Epílogo I
Dos días después de vencer a Steven, Ruby se encontró revisando papeles importantes sobre derechos especiales que tenía como el campeón y deberes que debía cumplir. Tenía que generarlos y mandarlos a distintas organizaciones en todo Hoenn para que lo reconocieran. Claro que la mayoría se mostraría en contra, pero para eso era el más fuerte de la región y quien lideraba la fuerza militar más grande en las cercanías.
Sin embargo, pronto se dio cuenta que le faltaba algo importante: Su cédula de identidad. Al parecer, debías ser alguien para convertirte en el monarca de Hoenn.
Por supuesto que la había dejado en casa el día en que se marchó a vivir una vida de crimen, no iba a llevarla por ahí, con la posibilidad de que lo arrestaran y lo identificaran así de fácil.
Sin pensarlo dos veces, les avisó a sus pokemon que se prepararan, y también a los demás líderes del ejército que se ausentaría por un momento. Lanette, Aquiles y Magno le ofrecieron enviar a alguno de sus subordinados para tomar la tarjeta, pero Ruby se rehusó.
—Quiero ver cómo está Hoenn— argumentó, aunque en verdad solo quería relajarse un tiempo junto a sus pokemon.
Sin embargo apenas salir del castillo, se encontró con Zafiro, quien no parecía querer dejarlo solo.
—¿A dónde vas?— le preguntó con un deje de irritación.
—Tengo que ir a buscar mi carnet— explicó Ruby— Es para unos timbres...
—¿Y vas a ir solo?— alegó la muchacha.
Ruby sonrió con sátira y le mostró sus pokebolas a la muchacha. Esta desvió la mirada, un tanto avergonzada.
—Ya, sí sé que llevas a los demás. Me refería a que igual voy contigo.
—No iré directo a mi casa. Pensaba disfrutar del camino ¿Sabes?
—Me parece bien— aceptó ella— También tengo algunas cosas que quiero recoger de mi casa ¿Cuándo piensas partir?
—Ahora.
Sin decir más, ambos tomaron un bote desde la zona baja de la isla. Cruzaron el mar hacia ciudad Calagua, donde se disfrazaron para pasar desapercibidos y compraron unas bicicletas de carreras.
El resto del viaje fue silencioso, simplemente pedaleando por los caminos blandos y llenos de vegetación. De cuando en cuando se detuvieron para comer y descansar, junto a sus pokemon. El cielo cambiaba de colores, el viento soplaba, la hierba se movía y sus bicicletas pasaban como gráciles plumas.
Luego de unos cuantos días de viaje, llegaron a Villa Raíz, el comienzo de su aventura. Ruby estacionó su bicicleta junto a su casa, rompió una ventana para entrar, buscó por todos lados y encontró su cédula de identidad. Zafiro nunca se había deshecho de su llave, por lo que abrió tranquilamente la puerta de su casa y entró sin problemas.
Ruby salió primero de su casa. Advirtió que Zafiro no había salido de la suya y quiso esperarla, pero entonces Brainy le tocó el hombro y le apuntó hacia el norte, a la salida de la villa.
—¿Qué ocurre?— inquirió el chiquillo.
—Problemas.
Toda la pandilla se encaminó hacia el comienzo del camino, y al acercarse, Ruby les pidió a sus pokemon que se metieran en sus pokebolas para no ser vistos.
Pronto el muchacho reconoció el lugar: la ruta 101 era donde había conocido al profesor Birch. No tardó mucho en oír sonidos extraños, quejidos, gritos ahogados e impactos secos. Entonces se asomó desde un arbusto, y advirtió que un hombre y un pokemon luchaban desesperadamente. Ambos estaban heridos en varias zonas, y el pokemon, un joven Zigzagoon, se encontraba sobre el hombre con una clara ventaja. Mordía su brazo con ira, mientras que su víctima pedía ayuda.
Sin pensarlo dos veces, Ruby agarró al Zigzagoon del cuello para separarlo del hombre.
—¿Qué está pasando aquí?— inquirió.
—¡Gracias al cielo!— exclamó el sujeto— Viejo, creí que iba a morir. Ese pokemon es muy peligroso, tenemos que matarlo rápido.
—¡Malditos humanos!— rugió el Zigzagoon— ¡Me los comeré a ambos! ¡Ya lo verán!
El hombre se puso de pie, pero entonces Ruby lo pateó para mandarlo al suelo de nuevo, con lo cual ambos se lo quedaron mirando, contrariados.
—¿Qué sucede, viejo?— le preguntó el hombre.
Ruby se tomó un tiempo para pensar. Finalmente se decidió, e hizo que el Zigzagoon lo mirara a su único ojo.
—Vete.
Seguidamente lo dejó en el suelo. El pokemon dudó un momento, y volvió a saltar sobre el hombre para matarlo de una vez por todas. Entonces Ruby lo pateó con tanta fuerza que lo mandó a estrellarse contra un árbol y lo dejó inconsciente.
Luego impuso su pie sobre el pecho del sujeto.
—¿Por qué ese Zigzagoon te estaba atacando?— le preguntó con ira contenida.
—¡¿Qué te pasa, viejo?! ¡¿Por qué me pateas?!— alegó el hombre.
Ruby pisó su pecho con fuerza, quitándole el aire por momentos.
—Un Zigzagoon no ataca a la gente porque sí ¡¿Qué le hiciste?!
El hombre asintió, amedrentado.
—Quizás... maté a otro par de Zigzagoon, creo...
—¿Quizás?— repitió Ruby.
—¡No lo sé, viejo! ¡No lo sé! Estaba tratando de capturar un pokemon, y pensé que tendría que debilitarlos primero ¿No se hacía así? ¡Puse unas trampas y les pegué un rato, pero no sé si los dejé vivos o muertos!
Ruby pensó seriamente en matarlo ahí, en ese mismo momento, pero luego recapacitó.
—Por el poder que se me concede como tu rey, te obligo a venir conmigo a comparecer frente a un tribunal de justicia por tus crímenes— sacó una pokebola de su mochila y encerró al hombre dentro— Tienes derecho a guardar silencio y... se me olvidó qué seguía.
Le puso el seguro a la pokebola, ignorando al tipo que protestaba dentro, se la guardó y se giró. En ese momento se dio cuenta que Zafiro lo miraba desde la entrada a Villa Raíz.
—¿Estás lista?— inquirió él.
La muchacha sonrió.
—Has crecido, Ruby.
Él miró hacia otro lado. Quizás Zafiro tenía razón, aunque él no se sentía nada diferente.
—/—/—/—/—/—
Sunny miró el barco en donde viajaría, una hermosa nave, resistente y fácil de manejar. Latias y Latios posaron cada uno una mano sobre sus hombros, para hacerle ver que no estaba solo. Sunny agradeció el gesto con una mirada.
Ya todo estaba preparado; el barco contaba con provisiones suficientes, mapas, brújulas, extintores, botes inflables y chalecos salvavidas. Incluso él y sus compañeros habían conseguido ropa nueva, y tres sombreros para los regis: uno peludo para Regice, uno de ala ancha para Regirock y un casco metálico para Registeel.
Luego se giró hacia el puerto, en donde Ruby y el resto de Pokemon Gijinka lo miraba a él y a los demás con tristeza. Sunny quiso evitar la mirada de su entrenador, pero entonces su voz cálida lo llamó, y los ojos se le empañaron de lágrimas.
—Lovely...— pronunció Ruby, saboreando cada sílaba.
Sunny lo miró con el ceño fruncido, pero Ruby supo que solo lo hacía para ocultar sus verdaderos sentimientos.
—Que... que tengas un buen viaje...— le espetó el muchacho, seguidamente posó una mano en su mejilla— Estoy orgulloso de ti, como no te imaginas.
Con esto Sunny no logró contenerlo más, y se largó a llorar como un volcán en erupción. Inmediatamente apresó a Ruby en un fuerte abrazo para sollozar a gritos.
Ruby también lo abrazó con fuerza, ignorando el dolor en las costillas que le producían los brazos de Sunny, y lloró junto a él. Pronto Brainy estalló también y se les unió, y luego Beauty, Smoky, Birdy y el resto de Pokemon Gijinka.
Después de varios minutos, las lágrimas se les acabaron a todos, con lo que Sunny logró separarse del chico y limpiarse la cara con las manos.
—Gracias, Ruby. Te prometo que ayudaré a todos los pokemon que pueda en mi viaje. Liberaré esclavos de otras regiones, tal y como tú hiciste aquí.
Ruby sonrió.
—Sí, sé que lo harás, pero ten cuidado— luego llevó un puño hacia el pecho de Sunny— Allá afuera hay gente que puede lastimarte, tanto en cuerpo como en mente.
Sunny quiso restarle importancia con una broma, pero al ver la mirada seria de su entrenador, decidió asentir y marcar esas palabras en su corazón. No entendía a qué se refería del todo, pero iría con cuidado.
—Regis, sean su escudo— les encomendó el muchacho— Latios, Latias, guíenlo cuando...
—Te pasas de formal— lo interrumpió Latias— ¡Por supuesto que lo cuidaremos!
Ruby sonrió con un dejo de vergüenza. Quizás Latias tenía razón.
—Claro, claro
[...]
Después de eso se fueron despidiendo uno por uno. Luego los Ubers se subieron al barco, Latios tomó el timón y encendió el motor. Latias y los regis tomaron sus posiciones para zarpar, mientras Sunny se quedó en la popa, agitando sus manos y haciendo promesas a los amigos que dejaba atrás. Pronto el barco comenzó a andar, y poco a poco se alejó mar adentro, hasta que Sunny se perdió en el horizonte.
Ruby suspiró con melancolía. Sabía que no era la última vez que veía a su primer pokemon, pero aun así no pudo evitar cierta desolación en su pecho.
De pronto sintió una fuerte palmada en su espalda, y al ver, se encontró a Birdy y al resto de sus amigos, mirándolo con ánimo.
Ruby se sacudió la tristeza, pues comprendió que no la necesitaba. Sunny iba a tener aventuras, y en un tiempo lo volverían a ver. Era tan simple como eso.
—Muy bien— suspiró para quitarse esa desolación del pecho— ¡Niños, hay trabajo qué hacer!
—/—/—/—/—/—
La compañía Devon S. A. había sufrido un gran golpe al fallecer su presidente, el señor Stone, y luego de nuevo, cuando falleció su hijo y entonces presidente, Steven Stone.
Por eso, pocos días luego de que Ruby llegara al poder, los dueños más importantes de la compañía se reunieron urgentemente para tomar decisiones respecto de las nuevas políticas del gobierno y hacia dónde sería mejor llevar la compañía ¿Obedecían al nuevo gobierno y le daban la espalda a la mayoría de Hoenn? ¿Se asegurarían a sus mayores compradores incluso arriesgando trabajar contra la ley?
Los viejos se encontraban discutiendo estas materias en uno de los pisos más altos del nuevo edificio de Devon S. A. de ciudad Férrica, cuando la puerta se abrió de golpe.
Los ocho ancianos se quedaron mirando con sorpresa a la muchachita que apareció con un vestido formal y lentes oscuros. Su cabello era largo y gris, su piel tersa, y aunque su figura no era la de una mujer desarrollada, su forma sensual de moverse aceleró el corazón de todos los hombres que la miraban. A su derecha iba un chico de cabello verde, delgado y con una maleta en sus manos, y a su izquierda un Flygon de expresión risueña, ambos con trajes negros.
La chiquilla se paró sobre la mesa, se quitó los lentes de un rápido movimiento y casqueó sus dedos. Al instante, el chiquillo delgado depositó la maleta sobre la mesa, la abrió y mostró su contenido a los ancianos: No eran más que un manojo de papeles.
—¿Quién eres?— bramó uno de los viejos al fin.
—¿Perdón?— le contestó la chiquilla— Creo que la pregunta aquí es: ¿Quién es usted?
—¡¿Pero qué...
—Voy a llamar a seguridad— indicó otro de los ancianos, pero al marcar el número y llevarse el auricular a la oreja, no oyó nada.
—Eso no será necesario— le espetó la muchacha— Les di permiso a todos los guardias de descansar obligadamente.
—¿Quién te crees, chiquilla?— alegó un tercer viejo, parándose de su silla por la rabia— ¡Estamos en una reunión importante, no puedes...
—Oh, claro que puedo. Después de todo, soy la legítima sucesora de la compañía.
Esto acalló a todos los ancianos por un momento, el cual Wally aprovechó para sacar unos cuantos papeles de la maleta y pasarle una hoja a cada uno.
—La señorita Stone es la hermana del antiguo líder de la compañía— explicó— y por tanto, como se estipula en el reglamento interno, la actual presidenta.
Pero uno de los viejos arrugó el papel y lo botó al suelo.
—¡No me importa quién seas!— exclamó, furioso— ¡No voy a soportar que una chiquilla venga aquí a tomar mi trabajo!
—Me parece bien— opinó Robin.
Entonces Jaws apareció detrás del viejo que había arrugado la copia del reglamento, lo tomó de la espalda con sus garras y lo arrojó con fuerza por la ventana hacia abajo. Los demás ancianos se pusieron de pie, aterrados.
Robin aprovechó el silencio para caminar sobre la mesa hacia la silla del presidente, actualmente desocupada, y se echó sobre ella con ganas. Los viejos no dejaban de mirarla con sorpresa.
—¿Puedo preguntar por qué se interesa por la compañía ahora y no antes, jovencita?— inquirió uno de ellos.
—¡Sí, sí puedes, señor asalariado!— le concedió Robin— Y es una historia bastante divertida, de hecho. Verán, siempre tuve problemas con mi familia. Padre y Steven eran insoportables, así que cierto día maté a padre, luego a mi hermano, y después de eso pensé: "¿Qué puedo hacer ahora?", y me dije "Bueno, aún está la compañía. Podría convertirme en una empresaria responsable", pero luego pensé "Nah ¿Quién quiere ser responsable? Usaré los fondos como me plazca: tendré orgías salvajes toda la noche y holgazanearé todo el día"... y heme aquí.
Para finalizar su historia, Robin se recostó en la silla y puso los pies sobre la mesa.
Luego de un silencio eterno, uno de los hombres se levantó de su asiento y se marchó sin decir nada. A él le siguió otro, y luego otro, hasta que finalmente solo quedó uno, el más menudo de todos, con unos lentes enormes, mientras examinaba detenidamente la hoja que le habían entregado. No había dicho nada durante toda la reunión. Robin, Wally y Jaws se lo quedaron mirando, hasta que este levantó los ojos de los papeles, miró a Robin y asintió.
—Aquí no dice que quiera vender la compañía— se extrañó.
—No quiero venderla, solo quiero usar el dinero que gante de forma extravagante— aclaró Robin— Y cambiar los productos. Desde ahora en adelante apoyaremos al gobierno en otorgarles derechos a los pokemon.
El viejo menudo asintió de nuevo.
—Entonces, si no le molesta, me gustaría poder seguir trabajando, presidenta Stone.
Robin miró a Wally, luego a Jaws. En verdad no se había esperado que alguien se quedara.
—Pues... adelante. Te nombro... subpresidente.
El anciano la miró confundido.
—Lo siento, pero no entiendo el propósito de mi cargo ¿Qué debo hacer exactamente?
—Solo...— Robin movió sus manos en círculos— Ya sabes, hazme ganar dinero.
El viejo volvió a asentir.
—Muy bien... entonces iré a preparar mi nuevo contrato.
Con muchas dificultades, el anciano se levantó de su asiento, muy despacio, y se dirigió hacia la puerta con toda calma.
—Espera— le pidió la presidenta, cuando el subpresidente estiraba una mano para agarrar la perilla.
—¿Sí, presidenta?
—¿Por qué te quedaste?
El anciano soltó la puerta, se paró en dirección hacia Robin y con toda calma expresó su respuesta.
—Bueno... este trabajo es todo lo que me queda. Además, no habría llegado a donde estoy de no poder adaptarme a los cambios.
Robin asintió, dando a entender que se sentía satisfecha con esa explicación. El anciano asintió de vuelta, y desapareció por la salida.
Robin y Wally se miraron, contrariados por un momento, luego sonrieron.
—¡Lo conseguimos!— exclamó Wally.
—¡Lo conseguimos!— repitió Robin.
Los tres se abrazaron, felices. Ahora Devon S. A. le pertenecía a Robin, y ella planeaba usar su poder de la forma más egoísta posible.
—/—/—/—/—/—
Después de la gran pelea contra el Alto Mando, y de la gran fiesta que le siguió, los días pasaron cada vez más estresantes para Ruby. Había muchas cosas qué decidir, mucho qué cambiar de raíz, y si se equivocaba, se equivocaría en grande.
Había pasado a mudarse al castillo, junto con sus pokemon. La enfermera Joy había resultado de gran ayuda para mostrarle el lugar, pues era un enorme palacio, y a veces se perdía caminando por los pasillos.
Le habían armado su oficina en la misma sala en donde Steven tenía la suya, junto a su habitación. Tenía una montonera de papeles sobre el escritorio, y cada tanto aparecía alguno de sus pokemon con más o lo llamaba un alcalde para rabiar o una voz codificada lo amenazaba de muerte en el teléfono.
Miró su reloj; ya eran las doce del día y apenas había avanzado con el papeleo. Ruby se recostó en la silla, preguntándose quién lo había mandado a dar un golpe de estado. Se fijó en el techo, de agradables tonos claros ¿Crema? ¿Damasco? El muchacho no lograba reconocer el color, pero le gustaba.
Se paró un momento para ir a caminar, necesitaba despejarse de todo eso, así que abrió la puerta de la oficina y comenzó a deambular por los altos y largos pasillos con ventanas enormes y estatuas de pokemon por todos lados. Iba muy pensativo, por lo que no se fijó bien al girar en una esquina, y terminó chocando con una persona. Él apenas se echó hacia atrás por el impacto, pero la mujer con quien chocó era chica y delgada, por lo que se cayó de poto.
—Oh, lo siento— se disculpó el muchacho, y se apresuró a tenderle una mano. Al hacerlo, se fijó en que la mujer llevaba el uniforme del equipo Libertad, con todo y "L" en el pecho.
—No, fue mi culpa, perdón— dijo con una voz tímida, tan tierna como una hadita.
Ella aceptó su mano, y al hacerlo, Ruby advirtió su piel suave y cuidada, sin accesorios que estorbaran. Ella, por su parte, le vio la cara, y pareció sorprenderse mucho.
—¡Majestad, cuanto lo siento, no lo reconocí!— se apresuró a corregirse.
—Está bien, fue culpa ambos.
De un tirón la dejó de pie en el suelo, y luego posó la misma mano sobre su hombro.
—No te había visto por aquí ¿Eres nueva?
—Me reclutaron para la batalla, su majestad— reportó ella, sonrojada por los nervios— aunque me mantuve en las filas de atrás, así que es la primera vez que lo veo en persona, majestad.
—Jeje. Está bien, no tienes que decir "majestad" a cada rato
Sin más, dio un cuarto de vuelta y continuó caminando.
—Ah... majestad...— lo llamó, en un tono tímido.
Ruby se giró, para ver que ella se mostraba nerviosa.
—¿Sí?
—Pues... me perdí, y me da miedo quedarme sola ¿Usted cree que... bueno... podría caminar con usted un momento?
Ruby volvió a mirar sus manos, tan lindas y sin nada.
—¿Cómo te llamas?
—Sofía, su majestad
—Entonces, Sofía ¿Te gustan los pokemon?— le preguntó.
Ella sonrió.
—¡Mucho, su majestad!
—¿En serio?— Ruby sonrió también— Dime, cuando piensas en pokemon...
Ella al principio pareció no entender, pero luego volvió a sonreír y contestó.
—¡Pienso en mis amigos!
Ruby le sonrió de vuelta.
—Muy bien, me parece muy bien— se giró y continuó caminando— Ven conmigo, estoy seguro que encontraremos el camino de regreso entre los dos.
—¡Sí!— contestó la mujer con alegría.
Mas apenas ver su espalda, Sofía vio su oportunidad. Sin hacer ruido sacó un hermoso puñal desde una correa en una de sus piernas, corrió hacia el rey y saltó apuntando el puñal hacia su corazón, pero antes de poder tocarlo, una descarga eléctrica la tomó por sorpresa y contrajo todo su cuerpo.
Sofía cayó al suelo convulsionándose, paralizada, mientras una Gardevoir se aproximaba flotando a centímetros del suelo.
—¡Ruby!— exclamó Brainy— ¡Deberías tener más cuidado!
—Oh, hola, Brainy— la saludó el muchacho.
Brainy se acercó a Ruby, y ambos miraron a la asesina que había fallado en su misión.
—¿Cuántos van, con esta?— le preguntó el chiquillo a su pokemon.
—No deberías tomártelo como un juego, amor. Esta es la décimo quinta vez que intentan asesinarte desde que te convertiste en rey. Necesitamos reforzar la seguridad y...
Pero Ruby posó una mano sobre la cabeza de Brainy.
—Está bien, lo tenía bajo control.
La Gardevoir no necesitaba leerle la mente para saber que era verdad. Casi había dejado de hacerlo, al menos con él.
—Bien. Ahora ven conmigo, tenemos una reunión con los otros jefes.
—¿Qué? ¿Es hoy?— Ruby se llevó las manos a la cabeza— Vaya, qué rápido se pasa el tiempo cuando hay tantas cosas qué hacer.
Entonces la asesina les gruñó desde el suelo. Intentaba ponerse de pie, pero todos sus músculos se habían acalambrado y casi no podía moverse.
—¡No durarás mucho en el poder, maldito infeliz!— le ladró a Ruby.
—Le pediré a Smoky que se haga cargo de ella— indicó Brainy, y lo tomó de una mano para apurarlo— Vamos, estamos atrasados.
—Sí, sí, ya voy.
Ambos echaron a caminar con prisa. Atravesaron varios pasillos, y cuando se cruzaron con Smoky y le avisaron lo que había pasado, este fue corriendo a capturar a la asesina. Ruby y Brainy continuaron su camino hasta que llegaron a la sala de conferencias, en donde Aquiles, Magno, Lanette, Angie y Flannery los esperaban.
—¡Ya era hora!— alegó la última, recostada en un sillón, sin su uniforme del equipo Magma.
Los demás se encontraban sentados en la mesa de reuniones, revisando papeles y hablaban sobre temas actuales.
—Lo siento, se me pasó por completo— se disculpó Ruby, mientras se sentaba junto a los demás— Gracias por venir, quería discutir asuntos importantes con ustedes.
—Sí, ya nos lo imaginábamos— acordó Lanette— Ahora que eres campeón, hay muchas cosas qué cambiar.
—Sí... precisamente de eso quería hablar— Ruby decidió soltar la primera bomba desde el principio— Quiero separar los cargos de campeón y rey.
Todos abrieron los ojos con sorpresa, pero ninguno alegó. Ruby esperó un momento antes de continuar.
—No me parece que este sistema de gobierno sea efectivo, en verdad es bastante tonto: un líder basado en la fuerza.
Los demás asintieron, completamente de acuerdo.
—También voy a rehacer desde cero el antiguo sistema de medallas. En vez de peleas, quiero deportes; y en vez de entrenadores y pokemon, quiero deportistas, tanto humanos como pokemon.
Los seis presentes asintieron, intentando imaginarse aquel sistema. Era difícil, pero quizás con un par de ejemplos les sería más fácil construirlo en sus cabezas.
—También, cuando la gente esté lo suficientemente calmada, pienso cambiar la monarquía por una oligarquía— admitió— Ahí es donde entran ustedes.
Los humanos abrieron mucho los ojos de nuevo.
—¿Quieres decir que vamos a gobernar?— saltó Lanette— ¿Nosotros?
Ruby asintió.
—Bueno, más o menos. Quiero que sean mis nobles, ustedes tres— apuntó a Lanette, Aquiles y Magno— junto con Brainy, Aria y Salamance. Quiero que tomen la mayoría de las decisiones de gobierno, entre ustedes.
—Tres humanos y tres pokemon— Lanette asintió con aprobación— Me gusta, muy bien, Ruby.
—Me parece bien para comenzar— opinó Magno— Pero una oligarquía también tiene sus problemas. Te pido que estés atento, por si de pronto ese gobierno no logra sostenerse en pie.
—¿Y por qué no una democracia?— inquirió Aquiles.
Todos lo miraron, extrañados.
—Digo... dicen que es lo mejor ¿O no?— intentó defenderse
—No siempre— explicó Magno— y ciertamente no en este caso. Lo más cercano a una democracia que una nación tan grande puede aspirar es una república, con sistema de votos y todo, pero así como se encuentra Hoenn ahora, se necesita una mano firme. Viejos como tú y yo estamos muy consolidados en las antiguas tradiciones, necesitamos morir y que las nuevas generaciones maduren en el nuevo sistema para recién darle ese grado de confianza al pueblo.
—Es verdad— acordó Lanette— Por ahora necesitamos leyes absolutas, una dictadura que haga obedecer a todos.
—Un momento— alegó Angie— Ruby, dijiste que tú no tomarás decisiones junto a tus nobles ¿Entonces qué harás?
—Yo seguiré siendo el rey— aseguró Ruby— Mis órdenes serán absolutas, pero los seis nobles podrán discutirlas. Además, no gobernaré sobre todos los ámbitos, solo los que me parezcan más importantes.
Todos volvieron a asentir. Cada vez la propuesta de gobierno sonaba mejor.
En eso Flannery abrazó a Ruby por detrás, haciéndolo sonrojar por el contacto son su cuerpo y enfadando a Brainy al mismo tiempo.
—¿Y yo? ¿Me trajiste aquí para sacarme en cara que no soy lo suficientemente buena?
En ese momento Brainy la separó de un tirón de Ruby. El muchacho carraspeó para disimular su cara roja y continuó.
—Te llamé para algo distinto, la verdad. Quería saber cuándo ibas a volver a tu puesto de líder de gimnasio.
Flannery se echó en una silla desocupada.
—No, gracias— contestó con firmeza.
—¿Qué?
—Que no, ya tuve suficiente con hacerme la buena frente a niñitos estúpidos. No me interesa el título, preferiría dedicarme a mis estudios.
—¿Estudias algo?— se extrañó el muchacho.
—Sí, bueno... todavía no, pero siempre me interesó estudiar volcanes.
—¿Estás segura?— inquirió el chiquillo.
—Bueno, si tanto insistes, podrías comprarme una mansión.
—Ya, entendí. Estudios— la cortó Ruby.
—Y podrías ir a visitarme— insistió ella— y nos quedaríamos los dos solos en la mansión y podríamos...
—¡Ya dijo que entendió!— la interrumpió Brainy.
Flannery rodó sus ojos y le restó importancia. Angie se llevó una mano a la sien por la vergüenza ajena que le hacía sentir la ex líder de gimnasio.
La reunión se extendió por un par de horas, en las que discutieron otros detalles menos importantes. Mientras Ruby hablaba, Brainy se lo quedó mirando con orgullo.
Siempre había sido un excelente líder, ahora solo tenía que mostrárselo al mundo, y ella estaría ahí, a su lado.
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