!— contestaron sus subordinados, y se pusieron a trabajar.

—/—/—/—/—/—

En ese mismo instante, Ruby y compañía caminaban tranquilamente por una calle, a tres cuadras de distancia. Salir antes que la policía sitiara el hotel había sido pura surte, pues ninguno de los cinco tenía forma de saber qué planeaban sus perseguidores.

Decidieron dar un pequeño paseo por la orilla del mar antes de despedirse de la ciudad, por lo que se dirigieron al borde este, desde donde se veían las olas reventar en la orilla, muy abajo.

—Ya me está dando hambre— alegó Fiercy. Entonces se fijó en Birdy, quien caminaba a su lado, y posó una garra sobre su hombro— ¿Nunca te has preguntado cómo se ve un horno por dentro?

—¡¿Qué?!— Birdy saltó lejos de Fiercy, asustado.

—Ella solo bromea, Birdy— le espetó Brainy.

—¿Cómo lo sabes?— inquirió Fiercy, insinuando que se equivocaba— Mi mamá me enseñó bien cómo cazar un pequeño Taillow como él.

Birdy buscó refugio tras el brazo de Ruby, el cual se echó a reír.

—Tranquilo, Birdy. Fiercy no te haría daño. Al menos no a ti...— entonces se dio cuenta de un problema que no había considerado hasta ese momento— Por cierto, Fiercy ¿Tú no eres carnívora?

—En realidad los Mightyenas somos omnívoros. Es por eso que no me hago problema comiendo bayas como todo el resto. Aunque sí extraño un buen trozo de carne recién desgarrada.

—Rayos, no había pensado en eso. Lo siento.

—Está bien, Ruby. Lo asumí la primera vez que me diste bayas de comer. Además, Smoky, Birdy y tú también comen carne ¿No?

Ruby miró a ambos pájaros, quienes se encogieron de hombros.

—No he tenido problemas en comer bayas, tampoco— aclaró Smoky— Muy pocas veces he comido carne.

—Yo solía cazar crías de pokemon bicho— admitió Birdy— Pero ya no lo hago.

Ruby se rascó la cabeza, confundido.

—Aunque instauremos un nuevo orden, estaremos yendo contra la naturaleza— pensó en voz alta— Eso es problemático.

—¿Y qué tal comer humanos?— sugirió Brainy.

Todos se detuvieron por un momento, consternados con la frialdad de sus palabras.

—Bueno... digo, después de todo la mayoría de los humanos son nuestros enemigos— se sonrojó al ser mirada por todos al mismo tiempo— ¡Dejen de mirarme así!

—¿Eso no es un poco... drástico?— alegó Smoky— Digo, matar es un asunto serio. Aunque lo hayamos hecho, no significa que debamos hacerlo en el futuro.

—No a cualquiera— corrigió Ruby— Pero eso no significa que no vayamos a matar el día de mañana. Siempre tendremos enemigos de quienes necesitaremos deshacernos. Niños, les autorizo comer carne humana, puesto que ningún humano es más importante que cualquier pokemon.

—¿Entonces tú también?— se sorprendió Smoky.

—¿Qué? No, no me entiendan mal. Puedo matar a otros de mi especie, pero no pienso convertirme en un caníbal mientras no sea necesario.

—Comer seres humanos...— Fiercy intentó hacerse la idea, y en ese momento un deseo muy oculto apareció en lo más profundo de su conciencia.

—Pues creo que seguiré con las bayas— dijo Smoky— La idea de comer seres humanos no me abre el apetito, realmente.

—Opino lo mismo— agregó Birdy.

—Qué asco ¿Podemos dejar de hablar de eso?— les pidió Brainy.

—Lo dice la que comenzó con el tema— alegó Fiercy en su mente, mas no dijo nada.

Continuaron caminando hacia el norte, hasta que decidieron almorzar los sándwiches que les había dado el señor Arenque. Sin embargo, antes de poder siquiera sentarse en la baranda de piedra frente al mar, Brainy se volteó hacia un edificio, atenta.

Sus compañeros le siguieron la mirada, y repararon en una enorme fila de personas vestidas con una camisa a rayas, un pañuelo en la cabeza y pantalones azules, tal y como iba vestido el tipo que Ruby mató en el túnel al salvar a Peeko.

—¿Qué ocurre con esa gente?— inquirió Ruby.

—Tienen malas intenciones, eso se nota— observó Brainy.

—¿Deberíamos ir a investigar?— supuso Smoky.

—No es nuestro problema— dictaminó Ruby con voz autoritaria.

Antes de dejar que nadie replicara, se puso de pie y caminó hacia la dirección contraria. Sus pokemon se levantaron para seguirlo, cuando se detuvo súbitamente.

—Sin embargo, no me deja tranquilo pensar que esos tipos se llevan algo malo entre manos. Uno solo capturó a un pokemon y maltrató a un anciano por razones desconocidas ¿Qué harán una multitud de ellos?

Ruby se volteó hacia el edificio repleto de gente. La fila avanzaba rápido. Luego miró a sus pokemon, y estos asintieron, contentos. Ese era el Ruby que conocían.

—Vamos a averiguar— propuso Smoky.

—Sí— Ruby sonrió— Solo a asegurarnos de que no hagan nada malo.

Esa decisión traería dulces y amargos momentos para todos, aunque en ese instante no tenían forma de saberlo. Caminaron tranquilamente hacia el edificio, y cuando llegaron, toda la fila había desaparecido. Pagaron su entrada como gente normal, y se adentraron en el museo de Ciudad Portual.

—Así que era un museo— comentó Ruby.

—¿Esos pokemon son suyos, señor?— le preguntó la cajera.

—Sí, se podría decir eso.

—Quisiera recordarle que nuestro museo no admite batallas pokemon. Por favor, si quiere desafiar a alguien o es desafiado por otro entrenador, le rogamos que salga. Puede volver a entrar con su boleto.

—No se preocupe. No pienso combatir con nadie.

Y realmente no pensaba hacerlo. No tenía razones, por el momento.

Lo primero que captó su atención al entrar no fueron los lindos cuadros ni las cerámicas sobre la vida marina, sino la inmensa cantidad de gente uniformada con las camisetas a rayas y los pañuelos azules en la cabeza a su alrededor.

—¿Qué es todo esto?— alegó Ruby.

Apestado con tanta gente, decidió junto a sus pokemon ir a revisar la segunda planta. Subieron las escaleras tranquilamente, y al llegar, se encontraron con una inesperada escena: Dos tipos con el mismo uniforme que todos los demás, amenazaban a un hombre delgado con el uniforme de la marina.

En ese momento se fijaron en Ruby, y la tensión aumentó de golpe. Lo miraron por un rato en silencio, intentando imaginarse cómo ese niño había pasado a través de todos los demás hombres hasta ellos, y no lograron comprenderlo. Él, por su parte, decidió ignorarlos. Fijó su vista en un cuadro en la pared, y se acercó para deleitarse con el trazado y los colores.

—Este me gusta mucho. Fíjense, niños, cómo el sol y el árbol crean estabilidad...

—¿Quién eres tú?— alegó uno de los tipos uniformados.

Los pokemon miraron a los hombres, y luego a Ruby, y de nuevo a los hombres. Se sentían nerviosos, especialmente por el exceso de tranquilidad de su entrenador. Repentinamente él pareció sorprenderse, y se agachó para recoger algo en el piso.

—¡Pero qué suerte, una Máquina Técnica!— exclamó— ¿Es de ustedes, caballeros? ¿Se le cayó a alguien?

—¡Te hice una pregunta!— gritó el hombre del pañuelo.

—Y yo te hice una a ti ¿Y qué tiene, si de todas formas no nos vamos a escuchar? Mejor continuemos ignorándonos mutuamente. Así usted podrá seguir con su... lo que sea que está haciendo, y yo podré seguir con mi agradable visita al museo.

—¡Yo lo callo!— exclamó el otro, a la vez que lanzaba una pokebola hacia Ruby— ¡Zubat, usa Chupavidas!

—Aquí vamos otra vez— musitó Ruby a medida que el Zubat se acercaba a sus pokemon.

Cuando estuvo a una distancia cómoda para atacar a Smoky, Ruby agarró al Zubat del cuello y lo azotó contra el suelo, sin soltarlo. El pequeño intentó zafarse, pero era demasiado débil para luchar contra el brazo de Ruby.

—Si sabes lo que te conviene, huirás de aquí. Ahora.

Entonces dejó al Zubat libre. Este se puso de pie, luego miró hacia su entrenador, agitado, y echó a correr a toda marcha hacia las escaleras.

—¡¿A dónde vas, traidor?!— le gritó el tipo del pañuelo azul, muy tarde para intentar recuperarlo— ¡Maldito! ¡¿Qué le dijiste?!

—Ese Zubat no dudó en escapar de su entrenador, aun cuando hay decenas de sus compañeros allá abajo— observó Ruby— Independientemente del miedo que yo pueda haberle provocado, es ilógico que haya huido tan fácilmente... a menos que no le tenga mucho afecto a su entrenador— entonces posó su vista en el tipo del pañuelo azul— ¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué se visten todos igual? ¿Por qué inundan museos y extorsionan a un marinero?

—Yo te pregunté primero.

Ruby guardó un momento de silencio, pensativo, y luego sonrió.

—Lo siento, olvidé presentarme. Mi nombre es Ruby, líder de Pokemon Gijinka, una organización que busca la igualdad entre humanos y pokemon.

Los hombres parecieron extrañarse de sus palabras.

—Espera, creo que he oído ese nombre antes— comentó uno de ellos— Sí, en el periódico. Él es un criminal peligroso: Ruby.

—Así que peligroso ¿Eh?— ambos sacaron una pokebola de sus bolsillos, y las arrojaron contra él— ¡Ve, Carvanha!

Dos pokemon de aspecto acuático y siniestro aparecieron, e identificaron a los pokemon de Ruby de inmediato. Este los miró en su Pokedex, confirmando sus tipos.

—Estos déjamelos a mí, Ruby— le pidió Smoky.

—¡Yo también voy!— se apresuró Birdy.

—De acuerdo.

—¡Carvanha, usa Mordisco!— le ordenó uno de los hombres a su pokemon

—¡Tú también!— agregó el otro.

Ambos pokemon corrieron hacia Smoky y Birdy.

—Smoky, usa Doble Patada. Birdy, usa Ataque Ala.

Smoky saltó en el aire para interceptar a su oponente con dos patadas giratorias, que lo noquearon al instante. Birdy, por su parte, voló hacia el Carvanha, eludió sus fauces y lo atacó con un gran golpe de su ala, pero después de hacerlo aterrizó y retrocedió, nervioso. Ruby observó de inmediato que afirmaba con fuerza el punto en su ala donde había hecho contacto con el otro pokemon.

—Birdy ¿Estás bien?

—Sí, sí— él se sobó el dorso del ala, y se preparó para recibir de nuevo al enemigo.

—Esto no me gusta— murmuró Ruby— ¡Birdy, regresa!

—¡Yo puedo!— alegó Birdy, sin quitar la mirada de su oponente— ¡Aquí viene!

—¡Rayos!

Ruby echó a correr hacia Birdy para protegerlo, pero se encontraba demasiado lejos para llegar antes del choque. El Carvanha mordió el ala de Birdy con todas sus fuerzas, a lo que este lo empujó con un pie, lo agarró de la piel escamosa y le pegó con todas sus fuerzas con Ala de Acero.

El Carvanha cayó inconsciente después de esto. Las alas de Birdy sangraban levemente, pero él sonrió, confiado. Ruby se detuvo al ver cómo su pokemon se había encargado solo de todo.

—Bien hecho, Birdy. Ahora ven acá...

Pero en ese momento Birdy fue iluminado por una poderosa luz. Creció en estatura, sus músculos se desarrollaron, sus plumas se alargaron y sus garras se afilaron, hasta que ya no fue más un pequeño Taillow.

—¡Mírenme!— exclamó al dejar de brillar, feliz— ¡Soy un... un...

—Un Swellow— apuntó Ruby al mirar su Pokedex— ¡Felicidades, Birdy!

—¡Así se hace!— exclamaron Fiercy y Smoky, y corrieron a felicitarlo.

Mientras lo hacían, Ruby se acercó a ambos hombres, y sacó su cuchillo para amenazarlos.

—Ahora me van a decir qué rayos son ustedes, y qué están haciendo tantos en este museo.

—¡Púdrete!— exclamó uno.

El otro le escupió en la cara.

Ruby, irritado, enterró el cuchillo en el brazo del que le había escupido y luego lo giró para producirle más dolor.

—No te lo pedí por favor.

—¡Detente!— exclamó el otro, sin poder soportar los gritos de su compañero— ¡De acuerdo, te lo diremos!

—Te escucho.

—Somos el equipo Aqua. Buscamos la paz en el mundo por medio del mar. Eso es todo, lo juro.

—¿Y por qué hay tantos de ustedes en este museo?

—¡Teníamos que hablar con este tipo sin que nadie se diera cuenta! Nuestros compañeros abajo deberían bloquear la entrada a todos los que quieran subir. Así no habría problemas.

—¿Buscan la paz a través de chantajes y raptos? Pues no están muy bien de la cabeza, que digamos.

—¿Y torturar a la gente para lograr igualdad está bien?

Ruby lo pateó para que se callara. Entonces se fijó en el hombre al que los soldados del equipo Aqua habían estado amenazando. Se veía asustado tanto por los hombres como por Ruby.

—¿Qué te pidieron?

—Unas piezas.

—¿Piezas?— se extrañó Ruby— ¿De qué?

—Unas piezas de un submarino. Es un modelo nuevo, que resiste más presión que ningún otro. Lo he estado fabricando con los fondos de Devon S.A. Por favor, no me hagas daño.

—¿Devon?

Por alguna razón ese nombre se le hacía familiar, pero no recordaba de dónde.

—¿Ese no es el nombre de la compañía que quemamos?— comentó Smoky.

—¡Ah, claro! ¿Pero por qué una organización pacifista amenazaría a un tipo para robar un submarino? Esto cada vez tiene menos sentido ¿Tú no sabes nada?

El marinero negó enérgicamente con la cabeza.

—Yo soy un simple capitán de barco, no sé nada.

—¿Eres un capitán? Pues no se nota. Muy bien, niños. Creo que ya hemos tenido suficiente— Ruby sacó de un tirón su cuchillo del brazo del soldado Aqua, haciéndolo gritar otra vez— Ya hemos perdido mucho tiempo, vámo...

—¡Oigan, escuchamos gritos! ¿Están bien?— inquirió una voz femenina.

Desde las escaleras apareció una mujer de largo pelo rizado, vistiendo las ropas del equipo Aqua. Al ver la sangre de su compañero regada en el piso y al criminal más buscado de los últimos tiempos con un cuchillo en la mano, quedó paralizada.

—Espera, ya nos íbamos— intentó calmarla Ruby, pero no funcionó.

La mujer corrió escaleras abajo, gritando desesperadamente.

—Creo que tenemos que irnos— sugirió Brainy.

—Sí, buena idea.

Ruby buscó sus pokebolas en su bolsillo para guardar a sus amigos y correr a toda prisa, pero antes de poder sacarlas, un ejército de hombres con el uniforme del equipo Aqua apareció desde las escaleras y se esparció como el gas en la sala, listos para pelear.

Ruby guardó sus pokebolas al advertir que solo había una forma de escapar: Vencerlos a todos.

—Parece que nos metimos en una grande— comentó Birdy.

—¿Están listos, niños?— inquirió Ruby.

—¡A darle!— exclamaron todos.

—/—/—/—/—/—

Aquiles era un hombre visionario, un entrenador pokemon y sobre todo un filántropo. O al menos eso pensaba de sí mismo. Esa misión era importantísima para los planes del equipo, y por eso había enviado a dos de sus mejores hombres a interrogar y amenazar al Capitán Babor, para conseguir las piezas Devon.

No contaba con que una de sus reclutas más nuevas, una muchacha de pelo largo y rizado, llegara a él temblando de miedo porque un tal criminal muy buscado se encontraba en la segunda planta.

—¿Y venció a nuestros hombres?— se sorprendió Aquiles.

—¡Sí, y los está torturando ahora!

Sin perder tiempo, Aquiles se paró sobre un mostrador y alzó la voz para que todos lo oyeran.

—¡Soldados del equipo Aqua, suban ahora mismo a rescatar a sus compañeros! ¡Suban y enfrenten a quien intenta hacernos daño!

Todos lo saludaron de forma militar, y se marcharon corriendo hacia el segundo piso. Entonces Aquiles miró hacia abajo, donde la muchacha se debatía entre ir con sus compañeros o quedarse ahí donde no corría peligro.

—Tranquila, mujer. Si no te sientes segura, te puedes quedar conmigo aquí— se bajó del mostrador— Esperemos un rato a que termine la pelea, y después vamos a ver a ese criminal tan peligroso del que hablas.

La mujer asintió, amedrentada.

—¿Y cuál es tu nombre, recluta?

—Angie, señor.

—Muy bien, Angie. Dado que no vas a ayudar a tus compañeros esta vez, como castigo tendrás que entrenar muy duro y hacerte muy fuerte para serles de ayuda en un futuro ¿Entendido?

—¡Sí, señor Aquiles!

—Muy bien.

Ambos se tomaron su tiempo para revisar el resto de las obras en el museo, y después subieron para dar nuevas órdenes a los soldados. Tan confiados estaban que al ver lo que les esperaba en la segunda planta, pensaron por un momento que habían llegado al Infierno.

Montones y montones de cadáveres y cuerpos mutilados de los soldados del equipo Aqua llenaban la sala. El inmenso charco de sangre abarcaba casi toda el área del suelo, manchando los zapatos de quien se entrara a la sala. En un rincón se encontraban cinco sujetos sentadas sobre las pilas de cuerpos y las maquetas del museo, descansando. En otro rincón, una Mightyena engullía los muslos de uno de los soldados como si fuera un manjar de los dioses.

Apenas llegaron Aquiles y Angie, el Capitán Babor corrió hacia ellos para huir escaleras abajo, aterrorizado con lo que había presenciado.

—¿Pero qué...— musitó Aquiles. Entonces miró a Ruby, el único humano que quedaba vivo— ¡¿Cómo?! ¡¿Tú?!

—¿Tú eres el jefe?— inquirió el muchacho, como si nada— Tienes aspecto de ser el jefe. Iba a irme muy tranquilo, sin lastimar a nadie, pero verás— tomó la cabeza decapitada de una de sus víctimas y la levantó para mirarla de frente— Vinieron estos tipos y lo arruinaron todo. Qué lástima ¿No?— arrojó la cabeza lejos, que salpicó entre la sangre— Pero eso nos enseña una valiosa lección a todos: No me molestes. Simplemente no me molestes ¿Te quedó claro?

Se formó un silencio terrorífico, mermado solo por el ruido que hacía la Mightyena al comer.

—Fiercy ¿Te gusta la carne humana?— le preguntó Ruby.

—¡Es deliciosa!— exclamó con la boca llena.

—Maldito...— Aquiles dio un paso al frente, con sus manos tan apretadas que le lastimaba los dedos— ¿Cómo pudiste? ¿Cómo te atreves? ¡¿Qué clase de enfermo mental eres?!

Llevó su mano hacia su cinturón, en donde tenía colgadas sus pokebolas. Hizo el gesto de agarrar una, pero en ese momento algo se clavó en su cuello, y lo derribó cuán grande era.

En ese instante aparecieron varios policías con máscaras de gas, escudos y chalecos antibalas. Ruby intentó hacer algo, pero inmediatamente lanzaron bombas de gas adormecedor, que se esparció en un parpadeo por toda la sala. Angie, Ruby y sus pokemon cayeron inconscientes, sin posibilidades de escapar.

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Swellow, el pokemon Buche:

—Peso: 19,8 kg

—Altura: 0,7 m

Curiosidades:

—Se preocupa mucho de la limpieza de sus alas

—Puede caer en picada al agua para cazar pokemon acuáticos

—Se mueve tan rápido que al volar puede provocar violentas ráfagas de aire

Equipo de Ruby:

1._ Combusken: Mr. Smoky. Naturaleza Gentil

2._ Mightyena: Ms. Fiercy. Naturaleza Audaz

3._ Kirlia: Ms. Brainy. Naturaleza Impaciente

4._ Swellow: Mr. Birdy. Naturaleza Valiente

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